La flauta mágica

El flautista de Hamelín, mis valedores. ¿Recuerdan ustedes esa leyenda? ¿La desconoce alguno? Aquí, de memoria, redacto la síntesis de una conseja que arranca en el siglo XIII europeo:

Ocurrió que el poblado alemán de Hamelín fue sacudida por una plaga de ratas, y no atinaban los lugareños en la manera de librarse de los roedores. De repente aparece un desconocido que ofreció  la solución del asqueroso problema; mediante el pago correspondiente libraría de los bichos a la ciudad. Los aldeanos se comprometieron al pago, y ahí se inició la maniobra correspondiente: el fuereño tomó su flauta y comenzó a sacarle unos sones extraños, misteriosos, a cuyo sonido todas las ratas salieron de sus escondrijos e hipnotizadas se fueron detrás del son. Ya congregada la nata de roedores en derredor del flautista, el personaje se dirigió hasta lo alto de un acantilado, y la solución: todos los roedores perecieron ahogados. El  misterioso personaje reclamó su recompensa, pero los payos se negaron a pagarle. Ofendido, el de la flauta desapareció de Hamelín.

Tiempo después, la venganza: con los lugareños orando en el templo,  el de la flauta volvió a tocar su instrumento frente a los niños que, hipnotizados, avanzan hasta el acantilado. Luto general. Llanto y rechinar de dientes.  Cumplida ya su venganza, del flautista nunca más se volvió a saber. Mis valedores:

La flauta de Hamelín representa el instrumento de  manipulación de los pobres de espíritu. De su enajenación. La alienación. “Y algo está alienado, dijo el maestro en la tertulia de  anoche,  cuando su existencia no corresponde a su esencia, cuando está fuera de sí”. Y en ese estado, fuera de sí, me ha traído Hamelín  a esos pobres de espíritu, penduleando entre el júbilo delirante porque “¡ya casi somos los campeones del mundo!”, y la sombría pesadumbre porque “nos clavaron tantos goles en tres partidos”. Y la aclaración pertinente:

No voy a tratar ante ustedes un asunto de miércoles como es el del clásico pasecito a la red.  No voy a escribir de futbol, que maldita la gracia que me hace el negocio  de la manipulación colectiva, sino de la indefensión, la vulnerabilidad y la mansedumbre que  exhiben las masas sociales de Hamelín ante el estímulo  de la flauta que en nombre del Sistema de poder, del que forman parte preponderante, les tañen los medios de acondicionamiento social. El sentimiento pseudo-patriótico y nacionalista que depositan en el equipo de jugadores mexicanos presente en el torneo futbolero de Brasil  sirve para ocultar la falta real de una auténtica unidad nacional capaz de enfrentar la opresión del Sistema y sus recurrentes crisis económicas.

Aquí  algunas opiniones de analistas que se han abocado a examinar la reacción de las masas ante el fenómeno colectivo del futbol. “Como espectáculo para las masas sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto, que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

El futbol se enraiza en comunidades urbanas donde el ser humano corriente lleva una vida sedentaria y no tiene muchas oportunidades para la labor creadora. En una sociedad donde el pueblo pudiera desarrollar libremente todas sus posibilidades deportivas, ¿el futbol como espectáculo de masas seguiría ejerciendo la fascinación que opera en nuestra sociedad y la domestica para la enajenación colectiva?” (Esto sigue mañana.)

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