Un nuevo mapa de ruta

Cuidado, mis valedores. Mucho cuidado, dije a ustedes ayer aquí mismo tocante al homo faber al que de pronto le cayó encima la jubilación o está a un paso de conseguirla. Yo, que de nada me he jubilado ni pienso hacerlo porque tengo el propósito de que la muerte me sorprenda vivo, digo al presunto: cuidado; con  la jubilación pudiese iniciar la ruta hacia una existencia vegetativa, cuando es la vida la que propicia el vuelo rumbo al ideal. El ocio y la pereza espiritual nos vuelven irracionales, y no olvidar que entre el mediocre y el irracional  hay menos distancia que entre el mediocre y el hombre de ideales. Alguno de ustedes, a punto de jubilarse,   ¿si el trabajo lo mantuvo esbelto la jubilación va a engrasar su organismo?  ¿Era el espíritu el que mantenía engrasado, y con su nueva existencia lo piensa purificar?  Aquí algunos símbolos:

Una labor alienante de cuarenta años (el taller, la oficina, la fábrica) significó la maldición bíblica si cada día de trabajo fue una tortura. Ese trozo de su existencia lo emparentó con el mítico personaje que como castigo ejecutaba cada día, una y otra vez, la tarea enajenante de trepar con un piedrón en sus lomos hasta la cresta de una montaña, para que desde ahí cayera la carga, y vuelta a empezar. Así, al igual que   Sísifo, algunos de los obreros, profesionistas, oficinistas, artesanos, en fin: a cargar cada día la roca con el sentimiento del esfuerzo estéril que habrá de repetirse mañana. Y tan lejana esa anhelada jubilación que, pensamos,  nos va a permitir realizar esos buenos propósitos que no logramos cumplir cada año nuevo durante décadas. Ahora, por fin. ¿Sí?

Antes de jubilarse el presunto tal vez se había formulado un proyecto de vida, y trataba de seguirlo cada día a lo largo de tantos años, y de repente fue a dar con un muro, y sus manos lo tentaleaban,  y el  flamante jubilado traspasó la puerta que se abría en el corazón de ese obstáculo, y como Alicia cuando se internó en el espejo y se dio de manos a asombro con el país de las maravillas, cayó a toparse con otro universo, desconocido para él. ¿De magia y encantamiento, de aburrimiento y vacío?  Trazar un nuevo mapa de ruta,  podrá planear el de marras, y yo le pregunto: ¿posee para ello el ímpetu, el temple, el carácter, la audacia y la imaginación de cuando por vez primera se echó el piedrón a la espalda?

La contundencia de los  símbolos: algunos ofrece el prototipo del Dr. Jeckyll y Mr. Hide en la novela de Stevenson. ¿El jubilado va a pendulear de un bienamado Dr. Jeckill, mientras pasaba el día en su lugar de trabajo,  a un insoportable Mr. Hide ahora que permanece el día completo con la familia y se torna un estorbo y una carga para el hogar? Cuándo él ausente de la familia porque dedicaba la mayor parte del día a su trabajo, ¿se le echaba tanto de menos como hoy se le echa de más? Piénselo.

Antes de jubilarse aquel homo faber se había formulado un proyecto de vida y trató de seguirlo cada día a lo largo de tantísmos años, y de repente, al llegar al muro que dije, se topó con él, y sus manos lo tentaleaban y no encontraban la puerta de entrada, que tal vez fue la de salida, lástima.  Porque eso, a fin de cuentas, significa la jubilación: un parteaguas en el ritmo de vida que se sostuvo apenas, a penas,  a lo largo de décadas; un cambio  en  la visión del mundo, de su mundo viejo, ahora tan nuevo y distinto que habrá que ir aprendiéndolo cada día como el ciego que ha cambiado de ruta. ¿Al flamante jubilado felicidades?   (Pues…)

Conviértete en cerdo

Cada vez más personas se plantean la pregunta sobre si tendrán suficiente dinero cuando se retiren (El País.)

La jubilación, mis valedores. El tema me lo acaba de sugerir un cierto profesionista que decidió dar por terminada su vida activa en la diaria labor y ahora, logrado ya su retiro, deambula encandilado ante la zozobra de tan drástico cambio de vida. Las siguientes reflexiones pudiesen resultar útiles a alguno de ustedes que se acerque a estas horas a esa terra incognita que significa la jubilación.

Cierto es que el hombre se mide con el obstáculo, y aun pudiésemos agregar: se mide con la jubilación, y de ella saldrá aniquilado o robustecido, según. Porque yo, que de de nada hasta hoy me he jubilado, supongo que ese parteaguas en la existencia del homo faber es un asunto de vida o muerte, sin más. Que de la muerte en que vivió en la diaria labor ahora comienza a percibir la vida, o de la vida que dejó atrás inicia el proceso del morir en vida, porque vamos a ver…

¿El trabajo lo mantuvo esbelto, y la jubilación va a engrasar su organismo?  ¿Era el espíritu el que mantenía engrasado, y con su nueva existencia lo va a limpiar?  Y si nos vamos a rastrear los símbolos y sus significados:

“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” fue el castigo que un Dios intransigente impuso a la magnífica desobediencia de Adán. ¿Castigo el trabajo? Para algunos, tal vez, pero no para quien tiene la diaria labor como realización de vida. Y algo más: ¿Previó ese mismo Dios que la maldición iba a durar sólo un determinado número de años, porque después vendría la jubilación?

¿Bajo el rigor de la maldición Adán  enfilaría, como más tarde Caín, rumbo al este del paraíso,  o al contrario: dueño ya del conocimiento, la moral y del amor, sobre todo,  fue en Nod donde encontró el paraíso?

Pienso en algún desdichado que, a la manera de Moisés, se afanó cuarenta años en el desierto (la fábrica, el taller, la oficina), para al final, cuando creía que comenzaba una vida de libertad para el ocio, el viaje, la lectura, el gimnasio (tan resbaladizos propósitos como los de cualquier fin de año),  toparse con una decepcionante realidad  que sólo le permitió avizorar la tierra prometida. De lejos, a la distancia…

¿El flamante jubilado aprovecharía las décadas en que sobrevivió a maná y agua para cristalizar su anhelo de trascendencia, de que no habrá de morir del todo porque los beneficios que realizó a favor de los otros le dejarán vivir en la memoria de aquellos a quienes de alguna forma dio a valer?  ¿O en su tiempo de labor se instaló en el egoísmo y se olvidó de agradecer el don de la vida, y ya jubilado de la vida nadie lo va a recordar porque pasó de noche por este mundo donde pudo haber hecho tanto por tantos? ¿Hasta hoy, jubilado de tantísimas cosas, querrá lograr esa trascendencia, indispensable (con otros varios factores) para la salud mental? Quizá ahora mismo, ya jubilado, va a lamentarse como el poeta: “Y pensar que pudimos…”

Porque en todos los actos de su existencia el individuo exhibe su condición de idealista o de mediocre, y la jubilación puede exacerbar esa condición. El hombre de ideales se jubilará del oficio, pero no de la vida, del humanitarismo, del servicio al prójimo. El mediocre y egoísta,  en cambio, como si sorbiera la copa que Circe la maga le ofrece y que al mirarlo beber le ordena: “¡Conviértete en cerdo!”

Cuidado, mucho cuidado; la copa de la vida purifica y propicia el vuelo. La del ocio y la pereza espiritual, por contras… (Sigo mañana.)

Melcocha y cursilería

Porque así pasan las glorias de este mundo. La de Luis Donaldo Colosio, pongamos por caso. ¿Se acuerdan ustedes de él? En el 2012 un grupo de tricolores llevaron a cabo un desteñido «homenaje» al candidato presidencial asesinado un 13 de marzo de 1994, al que ni el paisano del sonorense,  Manlio Fabio Beltrones, se acomidió asistir. Ah, pero la forma alharaquienta en que lucraron con su muerte, la de homenajes y fervorines que al mediocre candidato presidencial  le dedicaron en su momento desde Ernesto Zedillo hasta el resto de la claque política: bustos, estatuas, su nombre en auditorios, calles y espacios públicos. Efímera, la gloria del malogrado candidato del PRI  a la presidencia de la República.

Efímera, porque nada la sostenía. ¿Qué ha quedado de la obra de ese al que intentaban la inmortalidad prodigándolo en bronces y mármoles, auditorios y centros deportivos, jardines y plazas públicas, las calles de esta colonia y algún callejón sin salida?

Ah, pero la plasta de cursilería y de melcocha que los aprovechados de la ocasión le aderezaron hace 20 años, muy  al estilo de la sacarina que le embarró  un tal Barrasa, priísta de corazón:

«Los mexicanos y extranjeros, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, niños y niñas, hablarán en el México de hoy y del futuro, de un… ¡hombre, hombre!, de Luis Donaldo Colosio, del niño que fue merecedor de ser premiado y traído a la ciudad de México, ¿para qué? ¡Para que el señor presidente don Adolfo López Mateos lo saludara, lo felicitara y lo premiara por haber sido alumno ejemplar y aplicado en la escuela de su querida tierra. Se dirá que él no ha muerto, porque de sus cenizas brotarán las ideas nobles, el pensamiento creativo, la acción fecunda, el amor a México. Luis Donaldo será recordado como el provinciano que voló hacia su terruño… ¡nomás para darles a saber a sus amados padres que era candidato a la presidencia de la República!”

Conmovido, el redactor:  “El nudo en la garganta se rompió y las lágrimas rodaron hasta caer en ese que ahora cobija a Luis Donaldo. Un árbol de la esperanza. Un ahuehuete de 44 años de vida, la misma edad que tenía Luis Donaldo. Las balas no pueden asesinar al pensamiento, las balas no pueden masacrar la inteligencia, las balas no pueden detener la sed de libertad!» (Mira, mira.)

En renglones cortos para simular el poema, un Castillo: “Entre el invierno y a llegar la primavera – el mundo clamaba con júbilo cuán grande y fuerte eres ColosioComo coloso – La multitud te seguía y aplaudía – Porque el destino marcó de un pueblo – que tú ibas a ser su guía – La multitud que te seguía – hoy expresan gran tristeza y agonía – Hoy te encuentras tan solo ya sin alegría”.

Por remedar el poema,  Beatriz Paredes: “Donaldo – No nos absuelvas – tú, el generoso, el de la sonrisa franca y los – ojos niños, de tan sinceros – no nos absuelvas – El sencillo, esforzado, pertinaz – no nos absuelvas – el leal, el demócrata, el honrado, -no nos absuelvas, – no nos absuelvas, no nos absuelvas, Donaldo, – prívanos del descanso, del buen – dormir, que nos lleve tu osadía. «Reconozco que la modernización – económica – sólo cobra verdadero sentido cuando – se – traduce en mayor bienestar para las familias – mexicanas, y que – para que sea perdurable – debe acompañarse – con el fortalecimiento de – nuestra democracia»,

Que nos convoque tu audacia (…) No nos absuelvas, Donaldo – Que sólo encontremos la expiación – cuando germinen tus ideales”. (¡Uf!.)

Ese era Colosio hace 20 años. ¿Y hoy? (Lóbrego.)

Corazón de león

Ernesto Zedillo era un idiota, un pendejo y un hijo de su chingada madre.

(Patricio Martínez cuando gobernador de Chihuahua y el aludido ya como ex –presidente del país.)

Las yeguas de la noche; mis valedores. Las pesadillas. Fue una noche de estas. En la t.v. El mago de Oz, una película antediluviana protagonizada por Judy Garland. Ustedes, los que en materia de vida y edad van ya doblando el Cabo de Buena Esperanza, ¿recuerdan a aquella estrellita precoz que al madurar en edad (inmadura del resto) arrastró una vida atorrenciada de drogas y alcohol, miserable vida, hasta perder lo que de ella aún le quedaba?

Empecé a ver en la cinta a una Dorothy  (Judy) sin hogar, un espantapájaros sin cerebro, el hombre de hojalata sin corazón y el león cobarde. A media película me dormí, me atacaron las pesadillas y al manotear me eché en la entrepierna la ardiente infusión. Yo con un alacrán crispado en el nido humeante de mi entrepierna: “¿Y el final de la película, nena? ¿En qué terminó la cinta?”

– Pues verás: Judy y sus compañeros, tras de vencer los peligros del bosque encantado, llegan a la presencia del mago, quien les hace notar que ellos mismos han adquirido aquello de que carecían: Dorothy logrará volver a su casa y vivir feliz con los suyos. El Espantapájaros consiguió un flamante cerebro. El Hombre de Hojalata percibió una adecuada lubricación de sus goznes y en su pecho un corazón humano con el que  podrá conocer el misterio de un amor como el que tú me inspiras, compañero. Fin de la fábula  y a dormir.

Bostecé. “Bueno, sí, ¿pero El León Cobarde? ¿Adquirió la valentía?”

La vi dudar. “Pues…valentía no precisamente, pero sí la apariencia de valentía. No el valor, porque con todo y su magia los hechiceros no pueden volver valiente a un cobardón, que el valor no es tan fácil de conceder como un corazón humano o aceite para los goznes. Duérmete.

–   Pobrín del león pusilánime.

– Si hubieses visto los gimoteos del melenudo. “¡Aguántese, no sea llorón!”, lo reprendía el mago, pero las lágrimas lo conmovieron, y se puso a pensar, y fue así como de repente:

– ¡Eureka, ya di con la solución! De aquí en adelante a los ojos de todos los de la selva pasarás como un corazón de león. Para ello sólo tendrás que..!

Santo remedio. Quién como el valeroso león, de súbito valiente hasta la temeridad.

–  ¿Un acto de magia, mi amor?

– Ninguno, que el hechicero se limitó a recomendar al cobarde: “De ahora  en adelante, como vía de aparentar que actúas con los redaños que no tienes, ponte tú también, al igual que el chihuahueño Patricio (chihuahuense) a atacar a los funcionarios de anteriores sexenios. Lánzate a lo despiadado contra Fox y la Sahagún (no contra Montiel), Maduro el de Venezuela,  las autoridades de Siria, Rusia y Crimen. Claro, no se te olvide López Obrador.  Muestra tu renacido valor. Destroza  a Putin y a Abbas el  palestino.. Contra ellos directo y a fondo, para que de cobarde pases a ser corazón de león. Ah, pero mucho cuidado con los Montiel, Peña y los suyos, incluyendo a Paulina, porque con ésos se necesitan muchos… ¿Sabes cuántos periodistas han muerto en lo que va del sexenio?”

Tragué saliva. Fui a la computadora y borré los párrafos donde acusaba de engaño una declaración patrimonial amañada y el dicho de una Paulina que a los críticos de su padre gritóles: ¡proles pendejos! Luego me puse a teclear toda mi admiración a un presidente que en materia de energético citó a Don Lázaro.

De ahí este corazón de león, a la camita. Y la paz. (No, si les digo.).

Nostalgia

El mago de Oz, mis valedores. ¿Alguno de ustedes habrá visto la antañona película? ¿Recordará la trama, la acción, los personajes? Qué tiempos aquellos, los de El mago de Oz. Muchos de nosotros, ladeados ya hacia esa región de la vida (penumbra y crepúsculo) donde todo se nos chorrea de añoranzas, a la evocación de esa cinta soltaremos algún suspirillo. Ah, tiempos aquellos que no han de volver…

Yo acabo de ver un trozo de esa película, y ello ocurrió después de la tertulia de anoche, cuando los vecinos del edificio, después de la consabida discusión acerca de los sucesos de Siria, Crimen, Ucrania y Venezuela, con las consabidas maldiciones contra el gendarme universal encuevado en El Pentágono, se desparramaron en dirección al depto. respectivo, recibimos la indicación de don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se angostan o enanchan corbatas:

– Van a exhibir en la tele El mago de Oz. Si no la han visto aprovechen.

Y si, yo acabo de verla. A medias. Permítanme que explique el incidente.

Medianoche era por filo. Frente al cinescopio mi Unica y este su amador nos emocionábamos con las correrías hazañosas de una Judy que, niña todavía, cruza la pantalla (voz de ave, ricillos) bailoteando al unísono de El León Cobarde, El Hombre de Hojalata abrumado de orín y El Espantapájaros que anhela un humano corazón. Temerario él, que no calibra riesgos de infartos y amores mal avenidos, si lo sabré yo. En fin, que ahí estábamos; yo, en el sillón, pocillo de tila, cuasia, borraja y cuachalalá  en mano; a mi lado, bebiendo de mi pocillo, mi Issa; danzando en el cinescopio brujas, magos y demás fantasmas, los del bosque encantado y los de un televisor con la antena ml orientada.

Pues sí, pero a media película comencé a cabecear, los párpados más pesados que retrato de Cocoa, Calderón y Ernesto Cordero juntos, y sí: sin apenas sentirlo y con varias noches de desvelo por leer hasta tarde, la Judy Garland y demás lacerados  ya habíanme trasladado a la región de las pesadillas, esas “yeguas de la noche”, que se nombra inglés a tan infernales visiones. Todo un tropel de endriagos, magos dañeros y  hechiceros malignos me acalambraban a espeluznos cuando, de repente, el genio de turbante y torso desnudo desnudó la cimitarra y de un tajo me cercenó el parecito de compañones: “¡Esos no, porque me..!” Y el parón.

– Cálmate, cielo, te quedaste dormido en mala posición.

– ¡Mis vergüencitas, amor! ¡Me trozaron las..!

El desastre. El mago de la cimitarra me había forzado a pujar, y al pujar manotear, y al manotear antellevarme tetera, pocillo y jarrón de gladiolas con uno que otro margaritón. Medio litro de ardiente infusión de tila, cuasia, etc., se encharcaba en mi entrepierna y chorreaba al sillón y la alfombra.

– Yo arreglo el problema. Vamos a que te acuestes en la cama.

– ¿Pues qué, ya terminó la de caperucita y el lobo feroz?

–  Fue El mago de Oz, y finalizó hace unos minutos. Sécate, ponte el pijama y duérmete. Yo te alcanzo después de que arregle la alfombra.

– Con que terminó El mago de Oz

–  Y ahora vendrán otros magos, los López-Dóriga del noticiero, que van a fijar la verdad oficial y a mostrar a los aturdidos de la de plasma un México color de rosa, muy al gusto del mago mayor.

– ¿Quién? ¿Obama, Slim?  Niña, por qué no me cuentas, en síntesis, la película. Sólo recuerdo el drama de una niña sin hogar y unos… (Esto sigue mañana.)

Tierra de machos

El rito una vez más, mis valedores. De nueva cuenta la ceremonia y la celebración. El sábado anterior, 8 de marzo, fue dedicado íntegramente a homenajear a la mujer. Todo un día. Dos en un año, si le agregamos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra puntualmente cada 24 de noviembre, un par de títulos imponentes que escribimos con iniciales mayúsculas. Y ya. Nuestra mala conciencia de machos no precisa más. Ya los restantes 364 días del año, 365 de ser bisiesto, podremos regresar a la sañuda realidad de cada día y ejecutar sin trabas nuestra conducta de machos muy machos, que es decir de violentos, de sádicos, de dominantes y  discriminadores de la mujer que más a la mano tenemos. Atroz.

Y cuántos de estos machos se ubican en el Sistema de poder y en las denominadas Organizaciones no gubernamentales, esas ONGes integradas por un solo individuo en la mayoría de los casos, “activista”, como gusta calificarse, sospechosamente cercano al gobernante. Alejandro Martí, la Sra. de Wallace y algunos más. “Activistas”…

Los tales se han arrogado de forma arbitraria la tarea de exigir una y otra vez al Sistema y recitar leyes y reglamentos que, inscritos en el catálogo de buenas intenciones, garantizan todos y cada uno de los derechos de la mujer. Los garantizan en el papel en el que están redactados, y no más. Es México.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a propósito, estipula que esa violencia de género “Es todo acto de agresión basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción y la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”, con esa sintaxis la traducción. Pero en fin, que leyes y reglamentos no le han de faltar a la víctima del agresor.

Así pues, mis valedores,  en su denominado Día Internacional de la Mujer, la mala conciencia de nuestro machismo se volcó en el consabido catálogo de elogios y embusteros propósitos de enmienda para una compañera a la que vivimos vejando el resto del año. Y es como para preguntarse: ¿a quién pertenece, después de todo, el cuerpo de la mujer?

Porque si vamos a hablar de machismo: hace unos años la ciencia proporcionó a la mujer la píldora anticonceptiva, y la reacción de  Norberto Rivera, cardenal:

México no necesita una píldora que atenta contra la vida humana, un arma en manos de la gente para que maten a niños inocentes. No saquen leyes de la manga y las impongan al pueblo. Antes deberían dialogar con él.

Criterio contrapuesto el de Raúl Vera, obispo: “Por el debate sobre la píldora, la Iglesia distorsiona  su misión pastoral. Debemos aprender a exponer nuestros puntos de vista y a presentar argumentos de calidad, porque damos la impresión de que estamos imponiendo nuestras opiniones. Estas confusiones se crean por las deficiencias pastorales de la Iglesia ante una evangelización que no ha logrado penetrar en la conciencia para alimentar un clima de igualdad que acabe con la pobreza y las injusticias. Es una evangelización de barniz”.

Ciencia y dogma. Arquidiócesis de México: “La píldora de emergencia erige al gobierno y a sus autoridades de salud en jueces que deciden quiénes viven o quienes deben morir. Son verdugos que utilizando el dinero de los impuestos llevan a cabo un genocidio de inocentes”.

(Todo esto sigue después.)

Los viejos somos así

Del Metro, mis valedores, les hablé ayer, y de que al leer la noticia de las fallas que registra la Línea 12 abordé uno de los vetustos vagones de un Metro que desde hace décadas presta un admirable servicio al pobrerío. Pues sí, pero qué maltratado vagón el que me llevó al norte de la ciudad…

Que miré debajo de los asientos, dije a ustedes ayer el pomo de plástico, la caja embarrada de cremas y salsas, el pegote de la goma de mascar, todo oliendo a desgaste, desajuste, aflojamiento, vetustez. (Mi ánimo, que se nublaba). En su pelleja los viejos grafitos: “Warriors”, “Puto yo”. Fechas, mensajes, entrañables nombres que el punzón garrapateó en los cristales:  “Issa, mi veca”, “María”,  “Aída, tú, la de todos los días”. El aletazo del tiempo que se nos fue para nunca más, dejándonos a su paso tan sólo un desplumadero de recuerdos. No lloro, nomás me…

Porque ese era el Metro todavía hace algunos ayeres: nuevo, flamante, servicial, silencioso. Ayer, en mi mente esa Línea 12 lacerada por la corrupción nacional y que el tanto de seis meses dejará de servir en doce estaciones, observé el vagón que me tocó en suerte (mala suerte), y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y por esa razón, mis valedores, aquí exalto la presencia del Metro, benefactor de los pobres, que en México lo somos todos, si exceptuamos a los ricos. Hace ya más de un lustro, recuerdo, yo con un pie en el estribo, ahí, en el matutino, la exigencia: Urge un examen antidoping a los celadores del metro. ¿Que qué? Intenté el reculón, pero me trepé al vagón, y el estremecimiento en la columna vertebral. Columna vertebral de transporte en la Ciudad de México, el sistema de Transporte Colectivo Metro está en crisis ante la falta de mantenimiento de sus vías, trenes e instalaciones. Y que de continuar así, el próximo año podría sufrir un grave colapso. ¿Y entonces los que viajamos en él? ¿Nosotros qué?

No se produjo el colapso, por fortuna. Hoy, en mi mente la Línea dorada, allá vamos, el reumático y el suspirante, el gotoso de los engranes artríticos y el pasajero que meditaba, reflexionaba, se oscurecía y en silencio moqueaba. Allá vamos en la tripa de la madre tierra, metros debajo de donde la vida fluye de cara al sol. Avanzamos a jadeos y pujidos y entre cimbrar de articulaciones mal ajustadas. Y de repente la súbita sacudida. El convoy, en la oscuridad del túnel, se engarrotó entre dos estaciones. ¡Se apagaron las luces! ¡Jesucris..!

Volvió la iluminación, qué alivio, por más que sólo al 60 por ciento. Sentí que en la cabina de mandos el operador soltaba la rienda y clavaba el acicate en los corvejones del anciano anquilosado, que reventó en rechinantes lamentos y estridencia de ventosidades. En el equipo de sonido: Por favor, permita el libre cierre de puertas. ¿Qué?

Y ya se avistan las luces de la estación y el operador aplica los frenos, y al rejón el asmático viejo suelta el lamento que implora piedad. Yo, mi ánimo gemelo del ánima del vagón, andaba ya al borde de los pucheros y la lagrimilla cuando musité la oración (mira, mira): que Joel Ortega, el director, cuide este benemérito valedor del pobrerío.  Y mis valedores, fue entonces. Entonces fue. De ganchete alcancé a leer: Potrero.

¿Que qué?  ¿Cómo de que Potrero, si yo iba aquí nomás, a Viveros? Quise brincarme las trancas, corrí a la puerta, y en un convoy a su máxima velocidad grité, y los ojos de todos encima de mí:

-¡Bajan, chofer! ¡Esquínaaa!

Ah, la vejez del Metro. Ah, la Línea dorada. (Ah, México.)

“Balde de agua fría”

Así, con todo y lugar común, el reportero da a conocer a los lectores del matutino la reacción de los usuarios de la Línea 12 del metro, la famosa Línea dorada que fuera orgullo del entonces jefe de gobierno Marcelo Ebrard, quien trepado en ese vehículo intentaba llegar hasta Los Pinos en el 2018. Las oscilaciones detectadas en las vías y la suspensión de once estaciones durante un periodo de seis meses frustraron su intento. A propósito:

Oceanografía ha sido un golpe contra la derecha, y la Línea 12 del metro un mandarriazo contra ese engaño descomunal que apodan “izquierda”. Corrupción es el vocablo clave, y el PRI de Peña el ejecutor. Mis valedores: ¿ello significa que el gobierno se avoca al combate a la corrupción? No, por supuesto, claro que no. La multitud de expedientes abiertos contra políticos en receso y activos permanecen en hibernación mientras al Sistema no le resulta útil activarlos y ponerlos en ejecución. Los nombres más escandalosos como los de los Salinas, los Fox y familiares,  los Montiel y parientes de sangre y parientes políticos certifican que la corrupción lucrativa e impune constituye el aceite que mantiene funcionando el motor. Oceanografía y Línea dorada son sólo un par de maniobras políticas, sólo un chantaje, una advertencia y un ajuste de cuentas. No más. En fin. Es México, nuestro país. Mis valedores:

¿Recuerdan ustedes cómo era el Metro todavía hace unos ayeres? Nuevo, flamante, rechinando de limpio y acabado de engrasar, que como entre nubes se deslizaba en sus rieles. Ayer observé el vagón que me tocó en (mala) suerte, y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y es que en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, de días y días y trabajo todos los días, el flamante vagón ha envejecido, y qué melancólico examinarlo: apenas arrastrado por el convoy, al tener que avanzar le escuché aquel largo chillido que de las entrañas le brotaba, y de redaños aquel hondo pujar. Al jalón de arrastre todos sus nervios y costillares se pusieron a chirriar, a quejarse al modo del animalillo al que aplastan al pasar. Lo oí jadear mientras avanzaba y arrojar chisguetes de viento que desparramaban humanísimos tufos de entrepierna, sudor y sufrimiento recóndito. Yo, aquella tristura…

Bajé los ojos; el piso, desbastado hasta el material de la base. Examiné el resto del vagón: el cartoncillo indicador  de ruta: un leproso desflecado, despapelado, descarapelado. Y qué fue de aquella agradable voz femenina que en el sonido iba anunciando la hora exacta y el nombre de la estación a la que nos aproximábamos. El vagón, como todo joven (sangre roja, hirviente), cantaba al andar, canto jocundo de enamorado. Hoy, viejo asmático, impotente…

“Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy se ubicaba entre dos estaciones! Y al llegar a su máxima velocidad, la femenina voz: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, alzhaimer y demás achaques de la edad, decía una cosa por otra, puros dislates. Yo, ¿por qué me encogí en el asiento? ¿Por qué aquella pena, la vergüenza aquella, la nostalgia? ¿El aletazo de la Descarnada?

Un soterrado quejido al arribar a la estación. Un largo lamento cuando lo forzaron a continuar. Como que en su queja reclamaba la piedad del depósito donde descansar antes del inevitable deshuesadero. Y allá vamos, a querer o no, él rechinando y no precisamente de limpio, que debajo de los asientos pude observar… (Lo que observé, mañana.)

¿Día de la mujer?

Por qué, para qué, ironiza una bailarina. Yo cada día veo más prostitución. Niñas desde los 14 años como prostitutas, drogadictas,  limosneras. Cada día descubro una ciudad donde nos debemos cuidar de  rateros y violadores casi tanto como de los policías. Veo que se hace más agresiva la convivencia social porque los valores humanos se van perdiendo. ¿Día de la Mujer? Bah.

Ya en la medianía del XIX lo establecía F. Engels: La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos (…) La primera opresión de clases coincide con la del sexo femenino por parte del masculino.

Pero hemos vivido por siglos en una cultura sexista, discriminatoria de la mujer, creada por una sociedad patriarcal que se originó en las primeras divisiones del trabajo y se consolidó al surgimiento de la propiedad privada.

La Biblia: Buscarás con ardor a tu marido”, maldice Jehová, y él te dominará y  será tu dueño.

Y más adelante, en labios del profeta, a su pueblo elegido: “¡Practicaste la prostitución con esos egipcios de gran potencia sexual (…) Te entregaste a la prostitución con los asirios, y ni aun así quedaste satisfecha (…) A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas (…) ¡Sólo en eso eres diferente a las demás prostitutas!”

Pero la violencia contra la mujer no está sólo en la Biblia. Clama, en la tragedia griega, un Hipólito virgen y ofendido porque Fedra, la madrastra, le ofrecía su amor:

“Manifiesto aquí qué azote tan grande es la mujer, pues el padre, que la engendra y la educa, da la dote y la casa para librarse de ella; el que recibe en su hogar esta peste destructora, goza engalanando a una pésima estatua, y la viste con sus mejores ropas, y el desventurado gasta sus rentas. Si alguna ha de vivir con nosotros, la mejor es la inepta. Aborrezco a la sabia; que no albergue un mismo lecho a la que sepa más que yo, y más de lo que le conviene a una mujer. Son  las doctas las más depravadas”.

Y otro que tal: Etéocles, hijo de Edipo y hermano de Polinices, quien se dispone a atacar la ciudad defendida por el consanguíneo, así apostrofa a las mujeres que lamentan la suerte que, a resultas de la guerra fratricida,  correrá Tebas:

“¡Yo os pregunto, ganado insufrible: ¿es esto mostrarse pronto a hacer bien a la ciudad, y salvarla, y dar aliento a sus asediados defensores?! ¡Caer ante las imágenes de los dioses tutelares y gritar, y vocear, ralea aborrecida! Jamás (…) viva yo bajo un mismo techo con gente mujeril (…) Ahora, con este gritar y este correr de un lado a otro, ponéis cobarde desaliento en el ánimo de los ciudadanos (…) ¡He ahí lo que puedes sacar de vivir con mujeres”. (Horroroso.)

Siglos más tarde J. Vavizan: “Plugo a Dios formar en la mujer todas las partes del cuerpo que son dulces y amables. Pero en el caso de la cabeza no quiso enredarse y dejó al diablo que la modelara”.

Machista filosofía la de un Otto Weininger: “La mujer se consume en la vida sexual, en la esfera de la cópula y la multiplicación (…) El hombre es un ser sexual, pero también es algo más. Las mujeres no tienen existencia ni esencia, son la nada. Se es hombre o mujer según se sea o no se sea”.

Aurora Dupin. Mujer inteligente, escritora y compañera de Chopin,  bajo seudónimo de George Sand lo escribió en una de sus novelas: “¡Las mujeres, al carecer de profundidad en sus exposiciones y de ilación en sus ideas, no pueden poseer genio. La mujer es imbécil por naturaleza”.

(Atroz.)

¡Mancera, escucha!

¡La calle es de quien la lucha!

Y para remachar su reclamo las trabajadoras sexuales de La Merced, Mixcalco, San Pablo, Tlalpan, Buenavista y otros puntos de contacto en la ciudad toman el zócalo. Bien.

Pero no únicamente las trabajadoras. Ellos también, los de la preferencia sexual distinta. Para ello(a)s también el mundo significa violencia, discriminación y toda mala suerte de agresiones que en su contra perpetran los machos que son muy machos.

Pero no todo iba a ser negativo, que el machismo universal dedica a lesbianas y homosexuales todo un día al año, al que otorga el pomposo título de  Día Internacional contra la Homofobia y emplea en exaltar la “tolerancia”, vocablo de tufo condescendiente, mientras en foros y mesas redondas condena toda agresión contra la diversidad sexual. Y hasta el año próximo. Mientras tanto, a seguir con la violencia y la discriminación contra esa preferencia sexual distinta.  Lo de siempre.

Claro, tan horrenda situación no es de hoy. Aquí, con sus arcaísmos, un  fragmento de Identidad latina, que me hace llegar un esforzado de los derechos del homosexual:

“Lleno de piedad cristiana, el Tribunal de la Inquisición, para salvar nuestra alma, nos asesinaba en Francia, Alemania, Italia y España del 1183 al 1834. Hoy se sigue, con esa filosofía, perpetrando tal genocidio”.

Y qué decir de los indios. Don Francisco López de Gómara, hombre sabio y prudente, escribe en su obra denominada Cosas Generales de la Nueva España o Hispania Victriz:

Estos indios son dados a ese placer y contento y son putos ellos en demasía, en detrimento de la Ley y el Orden de Dios quien todo lo crió”.

En América del Sur Vasco Núñez de Balboa, Adelantado del Siglo XVI, con su tan elevada piedad cristiana mató con perros a todo un pueblo de indios sólo porque practicaban la  homosexualidad como parte de sus ritos que los unían en vínculo con las divinidades ultraterrenas. En su Primera Carta-Relación de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la Reina Doña Juana y al Emperador Carlos V, su hijo, dada en Nueva España en julio de 1519, dice de los naturales don Hernán Cortés:

Todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”.

En Latinoamérica políticos homosexuales lanzan diatribas contra la homosexualidad. En el siglo XVII, en el Virreinato de la Nueva España (México), figuran en este campo dos ínclitos personajes antagónicos entre sí, la poetisa Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, lesbiana cuya imagen aparece en la moneda mejicana, mujer enamorada de dos excelentísimas señoras virreinas: la marquesa de Mancera, primero, y más tarde también de la marquesa de La Laguna, quien asimismo era condesa del dictado de Paredes de Nava.

En su poesía hallamos su grande amor por esas dos damas de Villa y Corte. Por ser mujer Sor Juana, por ser libre y por ser lesbiana, ganó el odio y la ira del arzobispo misógino don Francisco de Aguilar y Seixas, a quien su delirante misoginia hace de urdimbre homosexual.

El protervo arzobispo  en su servidumbre jamás permitió mujer alguna; en sus frecuentes pláticas doctrinales atacó con vehemencia cuantos defectos creía hallar en la mujer. Se le oyó decir  que si supiera que ha entrado una mujer en su casa, había de mandar arrancar los ladrillos que ella había pisado. No quería que en casa suya pusiesen mano las mujeres ni que le guisasen la comida ni oírlas cantar y ni siquiera oírlas hablar quería”.

Diversidad sexual y machismo. (Esto sigue después.)

Perros de guerra

El 11 de septiembre, por horrible que haya sido, desde otro ángulo fue literalmente maná caído del cielo, porque proveyó de nuevo a la nación de Sentido, con “S” mayúscula. (M. Berman.)

Invasión, devastación, duelo, masacre: esto es lo que produce, amén de pérdidas y ganancias en dólares, la industria bélica de los Estados Unidos. Ayer nomás fue Vietnam. Hoy el arma mortal del Pentágono apunta a Siria, Ucrania, Venezuela…

En fin. De la violencia que ejerce el gobierno imperial contra el resto del mundo, dije a ustedes ayer,  no tenía más razones que las expuestas por  Chomsky y algunos  más. Que el analista no profundiza en la raíz del problema lo evidencia reciente ensayo del catedrático, historiador y crítico social norteamericano Morris Berman. La raíz del belicismo de EU se ubica en el síndrome de identidad negativa (reactiva). La tesis de Berman:

“Con México provocó una guerra fraudulenta. El conflicto esencial fue un choque de civilizaciones: la manera lenta y relajada del Sur contra la incesante expansión económica del Norte. Ambos bandos consideraban al otro como la encarnación del demonio; el resultado fue la pérdida de 645 000 vidas y una destrucción masiva del Sur. Esas cicatrices no han sanado por completo; para el Sur, la guerra no ha concluido del todo; el resentimiento es aún muy profundo.

Después vinieron los alemanes -aunque esa oposición parece perfectamente justificada- y luego los comunistas ‘ateos’ . La conversión de Rusia de aliado a enemigo ocurrió casi de la noche a la mañana, y no es difícil darse cuando de por qué: con Alemania fuera de la jugada, se necesitaba un enemigo para llenar el vacío existente.

(…) De cualquier manera, la Guerra Fría mantuvo ocupada a la nación norteamericana durante décadas, y la llamada defensa perimetral, que sostenía que cualquier alboroto en el mundo justificaba la intervención militar de EU, condujo a los desastres de Irán, Guatemala, Vietnam, Chile y demás.

Evidentemente, la estructura psicológica de la identidad negativa condujo a una crisis cuando la Unión Soviética se colapsó. De pronto no teníamos a nadie contra quien definirnos. La Guerra del Golfo de 1991 ayudó a llenar el vacío por un tiempo, pero los años de Clinton carecieron de mayor sentido. A falta de enemigo no teníamos idea de quiénes éramos. Llenamos el vacío con O.J Simpson y Mónica Lewinsky.  Finalmente, al atacarnos, el mundo islámico nos hizo el mayor favor. El terrorismo reemplazó  al comunismo como el vocablo clave y Bush hijo, al igual que Reagan con la Unión Soviética, no vaciló en representar la batalla como una guerra cósmica entre el Bien y el Mal. Era imposible argumentar que la política exterior norteamericana en Medio Oriente tuviera algo que ver en esos sucesos; sugerir algo del estilo equivalía a alta traición. No, nuestros enemigos eran malvados o dementes, o de preferencia ambas; fin de la historia.

Bajo el gobierno de Obama los dólares de los contribuyentes norteamericanos pagan la impartición de talleres que enseñan a la policía y a los militares que el Islam es una religión malvada que se propone destruir Estados Unidos, y que por lo tanto debe ser destruida antes. De nuevo, es el conflicto de la civilización contra los salvajes.

G. Kennan advirtió al gobierno que conceptualizar el comunismo como un monolito era un enorme error de juicio, pero como el maniqueísmo necesita figuras de cartón, los presidentes de EU no hicieron caso. Algo similar  ocurre hoy con el Islam”.

(Esto, horroroso, sigue después.)

Una nación peligrosa

(Al Dr. Octavio Medina, que me proporcionó el material.)

Los Estados Unidos, gendarme mundial. En la era moderna primero fue Corea, después Vietnam, muchos otros países de aquí y allá invadidos por los marines, y ahora mismo Irak, Afganistán, Siria, Ucrania, Venezuela. ¿De dónde  esa vocación belicista? Sí, la industria de la guerra, una de las principales industrias del vecino imperial. ¿Pero la raíz de tan desaforado belicismo? No en estudios del norteamericano  Noam Chomsky, sino en su  paisano Morris Berman, catedrático, historiador y crítico social. Mis valedores: leí al analista,  y ahora creo entender, más allá de Chomsky y de Michael Moore, el afán que lleva al Pentágono a pisotear países débiles, donde el triunfo llevará semanas. Cisjordania, El Líbano,  Granada, ejemplo paradigmático.

¿Por qué esa compulsión bélica del Pentágono? Categórico, Berman:

«Tomo prestado un concepto de Hegel, el de ‘identidad negativa’ . Hegel no utiliza ‘negativa´ en el sentido de ‘mala’; más bien se refería a ‘reactiva’. La identidad negativa, dijo Hegel, es aquella que se construye por oposición a algo o a alguien. Permite desarrollar fronteras del ego muy sólidas, siempre en conflicto con el enemigo; pero como se forma por oposición, en realidad no tiene ningún contenido. Como resultado, aparenta ser fuerte, pero en realidad es débil, porque su propia definición está totalmente supeditada a una relación con algo más. ¿Qué sería un amo, pregunta Hegel, sin el esclavo? Eliminamos al esclavo y el amo no tiene nada más que lo defina.

Mi argumento es que este concepto de identidad negativa se aplica con especial precisión a Estados Unidos y a la historia del continente americano. En sus diversas formas, la oposición fungió para los colonos como una estrella polar narrativa que les permitió dotar de sentido a sus vidas. Como demuestra contundentemente Bercovitch, era una narrativa religiosa, así que no pasó mucho tiempo para que se volviera maniquea, una narrativa donde el enemigo, quienquiera que fuera, era el más malvado entre los malvados. El blanco de ese odio autocomplaciente ha ido cambiando con el tiempo pero la forma, su estructura de oposición maniquea, ha permanecido igual. Así que los indios americanos desde el principio fueron vistos como simples salvajes que obstaculizaban la ‘civilización’, y fueron tratados en consecuencia. Cada día de acción de gracias, los norteamericanos se sientan a la mesa a disfrutar de un pavo para celebrar el genocidio y cuasi extinción de toda una población indígena. La Guerra de la Independencia de Estados Unidos trajo consigo el siguiente blanco, los británicos, aunque en realidad ya estaban en la mira desde que los primeros colonos partieron rumbo a América, a partir de 1620. En la visión de los colonos, Gran Bretaña era decadente y corrupta, jerárquica y orgánica, en tanto          que nosotros -ciudadanos de la futura Estados Unidos de Norteamérica– éramos esencialmente no británicos, no europeos, sino más bien republicanos, es decir, antimonárquicos. En los  libros de historia americanos casi nunca se discute el terror y la brutalidad con que fueron tratados los realistas, aquellos americanos que no se plegaron a esta visión en blanco y negro, pero aun así existen ciertos registros: se les intimidaba constantemente, los bañaban en alquitrán y los cubrían con plumas, se les confiscaban e incendiaban sus propiedades, se les echaba de sus casas y a menudo se les asesinaba por ser ‘traidores’.

Por cuanto a la guerra con México… (Mañana.)

Quijada profunda

Aquí termina, mis valedores, la crónica de mi fracaso en el intento suicida de volver a una sala de cine después de que unas quijadas en hervor me expulsaron del mágico recinto. Los cambios que advertí tras una década de ausencia:

Los asistentes: ya no la plebe que morralla en mano devastaba la dulcería: paletas, pepitas, muéganos, sorbetes, palomitas de maíz. Eran ahora billetes los que adquirían la obligada provisión de popcorn, refrescos de cola, chocolatines de importación. Se me encogieron. Por eso, por no convivir con la plaga de los traga-guzgueras  había desertado del cine, mi gran amor…

Y un cambio más: en la nueva sala de cine ya no el ruidajo de los comentarios con acento de arrabal, sino el ruidajo con sonsonete de pirrurris. ¡Y de repente el celular! ¡Un enjambre de celulares en brama!

“Les apagas la tele, les das su merienda y que no se duerman sin llevarlos a hacer. Si llega el señor le dices que yo, con una amiguita…”

Por fin. Se oscurece la sala y enmudece el ponchis-ponchis importado de nuestra metrópoli gringa. En la pantalla, y qué fidelidad de imágenes, la chorrera de anuncios comerciales que,  pregonados a 10 mil decibeles durante hora y media, protesta cual ninguna provocaron en los traga-guzgueras. La sala tornó al silencio. En la sala se escuchaba tan sólo, como preludio de tormenta, el rumor de quijadas que remuelen, lenguas que chupan, gañotes que eructan,  Traté de recular. Mi adulterina me oprimió la mano: valor, compañero…

Ya con el mundo en plena oscuridad se oscureció mi ánimo con la reventazón del drama, la explosión de la tragedia adulterina, las rasgaduras del triángulo pasional. Ella, la adúltera, aquella forma de sufrir casi tanto como el amante que dentro de un momento se va a suicidar, y con ellos yo a padecer tanto o más que la casadita infiel que por aquel tiempo me concedía sus favores de intimidad. Por entrar en el mundo mágico del arte trataba yo de salir del mundo ramplón de las  quijadas en hervor. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remolían pistaches y eructaban aguas negras. Mis valedores:

¿Cómo se puede alimentar con el arte el espíritu y al propio tiempo la tripa con palomitas? En mi nuca rugía la molienda de papitas, gansitos y chocolatines de importación, cuando en mero enfrente se vivía la pasión y los quebrantamientos del triángulo pasional. Mi ajena compañera, por darme valor, me oprimía la diestra y, tal si tratase de amenguarle temblorina y sudoración, se la colocaba aquí, allá, acullá, sudorosas también, y también angustiada.

Noche de la tragedia pasional. En la pequeña y apartada cafetería noruega donde los amantes tuvieron su postrera entrevista, una mesita con florero, tazas de  café, cenicero, unas galletas y esos rostros de ansiedad que proyectan el drama del rompimiento inminente y suicidio del tercero en el drama pasional. Ahí, rostros desencajados, unas bocas que en un susurro pronuncian las frases definitivas. Yo, mis húmedas manos  aferradas a las coderas, me atraganto de emoción, ¡y fue entonces!

¡Entonces fue! La frase de aquella voz femenina que en su tono traslucía el mismo estado de  ánimo que le hubiese provocado La pulquería, del Güero Castro me estalló en el cogote:

– Mira, viejo, ¿te fijas?  ¡Galletas marías!

Magia, tensión, emoción, angustia; todo se me chorreó, todo se lo llevaron las galletas marías. ¡Niña, escapémonos!

Huimos. Juré que cine nunca más. No en el tenga que resistir chicotazos de  zafiedad, mediocridad, insensibilidad, popcorn, aguas negras, chocolatines. (Vale.)

Las chinampinas del coloniaje

Noche verde, blanca y roja” en Los Angeles constituye el “mexican moment” con la estatuilla de un Oscar que porta en la testa el esperpento de un sombrero charro a la medida del turismo extranjero. Planas y planas, las primeras planas, que en su griterío proclaman una mentalidad colonial que deja sobre mi mesa de trabajo un charco de espesa cursilería. “¡Viva México, cuarones!” Mis valedores: es México.

Pero ya lo jura el dicharajo, y él sabrá por qué: “Cuando Dios da, da a manos llenas”. Según la nota del pasado lunes, el cine mexicano será protagonista en un festival francés. “En los Encuentros cinematográficos de la localidad francesa de Pézenas se rendirá un homenaje al cine mexicano de todos los tiempos, de la época de oro a la contemporánea, con la exhibición de seis cortos y 25 de sus mejores largometrajes”.

Lo dicho: cuando Dios da… ¡Viva México, cuarones!

En fin. El cine mexicano, mis valedores. Amo el cine tanto como amo el teatro,  y es por ello que no asisto al teatro ni a la sala de cine. Al teatro, porque al actor que más grita y  gesticula le dan el premio al mejor actor; al cine, porque sólo me decidiría si exhibieran una buena película, y por tratar de penetrar en ese mágico mundo intentaría salir del mundo ramplón de las  quijadas a todo moler, remoler. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remuelen pistaches o sus similares en tanto que por arriba y abajo eructan aguas negras o lo que pueda ser. No. A la sala de cine nunca más. Permítanme que les cuente mi último fracaso.

Fue hace algunos ayeres cuando tras una ausencia de lustros retorné a una sala de cine porque la mujer que me concedía la gracia de su amor e intimidad me pidió que viéramos aquella cinta que de alguna manera reflejaba nuestra situación conflictiva del triángulo amoroso y el drama pasional. “Quien tú sabes salió de viaje, ¿vamos?”

Fuimos. Con la esperanza de que en este país y en la década en que permanecí ausente el concepto de salón cinematográfico hubiese cambiado decidí regresar, y así comenzó mi regreso: yo, el ánimo encogido a la pesadilla de la manifestación  popular, con la sota moza salí de la casa con tres horas de anticipación, y sí, tránsito embotellado, desvío de vehículos, bloqueos y cierre parcial de avenidas. Abandonamos el volks (los compas taxistas conocen de atajos y contraflujos) y tomamos el ecológico. Y a emocionarnos y sufrir con el triángulo pasional…

Pues sí, a sufrir. A la hora de la tarde en que los profesionales de la “táctica triunfadora” (“¡este-puño-síse-ve!”) coparon el taxi, y porque no me coparan a mí, la “o” convertida en “a”, con la sota moza me bajé del transporte y a trotar para llegar a tiempo, o del triángulo pasional alcanzamos el puro triángulo. Rayando el penco llegamos a la taquilla y menos mal: no tuve que dárselas al “valet parking” (así, a lo pocho), me refiero a las llaves del volks. Y que entramos a la sala y que se produce en mí la primera sorpresa en el cambio del viejo concepto de cine que me había forzado a huir de las salas…

Un cambio radical, porque ahora ya no entré al clásico galerón de la planta baja, el primer piso y la gayola, sino a la salita íntima, lujosa, confortable. Aquí ya no desleídas cortinas de rojo terciopelo que como preludio a la  exhibición de la cinta se remecen a los embates de La Boa y  El Orangután y a los efluvios del urinario, sino un cortinaje flamante que se convulsiona al estrépito del ponchis-ponchis importado de nuestra metrópoli.

(Mañana el final.)

Del esperpento

Marihuana, Chapo Guzmán, apoyo a Peña: Vicente Fox. El inventor de la esperpèntica “pareja presidencial” da muestras de no resignarse al sitio que le corresponde en el desván de la Historia. Fácil de lengua y pronto de hìgados, sigue adelante con un protagonismo que lo lleva a ventosear saliva negra contra la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de un Hugo Chàvez al que, afirma, frenò en su propòsito de colocar a Lòpez Obrador en Los Pinos, Dios lo haya perdonado (no al difunto, no al tabasqueño; a ese Fox que hoy mismo se infama al tratar la empresa imposible de infamar de chupacabras a  Cuba y ordenar a los cubanos que no anden limosneando dinero y se pongan a trabajar.) Se trata del desmesurado que ante càmaras y mocròfonos se atreviò con la aberración:

– Yo, como presidente, aventajè a todos mis antecesores. En cuanto a reformas me llevè de calle a Làzaro Càrdenas y, sobre todo, al sobrevalorado Benito Juàrez.

El protagonismo del delirante tiene cuerda suficiente para manifestarse a favor de la legalización de la marihuana, aunque ahora es ubicado en el corazòn de las suspicacias con la fuga y reaprehensión del Chapo  Guzmán,. Ah, los misterios del ser humano…

Misterios, dije a ustedes ayer,  porque me causó repugnancia comprobar que un Roberto Gómez Bolaños, personaje del cine y la televisión que en las fotos se advierte sin problemas económicos, se culimpinó hace algunos ayeres ante un Fox que no mereció los conceptos elogiosos del adulón. Qué tenacidad lo impulsaba a expresar un ditirambo de ese tamaño al que como gerente de las aguas negras fue buen servidor del jefe gringo, pero que ya al posar sus dos reales en el sillón de Los Pinos mostrò el desacierto a la hora de gobernar.

A Fox y en su momento lo elogiaron los intelectuales orgánicos, pero eso es lo natural y el natural de los cortesanos a los que a punta de privilegios y becas del FONCA fuerzan a culimpinarse ante el de Los Pinos. ¿Pero el adulador de marras, que ni beca tendría y que estaba muy lejos de necesitarla?

Del “Chavo del 8”  observo en la foto su aspecto para mí repugnantón: viejo, y más que viejo, envejecido. Del espíritu, sobre todo, según el copal que a su hora quemó ante el santo de las aguas negras. Observo al labioso:  grueso de vientre y ñengo de zancas, en su ejercicio de servilismo aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara que captó su efigie de servil, y antes de ventosear el cliché del “granito de arena” sus dedos dibujan  la “Ve de la victoria” mientras sentado a dos nalgas mira la cámara a lo desfachatado para luego  ventosear unos desatinos que me produjeron la pestilencia de un flato muchas horas atorado en el grueso. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les causan las declaraciones que Gómez Bolaños dedicò a Fox? Los conceptos del “Chavo”:

“Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con un granito de arena a la campaña del mejor Presidente de México en los últimos cien años”.

Esto en alusión a Fox. ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡Los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado la historia de este país? Porque en su boca lambiscona Fox nos resultó mejor estadista que Juàrez y Cárdenas; un Fox cuya gestión presidencial sufre desmedro ante la del Nopalito Ortiz Rubio. ¿Esto lo  sabrà el Chavo?

Años màs tarde, a lo reincidente: “Refuerza Chespirito las campañas de Calderón y el camaleónico Sodi”.

Ah, los serviles. Ah, vocecita mensa, fingida, la del lambiscón. (Tràgico.)

¿Infancia es destino?

Corazón del barrio bajo, vivienda de vecindad. Hambre, incuria, abandono, promiscuidad. Yo, que visité la vivienda 32, junto a los lavaderos, aquella corazonada. No fue más que eso, un presentimiento, pero ya desde entonces supe que el adolescente que habitaba en el cuchitril del segundo patio se iba a malear. No lo consideraban así los vecinos, que lo tenían por un idiota perfecto, si en la idiotez existe la perfección. Lo recuerdo.

Yo lo venía observando desde hacía algunas décadas y me concretaba a menearla, me refiero a la testa: “ese desdichado va a terminar mal: en secuestrador, narcotraficante, policía, colaboracionista del neo-panismo o tantito peor, de la falsa nueva izquierda”. Me estremecía.

No me equivoqué, lástima. Peor de lo que temía resultó ahora que  ya es un viejo entrado en años, kilos, decrepitud, flacidez, desvergüenza, impudor; uno que ni la gracia ha mostrado de envejecer con dignidad, lástima.

¿Culparlo de su actual degradación? No soy tan drástico, tan radical, si analizo cómo ha transcurrido la vida del infeliz, de la cual es la hechura lógica, y su degeneración un resultado previsible. Porque vamos a ver: su vida de adolescente: un cuarto de vecindad. Desamparo. Orfandad descobijada de un padre, una madre o algún familiar que viera por él en materia de afecto, ternura, amor, guía, consejo. Nada. Valimiento de padres no conoció, pero sí, en cambio, el propio rostro desencajado de hambre y necesidad, y aquellos amaneceres del fogón apagado, y aquellas noches del estómago vacío, y el jergón inhóspito frente a cualquier amago de sueño sin sueños…

Suyos fueron la soledad, la desesperanza, la falta de un futuro, de una esperanza, así fuese en cuarto menguante. Como animalito mostrenco transcurrieron sus años primeros en aquella vecindad, en la vecindad de seres tan negativos (por zafios, agresivos, egoístas) que más acentuaron los tintes oscuros de su existencia de solitario. Porque esos fueron los habitantes de la vecindad: palurdos todos, agresivos por insensibilidad, síntesis de la mediocridad, la incomprensión y la incapacidad de valimiento. Con los tales convivió a todas horas, y de todos recibió sólo violencia, rechazo, burletas y zafiedad. ¿No iba a terminar como terminó, en cortesano, servil, lambiscón? Pero no, que lo dice el filósofo: el hombre se prueba con el obstáculo, del cual sale aniquilado o robustecido. Cuestión de temple.

¿Qué llevó al de marras a envilecerse de viejo, ya cuando el humano se pone a reflexionar en asuntos del espíritu, en la trascendencia y la Gran Interrogante? ¿Sería esa educación deficiente que impartía un profesor incapaz? ¿Los condiscípulos, cabezas de piedra que rechazaban todo lo que oliese a instrucción, guía, principios morales y de cualquier otra índole? ¿Serían los tantísimos golpes en la cabeza que le asestaba un vecino  tan pequeñajo como ruin y sobrón? ¿Tantos golpes me lo atontaron? ¿La falta de alimento, la sobra de soledad? ¿El desamparo? ¿El haberse criado como falderillo sin dueño, al que cualquiera se cree con derecho a propinar puntapiés? ¿Una absoluta carencia de valores, de principios, de convicciones? Su orfandad, ¿también en el plano de la ciencia política? Su destreza para culimpinarse y besar los zancajos del de más arriba, ¿resultado de su patética niñez? Misterio. El indigente de ayer es hoy el ahijado de la fama, el dinero, la posición social. ¿Qué necesidad tenía ese macilento Chavo del 8, Gómez Bolaños, de arrastrarse y lamer las botas de Fox?

(Más serviles a Fox,  mañana.)

Mejor, imposible

Conócete a ti mismo,  aconsejaba el oráculo de Delfos, exhortación que Sócrates tomó como su divisa. Generalizando, mis valedores,  ¿se conoce el mexicano? Porque él conoce o cree conocer a los políticos en el candelero,  y la vida se pasa renegando y derramando bilis negra contra esos que maceran el país con leñazos de corrupción lucrativa e impune, ¿pero él nunca ha caído en la corrupción? ¿Rige a valores sus actos, a principios, a moralidad? ¿Cómo imagina ser y como, según analistas, lo definen sus hechos? Carente de autocrítica, pero excedido de autocomplacencia, ¿recurre a la máscara que oculte ese rostro de simulador,  de  Tartufo?

Para mirarnos en ese espejo y conocernos, reconocernos: según encuesta reciente, el mexicano se tiene por muy sociable, muy fácil de tratar, que cae bien a todo el mundo y se considera a sí mismo una persona bromista,  relajienta, planeadora, amigable, simpática, traviesa y amable. Todos los que contestaron la encuesta de marras no dudaron en calificarse de ordenados, responsables, acomedidos, atentos, trabajadores, limpios, estrictos, obedientes, activos y buenos. Perfecto.

Por cuanto al área afectiva: se dijeron románticos, sentimentales y cariñosos, como también respetuosos, leales, sinceros y compartidos en factores ético-morales. Mejor, imposible.

Edificante, sí, pero aquí  la investigación psicológica universitaria: La brecha entre lo que el mexicano cree que es y lo que es resulta muy ancha El mexicano es flojo, macho, conformista, alegre, irresponsable, tradicionalista, fiestero, dejado, solidario, pasivo, impuntual, mediocre y borracho. El mexicano es un individuo incapaz de cumplir con sus responsabilidades, que no hace bien las cosas, que no toma decisiones propias,  que vive de ilusiones, que no confía en sí mismo, no controla sus emociones y es borracho, mujeriego y jugador. Pero el mexicano real también resulta ser afectivo, amigable, cariñoso, que disfruta de la vida, es inteligente y productivo, con una vida fundamentada en la fe y en sus tradiciones.

De la religiosidad del mexicano la opinión de los obispos Felipe  Arizmendi y  el difunto   Genaro Alamilla: Un analfabeta religioso. Es muy doloroso reconocerlo, pero la Iglesia Católica debe admitir que se ha olvidado de orientar a los feligreses sobre el verdadero sentido del cristianismo. En vez de impartir adecuadamente la doctrina sólo ha privilegiado el culto. La Iglesia no ha ejercido la capacidad de enseñar adecuadamente la doctrina católica porque ha preferido dedicarse sólo al culto, provocando con ello que México sea una nación de analfabetismo religioso. De nada sirve que haya muchas misas, rosarios, sermones, imágenes de santos y procesiones, si el pueblo no conoce el significado de la cristiandad, y no respeta los  diez mandamientos.

Los mexicanos viven su vida con una gran ausencia de Dios. Se preocupan por las vacaciones, las fiestas, la diversión, pero no van a la iglesia, no se confiesan ni comulgan, no participan en las celebraciones ni leen la Biblia, no corrigen sus malas costumbres, y al terminar las conmemoraciones religiosas su vida sigue igual o peor. Por no invocar a nuestro Señor y por desobedecer sus mandatos muchos se hunden en el precipicio. Muchos, ya marchita su esperanza, nada esperan de su vida, su familia, los partidos, la autoridad y hasta de Dios. Por ello se desenfrenan en vicios y orgías  tratando de ahogar de alguna forma su vacío interior.

El mexicano. (Dios…)

Por cuanto a la bandera…

La independencia de México, mis valedores. Oficialmente el  país logró su independencia un 27 de septiembre de 1821 como resultado de la Conjura de la Profesa, que instrumentó el canónigo Matías Monteagudo   por miedo a que la nueva vigencia de la Constitución española de 1812 pudiese arrebatar sus privilegios  al alto clero, los militares y los terratenientes de México. El militar realista Agustín de Iturbide sería la aportación de cierta sota moza de nombre Ignacia, una Guera Rodríguez  amante del militar, si le creemos a don Artemio de Valle-Arizpe, ese juguetón que suele aportar la nota  picaresca a la historia de México.

En fin, que semejante conjura iba a provocar el Plan de Iguala (que todo cambie para que todo siga igual, como afirmó el siciliano) y aportar a modo de símbolo patrio  un lienzo que el 24 de febrero de 1821 dividió en dos épocas la historia del país. Ese lienzo, en manos del sastre José Magdaleno Ocampo, iba a nacer bandera nacional con sus tres franjas diagonales y otros tantos colores: blanco el de arriba, símbolo de religión, de unidad el rojo y de independencia el de  la base. El México independiente izó a toda asta su flamante bandera tricolor. Y a propósito, mis valedores:

¿Son estos los colores que más nos cuadran por idiosincrasia y raíz, mito y leyenda, historia y tradición? Al teñir de verde, blanco y rojo nuestra bandera, ¿conocería Iturbide cierto episodio de la mitología indígena y los colores que ahí se citan, y que tal vez deberían haberse tomado en cuenta a la hora de confeccionar la bandera? Aquí, en lengua de Castilla,  el raigón de la raíz primigenia de nuestra raíz indígena (la otra es de conquistador):

“Por la noche, en sueños, el dios les dijo (…) Recordad que mandé matar a Cópil, y os mandé sacarle el corazón y arrojarlo en esta laguna. Sabed que el corazón cayó en una roca, y del corazón brotó el nopal. Es tan grande y hermoso que en él mora un águila (…) A ese lugar le nombro Tenochtitlan”.

“Ya van juntos Axolohua y Cuauhcóhuatl y encuentran el nopal salvaje. En él estaba erguida un águila. Dice Cuauhtóhuatl: el agua es  cual tinta azul. Entonces Axolohua y él se sumergieron. Este regresa y va a decir a sus hermanos: allá quedó muerto Axolohua.

Pero al día siguiente fue saliendo Axolohua y dijo a sus hermanos: He hablado con el dios Tláhuac, pues él me llamó para decirme: Ya que mi Señor Huitzilopochtli ha llegado hasta acá, aquí será su casa, aquí será amado, y juntos viviremos en esta tierra.

“Ya van a ver el nopal salvaje, y hallaron la fuente que el día anterior habían visto. Y vieron que el agua que el día anterior era clara, ahora brotaba muy bermeja, tan roja como sangre, y se dividía en dos arroyos, y del segundo salía el agua azul. Y vieron el nopal, y el águila estaba con las alas extendidas hacia los rayos del sol (…) Cuando le vieron, rindieron la cabeza como ante cosa divina, y el águila también se inclinaba ante ellos, y comenzaron a llorar de alegría, dieron gracias a su dios”.

Ahí, en el mito meshica, los colores rojo y azul.  Pero otros vinieron a ser los tintes de una bandera elegida hace años  en España como la más bella entre todas las de los países afiliados a la ONU. Yo, suspicaz, pregunté si para ver tan bella a la mexicana no le añadieron el trazo de un barril petrolero. En fin.

Tal es la bandera de un país soberano e independiente, tal como lo afirmó alguno de los policías yanquis que luego de capturar al Chapo Guzmán  lo entregaron a las autoridades de México. (Mi país.)

Bantú

Del amor y sus achaques hablé a ustedes ayer, y que más allá del personal que labora en la zona, afirma el reportaje de Teresa Montaño,  muy pocos conocen el amor de Arila, que no soporta ver a Cándido cerca de otras “hembras”, que arremete contra las intrusas y les lanza piedras o lo que tenga a la mano. Si  él se ausenta Arila deja de comer.

Y lo que ella no encontró en Bantú lo fue a encontrar en Cándido, ¡su cuidador.  Antes, cuando ella y Bantú  andaban de luna de miel, les envié el recado en el que les recomendaba:

En público no besuqueos ni arrumacos, que tal exhibicionismo pudiese escandalizar a sus vecinos de jaula. ¿Que algunos les sonríen, complacientes? No irse con el engaño: hienas son, y chacales. Ya que dejen ustedes de ser novedad del zoológico van a conocer la reacción del zorrillo.

Su permanencia en Chapultepec no va a pasar de 6 años. Ya después, el olvido, si les va bien. Pregunten, si no, por el panda Pepe-Pepe, la panda Ying-Ying, y un o una Tohuí, que a su hora fueron en el zoológico los consentidos, para después ir al dar a donde también ustedes, tal vez: al desván de la Historia.

Que una conducta indigna no les abolle su prestigio y el único capital que nos llevamos a la tumba: la fama pública. Ante los medios de acondicionamiento social cuidado, mucha precaución. No ir a caer en su cursilería cuando aludan a ustedes dos. ¿No desde ahora, por halagarlos, ventosean sacarinas tales como “el novio”, “la novia” y “el nidito de amor”? Detrás del afecto fingido se esconde lo que leo en el pie de foto:

La mercadotecnia no pierde tiempo y ya se venden los recuerdos de Arila.

Pariente Bantú: ¿es usted corazón bandolero? ¿Rijoso de natural, sangre caliente? ¿Como valentón de pulcata le repapalotean los sesos (los esos) por provocar la pendencia siempre y cuando se sienta seguro detrás de las rejas?  Cuidado, que ese zoológico está plagado de malos bichos: culebras, tarántulas, tepocatas y víboras prietas. ¿Muy dado a los cascabeles? Los del zoológico son de víboras, y esas no gastan el valor en bravatas;  tiznan; pregunte, si no, a la otra pareja de primates que fueron vecinos de ustedes durante 6 años. Cuidado con las otras fieras. No retar a leones, tigres y uno que otro dinosaurio político.  ¿O quiere que me lo atiborren de Prozac?

Por cuanto a usted, joven Arila: logró jaula en Chapultepec, pero perder la cabeza. Un ramalazo de suerte la sacó de su oscuro rincón de Zamora (de Zacango, perdón)  donde sin pena ni gloria transcurría su honesta mediocridad. No aparentar, no  derrochar en lujos ni extravagancias. Usted, aunque se vista de seda, gorila se queda. Sea siempre lo que siempre ha sido, no vaya a ser que al modo de Midas enseñe la oreja de burro. No exhiba su mediocridad de tal suerte (mala para todos) que desde su insignificancia y por un inconsciente afán de autoafirmación reclame para sí, a lo protagónico y sin merecimiento ninguno, la luz de las candilejas de costra a costra y de frontera a frontera.

No olvidar la bíblica sentencia: “Nadie puede añadir a su estatura un codo”. Usted, por lo mismo, nada de oropeles ni perifollos ni gastos desmesurados. Abrigo de piel es piel de contribuyente, que dijo aquél. Que los años de zoológico no nos salgan costando un hovo de la cara. Vive usted en un pueblo pobre, cada día más empobrecido por Arilas como usted, un pueblo que tiene que financiar el zoológico nacional. Un su detalle, Arila,  me tranquiliza: ¡que a  Chapultepec llega sin hijos Bribiesca! Es cuanto. (Y la paz.)

El arte de amar

Arila, mis valedores, ¿la conocen ustedes? La nota trae como fecha el 14 de febrero, día prostituido hasta la náusea por los comerciantes, que así manipulan entre la mediocridad los sentimientos del amor y la amistad. Para variar, la noticia se publica el día en que es obligado para los cándidos caer en el consumismo y comprar el regalito de acuerdo al sentimiento que se le desea testimoniar a la pareja. La nota del pasado viernes, día de las compras masivas, habla del mutuo amor entre Arila y Cándido.

Cuando Cándido Corona, 50 años de edad, se a de vacaciones, Arila sufre como novia abandonada, de modo tal que se le va el apetito y se torna malhumorada. Cuando Cándido regresa, Arila muestra resentimiento, pero al final busca su mirada…”

Hermoso, ¿no les parece? Cándido con 50 años encima y Arila  con sólo 30 de su edad. No importa. Tampoco  importa que uno de buena edad y de nombre Bantú la haya pretendido sin conseguir los amores de Arila, ni  el pequeño detalle de que ella sea un chimpancé hembra y Cándido su cuidador. Se quieren, se entienden, comparten, al igual que ustedes y yo, el 98 por ciento de la genética. Recuerdo cuando anduvieron, ella y Bantú, en plena luna de miel. A todos ustedes pregunté por aquel entonces, y les pregunto una vez más:

¿Conocen ustedes la luna de miel? ¿Todavía la recuerdan? De mí sé decir, entre dos suspiros: qué tiempos aquellos. No lloro, nomás me acuerdo. Porque ya no lloras es bueno,  jura el cantar…

Mi luna de miel transcurrió en Acapulco, original que soy. Qué distinta a la de cierta pareja de recién casados a los que profeso un afecto muy especial porque somos de la misma sangre ellos, ustedes y yo, y menos distantes en el árbol genealógico de lo que muchos suponen o aceptan reconocer. “En 1992 Arila enviudó de un macho con el que apenas comenzaba a tomar confianza. Luego fue trasladada al zoológico de Chapultepec para intentar acoplarla con Bantú, otro ejemplar de su especie. Pero nada pudo, porque le inspiraba y le rehuía. Cándido viajó a la ciudad de México para estar cerca de Arila y tratar de tranquilizarla”. Años antes hablé del tema:

La nueva pareja va a pasar su luna de miel no a la orilla del mar, sino en el vivo corazón de Chapultepec. En el zoológico. Claro, sí, por supuesto, se trata de la pareja de gorilas que forman Arila y Bantú, que se preparan para procrear familia. Yo, que en amores y desamores, tiempos de amor y destiempos, y pasión y olvido, puedo tener un poco más de experiencia que la flamante pareja, aquí le mando dos o tres recomendaciones que de algo pudiesen servirles.

Apreciables parientes Arila y Bantú:

¿Ya en pleno amor? ¿En el proceso de enamoramiento, tal vez? Que el entusiasmo compartido no me los vaya a marear y hacerlos perder la vertical mas que cuando el instinto los coloque en posición horizontal, y entonces aprovecharla con todo: nervios, mente, riñones, corazón y hasta duodeno, si les provoca. Pero, mis apreciados parientes, mucho cuidado. Que la dulce embriaguez del amor no se les torne indecorosa borrachera. Que no me los obnubile hasta el punto de que extravíen dignidad y decoro, y tornen su sentimiento alarde, exhibición y espectáculo para la gayola. Que el amor, de primates, no me los vaya a convertir en humanos. Cuidado, mucho cuidado…

No irse a contagiar del comportamiento de algunos de sus vecinos. Recato. Que su intimidad ande en boca de ustedes, pero no en boca de todos. En público no besuqueos ni arrumacos sacarinosos. Que esos alardes… (Esos siguen mañana.)