Vidas paralelas

¡Oh, Dios, el Papa nos ha visto! ¡Y nos ha dado su santísima bendición!

– ¡Si, María, ahora todo irá bien! ¡Jesús  está con nosotros! ¡El Santo Padre nos ha visto, ha escuchado nuestros ruegos! ¡La tierra será buena otra vez!

 ¡La lluvia llegará, Miguel!!

Ella, agradecida, volvió su mirada al cielo y soltó el llanto. El sacó una imagen de Juan Pablo II. Se arrodilló y empezó a musitar: Padre nuestro que estás en los cielos…”

Con que su santísima bendición. En fin, que ya el católico cuenta con su San Juan Pablo II. Más dificultoso el llegar a ser cristiano. Pero hablando de altares y aureolas:

Un santo como San Juan Pablo II, pero mucho más milagroso y caritativo, me visitó anoche  en sueños, y en mis sueños pude reproducir las diversas visitas que me han llevado hasta su templo y su altar de abigarrados adornos. Como arropado en magia y encantamiento me volví a ver en su templo entre mármoles, tibieza y calor de ceras ardientes, arpegios de música y búcaros que se derraman de toda suerte de flores, ofrenda de sus feligreses. En mis sueños volví a enfrentar al santo rostro con rostro y sentir su mirada en la mía. “Protector de  desamparados, que a mí también…”

Ahora en sueños miraba a los devotos que acuden a agradecer el auxilio de su seráfico valedor. Los observé no de rodillas ni gacha la testa, sino de pie, pecho enhiesto, pupilas ardorosas, el fervor en el rostro y la confianza en su santo protector. De aquí y de allá, de todas partes acudían los devotos a agradecer la protección del benemérito. Edificante.

Porque el santo en su templo aglutina y congrega una muy especial feligresía, puro amoroso fervor, esperanza pura y agradecimiento a raudales. Aquí se trata de un santo verdadero, al que no abofetean el rostro señalamientos ni acusaciones de corrupto. Un santo de verdad, no un personaje polémico y controvertido al que una maniobra politiquera le enjaretó esa aureola que le sentó como unos aretes al irracional.

En sueños visité el templo del santo, donde  los devotos sacaban a relucir fulgores de pensamiento mágico, milagrero y prodigioso, y hoy mismo, al despertar, me he puesto a redactar este mi respetuoso pedimento a quien corresponde:

Francisco, sumo pontífice: ¿por qué no instalar a este  santo  junto al polaco? Porque de santo a santo, Su Santidad: dineros como los que mercaron la aureola polaca, al santo le llegan por carretadas. Como al de El Vaticano, los cercanos al santo viven en palacetes. Como entre los jerarcas que en vida rodearon a San Juan Pablo II, los del santo le fomentan una popularidad mediática que  día con día se extiende a más vastos territorios. Yo de usted solicito, Su Santidad:

Si a 9 años de su muerte tuvo a bien embrocar la aureola al manipulador de los fondos del Banco Ambrosiano y los Legionarios no de Cristo, sino del hijo de toda su reverenda Maurita (por cierto, ¿sigue el proceso de beatificación de la madre de Maciel?); si fue capaz de trepar a los altares al socio de la Tatcher y Reagan para empobrecer más a los pobres con la imposición del sistema neoliberal, ¿ y el santo que en vida quitó a los ricos para remediar el hambre de las víctimas del hacendado? ¿El santo que también recibe los dineros procedentes de la droga no merece una aureola como la del polaco?

Vidas paralelas son el polaco y el sinaloense,  Su Santidad. ¿Por qué no reconocer, como a Juan Pablo II, al santo  protector de  narcotraficantes,  Jesús Malverde?

¿Sí? (Vale, pues.)

Paranoicos

Los rostros de México, mis valedores. Por desalentar la migración de artesanos sin empleo y campesinos sin tierra que por afanes de sobrevivencia dejan sus derrumbaderos de la provincia para buscarla en este hormiguero descomunal, a quienes andan en agencias de engrosar el río de  migrantes les digo:

Paisanos de la provincia: ya no vengan a la ciudad capital. Abandonen toda esperanza de esta ciudad como tabla de sobrevivencia, porque si malo es el derrumbadero en que malviven hoy y peor la aventura del indocumentado en Texas, lo que es en este hormiguero –que tan monstruoso amontonamiento de humanos hemos terminado por deshumanizar, lóbrega paradoja-, ya es punto menos que imposible la empresa de sobrevivir. Si observasen ustedes los rostros del habitante de esta ciudad, sus facciones tensas. Y esos ojos…

Ah, los ojos de los que a lo ausente se apretujan en la calle, la avenida, el bulevar; de los que van, de los que cruzan a lo apresurado, rumbo a todos los rumbos, tantos de ellos sin rumbo…

Si vieran ustedes las miradas del capitalino asentado en la colonia periférica a esa hora en que, oscura la mañana, desde la esquina del barrio bajo lanzan largas miradas hacia el lado de la calle donde hace horas aguardan el autobús. Y es que al otro extremo de la ciudad los acecha el reloj checador de las nueve en punto, y ya en el microbús: ah, esas miradas del que se asoma por la ventanilla, porque el tránsito se arrastra a vuelta de rueda, y estamos a medio camino, y un retardo más significa el desempleo, la miseria extrema, el ambulantaje, y a sobrevivir con la venta de tarugaditas de plástico. En el metro, si vinieran a ver: esa que a lo desatinado, sacudidas y bamboleos, enjarra en su rostro menjurjes y con una cuchara se enchina las pestañas  en tanto que esa otra cabecea de un sueño interrumpido a la viva fuerza de la necesidad. Si las vieran…

Si vieran las tensas miradas del vendedor que a cielo abierto y a pura garganta asalta a media calle al del volks  y le apronta sus aguacates sin semilla –los del huicolito-, y el paquete de chicles y las tiznaderitas de artesanía con las que la mitad de los mexicanos sobrevive vendiéndolas a la otra mitad. “Diez varos le vale”. Ojos tensos, ojos ávidos, que van desalados detrás del posible cliente de una mendicidad disfrazada de limpiador de parabrisas. Si vinieran a verlos…

Ah, las tensas miradas de ese manojo de nervios que, tras el volante del volks, intenta rebasar la luz preventiva mientras se cuida de la tarascada de la patrulla azul, y trata de descubrir, cuadras adelante, la causa del embotellamiento y el huequito en la banqueta donde deshacerse de la cucaracheta y seguir a pie firme, o se nos frustra la cita, o se nos va el avión, o terminamos por mojar los pantalones, Dios

Y las miradas de los desempleados que miran el amanecer recargados en las rejas de catedral, la cajita de herramientas al pie: yesero, albañil, fontanero, milusos; y los ojos de quienes dejan su vida encuevados detrás de la ventanilla de Rezagos Varios, o del ama de casa que hace cola frente al hidrante, el expendio de tortillas, de la leche de Conasupo…

Antes de venirse a esta ciudad imaginen los ojillos de esos muchachejos que por conjurar la realidad de una ciudad que imaginaron madre y les resultó madrastra, buscan la escapatoria en la “mona” de thíner o con cemento construyen sus castillos en el aire y andan por ahí sonámbulos, flotando en la irrealidad, la mirada ausente en una ciudad que los aplasta. Los rostros de la ciudad. (Vale.)

Los reverendos paidófilos

La doble moral del clero católico, mis valedores. Hace algunos ayeres, ante  los casos de paidofilia de un Martín surcar-Nacif y demás casos de aberración sexual que escandalizaron a las buenas conciencias, el clero fulminó a quienquiera que fuese acusado de practicar el delito asqueroso de violación a niños y adolescentes:

Todo aquél que cometa pecado mortal, como los pederastas, debe ser castigado por la ley y excomulgado.

Muy bien,  pero luego de conocerse el caso de un sacerdote violador de niños y la exigencia popular de la aplicación de la ley contra el delincuente, ahí se alzó  desde el púlpito el criterio de las sotanas:

¿Pederastia entre los sacerdotes? Nosotros no somos jueces, y el que esté limpio de pecado que arroje la primera piedra.

Hoy mismo, a principios de esta semana, la noticia señala a la Arquidiócesis de San Luís Potosí de complicidad por encubrimiento en el caso de un sacerdote que en el 2011 abusó de  un jovencillo de quince años. “La víctima fue violada después de que el sacerdote le ofreció cerveza y una pastilla para relajarse. A los padres de la víctima se les hizo firmar una declaración jurada ante Dios para mantener el hecho en secreto y estricta reserva”. (¿Un cómplice su Dios, al que manosean a lo chabacano?

Pederastia. Ahora mismo me viene a la mente otro caso de violación por parte de la sotana a un niño del catecismo. Miro la foto del degenerado, un fulano de unos 25 años, atavío de sotana y capa pluvial. El “religioso”, joven aún, ya se advierte fofo de carnes, mofletudo y rollizo bajo su vestidura blanca con motivos religiosos: la cruz, la paloma, el alfa y la omega, el pez. Un sacerdote, sí, un paidófilo más, éste, encuevado en alguna capilla escondida en la Sierra Norte de Veracruz.

¿Los hechos que incriminan al paidófilo? Los consabidos: con el pretexto de impartir clases de catecismo, y como los servicios del culto requieren de monaguillos, el “reverendo” convocaba a niños de la localidad, de entre ellos seleccionaba a la víctima, y ya cuando la había acorralado en algún rinconcillo de la sacristía, la carnada: que te voy a enseñar ajedrez, te acompaño en tus juegos y te ayudo en la tarea escolar. Yo siempre estaré contigo, pero tú sé buenito conmigo. Y entonces…

-El padre me empezaba a besar en la boca, me metía su lengua, me abrazaba, me apretaba mi

cosa. Que me quería mucho y cerraba sus ojos, resollaba recio y se me iba restregando…

La historia de siempre: entera su potencia sexual  y ayuno de mística y temple para domar su naturaleza, el sacerdote desfoga los impulsos de libido con quienes y en quienes supone que peca con menor peligro, siempre arropado por sus superiores. “Dejad que los niños vengan a mí”.

– Me acostaba en una cama de la casa parroquial y yo sentía su miembro. Me lo apretaba y me lo refregaba en mi cuerpo. Me besaba el cuello y me acariciaba mis piernas y brazos, diciéndome que me quería mucho. Luego me bajaba los pantalones y…

El crimen clerical, perpetrado en sacristías y habitáculos de sacerdotes enfermos y degenerados, permaneció oculto, o casi,  hasta que afloró toda la suciedad del Maciel legionario “de Cristo”,  al que de nada sirvió la protección que le prestaba Juan Pablo II. Frente a panorama tan aberrante alardeó el obispo Leopoldo González  cuando Sec. General de la Conferencia del Episcopado Mexicano:

¿Curas pornógrafos y pederastas? Entre más humanos nos vean más nos van a apreciar. (¡Uf!)

Más de sotanas temperamentales,  jariosas e incontinentes, después. (Vale.)

Convicciones de rastrojo

Y va de mulas, mis valedores. Dije a ustedes ayer que en busca de locaciones para su nueva película y porque en pleno desierto de Marruecos le falló el transporte, el actor Tom Hanks tuvo que agenciarse una mula. Cité el incidente y lo empalmé al caso de un cierto Mr. McCrea,  chofer de un camión de transporte en EU que, frustrado por los reglamentos del gobierno, vendió su camión y se compró una mula. La prefiero, afirmó.

Yo, dije a ustedes ayer, durante algún tiempo cabalgué una mula de manejo  fácil que me transportaba por la ruta que  la rienda le iba marcando. Pues sí, pero mulas vemos, convicciones no sabemos. Un mal día, de repente, la mula matrera pegó el respingo y un chaquetazo que me arrojó al piso. Me alzaba, dolorido, cuando lo vi pelar una hilera de dientes amarillentos y luego volverse y colocar sus cuartos traseros frente a mi cara, para luego dejarme ir una corrompida ventosidad. Asqueroso.

Y allá va la acémila después la defección, trotando, toda jocundia, en dirección contraria a donde hasta entonces se conducía. Yo, por entender conducta tan aberrante,  investigué, y entonces… ¡madre Tula! ¿Sabe, Mr. McCrea, lo que ocasionó la defección de la acémila? De no creerse: ¡fue un puñado de mazorcas que desde el maizal de Los Pinos le badajeó el amansador de mulas e intelectuales orgánicos que ante las masas pasan por ser muy honestos y muy de izquierda, tal como fingía ser la mula de marras! ¡Muy de izquierda todos esos, y no salen del maizal! Unas mazorcas compran valores morales, principios éticos, varonía, dignidad, vergüenza, decoro, en fin. Traicionera resultó la acémila que por aquel entonces encabezaba el sindicato en el que yo era delegado sindical. Un Pérez.  Todavía candoroso, yo entre mí decía:

¿Tan deleznable es la condición de las mulas? ¿De nacimiento lo son, o es vicio aprendido? ¿Las enviciaron sus tiempos de muertas de hambre? ¿La presente crisis de valores? No lo entendía, y aun escribí: “Me resisto a creer que mulas de esta condición padezcan un hambre tan compulsiva que un talego de mazorcas las lleve a defeccionar.  ¿Harinolina y rastrojo no les llenan la panza, que así pierden todo decoro, toda la dignidad, y van a culimpinarse y servir no a los intereses de todos nosotros, sino a los del amansador?” Lóbrego.

Golpeado y adolorido,  asqueado y colérico, reflexionaba: y pensar que a lomos de mula tan traicionera creí que podría llegar a tierras de mi querencia; y pensar que en noches cerradas avancé a ciegas, confiado en el puro instinto y en la supuesta nobleza del animal; y pensar que bordeando barrancas y desfiladeros en noches de cerrazón la dejé suelta de rienda, atenido nomás a su supuesta lealtad. Hoy, aunque tarde, me explico la causa de que el camino fuese un puro fracaso y una pura decepción: ya la acémila, para aquel entonces, saboreaba rastrojo y  mazorcas del ajeno maizal. Mula baquetona…

Yo por aquel entonces era un ignorante total en cultura política, y como hoy mismo algunos de quienes pueblan el país, vivía esperanzado en  que de la recua esta mula o esta otra me llevaran a donde quería yo llegar.  Ilusionado viajé a lomos de acémilas tan traicioneras como las de Tlatelolco y San Cosme, pero eso sí: curado ya del candor, nunca  volví a cabalgar en acémila alguna,  fuese tricolor, colaboracionista o del Verbo Encarnado. Mis valedores:

¿Alguno de ustedes se arriesgaría a trepar en los lomos de una de esas acémilas pragmático-utilitaristas, convicciones de rastrojo y nuevaizquierderas?  (Agh.)

Mulas

Hoy me refiero, mis valedores,  a las mulas y otros especimenes. La nota del matutino fechada el viernes pasado  asegura que la pinchadura de un neumático de su vehículo obligó al actor norteamericano Tom Hanks, que viajaba por alguna zona desértica de Marruecos en busca de la locación adecuada para su próxima película, a tener que  transportarse a lomo de mula.  Hanks tuvo que conseguir tres mulas para él y sus dos acompañantes, y aquí la curiosa coincidencia: que hablando de mulas también un paisano del actor tuvo que ver con tal clase de animales. La nota, fechada ya hace algunos ayeres, llegó de Sandpoint, en los Estados Unidos:

N. McCrea, chofer de un camión de transporte, frustrado por los reglamentos del gobierno, abandonó su oficio y se compró una mula. Prefiero las mulas, dijo. Hoy es su medio de transporte.

Yo, en leyendo la nota, envié al camionero desertor un mensaje que ahora pudiese dedicar al susodicho Tom Hanks, que a la letra dice:

Leve escozor me produjo su decisión, Mr. McCrea. Si a usted la experiencia con los camiones le fue negativa, a mí la de una mula me resultó catastrófica, por lo que yo le aconsejo: cuídese de un camión, pero más de una acémila, traicioneras como son todas las de su raza.  Aquí, por si pudiese aprovecharle, mi mala experiencia con una mula maicera.

Mexicano soy. Mucho tiempo viajé a lomos de mi animal. Alto, buena alzada, percherón, parecía la pura verdad, aunque yo nunca le tuve confianza, que si lo utilicé fue porque me lo impusieron los de mi pueblo.

Largo era el tramo por recorrer, tortuoso y plagado de dificultades, pero la montura me llevaba a buen paso, y todo iba bien. Graneada y robusta, ovachona, la acémila que le cuento parecía ser de condición, muy distinta a las mulas con las que el paisano de México se topa todos los días. Broncas como son las demás, la que yo montaba era mansa y de trote fiel. Resabiadas las otras, atravesadas, alebrestadas y levantiscas, esta era de fácil rienda y leal a mí, su jinete. Matreras algunas más, que avanzan pajareando ya a la derecha o ya al estilo de nueva izquierda,  la acémila que le cuento parecía ser firme en su paso y avanzaba sin corcovos, en rectitud. Esto, al menos, hasta hace cosa de varios meses, porque  mulas vemos, defecciones no sabemos.

Porque ocurrió, Mr. McCrea, que de repente, sin más ni más, cuando yo más  confiado avanzaba a lomos del animal, cuando le había soltado la rienda siempre confiado  a su instinto y a su buena condición, aquel mal día, de improviso, ¡tíznale, que la muy mula pegó el chaquetazo! “¡Hija de tu burro manadero! ¿Qué jicotillo te fue a picar, que así chaqueteas?” Ah, la condición de las mulas…

No se confíe demasiado en su acémila, Mr. McCrea. Cualquier día de estos, sin previo aviso, puede darse el sacón y pegar el reparo, como esta mula de siete cuartas, hija del siete de espadas. ¿El nombre de la tal? Más adelante.

De no creerse: apenas pude alzarme del suelo, quebrantado todo de cuerpo y ánimo, ahí vi que la acémila me observaba con ojillos burlescos, y que en silenciosa carcajada pelaba una hilera de amarillos dientes de animal bien graneado, y lo peor:  de súbito se volvió, me plantó en plena cara sus cuartos traseros –transeros-, y que alza la cola, toma una tarascada de aliento, y entonces, en mis puras narices ¡rájale!, la ventosidad corrompida y esa coz que, si no me agacho…

Mula dejara de ser. Allá va la desvergonzada después de la defección, trotando, eructando a…

(De otras mulas, mañana.)

Macabrón

Felipe IV de España, uno más de los pequeñajos que han logrado trepar al poder. Como rey, Felipe (1605-65) nos resultó un  mediocre, y tanto le pesó la corona que entregó las llaves del gobierno a un tal Conde-Duque de Olivares, el Manlio Fabio de por allá. El mediocre falleció de pura tristeza, destino que es de los pobres de espíritu. Macabrón.

Este Felipe mediocre de facha, intelecto y carácter, iba a ser el  destinatario del célebre Memorial que a lo subrepticio le deslizó aquel mi señor don Francisco de Quevedo y Villegas, genio de genios del Siglo de Oro español. En los pareados del Memorial Quevedo echa en cara a Felipe ser el causante de achaques y tribulaciones que azotaban al noble pueblo español, y que iban del enriquecimiento inexplicable de algunos voraces a la extrema miseria de los entenados del reino. Esto, a mediados del XVII español. Males fueron aquellos que la España del Cid soportaba a lo estoico. El Memorial iba a llevar de la mano a Quevedo hasta una acogedora mazmorra del rey,  rencoroso y vengativo como todos los de su alzada.

Muchas excelencias se le advierten al Memorial: las acusaciones con que Quevedo chicotea la cara al monarca son las que nosotros pudiéramos enderezar contra cualquiera que haya posado sus reales en el sillón de Los Pinos. Dice:

Católica, sacra y real majestad – que Dios en la tierra os hizo deidad; – Un paisano pobre, sencillo y honrado – humilde os invoca y os habla postrado.

El honrado, pobre y buen caballero – de plano, no alcanza ni pan ni carnero. – Perdieron su esfuerzo pechos españoles – porque se sustentan con tronchos y coles. – Cebada que sobra los años mejores – de nuevo la encierran los revendedores. – Madrid a los pobres pide mendicante – y en gastos perdidos es Roma triunfante. – En vano es que agosto nos colme de espigas – si más lo almacenan logreros que hormigas. – En vegas de pasto realengo vendido – ya todo ganado se da por perdido.

Perpetuos se venden oficios, gobierno – que es dar a los pueblos verdugos eternos. – Si a España pisáis, apenas os muestra – tierra que ella pueda deciros que es vuestra. – Los que tienen puestos, lo caro encarecen – y los otros lloran, revientan, perecen.  – Crecen los palacios, ciento en cada cerro – y al pobre del pueblo, castigo y encierro.

Plazas de madera costaron millones, – quitando a los pobres vigas y tablones. – Un ministro, en paz, se come de gajes – más que en guerra pueden gastar diez linajes. – Nunca tales gastos son migajas pocas, – porque se las quitan muchos de las bocas. – Los ricos repiten por mayores modos: – ya todo se acaba, pues robemos todos. – Y así en mil arbitrios se enriquece el rico, – y todo lo pagan el pobre y el chico.

El vulgo es, sin rienda, ladrón y homicida – Burla del castigo, da coz a la vida. – ¿Qué importan mil horcas, dice alguna vez,  – si es muerte más fiera hambre y desnudez? – Consentir no pueden las leyes reales – pechos más injustos que los desiguales.

Las plumas compradas por Dios jurarán – que el palo es regalo, y las piedras, pan.- Contra lo que vemos, quieren proponernos –que son paraíso los mismos infiernos. -Las falsas lisonjas son flechas cubiertas. Porque lo demás todo es cumplimiento – de gente servil, que vive del viento. – Si en algo he excedido, merezco perdones.- ¡Dolor tan del alma no afecta razones!

Y la crueldad de los débiles: apenas leer el Memorial, ¡a la mazmorra el genio del Siglo de Oro español. Es la historia: ayer, la España de Felipe. Hoy, el México de Felipe y Peña. ¿Y el país de nosotros? (¿Ese qué?)

Salario mínimo

Los ricos repiten por mayores modos: – ya todo se acaba, pues robemos todos. – Y así en mil arbitrios se enriquece el rico, – y todo lo pagan el pobre y el chico.

La requisitoria de Quevedo a Felipe IV y sus potentados pudiera aplicarse hoy a un México ahora ya sin Felipe, pero sí con Peña, jerarca de un país donde se perpetran los dos delitos fundamentales que denuncia el clásico: la pobreza y la riqueza. Sin más. Por cuanto al salario mínimo, y respetando la sintaxis del documento:

Hoy cuatro millones 435 mil 896 mexicanos perciben un minisalario, y dos millones 127 mil ganan de tres a cinco mínimos. El incremento salarial es insuficiente en comparación con el de los precios de los alimentos que las familias requieren para un desarrollo saludable, lo que explica la pérdida del poder adquisitivo del salario. (“Un país fuerte necesita salarios justos”, afirman los autores de la iniciativa sueca que propugna un salario mínimo de 25 dólares por hora.)

Desde 1987 el precio por día de la Canasta Alimentaria Recomendable, CAR, registra un incremento de cuatro mil 582 por ciento. En ese año se requerían 3.95 pesos diarios para comprar una canasta y media. Hoy las familias sólo pueden adquirir una tercera parte de los productos que la integran.

Desde diciembre del 2012 el poder adquisitivo registra una pérdida acumulada de 3.45 por ciento. Del primero de enero del 2013 al pasado 12 de abril la Canasta alimentaria aumentó 7.62 por ciento, y el salario nominal diario tuvo un incremento del 3.90 por ciento.

Desde 1982, por la instrumentación de distintas políticas económicas el consumo de productos básicos como leche, tortilla, pan, frijol y huevo, ha disminuido. En enero del año referido podían comprarse 18 litros del lácteo con un salario mínimo, y hoy la percepción alcanza para cuatro litros.

La tortilla es uno de los alimentos básicos de la cultura mexicana, y por generaciones ha estado en nuestra dieta diaria. Hace 32 años se compraban 50.9 kilogramos con un minisalario. En abril pasado el ingreso cubría el precio de 5.8 kilogramos.

En el mismo periodo, la merma en el consumo de pan blanco fue la siguiente: en 2014 sólo pueden adquirirse 38 de las 280 piezas que se compraban en 1982. Asimismo, las familias limitaron el consumo de frijol. Con un salario mínimo se compran hoy 3.3 kilogramos de los 11 que se adquirían hace tres décadas, detalla el estudio correspondiente.

De acuerdo con los resultados del cuestionario de precios, en abril pasado el costo promedio de la canasta básica fue de 184.96 pesos. En mercados  y locales aledaños se erogaban 186.35 pesos, un peso 39 más que la media. En tianguis y establecimientos el desembolso era de 172.44 pesos, 12.52 pesos más barato que el promedio, y en supermercados se requerían 195.30 pesos.

Tal es la realidad, más allá del universo de ficción donde la pantalla de plasma, al modo del flautista Hamelín, hipnotiza a sus víctimas y las conduce al voladero.  Mis valedores:

México es nuestra casa común. Es este el México que edificamos nosotros. Todo lo bueno y todo lo malo que en ella acontece es responsabilidad nuestra. El salario mínimo y la canasta básica, pongamos por caso. ¿Peña y congéneres, mientras tanto? Esos sólo son  servidores que contratamos para servicio de nuestra casa común, pero ocurrió que  al ponerla en sus manos comenzaron por maleducarnos y aprontarnos la TV, con lo que nos hicieron ignorantes y terminaron por tomarnos la medida y supeditarnos a su voluntad. ¿Y nosotros, en tanto?  ¡E-xi-gi-mos! (Ah, México.)

Maciel, el reputadísimo

Fue el mayo también, pero de hace ocho años, cuando el fundador de los Legionarios de Cristo y violador de mujeres, seminaristas y legionarios fue oficialmente defenestrado por Joseph Ratzinger, que ya como Benedicto XVI le ordenó que de ahí en adelante se abstuviera de celebrar misas y confesar penitentes; que ahora el muy penitente sólo contaba con el permiso para el cilicio, la oración y el recogimiento. A Maciel de nada le iba a valer que invocase el auxilio de su protector, un Juan Pablo II que aún no se ponía a forjar milagros, por más que el único que yo le conozco y le reconozco es ese, precisamente: que el socio neoliberal de la Thatcher y Reagan y protector de Lech Walesa y congéneres como del verraco Maciel haya conseguido fast track, que dicen los gringos de segunda, su aureola de santo. Relumbrosa y flamante. Ese sí que ha sido su más estruendoso milagro. Laus Deo.

Yo, asqueado ante el espectáculo del Tartufo protegido lo mismo por Juan Pablo II que por un Ratzinger por aquel entonces prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe,  redacté los siguientes párrafos:

Y lo que el garañón caído en desgracia debe de andar echando de menos a aquel su protector que en vida le sirvió de tapadera, el ya beato Juan Pablo II. Tengo aquí, sobre mi mesa de trabajo, la foto del par, uno de rodillas y el otro posando sus reales en el sillón papal mientras planta su diestra sobre la crisma del legionario mayor y el mayor de los tartufos,  infidentes y sepulcros blanqueados.

Me acuerdo. Eran aquellos los tiempos de honras y beatitud para ese que tantas víctimas acusan de abusador sexual. Así pasan las glorias de este mundo cuando se erigen en la mentira, la infidencia, la porquería. Maciel. (¿Y Maurita, su madre? ¿Sigue abierto su expediente rumbo a la beatitud? Ah, ese Francisco, ese Vaticano.)

Miro la foto del protector de Maciel y la autoridad moral del antecesor de Ratzinger se me figura tan disminuida, y tan abollada la aureola que le enjaretaron a destiempo: Juan Pablo II, valedor de honras en entredicho. Dios

Recuerdo la quinta visita de Karol Wojtyla, que sería la postrera, cuando llegó con el propósito de otorgar la categoría de santo a un vagoroso, a un impreciso beato Juan Diego al que fray Juan de Zumárraga, él tan acucioso en sus crónicas, nunca hizo la más leve alusión. La visita del Pontífice acarreado por los poderosos de El Yunque y algunos más realizó el consabido prodigio de congregar las multitudes de siempre, ya condicionadas,  unas masas delirantes que, en el filo del éxtasis, a clamores lo clamaban nombrándolo padre,  santo y enviado de Dios. Y en eso fue todo a parar, porque el pontífice retornó al Vaticano, y en las masas que no terminaban de aclamarlo tanto amor, tanta veneración y bendiciones tantas, nunca hasta hoy se han traducido en un tanto así, miren, de elevación en la religiosidad del mexicano ni en el acrecentamiento de los valores morales de la comunidad. Tal fue el quinto viaje del papa polaco. De la seguridad del pontífice lo afirmó el matutino:

– Como los apóstoles a Jesús, 12 rodean en todo momento a Juan Pablo II, todos cintas negras entre el cuarto y octavo grado.

Y el responsable de la seguridad papal:

– A la gente le dolería más un atentado contra el Papa que contra cualquier otra persona; incluso si fuera contra el propio Presidente de México, no dolería tanto como si fuera Su Santidad.

El santo guarura decía la verdad. De López Portillo a Fox, ¿alguien se dolería porque sufrieran algún atentado? (Digo.)

Había una vez…

El relato infantil, mis valedores. Mi madre, al amamantarme, dormíame no con Blanca Nieves o Pulgarcito. Ella, zacatecana de origen:

– Grábatelo, mi hijo: el Señor Dios, en la santa misa, reveló a un señor obispo el instante en que dos impíos caían de cabeza en los apretados infiernos. Uno fue el indio Juárez; el otro hereje, el impío Calles, verdugo de los santos sacerdotes que tuvieron que hacer la cristera por amor a la santa Iglesia. ¿Ya te dormiste, mi hijo?

Tal el cuento que arrulló mis ensueños de mamón. Dejé la teta, lástima, y tuve que entrar a la escuela, lástima peor. Mi niñez fluyó como la de todo niño zacatecano: con una estampita de mi paisano el cura mártir Miguel Agustín Pro en las manos, pero no una estampita cualquiera, sino una milagrosa. La cartulina mostraba, en negativo, los rasgos lechosos de un rostro informe, como forjado con ectoplasma, del que en el centro se advertía un puntito oscuro como travesura de mosca. Las instrucciones para provocar el prodigio:

“Mírelo el devoto de manera fija y sin parpadear durante el tiempo que tarda en rezar un Padre Nuestro y una Ave María con la intención de que Miguel Agustín sea canonizado muy pronto. Luego mírese al cielo y el prodigio: ahí aparecerá el rostro del siervo de Dios”.

Y sí. Luego de mirar el puntito, ¡el milagro! Gigantesco, imponente a todo lo amplio del firmamento zacatecano, contra la claridad purísima se revelaban, ya en positivo, los rasgos del padre Pro, virgen y mártir del impío Calles. Los rasgos de barretero zacatecano me acompañaron al seminario donde, gracias sean dadas a las sotanas, aprendí a distinguir el bien del mal, sin matices, y  a hablar y escribir en castellano. Suertudo.

En fin, que mi niñez  transcurrió a la diestra del padre, mi don Juan, y de una runfla de tíos, corazón cristero. Cabalgando con el abuelo  en ancas del penco con la sana intención de que el cristero don Chepe se protegiera conmigo las espaldas contra algún rencoroso adversario de religión, iba yo hasta La Cañada, y detrás de mezquites y encinas, fortines naturales, me topaba con montones de casquillos de máuser y carabina, cáscaras de la almendra de plomo con que los fanáticos de Gorostieta agujeraban la cuera de guachos pelones del impío Calles. Todo con el pecho protegido con el escapulario de paño con la leyenda:

¡Detente, bala enemiga, que el corazón de Jesús está conmigo!

Fue así como encontraron la muerte mis cristeros paisanos en su intento por desencuadernar la Constitución. Los difuntos de sotana y chaparreras, como los casquillos vacíos, quedaron detrás del pochote aquél, y del huizachito, y de la varaduz. Hoy, los restos de una Constitución desencuadernada hasta las pastas, ¿dónde fueron a quedar? Los ideales de los Gómez Farías, Mora, Juárez  y demás liberales, ¿no murieron de inanición por más que años después algunos ideólogos intentaron resucitarlos en la Convención de Aguascalientes y después con Cárdenas? Ellos lograron aplacar a los levantiscos de capa pluvial, pero (culpa de todos nosotros)   ahora se ayudaron de Fox y Calderón para terminar de hacer pedazos la Carta Magna. ¿Y nosotros?

Mis valedores: Norberto Rivera y congénerestriunfaron en el país; dueños son de la voz, la homilía,  la política y la Constitución. Hoy también,  mancornados a Peña y su clan tricolor, con los yunquistas (cristeros y sinarquistas tardíos) dictan condiciones y ladean el país cada vez más hacia la derecha. ¿Y nosotros, en tanto? ¿Nosotros puros  reniegos, marchas y  TV?  (Ah, México.)

Esa madre

Una mujer y su hija caminaban dormidas. Cierta noche, sonámbulas, se encontraron en su nebuloso jardín. Habló la madre, y dijo: “¡Al fin, al fin mi enemiga! ¡Tú que destruiste mi juventud y edificaste tu vida sobre las ruinas de la mía! ¡Ojalá pudiera matarte!”Y la hija habló:  “¡Oh mujer odiosa, egoísta y vieja! ¡Estás entre mí y mi libertad! ¡Quisieras que mi vida fuese un eco de tu marchita vida! ¡Ojalá estuvieses muerta!

En ese instante cantó un gallo, y ambas mujeres despertaron. La madre dijo dulcemente: “¿Eres tú, encanto?” Y la hija: “Sí, madre querida”. (Gibran Jalil Gibrán.)

Mis valedores: porque los capté enajenados en un consumismo a la altura de   la manipulación de los comerciantes que  los forzaron a testimoniar su amor a la madre con un regalo al tamaño de tal sentimiento, y por atenuar lo empalagoso de la sacarina que impone la cultura popular cuando de la madre se trata, va para ustedes un texto irreverente que sin especificar nombre ni otros detalles cierto día cayó en mi correo. Mi madre.

Ella me enseñó a apreciar una labor  bien hecha: ¡Si se van a matar, háganlo afuera! ¿Acaso no ven que acabo de terminar de limpiar?

Me enseñó Religión: ¡Reza para que esta mancha salga de la alfombra!

Me enseñó Lógica: ¡Porque yo lo digo! ¡Por eso mismo, y punto!

Me enseñó a predecir el futuro: Ve que estés usando ropa interior limpia, por si te ocurre un accidente.

Me enseñó Ironía: Sigue llorando y ahora mismo te doy una buena razón para llorar.

Me enseñó a ser ahorrativo: ¡Guarda esas lágrimas para cuando me muera y me estés velando de cuerpo presente!

Me enseñó lo que es el sentido común: ¡Cierra la boca y come!

Me enseñó contorsionismo: ¡Mira la suciedad que tienes en la nuca, sucio que no fueras! ¿Que cuál mugre?  ¡Voltéate y mírala, cochino!

Me enseñó resistencia: ¡Te quedas sentado hasta que te comas todo!

Me enseñó meteorología: ¡Parece que un huracán pasó por tu cuarto!

Me enseñó el arte de la mesura: ¡Te he dicho un millón de veces que no seas tan exagerado!

Supo enseñarme el ciclo de la vida: ¡Yo te traje a este mundo, y como te traje, a la hora que me parezca  te puedo sacar de él!

Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: ¡Deja de actuar como tu padre! ¿No tienes un tanto así de vergüenza?

Me inició en el orgullo: ¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no tienen una mamá excelente como la tuya!

Me enseñó el arte de la ventriloquia: Por qué lo hiciste, granuja? ¡No me rezongues! ¡Cállate y contéstame! ¿Por qué lo hiciste?

Me enseñó odontología: ¡Me vuelves a contestar y te estampo los dientes en la pared!

Me enseñó rectitud: ¡Te voy a enderezar de un fregadazo bien puesto!

Ahora, mis valedores, aquí los conceptos que de la madre y a siglos de distancia expresa ese monumento de la cultura ancestral de la India que es el Mokshadharma del Mohabharata:

La madre es una suerte para cada uno en su miseria. El que tiene madre tiene protectora, y está sin protectora quien no tiene madre. Aun cuando uno tiene hijos y nietos, cuando se acerca a su madre llega a ella como un niño de dos años, aunque tuviese ciento. Ya sea apto o incapaz, ya sea enfermizo o sena, siempre es la madre quien cuida al hijo, el que no tiene otra protectora en el orden natural. Cuando ha perdido la madre, entonces es cuando el hombre ha envejecido, cuando está en la miseria y se halla solo en el mundo. No iguala a la madre ninguna sombra refrescante, ningún refugio iguala a la madre, ningún ampara iguala a la madre, nada la iguala en amor. Tula. (Mi madre.)

¿Libertad de expresión?

El día de la libertad de expresión y de prensa, una celebración hoy totalmente obsoleta, apestosa a formol y a cadaverina. En el matutino:

La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por falsas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría sólo concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto.

Hermosos conceptos, y tan actuales; pues sí, pero lástima: se publicaron en el Excélsior  de 1917, un matutino que  noventa años más tarde publicó la expresión de uno de sus articulistas que se encenagó con  el elogio a  “la sonrisa de Calderón”.

Así hasta hoy día, con el cacareado Día de la Libertad de Expresión y de Prensa, o algo por ese estilo. ¿Aún no se habrá suprimido semejante exhibición de servilismo, sometimiento y cortesanía que algunos profesionales del periodismo le rinden al que a su hora y en mala hora y con métodos reprobables logró encaramarse a Los Pinos?

Semejante festejo, que ya apesta a organismo en descomposición, fue parido un día 7 de junio de 1951 por iniciativa de un falso coronel y siniestro hampón de la picaresca de la política y el periodismo, un cierto José García Valseca,  que al arrimo del presidente en turno construyó el emporio periodístico de los Soles y el trafique  anual de medallas y pergaminos con qué premiar a los periodistas tan voraces del chayo cuanto dóciles a Los Pinos.  Semejante cooptación de conciencias se ha sublimado, de ser cierta la lista que acabo de recibir, porque ahora, además del sueldo que perciben en la fuente de radio y TV que los emplea, el gobierno les alquila la conciencia pagando el alquiler  con nuestros impuestos. ¿Alguno de ustedes conoce la lista de marras? Abyección pura, lo único puro que tienen tales traficantes de la propia conciencia.

De los viejos tiempos me producen dentera los melcochosos conceptos de un periodista Manuel Lebrija, que así quemaba copal ante el entonces presidente Miguel Alemán:

– Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ¡ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república!

Nada menos. Y un Jorge Calvimontes, colega del anterior:

El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre.

La opinión de Roberto Zamarripa, periodista:

-Los medios de comunicación están atravesados por la corrupción. Es un problema general que va de los chayos entregados a los reporteros, hasta las componendas entre los empresarios de la prensa y el poder político.

El periodismo. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué?  / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.

El  periodismo, mi oficio. (Dios.)

Lupus

Ella es dulce, ella es gentil, ella es inquieta y se advierte estallante de vida, pero ella, en plena juventud,  es paciente de una enfermedad poco común y aún no del todo identificada: el Lupus eritematoso sistémico. Aquí, por si a alguno pudiese interesar, la explicación del Dr. G. R.V. Hughes sobre el padecimiento.

El Lupus es una enfermedad autoinmune, un tipo de autoalergia, donde el sistema inmunológico del paciente produce anticuerpos que en vez de proteger al organismo contra bacterias, virus y otras materias ajenas, atacan los propios tejidos de la persona. Esto ocasiona síntomas de extrema fatiga, dolor muscular y en las articulaciones, anemia y malestar generalizado, y aun  puede ocasionar la destrucción de órganos vitales. Es un padecimiento con muchas manifestaciones, y el perfil de los síntomas de cada persona puede ser muy distinto. Aun puede imitar a otras enfermedades como la esclerosis múltiple y la artritis reumatoide, lo que hace difícil que el médico general pueda diagnosticarlo.

El Lupus es una enfermedad compleja, que puede afectar casi a todos los sistemas del cuerpo. Su diagnóstico se basa en una combinación de síntomas, manifestaciones y resultados de exámenes. Para brindar un diagnóstico acertado se necesita una cuidadosa revisión de todo el historial médico del paciente y análisis de resultados de exámenes relacionados con su condición inmunológica. Hoy no existe una prueba que por sí sola pueda establecer con precisión si una persona tiene Lupus.  Sólo a través de exámenes completos y la ponderación de los síntomas y su historial, puede lograrse un diagnóstico.

Una vez que se hace el diagnóstico de Lupus deberán tratarse los síntomas del paciente según sea necesario. La meta del tratamiento es controlar la enfermedad y los síntomas  para que el paciente pueda llevar una vida tan normal como sea posible.

Lupus. Puede observarse una mejoría espontánea o la desaparición total de los síntomas. Esto suele ocurrir entre períodos de actividad de la afección. Tales períodos de mejoría pueden durar semanas, meses o años, en ciertos casos, antes de que la enfermedad se presente de nuevo. Aun en pacientes con complicaciones serias el pronóstico es favorable. En la mayoría de los casos el Lupus tiene un curso benigno caracterizado por exacerbaciones con fatiga, fiebre baja crónica, erupciones cutáneas  y a veces dolor e hinchazón en las articulaciones. La mayoría de los pacientes lleva una vida normal, pero algunos desarrollan serias complicaciones.

Yo he preguntado a la joven paciente cómo se mantiene con salud, calidad y ritmo de vida al máximo. Ella aconseja: la mejor forma de convivir con el Lupus es seguir exactamente las siguientes medidas:

Sostener una buena relación médico-paciente y un sólido apoyo de  familiares y amigos.

Administrarse todos los medicamentos, visitar al médico con frecuencia y aprender tanto como se pueda sobre la enfermedad.

Mantenerse activo para resguardar la flexibilidad articular. Alternar ejercicios moderados con períodos de relajación y descanso.

Evitar la exposición excesiva a los rayos solares. Utilizar vestimenta de mangas largas cuando se está al aire libre o al sol.

Las mujeres jóvenes planificar sus embarazos de forma cuidadosa y con orientación médica. Mis valedores:

Aquellos de ustedes que sientan debilidad física y depresiones,  excesivo  cansancio y  necesidad de dormir,  cuidado: visitar al médico.

Mañana, a propósito, se conmemora el Día Mundial del Lupus. Que no sea tarde para algunos de ustedes. (Vale.)

Libertad de expresión, ese mito

Un pueblo desinformado y ya resignado bajo un poder omnímodo como el de los medios de acondicionamiento social puede caer en la servidumbre y la degradación política y moral hasta el grado de convertirse en un animal doméstico.

El día de la libertad de expresión y de prensa, por ahí va el título de esa fecha destinada a festejar la cooptación de algunos periodistas por las autoridades en turno. El festejo de marras (no estoy cierto si vive o muere a estas horas) fue instituido el 6 de junio de 1951 por los colaboracionistas del Poder. De lo que sí estoy seguro, de resultar cierto el documento sobre la docena de periodistas a los que el gobierno soborna con el dinero de nuestros impuestos, es que el sobrcito de los viejos tiempos ha sido sustituido por un soborno descomunal, que en el periodista que encabeza la lista llega casi a los 900 mil mensuales. Cooptación vil, porque  el sueldo es cubierto por la empresa para la que el cooptado labora. Aquí, sobre el periodismo, mi oficio, opiniones de Camilo Taufic y algunos más:

¿Libertad de expresión? Los medios son industria y comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance  del periodista. No hay uno, ni un grupo de ellos, donde sean los dueños de una industria impresa o electrónica, y de existir, su sobrevivencia dependería del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio de los dueños de la estación de radio o de TV y sus intereses comerciales.

¿Libertad de expresión? Los medios no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Podrán ser instrumentos de cultura o también de incultura; de dominio o de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

¿Libertad de expresión? ¿Cómo, dónde, si los grandes capitales detectan el monopolio de radio, televisión y todo el poder de la información para con ello poseer todos los poderes? Y no existe la información por la información. Se informa para manipular en determinado sentido a las masas sociales. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. Las ganancias de la televisión provienen de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que defiendan los intereses de los anunciantes. Sin más.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los  medios producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, que se realiza dentro de una exactitud minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del medio, por interés económico, privilegiar el de los patrocinadores  y someter a las masas,  las atiborra de nota roja y escándalos,  telenovelas y morbo, sexo y todo eso que las alimenta del ombligo para abajo. Y sí, por supuesto: que no falte el clásico pasecito a la red.  ¡Brasil!

¿Libertad de expresión? Mientras el monopolio de los medios de acondicionamiento social dependa del dinero de las empresas y el gobierno, la libertad de información será un mito y la democracia una de tantas mentiras convencionales de nuestra civilización mistificada, donde las palabras desmientes sus significados y las ideas los hechos.

¿Libertad de expresión y de prensa? (Bah.)

¿Y Atenco, mis valedores?

¿Atenco ya se olvidó?  Ayer lo dije y hoy lo reitero: la factura de Atenco sigue aún sin cobrar. ¿Y nosotros?

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, todo esto a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un Peña  que con todo y eso pepenó la banda presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culatazos, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y a aquél  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular, el territorio patrio, las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano.  Atenco.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco los días 3 y 4 de mayo del 2006. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando del entonces Peña  gobernador del Estado de México. Recuerdo aún la respuesta que éste dio hace algunos ayeres a los requerimientos de 132 estudiantes universitarios:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Una violencia legal como la que fue a perpetrar en Atenco su horda de sádicos disfrazados de cuerpo represivo. Ese Peña, en la carrera presidencial, aventajaba a López Obrador en las preferencias de las masas sociales. Es la desmemoria de las masas sociales; es su debilidad ante los medios de acondicionamiento social; es México.

Y los resultados de una violencia que el sucesor de Díaz Ordaz en Los Pinos provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Tal es la justicia en México. Tal  es la violación de los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa permitieron que el PRI volviese a encuevarse en Los Pinos.  «Para eso tiene el Estado la violencia legal». Aberrante.

Pero ante la pasividad y la indiferencia de aquéllos a quienes Atenco dejó y deja indiferentes  América del Valle sentenció a los agresores:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Atenco,  mayo del 2006. En fecha reciente Peña pudo mudarse  a Los Pinos. En fecha reciente, por su celo justiciero,  la Suprema Corte de Justicia de la Nación recibió el reconocimiento de la ONU. ¿Y nosotros, mientras tanto?  ¿En el retorno del PRI-Gobierno a Los Pinos tuvimos presente Atenco?  Mis valedores: este es Peña, este es el pobre de espíritu que votó  por él; este es México. (Nuestro país.)

¿Milagrero Wojtyla?

Milagrero, y aquí certifico tres de los prodigios que realizó durante sus visitas a nuestro país. El primero:

En su 2ª. visita a nuestro país (1990) Wojtyla se reunió con empresarios y comerciantes mexicanos, y convirtió el corazón de los tales, roca y pedernal, en terroncillos de azúcar cande. Así le dijo un  Fernández de Castro,  

Su Santidad: los empresarios deseamos el bienestar social de todos los que dependen de nosotros. Creo que los empresarios somos un medio del que Dios se vale para la administración de la riqueza temporal.

Un Eduardo García, comerciante:

– Yo soy partidario, Su Santidad,  de un capitalismo popular (sic.); de uno que, como la imagen de María, se intuye y se preanuncia (sic.)

Wojtyla le echó en (la) cara su bendición. Y sonreía…

Comerciante también, Patricio Martínez:

– Usted vino a reafirmar lo que nosotros ya teníamos como doctrina social, tal como lo expresó en torno al capitalismo, al lucro exacerbado, al amor del dinero y a la mala retribución al trabajo e injusta distribución de la riqueza. De alguna manera, nosotros ya la practicábamos, porque nosotros no defendemos el individualismo egoísta que algunos practican porque siempre hay ovejas negras. Usted no dijo que el dinero sea malo, lo que pasa es que, por supuesto, no lo podemos amar al mismo nivel que los empresarios amamos a Dios. (¡!)

Finalizó la visita, y un Guillermo V. Madero, de un tal Centro Empresarial: “Qué paquetón nos vino a dejar el Papa. Claro, él habla de lo que debería ser, no de lo que es, pero no podemos quejarnos, porque lo  importante es que gracias a Dios, la visita papal redituó una ocupación hotelera del 100 por ciento”.

El dirigente de la selección mexicana de futbol, un Lapuente:

Su Santidad fue decisivo para lograr lo que tuvimos en el Mundial de Francia.

El segundo milagro: Una televisión que durante 362  días del año ventoseó basura y bodrios para alimento espiritual de los mexicanos, de súbito, al solo conjuro del Papa, el tanto de tres días mudó de pelleja y se nos tornó seráfica. Nada de jovencitas en pantaleta ni cómicos del albur. Ahora arpegios de órgano y efluvios de incienso y copal. El sketch procaz dejaba su foro a la homilía, y el albur a los latinajos. Durante tres días el México siempre fiel se nos tornó místico, como el resto del año mantenía su onanismo mental ante carnazas, pechugas y lágrimas de glicerina en las telenovelerías.

Y qué prodigio observar a los compinches Salinas y Azcárraga que al influjo del destructor de la Teología de la liberación y socio anticomunista de Reagan y Tatcher, de corruptores se nos tornaban seráficos,  y en celo religioso se soltaban exudando, urbi et orbi, su parafernalia de misas y beatas, cantos litúrgicos y bendiciones, credos y antífonas y homilías, espectáculo que alcanzó altísimos niveles de audiencia y beneficios en euros para  los propietarios de la TV en este país  que puede ser todo lo creyente que se quiera, y hasta católico, si lo prefieren, pero que por sus obras tiene muy poco, poquísimo de cristiano. Es México.

El milagro tercero: que esa verdad oficial de los  Peña y Wojtyla, Slim, Salinas y Azcárraga, sea la verdad que adoptan por suya las víctimas, esas masas que bailan al son que les tocan los medios de acondicionamiento social, tan vulnerables y enajenadas como el estudiante universitario:

– Yo lloré como un niño, y no es metáfora (sic.)

Y otro: Bailamos, cantamos y gritamos por horas.

Mis valedores: todo esto somos el México siempre fiel, no a nosotros, sino a  Wojtya. (Atroz.)

Frenesí y éxtasis

La noble lucha por la justicia nunca os  ha de llevar al enfrentamiento, sino que en todo momento habéis de inspiraros en los principios evangélicos de colaboración y diálogo, excluyendo toda forma de violencia.

(Mensaje de Juan Pablo II a los indígenas chiapanecos. 1999.)

Y aquello, demencial que se nos echó encima durante unos días en los que las aguas del culto a la personalidad y el fervor inducido se salieron de madre.  Así comenzó, mis valedores,  la primera de las 5 visitas de Juan Pablo II a México, que se inició el 26 de enero de 1979:

A gritos, al arribo del avión, la reportera de Televisa: “¡Un momento, señoras y señores! ¡Acaba de ocurrir un trágico accidente! ¡El Papa ha tropezado al descender del avión y se ha ido de bruces contra el piso! ¡Nadie lo ayuda! ¡Qué barbaridad, ahora la capa le envuelve la cabeza haciendo temer que Su Santidad muera simultáneamente de asfixia y fractura de cráneo apenas llegado a México! ¡Ah, qué alivio! ¡Milagro!  ¡El Papa se levantó como si nada hubiera pasado y se dirige sonriente a saludar al Sr. Presidente! ¡Ni siquiera el gorrito se le ladeó!”

Se desgañitaba la publicidad: “¡Hosana en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Padre Santo, bendice a tus ovejas! ¡Padre, bendícenos! Banco internacional”.

El Sol de México: “Una rosa de oro, permanente presencia de México en el despacho de Juan Pablo II, fue el obsequio de periodistas en su visita al país. Son ustedes modelo de responsabilidad, dijo Juan Pablo II, quien ofreció a los reporteros mexicanos: La rosa de oro que me estregasteis con tanto cariño permanecerá siempre en mi despacho, muy cerca de mi corazón”.

A doble plana en el matutino: ¡Vamos todos a Roma, a corresponder la visita que nos hizo S.S. Juan Pablo II! Reiterémosle nuestro amor y nuestra devoción al Padre Santo, llevándole hasta Roma las porras y las canciones que tanto lo emocionaron. Y recibamos allá su bendición. ¡Tenemos con él un compromiso! ¡Viajando en los mismos jets como el que condujo a S.S. durante su gira apostólica por nuestra querida patria! Ofrezca a mamá el mejor regalo en su día y conozca también Florencia, Venecia, Madrid y Toledo. Roma, escrita al revés, es amor.

El Heraldo: Excepcional retrato de Su Santidad el papa Juan Pablo II, ejecutado por la pintora polaca Anna Zernecki, que lo revela: yo encontré la inspiración…en los medios de comunicación.

Clamaba un Pedro de Urdimalas:

– ¡Yo seguí cada día las actividades de Su Santidad para crear musicalmente un relato de su permanencia entre nosotros! Me salió un bonito corrido que se titula Corrido del 26 de enero! He plasmado este corrido que puse personalmente en mano de Su Santidad, junto con una rosa roja, para que se lo llevara a Roma. Dice el corrido, en una de sus cuartetas: “Escuadrón motociclista – con gusto te recordamos – que al Papa le abriste la pista – en mares de mexicanos”.

Diario de México. “A sus 23 años de edad era drogadicto. Al paso de Su Santidad logró trepar a un poste de luz con el intenso deseo de rogar al Sumo Pontífice que le concediera el milagro de apartarlo del vicio. Electrocutado al llegar a lo más alto del poste, ayer, por fin recibió cristiana sepultura”.

Tal es el horror de la manipulación, del fervor inducido, del culto a la personalidad. Mis valedores: este es el efecto de los medios de acondicionamiento social. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (Laus Deo.)

 

Aplastar la memoria histórica

El emperador había manifestado a sus generales que Puebla  recibiría con flores al invasor. La defensa de Puebla después de la derrota del 5 de mayo demostraría a quien aún tuviese dudas, que los mexicanos empezaban a serlo.

Exacta la afirmación del historiador. Con Juárez y sus liberales se fue integrando una verdadera nación, compuesta de verdaderos mexicanos. Antes la revolución Ayutla y de las Leyes de Reforma que crearon tales beneméritos no existía un concepto de patria y de patriotas, y es por ello que el territorio fue desgarrado por cuanto invasor se propuso medrar de un territorio indefenso, o casi.

Pero bandazos que da la historia: el vecino del norte abandona el proyecto de invasión que planeaba desde el XIX por el de absorción, que aplicó desde entonces y que hoy desemboca en ese regreso del energético a las compañías extranjeras disfrazado de reforma energética que perpetran unos entreguistas validos de la pasividad e indiferencia de las masas sociales, cuya condición de mexicanos regresa a los tiempos anteriores a Juárez y sus liberales. Trágico.

Hoy, 5 de mayo del 2014, se cumplen 152 años de la invasión francesa y la batalla de los fuertes de Loreto y Guadalupe en las goteras de Puebla, la capital. Con ánimo de que se advierta que, imponderables aparte, los mexicanos remataron en el Cerro de Las Campanas la osadía de los invasores, ahora transcribo parte del mensaje que en los barruntos de la invasión Juárez envió a la comunidad:

“Mexicanos: si se intentase humillar a México, desmembrar su territorio, intervenir en su administración y política interior o tal vez extinguir su nacionalidad, yo apelo a vuestro patriotismo y os exito a que, deponiendo los odios y enemistades a que ha dado origen la diversidad de nuestras opiniones, y sacrificando vuestros recursos y vuestra sangre, os unáis en derredor del gobierno en defensa de la causa más grande y más sagrada para los hombres y para los pueblos: en defensa de nuestra patria”.

Y ya en los primeros amagos de invasión: “El pueblo mexicano conquistó su independencia sin auxilio extranjero, y ha dejado una historia de su insurrección, que parece una epopeya por los rasgos sublimes de patriotismo de que está sembrada.

El pueblo mexicano conquistó la reforma con una heroicidad y una moderación el día del triunfo, que han  merecido la admiración de los contemporáneos imparciales; y sin otra ayuda que su fe en las ideas del siglo, abatió el coloso clerical, respetando la religión. Marcó el hasta aquí a los abusos y enalteció el dogma, emancipándolo de la liga de oro que le unía con el poder civil.

El pueblo mexicano, que en pocos años ha consumado dos obras tan grandiosas, no puede ser esclavizado por ninguna nación del mundo, y puede luchar y luchará en esta vea, como en otras, para probar que tiene vida para ser independiente, que tiene inteligencia para ser progresista, que tiene valor para defender el suelo en que le colocó la  Providencia…”

En enero de 1862 se presentaban las escuadras extranjeras frente a la ciudad y puerto de Veracruz. Más tarde se iniciaría la invasión, pero entonces…

Y aquí la importancia de la memoria histórica. Si tan admirables epopeyas  mexicanas son ignoradas por las masas sociales, ¿cómo pudieran servir  de ejemplo frente a la reforma energética? ¿Hoy qué dirá de la invasión francesa el discurso oficial? ¿De la absorción de EU qué podrá decir? Mis valedores: este es el gobierno que hemos aceptado. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (¿Y..?)

Las masas olvidan…

Hoy, la mente atiborrada de cadáveres en San Martín Texmelucan, recuerdo las explosiones de aquel 22 de abril de 1992, cuando hicieron explosión los lloraderos de gasolina que inundaban las cañerías del Sector Reforma, en Guadalajara. El entonces presidente Salinas prometió castigo para los causantes de la tragedia que dejó cientos, miles de víctimas. De esto han pasado ya 18 años.  ¿Y? Lo advertía Juan Delgado N. en el Congreso jalisciense:

El caso no tiene por qué cerrarse, a menos que los ciudadanos lo olviden. Por cuanto a esta Comisión: es hora de que no tiene acceso ni siquiera a los peritajes del caso…

Contestó Alberto Orozco, ex-gobernador panista: “¿Y qué? ¿Nos  vamos a pasarla vida  llorando?” Y el canónigo Felipe Buz: “Este hecho de las explosiones no debe provocar polémicas. Hay que olvidar”. El obispo Guadalupe Martín Rábago  hizo un llamado al olvido y la reconciliación…”

Olvido. Reconciliación, impunidad, la domesticidad y al resumidero la memoria histórica. “Los damnificados presentan querella ante la Procuraduría Gral. de Justicia de Jalisco contra el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, por ejercicio indebido y abandono de servicio público, abuso  de autoridad y genocidio en grado de tentativa”, y que las víctimas de la explosión no fueron las 210 que afirma el gobierno. Fueron 2 mil 197. En los días que estuvo acordonada la zona por ejército y policías, se rescataron cientos de cadáveres más, que por las noches se llevaron a hornos crematorios del Ejército y privados. Se quemaron 70 cuerpos diarios durante 27 días. Pero ustedes, priístas, espérense, que ya vienen las elecciones.

Pasadas las elecciones, “en el olvido, damnificados de las explosiones experimentan impotencia, coraje, decepción y falta de justicia. Lilia Ruiz, representante de los lisiados, dijo que el triunfo de Acción Nacional en el gobierno se debió en mucho a su dolor, ya que la sociedad puso todas sus esperanzas en el nuevo partido, que los ha abandonado por completo. Su situación no mejoró con el cambio, y al contrario: la poca ayuda que conservaban (despensas) les fue retirada por el gobierno panista para comprar pavimento”.

Año 2 mil. “El Congreso del Estado promete que reabrirá las investigaciones, pero más de 500 afectados reclaman justicia, ya que su situación se agrava y las autoridades han actuado con una política de limosnas en lugar de reparar el daño por un mandato judicial. Acusan al  panista Alberto Cárdenas de dar carpetazo al problema social”.

1996. “Tras larga agonía, muere otra víctima de la explosión, por daños cerebrales. Cuatro años los pasó en estado vegetativo, después de que su padre murió en la explosión”. Abril de 1993. El ex gob. Alberto Orozco Romero: “Ya, señores. Hablar del 22 de abril es insano. Yo odio ocuparme de ese asunto. No vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando. La tragedia ocurre en cualquier país, las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de la vida llorando a los caídos. Ya. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar tragedias. Miren: los familiares, si desde el cielo nos están viendo, verán con más simpatía que estemos reconstruyendo, y a ellos les gustaría más que estuviéramos laborando, más que llorar y llorar junto a su tumba. No podemos seguir rumiando el rencor”.

Antonio Lozano, el entonces procurador: “El caso es cosa juzgada. No puede reabrirse el expediente en virtud del precepto constitucional”.

Impunidad. Es México. (Nuestro país.)

A su memoria

Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad”.

Fue en la ciudad de Chicago, un primero de mayo de 1886, cuando el capitalismo perpetró el  crimen monumental contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un pago salarial menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango no tanto de mártires, a mi juicio, cuanto de héroes civiles. Ellos fueron August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. ¿Lo sabrán hoy mismo los obreros mexicanos? ¿Cuántos de ellos lo conocerán?

Aquel primero de mayo, dice la crónica, amaneció caluroso. Muy temprano el sol doraba los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte ocho cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos afuera”, dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. En la celda de Parsons, el que comanda el grupo de celadores ordena: “Vamos afuera”. “Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos”.

Rumbo a la horca: “Las leyes de ustedes están en oposición  a la naturaleza y con ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes!”

Mientras lo conducían fuera de la celda Lingg comenzó a decir: “No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…” Y guardó silencio. Cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del “portón de entrada” (para ellos nunca más “portón de salida”). Pálidos, tranquilos, los condenados a muerte se miraron. “Salud, compañeros”. Intentaron una sonrisa. “¿Listos?”, preguntó el celador de los grandes mostachos. “Listos”, contestó Spies.

No es por un crimen por lo que nos condenan, repitió Lingg. “Nos condenan por nuestros principios, pero yo desprecio…” Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: “No es por  un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Los desprecio a todos, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”

– Las leyes de ustedes, dijo Engel, están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo!

– Pueden ustedes sentenciarme –Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois varios hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia.

– Creen tener derechos sobre las personas, sus vidas y su libertad, y aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil -Fisher-. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida!

Al pie de la horca, Parson: “Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son  las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte”.

Héroes civiles de la lucha obrera contra el explotador. (A su memoria.)

Amor desdichado

Media tarde de domingo en el jardincillo del manicomio, a donde acudí a visitar a la tía Gabriela. Aquí el final de esta historia de amor sin ventura:

Que con su marino danés, amor malaventurado, la susodicha tía Gabriela tocaba muelles fantasmales y en barrios penumbrosos se hundía en el desaforado amor entre negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Una jornada marinera que esta vez realizaba en sueños, atrapada en los roquedales zacatecanos.  Lóbrego.

La tía Gabriela tiró su fortuna al mar. En una de sus fugas  cayó en la manía:  barco que llegaba a puerto, barco al que trepaba la malmaridada de la soledad, y entre los marineros buscaba al ausente, y al desengaño se acercaba a babor, echaba al vuelo las zarcas pupilas, humedecidas de yodo y de sal, y de su escarcela extraía las monedas que sus dedos alcanzaban a tomar y, los ojos cerrados y en la boca, en susurro, la invocación del ausente, a lo calmoso las dejaba ir a las ondas del mar…

Y hasta aquí la verídica historia de amor. Tan verídica como son todas esas historias donde intervienen amor y cordura, locura y  soledad. “La herencia me hubiese durado unos años más, y con ella mi chifladura de maromear de barco en barco navegando con bandera de trascuerda, pero qué fortuna resiste tantos sexenios de infamia. Pero  nosotros, aguantando…

Yo agaché la cabeza. No lejos, un esquilón. El rosario. Aquí, la cabeza se nos llenaba de pájaros. En el follaje, condóminos alboroteros, los visitantes alados se disponían a dormir. Dije, nomás por decir:

– Qué relación pueda haber entre el derroche de su fortuna y la mala fortuna de permitir que una cáfila de logreros trepe a Los Pinos. Usted arrojó al mar todos sus oros hasta quedarse como está, mírese. Por qué culpar a Los Pinos.

– ¿Por qué? Ahora lo verás. Antes, cuando el país disfrutaba de un discreto pasar, ¿cuántos barcos nos llegaban a los puertos? Pocos, y a cargar mercancía. Uno a Manzanillo, a Veracruz, algún desbalagado a Acapulco. ¿Cuántas monedas podría yo sembrar en el mar? Ah, pero los proyankis se culimpinaron ante la rapacidad del modelo neoliberal, ¡y la invasión de los barcos! Navíos fuereños copeteados de frijol para puercos (que consumimos nosotros), ¡y maíz, y  frutas del trópico!,  falluca, quincalla, y tú sabes: quincalla otorga. Barcos y más barcos, cargas y más cargas, pacas y más pacas: calzones de segundos cachetes, armamento para narcos, dinero sucio del Vaticano, el del bergante JPII. No, y los huevos que aquí faltan.  A ver si a ti, cuando menos, te da algún amago de vergüenza. Ah, tantos navíos, tantos marineros, ¡pero nunca el de mi danés!

Y aquel manso llorar en el más apartado rincón de un manicomio hasta donde la intolerancia familiar fue a empozar a la tía Gabriela, “¡Porque quien alimenta el mar con dinero sólo puede estar mal de la cabeza!”

– Hijo Tomás, ¿me llevarás algún día a las orillas del mar?

La tarde se oscurecía cuando dejé a la tía Gabriela. Mientras trepaba en el volks me sentí basura y humano redrojo, porque eso de prometer llevarla hasta los puertos donde decenas y más decenas de barcos, frenéticos, siguen acarreándole al México soberano e independiente su qué comer. (¿Y nosotros, en tanto?)

Ahí, sobre el asiento del volks., en La Jornada del pasado lunes: La dependencia alimentaria de México ha aumentado de manera alarmante.

¿Y? (el del pasado régimen.) ¿Por qué preocuparnos?, Sale más barato importarlos.

Ah, mexicanos. (En fin.)