Tierra de machos

El rito una vez más, mis valedores. De nueva cuenta la ceremonia y la celebración. El sábado anterior, 8 de marzo, fue dedicado íntegramente a homenajear a la mujer. Todo un día. Dos en un año, si le agregamos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra puntualmente cada 24 de noviembre, un par de títulos imponentes que escribimos con iniciales mayúsculas. Y ya. Nuestra mala conciencia de machos no precisa más. Ya los restantes 364 días del año, 365 de ser bisiesto, podremos regresar a la sañuda realidad de cada día y ejecutar sin trabas nuestra conducta de machos muy machos, que es decir de violentos, de sádicos, de dominantes y  discriminadores de la mujer que más a la mano tenemos. Atroz.

Y cuántos de estos machos se ubican en el Sistema de poder y en las denominadas Organizaciones no gubernamentales, esas ONGes integradas por un solo individuo en la mayoría de los casos, “activista”, como gusta calificarse, sospechosamente cercano al gobernante. Alejandro Martí, la Sra. de Wallace y algunos más. “Activistas”…

Los tales se han arrogado de forma arbitraria la tarea de exigir una y otra vez al Sistema y recitar leyes y reglamentos que, inscritos en el catálogo de buenas intenciones, garantizan todos y cada uno de los derechos de la mujer. Los garantizan en el papel en el que están redactados, y no más. Es México.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a propósito, estipula que esa violencia de género “Es todo acto de agresión basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción y la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”, con esa sintaxis la traducción. Pero en fin, que leyes y reglamentos no le han de faltar a la víctima del agresor.

Así pues, mis valedores,  en su denominado Día Internacional de la Mujer, la mala conciencia de nuestro machismo se volcó en el consabido catálogo de elogios y embusteros propósitos de enmienda para una compañera a la que vivimos vejando el resto del año. Y es como para preguntarse: ¿a quién pertenece, después de todo, el cuerpo de la mujer?

Porque si vamos a hablar de machismo: hace unos años la ciencia proporcionó a la mujer la píldora anticonceptiva, y la reacción de  Norberto Rivera, cardenal:

México no necesita una píldora que atenta contra la vida humana, un arma en manos de la gente para que maten a niños inocentes. No saquen leyes de la manga y las impongan al pueblo. Antes deberían dialogar con él.

Criterio contrapuesto el de Raúl Vera, obispo: “Por el debate sobre la píldora, la Iglesia distorsiona  su misión pastoral. Debemos aprender a exponer nuestros puntos de vista y a presentar argumentos de calidad, porque damos la impresión de que estamos imponiendo nuestras opiniones. Estas confusiones se crean por las deficiencias pastorales de la Iglesia ante una evangelización que no ha logrado penetrar en la conciencia para alimentar un clima de igualdad que acabe con la pobreza y las injusticias. Es una evangelización de barniz”.

Ciencia y dogma. Arquidiócesis de México: “La píldora de emergencia erige al gobierno y a sus autoridades de salud en jueces que deciden quiénes viven o quienes deben morir. Son verdugos que utilizando el dinero de los impuestos llevan a cabo un genocidio de inocentes”.

(Todo esto sigue después.)

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