Chile, Piojo, licor

Fue entonces cuando una caricatura, dije a ustedes ayer, de inmejorable manera definió aquello esperpéntico que ocurrió en el torneo de futbol México 86, para “nosotros” tan parecido al Brasil 2014. A las primeras acciones porras, bíos, alabaos y chiquitibunes de una Perra Brava en delirio compañaron a “nuestros muchachos”. ¡Vamos ái! ¡Sí se puede! ¡A golear, a mascarle los hígados a esos putos!, que al primer hervor y  a patadas echan fuera a “nuestros héroes”, y entonces fue del asombro, la desilusión, el desánimo y el licor al tamaño de la tragedia que “teníamos” que superar. Porque esos putos árbitros…

En fin. Sobre el paralelismo de la Perra Brava en el México 86 y el Brasil 2014 qué análisis más expresivo el de la caricatura (Palomo) que ahora “nos” viene como anillo al Pique (un chile que fue el logotipo del Mundial) Aquí la glosa de la caricatura.

Primer cuadro: estereotipo del mexicano haragán. Bajo el gorro alón y los lomos contra un pitayo dormita Juan Pique. Y qué imágenes hierven en su cerebro, intoxicado por la delirante campaña patriotera y triunfalista de los merolicronistas de radio y TV. ¡”México” pasa a cuartos de final! En su sueño, Juan Pique soba la Jules Rimet

Cuadro 2o. Lástima grande: frente a los alemanes “fallamos” el penal decisivo. el Pique, el estremecimiento: en sus sueños color de rosa (rosa mexicano), el globito de colores (verde, blanco, etc.), estalló en el aire de junio. La Verde Esperanza quedó fuera del Mundial. Pasmado de espanto, el Pique se ha quedado atónito, y su sueño onanista se le torna pesadilla. De repente, de su nirvana desaparecen la chica chiquitibún y los alaridos de triunfo de los fanáticos alucinados, multitudinarios, efervorizados, y lástima, no se generaron los dólares que se esperaba, pero sí esos montones de basura tricolor y ese reguero de botellas vacías. Solo y su alma como siempre ha estado, y el azoro en esa cara mofletuda,  el Pique pela los de apipizca. ¡Se esfumó lo que a gritos y sombrerazos “me” prometieron  “Perros” y “Piojos”!

Tercero. Todo he terminado. En su pesadilla el Pique se quedó en monigote grotesco, desencantado y más pobre que antes. ¿Y los aullidos de triunfo de los gritones del micrófono? ¿Y aquel estentóreo: “¡goool… de México!? “Me” robaron…

Cuarto. El horror. No  miren el espectáculo indecoroso. Es que el Pique ha perdido camiseta y botines, balón y calzones. Todo. El México 68 me lo dejó encuerado, sudando de bochorno y con el gorro alón cubriéndose sus muy pocas vergüenzas. En pelota, sí, y no de futbol.

Quinto. En el Goloso de Santa Ursula se lucen los chamorros que sí saben jugar, que sí tienen temple a la hora de los penales. Acá, afuera, el Pique a pagar la factura del México 68;  más impuestos, más pobreza, más desempleo, menos canasta básica a la hora del tianguis…

Cuadro final: Terminó el sueño. Hay que despertar a esa realidad que  hace al Pique pelar tamaños tomates que rebrillan, redondos, entre la bastilla del sarape y el filo del gorro alón; que rebrillan de frustración, desencanto y temor ante a la realidad que ha de enfrentar después del México 86 que, le juraron los merolicronistas, iba a ser de gloria para él, pobre Pique encuerado y tapándoselas con las manos. Tras del espejismo de ilusorios triunfos y galas y honras y benéficos que le cantaron los alquilones del espectáculo, el Pique se quedó sin balón, sin botines, sin rostro, sin brazos ni piernas, sin nada más que lo que ha sido y lo que le queda al mexicano: ¡cuaresmeño puro!

México 86, Brasil 2014. (Uf.)

¿Horóscopos?

Comete el delito de fraude el que engañando a uno o aprovechándose del error en que éste se halla se hace ilícitamente de alguna cosa o alcanza un lucro indebido. Cuando el sujeto pasivo del delito entregue la cosa de que se trata a virtud no solo de engaño, sino de maquinaciones o artificios que para obtener esa entrega se hayan empleado, la pena se aumentara con prisión hasta de dos años. (Art. 386 del Código Penal.)

La industria  de la engañifa, dije a ustedes ayer, y que mercachifles de esa “basura mágica” que nombran amuleto y talismán medran a costa de un pobrerío que por salir de ese estado entrega a los truhanes unas monedas que más hacen falta a ese pobre (de espíritu).Tal es la industria de la superstición, que es decir del mensaje estrellero. A propósito: el sol, la luna y los planetas, ¿qué tanto influyen en lo que sucede en la Tierra, y en el destino del individuo según el momento de su nacimiento? El científico:

– La ciencia de la genética nos dice que la base de lo que es nuestra personalidad no se coloca en el nacimiento, sino en la concepción, cuando uno de los millones de espermatozoides del padre se une con un solo óvulo de la madre. Sin embargo, la astrología fija el horóscopo de uno por el momento en que uno nace. En términos astrológicos, esta diferencia de unos nueve meses debería dar a uno una estructura de personalidad muy distinta.

Y esto que aplasta la veracidad del horóscopo: El tiempo del viaje del sol entre las constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por aproximadamente un mes de lo que era hace 2 mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. Por eso la astrología clasificaría como Cáncer (según el horóscopo, persona sensible, dada a cambios emotivos) a la persona que naciera a fines de junio o principios de julio. Sin embargo, en la realidad, por ese tiempo el Sol está en la constelación de Géminis, lo que haría que la persona fuera, según el horóscopo,  comunicativa, ingeniosa, etc.

¿Y eso qué? Frente a la ignorancia y la esperanza irracional, ¿qué vale el conocimiento científico para las ganas de creer que acalambran al débil, al dependiente y a aquéllos que tienen de estrella polar lo sobrenatural y el pensamiento mágico? Casi imposible resulta resquebrajar la fe del ignorante en un horóscopo, en un “brujo mayor”, en la “bruja blanca”, logreros de la engañifa que empujan al cándido a comprar, carísimas por inservibles, zarandajas que “retiran la salación” y propician la influencia positiva de los astros. ¿Alguno de ustedes estaba enterado de que para los católicos son anatema esos actos idolátricos que irritan a su Dios?  Las Crónicas:

De doce años era Manasés cuando comenzó a reinar, y cincuenta y cinco años reinó en Jerusalén. Mas hizo lo malo en ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las gentes que había echado Jehová delante de los hijos de Israel. Porque Manasés adoró a todo el ejército de los cielos, y a él sirvió. Y miraba en los tiempos, miraba en agueros, era dado a adivinaciones, y consultaba pithones y encantadores, y subió de punto en hacer lo malo en ojos de Jehová para irritarle.

Desde la fe, semanario del Episcopado Mexicano: “Acudir a prácticas de hechicería con las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurarle su salud, además de ser muy contrarias a la virtud de la fe, son un fraude”.

¡Y lo que oí decir a la bruja blanca en la radio! (Eso, después.)

¡Vamos, México!

La Perra Brava, mis valedores, esa horda enfervorizada por los artífices del delirio colectivo, unos merolicronistas que ¡en torno al clásico pasecito a la red, válgame! pontifican, campanudos, desde  todos los medios de acondicionamiento social.  Pero vaya que resultó trágico para una fanaticada  el que viera caer de cara al sol a “sus muchachos”  con todo y Piojo, de suerte tal, mala suerte, que ahora ya no existe un motivo para una locura colectiva que rebasa los límites de lo grotesco y esperpéntico, porque para la Perra Brava  ya no hay motivo para enloquecer, disfrazarse a lo ridículo  y lanzar a los vientos su grito de combate:

– ¡Eeeeh! ¡Puto!

A la Perra Brava ya sólo le ha quedado el licor…

Bastante licor. Porque de súbito la fanaticada se ha dado  el encontronazo con la realidad. En canchas de Brasil “ha” sido descalificada. Vamos, México. Vamos a casa. Y es que “nos” hemos pasmado en la etapa de sempiternos adolescentes incapaces de ubicar la fuente de la enajenación, la dependencia, la manipulación: el Sistema, valido de unos alquilones que “analizan el carácter estético del juego como se analizaría una obra de arte. Pero no nos dejemos engañar: crean una pseudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de unas masas a las que no se les permite el acceso a la cultura, y a las que se manipula y se condiciona para la pasividad, para la no acción, para hacerlas sentir, mañosamente, héroes por delegación”.

Y esto más: que el fútbol, como espectáculo para las masas, “sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las “proezas” donde se requiere fuerza, destreza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida”. Patético.

Ahora que lo recuerdo: hace ya casi tres décadas que “celebramos” el México 86. Sometido a concurso el que sería su logotipo, triunfó la propuesta de alguna sobrina de algún funcionario de la TV: un chile; pero un señor chile, un chilazo; si morrón, si serrano o cuaresmeño, a saber. Yo, que de chiles apenas conozco alguno, mal pudiese aclarar tal incógnita. Un chile, y no más, uno al que los “creativos” de alguna agencia de publicidad vistieron de futbolista mexicano: chaparrito, jetoncito, peloncito, rostrín mofletudo, chata nariz, de apipizca unos ojillos donde anida la socarronería, y el consabido gorro alón en la testa. ¿El resto? El sagrado uniforme de “nuestra” selección, la de “nuestros muchachos”: camiseta verde, blancos los calzones, rojas las medias y en las patucas unos botines de este tamañito, miren, cuero imitación plástico y procedencia china, qué diferencia de los botines tamaño familiar de los  Salinas, Montiel, Fox y los hijos de toda su reverenda Marta. Botines de futbolista, y  ya está ahí el delicado símbolo de todos los mexicanos: un chile de este tamaño; ¿serrano, guajillo, piquín, cuaresmeño? Uf.

Y llegó junio de 1986, y en un Goloso de Santa Ursula que hervía de licor, banderines, banderolas y otras patrioterías semejantes,  se dio el patadón oficial de salida.  A balón seguido y más allá de la escandalera y la bien pagada manipulación de cámaras y micrófonos en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera. se jugaron los encuentros, y lógico: “nuestros muchachos” cayeron al primer hervor, el torneo llegó a su fin y el “México 86” dio el cerrojazo. Y ya. ¿El resto? Mugre,  basural desencanto, licor. Fue entonces cuando una caricatura…

(Mañana.)

Rebaño

-¿Ha leído usted al analista?, me preguntó el maestro en la tertulia de anoche.  ¿Conoce al humano en lo que tiene de gregario y en cuanto ente de razón? Como gregario necesita el contacto con sus semejantes, integrarse al rebaño, seguir al jefe y sujetarse a la “verdad oficial” que éste le impone.

– Pero como hombre de razón…

– En tal caso rechaza la vocación de esclavo y lo falso de la “verdad oficial”. Se aparta del rebaño y se convierte en un hombre libre, por más que  condenado a esa soledad espantable a una masa que prefiere la esclavitud, la enajenación, el  pensamiento mágico y no pensar. Lóbrego.

– La enajenación del esférico, por ejemplo,  tan distante del ensalmo y el amuleto.

– ¿Distantes? Complementarios. Observe a los charlatanes del futbol y a los “brujos mayores” y “brujas blancas”. ¿No instalan al rebaño, brujos y merolicronistas,  en los mundos color de rosa y de embustera fantasía que conviene al Sistema para que el rebaño no piense, para que renuncie a pensar? ¿Conoce usted la condena lapidaria de Simón Bolívar, el Libertador?

 Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. La ambición y la intriga abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos a todo conocimiento político, económico o civil. Estos adoptan como realidades las que son puras ilusiones.

En fin. Ya que en otra ocasión, mis valedores,  me he referido a los merolicronistas de todos los medios de acondicionamiento social, hoy tomo el tema del pensamiento mágico, vale decir: de amuletos y talismanes, de ouija y  lectura de cartas con las que la masa intenta retirarse las “malas vibras” y la salación. Cito a  José Ingenieros:

 Las supersticiones perpetúan el odio y la injusticia. Son residuos fósiles de creencias ya extinguidas; del remoto pasado, inmenso sepulcro, se levantan sus fantasmas para impedir el paso a los que investigan la verdad. Son males que en el porvenir no tendrán remedio si es irreparable la mentira que esclaviza a los hombres y la ignorancia que los domestica. 

Así pues, la industria de la superstición, que florece y echa su fruto mostrenco en los tiempos de crisis, que son de abundancia para esos logreros que con la máscara de pitonisos sacan provecho de los pobres de siempre, sobre todo de espíritu, que se niegan a crecer y andan en busca de la teta materna y la protección del padre castigador. Son esos crédulos que,  impotentes para enfrentar por sí mismos los coletazos del áspero oficio del diario vivir, buscan la protección del fetiche y demás zarandajas como el amuleto y el talismán, el tarot y la lectura de la mano. Ah, esos mensajes “estrelleros”, Dios

– Lo que me asombra (le asombra al maestro) es que las víctimas voluntarias de “brujos negros” y “brujas blancas” se digan católicas. Cómo admitir que quienes se afirman  creyentes y seguidores de las normas bíblicas puedan creer en semejantes supercherías. ¿No, acaso, se los prohíbe la Biblia? ¿No se los prohíben el Papa y los cardenales? ¿Qué clase de catolicismo es el ese rebaño que así recurre a aberraciones tales como el ensalmo y los amuletos de brujos, videntes y demás farsantes? ¿Algún católico recuerda el caso de aquel Manasés que con su afición al horóscopo y el talismán irritó justamente a Jehová (si el católico quisiera entender)? El Levítico: “No os volváis a los encantadores y adivinos: no los consultéis ensuciándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios.”. Por cuanto a las Crónicas y su condena a la superstición y los supersticiosos…

(Mañana.)

Justicia

Amado Yánez Osuna, dueño de Oceanografía, defraudó a Banamex con 5,234 millones de pesos. Aquejado de algún quebranto en su salud, el hospital lo dio de alta y Yánez fue trasladado a su casa.

Brenda Magali  Marrón Ruiz, policía de la SSP, con su patrulla mató a un ciclista y dejó lesionadas a dos personas más. La PGJDF consideró que el delito no es grave, y la dejó en libertad.

Sergio Barraza Bocanegra asesinó a Rubí Marisol Frayre, la descuartizó y  confesó su crimen ante tres jueces que por cuestión de una “duda razonable” lo exoneraron de culpa.  “Sólo contamos con su confesión”, argumentaron.

Sólo con su confesión. Mis valedores: el presente es un relato de Gonzalo Fortea que aquí sintetizo con dedicatoria para la justicia de mi país. En primera persona:

– Sí, señor fiscal. Soy un asesino.

Se alzó mi defensor, indignado: “¡No se reconoce culpable!”

– Pero maté a la víctima.

El juez: “Demuéstrelo. ¿Tiene testigos?” Yo: “No se buscan testigos para cometer un crimen”. El juez: “Quizá a usted le hubiera convenido tener uno. ¿Dónde está el arma homicida?”  “La perdí. Puede que la haya arrojado a una alcantarilla”. El juez: “Toda la zona se registró en su día y el arma no apareció. Tendrá usted que demostrar su crimen”.

El fiscal estaba nervioso. ¿Perdería este juicio? Lo tranquilicé. El juez: “¿Los motivos del crimen?” “Robar, naturalmente. Me encontraba en una situación muy difícil. Desempleado, necesitaba dinero para comer. Creí que el piso estaba vacío, pero de pronto apareció la señora. La maté para que no fuese a gritar”. Mi defensor: “¿Gritar? Paralítica, no podía emitir sonido alguno”. Yo: “No lo sabía. Tuve miedo y la maté”.

– No nos convence, dijo el juez. “¡Ustedes no estaban ahí, y yo sí!”. “Demuéstrelo”, y el abogado defensor: “Usted afirma que penetró en la casa con intención de robar. ¿Qué fue lo que robó?” “Nada, no encontré nada”. “Sin embargo, la anciana señora guardaba una importante colección de joyas en su cómoda, que estaba sin llave”.

– Nada encontré.

– ¿Nos toma usted por imbéciles?  La cómoda no fue registrada. No había huellas dactilares.

– Utilicé guantes.

– No se observaba el menor desorden.

Mi abogado defensor: “Señor juez, señores del jurado: el asesinato conlleva pena de muerte.  ¿Vamos a consentir que el acusado se ría de la Justicia y  nuestras sagradas instituciones, y que utilice el dinero y el prestigio del Estado para consumar lo que sería su suicidio? ¿Somos idiotas, acaso, para creer en su desmañada sarta de absurdos? Observen su rostro cansado. “Es que estoy aburrido. (Me levanté.) ¡Ya está bien!”

El juez dio un golpe en la mesa: “¡El acusado se abstendrá de alzar la voz!”. Dije: “¡Soy culpable!” “¡Cállese, no invente que es culpable!” “¡Protesto!”, gritó el fiscal. “¡Denegada la protesta!”, replicó el juez. “Puede retirarse el jurado a deliberar”

– No es necesario, señor juez. Todos estamos de acuerdo.

– Levántese el acusado.

Cuando salí a la calle un tipo se me acercó sonriendo. Era mi abogado defensor, con la diestra tendida. “Enhorabuena”.

El fiscal, en cambio, hundida la cabeza mientras se dirigía al automóvil.

– Maté a la vieja,  le dije.

– Claro, ¿y eso qué importa ahora?

Subió al automóvil. Yo metí las manos en los bolsillos del saco y me fui a vagabundear hasta que abriesen esos lugares en donde dan sopa gratis a mendigos y desempleados. Estaba a punto de llover”.

Mis valedores: este es el país, estos sus estafadores, sus jueces, sus asesinos y descuartizadores.  Son sus Romero Deschamps. Es México. (Nuestro país.)

Y pensar que “pudimos”…

La pantalla de plasma y demás medios de acondicionamiento social, mis valedores. ¿Alguno de ustedes había imaginado hasta qué grado han logrado afectar las neuronas de los pobres de espíritu? De soberbia manera lo ilustra el relato del fabulista argentino. Ella es (¿o era?) una pareja de jubilados que en su modesta vivienda sobrevive (¿sobrevivía?) como cualquier pareja de mediocres irredentos, vale decir:  comiendo, regando macetas, embebidos frente al televisor y recibiendo de frente y sin protección alguna para su mente la radiación que en tales mediocres emite el duopolio de TV: nota roja y series gringas, telenovelas, futbol y amañadas noticias. Y ocurrió aquella noche…

Después de horas frente al cinescopio Miguel observó de reojo a María: “Qué vieja está. Cuántos años hará desde aquella jovencita de mirada gris”. Cada vez más cerca de la muerte. Miguel seguía viendo en la TV las historias de siempre, que van de una violencia inaudita a la extrema felicidad. Sin matices.  “Nunca un tema de pobreza ni una historia sobre las miserables pensiones que recibimos los viejos burócratas. Siempre problemas del corazón; nunca del estómago”.

– ¿Ya cenas, Miguel? ¿En el comedor?

– Aquí mismo, pero rápido, que ya viene el noticiero.

Y el noticiero llegó. Cenaban cuando el cinescopio se cimbró, morboso y aspaventero, al olor de la sangre, del escándalo, de la estridencia y el amarillismo. De súbito: “En la esquina de Avenida 10 y Calle 13, un ómnibus se trepó a la banqueta repleta de gente, atropellando al matrimonio de Miguel González y María Martínez de González. La señora falleció en el acto, y el señor cuando era trasladado a un nosocomio. El conductor logró darse a la fuga. Por cuanto a la situación financiera…”

Aquí, en la sala, silencio. Un muy largo silencio. Un quejidillo de María. El resto de las noticias ya no importaba.

Miguel, ¿oíste? ¿Somos nosotros los muertos?

– Por Dios, María, se trata de una coincidencia. Las víctimas se llaman González y Martínez como los miles que viven en esta ciudad. Olvídalo y sigue cenando.

María pareció tranquilizarse, pero su actitud ya no fue la misma. “Pero Miguel, si estuvimos en esa misma esquina a la hora en que fuimos a cobrar nuestra pensión. Tengo miedo, Miguel, mucho miedo”.

– ¿Pero miedo de qué? A ver, ¿tienes algún hueso roto, te duele algo, te reventó un autobús, estás metida en un ataúd?

– Hablaron de que estamos muertos, Miguel. Lo dijo la televisión, y la televisión nunca  se equivoca. Tomaría los datos de la policía, y la policía tampoco se equivoca. Le voy a rezar a la Virgen.

Silencio. Llegaba la media noche. Afuera comenzó a llover.

Miguel, no quiero que estés muerto, tengo mucho miedo.

Afuera los ruidos se asordinaban. La pareja de ancianos había quedado absorta frente al aparato. La noche, electrizada, tenía un sabor a desdicha, a eso insondable de la vida y de la muerte.

– ¿Esto no será la muerte? Tengo miedo de estar muerta y no saberlo, Miguel.

Impresionado por la oscuridad de la noche, de la vida y de la muerte, Miguel no contestó, pero supo que estaban fatalmente solos. Ante la noticia de su muerte nadie se había ocupado de ellos.. ¿Por la propia, aplastante mediocridad? Y fue entonces cuando Miguel encontró la solución que cuadra a todos los pobres de espíritu viciosos de la televisión:

– Despreocúpate, mujer. Mañana, en el noticiero, se dirá si estamos muertos o no.

Eso, después de “nuestra” muerte en vida porque “perdimos” en Brasil. Y pensar que “pudimos”…

(Ah…)

Agonía y éxtasis

Salir con la frente en alto a pesar del dolor. La vida continúa…

Leí la frase del sentimiento trágico de la vida, venteé el estoicismo del héroe, su temple y serenidad ante el infortunio, y a la mente se me vinieron las levantadas figuras de la epopeya clásica. Eneas en la hornaza de Troya. Cuando Odiseo lo conmina a desterrarse con sólo lo que lleve encima, el héroe vencido, por no abandonar a su padre Anquises, se lo echa sobre los lomos: “es lo único que llevo encima”,  y se retira con él. Si un gemebundo Aquiles ante el cadáver de su amado Patroclo, o si el héroe rebelde por excelencia,  Prometeo encadenado a la roca del Cáucaso después de hurtar del Olimpo el fuego divino para con fuego convertir en divinos a los mortales. ¿Qué personaje, enfrentado a los dioses, al hado, a la Moira, pudo, al caer al hachazo del insobornable destino, levantar la testa y salir con la frente en alto a pesar del dolor, si no un estoico futbolista derrotado en el terreno de juego?  Ah, mexicanos peritos en agonías y éxtasis. Tragedia como la suya es la de Gonzalo Gustios, empapado en sus lágrimas mientras va examinando las cercenadas cabezas de sus hijos, los siete infantes de Lara. Atroz.

Frente en alto a pesar del dolor, la del futbolista vencido, heroicidad vedada   a nosotros los débiles, los del corazoncillo de jericalla, sensibleros que a flor de pupila cargamos esa furtiva lágrima que en ocasiones no logramos domeñar y que de improviso salta, rebelde, a la vista de todos, nos descompone los rasgos del rostro y lo colorea de vergüenza. Las lágrimas que la muerte nos vino a exprimir cuando se llevó a la madre Tula o cuando la vida, insensible, se raptó a mi Nallieli, que ya está fuera del mundo; y al retorcimiento de la dolencia cómo clamar simplemente, al tenor del futbolista vencido: la vida continúa. ¿Es vida la nuestra o sólo su apodo, su alias? Tula, Nallieli, mi juventud, yo mismo…

Y ya a la orilla de todo -medito – enloquecido- en lo que he sido- en lo que es ido

Por ahí va el poeta. Y qué hacer. Mis valedores: el mediodía del domingo anterior escuché  a los dolientes más allá de las bardas de residencias clasemedieras de la Guadalupe Inn, desgarrados clamores de varón, de mujeres, infantiles. Escuché sus pataleos en muros y puertas.  A los lacerados de la derrota miré derruidos en los pastos del parquecillo cercano y observé su drama. ¿Qué trecho de tu vida puedes haber transitado tú,  al que ví desmorecerse de dolor,  con tus veinte años apenas, a penas?  Tú, el de calva incipiente, que con lágrimas asperjabas los rumbos de la rosa, ¿eres, tal vez, más ecuánime que ese al que miro increpar, contra el cielo los puños, al árbitro, al destino, a un Dios padre que en la cancha se te vuelve padrastro? Ah de esas fauces vomitando improperios a tarascadas en un rostro de rasgos distorsionados, animalados, chamuscados en el dolor que se expresa a gemidos brotados del corazón. De repente la enajenada mediocridad:

-¡Arbitro hijo de tu puta madre!

Frente en alto y bocaza abierta de par en par, el sufrimiento requema los ojos del anciano. Volcán que se apaga, sus pupilas  aún rezuman lloraderos de humedad, grietas resecas por las cataratas, contrasentido patético.

Mediodía del domingo, festival de la lágrima, del rabioso llorar, del clamor lamentoso y el abrojudo vozarrón:

–          ¡Viva el Piojo, y el árbitro puto que “nos” sacó del mundial tizne a su madre!

Puta y puto, tu lenguaje. Ah, el oficio de la mediocridad. Ah, la enajenación.  Ah,

mexicanos.  (Ah…)

¡A la hoguera!

 

Esta vez el aborto, mis valedores, con las altisonantes  declaraciones del senador José María Martínez, presidente de la recién creada Comisión Ordinaria de la Familia y el Desarrollo Humano, que levantaron ampolla no sólo entre especialistas y defensores de los derechos humanos, sino hasta en los propios senadores, y aun panistas, como Germán Martínez, que así acaba de reprochar al colega Martínez sus desdichados conceptos:

Cometió una barbaridad mayúscula. ¿Por qué lo hizo el senador Martínez? Por un cálculo egoísta y local: busca “quedar bien” con el cardenal Sandoval –retirado de Guadalajara, pero activo desde Tlaquepaque-, y para reanimar su candidatura a gobernador desde las bases más conservadoras de Jalisco. Pura mercadería de votos.

El aborto, satanizado por el presidente de la muy ordinaria Comisión de la Familia y etc. Sigo aquí con el tema polémico, de requemante actualidad, siempre atacado por un clero intolerante  que por sistema se opone al derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y a los métodos anticonceptivos implementados por las instancias respectivas, y aquí la pregunta: ¿en  México se practica el aborto clandestino?

“Se practica (el especialista). La sociedad mexicana ha practicado y practica el aborto inducido ilegal, al margen, a pesar y en virtud de la legislación penal que siempre lo ha sancionado. La clandestinidad en que se realiza, debido a la prohibición legal, repercute en creciente agravamiento en distintos aspectos de la vida comunitaria”.

Pero ocurre que en México coexisten dos países, uno ficticio y otro real. La contradicción entre estos dos niveles es enorme y su consecuencia es el predominio de la mentira que, a su vez, es una de las causas de la corrupción y la inmoralidad públicas. El problema del aborto es un ejemplo muy claro de esta situación. Las prohibiciones contra el aborto prolongan y fortifican el país irreal, el país de las frases, frente al país real, que es el país de los hechos. La legislación que condena la práctica del aborto debe suprimirse.

Pues sí, pero en el toma y daca del ejercicio politiquero  legisladores de Acción Nacional, presionados por el clero político y con el apoyo de los tricolores, en estados con gobiernos de corte reaccionario (Jalisco, Querétaro, Guanajuato, etc.) han logrado derribar las disposiciones legales que hacían posible, como ocurre en esta ciudad, la interrupción voluntaria del embarazo antes de las primeras doce semanas. “Respeto a la vida desde su concepción”, proclaman a contracorriente del pensamiento científico y de la anuencia de la mujer como dueña de su propio cuerpo. Laus Deo.

La definición del aborto: la extracción o expulsión del feto –antes de que pese 500 gramos o tenga veinte semanas de gestación- de manera inducida, sea por razones médicas en relación con la madre o con el feto; sea por razones éticas o humanitarias (violación, incesto, trato sexual con menores o personas con deficiencia mental, planeación familiar, ilegitimidad, etc.) o por  razones  personales (voluntad propia).

Y la pregunta fundamental: ¿es un ser viviente el huevo no fertilizado? La ciencia duda, o no lo sería. “En un sentido no, contesta el embriólogo. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario. Pero cuando veo al microscopio…”

(Lo que observa, mañana.)

¡Réprobos!

¡Herejes! ¡A la hoguera con ellos! ¡Dios lo quiere!

Así se pueden leer entre líneas los objetivos de la recién decretada Comisión Ordinaria de la Familia y el Desarrollo Humano, rubro tan largo como los recursos económicos que irá a absorber y la cola que le han colocado las expresiones vituperosas de su presidente, el panista senador José María Martínez:

La misión de esta instancia legislativa será cerrar la puerta, ya,  a algunas entidades o a algunos políticos que están pensando más en modas o en tendencias, o incluso, que nos llevan a pensar en la muerte.

Sus conceptos en torno a los propósitos de la malhadada Comisión Ordinaria de la Familia, en la que el Senado de la República no tiene por qué inmiscuirse:  “Tenemos que trabajar en políticas que fortalezcan a la familia, a la mujer y también a nuestros jóvenes. ¡No queremos el aborto!

Ah caray. ¿Pues qué, más allá de la interrupción voluntaria, legal en esta ciudad hasta antes de las doce semanas de la concepción, ¿se sigue practicando el embarazo clandestino, con todos los riesgos que entraña poner la entraña en manos de “espantacigueñas”?

Vaya pregunta, contesta el investigador. Históricamente el aborto ilegal se ha realizado siempre y en todos los estratos y grupos étnicos. Durante toda la historia de su evolución, esta sociedad  ha practicado y practica el aborto inducido ilegal, al margen, a pesar y en virtud de la legislación penal que lo sanciona después de las doce semanas de la concepción.

En México las mujeres abortan, pero queremos creer que no es cierto; el Estado cree castigar el aborto clandestino y por ello quiere creer que no existe. El número de juzgados y sentenciados  es casi imperceptible frente a los millones de abortos ilegales. La sociedad cierra los ojos  mientras aborta a escondidas, y el fenómeno sigue en aumento por la actitud puritana del Estado de mantener una norma legal impracticable. Es horroroso que las mujeres aborten en condiciones antihigiénicas, pero es peor que el Estado las sancione por abortar.

La manera como los medios de acondicionamiento social han tratado el tema del aborto provoca que en nuestro país genere en las masas reacciones muy negativas porque ha sido siempre relacionado con libertinaje y pecados, asesinatos y demás crímenes, en fin, puras razones morales para ignorar las de tipo social y económico. Quienes se oponen al aborto, siempre en función de sus intereses de clase y posición ideológica, son los partidos políticos y profesionales de la clase media, organizaciones patronales, eclesiásticas y religiosas y caciques regionales. Ello propicia una monstruosa demanda de abortos, un mercado negro e ilegal practicado por mercaderes. Pero el aborto es un problema de derechos humanos, algo que debe decidir la mujer con su pareja, no la Iglesia ni el Estado.

¿La familia al cuidado de una Comisión del Senado manejada desde el Vaticano? La  respuesta de la senadora Angélica de la Peña al colega Martínez:

Me indigna, por decir lo menos, que usted nos considere a las mujeres como “vehículos”; cuasi incubadoras, sustitutivo cosificado y peyorativo que denota una falta de respeto a nosotras las mujeres. Le recuerdo que nosotras no somos objetos, sino sujetos de derechos. Es inconcebible que se señale como una “moda”, una “tendencia” los acuerdos y los tratados de derecho internacional de derechos humanos, fundamento esencial de los avances que hemos impulsado en nuestra Constitución.

(Más del aborto, mañana.)

¡Puto!

Y el macho muy macho continúa vomitando su homofobia en los estadios futboleros. Aquí, con su sintaxis peculiar, la crónica del defensor de la preferencia sexual distinta que inicié ayer.

En su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo dice que: habiéndose reconciliado después de encarnizado pleito con el Gobernador de Cuba, Diego Velásquez, durmieron juntos para señalar su entrañable amistad estos concuños, pues eran casados con dos hermanas.

Jerónimo de Aguilar vivió como esclavo de un cacique en Yucatán. El  le dio a cuidar sus hembras, que andaban todas desnudas,  pues el fraile se caracterizaba por ser piadoso y respetarlas del todo. ¿No es este un eufemismo para ocultar su homosexualidad?  En los libros españoles suelen emplearse términos cristianos como piedad, virtud y respeto, pues de quien siquiera se insinuara que era gay acababa en las mazmorras  de la Inquisición,

La cultura latina viene de los Etruscos, cultura de la ginecocracia y la poliandria, “esto es, que las mujeres eran quienes gobernaban y quienes tenían varios hombres o esposos; el machismo no existía en esos orígenes”. El Imperio Latino nace de la más elevada expresión del refinamiento cultural: la civilización griega. “Grecia crea y da al Mundo la Filosofía, el Teatro, la Historia (Herodoto), la Etica, etc.

Con la influencia griega el imperio romano cambia el curso de la cultura sexual y deviene preferentemente homosexual en sus hábitos y usos sociales. En la portentosa cultura de la Grecia antigua “Cuando el hombre decide casarse con mujer, en el himeneo la mujer ante el tálamo nupcial, en la obscuridad debe portar una piel de cordero sobre el pecho para evitar así el impacto negativo en el hombre que, habituado a los hombres, ya ahora posee un cuerpo lampiño, y no uno velludo como otrora”.

En Iberoamérica “Cuando el Imperio Español funda los países latinoamericanos es un ente religioso fanatizado como todo el Universo de ese estoico momento histórico” (Séneca).  Lo grave: el  Reino de España posee tres religiones judeo-cristianas-monoteístas y milenaristas que son intolerantes y por ende tendientes a cometer todo atropello y crimen. Por razones más políticas y económicas que morales o religiosas persigue con un bestial frenesí, muy ortodoxo y dogmático, entre tantos pecados, la herética y la apostasía; el ser homosexual es ser apóstata del Diablo según sus instituciones civiles y religiosas llamadas Brazo Seglar y Brazo Secular. Así la Iglesia católica llevó a la hoguera, a la picota, a la mazmorra y la horca, o quemó en efigie, homosexuales que por cierto no son miles como se cree; más se matan hoy día. Esas tres religiones medio-orientales cubren el mundo conocido con su sexismo, machismo y homofobia. Ni aun con su maquinaria criminal de terror (el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por ejemplo) pudieron liquidar a los homosexuales; no pueden ni podrán porque los heterosexuales los engendran y, porque son normales o sanos. Aun la Organización Mundial de la Salud así lo determina.

Hoy la mayoría del planeta somos monoteístas. Todos los pueblos politeístas, sin excepción, han admitido la homosexualidad y la bisexualidad así como el hermafroditismo y todas las variantes sexuales. Los pueblos monoteístas son intolerantes ante el polisexualismo o la polisexualidad. El monoteísmo es una creación de las tribus judías del Medio Oriente. Aun hoy más del 70 por cien del Globo mata homosexuales. Por cuanto al lesbianismo… (Esto, después.)

¡Puuuto!

Y es que la lucha del homosexual frente a la crispante historia de homofobia y agresión del macho muy macho exhibe tintes heroicos. Aquí, para ilustrar el fenómeno de la descalificación de la diferencia, copio un fragmento de Identidad latina, documento ilustrativo que me hace llegar un esforzado de los derechos del homosexual. Con sus arcaísmos:

El Tribunal de la Inquisición, lleno de piedad cristiana, para salvar nuestra alma en la Gloria Eterna nos asesinaba de 1183 a 1834 en Francia, Alemania, Italia y España. Aún hoy se sigue perpetrando tal genocidio. ¡Y qué decir de los indios! Don Francisco López de Gómara, hombre sabio y prudente, escribe en su monumental obra de arte de la literatura universal denominada “Cosas Generales de la Nueva España o Hispania Victriz”:

“Estos indios son dados a ese placer y contento y son putos ellos en demasía, en detrimento de la Ley y el Orden de Dios quien todo lo crió”.

En América del Sur Vasco Núñez de Balboa, Adelantado del Siglo XVI, con su tan elevada piedad cristiana mató con perros todo un pueblo de indios sólo porque practicaban, como parte de sus ritos que los unían en vínculo con las ultraterrenas divinidades, la homosexualidad. El mismo Marqués del Valle, en su Primera Carta-Relación de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la Reina Doña Juana y al Emperador Carlos V, dada en Nueva España en fecha 10 de julio de 1519, dice en hablando de los naturales:

“Todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”.(En Latinoamérica políticos homosexuales lanzan diatribas histéricas contra la homosexualidad.)

En el siglo XVII, en el Virreinato de la Nueva España (hoy Méjico), figuran en este campo dos ínclitos personajes antagónicos entre sí, la poetisa Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, lesbiana cuya imagen aparece en la moneda mejicana, mujer enamorada de dos excelentísimas señoras virreinas: la Marquesa de Mancera primero, y más tarde también la Marquesa de la Laguna.

En su poesía hallamos su grande amor por esas dos damas de Villa y Corte. Por ser mujer, por ser libre y por ser lesbiana, la poetisa ganó el odio y la ira del poderoso arzobispo misógino don Francisco de Aguilar y Seixas, que en sus aberrantes delirios prohibió el estudio, la escritura y la música a Sor Juana, a quien ordenó deshacerse de todos sus libros e instrumentos científicos y musicales. En ese siglo la mujer tenía que casar con varón o con Cristo; la poetisa casó con Cristo en la fe. Aguilar y Seixas, rompiendo con el protocolo, no fue a apersonarse ante el excelentísimo señor visorrey Conde de Galve cuando éste tomó a su cargo el gobierno del reino de la Nueva España para no tener que ver a la señora virreina porque era mujer.

La conclusión del estudioso: “Ni aun con su maquinaria de terror (el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, por citar un ejemplo) pudieron liquidamos a los homosexuales (aun hoy más del 70 por cien del globo mata homosexuales), no pueden liquidamos ni podrán porque los heterosexuales nos engendran, y porque somos normales o sanos; incluso la Organización Mundial de la Salud así lo determina. Aun cuando Pro Vida y sus religiones dicen que somos enfermos, no pueden probarlo, son sólo afirmaciones gratuitas.

Lo absurdo, lo paradójico: la iglesia católica, que odia a los homosexuales, se sirvió de miles de artistas homosexuales en la historia para fabricar sus maravillosos templos y palacios. El gran Miguel Ángel es un ejemplo”. (Esto sigue después.)

Usted no puede morir

(A su hora me informaron que mi padre había muerto allá, en su nidal zacatecano, pero juro que está vivo todavía, o qué hiciera yo sin esa estrella polar. Aquí, el retablillo anual a Don Juan, mi padre.)

A usted le hablo, señor; a usted que es como la patria: inaccesible al deshonor, y de quien se aprende (con el ejemplo) valores morales de los que norman la humana conducta: justicia, verdad, libertad, amasijo que da sustancia a la varonía. Porque usted fue (es) decencia, dignidad y humanitarismo en todos sus actos de cada día. Porque tan comprensivo fue para con los demás como severo con usted mismo. Porque valedor lo fue de todos, y generosidad y humanismo en el trance en que hay que abrirse las telas del corazón. Filósofo de lo fugaz, del fatalismo suave y sin estridencias, usted se mantuvo tan ajeno al ruiderío como aledaño de la sonrisa y el buen humor. El  pudor y el decoro, la vergüenza y la dignidad, padre Juan.

Lo miro y miro de ojos adentro a tal varón de virtudes, pura reciedumbre y verticalidad, y una conciencia que en la humana conducta sólo un par de colores distingue: el blanco y el negro, sin más; el de la dignidad y el de su contraparte; sin medias tintas y sin matices, sin disculpas ni tartufismos. Sin más.

Miro esos ojos donde se columbran, machihembrados, mansedumbre y rebeldía, severidad y comprensión, la tolerancia, la gravedad y el humor juguetón, como también  una que otra lagrimilla de las enjundiosas, todo a su hora. Porque claro, usted tiene el don de las lágrimas, y ese don me lo enseñó a practicar con mesura; con decoro, aclaro; con claro decoro. Mis valedores:

Zapatero de nacimiento, o casi, don Juan fue cristiano en el mejor, en el único sentido del vocablo, el de la obra de amor a sus semejantes; religioso y creyente fue, pero sin fanatismos, sin sectarismos, sin dogmatismos, y tan respetuoso del ajeno derecho, la disensión y la disidencia, como de lo propio y lo natural. Mi padre, filósofo sin tratados de filosofía, antes de echarme su bendición porque la vida nos separaba me dijo cosas: que si habrá que volar sobre el vocerío y la estridencia, y volar tan alto como lo acepten las fuerzas; que apartar de sí la quincalla y moldear el espíritu; que, rebelde a toda mediocridad, “álzate, vuélvete pura ánima y después de encomendarte a Dios, el tuyo; sé siempre varón a los ojos de tu conciencia, tu único juez”. Y me echó encima su bendición, y con ella (sé que alguno me va a entender) me tornó indestructible, invulnerable con su bendición. La de Don Juan, mi padre…

Óigame, usted que me hablaba quedo y sonreía:  frente a mi zozobra lo miro todo el tiempo, y de tarde en tarde frente a mi paz interior, cuando  emparejo mis hechos a mis proclamas. Lo tengo enfrente, donde quiera que estemos usted y yo, y sonríe, y sé entonces que para mí nada está perdido. Eso es todo, padre Juan. Con mi amor, el testimonio: usted es la sabiduría que encamina, el consejo que guía, la ponderación que sosiega,  el ejemplo que incita, la ausente presencia que sanciona mis actos y el impulso para poner la proa hacia esa estrella inasible. La conciencia de mi conciencia. Usted, padre Juan.

Muy cierto, señor; ya lo veo, incómodo, menear la cabeza. Decirle esto que le digo salía sobrando, y en público, más aún; pero cuántos de quienes en fecha impuesta celebraron, uncidos al calendario del comercio y del regalito, tienen seco el corazón para la figura del padre. Algo podrá decirles esto que le digo a usted, padre Juan. Y la paz. (A su memoria.)

Al sonoro rugir del balón

Sigo aquí la añoranza del chiverío que enajenó al mentecato que fui de joven, y la reanudo con el recuerdo del Tigre Sepúlveda, que en la defensa central ganaba contiendas con la pura estampa de una camiseta a rayas, unos mostachos aguamieleros y un mirar así, miren, de fiera en brama. Y a palidecer, esos margaritones del Atlas, que allá viene el Tigre…

Te honro a la vuelta de tantos ayeres,  zambo aborigen genial,  pesadilla de rivales, honra y prez de Atemajac. ¡En la defensa izquierda Jamaicón Villegas, y ya!

Nuño: sacrificio, entrega, dinamismo puro y puro pundonor. No, y aquel inolvidable… ¿cómo se llamaba el inolvidable tirador de media distancia? Qué  inolvidable zurdo era ese que se me olvida, que manera de avanzar: pique, freno, descolgadas escalofriantes y el sonoro rugir del balón al ángulo superior de la portería. ¡Y autogol del inolvidable! “Mis” chivas.

Como si lo estuviera viendo: Marimbas Vidrio mentado. Me acuerdo que cuando en el área chica se picaba con el balón… Un momento; el Marimbas Vidrio no, que ese era de los otros, de los defensas del Atlas. Es que de aquello hace ya tantos diciembres…

Pero tú cómo te me ibas a olvidar, símbolo garrochón de mi juventud primeriza. De pie te saludo, chiva grande, tú al que así anunciaban todos los altoparlantes de todos los estadios donde se practica el futbol:

“¡En la portería de las Chivas ¡Jaime… Tubo… Gómez!»

Palcos, sombra preferente y sol general se cimbraban y se venían, aunque sólo de porras y aplausos. ¡Ah, Tubo de mil batallas, espejo y flor de «mi» chiverío desde  chivito de las fuerzas inferiores hasta que llegaste a chivón! Tubo afamado que por el honor del Rebaño Sagrado salías a partírtela (la madre nomás); Tubo que fuiste honra y prez del  rojiblanco cuando no era propiedad de algún mercachifle vergara, sino de un consejo de beneméritos  que ni dueños parecían. El Guadalajara de los Colomitos lejanos, allá por los rumbos de un Zapopan por aquel entonces todavía limpio de narcos. Colomitos fragantes…

Dije Colomitos y de golpe se me viene el paisaje sombreado del que fue establo del chiverío y querencia de mis años nuevos, los que se me murieron en olor de virgen zapopana y de primerizo amor: Con la ilusión de que volvieras – mi corazón abrió la puerta – y tus pisadas confundí – con el latir – del corazón. (Me los estoy sintiendo mojados; los ojos.)

Me he puesto a rememorar el perfil de «mis» campeonísimas Chivas de los años 60, cuando no había en todo sol general un fanático más entrañudo que yo, mentecato y pobre de espíritu que,  héroe por delegación, con otros tan mediocres como yo juraba que “jugamos bien.  Fuimos contundentes a la hora del escopetazo. ¡Goleamos!” (Y nunca había tocado un balón.)

A esto quería yo llegar: en estos tiempos crispados de perras bravas, merolicronistas logorreicos y fanatismo inducido,  tal como el dipsómano que logró la curación y el vicioso que venció el cigarrito, yo obediencia a los manipuladores de la TV nunca más. Renegué de la exaltación impuesta que me traía delirando y me lavé de esa mugre mental. Crecí mentalmente y ejercité el oficio de pensar y el de la autocrítica. De aficiones sólo el libro y unas faldas, que no pantalones, de mujer. Hoy, columbrando ya el aletazo de la muerte que vive dentro de mí,  mantengo sólo mis tres deseos bien cumplidos: la comida sana, antes del sueño acopiar un nuevo conocimiento, y el sexo alumbrado por ese juego y fuego fatuo que es el amor.

Es cuanto, y a vivir. Qué más. Qué mejor. (Vale.)

Perra brava

El futbol, mis valedores. Va aquí, memorioso, el relato de mis años mozos,  los de mi primera juventud (hoy vivo la quinta, pero a todo vivir en amor y compañía. Qué más. Qué mejor). Recuerdo que posaba mis dos reales en el graderío del estadio y enronquecía vomitando porras al “equipo de mis amores”, frase de los Angel Fernández y Fernando Marcos, merolicronistas de aquel entonces  en cuyos fervorines encendí mi sangre y vitoreé a “mis” chivas. Qué tiempos…

Hoy día, porque percibo una atmósfera irrespirable con las cubetadas de saliva con que los mercachifles del duopolio encienden los sesos y los esos de los pobres de espíritu, va aquí la añoranza de “mis” chivas del Guadalajara. Yo, un manipulado más, que sin  nunca hasta entonces haber tocado un balón y  a dos nalgas frente a aquel  cinescopio todavía maniqueo, que todo el mundo percibía blanco o negro, sin más, me apropié de las “hazañas” deportivas del chiverío y con ellas,  mentecato de miércoles, fui héroe a trasmano, como tantos de hoy. (De esa la mugre me lavé a tiempo, como también del licor, el cigarrito y el cinescopio. Ya despojado de esas sucias escamas, entonces sí, a vivir. Y así hasta hoy.)

Hoy, ante el aquelarre de unos pichoncitos lampareados a los que los alquilones de la TV me los  traen de mirones en brama futbolera, pienso en los tiempos, qué tiempos aquellos, en que fui  uno más dentro de esa escalofriante escandalera. Yo, fanático del futbol. Horroroso.

El estrépito de la copa mundial me lleva a recordar mis tiempos de Perra Brava, y al filo de la nostalgia rememorar el perfil de las Chivas de los 60s, cuando no había en todo sol general un más delirante fanático, ni un más gritón ni un más alborotero, en la zurda el cigarrito y en la diestra el lúpulo.  Atroz.

El Guadalajara pues, aquel rebaño de las fragorosas contiendas contra los margaritones del Atlas, los  mulos del Oro o el aborrecible América. Presentes tengo en la mente a los once símbolos chivas, “héroes” que tenían los tamaños de un Héctor Hernández, canela pura, goleador de veras. Ah, driblador de prosapia; aquella su suavidad para escamotear el esférico, burlar al contrario y lanzar el trallazo que va a tronar en el mero corazón del marcador. ¡Héctor Hernández, me estoy poniendo de pie!

Recuerdo a «mi» Chava Reyes, el cabeza de melón: fino a la hora de esconder el esférico, pasarlo, desmarcarse, recibir como mandan los cánones, fusilar y ¡el Guadalajara se trepa en el marcador! «Mis» chivas…

Bujía del equipo, batallador incansable, te recuerdo ahora, Chololo Díaz;  calzones guangoches y esa tu marunga que hoy apodan chanfle, y que en las manos del guardameta rival fue brasa y pólvora, para enseguida…¡gol! Isidoro Díaz, el Chololo…

Fino porte, señorío, verticalidad; chiva por antonomasia, el capi Jaso postulaba en cada disparo al arco su filosofía futbolera: fuerte, raso y colocado. ¡El capi Jaso toma el esférico, se pica por el área central, dribla a un contrario, dribla a dos, dispara y …¡gol de la chiva contra los Cremas del Tigre Azcárraga!

A ti te miro en mi mente, Chuco Ponce mentado, constructor de juego y habilitador de unos pases en profundidad que se encargaba de convertir en anotaciones aquel afamado Mellone Gutiérrez. Y quién no se alza escuchando tu nombre, pasta de inmortal Mellone, que burilaste aquel gol que te iba a convertir en ídolo de todo San Juan de Dios y anexas, gol anotado de nalga; la zurda, para más mérito. Mellone Gutiérrez y… ¡Goool! (Enronquecido gañote,  sigo mañana.)

El hincha

Aquí un esbozo del retrato hablado de ese pobre de espíritu  domesticado por la televisión que hoy se regodea con “su” empate en Brasil. El fervor por un equipo, el uso de unas insignias, un determinado color,  los gritos a coro, son una compensación para aquél cuya vida, en lo social e individual, es de vacío y lobreguez porque una sociedad opresiva lo ha despojado de todo significado. Sigue el psicólogo social:

– El hincha es casi siempre un asalariado, mantenido siempre al margen del poder y que formó su propia élite de pequeños fracasados e impotentes:  la élite de los hinchas que tienen el orgullo de todo  mediocre.

El mediocre: ganamos, anotamos, y no se ha movido del graderío o está viendo la pantalla de plasma. Empatamos.  Esta identificación con “su” equipo significa que aunque no toca un balón puede, como hincha de “su” club, apropiarse de las acciones del jugador en la cancha y así hacerse la ilusión de que ha conjurado la angustiosa soledad en que vive y formar parte de una multitud; se niega a reconocer la pasividad a que lo somete el Poder y se satisface con las “hazañas” ajenas; se enorgullece de minimizarse, de no ser nada frente a su club, que lo es todo.  Sigo con la síntesis de El hincha, del escritor Mempo Giardinelli:

Amaro Fuentes, un viejo cuya vida tenía el solo objetivo de ver campeón a “su” equipo, y cuando en su lejana Buenos Aires (vivía en Asunción) “su” Vélez Sarsfield anotó el gol que le confería el campeonato, “lanzando trompadas al aire, dando saltitos y emitiendo discretos alaridos, dio la vuelta olímpica alrededor de la mesa, eligió su mejor traje y  la corbata con los colores de Vélez. Crepúsculo.

Ya en la calle caminó  hacia la plaza, fue a la parada de taxis, eligió el mejor coche y lo abordó con la suficiencia de un ejecutivo que acaba de firmar un importante contrato.

– A recorrer la ciudad, y tocando la bocina. Vélez salió campeón.

Bajó los cristales de las ventanillas, extrajo el banderín del saco y empezó a agitarlo al viento en silencio, con una sonrisa emocionada y el corazón galopándole en el pecho, sin importarle que la solitaria bocina desentonara con el atardecer ni lo que le costaría el taxi; pero carajo, se justificó, el campeonato me ha costado una espera de toda la vida y los muchachos de Vélez se merecen este homenaje a mil kilómetros de distancia.

En La Estrella, Amaro vio la mesa de habitués que los domingos se reunían para comentar la jornada futbolera, y que cuando descubrieron el taxi, con la solitaria banderita asomándose por la ventanilla, se pusieron todos de pie y empezaron a aplaudir. “Más despacio, Juan, pero sin detenernos”. Amaro se esforzaba por contener esas lágrimas que resbalaban por sus mejillas, y los aplausos se tornaban más vigorosos y sonoros para Amaro Fuentes, el amigo que había dedicado su vida a esperar un campeonato. Alguno gritó viva Vélez, y Amaro ya no pudo contenerse y le pidió al chofer que lo regresara a su casa.

Entró en silencio. Su corazón se agitaba de forna desusada. Un cierto dolor parecía golpearle el pecho desde adentro. Necesitaba acostarse. Lo hizo sin desvestirse y encendió la radio a todo volumen. Un equipo de periodistas, desde Buenos Aires, relataba los festejos. Suspiró, y sintió ese golpe seco en el medio del pecho. Abrió los ojos, mientras intentaba aspirar el aire que se le acababa, justo en el momento en que el mundo entero se llamaba Vélez Sarsfield”. Fin.

A todos los millones de Amaros de mi país: felicidades, ya pueden morirse en paz. ¡Empataron!  (Uf.)

Cuñá, cuñá!

La canción de cuna, mis valedores,  azucarada tonadilla de besos, ternura y amor, que  la madre modula a media voz en tanto se filtra, por la ventana entreabierta, la luna llena. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, desflórase de repente aquel silencioso desparramamiento de estrellas errantes. La madre, pupilas de luz, formula un deseo por la dicha del molotito de carne que se acaba de dormir. La fabulilla:

Erase que se era, allá en tiempos y regiones de los sueños color de rosa y en el lacerado corazón del basural,  un reino feliz, con un caserío al que cariñosamente nombraban ciudad perdida. Y ocurrió que una noche, en su Disneylandia de láminas y cartón, dormitaba un querubín con el  vientre  rebosante de esos bichitos que se crían en tales reinos de encantamiento: amibas, lombrices, salmonela, estafilococos. Poéticos nombres.

He ahí al querube, que llora y se retuerse en esa artística muestra de la artesanía popular que es el huacal aguacatero, forrado con páginas de “sociales”.  En eso, que entra al castillo el rey, y que al llanto del heredero se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el día: una caja de chicles y tarugaditas de plástico made in Hong-Kong, para luego acercarse a la cuna de tules y gasas de color azul (cachos de periódico):  “¡Cuñá, cuñá!”

– ¿Por qué llora, mi hijo?  ¿Los cólicos, las chinches, la chinche hambre?

– ¡Cuñá, cuñá, cuñá!, el serafín redobla sus lloros.

– Duérmase, mi niño, que voy a contarle un cuento de cuna. De huacal.

Y ahí, en la noche del mundo feliz, la voz abrojuda tartajea el cuento infantil. “México es mucho más que una economía estable. Así lo ven los analistas e inversionistas de todo el mundo, declara Peña”. ¿No te alegras, mi hijo? Y otra más: “El crecimiento real del país está por arriba de la inflación, lo que nos debe llevar a la acción,  afirma Luis Videgaray, titular de Hacienda. Hijo, ¿no aplaudes?

Y el prodigio del cuento de hadas: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, a amainar el hipo, a entrecerrar los párpados. El cuentecillo infantil: “César Camacho, titular del PRI, aseguró que con las reformas promovidas por Peña se le quita el freno al país, a fin de estar en condiciones de pisar fuerte el acelerador”.

Lástima, porque a la alcoba ha entrado la reina del castillo,  en sus manos la ropa ajena, recién lavada. “Pero viejo, qué le estás contando a mi niño. Arrúllalo  con un cuento dulce, no con ese, macabrón».

– Se durmió, ¿no?

– Pero, viejo, que un cuento de ese tamaño me lo  puede traumar. Si a mí, que soy una adulta, con sólo oírlo declamar me soltó el estómago.

– Se durmió, ¿no?

Sh…lástima; a la voz destemplada del rey la criatura entreabrió los párpados, y el chillido, el alarido del querube con todo el desconsuelo que produce el  testerazo contra la realidad: el hambre, los bichos, el cólico. ¡Cuñá, cuñá! “¿Ves, mujer, por tus escrúpulos de conciencia?”

– Pero viejo, que ese cuento es para arrullar a unas masas abúlicas,  domesticadas, no a una criatura  virgen todavía.

– Se había dormido, ¿no? Va el cuento otra vez.

– Atúrdelo, pues. Atarántalo como Peña a los adultos, y que  Dios nos  perdone.

– “La economía nacional, por buen camino”, lo afirma Peña, “Yo quiero un nuevo país, un país exitoso que reconozca el potencial y talento de cada mexicano».

Es noche cerrada en el reino mágico que nombran ciudad perdida, noche lacerada a los alaridos del querubín, y qué hacer. ¡Peña, Videgaray, más cuentos, que el angelito no cesa de llorar!

Cuñá!)

¡Empatamos!

El hincha, mis valedores. La nota del martes pasado nos llega desde Pekín: Van tres aficionados que fallecen por ver el Mundial. Los seguidores pasan varias noches sin dormir para ver en directo los partidos del torneo.

¿Cómo es el hincha? Dogmático, afirma el estudioso. Cree porque cree. Su raciocinio rudimentario escapa a la gravitación de otra fuerza que no sea su  ciega pasión por su club. El hincha padece de un sentimiento de inseguridad y una carencia de identidad que lo lleva a buscar la tranquilidad emocional otorgada por su total dependencia e identificación con un grupo determinado. Considera la no pertenencia a ese grupo como fuente de desdichas. Cuanto más cerrado es el círculo más inflexible es la repulsa a todo aquél que no pertenece al mismo.

A propósito, y como para ilustrar lo dicho, va aquí un resumen de El hincha, que tal es el título de un relato del escritor argentino Mempo Giardinelli. Hoy, todavía impresionado con la enajenación, la indefensión y la dependencia que exhiben unas masas delirantes de pasión ante un equipo tricolor con vocación y aptitudes de mediocre, de acomplejado y de perdedor que prodigiosamente ha logrado un empate ante su similar de Brasil, juzgo el relato muy a propósito, porque delinea el retrato del fanático de un equipo de futbol; no ese espontáneo que a la manipulación patriotera de la televisión experimenta un repentino y pasajero fervor por el torneo internacional, sino el hincha, infeliz que nació con vocación de Perra Brava, hombrecillo que ha dedicado toda una vida de veneración y fidelidad al equipo de cuyos triunfos y fracasos se ha convertido en  héroe por delegación.

De ese barro fue modelado El hincha, un Amaro Fuentes  al que Giardinelli moldea con admiración y yo leo con la lástima que me producen los  pobres de espíritu. Impresionado todavía por los excesos y desfiguros que el empate del TRI ha provocado en unas masas indefensas que así se dejan enajenar por el cártel de los merolicronistas, por que nos miremos en tan patético espejo y tal vez queramos, podamos reflexionar, va aquí lo esencial de El hincha, que arranca con la noticia: “El 29 de diciembre de 1968 el Club Atlético Vélez Sarsfield se clasificaba campeón nacional de fútbol. A la memoria de mi padre, que murió sin verlo campeón”. Y el inicio del cuento:

“¡Goool de Vélesársfiiil! –gritaba Fioravanti. (Aullaba el tal. Conozco su pinta de manipulador de aturdidos.)

– ¡Gol! ¡Golazo, carajo! –saltó Amaro Fuentes frente al receptor.

Avecindado en Asunción y nostálgico  de su Buenos Aires, con el paso de los años se tornó un solitario, aferrado a una sola ilusión. La vejez le cayó encima con  la debilidad de su vista, la pérdida de los dientes, la artritis. Como nunca había ahorrado dinero ni había sentido jamás sensualidad alguna que no fuera su amor por Vélez Sarsfield, su vida continuó plena de carencias. “Su cuerpo lleno de arrugas, su pasividad, su estoicismo, su mirada lánguida y esa pasión velezana que se manifestaba en el escudito siempre prendido en la solapa del saco…”

Y que el campeonato era lo único que esperaba de la vida monótona “que sólo se justificaría si Vélez salía campeón”. Y el final del relato: “¡Gool de Vélezsársfieeel!

Amaro, llorando, sintió que jamás nadie había interpretado tan maravillosamente como Fioravanti la emoción de un gol. Vélez se clasificaba, por fin, campeón nacional de fútbol. Segundos después de ese gol, cuando estaba por finalizar el partido, Amaro estaba de pie. (La suerte del infeliz,  mañana.)

¡Chicharitos!

Abandonados, desatendidos por el gobierno, los pobres han caído en manos de la televisión.

Y sonó la hora del  clásico pasecito a la red, esa locura colectiva de los héroes por delegación mañosamente inducida por todos los medios de acondicionamiento social. Aquí la trascripción de opiniones diversas, iniciada ayer aquí mismo, de estudiosos y especialistas que analizan ese fenómeno de enajenación colectiva:

El futbol es un modo de que siga existiendo la sociedad de clases y a la vez la sociedad de clases es un modo de que continúe existiendo el futbol. Hay entre ambos un acondicionamiento recíproco.

Considerar que el fanatismo del futbol se combate sólo con el incremento de bibliotecas populares, como creen ciertos ingenuos progresistas, es ignorar que la “incultura” no es sino una expresión inofensiva y superficial del terrible fenómeno de la alienación en la sociedad moderna, en la cual el futbol juega un papel central.

La pasión por el futbol es agitada en los pueblos a los que el imperialismo mantiene sumergidos en la emotividad más primitiva y elemental de los ritos que caracterizan a la etapa infantil de la humanidad.

El hincha casi siempre es un sujeto de cara encendida, mejillas como inflamadas por el sol, bocaza perrera o mastinesca, pelo crecido, ojos canallas y léxico bravoso. Carne de cañón. Cae a los estadios como la langosta, como los cascos de una tropa de caballería y lo aplasta todo. Se posesiona de las zonas populares y vocifera desde allí palabrotas que hacen rechinar sus mandíbulas; con tanto entusiasmo las vomita al espacio.

La cultura de masas en general, y el futbol en particular, tienden a destruir la ideología de la clase obrera, la conciencia de clase, ofreciendo modelos para toda la sociedad, para todas las clases sin diferenciar, que borren en un nivel imaginario el aislamiento y la desintegración de los trabajadores.

Y que más allá de lo estrictamente deportivo, este suceso tiene implicaciones económicas muy importantes por distintas vías. Los comerciantes calculan que se van a adquirir nuevas pantallas de plasma y a consumir más bebidas de toda índole y sabor. Sobre este fenómeno de masas por excelencia lo afirma  Leo Zuckermann: “La televisión ha convertido el futbol en una gran telenovela. Cada equipo es una telenovela. Es una historia interminable sin final feliz o triste. La historia de siempre continúa. Hay momentos de alegría eufórica y de angustia depresiva.

Euforia y angustia. En una de esas cayó el Tricolor, y lágrimas de glicerina, el merolicronista:

“Los dramáticos perfiles del futbol -triunfo y derrota, sudor y lágrima, plenitud  y sufrimiento- se sucedieron ayer, como el deshojar de los árboles en el pálido otoño (¡!) Crepitación de anhelos y angustias, clamores rotos por la emoción, sentimientos tan claros como el agua y tan profundos como el abismo; voces argentinas y cascadas en un mismo orfeón; el penalty, verdugo implacable; el gesto del vencedor, el visaje del derrotado; la tristeza, mohín insoslayable; el gol, ese martillo que hecho grito penetra el cielo. En los jugadores distinguí una lágrima… (¡!)

Conclusión: si las masas  son ignaras y apáticas no es por inferioridad moral o física, sino sólo por las barreras que imponen la pobreza, el analfabetismo y los prejuicios sociales, y porque las  minorías que detentan los medios los utilizan para mantener a las mayorías en un estado de ignorancia y miseria. Los del Poder están interesados en perpetuar la separación entre la cultura y las clases oprimidas. (Uf.)

La flauta mágica

El flautista de Hamelín, mis valedores. ¿Recuerdan ustedes esa leyenda? ¿La desconoce alguno? Aquí, de memoria, redacto la síntesis de una conseja que arranca en el siglo XIII europeo:

Ocurrió que el poblado alemán de Hamelín fue sacudida por una plaga de ratas, y no atinaban los lugareños en la manera de librarse de los roedores. De repente aparece un desconocido que ofreció  la solución del asqueroso problema; mediante el pago correspondiente libraría de los bichos a la ciudad. Los aldeanos se comprometieron al pago, y ahí se inició la maniobra correspondiente: el fuereño tomó su flauta y comenzó a sacarle unos sones extraños, misteriosos, a cuyo sonido todas las ratas salieron de sus escondrijos e hipnotizadas se fueron detrás del son. Ya congregada la nata de roedores en derredor del flautista, el personaje se dirigió hasta lo alto de un acantilado, y la solución: todos los roedores perecieron ahogados. El  misterioso personaje reclamó su recompensa, pero los payos se negaron a pagarle. Ofendido, el de la flauta desapareció de Hamelín.

Tiempo después, la venganza: con los lugareños orando en el templo,  el de la flauta volvió a tocar su instrumento frente a los niños que, hipnotizados, avanzan hasta el acantilado. Luto general. Llanto y rechinar de dientes.  Cumplida ya su venganza, del flautista nunca más se volvió a saber. Mis valedores:

La flauta de Hamelín representa el instrumento de  manipulación de los pobres de espíritu. De su enajenación. La alienación. “Y algo está alienado, dijo el maestro en la tertulia de  anoche,  cuando su existencia no corresponde a su esencia, cuando está fuera de sí”. Y en ese estado, fuera de sí, me ha traído Hamelín  a esos pobres de espíritu, penduleando entre el júbilo delirante porque “¡ya casi somos los campeones del mundo!”, y la sombría pesadumbre porque “nos clavaron tantos goles en tres partidos”. Y la aclaración pertinente:

No voy a tratar ante ustedes un asunto de miércoles como es el del clásico pasecito a la red.  No voy a escribir de futbol, que maldita la gracia que me hace el negocio  de la manipulación colectiva, sino de la indefensión, la vulnerabilidad y la mansedumbre que  exhiben las masas sociales de Hamelín ante el estímulo  de la flauta que en nombre del Sistema de poder, del que forman parte preponderante, les tañen los medios de acondicionamiento social. El sentimiento pseudo-patriótico y nacionalista que depositan en el equipo de jugadores mexicanos presente en el torneo futbolero de Brasil  sirve para ocultar la falta real de una auténtica unidad nacional capaz de enfrentar la opresión del Sistema y sus recurrentes crisis económicas.

Aquí  algunas opiniones de analistas que se han abocado a examinar la reacción de las masas ante el fenómeno colectivo del futbol. “Como espectáculo para las masas sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto, que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

El futbol se enraiza en comunidades urbanas donde el ser humano corriente lleva una vida sedentaria y no tiene muchas oportunidades para la labor creadora. En una sociedad donde el pueblo pudiera desarrollar libremente todas sus posibilidades deportivas, ¿el futbol como espectáculo de masas seguiría ejerciendo la fascinación que opera en nuestra sociedad y la domestica para la enajenación colectiva?” (Esto sigue mañana.)

¡Nuestra pasión futbolera!

Permítanme repetirlo porque viene muy a cuento. Esa fascinación que el futbol ejerce sobre amplias masas populares constituye un vasto movimiento de diversión y de mistificación; cumple una función de compensación simbólica. Los capitalismos lo utilizan como medio de adiestramiento gregario y control psicológico de las masas a través de sus reflejos condicionados.

Los observadores: “No tenía idea de la explosión de locura que se produce si se encierra en la misma probeta una crisis económica, un desencanto por las autoridades del país, una bolsa de café y una virgen de madera dorada, y esa mezcla se deja desintegrar bajo el sol mojado de los tristes trópicos. Jamás un país me había dado la impresión de estar enajenado en bloque, pasmado entre un pasado ausente y un porvenir ilegible. Si en ese cuerpo enorme y febril se inocula pasión futbolística, la razón se tambalea. En ese organismo en estado de baja resistencia el cáncer del futbol ataca uno tras otro todos los órganos y los roe ferozmente”.

Como espectáculo para las masas el futbol sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

«Ganamos, anotamos un gol», y no se han movido del graderío. Es el orgullo apasionado del mediocre. El deporte por delegación es un fenómeno  de la sociedad industrial de masas, el santo y seña de la sociedad de clases. Las clases altas practican el deporte: golf, tenis, hockey, criquet, natación, equitación, polo, etc; las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del futbol. La inmensa mayoría rara vez toca un balón. El aficionado es espectador pasivo que participa por delegación de los triunfos de su equipo favorito, a cuyos partidos asiste a distancia, desde una tribuna, enajenándose en el jugador profesional al que eleva a la categoría de ídolo.

El futbol es un medio de despolitización de  masas, un formidable señuelo para alejarlas de la cultura política. El menosprecio hacia el fanático se evidencia hasta en las condiciones inhumanas que se le hacen sufrir en los estadios, que son lo más parecido  al campo de concentración, donde ni siquiera falta el alambrado de púas.

La comunicación que se provoca en el futbol es del tipo de las multitudes enajenadas que se forman en ocasión de un linchamiento. No es de extrañar que suele terminar en   violencia.

De súbito, desde las galerías rompen a rodar las pasiones crispadas, los insultos y los frustrados deseos semanales. La verdadera pasión es fría y el entusiasmo, en cambio, es el arma de los impotentes. La turba sugiere de pronto la imagen de un viejo decrépito que se exaspera en sus vanos esfuerzos por poseer a una adolescente.

Los merolicronistas de medios impresos y electrónicos “tienden a acentuar el carácter estético del futbol. Hablan de estilos y técnicas, pero que no nos engañen: intentan crear una seudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de las masas a las que no se les permite tener acceso a la cultura. Hacen un serio estudio de algo de lo que nada hay que comentar aparte de algunas elementales reglas de juego».

Pero el futbol es rey, dios, dictador, negocio, enfermedad,  enajenación, política,  manipulación. Todo, menos un deporte.

¡Y que el héroes por delegación, fanático y  pobre de espíritu, busque en el Chicharito la gloria en Brasil! (¡Mé-xi-co!)