El arte de amar

Arila, mis valedores, ¿la conocen ustedes? La nota trae como fecha el 14 de febrero, día prostituido hasta la náusea por los comerciantes, que así manipulan entre la mediocridad los sentimientos del amor y la amistad. Para variar, la noticia se publica el día en que es obligado para los cándidos caer en el consumismo y comprar el regalito de acuerdo al sentimiento que se le desea testimoniar a la pareja. La nota del pasado viernes, día de las compras masivas, habla del mutuo amor entre Arila y Cándido.

Cuando Cándido Corona, 50 años de edad, se a de vacaciones, Arila sufre como novia abandonada, de modo tal que se le va el apetito y se torna malhumorada. Cuando Cándido regresa, Arila muestra resentimiento, pero al final busca su mirada…”

Hermoso, ¿no les parece? Cándido con 50 años encima y Arila  con sólo 30 de su edad. No importa. Tampoco  importa que uno de buena edad y de nombre Bantú la haya pretendido sin conseguir los amores de Arila, ni  el pequeño detalle de que ella sea un chimpancé hembra y Cándido su cuidador. Se quieren, se entienden, comparten, al igual que ustedes y yo, el 98 por ciento de la genética. Recuerdo cuando anduvieron, ella y Bantú, en plena luna de miel. A todos ustedes pregunté por aquel entonces, y les pregunto una vez más:

¿Conocen ustedes la luna de miel? ¿Todavía la recuerdan? De mí sé decir, entre dos suspiros: qué tiempos aquellos. No lloro, nomás me acuerdo. Porque ya no lloras es bueno,  jura el cantar…

Mi luna de miel transcurrió en Acapulco, original que soy. Qué distinta a la de cierta pareja de recién casados a los que profeso un afecto muy especial porque somos de la misma sangre ellos, ustedes y yo, y menos distantes en el árbol genealógico de lo que muchos suponen o aceptan reconocer. “En 1992 Arila enviudó de un macho con el que apenas comenzaba a tomar confianza. Luego fue trasladada al zoológico de Chapultepec para intentar acoplarla con Bantú, otro ejemplar de su especie. Pero nada pudo, porque le inspiraba y le rehuía. Cándido viajó a la ciudad de México para estar cerca de Arila y tratar de tranquilizarla”. Años antes hablé del tema:

La nueva pareja va a pasar su luna de miel no a la orilla del mar, sino en el vivo corazón de Chapultepec. En el zoológico. Claro, sí, por supuesto, se trata de la pareja de gorilas que forman Arila y Bantú, que se preparan para procrear familia. Yo, que en amores y desamores, tiempos de amor y destiempos, y pasión y olvido, puedo tener un poco más de experiencia que la flamante pareja, aquí le mando dos o tres recomendaciones que de algo pudiesen servirles.

Apreciables parientes Arila y Bantú:

¿Ya en pleno amor? ¿En el proceso de enamoramiento, tal vez? Que el entusiasmo compartido no me los vaya a marear y hacerlos perder la vertical mas que cuando el instinto los coloque en posición horizontal, y entonces aprovecharla con todo: nervios, mente, riñones, corazón y hasta duodeno, si les provoca. Pero, mis apreciados parientes, mucho cuidado. Que la dulce embriaguez del amor no se les torne indecorosa borrachera. Que no me los obnubile hasta el punto de que extravíen dignidad y decoro, y tornen su sentimiento alarde, exhibición y espectáculo para la gayola. Que el amor, de primates, no me los vaya a convertir en humanos. Cuidado, mucho cuidado…

No irse a contagiar del comportamiento de algunos de sus vecinos. Recato. Que su intimidad ande en boca de ustedes, pero no en boca de todos. En público no besuqueos ni arrumacos sacarinosos. Que esos alardes… (Esos siguen mañana.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *