Yo a usted le perdonaría

De corazón le perdonaría, señor. Le perdonaría no las siete veces que los judíos preguntaban, sino las setenta veces siete que les respondiera Jesús. Setenta veces siete le perdonaría todo el mal que nos causó a tantos, comenzando con el fraude descarado que sin merecerlo  fue a encaramarlo a Los Pinos. Yo le perdonaría que para llegar a los susodichos se valiera de toda clase de tretas, alguna de ellas más o menos legítima. Se lo perdonaría, señor…

Que se valiera de la elección de Estado, que empleara sumas exorbitantes para manipular aturdidos y arrancarles su voto; que aceptara la ayuda interesada y convenenciera del alto clero político y los grandes capitales nacionales y apartidas. Le perdonaría que hubiese manipulado padrón electoral e información privilegiada desde el Estado y con la ayuda de ese pariente suyo, el tal Hildebrando, libre todavía  hoy, y su delito en la más abyecta impunidad. Le perdonaría que siendo zurdo todo su sexenio haya sido el de una  nefasta política ultraderechista, pariente mostrenca  de Yunques, Norbertos Rivera, monjas y beatas del Verbo Encarnado, curas paidófilos,  legionarios de Cristo y cristeros tardíos. Todo esto de corazón le perdonaría, señor.

Le solaparía que sea su persona tan falta de personalidad  como sobrada de mediocridad. (Esa su voz, ese su aspecto, su estatura, que toda la ropa le queda grande, y su desgarbo al caminar, su cortedad al expresarse, su cortedad de miras, su frase maldecida del “haiga sido como haiga sido”. Todo eso, tan impropio ya no de un estadista, pero ni siquiera de un presidente del país. Vaya, ni siquiera de un buen gerente de la sucursal México de la matriz en Washington. Yo, mexicano de México,  le perdonaría incluso esa afición etílica que tanto le criticó su maestro Castillo Peraza, con el que tan ingrato se portó  usted. Lógico, que esa reacción es de pequeñajos, como de pequeñajo y mediocre fue el rodearse en su gabinete legal y ampliado de puros mediocres para que no lo opacaran. Para que nadie le hiciera sombra, señor.

Le perdonaría que tras de un proceso electoral turbio, dudoso y mostrenco, y una vez trepado en Los Pinos, su primera medida de gobierno haya sido correr a Washington y, buen continuador del modelo neoliberal, en una jerigonza que intentaba ser idioma inglés se haya puesto a las órdenes de su jefe nato, el genocida de la Casa Blanca, para aprontarle las dos, me refiero a las entidades mexicanas que más apetece el imperialista: PEMEX y la energía eléctrica. No logró dárselas porque se le atravesó Manlio Fabio con el resto del Congreso de la Unión. Tal modelo de entreguismo iba a perpetrarlo el priísta sucesor. Ah, México.

Yo le perdonaría que su gobierno nos  haya resultado tan lesivo para las universidades públicas de mi país, vale decir: para la educación, la investigación, la ciencia, la cultura en general. Le perdonaría que su gobierno se estrenara con un aumento promedio a los salarios mínimos de apenas un 3.9 por ciento, mientras que simultáneamente se encarecieron los productos de la canasta básica, incluyendo ese alimento esencial del mexicano que es la tortilla, que con todo y el sucesor (no lo dijo, pero también por el método del “haiga sido como haiga sido” se logró encaramar en Los Pinos. Ah…zcárraga y socios); con todo y el sucesor, digo de nuevo, mantiene a estas horas crispado el ánimo del fregadaje del país. Tortilla y canasta básica.

Yo le perdonaría que esta mañana el pobre del pobre vaya a tener que alimentarse con… (Sigo mañana.)

¿Un Tartufo más?

Años de mi vida pasé en el seminario, dije a ustedes el viernes pasado. Para recorrer el camino del sacerdocio tenía que resignarme a abjurar de los tres enemigos tradicionales del alma: demonio, mundo y carne.

¿Renunciar al mundo? ¿Pues qué,  nos habíamos emparentado? ¿Al demonio? ¿Cuándo habíamos tenido algo que ver yo y el tal? ¿Renunciar a la carne, y no para hacerme vegetariano sino casto per secula seculorom? ¿Renunciar a la niña que cargaba en mis sueños dormidos y en mis sueños despiertos, la que en mi mente seguía ofreciendo flores en un mes de mayo?

Y acá estoy. Dios y yo nos perdonamos mutuamente. Sólo ando en el mundo con el demonio adentro y la carne en sancocho. Ruda decisión la de traicionar el “llamado de Dios” y exponerme al castigo divino, pero suertudo que soy: en el seminario estudié dos disciplinas vitales: moral y gramática. En ésta aprendí a distinguir entre lo perfecto y lo que tan sólo es pluscuamperfecto, y en moral lo que a juicio de la conciencia es bueno o es malo,  sin más. Sin medias tintas, sin matices, sin justificaciones, y ya. Si bribón, no lo soy por ignorancia, y  a salvo mi libre albedrío. Con el diario vivir, el decidir a diario. Decidir mi vida en pareja, decidir que conmigo nunca iban a poder el licor, el tabaco, las grasas, los sebos, las aguas negras, la cooptación del Poder. Pues sí, pero ahora, de pronto…

Pienso y me cimbran los espeluznos: pasé por el seminario, vestí la sotana y como cura iba a intentar domeñar los naturales instintos de Madre Natura. Ya antes del seminario conocí el claustro donde me preparaban para monje capuchino, la flor y el espejo de los franciscanos más cercanos al Seráfico de Asis. Yo ahí, fanático de mis principios y convicciones, me cilicié y sometí a privaciones y disciplinas en verdad espartanas, hasta que mi sistema nervioso tronó y fui rescatado por un obispo que me internó en el seminario: juegos, estudio, canto, recreo; vida, pues. Pero bondadoso, comprensivo que fue Dios conmigo (o el hado, la moira, el azar), porque entre más lo pienso…

El horror: de haber llegado a los votos, ¿qué sería yo a estas horas, infeliz de mí? ¿Un cura que predicase el desprendimiento de los bienes terrenales mientras viviera la vida opulenta de Onésimo Cepeda? ¿Uno que proclamase al César lo suyo y a Dios etc., mientras anduviera de entrometido hasta la tonsura en la politiquería, como el pri-panista Norberto Rivera? O de plano y al derecho: amador irredento de la mujer y  oficiante de esa expresión máxima de la humana libertad que es la cultura del erotismo, ¿habría yo logrado domar a Madre Natura o me habría derrumbado a impulsos de una sexualidad sesgada, torcida, morbosa, en fin? ¿Habría yo tornado adúltera a “mi más efusiva penitente”, que dijo poeta? Semejantes transgresiones a la castidad, ¿me producían espeluznos en la conciencia, y viviría condenado en vida? Dios.

En el proceso de la salvación del ánima el buen cristiano suele iniciar, como Agustín el de Hipona, una vida de disipación y pecado, pero a tiempo de enderezar el rumbo. María Egipciaca comenzó trepando a todos los lechos de todos los libertinos y acabó trepándose a los altares. Pero yo, lástima, comencé por la sotana y la oración del Oficio Divino y puedo sufrir el riguroso destino que marca el dicharajo: “El que de santo resbala hasta el infierno no pára.”

¿Paidófilo yo? ¿Otro Marcial Maciel al que apapachara Juan Pablo II, que de beato tiene lo que yo de cura?  ¿Ese sería mi destino si me hubiese ordenado sacerdote? (Dios)

Carísimos

El destino del hombre, mis valedores. ¿Qué es el destino? ¿Una predestinación, que decían ciertos filósofos de la Antiguedad griega, con la Moira, Atropos, Cloto, y Laquesis vigilando la ruta del hombre desde que salía del vientre materno hasta que ingresaba al vientre de Gea, la madre tierra, madre universal? No, que el hombre modela su propio destino, por más que  basado en elementos previamente existentes, porque “yo soy yo y mi circunstancia”, que dijo aquél. Yo soy yo, mi circunstancia y mis decisiones, que en el uso de mi libertad con cargo a mi responsabilidad tuve y tengo que tomar desde que adquirí el discernimiento hasta el día de hoy. Acertadas unas y equivocadas las más, tales decisiones han hecho de mí el amasijo de elementos contradictorios que soy. Por vía de ejemplo va aquí la determinación que tuve que tomar en mis años muchachos y que iba a marcarme rumbos, estilos y formas de ser para toda la vida.

Payo pobre entre los pobres de aquel villorrio pobre, con mis ocho años sobre los lomos y en la diestra los cuadernos de primaria  deambulaba por mi barrio cuando en eso veo que se me acercan dos damas con aspecto de fuereñas y vestimenta monjil. Se frenaron, me miraron, me observaron, me abordaron, y ahí fue de las muchas preguntas sobre mis gustos, aficiones y devociones, para terminar con aquella noticia que me estalló con estrépito de bomba unipersonal:

Dios te requiere para su servicio.

¿Qué, quién, Dios? ¿Y yo a Dios para qué puedo servirle? Yo, enamoriscado de una que era la niña de mis ojos, ¿de cura? Ah, pero no de un curita de pueblo, cura miserito, sino de monje, ni más ni menos. Un monje capuchino, flor y espejo de la orden de Francisco de Asís. Yo, hacerle al monje…

Y que meditara si aceptaba el convite o me atrevía a rechazar a Dios. “Nosotras vamos al templo; al regreso nos comunicas tu decisión”. Que de ser afirmativa las llevase con TulaJuan para recabar su permiso. “La salida a México, la capital, mañana”.

En mis manos la decisión. Dios allá arriba, nomás mirándome. De mí,  sólo de mí, dependía que aguardase a las monjas o correr a refugiarme en la casa y cerrar la puerta, donde ni Dios me pudiese localizar. Y qué hacer,  Dios, qué decidir. Ahí me quedé estacado, amorcillado en el quicio de la puerta que daba al rastro municipal; y aquel escalofrío, y la boca reseca, y los calambres de mediodía para abajo (abajo del cinturón). Yo,  que nunca me había alejado tres leguas del caserío, ¿viajar a México? ¿Yo, hacerle al monje? ¿Qué desaforado animal me golpeaba los costillares? ¿Taquicardia?  Un impulso forzábame a huir y otro, cerrando los ojos, a pescarme de los tres pelos de la fortuna, y echarme a volar por encima de aquella vida arrastrada de niño pobre entre pobres y como pobre, discriminado, que esa costumbre es feroz en mis andurriales. Yo, los ojos pelones, me frotaba las manos, me las torcía y retorcía, y ya iniciaba la huida, y ya me lograba frenar, y esas ganas de desaguar, y esas… y el temor al retorno inminente de las monjas, sin menospreciar la de Dios. Cerré los ojos. Remaché los párpados…

Cuando los abrí ya andaba pisando Mixcoac, rumbo al sacerdocio. Terminar la primaria, iniciar estudios superiores, y que ahí se entremete la Moira y me plantea la decisión personal: ¿tenía yo vocación para sotana y bonete, o puro bonete de vocación? ¿Abjurar del demonio? Fácil. ¿Del mundo? Más fácil aún. ¿Dejar la carne, y no para hacerme vegetariano sino casto per secula seculorum? ¿Cómo? ¿Y estas glándulas que..? (El lunes.)

Pocos hombres quedamos

Y yo, dolorido y nostálgico, me tengo que rendir a la evidencia: ya no hay hombres en mi región. Y pensar que más antes, como allá decimos…

Cierro los ojos, en la añoranza contemplo mi tierra zacatecana, por aquel entonces ella tan nueva como yo mismo, que estrenaba mi primera juventud (hoy doy remate a la póstuma), y declaro a toda voz: aquellos hombres muy hombres que conocí en mis derrumbaderos zacatecanos, desde el hazañoso Pánfilo Natera hasta una Jovita Valdovinos, cristera de arriscada tradición, con el padre y los hermanos caídos a media serranía del Cañón de Juchipila mentado, la 30-30 en las manos y el Viva Cristo Rey en el último aliento. Bien haya los de corazón bandolero y redaños en su nidal…

De ahí le venía lo bragado a los valientes en la región: de la militancia cristera, con sus secuelas de odios, rencores y reconcomios, de modo tal que al valor de un sotol o un tequila salía en hervores la mala sangre por razón de la mujer, los linderos de la tierra o agravios que van heredándose de padres a hijos y familiares. Y quién que es no lo es con el arma en la diestra, fusca o puñal cachicuerno, de esos afamados de Jalpa, Zac. que ya deben tantos muertitos. Y qué familia que se respete no tiene un cristiano en el panteón, en la conciencia, en el recuerdo y los rezos del oficio de los fieles difuntos…

Dos calles paralelas tenía mi pueblo, y los bragados mantenían la sana costumbre: fusca en la diestra y en cuaco prieto retinto o alazán tostado, desde el arranque de ambas calles se venían uno por esta calle y el otro por la paralela, a pasito corto como sin prisa mayor,  rumbo a la plaza, donde ambas calles desembocaban. Los aldeanos, observando desde la puerta del zaguán, desde la ventana. Alguna estrujaba el escapulario. Animas del purgatorio…

Allá vienen los dos jinetes, y al llegar a la boca-calle ambos quedan al descubierto, y entonces se apuntan ya con la 45, ya con la 38 especial. Y a descargarla contra el rival en amores cuando no en odios mortales, y si la puntería andaba falla o era voluntad de Dios, ambos buscaban la próxima bocacalle, y llegaban a las cuatro esquinas, y vuelta a empezar. ¿Que resistían hasta llegar a la plaza? Ya ahí obstáculo ninguno les impedía el sano propósito de darse en la madre, a soltar toda la carga contra las carnes del aborrecido rival. Y uno cae, cuando no los dos, y aquí se acaban pasiones. Dios los haya perdonado. Los machos de mi región…

Pero no, mis valedores, no quedan hombres en mi querencia, donde yo conocí el sabor del miedo, uno que no me abandona, que conmigo se vino como mi segunda naturaleza. Me acuerdo.

Ocho, nueve años tenía de vida, con mi padre ausente, cuando yo, del barrio de arriba, me trencé en amigable discusión con uno del barrio de abajo e hijo del matancero del pueblo. La negra noche de mi mal en un callejón sombrío nos topamos, e intercambiamos razones él con un leño y con una piedra yo, a quien el pánico llevó a ganar la polémica y las manos tintas en sangre de mi rival. Y ahí la amenaza de muerte. Yo, de ahí en adelante, el miedo pánico.

Años después me atreví a salir, y ahora pronto lo supe: ya no hay hombres en mi región. La certeza me la dio el matutino del pasado lunes, y qué dolorosa: “Zacatecas, Zac. La alta migración deja sin hombres a muchos municipios zacatecanos que, por esa migración, se convierten en pueblos fantasmas, o donde sólo quedan hogares con jefas de familia y mujeres solas”.

De esto alguno o algunos tienen la culpa, ¿pero quién, quiénes? (Lóbrego.)

 

Y mi honda es la de David

José Martí trabajó para la patria, trabajó para América. Martí es una idea. Se sienten sus pisadas calientes de santo por la expiada, ungida senda del honor y la gloria de América.

Su idea, su palabra y espíritu: el día anterior a su muerte en combate redactó en este párrafo la síntesis de una existencia de pensamiento y acción:

“Ya estoy todos los días en situación de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con qué realizarlo-; para impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los EEU y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.

Otro día, con su sangre, iba a cimentar la palabra. Sí, ¿pero cómo pudo, se pregunta el estudioso martiano, comprender que se abrían nuevos peligros para América Latina y que se hacía necesario declarar la hora de su segunda independencia? ¿Qué elementos de la nueva etapa histórica en que entraba por aquellos años el mundo capitalista alcanzó a conocer Martí? El mismo parece responderlo en unas frases que se han hecho célebre por lo que la repetimos: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas”.

Las entrañas del rapaz, que así se expresaba del territorio que se extendía al sur:

“Basta una ojeada al mapa de Norteamérica para comprender que México forma geográficamente y por otros conceptos un todo con los EU. ¡Hermosa provincia tropical para adquirirla para nosotros! De ahí, el pabellón de las estrellas seguirá hasta el Cabo de Hornos, cuyas olas agitadas son el único límite que recocemos para nuestras ambiciones”.

Y entonces la voz de profeta, las advertencias del baquiano, del adelantado. Si “nuestra”  América hubiese escuchado esa voz:

“¡Cuidado! Los EEUU tienen sobre nuestros países miras muy distintas a las nuestras; miras de factoría y pontón estratégico. Jamás hubo en América asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los EEUU –potentes, prepotentes y determinados a extender sus dominios en nuestra América- hacen a las naciones americanas de menor poder”. Y que tal convite: “podrá festejarlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles. Pero el que vigila y prevé, ése ha de inquirir qué elementos componen el carácter del que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si hay riesgo de que los elementos  temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado.

Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar. Cuando se vive cerca de un pueblo que por tradición nos desdeña y nos codicia es deber continuo y de necesidad urgente erguirse cada vez que haya justicia u ocasión, a fin de mover a respeto a los que no podemos evitar. Ellos, celosos de su libertad, nos despreciarían si no nos mostrásemos celosos de la nuestra. Ellos, que nos creen inermes, deben vernos a toda hora prontos y viriles.

Hombres y pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena, a ver si es blanda o si resiste. Y hay que poner la carne dura, de modo que eche fuera los dedos atrevidos. ¡Cuidado!”

Y la referencia a su segunda patria:

Más ha hecho México en subir hasta donde está que los EEUU en mantenerse decayendo de donde vinieron. ¡La civilización en México no decae: Comienza!

José Martí. (A su memoria.)

¿Qué es aquella luz allá lejos?

Es la luz de Sandino en la montaña negra. – Allá están él y sus hombres junto a la fogata – fumando o cantando canciones tristes del Norte, – los hombres sin moverse y moviéndose sus sombras…

“Pero Augusto César Sandino nunca fue presidente de Nicaragua, como sí lo fue, y durante 20 años, el asesino del héroe que en plena lucha de liberación lo había estipulado: “El que cree que estamos vencidos no conoce a mis hombres (29, y con él, 30 contra EU).

Es la Historia. Cuando un peligro azota la comunidad (un dictador, un gobierno atrabiliario, un cártel de malhechores con un Estado débil), ahí se, activa la soberanía popular y unas masas sociales como ahora las autodefensas michoacanas toman el problema en sus manos, al igual como ocurrió en Nicaragua con la lucha que sostuvieron los habitantes de Monimbó contra Somoza, dictador impuesto por Washington. La crónica:

De la carta que un juez Alfonso Dávila envió al dicho Somoza:

He leído que ofrece ayuda a Monimbó. Estimo que esta su ayuda es tardía. Ya Monimbó no espera nada de usted. Sepa que Monimbó tiene que escribir muchas páginas en contra suya. Ya es muy tarde para que usted piense que Monimbó le dé la cara a usted”.

A. García G.: “Me llamó la guardia para dialogar con el comandante. Yo no fui. Les dije que ya no era tiempo. En Masaya pelearon entre dos y tres mil muchachos. Monimbó siempre estuvo a la vanguardia”.

“Los muchachos no eran guerrilleros. Los fueron haciendo guerrilleros”. J.M. Pacheco, sacerdote; y el estudiante J.R. Ortiz: “Desde que sentí en el alma la muerte de un compañero me decidí a tirar bombas”

“La guardia venía y siete, ocho muchachos le tiraban las bombas; se metían a sus casas, llegaba la guardia y los muchachos ya en sus camas, haciéndose los dormidos”. A. G. García, alcalde de vara:  “Yo no podía tocar el tambor en lo oscuro porque decía la guardia que yo levantaba al pueblo. Entonces tuve que avisar casa por casa, para lo de las bombas. “A los bombardeos, las mujeres sacaban sus espejos y los ponían al sol para que los pilotos no vieran nada y se deslumbraran”. “Dos guardias se habían escurrido por los solares corriendo, pero nuestro pueblo los agarró y fueron fusilados por el propio pueblo”.

“Ya todo el mundo decía que Monimbó estaba en cenizas, pero eso era mentira. Monimbó estaba vivo, estaba de corazón vivo”. A. Ruiz, vendedor.

“Mandé fuera a mis hijos. Les dije: hijos, cúbranse ustedes, déjenme a mí. Yo soy nada más un espíritu que anda por las calles”. O.A.

“Una noche aparece ese chavalo. Ya no vamos a comer, le digo. Estoy acostumbrado a no comer, me dice. Te van a matar, le digo. Tiene ocho hijos mi mamá, me dice. Le quedarán siete. Y entonces voy y le digo a mi marido: Somoza tiene perdida la guerra”. Lourdes B.

“Cuando supe del triunfo le daba gracias a Dios de que todos mis hijos estaban vivos”. F. E., panadero. “Al final me puse a llorar de impresión y de alegría porque no parecía que ya hubieran triunfado los muchachos. Todos nos abrazamos de alegría”. E. Ortiz, hogar.

“Dicen que viene la contra revolución. Yo creo que no. Y si viene,  aquí están los muchachos para esperarla. Ellos están dispuestos a entregar el último cacaste para no dejar morir a Nicaragua”. G. S..

Es medianoche en las montañas de las Segovias. – ¡Y aquella luz es Sandino! Una luz  con un canto: ‘Si Adelita se fuera con otro…’

La Adelita: tal fue el canto de guerra del  “ejército loco” que venció al gringo. Nicaragua. Barrio de Monimbó. Sandino. Siempre Sandino. (Siempre.)

El gusto se me acabó.

A la Cruzada Contra el Hambre, esa de Peña y Chayo Robles

Nuestra música folklórica, mis valedores.   Sones, gustos y valonas y unas trovas, falsetes, jarabes que me parecen tristes cuando años antes tan jacarandosos me parecían, tan facetos y mitoteros, tan a la medida de la jácara, la bullanga y la imprecación motivosa. Hoy me suenan a responso, no que antes…

Antes. Yo, un chamaco que malvivía en mis terrones zacatecanos, me acuerdo que cierto día, domingo por la mañana, para inaugurar nuestra escuela llegó un fuereño de regia estampa, jinete en penco barroso, y detrás de él toda la banda, arreando a tamborazos la Zacatecana, y válgame: callejas y callejones se revinieron de música, y el contento rebrilló en los ojillos del ciento de payos que, de dos en fondo y la banderita de papel en la diestra, mirábamos alelados al jinete que en plena plaza se apeaba del penco y echaba a andar por la media calle, sus botas repiqueteando en el empedrado como marcando jarabes. Era aquel mi don Pánfilo Natera, que con Villa y algunos de su calibre (30-30) forjó la Revolución. Pánfilo Natera.

Lo vi pasar a dos metros, abierta la boca y los ojillos brillosos de admiración a la vista del hazañoso varón de la Toma de Zacatecas. Al ritmo de la Zacatecana me hice entonces aquella promesa: Cuando crezca voy a ser como Pánfilo Natera.

Como crecer, poco crecí en todas direcciones, pero la lucha se le hizo, qué más. Hoy, mi barca muy navegada y doblando ya el Cabo de Buena Esperanza, añoro el domingo aquel, con un Pánfilo Natera que simbolizaba la Revolución, y la jocundia de la Zacatecana, dulce dolencia, se me quedó en la viva entraña del corazón, y ahí sigue hoy todavía como pacífico (no siempre) amor por mi tierra con su gente.  Natera.

Envejezco. Un día de estos a media mañana escuché La Chirriona y dos que tres más, cuando ya mi placer estético se enraiza en Bach y demás beneméritos. Pero de repente: ¡La de Zacatecas! ¡La Marcha que fue de mi encuentro con Pánfilo Natera! Y Dios, qué música melancólica. Envejecí, porque esos mismos arpegios me bailaban jácaras en el tecorral de los costillares, cuando ahora me apachurran un corazón que percibí como cuera reseca. Y esta tristura…

¿Qué la música sigue viva, dulce y rumorosa, penca de miel arropada de abejas?  ¿Qué soy yo quien se agria y agrieta porque la vida se me volvió vinagre en las venas?  No es así. Al estrépito de la Zacatecana se me vinieron cabalgando las sombras hazañosa de Natera,  Pancho Villa y tantas más, que se me volvieron más sombras; sombras nada más. La alzada estampa de Pánfilo ya no lo era tanto; humillada, más bien, gacha la testa y el pescuezo tronchado como la de Villa y los otros. No como símbolos altivos se me presentaban, sino como avergonzados, como intentando atejonar la cabeza en el ala del tejano. Atroz.

Porque ocurrió que al son de los sones mi barrio clasemediero se me fue entristeciendo al resonar esa música al pie del edificio, ejecutada por tres campesinos –corneta, tambor, clarinete- de los que al son de la cruzada peñista contra el hambre  bajan de sus jacales a pedir la de por Dios. ¡En el México de Villa, Natera y la Revolución! Los pedigueños tocando la de Zacatecas y una preñada  con otro a cuestas aprontando boca arriba la guarida para recibir las monedas que los de acá arriba le arrojaban desde las ventanas. “¡Pa  celebrar la Cruzada Contra el Hambre, de Peña!”

Al ritmo del son y el jarabe, vive Dios, aunque viendo eso que ocurrió entonces, lo dudo. (En fin.)

Del arrabal

Atado al poste de la ejecución Juan de Huss observó que una ancianita se acercaba a depositar unas ramillas en  la leña de la hoguera a punto de arder. “Santa simplicidad”, murmuró por lo bajo.

Así yo. Muy de mañana observé a una ancianita que se fatigaba al sacar de la casa un obstáculo para impedir que ningún vehículo se estacionase enfrente. “Señora, no hay que privatizar un bien público”.

– ¡Y a usted qué le importa! –rezongó la aludida.

¿Mentarle el 11 Constitucional, que nos garantiza el libre tránsito por  todo el país? ¿El 14 del nuevo Reglamento de Tránsito Metropolitano, que lo especifica: “En la vía pública está prohibido: IV, Colocar señalamientos o cualquier otro objeto para reservar  espacio o estacionamiento en la vía pública sin la autorización correspondiente” con todo y la respectiva multa al infractor Leyes flamantes, casi sin estrenar. Y es que entre más injusto es un país más leyes y reglamentos decreta. Leyes que no se han de cumplir como ese Bando del Policía y Buen Gobierno (ya con título nuevo) que de hacerse efectivo  en mi barrio…

Yo vivo en un barrio pobre de una pobre colonia de esta pobre ciudad. Pobre soy, como lo somos todos si exceptuamos a los ricos. A diario recorro calles y callejones, observo el vecindario y compruebo que en la barriada se alzan toda suerte de edificaciones, desde las ostentosas (arquitectura de gusto pésimo) hasta algunas con techo de lámina y cartón corrugado. Todas denotan clases sociales contrapunteadas en la economía, pero hermanadas en la maniobra privatizadora del espacio de vía pública frontero a la casa.

¿Que en esta o aquella habitan familias pobres? ¿Que utilizan el  transporte colectivo? ¿Y? “Su” trozo de calle está asegurado. Las agresiones que se utilizan en esa maniobra parecen proyectar una suerte de  venganza contra el automovilista y el modo de ser del privatizador: bidones con agua, cubos de cemento, cubetas con  piedras, ángulos de solera pintados de amarillo,  torretas de plástico afianzadas con cadenas a la banqueta, franjas amarillas que cubren todo el frente de la edificación, tinajas rellenas de cemento con un tubo de mental en el centro, llantas encementadas, latas con basura, bacinicas, macetas, cubetas rebosantes de cascajo, señales en el pavimento, cadenas., pilas de piedras,   raigones de cantera, en fin.

Semejante maniobra viola la ley y el reglamento, sin más. Pero, y aquí la agravante, en esta ciudad crece desmesuradamente el número de vehículos que transitan por la ciudad y existe una carencia crítica de lugares donde estacionarse. Y la vía pública es lamentablemente privatizada por esos inconsecuentes que en su ignorancia suponen que les pertenece el trozo de calle frontero a su casa. Todo en la impunidad. ¿Y moda tan nefasta cuándo prendió en los barrios proletarios?

Imitación vil. En esta ciudad comenzó tan funesta moda en los grandes comercios del centro donde se precisa de carga y descarga en la vía pública, y al parejo del horroroso cierre de calles, en las colonias proletarias se imitó la moda de los obstáculos callejeros.

No tenemos seguridad, “justifican” los arbitrarios   el cierre de calles. De alguna forma tenemos que defendernos, afirman. ¿Sí? ¿Y un violador? “No tengo pareja y andaba urgido”. En diversos grados, pero se viola la ley. Y asimismo quienes muy temprano por la mañana sacan sus cubos rellenos de piedras frente al domicilio particular. ¿Y la ley que sanciona los  hechos de los privatizadores de la vía pública?

Clama el poeta: mi país, ah, mi país. (México.)

Va mi espada en prenda.

A la advocación del Alucinado de la Triste figura me acojo, vale decir: caballo tordo, armadura, lanza en astillero, venablo, lanzón y la espada, naturalmente, esa que, como la Excalibur del adulterino amador de Ginebra, es el arma de combate de todos los adalides de los tiempos idos que la blanden contra sus propios molinos de viento.

Siglos más tarde, la del Magno de Macedonia, la Tizona del De Vivar y demás legendarios aceros de hazañosos legendarios que cabalgan en olor de leyenda en los bajíos del mito, la fantasía y la realidad, nefastos algunos de ellos, como el Rodrigo violador de la Cava, que por ello perdió el reino y que, cuando roto y deshecho tras la derrota, se arrima a la confesión, los monjes le dan como penitencia convivir en tumba abierta con bichos y ofidios. “Ya me comen, ya me comen por do más pecado había”.

La tizona, símbolo supremo del poderío, la hidalguía, la nobleza, la justicia y el honor, pronta a socorrer viudas, huérfanos y demás desvalidos; la de los poderes mágicos, conquistadora de mundos en la diestra del torvo Cortés, con la que impondría esclavitud, mestizaje y religión, o casi, según se practica hoy día. Esa espada que, tinta en sangre de sus víctimas, víctima caería en estertores a los estridentes fogonazos de la bombarda, el mosquete y la culebrina, y así hasta hoy que, caída en desuso la espada de mi Dn. Quijote (casi tanto como el propio visionario del ideal, el vuelo, la alucinación, el espíritu), ambos renacen de sus cenizas y se rehabilitan en nuestro país y con nuestra gente. El Quijote no tanto, y mucho su acero, redivivo en las manos de esos esforzados que se confrontan a estas horas con la ralea de los rapaces proyanquis. ¡Helos, helos por do vienen del Angel al zócalo, adarga y espada al frente, redivivos quijotes de la triste figura! Heroico.

¿Heroico? ¿Con la exigencia y la mega-marchita como estrategia para lograr la utopía? ¿Con la espada en la diestra, cuando su enemigo histórico maneja el de alto poder? ¿Qué resultados benéficos para sus intereses arrojan el “exigir” y la toma de la vía pública? ¿No escucharon la burleta de Salinas?Ni los veo, ni los oigo, y háganle como quieran”.

Ahí, el antídoto contra la marcha que un medio ha de ser, no un fin en sí mismo. A estos modernos quijotes  que con la espada de la “movilización” intentaban conseguir el patrón sustituto, ¿qué les dicen los resultados, que  son los que cuentan? ¿Qué cuentas benéficas les reportan exigencia y  toma de espacios públicos? A los quijotes de espada que intentan la justicia con métodos obsoletos les falta el atributo principal del revolucionario, o no lo es: la autocrítica, que de tenerla se detendrían a analizar un hecho fehaciente: para sus “movilizaciones” el Sistema sintetizó el antídoto: “Ni los veo ni los etc.”, y ahí derrotó a los marchantes. Aquí digo a los compañeros electricistas:

– Su meta es muy justa. ¿Cómo planean conseguirla? ¿Con una espada contra el sardo de alto poder?

– Pero con una mejor. El la reciente asamblea decidimos dar la pelea con una espada más grande, de un acero mejor. ¡Miles de marchantes, calcúlale!

¿Espada contra rifle, compañeros? ¿Así intentar recobrar su fuente de empleo? ¿Exigir a Peña? ¿Con qué poder le exigen más allá del poder de enloquecer el tránsito y hacerse detestar de los automovilistas? ¿Leyes, justicia, soberanía popular? ¿Va a lograrlas la espada de una muchedumbre de átomos en movimiento espontáneo? Al enemigo no se le “exige; se le vence, sin más.  ¿Con una espada? (Bah.)

 

¿Asesinar al asesino?

¿Violar al violador?

Las piedras utilizadas para infligir la muerte no deberán ser tan voluminosas como para que el condenado muera después de haber sido golpeado por una o dos, y no deberán ser tan chicas que no se les pueda dar el nombre de piedras.

Tal estipula el Reglamento para la Lapidación en Irán. A propósito el cardenal Renato Martino, cuando jefe del Consejo del Vaticano para la Paz:  Castigar un crimen con otro crimen significaría que aún estamos en el punto de demandar un ojo por ojo, diente por diente.

Por su parte un Leandro Despouy, vocero de las Naciones Unidas

Esa decisión es arcaica y feroz. Las autoridades iraquíes no deben  ejecutar semejante sentencia de muerte.

¿Y en la legislación de los Estados Unidos? ¿Qué ocurre en cárceles de aquel país con delincuentes negros y del sur del Bravo? Dos noticias me motivan a tratar ese tema para mí ingrato: la pena capital que en próxima fecha se impondrá en EU a un mexicano y la encuesta de Parametría que expone opiniones en torno a la pena de muerte, ya abolida en nuestro país. La mayoría de los interrogados se manifiesta porque se imponga la pena capital de forma selectiva a asaltantes, secuestradores y violadores.

 Ello detona una ignorancia absoluta de la dignidad humana que ontológicamente se adquiere desde el nacimiento y que de forma categórica impide la muerte como castigo. Consideraciones secundarias salen sobrando, como aquella de que la pena de muerte no abate la criminalidad. Según la magnitud de sus crímenes, el delincuente podrá ser castigado hasta con prisión perpetua, pero nunca privársele de la vida, que su dignidad de humano lo prohíbe. Y aquí el reproche de los adictos a  la pena capital:

– Cómo se ve que tú no has sido atacado por la delincuencia, que entonces opinarías otra cosa.

Mis valedores: dos veces he sido asaltado, y otras tantas mis familiares, con el consiguiente temor ante la falta de seguridad pública, pero cómo pudiera ser de otro modo: yo, como todas mis gentes,  contra la pena capital. ¿Qué aún  por ahí sobreviven algunos vestigios de épocas salvajes, algún adicto al  “asesinato legal”? Por supuesto. En consonancia con unas masas manipuladas, que confunden justicia con venganza y se conducen a lo visceral, anda o andaba por ahí un cierto  ex policía Garay:

-Dicen que la pena de muerte no ha disminuido los índices delictivos, pero su primer efecto no es que bajen; que sirva de ejemplo para que se sepa que a cierta conducta corresponde esa sanción.

Es obvio que las razones del policía son muy distintas de las que aporta el humanista, espejo y flor del espíritu, que defiende la vida como valor supremo del hombre . Ya en el XVIII César de Beccaria, criminalista:

No a la pena de muerte. Nunca. No hay ningún hombre que racionalmente le conceda a otro hombre, sólo porque está en el gobierno, un poder sobre la vida y sobre la muerte”. Y alguno más: Contra la pena de muerte hay, sobre todas, una razón de carácter humanitario muy fuerte. Cuando se aplica, por grave que sea el crimen, por monstruosa que sea la conducta por la cual se condena, el Estado se pone justo en el mismo nivel que el delincuente: comete un homicidio.

Hoy  Daniel Sueiro, humanista: Si es lícito matar, todo es lícito. Si justificáramos la pena de muerte tendríamos que justificar la castración, la mutilación y el suplicio. Esa pena hay que condenarla en todas sus formas, incluidas las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales. Hay que decidirle ¡no!  a la muerte en cualquier circunstancia.

(Vale.)

¿Peña socio de Obama?

La administración de EU pidió a la Suprema Corte de Justicia desechar el fallo de un tribunal inferior que retrasó de manera indefinida la apertura del territorio de EU a los camiones de México.

El entonces presidente de la CANACAR: “Mucho se habla que en septiembre se terminarán todas las barreras, ojalá que así sea y podamos entrar al mercado estadunidense, pero cómo hacerlo, si ninguno de los camiones, ni los nuevos que recibimos de agencia, traen un catalizador especial que cuesta más de 7 mil dólares”.

Así fue, mis valedores. Sobre la prohibición de la entrada de transportes de carga a los Estados Unidos hablé a ustedes ayer, prohibición violatoria del  Tratado de Libre Comercio. A propósito de los veinte años del tratado de marras, aquí la crónica del incidente que me ocurrió con un trailero del Soconusco al que se le recalentó el motor (del carguero). Obsequioso que es uno. (Pues sí, pero lástima.)

– Qué le parece, le dije. Que los vehículos mexicanos no cubren las normas mínimas para permitirles la entrada a EU.

– Racismo vil, discriminación. Norma que nos pongan enfrente, norma que les cubrimos, ¿no, Champotón? Al machetero, tres dientes de oro y gorra con visera hacia atrás, imitadores serviles que no fuésemos. Pedí a La Macarena, trabajadora doméstica, les bajara  algo de cenar. Y así fue, mis valedores: como ayudé al camionero.

Lo ayudé,  pero lástima; la noche entera la pasé en vela, y conmigo gran parte de la barriada: música a todo volumen dedicada al Señor. No,  cuál religiosidad; al difunto Señor de los Cielos y al muy vivo  Chapo Guzmán, y cumbias cimarronas, música grupera, la quebradita, redova y acordeón a 20 mil decibeles. En el trailer los albures a gritos entre machetero y chofer, las mentadas de madre, las risotadas. Las tres de la mañana. ¿Escuché quejidos? ¿Sollozos de mujer? El sueño, andavete.

Serían las dos, serían las tres, las cuatro, cinco o seis de la mañana, cuando el súbito traqueteo del motor, la retreta con las de aire, y ojos que te vieron ir. Después, el silencio. Amanecía. Traté de dormir, pero entonces a gritos  la tía Conchis, conserje del edificio:

– ¡Baje para abajo, bigotón! ¡Córrale!

Allá voy, en camisón fiusha, escaleras abajo. De repente, ya en la banqueta, friégale, el resbalón. Vi estrellas. La tía Conchis: “No, y dese de santos que fue en el charco de aceite, que si no… ¿Ve esto de acá?”

Igual de resbaladizas, pero mil veces más asquerosas, las descargas corporales junto a rosetones de humedad en un muro que amaneció pintarrajeado con grafitos:  “Puto yo”, “La Macarena ya”, y figuras grotescas, con todos sus pelos y señales.

– Y qué tal si el changazo lo da en esos, mire.

Vidrios rotos. Botellas vacías. Vómito. Restos de cigarros hechizos. Mota en greña. ¿Ya supo lo La Macarena?”

– ¡La habrán violado!

– Pero nomás ellos dos. En el cajón del trailer. No ha querido salir de  su cuarto de la azotea y anda en un puro llorar, y  no tanto por lo que perdió en la entrepierna sino porque al ritmo de la violación le bajaron relojito, medallón, pulseras. De no haber sido porque Dios me tentó el corazón y me dio valor para bajar a ayudar a la pobre violada, ¿sabe que por un pelo me le escapé al machetero?

– Válgame, Y qué hacer más allá de lamentarlo.

–  Ah, ¿sólo eso? ¿Y el cochinero quién lo va a limpiar? ¿Yo, acaso?  Del santo desmadre, ¿quién tuvo la culpa? ¡Ora, a limpiar!

Agua, cepillo, balde, jabón. Obsequioso que soy con los transportistas que se disponen a invadir Norteamérica, nuestro socio comercial. (TLC.)

A veinte del TLC

G.W.Bush anunció en 2001que cumpliría con las reglas de apertura de la frontera, puestas en suspenso por W. Clinton en 1995, tras un fallo a favor  de México de un panel del TLC.

¿Y? ¿Así cumple Washington a sus socios comerciales?  Porque la Ley Para la Seguridad de los Caminos, con la que los congresistas de EU pretenden impedir la entrada de transportistas mexicanos a sus territorio viola el Tratado de Libre Comercio. Toda una violación al acuerdo comercial. ¿Y? ¿No se cumplen así los tratos del tiburón con sus tantas sardinas?

Sardinas elásticas en sus tratos con el Imperio. Desde hace un par de años  la Cámara Nac. del Autotransporte de Carga, CANACAR, manifestaba su escepticismo respecto a la entrada de transportes de carga a territorio del Norte al considera muy difícil semejante maniobra.

Hay grandes diferencias entre ambos países, lo afirmaba su presidente.  Tenemos problemas de normatividad, fisíco-mecánicas, el tipo de vehículos que se utilizan o el volumen que se transporta, pues allá cargan 20 toneladas y aquí alcanzan hasta 70 toneladas.

Y que no es posible competir porque es un mercado con regulación y estructura distinta, donde el transporte mexicano no puede cumplir. Así pues, y según el citado dirigente de la CANACAR, mientras EU no respete el TLCAN no se pondrá fin a la controversia heredada desde su firma en 1993.

No es por no querer, sino porque el gobierno no nos surte de los elementos esenciales. Tal es el caso del combustible para tener motores competitivos y que puedan circular en EU de acuerdo a su normatividad.

Todo esto se agrega a la falta de un catalizador especial (más de 7 mil dólares, su costo) de que carecen tales camiones, al igual que el diesel especial, que no les surte PEMEX. Es México.

En fin, que hoy, a 20 años de vigencia de un  Tratado de Libre Comercio donde se garantizaba la maniobra de los mencionados transportes cargueros, el gobierno de EU se ha negado a firmar esa cláusula. Los transportes tienen que frenar en la frontera, entregar su carga a un transporte gringo y regresar por su nueva carga de mercadería. Y qué hacer con este problema que de tan añejo ya empieza a apestar. A propósito de pestes recordé el incidente que al respecto me ocurrió hace algún tiempo. La crónica:

Ocurrió a media tarde. A dos cuadras del edificio de Cádiz un trailer comenzó a hacerla de fumarola. Trailero y machetero, cubeta en mano, buscaban un grifo (de los de agua, tan escasos, que los de mota los tengo a diario ahí nomás, al otro lado de la puerta de entrada a esta casa); un grifo, repito, con qué apagar la humareda del motor. Yo, obsequioso que no fuera:

– Jálense aquí a la vuelta, que yo les doy su agua. ¿Traen herramienta para reparar el motor?

Frente al edificio de Cádiz se estacionaron. Mientras machetero y chofer, con la trompa levantada (la del cofre del motor), desarmaban eso con aspecto de bomba (unipersonal) yo, por hacerla de plática, mostré al trailero el matutino:

–  ¿Ya vio? Apresúrese a dejar como nuevo su trailer, porque “En el marco del TLC, la Junta Nac. de Seguridad del Transporte de EU realizará audiencias públicas para analizar la entrada de transportistas mexicanos a territorio de EU. Ya lo veo partiendo plaza por Texas y California”.

– Hágamela, mi señor. Buena, quiero decir. Porque el problemón entre nuestro país y los gringos lleva ya vario tiempo. Así que ya por fin va en vías de arreglo, ¿no?

– Ya es un hecho, porque el único que se opone es el presidente de Estados Unidos.

(Todo esto sigue mañana.)

“¿Criticas? Traicionas”

Aquí el final del documento donde la compañera Claudia Durán expone sus experiencias como simpatizante del Sindicato Mexicano de Electricistas:

“Desde aquel 10 de octubre de 2009 nos quedamos sin nada. Yo  no formaba parte de la organización, pero también me quede sin trabajo (leyes y “justicia” no son para el proletariado). Hoy, como ayer, cualquier intento de radicalizar la resistencia sería un suicidio; nosotros no estamos preparados; nuestros enemigos están armados y organizados y  cuentan con sofisticada tecnología. Ellos (militares, marines, Gobernación, la CIA, el Pentágono, etc) no tienen un ápice de humanidad y nos desprecian.. Lo que hoy a mi juicio debemos hacer es trabajo hacia adentro.

1.  Continuar con la demanda en instancias internacionales.

2.  Presionar al gobierno del DF para que con el SME se cree una empresa pública de servicios eléctricos para la demarcación. (Desde candidato Mancera se comprometió a ayudar.)

3.  Movilizarnos buscando un trabajo alterno que garantice la sobrevivencia. Crear acopio individual y colectivo.

4.  Reorganizar diversas acciones:

a). Comisiones dominicales que visiten mercados, iglesias, centros de diversión, parques públicos, etc.  para informar sobre la resistencia.

b)  Comisiones de gestión y acopio para solventar las necesidades más apremiantes.

c)   Y lo primordial: organizarnos para crear empresas productivas alternas e involucrarnos en procesos productivos como los que realizan la Universidad de Chapingo en materia de alimentación y el Politécnico y la UNAM en el ramo de desarrollo tecnológico y científico. Existe un proyecto de los ingenieros que debe impulsarse, pero de forma distinta a como se trató en el SME.

d) Fortalecimiento de cuadros y la creación de círculos mensuales  de estudio y reflexión en nuestras instalaciones.

f)  Continuar la organización política interna de manera simplificada, sin gastos onerosos y con el rumbo adecuado para nuestro movimiento.

g) Seguir con la apertura de espacios en la radio para exponer nuestra problemática.

h). Abstenernos de encender la televisión y aplicar con nuestras familias un bloqueo económico en el que se deje de fumar y consumir refrescos, licor y comida chatarra.

i)  Realizar marchas únicamente cuando se juzguen útiles para crear conciencia de nuestra problemática al igual que presencia en los medios e intercambio con la sociedad. Sin protagonismos.

Nada de esto o algo  semejante fue planteado en la Asamblea General, que duró apenas un par de horas. La determinación adoptada fue persistir en la misma estrategia de resistencia: marchas, mítines y plantones. Para evaluar los resultados e investigar por qué  no fueron positivos para el SME no se ejerció la autocrítica, que ente ellos es tema tabú hasta el extremo de juzgar al crítico como traidor al movimiento porque fomenta la desunión.  Los críticos, que por fortuna existen, para ellos son  traidores y se les neutraliza desacreditándolos y desdeñando sus observaciones. A algunos se les llega a agredir físicamente.

Y qué hacer. Así siguen, tolerando decisiones unilaterales de resultados funestos. Siguen basando sus esperanzas en la justicia mientras en lo interno se disputan migajas de un pan ya inexistente. Siguen con su toma de calles, ahora en compañía de unos maestros cuyas tácticas también llevan el sello de la derrota. Los smeístas ahí siguen mientras que el General Tiempo lustra sus armas. Ellos, impertérritos, siguen gritando fuerte para espantar al coco:

¡¡Este puño sí se ve!!

¿Sí? ¿Y?  (Lóbrego.)

General Tiempo, ese enemigo crudelísimo

Sigue aquí, mis valedores, el documento que me hace llegar la compañera Claudia Durán sobre sus experiencias con los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, hoy en plena agonía o, cuando menos, en hibernación. El escrito:

“Es la esperanza la que ha mantenido el movimiento. La resistencia hizo eclosión aquel 11 de octubre en que los trabajadores en turno fueron arrojados de sus centros laborales. Nunca más se les ha permitido el ingreso a sus instalaciones, hoy custodiadas por policías. Para defenderse había que organizarse. Unos cuantos nos unimos al movimiento, pero la mayoría fueron desertando hasta quedar alrededor de 15 mil sindicalistas. El gobierno calderón-peñista tenía todo planeado y estudiado. Sabía que nos íbamos a concretar a las formas de resistencia que la burguesía dicta para la clase obrera: marchas, mítines, plantones, huelgas paradas, et al;  sabía cuáles serían las organizaciones sociales que se solidarizarían; quiénes y hasta dónde se limitaba la acción de los que mostrarían apoyo en las cámaras; quiénes y cómo apoyarían en el sector de los intelectuales. Todo.

Se tenía conciencia, así mismo, de que el sindicato no contaba con ningún medio de comunicación hacia el exterior; de que desde hacía varias décadas los cuadros sindicales habían suspendido su indispensable formación;  se fomentaban la corrupción, la ignorancia y otros vicios, por lo que la requisa no iba a ser tan complicada. Contra los sindicalistas más radicales y resistentes se eligió una estrategia político-militar infalible: el tiempo.

Hace ya casi un año de la fecha aquella del 2013. Por la mañana se montó una carpa grande con su templete. El aire que en la “suprema” se respiraba tenía un nombre:  “esperanza”, que de forma aviesa se adueñó de  todos los presentes, aun de los más escépticos, quienes estábamos conscientes de que no se debía confiar ni negociar con el enemigo. De todas formas, ya en la realidad, a lo largo de una táctica que se redujo a resistir y esperar, con todo y sus “asegures” se ha estado “negociando” con un enemigo que, congruente con sus principios apátridas, inhumanos y globalizantes, da margen a la ilusión para que a la hora de asestar el golpe éste resulte más contundente.

Es tal mezcla perversa de ignorancia y esperanza la que se expande y nos hace olvidar los principios elementales de la guerra, y aun que estamos en guerra, lo que nuestro enemigo nunca ha olvidado. Es por ello que el día señalado, mientras nosotros nos congregábamos para recibir el fallo favorable que razón y justicia nos otorgaban, de forma sorpresiva, en pleno día y a la vista de todos,  se presentó el General Tiempo y nos masacró no lejos de la plaza de la Constitución. Tan cruel y encarnizado resultó el enemigo que hasta la propia ciudad, con el bullicio de sus millones de habitantes, durante unos instantes cayó en un mutismo absoluto, un silencio que ningún ruido alteraba si no era el de nuestra propia respiración, en cuyo aliento arrojamos la esperanza. En ese momento, azorados los ojos y el cuerpo vencido, percibíamos que  sobre nosotros caía todo el peso del enemigo. (Increíble: algunos se alzaron de inmediato y recobraron la esperanza. ¡Que no huya lo único que poseemos como capital político!)

De la masacre nadie se enteró,  no se enterró a los muertos, no se curó a los heridos, el mundo siguió ignorante de aquello atroz que había acontecido y ninguno de  los intelectuales pareció escandalizarse por esa injusticia”.

Es México.  (Esto sigue mañana.)

 

 

“Somos un gran coloso”

Pero sobre nuestro cercenado cuello se ha colocado la cabeza de nuestro enemigo, y por ello nuestro cuerpo se mueve bajo las órdenes que manda nuestro enemigo.(José Revueltas.)

El Sindicato Mexicano de Electricistas, mis valedores, ¿alguno de ustedes ha sabido de él?  ¿Conoce alguno  su paradero? Si viva o muera a estas horas, si exista algún rastro de él. Yo acabo de enterarme de que algo queda del sindicato; que el organismo alienta todavía, según me lo comunica una simpatizante del movimiento al que estuvo unida  desde la masacre que perpetró Calderón contra los 40 y tantos mil trabajadores que aventó al desempleo.

Miro el rostro de la compañera mientras me entera de la situación de los electricistas a quienes destruyeron su fuente de trabajo: adusto y ya sin aquel semblante optimista de cuando se iniciaron las movilizaciones de protesta, en los días aquellos en que el ingeniero Cayetano Cabrera, después de 80 días en huelga de hambre, retaba así al de Los Pinos:

Calderón, vayámonos a medias. Tú ya conseguiste la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Ahora cédenos el patrón sustituto, la recontratación colectiva y el respeto a los derechos de nuestros jubilados. Así resuelves el conflicto y evitas un muerto.

Fue por aquellos días  cuando me advirtió la activista:

– Lo que hay detrás de esta guerra contra el sindicato es el preludio de la privatización de la industria energética.

Yo, escéptico, sonreí de lado. Ahora, al recordar su visión de futuro, tan sólo trago saliva y me quedo callado. En nuestro Taller de Teoría Política del sábado anterior le pregunté si aún sigue viva la organización sindical  de los electricistas.

– Y tanto. Acaban de celebrar una más de sus asambleas.

Me alentó esa noticia. En su momento la esforzada luchadora civil se mantuvo en plantones y participó en aquellas marchas en las que  Martín Esparza y compañeros sindicalistas basaron sus tácticas de lucha para lograr el patrón sustituto. Cuando nada positivo conseguían con plantones y marchas algunos de ellos estallaron la huelga de hambre.  “Como Cayetano Cabrera”, le comenté. Y ella, gesto de desaliento:

Cayetano ya prefirió hacerse a un lado. No se ha vuelto a parar en la sede del sindicato.

Del motivo pregunté a la compañera, y fue entonces. En su respuesta  escuché el desencanto de tantos que con optimismo iniciaron su confrontación con el Sistema que les destruía su fuente de empleo.

– ¿El motivo por el que tantos han terminado por alejarse del movimiento? Porque se percatan de que con marchas, plantones y cierre de calles nada lograron para su causa, y que ahora, en su reciente asamblea, se ha resuelto continuar su movimiento con cierre de calles, plantones y marchas.

Y es así, mis valedores: sin un asomo de memoria histórica y de autocrítica los compañeros sindicalistas se disponen a aplicar las mismas tácticas de lucha que los llevaron a la derrota.  Atroz.

– Yo, en un último esfuerzo por serles de utilidad, en la reciente asamblea intenté leer a los compañeros mis objeciones sobre las tácticas que han aplicado en esta lucha desigual. No me lo permitieron. Mire el escrito.

Porque lo juzgo de interés en la confrontación de los agraviados contra su agresor aquí transcribo el documento de referencia.

General tiempo, un enemigo crudelísimo.

“Es la esperanza la que ha mantenido el movimiento. La resistencia hizo eclosión aquel 11 de octubre en que los trabajadores en turno fueron echados de sus centros laborales. Nunca más se les ha permitido…”  (Esto sigue mañana.)

 

Ranas de charco

Y lo que filósofos y poetas y similares han especulado alrededor de la Gran Interrogante. Fue alguno de ellos quien formuló esta síntesis admirable de lo que viene siendo la muerte: Entramos, y un llanto. Un llanto, y salimos. Y no más. O como Epicuro hace siglos: Si nosotros somos, la muerte no es. Si la muerte es, nosotros ya no somos. En fin. La muerte, mi muerte propia y particular. La mía.

Porque día que pasa, día que la percibo más cerca de mí. La siento llegar a lo subrepticio, como se perpetra un asesinato. Pero no, feo embuste: ni llega de fuera ni su encomienda es asesinarme. Este encargo lo habrá de cumplimentar alguno de mis órganos, de mis glándulas, y a fin de cuentas el corazón. Pero una protesta me surge del hondón más profundo del ser, que expreso con el poeta:

“Y no quiero morir. No quisiera morir: – amo la vida porque está colmada de poesía y de crímenes, y de odio y rabia y lágrimas…”

. Amo  la vida y no quisiera perderla por culpa de una glándula caprichosa. Amo el humano existir porque conozco de amores y desamor, de tiempo y destiempos,  encuentros y desencuentros, de la presencia de la amantísima apenas ayer,  y hoy de su ausencia definitiva. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir…

Es por ello que ante la muerte quisiera la astucia de Sísifo, que la burló un par de veces. Tengo apilados aquí, sobre mi mesa, estos gordos tratados de tanatología que me dicen cómo he de morir, cómo he de prepararme, cómo puedo sentir apenas la muerte,  cuestión de ponerme flojito. Pero no, yo no quiero morir todavía aunque  en el estreno de mi quinta juventud, que hoy vivo a todo vivir,  sé que a la vuelta de la esquina ella va a estar aguardándome, y que enlazados los brazos habremos de alejarnos rumbo a nuestra Utopía particular. Mi muerte…

Porque como iba diciendo  y lo repito, – tanta vida y jamás ¡Tantos años, – y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!

No quiero morirme porque tanto me falta por escribir, por hablar a mis valedores…

¡Mentira, mentira vil! No es por ideales tan nobles que quiero seguir viviendo. Por morboso; por rencoroso y por  vengativo es que  no quiero dejar de existir. Es por eso que pido a quien corresponda me permita prolongar mi existencia unos años más, y hasta eso, no demasiados. Cinco, tal vez. Con eso habrá quedado satisfecha mi morbosa curiosidad. Porque si logro vivir hasta el 2018…

Para entonces ya estaré enterado de lo que diga la Historia respecto al que durante todo un sexenio mortal de necesidad habré de soportar en silencio, o casi. Si el hombre conoció un olvido piadoso, si de milagro logró trascender, y cómo, y por qué, cuando se trata de un soberbio candidato para  el desván de la Historia. Quiero estar vivo para gozar del desprecio de la conciencia social  cuando el hombre haya dejado de ser, devuelva la banda presidencial y torne a la nada de donde enemigos de México lo sacaron.

Que yo, rencoroso, viva para enterarme de cómo lo habrán de tratar esos mismos vocingleros que hoy, desde todos los medios,  lo endiosan como  a  estadista de fuste y salvador del país y que a coro le festejan,  ranas de charco, la reforma educativa, la de la ley laboral, la energética. Ahora mismo, a la hora de cubrir facturas, ya el reformador se pone a mano con Washington. Cuántas más le falten por cubrir y cuánto nos irá a costar en puyazos de impuestos. ¿Las masas sociales, en tanto? Algunas de ellas a cobrarle a punta de reniegos, cortoplacismo y altisonancias en el tal  twitter. Es México. (“Nuestro”  país.)

 

El modelo: Haití

Libre comercio. Siguen aquí  las voces de los analistas.

El término libre comercio según el gobierno de Estados Unidos y el G-7, el FMI y el BM, significa mucho más que comercio, e incluye el ALCA y las negociaciones de la OMG, los Tratados bilaterales y Plurilaterales de Libre Comercio y de Inversiones, el Acuerdo Andino sobre Comercio y Erradicación de Drogas, los planes de militarización y represión y bases militares y la deuda externa.

El comercio internacional cumple hoy varias funciones en el sistema imperialista de dominación caracterizado por la globalización de signo neoliberal. Esas funciones son: instrumento de dominio a favor de los países ricos, factor de acentuación y perpetuación de desigualdades e inequidades y escenario de una virtual guerra por controlar los mercados actuales  los del futuro. Incluso, el libre comercio ni es libre ahora ni lo ha sido nunca, ni es ya siquiera comercio de acuerdo al concepto clásico de éste, ni su práctica genera crecimiento económico per se ni reduce la pobreza, ni reparte “beneficios mutuos” entre las partes que comercian.

El libre comercio es hoy la frase retórica con la que se presenta un paquete neoliberal que expresa los intereses de las transnacionales y los gobiernos que los representan. Una novedad del libre comercio es la capacidad de vincular nuevas y avanzadas tecnologías con bajísimos salarios de la fuerza de trabajo. El libre comercio de hoy no es sólo y no tanto una apertura comercial en bienes y servicios medible en la balanza comercial, sino una estrategia de política de los países desarrollados para imponer el modelo neoliberal por ser el que mejor sirve los intereses de los consorcios transnacionales que son, a su vez, los diseñadores de la economía mundial.

El liderazgo mundial de economía abierta lo tiene Haití, que reúne varias cualidades que revelan una coherencia impresionante. Es el país más pobre del hemisferio occidental y uno de los más pobres del mundo. Su pobreza es antológica, dolorosa y cruel, pero desde 1986 alcanzó el galardón como economía totalmente abierta, según clasificación del FMI. Es un ejemplo irrefutable de que la obediencia al modelo neoliberal de libre comercio es incapaz de resolver la pobreza y el subdesarrollo.

Una de las paradojas de los procesos de globalización: al implicar una expansión mundial de los alcances de los mercados internacionales implica también una exclusión de amplios sectores sociales de las naciones involucradas. Así, los procesos de globalización implican tanto la inclusión de mayores espacio geográficos en el mundo como la exclusión de mayor número de sus habitantes. A esto se ha referido el sociólogo y político alemán R. Dahrendor, al hablar de lo explosivo de la carga social que implica lo que llamó una globalización salvaje, sin piedad, que sólo se atiene a las leyes de la competencia, una competencia desleal, desigual, que ha llevado a más de 1,200 millones de seres humanos a vivir en condiciones de extrema pobreza, de los cuales 800 millones se encuentran cerca de la muerte por desnutrición.

La globalización actual es, sobre todo, una globalización de los ricos, una globalización en pocas manos que a lo desproporcionado favorece los  intereses del capital concentrado dentro del que han logrado preeminencia el capital financiero y el especulativo. La globalización de la riqueza a que aspiran los países del sur se ha convertido en una globalización de la pobreza.

Hoy, a la distancia de 20 años, el TLC. ¿Y Salinas? (Es México.)

Atar a México a las reformas

Tal ha sido siempre el propósito de los Estados Unidos en lo que se refiere a las tales reformas que impone al país con la mano de sus  gerentes con domicilio temporal en Los Pinos. Reformas tan lacerantes para la conciencia nacional como la educativa.

“La privatización de la educación (su conversión en mercancía); su sumisión bajo los dictados del Banco Mundial, cabeza de lanza del Estado global en la imposición de los intereses transnacionales y su creciente subordinación a los intereses particulares, sobre todo del clero católico y del capital privado, son las grandes tendencias retrógradas observables actualmente en la transición de la identidad nacionalista-latinoamericana, hacia la nueva identidad del  adaptable worker, cuyo norte es EU”.

(Y qué decir de esa reforma energética que desde ahora provoca zozobra, desconfianza y el descontento de las clases sociales de nuestro país)

El objetivo era “atar a México a las reformas” de los 80s. que había reducido considerablemente los salarios y enriquecido a un pequeño sector de la población y a los inversores extranjeros. Se advertía que “una apertura democrática” en México podría poner a prueba la relación especiales, si llevara al poder a un gobierno interesado en desafiar a EU. Por razones económicas nacionalistas”. A México se le ató con obligaciones contractuales; México fue saludado como un triunfo del libre mercado y un modelo para otros hasta que su economía se colapsó en 1994. Los vítores resuenan de nueva cuenta, mientras que los salarios han caído más de un 25 % desde el primer año del TLC.

En los años 90 la resistencia de los movimientos sociales fue contra el modelo neoliberal que entonces se asociaba con los planes de “ajuste estructural” emanados del Monetario Internacional y apoyados por el Banco Mundial. Hoy vivimos una “ola de libre comercio” que ha rebasado con mucho el significado tradicional del término libre comercio y que hoy significa no sólo y no tanto comercio, sino la proyección global de una estrategia de dominación imperialista que utiliza el neoliberalismo como su modo de ser, pero que se ramifica y extiende, constituyendo un verdadero paquete integrado.

A cambio de sus préstamos, el Monetario Internacional impone la “liberalización”, una economía abierta a la penetración y control de los Estados Unidos, recortes agudos en los servicios a la población, etc. Estas medidas afirman aún más el poder en manos de las clases opulentas y los inversionistas extranjeros, y refuerzan las sociedades de dos niveles clásicos del Tercer Mundo: los super-ricos y una clase relativamente cómoda que los sirve, y una masa enorme de gente empobrecida, sufridora.

Las privatizaciones y el desempleo causados por las reformas del mercado ofrecen a las empresas una mano de obra barata, educada y fácil de explotar. A los obreros oeste-europeos que insisten en sueldos, prestaciones y vacaciones, se les amenaza: si demandan salarios altos nos vamos a México. “Hay muchos recursos para llevarse, y muchos trabajadores baratos para las plantas de montaje, pero primero les impusimos el sistema capitalista. No lo aceptamos para nosotros mismos, pero sí para el Tercer Mundo. Ese es el sistema del FMI. Al conseguir que lo acepten, podremos explotarlos fácilmente, y procederemos como con Brasil o México”. En su momento lo afirmó George Soros:

La verdad es que hoy los intereses que apuntan a una competencia sin reglas hablan en voz más alta que nunca y son más influyentes que nunca.

(Esto sigue el lunes.)

Nació el Banco del Sur

Y nació como reacción de gobiernos surianos contra el sistema neoliberal, ese demoledor de unas soberanías nacionales que a juicio de los Estados Unidos ya no existen ni deben existir. Hoy, a 20 años del Tratado de Libre Comercio firmado entre los gobiernos de México, EU y Canadá, que tanto de positivo y negativo ha significado para el país, vale exponer los esfuerzos de la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) por desembarazarse del agio internacional y de esas “políticas neoliberales que  agravaron las condiciones de vida de una gran parte de las poblaciones, a un aumento de las desigualdades en la distribución de los ingresos y la riqueza, a una pérdida del control de los países de la región y a un aumento del flujo  migratorio”.

En la década anterior 6 presidentes firmaron en  Buenos Aires el acta fundacional del Banco del Sur con un capital inicial de 7 mil millones de dólares. Los firmantes: por Argentina Néstor Kirchner, por Venezuela, Hugo Chávez, y  Luiz Ignacio Lula da Silva, del Brasil, y de Ecuador Rafael Correa, con Evo Morales y Nicanor Duarte a nombre de Bolivia y de Paraguay, respectivamente. Este nuevo organismo  bancario vino a significar, así apenas a escala de símbolo,  una alternativa frente al agio del Banco Mundial, el Monetario Internacional y el Latinoamericano de Desarrollo. Era el intento de dichos países de zafarse del modelo neoliberal, depredador de comunidades.

Por que mejor entendamos esa rebelión de gobiernos surianos contra el neoliberalismo que en 1983 inficionó la economía y anexas de este país y se amacizó con los gobiernos posteriores, aquí delineo un somero retrato hablado, escrito, descrito, de ese modelo global productor de unos pocos ricos Slim y una comunidad de pobres cada día más necesitados, y el lugar común: en la humanidad se perpetran dos delitos fundamentales: la riqueza y la pobreza. Las voces de analistas diversos:

El neoliberalismo es un sistema de dominación y acumulación que no ofrece una salida al futuro latinoamericano. Su tendencia hacia la polarización de la riqueza social y la exclusión de las mayorías define su ciclo de vida como de corto y mediano plazo. Bajo el modelo keynesiano-cepalino de la Revolución Mexicana y el contrato social de la constitución de 1917, el PIB per capita del país creció 3.1 por ciento entre 1934 y 1982; la inversión fija bruta per capita se expandió con una tasa media anual del 6.5 por ciento entre 1940 y 1982. Bajo el modelo neoliberal, el PIB per capita se contrajo, entre 1983 y 1996, a una tasa del 0.8 por ciento anual. Los salarios mínimos pierden el 68.2 por ciento de su poder adquisitivo”.

En  febrero de 1945 EU impuso la Carta Económica de las Américas para poner fin “a todas las formas de soberanía en todos los pueblos del Sur”, aun si para ello se requerían “Estados policiales”. ¿La razón de la Carta? Que los latinoamericanos exigían “políticas diseñadas para lograr una distribución más amplia de la riqueza y elevar la calidad de vida de las masas”.

Inaceptable; no podía permitirse la soberanía. Tenían libertad, “pero libertad para hacer nuestras decisiones. Alguien tiene que controlar al Tercer Mundo y garantizar que no intente ser independiente. Nosotros tenemos el monopolio de la fuerza”.

Las mismas preocupaciones subyacen en  el TLC, del que la propaganda afirmaba que sería en extremo benéfica para los trabajadores de México. La propaganda se abandonó calladamente cuando los hechos mostraron lo obvio, que al fin se tuvo que admitir.  (Más de esto,  mañana.)

Arrabalera

Que al volks. cremita le dio por descomponerse cierta noche lluviosa en que yo regresaba de algún rumbo norte de la ciudad, y que todo mojado logrè alcanzar una de esas techumbres de lámina repletas de desdichados que bajo la tormenta aguardan el transporte público. Ahí el lamento de los lacerados:

-No, y mis huevos, el del pantalón acampanado.

– ¡Sus ésos los deja en paz, lèpero!

– Por culpa de la carestía ya los dejé en paz, que de huevos tener ya anduviera yo de pasamontañas con Marcos.

Alguno suspiró: “Vamos de peor a pésimo”.

(Animas del mini, la combi, el microbùs). Un bandazo de viento.

Alguno, culimpinándose para columbrar el inexistente transporte, dolorida voz:

– Y yo  aquí ensopado con la única sopa que he probado en todo el día. Me  voy a echar uno, ái conpermisito; ¡Ahhh…chís!

A lo disimulado me sequé el goterón de la salpicadura en el cachete izquierdo. Junto a mi oreja, rancio el aliento: “No que muy consentidos de Dios, que hasta nos mandó a su madre. ¿Pues qué, no estamos bien parados  con el de allá arriba?”

– Con el de acá abajo deberíamos estar.

– ¿Con el de Los Pinos?

– Con Obama, ahora que le regalamos el petróleo.  No, y agárrense”.

– Yo así estoy bien –el jetón de la chazarilla.

– Agárrense, porque al de Los Pinos le quedan todavía cinco años.

Ave María. Suspirè, mirè al techo, me la persigné, dejé ir la vista a lo lejos: negrura pura en torno de aquel foquillo con aspecto de lucero, y un poco más alto aquel lucero con su pinta de foquillo de 30 watts. Como esperanza que languidece desde principios de sexenio…

A lo lejos, fanales. ¿El autobús? Un renegrido Gran Marquís, que hecho la madre se acercó a nosotros, pasó sobre el charco y nos bañó el muy hijo de la Gran Marquís. “A mí el cabrón me dejó màs enlodado que hijo de la Gran… Sahagún -el de la cotorina. Pero, mis valedores,  cuándo iba a fallar la esperanza:  “Vienen tiempos mejores”.

Ah,  bendito optimista, ese que nunca falta y que casi siempre sale sobrando. “Tiempos mejores”. Peña no hubiese afirmado su embuste con tono màs firme. En el cielo, un retumbo. Agresivo, retador, el del suéter lila:

– ¿Con Peña tiempos mejores? Óiganlo, se los vendo.

Dos, tres, una percusión de pedradas en la lámina del techo. Alguna en plena cara.”Y ora hasta granizo, para acabarla de tiznar”.

Arete y cola de caballo: “¿Tiempos mejores con los panistas còmplices  y los chuchos de miércoles?

– Tiempos mejores -impertérrita la voz, alma optimista

– Óiganlo. ¿Con el desempleo, los gasolinazos y la inseguridad pública?

– Mejores tiempos. Lo sé de muy buena fuente.

Lo distinguí: joven él (joven dejaras de ser, y optimista por joven. Dios te oiga Y en la apretura traté de subir el brazo para persignármela) La chaparrita ventruda:

– ¡Ora, viejo chirrisco! ¡Conrado, dile que vaya a tentárselas a la más venérea de su cantón, chinche ninfòmano!

Qué pena. “Los buenos tiempos no tardan”.

El del tabloide enrollado en la trasera del pantalón: “¿Es usted achichincle de Videgaray el de Hacienda? ¿El le pasa mochada, o que tiznaos?”

– Lo aseguró el mero trinchón,  y ese sí sabe lo que está diciendo.

–  ¿Obama?

– El mero trinchòn, el de allá arriba, miren. No Dios padre, sino un cuate mío del observatorio de Tacubaya que sabe de ondas climatológicas. Tiempos mejores, sin este frío y sin estas tormentas.

Silencio. A lo lejos, una ambulancia. “Bueno, sí, ¿pero no será un colaboracionista de Peña? Porque entonces ya estuvo que nos jodimos. Tiempos de perros los que se nos van a venir.

Silencio. La negra noche tendió su manto. (Y fin.)