Les pediría perdón

Si algo pudiese pedir a los pobres, clamó López Portillo aquel primero de diciembre de 1976 desde la más eminente tribuna del país; si algo pudiese pedirles… ¡les pediría perdón! Ah, demagogos. Ahora se inicia en municipios de Chiapas una apodada Cruzada General contra el Hambre y la Pobreza, por título no vamos a parar. Ah, populistas. Ah, pronasoleros. Ah, México.

Y la esperanza de las masas rediviva, una vez más. Qué especie de  maldición pueda ser la esperanza, ese único bien para los mortales que sobrevivió encerrado en la mítica caja de Pandora. Dice el cantar popular que mientras haya vida hay esperanza, y yo digo: mientras haya esperanza hay vida.

Pues sí, pero esto no debiera aplicarse a esos millones de mexicanos para los que el desencanto y la esperanza son, dialécticamente, un par de sentimientos que los mantienen doblegados, resignados, esperanzados cada seis años. Lóbrego.

Odiseo, en su navegación, recaló en la tierra de los lotófagos, seres que se alimentan con cierta mítica flor de loto que los mantiene en la felicidad porque les aniquila toda memoria. Lotófagos resultan ser esos enajenados que al tañido de la flauta de Hamelin  pierden la noción de su mundo y se dejan conducir por los pantanosos terrenos de una fementida esperanza que en el 2018, a más tardar, volverá a tornarse ceniza para al conjuro del nuevo chamán resucite en el terreno de lo real maravilloso. De qué barro estemos forjados los mexicanos, eso los prestidigitadores sexenales lo saben muy bien y muy bien ensayado lo tienen, histriónicos rimbombantes. Y a alimentarlos con la flor de loto. México.

El loto esta vez está empaquetado en trece propuestas sobre las que el fervor popular vació su reserva de aplausos. Y cómo no iban a provocar el delirio esas tales propuestas,  si con sólo declamarlas el taumaturgo hizo brotar en el erial rosas, y sobre un lacerado país dibujó la tierra prometida donde fluyan arroyos de leche y miel. Y ahí el éxtasis que el nuevo tlatoani generó en la conciencia nacional. Aquí las decisiones de marras:

1.- Programa para prevenir el delito.- 2.- Publicar ley de víctimas.- 3.- Homonologar códigos penales.- 4.- Cruzada contra el hambre.- 5.- Seguro de vida a jefas de familia.- 6.- Pensión a adultos mayores de 65 años.- 7.- Reformar ley de educación.- 8.- Infraestructura carretera y puertos.- 9.- Regreso de trenes de pasajeros.- 10.- Licitar dos cadenas de TV abierta.- 11.- Ordenar deuda de gobiernos locales.- 12.- Plan económico con déficit cero. .-13- Decreto con plan de austeridad. ¿Qué más quieren, quieren más? Mis valedores:

Ha regresado la demagogia tricolor. Por frases altisonantes no vamos a parar. Flamígeras, retumbantes, tanto más sonoras cuanto más vacías. Que si cruzada contra hambre y pobreza, que si reformas a pasto, que si campaña anticorrupción… (¿A qué esa risita, señor Arturo Montiel?)

En tanto, condenados al polvo, el olvido y las telarañas, al desván de la Historia han caído el carnicero y la escamocha envinada de su discurso oficial pedestre, rupestre, plagado de lugares comunes y frases zafias: «le cayó el veinte, ponerse las pilas, no bajar la guardia, hombro con hombro para salir adelante».

¿Recuerdan ustedes las esperanzas que alborotaron Fox y el carnicero refugiado en Harvard?  ¿Y? Esperanzas y promesas, ¿dónde quedaron? Pero ahora regresa un viejo PRI disfrazado de joven, un PRI rapaz con aureola de taumaturgo que se dispone a obrar el milagro de la multiplicación de los panes. (Este país.)

Es México

Y ocurrió, mis valedores, que el PRI se alzó de su ataúd y con ayuda de algunos de ustedes se encaramó en el Poder.  Inicié ayer aquí mismo la reseña de su X Asamblea Ordinaria, que con porras y cencerros de la Brigada Carvajal se realizó en octubre de 1979. Sigue la crónica.

A todo micrófono y frente a una claque enfebrecida, un Gustavo Carvajal que se estrenaba como presidente del Tricolor:

– ¡El PRI es un partido antiimperialista. Rechazamos todo intento de sumisión política, económica y cultural; reprobamos toda manipulación, intromisión o sojuzgamiento hegemónicos de signo imperial; luchamos contra el intervencionismo, la amenaza del uso de la fuerza y la imposición armada! ¡Un PRI apoyado en los obreros, los campesinos, la clase media progresista, la juventud y por último, la mujer! ¡Un PRI que preserva  la dignidad del hombre, la integridad de la familia y la soberanía de la nación!

¡Lo que el PRI quiere ser de aquí al año 2000 es ser un verdadero partido político! ¡El PRI quiere tener militantes reales, ser la avanzada de la sociedad mexicana, recoger y apoyar las causas y las demandas efectivas de sus sectores, las mayorías del país! ¡El PRI quiere ser la vanguardia y el impulsor del Estado, no su agencia electoral ni su gestoría politiquera! ¡Quiere ser un partido revolucionario y de vanguardia, profundamente nacionalista, democrático, antiimperialista! ¡Un Partido moderno, a la altura de nuestros días, que entienda e impulse las tareas fundamentales, la militancia eficaz, consciente, y la lucha revolucionaria tenaz, al lado de los grupos mayoritarios de la nación! ¡Un PRI que desecha a los miembros vergonzantes, a los simuladores y a los claudicantes; políticos de máscara que se hacen presentes sólo en momentos electorales y de campaña con el atuendo de priístas, y que apenas ocupan una responsabilidad administrativa o de elección, cancelan su priísmo!

La Brigada Carvajal: ¡Y que viva día con día – con sus hermosos colores – esta digna trilogía – con su historia y sus colores!

En La República, 1989: «En el PRI  democracia y justicia social se corresponden. Porque los tiempos exigen identificación con los desheredados y los humildes. El PRI es el abanderado de las causas sociales, o careceríamos de la razón histórica para seguir existiendo. El PRI quiere seguir siendo el partido de la legalidad. El PRI sí tiene una clara definición internacional por la soberanía, la democracia y la equidad. ¡Somos el hoy, la raíz,  el horizonte!”

En febrero de 1990, apropósito,  la revista española Cambio 16:

“Al comienzo del septenato felipista, tras la victoria electoral de PSOE en octubre de 1982, un alto dirigente del partido, Guillermo Galeote, realizó un comentario ante este columnista, tan preocupante como revelador: Vamos a montar el PRI en España. Vamos a estar veinte años en el poder. La afirmación fue, ciertamente, para poner los pelos de punta, porque como los lectores saben muy bien, el modelo de democracia a la mexicana no es otra cosa que una dictadura que mantiene en el poder, desde hace más de medio siglo, a la densa burocracia del Revolucionario Institucional, basada en el férreo control de la sociedad, las más descaradas trampas electorales, la corrupción desbocada y una cierta retórica institucional de izquierdas –que se intensifica en los gestos de su política exterior- como mero barniz justificador de una supuestas señas de identidad progresistas».

Mis valedores: este es el PRI que muchos de ustedes ayudaron a encaramar a Los Pinos. (Uf.)

¿Horizonte y raíz?

El PRI-Gobierno, mis valedores. El Revolucionario Institucional. Ilusos quienes ya dábamos por muerto a la dictadura perfecta, que en el 2000 ya apestaba a cadáver putrefacto. Pues sí, pero qué desgracias no pueda acarrear la desmemoria de las masas sociales:  Lázaro purulentoso, diez y seis millones de papeletas lo exhumaron y hoy día, vejete con vestimenta juvenil, se dispone a enquistarse en el poder el tanto de otros  setenta y un años, si no es que tantito más. Es México. Son sus desmemoriadas masas sociales. Trágico.

Lo auguraba, triunfalista, Beatriz Paredes, hoy flamante embajadora de nuestro país en Brasil:

Hemos aprendido de nuestros errores, somos un Partido fortalecido y cohesionado. Nosotros recuperaremos la mayoría absoluta en el Congreso, aparte de mantener las gubernaturas priístas. Yo auguro un triunfo avasallador del PRI en los próximos comicios.

Y la priísta no le erró. Vuelven los tiempos, qué tiempos aquellos, del que fue el partido de la dictadura perfecta. Hoy que el recién resucitado se dispone a celebrar una más de sus asambleas, ¿recuerdan ustedes la escandalera que provocó en octubre de 1979 su X Asamblea Ordinaria? A todo micrófono frente a una claque enfebrecida  Gustavo Carvajal, presidente del Tricolor:

– ¡Correligionarios! ¡El nuestro es un Partido revolucionario y de vanguardia. Nuestro partido es profundamente nacionalista, democrático y antiimperialista! ¡Es un Partido que como consecuencia de la Reforma Política ha sido elevado al rango constitucional de institución de interés público! ¡El nuestro es un Partido revolucionario, porque habiendo surgido del movimiento social de 1910 sostiene la voluntad de cambio y transformación de la sociedad, que alienta en el pueblo de México y en sus instituciones! ¡Es un Partido de vanguardia, porque saliendo al encuentro de las aspiraciones y exigencias del pueblo, abandera y guía sus luchas reivindicadoras!

Ululaba la Brigada Carvajal:

¡Hoy surge para la Historia – de nuestro PRI nacional – luz de esperanza y de gloria – en el hombre probo y leal!

Desde el presidium, Carvajal: ¡Nuestro Partido es un Partido nacionalista porque somos nosotros, sus integrantes, los que resolvimos crear con nuestras propias ideas, recursos y experiencias, el instrumento de lucha para alcanzar y acrecentar la emancipación política y académica del país, entendiendo el poder como herramienta para servir  los intereses exclusivos de la Nación! ¡Un Partido democrático, porque entendemos y practicamos la democracia como un sistema de vida igualitario económica, social  y culturalmente, y porque siendo sus integrantes políticamente iguales y con derechos y responsabilidades semejantes, estamos convencidos de alcanzar el consenso y tomar decisiones por mayoría de votos y mayoría de razón, uniendo así valores de cuantía y calidad que a todos nos obligan!

Los alaridos de la Brigada Carvajal:

 ¡Es imperativo actual – para México integrado – Que Gustavo Carvajal – llegue a ser hoy confirmado! ¡En esta evaluación tan importante -hoy se afirma la lealtad -que el trabajo de dicha palpitante – siga avante con Gustavo Carvajal!

– ¡Es un Partido antiimperialista, porque habiendo el pueblo pagado tan alto costo por su independencia y su derecho a tener patria, rechazamos todo intento de sumisión política, económica y cultural!

La locura en  la claque: ¡Que siempre sea aceptada – como doctrina ideal – la ideología equilibrada – de nuestro PRI nacional!

Y pensar que esto sigue mañana… (Uf.)

¿Cruzada anti…qué?

La corrupción en México, santo y seña de un país achacoso y plagado de laceraciones por cuestión de esa lacra que es la segunda naturaleza del mexicano, la astrosa vestimenta con la que se presenta ante la comunidad internacional. Y a propósito, mis valedores: ¿que en las noventa y cinco propuestas del Pacto por México se proyecta un plan anticorrupción, con su parafernalia de presupuesto y su burocracia correspondiente, y todo a pagarlo todos nosotros?

Pero Peña Nieto se dispone  a combatir la corrupción. Perfecto. Para cumplir con su buena intención no tiene que caminar muy lejos. Ahí nomás, casi pudiésemos decir que de dintel adentro, tiene el acabado modelo de corrupción lucrativa e impune. ¿Que no? ¿Y luego la honorable familia de su pariente «político» Arturo Montiel, al que el propio Peña Nieto sirvió de manera fiel cuando el frustrado aspirante a la presidencia del país fue gobernador del Estado de México?

Corrupción lucrativa e impune. Una y otra vez, año con año, México resulta reprobado en las mediciones de Transparencia Internacional, donde hemos venido perdiendo docenas de puntos por culpa de ese potaje envenenado que cocinamos entre todos, por más que las masas sociales sólo miramos la mugre en el ojo ajeno, sin querer reconocer que semejante suciedad la generamos todos, mientras que a todas horas exigimos justicia y a los raterillos linchamos y matamos a golpes o quemándolos vivos. Y a eso le apodamos «Justicia».

Justicia, corrupción. Corrupción y justicia son términos antitéticos. Agua y aceite, que dice el lugar común. Donde existe la justicia no hay corrupción, y ahí donde hay corrupción no existe la justicia. Sin más. Elemento esencial en la vida armónica de cada comunidad, la aplicación de la justicia recae directamente en el Estado o, en las palabras del jurista, y qué claridad de conceptos, qué contundencia, justeza y exactitud:

La realización de la justicia es atribución primaria del Estado. La honesta, objetiva y fecunda actuación de este valor es la mejor garantía que puede otorgarse a los derechos fundamentales de la persona humana y de las comunidades naturales. Es, además, condición necesaria de la armonía social y del bien común.

Justicia, injusticia, corrupción. El analista asegura que la acción de la justicia en las masas, por escasa o inexistente,  resulta muy difícil de rastrear, pero que para nosotros, en cambio, existe un elemento clarísimo, familiar para todos, que todos conocemos: la injusticia. Todos, o casi todos, podemos hablar de la injusticia porque de ella siempre hay un testigo, que es precisamente la víctima. De la justicia, supremo valor, aquí el señalamiento del jurista:

«Es importante la aplicación justa de la ley por los tribunales, pero un verdadero Estado de Derecho exige, además, la colaboración de normas auténticamente jurídicas y un esfuerzo concurrente de la totalidad de los órganos del Estado, precedido por la justicia e inspirado en ella».

Y qué sonoros vocablos, tanto más sonoros cuanto más vacíos:

El anhelo de una recta, ordenada y generosa administración de justicia, y la necesidad de que los encargados de la magistratura llenen las cualidades irremplazables de elevada actitud de conciencia, ilustrado criterio, limpieza de juicio y honradez ejemplar, no por constituir un problema cotidiano dejan de tener una significación que toca la esencia misma de la función del Estado.

Pues sí, pero más allá de las bellas palabras, ¿qué hay de la realidad objetiva?

(Esa, después.)

Demagogia e indígenas

En México los indígenas son víctimas de discriminación y viven en la pobreza extrema. Son tantas las violaciones a sus derechos que pareciera que ellos no existen o no tuvieran personalidad jurídica. Parte fundamental en las gestas de Independencia y Revolución, sus demandas no hay sido atendidas”.

¿Fundadas las acusaciones de la ONU y Ongs? Porque hace años que el gobierno saldó esa deuda: ¡Nunca más un México sin sus comunidades indígenas integradas al desarrollo nacional con justicia, estado de derecho y respeto a la ley!

Para ello editó la Cartilla de los Indígenas, un cuadernillo minúsculo (cabe en la palma de la mano) que Zedillo mandó publicar, y que lo proclama: “Los indígenas tenemos los derechos de todas las personas –hombres y mujeres, niños y adultos, sin distinción de raza, nacionalidad, idioma, pensamiento, creencias religiosas o políticas, o nivel económico-, establecidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta Magna, las leyes que se derivan de ésta y los pactos y convenios internacionales firmados por México.

Tenemos derecho: A la vida, a la libertad, a la seguridad y a ser tratados con dignidad y respeto. A no ser torturados, ni  detenidos ni encarcelados, a menos que se nos acuse de cometer infracción o  delito. A que la ley se nos aplique por igual como a todos. En caso de ser acusados de algún delito a ser juzgados conforme a la ley. Contar con las garantías que establece la Constitución. Tener abogado defensor y, si no hablamos el idioma español, a que nos auxilie un traductor con conocimiento de nuestra lengua y a que se nos considere inocentes mientras no se pruebe lo contrario. Tenemos derecho a no ser discriminados, y a que se respeten prácticas, usos, costumbres y tradiciones étnicas, lingüísticas, religiosas, sociales, políticas o culturales que no atenten contra los principios establecidos en la Constitución ni contra los derechos de alguna persona. A que impere en nuestra familia la igualdad de derechos para el hombre y la mujer, el niño y la niña. Las mujeres tenemos derecho a un trato digno y respeto como seres humanos; a que no se nos someta a ningún tipo de violencia, sea ésta física, psicológica, moral o sexual, y a que no se nos haga víctimas de discriminación alguna respecto de los varones.

A la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión y a cambiar de religión. A reunirnos pacíficamente o asociarnos con cualquier fin lícito, sin que pueda obligársenos a pertenecer a grupos o partidos. A participar en asuntos políticos, directamente o a través de representantes libremente elegidos. A elegir o ser elegidos popularmente para cargos públicos, con garantía de sufragio universal, libre y secreto. A satisfacer oportuna y adecuadamente nuestras necesidades de salud, seguridad, educación, vivienda y ambiente sano. A que se respeten nuestros derechos laborales y sindicales. A participar en actividades artísticas, culturales o científicas y a que se protejan nuestros derechos autorales.

Es obligación de los servidores públicos: No cobrarnos por sus servicios. Darnos atención e información sin discriminación alguna. Responder por escrito a nuestras demandas. De los inspectores, policías preventivos y judiciales, agentes del Ministerio Público y de los jueces; y de todos los funcionarios dentro del ámbito de su competencia: ¡Tratarnos con respeto! ¡Darnos protección y seguridad! ¡No abusar de su autoridad!”

Y los derechos de los indígenas, asegurados. A la mexicana.  (Qué país.)

Floridas raíces

Como la sota moza, Patria mía, – en piso de metal, vives al día, – de milagro, como la lotería (Suave Patria, López Velarde.)

Mis valedores: este divagar sin rumbo me lo motivó cierta foto añejona, donde el tiempo oscureció la blancura y empalideció los negros, y créanme: será la cercanía del viaje que acabo de realizar a mis derrumbaderos zacatecanos, será  la susodicha que estoy mirando, será esta hora neblinosa del atardecer o la mansedumbre de una llovizna que de repente alebrestan bandazos de viento. ¿Cuál será la raíz de este mi ánimo macilento que se contrista y arropa en vagorosas, indefinibles  nostalgias y tristuras por el tiempo que se me fue para nunca más? Y esta opresión de costillas adentro, y la gana de suspirar…

Pero no pensar mal; no pensar bien, más propiamente. La foto que tengo bajo mis niñas no es la de la sota moza cuyo nombre, añudado al mío, grabé en el tronco de aquel eucalipto en el parquecillo municipal. Hoy, signos del tiempo, otra pareja de enamorados eternizó sus nombres a un lado del nuestro: Trino y Joaquín, y el tosco grabado de algo levemente parecido a un aguacate, un corazón, uno de los compañones. Las preferencias amorosas. Yo, ayer y hoy, la única, mi Nallieli…

La foto, mis valedores, muestra no a aquella niña del primer amor (“dos palomitas azules / paradas en un romero / la más chiquita decía / no hay amor como el primero”.)  La foto que estoy mirando es la del caserío de mi querencia y muestra un retazo de caserío, una calle trazada a cordel, la ermita (dos cuernitos y un caparazón de caracol), e imponente telón de fondo, toda crestas, barrancos y peñascales, la serranía.  Majestuosa. Descomunal. El Cañón de Juchipila. Mi Jalpa Mineral, la tierra de mi querencia, la de niñez, adolescencia y primera juventud. Hoy voy por la quinta y voy por más. La foto me he puesto a rumiar recuerdos con saborcillo a nostalgia.

Una noche pasé en descampado, que fue de remotas hogueras, canciones trovadas en falsete la primera voz y la segunda grave, largo son que arranca ecos de labor a labor, de coamil a coamil:

“No me busques por veredas-mi bien-búscame por travesías-allá encontrarás, si quieres – mi bien -el amor que te tenia…»

Versadas de la provincia, paisanos del interior; tonadas que son la sangre y el zumo del paisano que vive y muere ayuntado a la tierra, al cogollo de la tierra, a su hendeja; estoy por decir hendeja por donde fui parido y hendeja a donde habré de volver a la paz de la tierra, la mía. Yo, su pertenencia.

Estuve en mi Jalpa y volví a paladear sus comidas sápidas y picantes, delicias del paladar campirano rudamente indigestas para el arrimadizo. Mi lengua recordó la enjundia de la pitahaya, colores copiados al mejor Tamayo. y la fruta de horno con la asader, el jocoque, las habas y la cuajada, y la miel en penca. Ah del alfajor dulcísimo; me está haciendo agua…  (la boca.)

Así es como me he traído de la provinciana región olores de humo de ocote y sabores de aceite y miel, tactos, sonidos, imágenes de esas que junto a la caja de cartón acarrea el paisano que viene a buscar la sobrevivencia, a hacer por la vida en esta inconmensurable colmena de laboriosas abejas de salario mínimo, de zánganos del puesto público y de (cuándo iba a faltar) la abeja reina de cuento de hadas, efímero cuanto real, y en el que cada seis años todas, por turnos, se sienten reinas del colmenar, si no es que sus hadas madrinas. Y si no, ¿recuerdan ustedes a la Sahagún? ¿Habrán podido olvidarla? (Sigo un día de estos.)

Vernácula

¿Hablar hoy mismo del Pacto por México, síntesis de «engaño, demagogia, simulación,  politiquería y corrupción», según algunos de sus críticos? ¿Referirse a esa contrahecha Ley General de Víctimas, «golpe escénico para el aplauso de las galerías» que se dispone a tasar al tanto más cuanto vidas humanas arrebatadas en el sexenio del Verbo Encarnado? Sicilia, Martí, Miranda, Gallo tal vez, ¿cuál, cuántos de los tales «activistas», pretenden medrar de por vida, a la manera de Rosario Ibarra, con la muerte del familiar? Mis valedores:

Frente a la escandalera y la simulación que provoca el regreso a sus bebederos de un priísmo prestidigitador del gatopardismo (que todo cambie para que siga igual), hoy prefiero hablar con ustedes de un tema que pudiese resultarles de interés: la fuente, el hontanar de nuestro nacimiento. Así pues…

Patria: tu superficie es el maíz, – tus minas el palacio del Rey de Oros , – y tu cielo, las garzas en desliz – y el relámpago verde de los loros. (Suave Patria, López Velarde.)

Esta vez la provincia. Unos días acabo de pasar en mi tierra, que fueron de magia, de encantamiento y encontronazo con la raíz de mis años muchachos, que se me huyeron para nunca más. Hoy regreso cargado de energía, de esa corriente galvánica que nos insufla la madre tierra, que es decir nuestro origen, nuestro hontanar. Mis terrones…

Porque algunos de ustedes, fuereños avecindados en esta ciudad, vivan en el recuerdo sus bienamados derrumbaderos, y los citadinos columbren el ánima de la mal llamada provincia, por un momento dejo de lado temas de requemante actualidad para entregarles algunas vivencias de la visita a mis zacatecanos terrones, los de mi Jalpa Mineral.

Ah, esa entrañable tierruca cuya añoranza todos nosotros, fuereños en esta ciudad, cargamos acá, entre los costillares, tamal envuelto con telas del corazón y añoranza de donde sacamos la fortaleza para sobrevivir en este humano hormiguero que una demencial cargazón de humanos terminó por deshumanizar, feo contrasentido. Todo ello me lo entienden ustedes, tecos y meños, jarochos y panzas verdes, costeños, chileros y corvas dulces y gente de la montaña y del trópico,  del altiplano y del mar. ¿No les ocurre que un día amanecemos (o anochecemos, según) con la nostalgia añudada aquí, miren, en el cogote, y en los costillares, y en la virilidad? Aquella tierruca donde fuimos a nacer, a florear, y algunos, suertudos, hasta a echar vaina…

Acabo de regresar del viaje por tierras de mi andadura y vengo con los sentidos cargados de antiguas esencias, hoy renovadas, y mente y memoria retacadas de imágenes y sensaciones que me retoñaron después de vegetar, semiolvidadas por cosas del áspero oficio del diario vivir: que si el aroma de yerba macerada, de fruta en agraz, de majada; que si el sonido del esquilón, de la esquila, del cencerro en el pescuezo de la vaquilla caponera; detrás, bebiéndole los alientos, toretes en pleno vigor, con los güeyes detrás, ya superada en esos mansurrones toda preocupación que no sea la de pastura a su hora A lo lejos, la primera llamada del angelus…

Ah, el caserío de mi nacimiento, ese sabor a frutilla cortada de la rama a la orilla de la vereda y las lejanías azulencas allá donde el llano se muere y se alza agresiva y retadora la serranía de Morones. Encima del cresterío ese cielo limpísimo, como acabado de inaugurar, y en el cielo la rueda de cuervos y zopilotes, de gavilancillos y auras pelonas. Allá, en el llano, reverberos. Mediodía. (Mañana.)

Ya me voy con mi derrota

Que la noche aquella me falló el volks en algún  barrio del norte, les decía ayer, y que la única luz que columbré a lo lejos fue la de La Reyna Sochil, curados de chilacayote. Afuera, sentados a dos posas y contra el muro los lomos, seis teporochos con los que me trencé en una charla que duró lo que la de a litro que me vi forzado a ofertarles.

– Aquí onde me ve, todo dado a la perdición, yo viví tiempos mejores. Pero la traición de una tirana… ¿Usté no ha sufrido penas de amor?

Que si las he sufrido, pensé. Vivo con ellas, y ellas conmigo. Nací con ellas enquistadas en la enjundia del ánima, y es hora que en ese ardimiento  muero porque no muero. Nallieli…

Suspiré. A lo lejos, el aullar de la ambulancia, que en su desgarro parecía malparir. El pretil de la piquera se erizó de gatos, erizados espinazos en la fragua de una brama espeluznante. De repente, desde la patrulla, el ladrido: “¡Ese del Nión, oríllese pa la orilla!” Dentro del antro el cantor, bordoneando arpegios: Porque esta vida que llevo – si no fuera porque bebo – no la habría de merecer…

Flor de la autocompasión. El catálogo de infortunios remojados en buches del intoxicante inmundo: “Mi jefecita santa, que me dejó solo y mi alma en el mundo”. “Mi chamaco; lo vi morir». “Ella y mis criaturas me salieron a despedir. Al rato, el ciclón. No volví a saber de ellos. Mi gente…” El gemidillo convulso, el sorber de humedad, la fuga de una realidad intolerable para un carácter de jericalla menguado por el licor…

Uno llamó mi atención. Saturado de alcohol permanecía culimpinado, rostro aplastado sobre el piso entre babas, bascas, desechos pestilentes.  “¿Y ese?” Silencio. Bandazos de viento: De qué me sirve la vida… Uno habló: “A ese respétele su dolor y su drama, señor. Ese nos llegó pero que muy tatemado de su alma, y así lo verá desde hace varias semanas. Bien se le adivinan las intenciones de quedar en la suerte,  y lo va a conseguir.

Las tristuras siguieron, y el chupeteo vinoso, y de súbito, el más vencido de los vencidos se removió; de culimpinado, se dejó caer; un temblor, un estremecimiento; la mano, trémula, rastreaba el pomo. Yo, en susurro: “¿Traición amorosa, tal vez?” Gimoteó, baba y mocos. ¿Qué tragedia lo arrastró hasta el averno del licor? ¿Esa sota moza que amamos tantito más que a nosotros mismos,  que de un día para otro se nos fue de este mundo para nunca más, y ahí terminó la existencia para nosotros? Nallieli…

– ¿Traición amorosa? No mame. (Sollamando con su aliento mi oreja el ebrio me susurró retazos del drama descomunal. Yo, oyéndolo, me estremecí. Asco, humana compasión.) “Querría pagarle otra de a litro, pobrín”, dije.

– Ese es su drama, y en cosa de días ya nos alcanzó a los que hemos invertido media vida en el pomo, y nos dejó atrás. Ese no llega lejos. Y cómo, si anda toreando a la muerte y buscando que se lo coja en los cuernos. Mejor se aventara al metro,  pero cada quién su muerte. ¿Se pone con otro chupe, señor?

Me azozobré. El redrojo se había venido en sollozos mal amansados. Algo intentó decir, pero se lo taponó el vómito, y para mí fue bastante; me retiré. Que los muertos entierren a sus viciosos. Mis valedores: del suicida qué será a estas horas, si viva o logró su intento, a saber. ¿Su drama?  No que lo echaran del PAN, no que en la conciencia cargara 100 mi cadáveres ni que por su culpa regresara a Los Pinos en PRI. No, sino que…

– Pinch’s… alumnos… Que  yo ni un… pie en Harvard… ¡agh!

Y ándenle, el vómito.  (Pobrín.)

Entre botellas

Esta vez los vencidos de la vida, esos redrojos humanos que, débiles de carácter y perdida la brega contra un sañudo destino que los superó en redaños, han bajado la guardia y se entregan de lleno al licor, a la vida arrastrada, a la muerte lenta y la perdición. Drogadictos, alcohólicos, espantajos humanos. ¿Alguno de ustedes habrá observado a semejantes bagazos, cascajos, cáscaras basurientas que se arremolinan al amor, al olor, a la pestilencia de la piquera? Son los gorkianos ex-hombres, los humillados y ofendidos de Dostoievski, las almas muertas de Gogol. Son los destinos trágicos de que habla Coccioli. Los viciosos.

Con varios de ellos me topé un día de estos en el callejón de barrio bajo, en los intestinos de un remoto arrabal, a esa hora de entre dos luces en que la tarde, acosada por la jauría de farolas y esquilas, huye en volandas con la noche amenazándola de desfloración. Del taller de lectura norteño regresaba hacia el sur cuando en eso, de súbito, el cremita me la empezó a hacer de fumarola. Tres explosiones falsas como promesa de Calderón, peste a quemado como familia de Calderón, el vehículo detenido como sexenio de Calderón, con un motor más muerto que esperanzas en Calderón. Bajé del volks  y procedí a levantar trompa y trasera (del susodicho). Pero nada; sistema de encendido y carburación, cuatrapeados, como el difunto político Calderón.

Náufrago de las cuatro esquinas, detrás de algún valimiento mandé ansiosas miradas hacia callejas y callejones: cuál de los cuatro será el mejor. Elegí el menos lóbrego, y vino a encontrarme, en retazos, la barriobajera tonada que se engrifa de amores y desencuentros, ausencias y soterrados dolorimientos que el alcohol despelleja: Porque esta vida que llevo – si no fuera porque bebo – no la habría de merecer…

Pian pianito, al amor de la trova que se machihembra al bandazo de viento, me fui acercando al charco amarillo que se cuajaba  al pie del farol, charco de luz legañosa. Detrás, en la semipenumbra, vetustez y abandono, La reyna Sochil, curados de apio y chilacayote. Aquí y allá, manos anónimas, los consabidos grafitos. «Pipo estuvo aquí». «La Lola ya». ‘Puto yo». (Válgame). Adentro de la piquera, la tonada que reblandecía corazones en salmuera vinosa: La derrota de mi pobre corazón…

Por aquí quién va a a entender de explosiones falsas, pensé al dar un paso, dos, tres. Pisé una cáscara de melón. “¡Ora, guey!”, rezongó la cáscara, que resultó ser no melón, sino mano. Levanté el botín (de orejeta, no de los botines que en abyecta impunidad, culpa nuestra,  se han levantado los Salinas y Cía.)

– Perdón -dije.

– No hay fijón si se copera pal pomo.

Los distinguí: en la banqueta, regados al amor del tufo aguardentoso, aquel tenderete de humanos desechos, deshechos como desechos humanos después de la digestión. Uno yacía en posición fetal, otro más se enroscaba, se erguía aquél sobre el eje de la cintura; chasqueaban todos unos belfos en rescoldo, sollamados de sed. “Un pomo, ¿sí?”

Teporochos. Cuatro, seis, sin contar los perracos y el par de ratas jariosas que, apalancándose en uno de mis botines, se afanaba en la bíblica maniobra de reproducirse y poblar la tierra (como si para ratas no nos bastasen  la Gordillo, los Fox, los Montiel). Uno de los redrojos aventó aquel gargajo:

– ¡Aguas, el esputo!

– Aunque sea, conque mande por el pomo.

Por el pomo mandé, y qué modo de aflorar y desflorar, al amor vinoso, penas y lloros, quebrantos y duelos y demás penurias de la vida arrastrada. (Sigo mañana.)

A los jugueteros de mi país

Ustedes se quejan de la competencia china. Yo me quejo de ustedes, culpables de un acto fallido y un romance frustrado, porque al intento aquel de lograr los favores de una sota moza se lo llevó el tren (uno de juguete, regalo de navidad, orgullosamente hecho en México. «Y lo echo en mexico esta biéN echo»).

Al pie de un árbol cuajado de luces vi a mi sobrino desenvolviendo su tren y a la madrecita soltera, prima mía, sonriéndome. «Doy el alegrón al hijito, me lo agradece su mamacita, y una vez que nos atasquemos de muslos (del pavo), los muslos nuestros a la camita». Fantasías de solitario incestuoso, y sí:

A su hora el chamaco le desbarató el moño al regalo y sacó aquella preciosidad de juguete que parecía la pura verdad. El alegrón del sobrino, y a armarlo. Yo aquella emoción, la expectación aquella, la ansiedad por mirar la locomotora pita, pita y caminando, y llamar a la prima, mostrarle el juguete (el de corriente eléctrica) y enchufarla (la vía del tren). Pues sí, pero a la hora del enchufe…

¿Cómo enchufar un tren nacional,  si este tramo de vía  tenía por donde, con qué y toda la disposición de unirse al siguiente, pero el siguiente carecía de orificio por dónde? En el otro extremo se le erguía un gancho de este grosor, pero trozado  por la mitad, que hagan de cuenta circuncisión fallida. Sólo dos, tres tramos se dejaron enchufar, y esto a la viva fuerza, que aquello resultó violación. Ah, los juguetes aborígenes…

– Tío, ¿si lo intentamos con los vagones?

Apareamiento imposible. Traté con uno, con dos, con todos. Tomé este y lo coloqué de ladito, pero de enchufarse, cómo, por dónde. Lo coloqué boca arriba y le abrí las ruedas. Nada. ¿Por atrás? Agujero oxidado por falta de uso. Primero se acható el gancho que abrirse el hoyo. Tenso, el sobrino:  “Con paciencia y salivita, tío”.

Me pegué el enchufe a la boca. La saliva se me pintó de arcoiris y agarró un saborcillo a hojalata oxidada, pintura reblandecida y bilis desparramada. “¡Alicatas, martillo, échatelos para acá!”

– Así menos. Mejor fueras a reclamar a los jugueteros que se transaron al niño Dios.

– ¿Reclamar? ¿A quién, ante quién?

Con las alicatas empecé a jurgunear rieles y vagones de tren, pero nada. Comencé a resollar recio, a jadear, a pujar. El sobrino: “¡Ma, ven a verlo, ya está echando humo!”

– ¿Humo, m¨hijo? ¿Pues qué no es diesel?

– El del humo es mi tío. Por las orejas, míralo.

– ¡Bigotón, cierra esa boca!

Ahí, sobre la alfombra, el desastre. Se acuclilló la prima. Dentro de la minifalda su  provocativa postura dejaba adivinar el, la, los, las, unos, unas… Yo, viéndola de ganchete, comencé a sacudirlo (el juguete), las manos acalambradas. Sentí que ojos y boca se me torcían, los tomates chispándose.

– ¡Rápido, que se electrocuta!

La prima corto la corriente y observó la catástrofe:  “¡Virgen de Zapopan, qué desastre de ferrocarril! ¡Pero si no parece sino que por aquí acaba de pasar Zedillo el bracero.

Señores jugueteros de mi país: ahí terminó la aventura con la prima y el juguetito. Ya de vuelta a mi camastro y a mi soledad reflexioné en la frustrante experiencia con los juguetes producidos en México. Hoy, víctimas de la competencia china, ustedes chillan,  rabian, reniegan y se la jalan, su greña, porque juran andar en el filo de la quiebra, la ruina, el cierre de sus empresas.

Trágico, sí, ¿pero qué hay de los tiempos aquellos en que una industria sobrona y sin competencia como la de ustedes  nos vendía trenecitos chatarra?  (Acuérdense.)

México adolescente

Lo dije en la radio y lo digo ante ustedes: el 2012 fue un año más en el calendario y uno menos en nuestra vida temporal. Se nos fueron año y sexenio, y vale aquí el consejo de  arrieros: de vez en cuando aprovecha hacer un alto en la marcha, volver atrás la mirada y calcular por lo andado lo que nos falta por caminar. Y a propósito:

¿Para nosotros, en lo individual, cómo fue el 2012? ¿Y el difunto sexenio para nuestra economía familiar? ¿Se notó algún cambio en nuestro país? ¿Positivo, negativo? ¿Seguimos igual o peor? ¿Avanzamos, retrocedimos en cuanto individuos, comunidad, país? ¿Algún provecho obtuvimos en el sexenio del Verbo Encarnado?  ¿Qué provecho obtuvimos con el difunto político que ahora tantea las posibilidades de seguir entre nosotros o refugiarse en algún otro país? ¿Se mantiene en nosotros ese fenómeno de pensamiento mágico, de lo real maravilloso que nos mantiene esa irracional esperanza en el nuevo santón, esa terca esperanza que nos pone en evidencia como inmaduros o adolescentes en asuntos políticos? ¿Esperanzas de qué, esperanzas en dónde, esperanzas por qué? ¿En quién vamos a confiar esta vez? ¿En quién delegamos una tarea que sólo a nosotros atañe? Ah, esa esperanza inútil, esas ganas de creer, ese pensamiento mágico, semejante universo de lo real maravilloso donde se ubica una perpetua adolescencia.  Ah, este México adolescente…

Porque así es, mis valedores: comienza un nuevo año, y con toda su fuerza retoñan los yerbajos de lo real maravilloso y la superstición. Es este el tiempo que vive el pobre de espíritu, tiempo que mantiene encendida la flama de la desatinada esperanza en unas fuerzas sobrenaturales que le van a cumplir todas las metas inalcanzables para las propias fuerzas. Y vengan los tiempos de la magia, el milagro, el encantamiento, lo sobrenatural…

En torno a tales patrañas: todas las religiones naturales, afirma el estudioso, surgen del asombro ante fenómenos inexplicables, del terror a los males y del deseo de bienes que no se pueden adquirir por las propias fuerzas. De todo esto proviene la ilusión que nos hace aceptar la existencia de entes que nos liberan del miedo y satisfacen nuestros anhelos. El hombre inquiere forzosamente los fenómenos que afectan a su propio yo y a sus iguales. La muerte, las enfermedades, el amor, la fortuna y la vida son los factores principales de esa atención.

Es así como al inicio de año y sexenio vivimos el tiempo contradictorio de la frustración y la expectativa del prodigio que para nosotros habrá de producir «nuestro» nuevo santón, y es así como hoy mismo andamos como esas víctimas de los cazadores en la entraña del bosque: lampareados por efecto de atolondramientos y temores subjetivos, esperanzados en factores externos porque, tercos adolescentes, no confiamos en nosotros mismos.

Y lógico en el pobre de espíritu: a recurrir a «las fuerza ocultas»  del amuleto y el talismán, el sortilegio y el horóscopo, la piedra imán, los unguentos mágicos y la invocación a las fuerzas zodiacales, y a arrimarnos a la advocación del zahorí y el agorero, del arúspice y el falso adivino, y el chamán y demás vividores. Y que nosotros te  retiramos la salación y te damos las buenas vibras, pero acude a alguno de nuestros establecimientos, donde te vamos a proporcionar la sanación. Para de sufrir.

Ah, cáfila de embusteros. Ah, la manipulación de las «brujas blancas» que así violan el Código penal. Ah, el candor de las víctimas, adolescentes irredentas. Ah, México. (Nuestro país.)

¡Pare de sufrir!

Nuestras vidas son los ríos – que van a dar a la mar -que es el morir…

Y esos ríos que son nuestras vidas ya arrastraron en su corriente toda la hojarasca y  las basurillas que generaron las festividades de Navidad y Año Nuevo. Ahora mismo, mis valedores, estrenamos el año que viene a ocupar el sitio del año anterior,  uno menos en la cuenta regresiva de nuestra vida, y qué hacer, si no vivir el tiempo que nos queda de vida. A toda sangre, a todo pulmón, a redaños y espíritu. Vive, a cada rato nos exhorta la muerte. ¡Vive!

Y ustedes, mis valedores,  ¿cómo vivieron las fiestas decembrinas? Porque para la grey católica, la inmensa mayoría de mexicanos, el rito de la Natividad de Jesús tuvo que ser, de acuerdo a la fe y las creencias de semejantes católicos,  una celebración encuadrada en el fervor de la liturgia religiosa, que de otra manera tales católicos  no habrán pasado de ser unos Tartufos que convirtieron la llegada del Cristo en la fiesta pagana de las saturnales romanas, una  ocasión a modo para beber y engullir hasta límites del desarreglo estomacal. Porque somos o no somos. Somos o sólo lo parecemos. Somos de esencia o de apariencia tan sólo, de fondo o de forma únicamente. ¿Somos? ¿Sí..?

Navidad y Año Nuevo, noches a la medida para empantanarse de alcohol y embrutecer el espíritu. Días en que se afianzó y extendió entre los jóvenes el hábito del alcoholismo, esa enfermedad de la que el paciente no está consciente o no quiere estarlo. Y es que entre nosotros cualquier celebración cívica, familiar, cultural o de índole religiosa resulta un buen pretexto para acudir al licor. El bautizo, la primera comunión, los 15 años, el día onomástico, el rapto de la novia, el casorio, el velorio, en fin, y a la lista hay que agregar la Feria Internacional del Caballo, la de San Marcos, el Cervantino, Navidad y Año Nuevo, la noche del Grito y el Día de las Madres,  la fiesta del santo patrono con su estruendo de pólvora y sus cataratas de licor. Tales fiestas se han convertido en borracheras descomunales en las que anfitriones e invitados recorren la ruta del intoxicante en todas sus variedades: whisky, pulque, tequila, mezcal, vodka, ginebra, cerveza.  ¡Y salú!

Pero al licor se empalma un achaque más, al tamaño de los pobres de espíritu: la subcultura de la superstición, de la superchería y la engañifa que en los días de crisis y en los del fin de año medra con la debilidad de esos encanijados  espíritus. Es en el principio de año y en la persistencia de la crisis recurrente cuando florece la industria de charlatanes, brujas y brujos, augures, zahoríes y el falso adivino, los embusteros del arcano y los arúspices de la irracionalidad. Es entonces cuando se vive  la época de oro de pícaros de la engañifa y el fraude que se ensañan en  cándidos e ignorantes, tan  escasos de bienes como blandos de espíritu. Salud, suerte, dinero y amor con tan sólo depositar la esperanza irracional y las escasas monedas  en el vividor, y entonces:  préndete aquí este amuleto, y cuélgate allá  el talismán, y ejecuta este ritual  y compra (¡en mi establecimiento!) la mágica vela, el aceite milagroso, la piedra imán. Con mis poderes astrales todo el zodíaco te va a ser propicio. ¡Pare de sufrir! Ah, cándidos…

Esas infinitas ganas de creer. A lo irracional, pero creer en alguien más allá de tramposos santones de la política, la economía  y la religión que los han venido defraudando sañuda y metódicamente. Delegar en brujos más confiables que los tales.. (Sigo después.)

El disfraz, la careta, la máscara

Aquí sigue el recado que envío a un cierto funcionario público de apellido Olivo, Oliva u Olivos, titular de una agónica Función Pública ahora disfrazada de instancia anticorrupción. ¡En un régimen de signo priísta!

La nota del matutino, funcionario Olivos, me trajo de golpe mis iniciales años escolares: “Admite Ebrard malas condiciones en mil 200 sanitarios de escuelas». ¿La relación con mis años de escuela? Allá voy.

Entre los tipos pintorescos que no faltan en cualquier población deambulaba en mi Jalpa Mineral un individuo de aspecto común y ocupaciones múltiples, que lo mismo mirábamos  de cargador que de mandadero y gritón al servicio del vecindario. Con su bocina de victrola:

«¡Atencióóón! ¡Se notifica que se extravió una mula propiedad de don Pantaleón Lozano! ¡Se gratificará a quien dé razón…»

En el palacio municipal habían instalado un excusado descomunal, de aquellos de caja y tabla de tres agujeros, para servicio del personal de la presidencia y la muchachada escolar. Fue ahí, licenciado Olivos, donde se originó el incidente que se encuevó  en mi mente y que no hay orden de desahucio que lo pueda desalojar. Ahora retoña por cuestión de sanitarios escolares en mal estado y el nombramiento de usted como titular de la instancia (¡priísta!) anti-corrupción.

Ocurrió que el excusado llegó a su capacidad máxima y empezó a derramarse. La presidencia convocó a diversos artesanos, pero la maniobra les pareció riesgosa y ninguno aceptó la encomienda. Pero el tiempo pasaba, pasaba la gente al lugar excusado y el problema rebasaba todos los cálculos. El hedor, ya intolerable.

Fue ahí donde el insignificante individuo  aceptó la encomienda de vaciar el depósito inmundo.  ¿Va usted captando la idea, señor licenciado encargado de la anticorrupción… ¡priísta!?

Fue cierta mañana, el sol alto, cuando los gendarmes se aparecieron con una carretilla que detuvieron a medio patio de la presidencia y se aplicaron a arrojar cubetadas de agua sobre el bulto informe depositado en la carretilla.

Asqueroso: los chorros de agua bañaban el esperpento aquel, todo de podre  hasta los pies forrado, que desparramaba un espeso hedor y al que lavaban para el funeral después de ahogado en la inmundicia.  No, si manipular excusados no es tan sencillo, señor Olivos…

Pero milagros de una férrea voluntad de sobrevivir a retretes rebosantes de lodo biológico: el individuo sobrevivió,  y al poco tiempo se fue del pueblo dejando tras sí sólo el hedor a boñiga en la presidencia donde unos atónitos payos nos cubríamos la nariz. Señor Olivo(s):

Ya lo pusieron al frente de un organismo que vagamente va a encargarse de sancionar conductas ilícitas de saqueadores que se enriquecieron en el ejercicio de su gestión como servidores públicos. ¿Está usted dispuesto a limpiar los depósitos de heces que colmó tanto saqueador que ahora deja el poder? Ahí nomás, en Tabasco, como ocurre también en Coahuila y en muchas más entidades federativas, antes de huir a su finca de  Miami Andrés Granier dejó atrás un excusado rebosante y pestífero. ¿Va usted a atreverse, señor? ¿Irá a vaciar el depósito y a cambiar a Granier de su gringa residencia a alguna celda de El Altiplano, o seguirá el oficio de alcahuete que ejercieron los titulares de la agónica Función Pública, especialmente el susodicho Salvador Vega? Claro, sí, su actuación como alcahuete de sinverguenzas lo trepó hasta el  Congreso. ¿Son esas las miras de usted?

Es cuanto, y vale. Es el PRI. Es México. (Es este país.)

¡Contra la pública corrupción!

Así que el gobierno priísta se dispone a combatir la corrupción lucrativa e impune de los servidores públicos. Nada menos que ese PRI que en sus anteriores 71 años de existencia se la pasó practicando toda suerte de corruptelas, al grado de que cada sexenio, a decir de  Emilio Portes Gil, uno de sus jerarcas, arrojó comaladas de millonarios. Y ahora el lobo con piel de etc. se nos presenta como el apóstol de la honradez y la honestidad públicas. ¿Qué dice la historia, a propósito? A las masas sociales ya nos tomaron la medida…

Hablando de ese Tricolor que se nos presenta con ropón de virtud va aquí un atento recado a un cierto licenciado o algo por el estilo acerca de cuyo nombre, profesión y filiación política los «medios» aún no se ponen de acuerdo:

Señor licenciado Julián Alfonso Olivo, Olivos u Olivas, titular de un proyecto de  dependencia gubernamental que ya desde ahora algunos nombran «Atención ciudadana» y otros «Normatividad ciudadana» o algo parecido, y que en fecha aún no determinada habrá de suplir a esa alcahueta de corruptos que fue la hoy agónica  Sec. de la Función Pública, que regentearon titulares de la alzada de Salvador Vega Casillas y Rafael Morgan Ríos.  Es México.

Señor Olivo, Olivos u Olivas, que para el caso es lo mismo:

Mi recado comienza con un episodio estrictamente familiar, pero cuya moraleja pudiese serle útil en esa encomienda gubernamental no por ambigua e imprecisa menos trascendental para la buena marcha de este país de corruptos. De contexto una referencia al edificio que fungió como recinto escolar donde cursé mis primeros estudios: la presidencia municipal, escenario del suceso de marras.

“Fue mi libro de texto un amor escolar”, rememora el poeta de la niña aquella que tenía en las manos “el aroma de un lápiz acabado de tajar”. En su añoranza se advierte un dejo de tristura por el tiempo que se fue para nunca más. Ella, ¿dónde estará? ¿Vive o muere a estas horas? Y aquel regusto a nostalgia…

El poeta habló del aroma; yo, de la fetidez, porque mi libro de texto escolar fue la pestilencia de un lugar excusado ubicado a la vera de la cárcel, que recuerdo con su reja de este grosor, miren, corazón de mezquite, lo único que tenía de corazón, y que a la entrada lo advertía en letras de molde: “Horror al crimen”. Horror…

Pero un momento, señor de los Olivos, no pensar mal. La cárcel se alzaba en un rincón del palacio municipal de mi Jalpa zacatecana  y es sólo un punto de referencia y el escenario del episodio que a usted pudiese resultar de provecho.

Saliendo de la cárcel (por dinero o por influencias), a mano izquierda se extendía un corredor atestado de mesa-bancos, donde docenas de cabeza-duras intentábamos entender quién, cómo y por qué determinó que dos y dos fueran cuatro, si es que viene a resultar que lo son. Ahí, entre sofocos de geografía y matemáticas presencié algunas veces el arribo de víctimas y asesinos, aquellas envueltas en un petate y éstos  liados con sogas, y al calabozo.

“Horror al crimen”. Conocí entonces el rostro del matón y, amarga la boca, las bocas abiertas a lo bestial con una chaveta cachicuerno en una carne ahora  ya rígida; yo, el muchachejo que araña la adolescencia con su sensibilidad a flor de espanto. Lóbrego.

¿Que a qué viene todo eso, preguntará usted, señor tal vez  licenciado y quizá  Olivo, Olivos u Olivas? Porque ya en el remate de la gestión de Marcelo Ebrard Casaubón -seguridad en su nombre, si no en su ideología política… (Esto sigue después.)

Apócrifo

Los abajo firmantes manifestamos a la opinión pública nuestra indignación por la flagrante injusticia de la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa que creó unas leyes a modo para dejar en libertad a los protagonistas de los actos vandálicos del pasado uno de diciembre en esta ciudad capital. Inconcebible en un estado de derecho.

A estas horas disfrutan de una mal habida libertad no únicamente los 69 alborotadores a quienes de forma sospechosa abrieron las puertas del reclusorio «por falta de pruebas», sino que con las reformas de ley aprobadas por  la aplanadora del PRD, también abandonaron el reclusorio los 14 vándalos que aterrorizaron una ciudad a la que tomaron de rehén. ¿Inocentes? Nosotros los vimos en la televisión mientras arrojaban huevos contra las cámaras y agredían a los camarógrafos y reporteros de los «medios». ¡Nosotros los vimos arrojar bombas molotov contra los comercios y romper los cristales en los establecimientos comerciales! ¡Hay policías lesionados, hay víctimas con heridas, contusiones y quemaduras a resultas de acciones vandálicas de esos sujetos que se hicieron acreedores hasta a 30 y 40 años de prisión y que hoy, ya en libertad, tal vez se alistan para cometer sus próximos actos vandálicos.

¿Y si los tales resultaron ser inocentes, dónde están los vándalos que todos vimos en la televisión cometiendo actos de vandalismo en esta ciudad?

No es posible. ¡Esto no puede ser posible en un estado de derecho como es el nuestro! Por este medio alzamos nuestra voz y al unísono protestamos ante semejante atentado contra la recta administración de la Justicia en la que de instrumentos de la ilegalidad advertimos la mano de un Miguel Angel Mancera al que vemos cambiado desde que era candidato hasta lo que es el día de hoy. Malos tiempos se avizoran para los capitalinos.

Advertimos también la intromisión del mesías tropical y sus huestes delirantes, que se disponen a irrumpir en el panorama político con su grupo de violentos al que han enjaretado el alias de «Morena«. Nosotros, en la medida de nuestras fuerzas, nos encargaremos de obstaculizar las acciones violentas de López Obrador y su fuerza de choque encuadrada en una «Morena» que pretende alcanzar el status de partido político.

Por este medio hoy  nos unimos a la gallarda protesta de esa pléyade de verdaderos periodistas que desde la industria del periodismo han utilizado cámaras de televisión y micrófonos de la radio para día con día, desde el primer noticiario hasta el que cierra la transmisión, censurar en todos los tonos esa artera  maniobra de los asambleístas amarillos que así torcieron la ley y la violentaron para que una cáfila de vándalos eludiera la acción de la Justicia.  Una y otra vez, ávidos de Justicia, los comentaristas de los «medios» protestan de forma enérgica, visceral y reiterativa, por la burla de que hemos sido víctimas los mexicanos. ¡Cuánto nos estimulan los vehementes clamores  de Justicia de esos señores comentaristas!

A tales comentaristas de los «medios»: damos gracias a ustedes, voceros de nuestra indignación porque se tuerce la ley y no se aplica la Justicia. Gracias a ustedes, que a base de opiniones exaltadas y viscerales exigen cada día que los  jóvenes «anarquistas» sean encerrados en una celda del reclusorio durante 30 años.  ¡Aplicar la ley, caiga quien caiga, o nuestro estado de derecho es una mera ficción! Vale.

Familias Salinas, Montiel, Fox, Gordillo, Bribiesca, Sahagún, Romero Deschamps, Calderón. (Siguen firmas. Muchísimas. México.)

¿Voto minoritario?

Lo que se esperaba, mis valedores, lo que se temía se ha consumado. Enrique Peña gobierna el país y se espera y se teme que lo gobierne hasta el 2018. Como ocurre en algunas versiones de la democracia liberal, las mayorías se impusieron, y las minorías no tienen más recurso que resignarse. ¿O qué, resistencia civil?

Pero a ver, un momento: ¿fue la mayoría de votos la que lleva a  Peña Nieto al poder? Los 15 millones de papeletas del triunfador rebasan las que cosecharon Vázquez Mota y López Obrador? Por cuanto al voto duro, el voto cautivo, el voto corporativo que llevó al priísta a Los Pinos, ese fue el de campesinos,  obreros y organizaciones populares, que es decir el de los mexicanos menos favorecidos por la economía y la educación. Este es el sufragio corporativo, base y estructura de todo sistema fascista como los que florecieron en la Europa de entreguerras, de 1918 a 1939. También regresa el Tricolor al gobierno gracias al voto inducido desde los medios de condicionamiento de masas. Mis valedores:

Peña es el presidente del país. El PRI del autoritarismo y la corrupción delirante retorna a Los Pinos. Hoy todos los medios impresos y electrónicos se empalagan en loas a «nuestra democracia».  ¿Que resta a unas minorías que,  bien contado su número, resultan ser mayorías? ¿Acaso la propuesta de López Obrador, candidato perdidoso por segunda vez, que como respuesta al dictamen del TRIFE, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, propone la desobediencia civil? Pero lo advierte la teoría política: ninguna estrategia como la del boicot, la movilización de masas o la desobediencia civil rebasarán el nivel de lo espontáneo  (efímero) si no tienen como cimientos la fuerza de unas masas organizadas a la manera de los comités autogestionarios en donde cabe como forma de lucha la desobediencia civil. ¿Pero en qué consiste semejante estrategia?

Desobediencia civil. Antecedente remoto se ubica en el mito de Antígona, hija de Edipo, al que sirvió de guía cuando él se arrancó los ojos, y que más tarde ejerció la piedad con su hermano Polinice hasta el grado extremo de perder la vida.

Antígona, trágico personaje de la mitología griega, es la protagonista de una de ocho tragedias que sobrevienen de las tantas que escribió Sófocles. Ahí, el rey Creón publica un edicto prohibiendo que se sepulte a Polinice, muerto en el ataque a la ciudad de Tebas. La desobediencia será castigada con la vida. El desobediente será sepultado vivo.

Antes de dar sepultura a su hermano, ante el tirano expone sus argumentos: ante una ley injusta que va en contra de la justicia y a favor de la innoble venganza imperan las leyes eternas que establecen los dioses para impartir verdadera justicia. «Serás sepultada viva», determina Creón. «Cumple con tu deber. Yo he de cumplir con el mío», le responde Antígona.

La hija de Edipo no había sido educada, como los héroes,  para las hazañas heroicas. Antígona cumplió un deber de conciencia. Ejerció la desobediencia civil,  y eso la eleva por sobre todos los héroes.

¿En qué consiste esta forma de lucha contra un injusto  Sistema de poder? De entre las muchas definiciones: «Desobediencia civil: cualquier acto o proceso de oposición pública a una ley o una política adoptada por un gobierno establecido, cuando se tiene conciencia de que sus actos son ilegales o de discutible legalidad, y es llevada a cabo y mantenida para conseguir unos fines sociales concretos». Sin más.

«Democracia»,   resistencia civil, México.  (Vale.)

¿Brujo mayor, bruja blanca?

El ignorante vive en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos y temores y de vanas esperanzas. Es crédulo como el salvaje y el niño.

Y esas supersticiones, pústulas purulentosas, revientan en todo tiempo y lugar, pero es en estos días de fin de año cuando sueltan toda su virulencia Es hoy cuando el vividor, el embelecador y toda suerte de charlatanes, se dan a medrar con la ignorancia la credulidad y la irracionalidad de esos pobres de espíritu que, en un intento de reforzar su desfalleciente sentido de la vida y una vez que les ha fallado la fe en su Dios, en los políticos y sobre todo en sí mismos, depositan toda la carga de su irracional esperanza en el licor, en la droga o en Saturno y Plutón. Y vengan sobre los lomos del crédulo el ensalmo y la limpia, el sortilegio y el talismán, y a echarle dinero bueno al malo, y a cebar los ahorros de los picaros de la engañifa y la estafa.

Desde la fe,  semanario católico: “La astrología, creencia antigua planteada en nuestros días como ciencia, es pura charlatanería Si fuera científica, si fuera cierta, si fuera ciencia arrojaría predicciones con cierto grado de precisión, como las ciencias naturales, para un mismo signo en un mismo día vemos que no es así”.

Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. Los ignorantes adoptan como realidades lo que son puras ilusiones”. Y La Biblia: “No os volváis a los encantadores y a los adivinos: no los consultéis ensuciándocon ellos (…) No serás practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón ni mágico, ni quien pregunte a los muertos. Es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas».

Desde la Fe: “El pretender conocer el futuro mediante el horóscopo lo único que se consigue es poner la vida en manos de simples suposiciones”. Y esta verdad, para que la mediten esos “religiosos” practicantes de una fe meramente milagrera: “Ni siquiera Dios quebranta la libertad, mucho menos lo pueden hacer un planeta o una estrella».

Una que en la radio comercial se enjaretó el alias de  “bruja blanca”:  La Luna entró en su signo a las 22 horas y eso ha exaltado tu tenacidad en el terreno profesional. (Bueno…)

¿Una ciencia astrología? El científico: “Según ella el sol, la luna, las estrellas y los planetas, pueden influir en lo que sucede en la tierra, pero las propiedades zodiacales de las diversas constelaciones son pura imaginación. Los astrólogos primitivos no sabían nada de Urano, Neptuno o Plutón, que fueron descubiertos cuando se inventó el telescopio. Entonces, ¿cómo se trató de sus influencias en las tablas astrológicas trazadas siglos antes? Además. ¿por qué debería ser buena o mala influencia de planetas, cuando la ciencia sabe ahora que los planetas son acumulaciones de rocas o gases inanimados en viaje por el espacio?  ¿Por qué debería ser buena o mala la influencia de planetas, cuando la ciencia sabe ahora que todos son básicamente acumulaciones de rocas o de gases inanimados en viaje por el espacio?”

La astrología y el científico: El tiempo del viaje del Sol entre la constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por más de un mes de lo que era hace dos mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. La astrología no tiene, no puede tener base racional ni científica.

La ciencia. ¿Con semejante ignorancia qué tiene que ver la ciencia? (¿Qué?)

Los muladares de la superstición

El ignorante vive en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos y temores y de vanas esperanzas. Es crédulo es como el salvaje y el niño.

Y esas supersticiones, pústulas purulentosas, revientan en todo tiempo y lugar, pero es en estos días de principios de año cuando sueltan toda su virulencia Es ahora cuando el vividor, el embelecador y toda suerte de charlatanes se dan a medrar con la ignorancia, la credulidad y la irracionalidad de esos pobres de espíritu que en el  intento de reforzar su desfalleciente sentido de la vida y una vez que les ha fallado la fe en su Dios, en los políticos y sobre todo en sí mismos, depositan toda la carga de su irracional esperanza en el licor, la droga, Saturno y Plutón. Y vengan sobre los lomos del crédulo el ensalmo y la limpia, el sortilegio y el talismán, y a echarle dinero bueno al malo, y a cebar los ahorros de los picaros de la engañifa y la estafa.

El hombre no necesita, para avanzar, las muletas de ninguna superstición. Las supersticiones nos hacen retroceder en razón inversa a nuestra capacidad de vivir. En razón directa a nuestra propia mediocridad. Todo progreso moral es el triunfo de una verdad sobre una superstición.

Las fuerzas morales emancipan al humano de ese yugo nefasto. El varón de ideales concilia sus sentimientos con su razón a tenor del aforismo clásico: no hay religión más elevada que la verdad.  Y que todo progreso moral presupone el triunfo de la verdad sobre la superstición. Y la síntesis de eso horroroso que ocurre en los muladares del pensamiento mágico: la ignorancia, el dogma, el prejuicio, la debilidad. Año nuevo, vieja superstición. Lástima.

Es así, por “arte de magia”, como en un terreno abonado por la ignorancia retoña una vez más y florece y echa vaina la industria del fraude que perpetran brujas y brujos, zahoríes y augures, hechiceros y ensalmadores, el falso adivino y los embusteros del arcano, los arúspices de la irracionalidad y toda la cáfila de charlatanes de la falsa esperanza. El arranque del año es la edad de oro de pícaros buscavidas peritos del fraude y de la engañifa, cuyas víctimas se encuentran entre los cándidos, los ignorantes y los analfabetos funcionales, y aún más doloroso: entre los débiles, los angustiados y los desprotegidos, tan pobres de espíritu como de bienes terrenales. Y rápido, a comprar  zarandajas “mágicas…”

Hoy les propongo, mis valedores, que hablemos de brujos, santones y merolicos; de pícaros, de videntes, de vividores que medran con la neurosis de los angustiados. Hablemos esta vez del pensamiento mágico, ese universo de embuste,  fantasmagoría y esperanza irracional en que se refugian los pobres de espíritu cuyo carácter encanijado se deja vencer por una realidad objetiva que los rebasa en el áspero oficio del diario vivir una vida dificultosa.  Hablemos de los embelecos del pensamiento mágico que florecen en estos días iniciales del año, cuando en algunos aflora lo que guardamos de crédulos e inseguros, que nos  fuerza a refugiarnos en lo pretendidamente sobrenatural. El pasado oprime a los débiles y los ata a dogmas que otros forjaron; los muertos se imponen a mortecinos en razón inversa a nuestra capacidad de vivir. El pensamiento mágico.

No, y los fementidos horóscopos. De Acuario afirma en la radio una tal “bruja blanca”, negociante de basura “mágica”:

Católicos y charlatanes

Las supersticiones perpetúan el odio y la injusticia. Son residuos fósiles de creencias ya extinguidas; del remoto pasado, inmenso sepulcro, se levantan sus fantasmas para cruzar el paso a los que investigan la verdad. Son males que en el porvenir no tendrán remedio si es irreparable la mentira que esclaviza a los hombres y la ignorancia que los domestica.  (J. Ingenieros.)

La industria de la superstición, mis valedores, esa plaga recurrente,  grotesca superchería que vive su época de oro a principios de cada año, tiempos en que florece y echa su fruto mostrenco. ¿Los logreros? Los de cada día y  cada año: brujas blancas, brujos “mayores” y el engaño de los «mensajes estrelleros».. ¿Sus víctimas? Los pobres de siempre, sobre todo de espíritu, que se niegan a crecer, a madurar y, criaturas irremediables, andan en busca de la teta materna. Son esos crédulos que,  impotentes para enfrentar por sí mismos los coletazos del áspero oficio del diario vivir, buscan la protección de la “limpia”, el tarot y demás zarandajas (amuleto, talismán) de las que medran los charlatanes.

Pero lo que más admira es que  las víctimas voluntarias de las «brujas blancas» se asuman católicos. Cómo admitir que quienes tengan como guía las enseñanzas bíblicas puedan creer en semejantes supercherías. ¿No, acaso, se los prohíbe la Biblia, y el Papa y los cardenales? ¿Qué clase de catolicismo es el ésos que así recurren a aberraciones tales como el ensalmo y los amuletos de brujos, videntes y demás charlatanes? La religiosidad del católico: ¿creer en su Dios, confiar en él o en Venus cuando anda en la cuarta casa de Júpiter y demás embustes? ¿Qué dice, al respecto, la Biblia? Leo, en el Levítico (si el católico quisiera entender):

“No os volváis a los encantadores y adivinos: no los consultéis ensuciándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios”.  en Crónicas, el caso del crédulo, ignorante rey de los descendientes de Abrahám:

“De 12 años era Manasés cuando comenzó a reinar, y 55 años reinó en Jerusalén. Mas hizo lo malo en ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las gentes que había echado Jehová delante de los hijos de Israel. Porque Manasés (…) adoró a todo el ejército de los cielos, y a él sirvió (…) Y miraba en los tiempos, miraba en agueros, era dado a adivinaciones, y consultaba pithones,  Consultaba y encantadores, y subió de punto en hacer lo malo en ojos de Jehová para irritarle”. (Si el católico entendiera los conceptos vertidos en el semanario Desde la fe, vocero oficial del Episcopado Mexicano:

«El acudir a prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurarle su salud, además de ser gravemente contrarias a la virtud de la fe, son un fraude».

Un fraude, delito en el que caen esos charlatanes que como las «brujas blancas» desde la radio, la televisión y los medios impresos inducen al de carácter endeble y temple de jericalla a creer en los astros, someterse a “limpias” y, por salir del bache económico hundirse más al echarle dinero bueno al malo. En el Código penal: «Fraudes». En su artículo 386: “Comete el delito de fraude el que engañando a uno o aprovechándose del error en que éste se halla se hace ilícitamente de alguna cosa o alcanza un lucro indebido”.

Y que ese delito se castigará  con penas que van de la multa en metálico a los días, meses o años de prisión. (Sigo mañana.)

¡Vive!

(Aquí, memorioso, mi saludo anual.)

Mi madre me contó que yo lloré en su vientre.- A ella le dijeron: tendrá suerte – Alguien me habló todos los días de mi vida – al oído, despacio, lentamente – Me dijo: ¡vive, vive, vive! – Era la muerte. (Sabines.)

Las obligadas reflexiones que en el espíritu sensible provoca el fin de año, mis valedores. Reflexiones filosóficas como esta otra, paralela a la anterior:

Un día tu alma caerá de tu cuerpo, y serás empujado tras el velo que flota entre el universo y lo cognoscible. No sabes de dónde vienes. No sabes a dónde vas. Mientras tanto… ¡sé dichoso!

El Rubaiyat, de Omar Khayyam, poeta “de la brevedad de la vida, el absurdo del mundo y la fugacidad del placer, consuelo único del hombre”. La suya es  poesía  (Persia, mediados del siglo XII) parida por una civilización de refinamiento, decadencia y acentos nuevos, deslumbrantes, desesperados. Esta de Khayyam es una sucesión de conceptos filosóficos armados en el molde del poema que aluden al tiempo en cuanto demoledor de la vida y los goces de los sentidos. Agridulce, directo y desnudo de galas se nos entrega el verso, que para el fatalista del desencanto y la sensualidad machihembrados no existe más placer que el de los sentidos, ni más vida que la del instante; que la naturaleza sigue su curso muy por encima de nuestros pequeñajos dramas personales y de la angustia vital ante el tiempo que pasa. Que es vano empeño la rebeldía ante el dolor y la muerte, y no nos resta más que exprimir el jugo de la uva (eso dice) y existir dentro de la almendra del instante, y no más; que a manera de las mejores voces del Siglo de Oro  español, la existencia del hombre  no es más que sueño, polvo, sombra, olvido. Nada, pues.

“Cuando hayamos muerto no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios rojos ni vino perfumado ni auroras ni crepúsculos. Mira, escucha. Una rosa tiembla por la brisa y el ruiseñor le canta un himno apasionado; una nube se detiene. Olvidemos que la brisa deshojará la nube que nos brinda su sombra”.

Soñemos, alma, soñemos, dice Segismundo,  y Torres Bodet: ¿Para qué contar las horas? – No volverá lo que se fue, – y si lo que ha de ser ignoras, – ¡Para qué contar las horas! – ¡Para qué!

Atienda alguno (uno, aunque sea) la escena antigua y actual que ahora les ofrezco, frutilla madura de la literatura oriental. Ya después todos ustedes a seguir con su trajín:

“Señor, no sirvas todavía el vino, que acabo de reflexionar. He aquí que ha llegado el momento en que los comensales están menos alegres, en que la risa duda; el instante en que las danzarinas vacilan, en que las peonías se deshojan. He aquí el único instante en que el corazón habla con sinceridad.

Señor: tú posees palacios, guerreros, vino perfumado. Yo no tengo más que mi laúd, que canta amargas canciones a la hora en que las peonías dejan caer sus pétalos. En esta vida, señor, sólo tenemos una certidumbre: la muerte. Estas bocas que nos besan estarán un día llenas de tierra. Este laúd que vibra bajo mis dedos servirá para refugio de las gallinas. El tigre saltó a los valles donde en otros tiempos erraba el pez Mrang. El coral tapiza los torrentes donde florecían antaño las violetas. Escucha allá lejos, en la montaña blanca de luna; escucha a los monos que lloran en cuclillas, sobre tumbas abandonadas…

Ahora, señor, ya puedes llenar nuestras copas…»

Mis valedores:  a vivir. Qué más. Qué mejor. Vivir, que es más tarde de lo que suponemos. Y el aletazo del tiempo, y este resfrío y este estremecimiento. (Vivir.)