Y no quiero morir…

La trascendencia, mis valedores, esa secreta esperanza de que no morimos del todo. Que yo, ya difunto y según pasen los días, las semanas (los meses, ¿será mucho pedir?) alguno llegue a acordarse de mí; que me recuerde de buen talante, o al menos no disgustado del todo. Esta necesidad de trascendencia como uno de los condicionantes de la salud mental…

Hablé de dos figuras de la Conquista y hoy digo de la Independencia: ¿Personaje más ensalzado por la historia oficial que Miguel Hidalgo? ¿Más injustamente olvidados que Fray Melchor de Talamantes y Primo Verdad? Y estalló la Revolución, y con ella, ¿quién más venerado que Francisco I. Madero, espiritista y vitivinicultor? ¿Quiénes más olvidados que Ricardo y Enrique Flores Magón? Zopilotera y hedor a historia oficial, oficialista…

Y nos cayó encima el Tricolor, y de los individuos que sentaron sus dos reales en la presidencial, ¿alguno de aquel almacigo de mediocres, depredadores y uno que otro asesino, merece la trascendencia, con todo y que se apoyaron en las muletas del periodismo oficioso? Juez, fiscal y abogado defensor, el tal se la vivía quemando copal ante el santón sexenal, pero contra servilismo y cortesanía al tanto más cuanto se alza el juicio del tiempo, y los santones al desván de la historia…

Porqué arrojó del paraíso al Adán tricolor, un Fox mediocre logró trascender, y por zafio e ignorante, y porque en el combate con el dragón salió contaminado con las lacras del vencido (corrupción lucrativa e impune) y hoy vegeta en el cubil de San Cristóbal con una fama pública a ras del albañal como primer marido de una primera esposa, segundo de una segunda, padre e hijos adoptivos que mal se llevan con los hijastros adoptivos, todos mamando de las buscas sexenales. Pero hablando de mediocres…

Anda por ahí un infeliz, golem de pacotilla parido por la inquina de “ciertos medios” para atacar al trascuerno a un López Obrador que él solo y sólo él a los lenguaraces mató sin puntilla y dejó para el arrastre. Al tal Guanito los “medios” lo calentaron y mandaron a flotar, y perdió la cordura hasta el grado de que ustedes lo ven cargando su estatua (hueca, de barro los pies) en un diablo menos pobre diablo que el aborto de la industria periodística. Así trascendió ese engendrillo…

Engendros. Eso me remite a otro individuo mediocre hasta el tuétano, que haiga sido como haiga sido logró colarse a la historia, así haiga sido por la puerta de atrás y valido de una maniobra de artes que le granjeó el odio de muchos, de muchos más el desprecio y aborrecimiento de los más. Maldito sea.

El pequeñajo no valía un tanto así más allá de su biografía personal, chata y vulgar, pero como todo mediocre inconforme padecía la compulsión de la notoriedad. Y cómo lograrla, que sus hechos y ocupaciones muy poco valían. Nada qué hacer, sino intentar abrir con ganzúa el portón de la historia, colarse por la puerta de atrás; mutilar, incendiar, asesinar; algo, pero hacerlo en grande, de acuerdo a su propia pequeñez…

Y sí. El hombrecillo provocó un incendio que cimbró la ciudad, la región, el mundo, y así logró la trascendencia por más que negativa y atroz. Ese destruyó no un triunfo electoral, pero sí una de las siete maravillas del mundo antiguo: el templo de Diana en Efeso. ¿Qué si el borreguero, que tal fue su ocupación, logró trascender? Busquen su nombre en cualquier diccionario: Eróstrato. ¿Qué ese no ha sido el único? ¿Qué por ahí anda suelto otro más? ¿Sí? (A saber…)

No morir del todo…

La trascendencia, mis valedores, indispensable (con el arraigo, la identidad, la vinculación, etc.,) para cuestiones de salud mental. Que alguno recuerde, cuando pasamos del ser al no ser, que fuimos una vez, y que vivimos el mundo de los vivos. La trascendencia, que para el héroe y el humanista es positiva, y negativa para el asesino, el genocida, el secuestrador. A propósito: anda en alguno de los libros que me han publicado cierto relato en el que un par de jinetes avanzan al paso de sus jamelgos por una vereda que da a cierto camposanto arrumbado fuera del caserío que vivió de sus muertos en tiempos de la cristera.

Allá vienen. El chaveño, policía municipal treintañón, revólver al cinto, y atado de manos Delfino Guaracha, canas y arrugas. Uno silencioso; el otro, mirándolo de reojo, machaca tres o cuatro frases que delatan una angustia a flor de labio, de lengua, de entrañas. Acá se acercan rumbo al fusilamiento por ley. Camposanto cristero. Qué tiempos. Y el estribillo:

«Me iré a tierras lejas y nunca sabrás de mí. Por vida tuya, Chaveño, déjame ir».

El tal, como ausente. Y padre no conocí, y que mi juventud se fue en el oficio de acarrear cueros apestosos hasta la tenería. «Chaveño, déjame ir». El del revolver comienza a silbar entre dientes, de modo casi inaudible, un monótono sonsonete de la tierra vieja. De reojo lo observa el condenado a muerte; se pasa la lengua por unos labios resecos. «Castigo de Dios que ya de viejo me pegara esa calentura, el amor. Chaveño, déjame ir».

Que fue por eso, por el amor de viejo, que a piquetes de daga arruinó su vida cegando la de la mujer. «No me quiso querer. Unas enaguas me ganaron la eterna condenación. Conduélete de mí. ¿Ajusticiar a uno de mi edad?

De ganchete observa al del arma a la cintura. Silencio, rayoneado por el ruidillo del sonsonete. Allá se advierten ya las cruces del camposanto viejo. Delfino pistojea. Se remueve en la silla. «Hasta aquí llegó mi vida, sea por Dios. Ya que me la quitas, Chaveño, cumple mi última voluntad. Para que alguno se acuerde de que pasé por el mundo.

Y fue, afanes de la trascendencia: «Que el ciego Raudel me componga un corrido. No más».

El final del relato, que de memoria ha citado: guaripa en mano El chaveño, de pie junto al túmulo de tierra recién removida y la cruz que acaba de forjar con dos ramas de mezquite: «Delfino, Delfino Guaracha, quién se acordará de ti…» (De ustedes, de mí, ¿alguno se acordará? ¿Quién o quiénes? ¿Por qué?)

La trascendencia, mis valedores, que a fuerza de obra benéfica para los demás habrá de lograr ese que así agradeció el don de la vida. He analizado la biografía personal de los que han hecho historia, y para ello me ubico en la Conquista del país, y en la galería de esos figurones me topo con una constante: la parcialidad y el maniqueísmo de la historia oficial, esa embustera: este y este otro, excelsos; este otro y aquel, nefastos.  Blanco y negro. Sin matices. Sin más.

Por cobardón Moctezuma Xocoyotzin logró transcender, y por su estatura de héroe Cuauhtémoc, todo esto en la aviesa versión oficial, que oculta a lo púdico las malas acciones (contra Cuitláhuac, pongamos por caso) del «único héroe a la altura del arte», frase de López Velarde que nunca he logrado entender. Y el nombre final, con el que lo encontró la muerte: Fernando Cortés Cuauhtémoc, como se dejó bautizar el nuevo cristiano, que a la hora del sufrimiento invocaba al Dios del conquistador. (Sigo mañana.)

Ignorantes y crédulos

Las festividades de Navidad y fin de año, mis valedores, esa sañuda cultura de la embriaguez y el comelitón que en días pasados logró desplazar temas tan acuciantes para la comunidad como la sangre derramada, las propuestas de reforma política y el incremento a la gasolina que habrá de encarecer los productos de la canasta básica mientras que los aumentos al salario mínimo que habrán de regir en el presente año no alcanzan a arañar el 5 por ciento. Es México

Problemas aparte, nada ni nadie pudo interferir en la cultura del comer hasta el empacho y beber hasta el vómito. Y aquí lo más inquietante, mis valedores: en la perniciosa relación entre alcohol, adolescentes y jóvenes, ¿cuántos de ellos celebraron el rito de la Navidad y Año Nuevo dentro de los cánones de la religión que profesan? ¿Cuántos de ellos, más allá de creencias religiosas, se habrán iniciado en el licor? Pre-posadas, posadas, Navidad, Año Nuevo, ¿cuántos de esos incautos, al pretexto de tales fiestas, se habrán internado en el mundo destructivo de la botella? ¿Cuántos arrancan hoy esa minuciosa carrera rumbo a la dipsomanía? Todo con el pretexto de una festividad religiosa y el inicio de un nuevo calendario. Siniestro.

¿Por qué semejantes incautos tan temprano se entrenan en el sub-mundo del alcohol? ¿Por qué no fueron capaces de calcular los tremendos efectos de la intoxicación etílica en el propio organismo, en la familia, en el entorno social, en todo? ¿Por temeridad, por imitación, porqué? ¿No sería porque el alcohol, una de las drogas más perniciosas, es permitido de manera oficial, y acostumbrado socialmente sin que su consumo se considere práctica vergonzosa, clandestina y castigada por ley como otros intoxicantes? ¿Porqué la botella confiere a los borrachines «nivel social»? ¿El bebedor novato estará contento del riesgo que corrió al vaciar su primera copa en los brindis de Navidad y Año Nuevo? Nada me aclara la respuesta del especialista:

-La primera razón por la cual la juventud tiene dificultades en reconocer el alcoholismo es por el hecho sencillo de ser joven.

Y qué hacer. Pero hablando del alcoholismo, mis valedores, hoy que las demás drogas constituyen la piedra del escándalo y el motivo del horror colectivo mientras la botella mantiene su nivel de aceptación social siendo que como todas las demás es motivo de ruina, desgracias y derramamientos de sangre, ¿padecen ustedes la presencia, la influencia mortificante de algún aficionado al licor? Pero un momento, que no todos los problemas aluden a la botella. No, que existe otro achaque social…

Otro azote lacera a los pobres de espíritu. Por si no fuera bastante con el problemón embotellado, existe uno más, tenebroso para los inseguros, los indefensos, los débiles de carácter: estos días iniciales del año son buen pretexto para el florecimiento de la subcultura de la superstición, la abyecta industria de la superchería y la engañifa que en los días, los años y los sexenios de crisis (todos, para los mexicanos) medra con la debilidad de los espíritus encanijados.

Y es que el ignorante, a decir del filósofo, vive tranquilo en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos temores y de vanas esperanzas; es crédulo como el salvaje o el niño. Si duda alguna vez prefiere seguir mintiendo lo que ya no cree; si descubre que es cómplice de mentiras colectivas, calla sumiso y acomoda a ellas su entendimiento. (Sobre el asunto del supersticioso sigo mañana.)

Turbulencia y estrépito

El sonido y la furia mis valedores: eso, y no más, es la campaña electorera que no electoral, celebrada periódicamente en este país, rito que cabe en vocablo como estos: diatribas y ataques, inquina y embustes, acusaciones y descalificaciones, verborrea y falsas promesas a lo largo y ancho de unas campañas costosas hasta la náusea para el contribuyente. Ayer comencé a hablar del tema y me referí a la sabiduría de nuestra raíz indígena tocante a la elección de un individuo (un autóctono «Juanito») que el tanto de un año representaba a Tezcatlipoca, lo trataban como al verdadero dios y lo agasajaban como hoy mismo al diosecillo sexenal, con la diferencia que ustedes, como lo sigan leyendo, van a encontrar al final del escrito.Relata el cronista anónimo que un año antes de la fiesta de Tezcatlipoca «compraban los mercaderes un esclavo (¿Los Lorenzo Zambrano, Roberto Hernández y Cía de aquel entonces?) que fuese bien hecho, sin mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe.

(No muy bien hecho en el caso presente, de acuerdo a la descripción de Manuel Espino: uno peloncito, chaparrito, de lentes. Vuelvo a la crónica.)

Lo purificaban lavándolo en el lago que llamaban de los dioses, y siendo purificado le vestían con los ropajes e insignias del ídolo, y poníanle el nombre del dios, y andaba todo el año tan honrado y reverenciado como el mismo ídolo. Traía siempre consigo 12 hombres de guarda porque no se huyese; y con ella le dejaban andar por donde quería.

Tenía este indio el más honrado aposento del templo, donde todos los señores y principales le venían a servir y reverenciar, trayéndole de comer y beber con el aparato que a los grandes; al salir por la ciudad iba acompañado de señores y principales, y llevaba una flautilla y las mujeres salían con sus niños en los brazos y se los ponían delante saludándolo como a un dios; lo mismo hacía la demás gente. De noche le metían en una jaula de recias viguetas porque no se fuese. De mañana lo sacaban y después de darle a comer preciosas viandas poníanle sartales de rosas al cuello. Salían luego con él por la ciudad, y él iba cantando y bailando.

Nueve días antes de la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables, y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y baja: «Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar». Y mirábanle con atención, y si notaban que no andaba con el contento y la alegría que solía, tomaban las navajas del sacrificio y lavaban la sangre humana en ella pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacían una bebida mezclada con cacao y dábansela a beber, siendo enhechizado con aquel brebaje.

El perpetuo ejercicio de los sacerdotes era incensar a los ídolos y a su representante, en ceremonia donde ninguna leña se quemase sino aquélla que ellos mismos traían, y no la podían traer otros sino los diputados para el brasero divino. Y así se llegaba el día de la fiesta.

A media noche tomaban al elegido y sacrificábanle haciendo ofrenda de su corazón a la luna, y después arrojándole al ídolo. Lo alzaban los que lo habían ofrecido, los mercaderes, que ya tenían otro esclavo preparado para la semejanza de su dios.

Por cuanto a nosotros, herederos de la sabiduría indígena: ¿con nuestros mediocres diosecillos sexenales nosotros qué? ¿Dejarlos irse arropados por una impunidad alcahueta? (Dios, o más propiamente: Tezcatlipoca.)

Masas, fascismos y demagogias

El hombre-masa cree que la civilización en que ha nacido es tan espontánea y primige­nia como la naturaleza, e ipso facto se con­vierte en primitivo… (Ortega y Gasset)Tal afirma el autor de La rebelión de las masas, precisamente. Pues sí, pero su rebelión, hasta hoy día y en este país, se circunscribe a acciones atroces como esa que habré de señalar párrafos adelante. A propósito:

Todo gira en referencia a las masas: los sistemas fascistas, los gobiernos autocráticos, los partidos políticos, los or­ganismos sociales y los credos religio­sos; todos ellos gravitan en derredor de esos hombres-masa que para el socialis­mo utópico sólo sirven para gobernar y sólo para ser gobernados, según el capitalismo real. Pero trátese del que se tra­te, unos y otros sistemas de dominación se viven ensalzando al rebaño de perple­jos, como lo llama el estudioso. Por asun­to de ventaja personal y de grupo todos los sistemas de poder han convertido en una profesión lucrativa el elogio de tales masas populares. Por lo que atañe al in­dividuo…

Único, irrepetible e impredecible, el individuo. Rebelde a la mediocridad, re­husa la vocación de esclavo. Carácter, in­teligencia, personalidad, el individuo es varón de ideales capaz de pensar, de crear estrategias y avanzar solo, a acier­to y error, por caminos que abre al an­dar, como dijo el poeta. Pero ocurre que el individuo, tal vez por el peso de la so­ledad del que avanza sin más compañía que la de la propia conciencia, en ocasio­nes se llega a rendir y se integra a la ma­sa, de entes todos iguales entre sí. Se des­poja de sus características en cuanto in­dividuo y se borra, se difumina, se torna un átomo más de la masa amorfa y anó­nima Su alma individual se diluye en el alma colectiva y sus pensamientos y ac­ciones se tornan los de la multitud, con sus reacciones impulsivas, tornadizas, viscerales e irreflexivas. Ahora su activi­dad intelectual se ha amenguado y aflo­ran los instintos primitivos. El alma indi­vidual se ha diluido en el alma colectiva, y sus pensamientos se tornan los de la multitud, con sus reacciones impulsivas, tornadizas, viscerales e irreflexivas. De esta manera el individuo ha descendido varios peldaños en la escala de la civiliza­ción. Ahora es el hombre-masa; es mesa puesta para los demagogos. Lóbrego.

Lóbrego, sí, porque ya integrado a la multitud el individuo se torna bárbaro y es arrastrado por los movimientos espon­táneos y la violencia, la ferocidad, el entu­siasmo y el heroísmo de los seres primi­tivos. Lo heterogéneo del individuo se ha convertido en homogéneo apenas el indi­viduo se integró a la colectividad. El nue­vo hombre-masa sacrifica fácilmente su interés personal ante el interés colectivo; perdió su personalidad consciente y sólo obedece a las sugestiones del líder al que la masa buscó para, a lo visceral e irracio­nal, acatar su liderazgo.

Porque, mis valedores, el individuo ataca al líder y lo acata el hombre-ma­sa, que en él mira a su santón y mesías, a su patriarca e iluminado. La masa es sim­plista y procede de acuerdo a la psicolo­gía del niño, y como él vive dando pre­ferencia a lo fantasioso sobre lo real, y quiere ser sometida a la fuerza, por la violencia y el rigor; necesita ser domina­da, subyugada, tener y mantener conten­to a su pastor. Ahí el éxito del caudillo, de los fascismos, de esos falsos profetas de la catadura de las sotanas políticas. (Segui­ré el lunes.)

Habemus candidato

Tal es el título que planta Jacobo Zabludovsky a su columna Bucareli del pasado lunes. ¿El candidato? Claro, sí, nada menos que Ernesto Cordero, flamante titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, bien hayan los buenos amigos, para quienes la mediocridad no representa un obstáculo. Y en la expresión del ranchero, mis valedores: ¿con ese tercio podrá levantarse el Cordero de marras? La pura amistad de quien lo quitó de donde daba dinero para ahora arrebatarlo, ¿habrá de hacerlo crecer o lo va a conducir al rastro y al matadero?

En fin. La conclusión del articulista: «La mayoría de las opiniones coinciden en que el señor Cordero no tiene la dimensión ni la solidez para llegar a la Presidencia ¿Y? ¿Cuándo tales carencias han sido un obstáculo?» Yo, a mi vez, por todo lo que nos va de por medio en materia de sucesión presidencial, sigo con mis preguntas:

¿Cuál es, para ustedes, el bueno o el menos malo para Los Pinos? ¿Ebrard, López Obrador?, ¿quién? Hasta yo, después de lo que hemos presenciado durante los nueve recientes, penosísimos años. En fin.

Que no salga con tan necias preguntas, va a interpelarme el vivo de genio. Que calme mis ansias, que aún es temprano para especular. Y yo le contesto:

Vaya, pues. ¿Cuál considera que es a estas horas el devaneo principal de la clase política? En el pasado priista la sucesión se iniciaba meses antes de terminarse el sexenio, pero esta vez arrancó el día primero de diciembre del 2006, cuando el «Juanito» nacional, colándose por la puerta excusada del Congreso y arropado por todos los guardias de seguridad de que ese día se pudo echar mano, la banda tricolor terciada entre pecho y espalda juró ante la Nación que haiga sido como haiga sido él era el sucesor de Fox en Los Pinos. (Él, si me guío por sus dichos y acciones, hubiese preferido jurar ante los estatutos del Opus Dei frente a la vera efigie de José María Balaguer Y Escribá, según el fundador se alcanzó la humorada de encajar esa Y copulativa entre los dos apellidos, y que fuese una monja del Verbo Encarnado la que le aprontase los susodichos estatutos. No olvidar que el nuestro es un Estado laico y un Estado de derecho; no irlo a olvidar). El hijo desobediente, a tenor de su obra musical favorita, no columbraba el berenjenal en que se metía, tan penoso e insoportable para su ánimo fruncido, que el pasado fin de semana, en merienda donde compartió con algunos panistas su escaso PAN y su sal abundante, Felipe de Jesús ya no pudo soportar el martirio, y se desahogó, y suspiraba:

«Gracias a Dios que este año se acaba…» De su temple, entereza y carácter qué dirían, qué pudiesen opinar, de escucharlo, estadistas de la alzada de Lázaro Cárdenas, sin ir hasta el siglo de los liberales de Juárez…

Ante el precoz y procaz espectáculo del Cordero de tufillo yunquista y la rebatinga que nos aguarda presenciar en las enrarecidas regiones de la grilla politiquera pensé en la ignorancia que exhibimos en torno a nuestra herencia indígena, y cuan alejados nos hemos situado de la sabiduría que los mexicas nos legaron, de su conocimiento de lo humano y lo divino y del tino con que elegían a sus dignatarios. Admirable el remate que sabían aplicar al afortunado que durante un tiempo determinado hacían sentir, actuar y vivir como el dios al que representaba aquel denominado Tracahuepan (El remate, mañana.)

Estoy viendo esas fotos…

Las miro hasta bizquear hasta que me arden los ojos y unas lagrimillas se asoman a aliviar el ardor. Observo los mofletes de un rostro aniñado que se embona a un barril forrado de casimir que remata en unos zapatitos de niño, de juguete como el propio rostro: Agustín Carstens, que ayer anocheció en Hacienda y hoy despierta en el Banco de México.

Clavo los ojos en el Cordero: qué talante de mediocre, qué aspecto vulgar. Rostro de luna llena y unos cachetes hinchados de grasosas carnazas con forma de posas, esa papada como cachete y esos cachetes como papadas. Joven aún, pero ya ovachón el Cordero de Hacienda….

Heriberto Félix: funcionario de medio pelo y bajo perfil vino a caer de nalgas en la Sedesol. Rostro apicarado, pizpireto, salidor, con la música por dentro y siempre dispuesto a bailarla con la más fea. La malicia le brota por ojos, boca y nariz. Sentido del humor, tal vez. Bueno para el chistorete y el calambur. Como que no se toma demasiado en serio y mucho menos al que lo empujó hasta esa oficina. No, y esa mirada que parece decir: «Bueno, y yo por qué tiznaos permito que me manipulen con maniobras tan desaseadas. Quezque Sedesol. ¿Y esa pica, muerde, es mansita o qué fregaos?»

Obsérvenlos y contéstense: ¿son estas cataduras, estos caraduras, personajes como para Los Pinos? ¿A estos panistas dar maiceo y poner en engorda para el 2012? ¿Esas acémilas competir con pura-sangres como Ebrard y López Obrador? Hoder…

Ya escucho al retobado: «Ah, y ese al que Washington, Lorenzo Zambrano y una treintena de ricachones, haiga sido como haiga sido encaramaron en Los Pinos, ¿ese sí mucho carisma? No tizne…

No tizno. Usted tiene razón. Después de ese hasta yo relumbro en Los Pinos, pero insisto: ¿Pinta de estadistas esos tres de la foto? ¿Empaque para la banda tricolor? ¿Conocen ustedes fulanos más en el rango de la mediocridad, la vulgaridad, la insignificancia? ¿Imaginan a alguno del trío como «Señor Presidente»? ¿A su respetable matrona, hoy ama de casa aficionada a telenovelas y teletones, y cuya plática va de los chamacos y la «miss» de la escuela al chofer, tan atrabancado para manejar, y a esa india floja y tragona, la «chacha», la imaginan ustedes jugando la farsa gringoide de «primera dama»? Mis valedores…

Mi oficio, con sus anexos, es el de escribir unas novelas publicadas en las mejores casas editoriales y cuyas ediciones están agotadas. En mí, como novelista, se presupone imaginación. En el intento de imaginar alguno del trío como presidente de mi país he puesto toda mi capacidad de imaginación y créanme: no logro imaginarlo en ninguno de esos pequeñajos. Individuo más anodino con la banda presidencial ni cuando el rostro del primer mediocre que intentó la trascendencia con el único expediente de arriscar una de las cejas, el De la Madrid reculón. Yo, en medio de la zozobra a los cuatro vientos arrojo mi pregunta: ¿qué inauditas maniobras de maquillaje tendrán que lograr los expertos en imagen y estética facial para operar el milagro de que en el desierto aparezcan rosas y carisma en uno de esos modelos de mediocridad aplastante? Pero un momento…

El carisma va a llegar. Si exceptuamos al actual, ¿no le llegó a nulidades como De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox? ¿Qué milagros no logrará el periodismo? ¿Por qué no iba a lograrlo con Carstens, Cordero o Félix? Pero el tema da para más. (Aguarden.)

Lucio Cabañas

Frente a la guerrilla urbana el régimen desarrolla un aparato policíaco basado en Inteligencia Militar que funciona con los métodos usuales de la contraguerrilla urbana: tortura en cárceles clandestinas, desapariciones y muertes «aleccionadoras»: los cuerpos de guerrilleros aparecen terriblemente torturados. (ORPC, 1968-1985.)

Eso, mis valedores, apenas ayer. Pero hoy mismo, ¿así que el máximo violador de los derechos humanos resulta ser nada menos que el ejército mexicano? Aquí el final de cierto relato literario: el grupo guerrillero es emboscado por los soldados en un zanjón de la sierra. Al intercambio de disparos fueron cayendo dos, tres, hasta una veintena de guerrilleros. Ahora a caballo y atados con reatas los dos únicos sobrevivientes son conducidos hasta el cuartel, donde les esperan sesiones de tortura demencial. Fumando y con sombrío sentido del humor, el sargento:

– Suertudos, denle gracias a Dios. Sus compañeros quedaron allá atrás, en la barranca, todos despanzurrados, y ustedes viven todavía.

– Sí, contesta uno de los cautivos. Esto significa que a nosotros Dios nos quiere.

El otro, al pensamiento de lo que les aguarda en la celda del cuartel:

– O es a nosotros dos a quienes Dios no nos quiere, asegún…

«Te vendan los ojos. Toques de picana. Prueban los límites de tu resistencia teniéndote días sin dormir, y el pozo, golpearte hasta dejarte sin aire para de inmediato sumergirte la cabeza en agua y provocar el ahogamiento. Te cuelgan de helicópteros, pero no te dejan morir. Para ti lo mejor: que te maten. En la tortura te matan muchas veces».

¿El provecho que el guerrillero, equivocado magnífico, reporta a las masas populares? Júzguenlo ustedes. ¿El destino que le aguarda? Terminar como Lucio Cabañas, profesor rural muerto en un enfrentamiento con fuerzas del ejército, que le dieron muerte el 2 de diciembre de 1974. Del guerrillero, lástima, sólo quedan la leyenda popular de una enorme valentía personal, una estatua de bronce y el rito de las honras fúnebres.

Así es: en Atoyac de Álvarez y a las cinco y media de la tarde de diciembre del 2002 nostálgicos fieles del insurgente inhumaron sus restos y los fueron a depositar en el punto en que se alzaba el tamarindo a cuya sombra el combatiente se manifestaba contra el gobierno. Y no más, que tal es el destino de los guerrilleros, ellos que en su impaciencia porque cambien las condiciones calamitosas del país toman un arma y se remontan a la sierra, donde habrán de enfrentarse a un Poder que los rebasa hasta la ignominia y que mañana los va a bajar en una bolsa de plástico, si no es que los arrojen en un hoyo de la tierra bruta, y del generoso insensato nadie conocerá el rastro.

Pero los matanceros de ayer serán las reses de mañana, y el tiempo coloca a los hombres en su lugar. Treinta años después de asesinado Lucio Cabañas, dos de los generales que lo persiguieron, Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quiroz Hermosillo, fueron encarcelados por delitos de narcotráfico. Apenas ayer, los militares descalificaron a Lucio Cabañas motejándolo de bandolero, delincuente y criminal. Hoy, el maestro y luchador civil se mira de frente, en bronce, con el bronce del prócer Juan Álvarez. A treinta años de su muerte a manos de las fuerzas federales, en Atoyac de Álvarez fue recordado con una estatua de bronce, una velada cultural y una marcha cívica. Y la paz.

Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez, los hermanos Gámiz, Liga 23 de Septiembre, Lucio Cabañas. (A su memoria)

Balada del despreciado

Este es un recado, mis valedores, para uno al que ustedes conocen bien, ese que les ha afectado la economía familiar y cuyos penduleos y altibajos provoca en las masas desánimo, desconfianza y arranques de rencor mal sofrenado. Digo al causante de nuestras penurias económicas:

Grave que sus vaivenes y veleidades provoquen la desconfianza popular, pero más grave que sea usted el signo y el símbolo de todo un país, el nuestro. ¿Lo merece, cree merecerlo? Cómo ha sido que usted, santo y seña de todo México, se achicó ante su responsabilidad. Cómo es que no pasa de ser una sombra de lo que debiera ser, el orgullo de todos nosotros, por quienes está donde está. Pero caramba, que ya lo canta la Biblia: «nadie puede aumentar a su estatura un codo». Usted, pequeñajo irredento, en las machincuepas que a la ley del hovo lo fuerzan a ejecutar muestra lo es, y no más: un mediocre total. Lástima para todos.

Lástima, sí, porque nadie puede confiar en usted, porque de propios y extraños no recibe más que indiferencia y desdén, que eso y más merece porque no merece más, y esto lo avalan la historia y la realidad objetiva. Lástima de economía popular, que usted tanto ha perjudicado. (¿Usted? No usted, sino quienes lo manejan como marioneta.) A propósito:

En una sola cuestión coincidimos usted, el gobierno, los barones del capital, los fregados de la capital y el resto de México: en nuestra compulsión por mirar hacia el Norte y confiar en el gringo todo lo que en usted no confiamos. Confiar en el extranjero que se ha venido adueñando del país mientras que a usted, el responsable de nuestra vocación proyanki, lo desdeñamos. Y la vergüenza ajena me provoca; vergüenza propia, después de todo. En fin.

Cuántas esperanzas defraudadas, cuántos perjuicios causados por su poca definición, cuántas ganas de creer en usted, de volver hacia su cara la nuestra sólo para encontrarnos con un ente amorfo, gris, un mediocre juguete de las circunstancia; de aquí y del exterior. Lóbrego.

Lóbrego, sí, porque cuántas esperanzas fallidas le debemos a usted, cuántas ganas de creer en usted y descubrir que es un pobre infeliz; y qué hacer, sino poner nuestra esperanza en el gringo. A propósito: conforme más lo miro y lo observo, más le descubro lo corriente y picotón, ayuno de un valor intrínseco y mostrando el cobre de que está forjado. Cada mañana mi primer pensamiento: amanecí, milagro de la vida, y enseguida: cómo habrá amanecido el pequeñajo de corazón, el de tan pocos alcances, el ninguneado por todos, el de la pinta insignificante del que se habla, si se habla, a lo despectivo…

Pobre de usted, representante de nuestro México. Pobres de nosotros, los que vivimos atenidos a usted. Y nuestra mala fortuna: usted mira al Norte, los fuertes, los dignos, al Sur. Allá, en las tierras del Sur, los colegas dan al gringo la espalda y se fortalecen, y cobran peso, presencia y sustancia en el mundo. Son el orgullo de los ciudadanos del Sur. Usted, mientras tanto, mediocre y bocabajeado, anda a estas horas de pedigüeño ante el vecino imperial (para el prepotente del Norte como si usted no existiera, como si hubiese dejado de existir. Lo veo, lo compruebo, y este ánimo que se contrista…)

En fin. Qué hacer, cómo salir de la postración, pesito mexicano. Algún día, cuando los mexicanos… (En fin.)

Antinatura

Actuar contra la naturaleza y contra la dignidad del cuerpo ofende a Dios. (El cardenal Javier Lozano.)

Y castigar nuestro cuerpo con una castidad forzada, antinatural, también es actuar contra la naturaleza. ¿Esto no ofende a Dios? Al afirmar que el homosexual y el transexual nunca jamás entrarán en el reino de los cielos, ¿supone que usted sí tiene franca la entrada a tal reino, cardenal? Que usted se concreta a citar a San Pablo en su epístola a los romanos, dice, pero no. Pablo arrea contra los «gentiles», y entre hombres y mujeres que «se encendieron de lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombre con hombres», incluye a injustos y fornicarios, a perversos y avaros, a envidiosos y homicidas. Que merecen la muerte, dice, pero nunca asegura que «no entrarán en el reino de los cielos». A la desmesura de dictar la excomunión nunca se atreve. En fin.

Yo, monseñor, motivado por la conmemoración del Día Mundial del Sida, exhibí aquí el viernes pasado el criterio de la Iglesia Católica en torno a las medidas profilácticas que debemos aplicar al respecto. Siguen aquí las opiniones, comenzando con la muy ponderada de Joseph Ratzinger cuando cardenal:

«Yo me siento cercano a los enfermos de Sida y a sus familiares, invoco para ellos la ayuda y el consuelo del Señor, y aliento las numerosas iniciativas promovidas para acabar con esta enfermedad…» Perfecto.

Sida y condón. Senadores del PRD intentaron hace años obligar públicamente a José Ángel Córdova, de la Sec. de Salud, a mantener la campaña que promueve el dicho preservativo y así evitar que sus puntos de vista personales se convirtiesen en políticas públicas en materia sanitaria. Pues sí, pero ahí se encrespó «en defensa del derecho a la vida» un Bernardo Fernández, abogado del cardenal Norberto Rivera, Lástima.

La propuesta de G.W. Bush cuando inquilino de la Casa Blanca: «Yo estoy a favor de la abstinencia, de la castidad…»

«¿El condón?» ¿Para qué el condón? (obispos mexicanos) ¿Para seguir buscando el placer por el placer mismo? ¿No está fuera de las enseñanzas de Cristo? ¡La Iglesia rechaza el uso del condón, pues esto lo que hace es hundir en el fango a la juventud, en lugar de darle la mano a los jóvenes para que salgan del lodo! ¡Continencia! ¡Castidad! ¡Fidelidad matrimonial! Estas tres virtudes propuestas por la Iglesia son el mejor remedio para el contagio, porque son las propuestas del Evangelio para combatir el Sida! ¡La grave amenaza del Sida viene del abuso de la sexualidad! ¡Es una equivocación buscar el placer por el placer! ¡El recto camino debe ser el uso legítimo de ese placer! ¡El placer sexual no debe verse como un fin, sino sólo como un medio hacia la paternidad o la maternidad!»

«¡Usar preservativos y seguir haciendo el amor! Esto continúa siendo el método de nuestras autoridades. ¡Es una barbaridad! Intentan proteger la salud promoviendo el vicio. El amor, para ellos, es el gozo del placer, y no buscar el bien de la persona amada. El abuso del sexo es el que se ha convertido en un problema de moralidad pública no de salud! Los enfermos de Sida no deben convertirse en héroes, no lo merecen. Son seres enfermos. La homosexualidad es un verdadero crimen, y la Iglesia Católica rechaza a los homosexuales así como el uso del condón, fuente de prostitución.»

Reaccionaria una cierta Unión Nacional de Padres de Familia

«¿Dónde estarías tú si tu padre hubiese usado el condón…? Laus Deo. (Dios…)

¿Fraudes en México?

Aquí finaliza, mis valedores, la transcripción del material que con firma de Estudiantes Organizados UAM-1, Estudiantes de Contador Público de la ESCA Tepepan y de la FCA UNAM, llegó a mi correo electrónico el viernes pasado. Lo muestro a todos ustedes por tres motivos: la gravedad de la denuncia, el origen académico de los denunciantes y la pésima sintaxis que para el efecto utilizan, regla y no excepción de los estudiantes según pude constatarlo durante el tiempo en que conviví con ellos en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Qué manera de expresarse tan defectuosa, ya por escrito o de forma verbal. Así lo afirman los denunciantes del presunto fraude que atribuyen a Televisa:

«Cada año y antes de ser la fecha en que se pague a Hacienda, esta Fundación transmite (con patrocinio de Televisa) dos días enteros llamando a la gente para que done dinero a su ‘causa’, y fija una cantidad como meta que se debe alcanzar, por ejemplo $1,500.00.

La gente como tú, tus amigos, vecinos y familiares, por actuar de de buena fe, caen en la trama de Televisa, hacen coperacha y donan $10.00, y así mucha gente. No les dan recibo para que Hacienda les descuente esos $10.00 de lo que pagan de impuestos, o dándoselos, no lo hacen valer, pues es un proceso laaargo y engorroso para ser sólo $10.00; o bien, donas un peso en los botes (en los que se depositan cantidades inciertas por las cuales no te dan un comprobante, o sea, de ahí nadie te asegura que todo el dinero recolectado se vaya a la ‘institución de asistencia’, y no porque se quede con la gente que está en el metro boteando, sino que al sumar lo de todos los botes no se dice en la tele la cantidad real que se recolectó.)

Al final del segundo día, resulta que el dinero que donaron cientos de personas como tú, tu familia, vecinos, etc. supera la meta de $1,500.00 que se había fijado al principio, y resulta que se juntan $1,900.00. Entonces es cuando lo que no se ve en televisión se traduce en ganancias efectivas para Televisa: los $1,900.00 que se juntaron (con las aportaciones de mucha gente), Televisa las acumula y en lugar de entregar miles de donativos para cada persona a Fundación Teletón, hace una sola aportación a su nombre (Televisa), por ella la Fundación le expide un recibo deducible de impuestos.

De esta forma, Televisa al momento en que Hacienda le cobra, ella muestra el Recibo del Teletón, por lo que la SHyCP ya no le cobra (pues supuestamente lo pagó al hacer la donación); pero no sólo eso, como el recibo era por $1,900.00 y Televisa sólo debía $1,000.00, Hacienda deberá ¡regresarle! a Televisa $900.00 en efectivo, mismos que Televisa no regresará a las personas que realmente donaron ese dinero.

¿Ven el negocio?, esa es la verdadera finalidad del Teletón, ser un medio para que Televisa evada impuestos, y los pague la gente (…) Miles de personas colaboran con 20, 50 o 100 pesos, los cuales también son deducibles de impuestos, aunque a la gente que dona estas cantidades o entrega en las alcancías de la calle, no se le da recibo para que los deduzca de sus impuestos personales. Pero no es sólo eso. Por los montos que aportan las grandes empresas ‘a nombre de sus empleados’, que colectan gente los mismos para una causa ‘altruista’, ellas obtienen un recibo deducible de impuestos, pero a nombre de la empresa, no de cada empleado, con lo que ésta también debe pagar (…) Su altruismo lo pagan empleados y clientes».

Hasta aquí lo que dio el espacio, pero, mis valedores: ¿fraudes en México? (¿Sí?)

Teletón, ¿fraude maquinado?

Mucha basura, mis valedores, recibo en mis correos electrónicos, desde ofertas de multimillonarias herencias llegadas de Zambia hasta ataques furibundos y delirantes defensas de Juanito, López Obrador y el de Los Pinos. Como en el juego de cartas paso sin ver, y me duele la fracción de segundo que invierto en borrar semejante basura Pues sí, pero hoy mismo, yo que de la TV nada sé porque no estoy dispuesto a entregarle mi tiempo de vida recibo un recado sobre cierta engañifa que apodan Teletón, denuncia que firman Estudiantes organizados UNAM-1, Estudiantes de Contador Público de la Esc Tepepan IPN y de la FCA UNAM Porque me parece de interés para quienes soltaron o piensan soltar unos pesos para engordar ese que los estudiantes acusan de fraude, van aquí sus conceptos, palabra a palabra y respetando su propia sintaxis:

«Desde hace doce años ese monstruo de la desinformación que es Televisa a través de su Fundación, se ha encargado de realizar distintas acciones de supuesta ‘asistencia social’, como el programa de donación de computadoras, de trasplantes de córneas y subproyecto más fuerte y redituable económicamente y que ha encabezado su ‘altruismo’ empresarial. Sí, el Teletón.

Intentaremos recrear sus característi­cas más sobresalientes: imaginen un bombardeo de anuncios viscerales que explotan las discapacidades físicas de cientos de niños como si éstos fuesen objeto de exhibición (claro, esto sin la finalidad de crear conciencia alguna acerca de una cultura de inclusión, no discriminación, etc.), haciéndote sentir mal porque tú que eres ‘afortunado’ al poder tener un trabajo donde te pagan un salario de miseria para medio comer, porque siendo afortunado teniendo seguro social y una casa (rentada prestada de cartón o de las que le compras con crédito que pagarás durante toda tu vida), o tienes el ¡privilegio! De ir a la escuela, o no teniendo nada de esto ‘no donas dinero a esos niños’.

No obstante eso, dos días enteros de transmisión ininterrumpida por donde circulan ‘comunicadores’, actores y actri­ces, cantantes, políticos, empresarios, etc., que lloran a moco tendido, ‘conmovidos’ con los temas que al mero estilo de Mujer casos de la vida real (especialidad de la empresa), vuelven a mostrar y exhibir a manera lastimera a personas con alguna enfermedad o que en algún momento de su vida sufrieron un evento inesperado.

Todo eso para vender la idea de que con el dinero que se junte se construirán hospitales y centros de rehabilitación (obligación del Estado) donde se atenderá a toda esa gente (que de hecho deben ser construidos por el Gobierno con el dinero que. pagamos miles y miles de personas de impuestos).

Pero… si son taaan buenos los señores televisivos que idearon este mesiánico acto, ¿por qué no hacen estas obras (de las ‘benéficas’, no de teatro) sin pedirle un peso a la gente? Obvio, pues porque ¡no sería negocio para ellos! Sucede que el segundo párra­fo del artículo 31 del Reglamento de la Ley del Impuesto sobre la Renta dice que ‘Asimismo, se considerarán deducibles los donativos que se otorguen a asociaciones, instituciones u organizaciones que destinen la totalidad de los donativos recibidos y, en su caso, sus rendimientos, para obras o servicios públicos que efectúen o deban efectuar la Federación, Estados, Distrito Federal o Municipios’. Esto significa que cuando se hace una donación a una institución que otorgue, sin fines de lucro, un servicio que debe otorgar el Estado, la persona que realizó la donación puede decirle a Hacienda que no le cobre los impuestos equivalentes a la cantidad que dio, pues ya hizo una ‘buena obra’. El truco que utiliza Televisa como otra empresa cualquiera debe pagar impuestos. $1,000.00, por ejemplo. Pero, como su negocio es obtener más ganancias y menos pérdidas, el pagar esos $1,000.00 no le conviene, así que crea una institución ‘aparte’: Fundación Teletón, la cual se dedica a…» (Sigo mañana)

¿Lozano? ¡Lo enfermo!

Los homosexuales y los transexuales no entrarán jamás en el reino de los cielos…

¿Que qué? ¿Y esa tufarada de mal aliento quién la pudo ventosear? Todo un cardenal de la Iglesia Católica, ni más ni menos; ese mismo Lozano Barragán que hace años fuera obispo de mi Zacatecas, de donde Juan Pablo II se lo llevó a El Vaticano para asuntos de salud pública o algo por el estilo, Dios.

Al enterarme de la sentencia de miércoles que el pasado jueves dictó el cardenal se me vinieron encima criterio y declaraciones de la Iglesia Católica frente a la pandemia del Sida, los pacientes de la enfermedad y la indispensable protección que debe otorgárseles. Hace unos años la Organización de las Naciones Unidas solicitaba a la Iglesia Católica de nuestro país, dueña de un descomunal e inmerecido ascendiente sobre la mayoría de los mexicanos, que se sumara a la lucha contra el Sida. La respuesta de El Vaticano:

«La espectacular ceremonia presidida por el cardenal Otunga, que quemó preservativos en público, sigue siendo el símbolo de la actitud general de la Iglesia Católica hacia este método profiláctico, confirmada por el criterio de los obispos del mundo entero».

La protección Beatriz Gómez García, de la Facultad de Medicina de la UNAM:

– El Sida ha causado la muerte de 25 millones de personas. Es la primera causa de mortalidad en adultos entre 15 y 59 años de edad.

Del reportaje de prensa: «Alma espera con la mirada baja, recriminatoria, su torno para recibir varios medicamentos tan extraños como la forma en que contrajo una enfermedad que le carcome el alma. Su marido, que sin saber que era portador del «VIH-Sida regresó del extranjero. Hoy, en su hogar son noches de llano, incertidumbre, desesperanza…»

Y escalofriante la nota que llega de Guadalajara, Jal.: en el albergue Beata María de Jesús las misioneras del «Corazón de Cristo Resucitado» maltrataban o maltratan a los enfermos. «Las personas infectadas están recibiendo un castigo por sus pecados sexuales». Y la indignación que exhibía el por entonces nuncio apostólico de El Vaticano en nuestro país, aquel Jerónimo Prigione interlocutor de narcotraficantes: Me indignan las promociones que se han hecho para el uso del condón Es darle medios a los jóvenes para que se sigan revolcando en el lodo.

No van a la zaga los aspavientos de un José Melgoza, por aquel entonces obispo emérito de Cd. Nezahualcóyotl: «¡Para la Iglesia, el Sida es un gravísimo problema de moralidad pública, y esto es lo que nuestro gobierno no quiere reconocer, y limita el problema al ámbito de la salud, imagínense…!»

Pues sí, pero no, que el Sida, según lo afirma el filósofo Mark Platts, «no es un asunto de moral, sino de salud pública». Y que más allá de lo que la Iglesia Católica diga de nuestra conducta privada, la del Sida es una situación conflictiva que las autoridades de salud pública tienen obligación constitucional de atender de inmediato. ¿Y? ¿Qué hacen esas autoridades para detener la propagación del Sida? Pero, sobre todas las cosas: ¿qué hacemos nosotros para no ir a dar de cabeza en la mortal pandemia?

En México, los obispos: «Contra el Sida, castidad es el mejor remedio. ¿El condón? Mucha gente lo usa, ¿pero está permitido de acuerdo con la doctrina católica? Definitivamente no; el condón no es éticamente permisible.

Las repercusiones de la tufarada de halitosis que ha lanzado el Cardenal no terminan aquí. (Sigo el lunes.)

Carne de manicomio

Los dañados de su mente, mis valedores. Los paranoicos, los trémulos, los suicidas en potencia, en impotencia. Presencié cierta noche la terapia de grupo en que se aplicó la técnica denominada psicosíntesis, hoy prohibida. Los médicos, por provocar la catarsis, intoxicaban a los pacientes con varias clases de drogas, según: peyote, datura, LSD. Yo, bata blanca de enfermero, con 4 médicos y 20 angustiados me encerré aquella noche en el salón de terapia; muros sin ventanas y un óleo enorme del Cristo sufridor. Y no más.

Desgarrador espectáculo. Al peso de la medianoche los pacientes se iban desbarrancando en el hondón del delirio, y aquello era alucinar, estallar en rezos, quejidos, exabruptos. Yo, encarrujado en un rincón, me tensaba al parejo de los pacientes, me sacudía ante aquel tentalear en el muro y el súbito desplomarse del pálido aquel, el desnudarse de la que monologa como entre sueños, y el que convoca (hato de alucinados) a junta de sombras y fantasmones; la anciana que deambula de muro a muro: «mamá»; el flaco que azota y rasca los muros: «¡Reclusorio Norte!», y el de greña hirsuta que oprime una foto, la mira se arrodilla y se culimpina: «¡Mi niña criatura, quién dice que te me moriste!» Y los llantos sin lágrimas, los jadeos, los soterrados quejumbres, la bronca agresividad: «¡Tú, mi esposa puta que te he de hallar algún día…!»

Y así el que implora la vida y el que pide la muerte, y el que jadeando besa el muro y dice un nombre de varón, y esa que invoca a la dueña de todo su amor, y uno que, de rodillas, suplica al muro: «¡Opérenme, sáquenme el mal!», y el acalambrado: «Regresa mujer». Frases que en madrugada de terapia se engrifan de humano sentido. (Los médicos, tomando nota. Yo, sumido en un rincón, escarmentando en angustia ajena: «Que tú y yo nunca mujer, que siempre tú y yo…»)

Uno de aquellos me impresionó en lo vivo porque al hervor de la droga sacó de la bolsa una cartulina. Y acercándosela a los ojos pistojeaba ante el Cristo del sufridero, y aquel rechinar de dientes: «Jesús, Nazareno, ¿por qué nos odias? ¿Acaso nosotros te crucificamos?»

Me azozobré. ¿Cristo odiar? Desde el óleo, el rostro sangrante se plegaba de ojeras, se ensombrecía. El enfermo, remoliendo las frases: «¿Nos merecemos el castigo? ¿Pues qué nosotros no somos tus hijos?»

Ah, caray. De ganchete observé al enfermo, miré la cartulina la examiné con atención, y entonces (aquí han de perdonar el anacronismo): posesionado como estaba del ajeno dolor, aventé el manotazo, arrebaté la foto, me culimpiné, y moqueando jadeaba me retorcía, me acalambraba

– ¡Cristo, por qué nos aborreces!

Y el pujar y el rechinar de dientes, y fue entonces: ahí la sacudida de un doctor: «¿Y ahora usted? ¿Por qué se retuerce? ¿Retortijones, acaso?»

– ¡Cristo nos aborrece, nos echó su maldición!

– Válgame con sus desfiguras. Ya los pacientes lo sugestionaron.

– ¡Doctor, doctorcito, Cristo abomina a los mexicanos!

Y le apronté la cartulina «¡Y le restan 3 años, doctor, tres años de soportar su voz, su presencia, su salación, su militarización, sus alzas de impuestos, la H1N1 que nos inoculó!»

Lo vi, me vio, me arrebató la foto y caramba mis valedores, qué feo es ver a uno de bata, lentes y vientre de este tamaño derrumbarse, arrodillarse, poner los ojos en blanco y los brazos en cruz. «¡No la tiznes, señor!» En el lienzo. El movía su sagrada testa, como diciendo: «¿Qué, acaso yo tuve la culpa de que ustedes sean tan, pero tan…?» (Dios.)

Yo, de fisgón

El rito de los afeites, mis valedores. ¿Habrá presenciado alguno esa liturgia del maquillaje que oficia cada día alguna de las tantas matronas que se arropan en la penumbra donde se ha rebasado el medio siglo de edad? Yo sí lo visto. De fisgón lo miré hace algún tiempo. Ya que el baño de mi depto. de Cádiz da al dormitorio de mis vecinos del 24, rayando el día pude captar la escenilla que aconteció entre don Evaristo Corvera y su estimable consorte, doña Queta, Kati o Kity, que por ahí va el diminutivo. Hasta aquí, bien, pero…Varón de sesenta y tantos ayeres, don Evaristo se advierte correoso todavía, todavía enterizo, apretado de vigor y con una zumbona ironía que le rebrilla como manada de chivos en las pupilas. Doña Queta, Kati o Kity, cincuentona, al parecer, acostumbra andar siempre muy relujada, emperifollada, luciendo trapos muy a la moda, con galas y afeites que una sota moza veinticinco ayeres menos que doña Kity luciría de manera soberbia. Y conste, yo no soy ningún criticón.

¿A dónde se dispondrían a salir don Eva(risto) y su señora consorte? ¿Un viaje, un desayuno, una conferencia de prensa, qué?

– Apúrate, nena, o la especialista te va a recibir en la cárcel.

¡La cárcel! ¿Droga, tal vez? Ájale. Desde la ventanuca del baño yo, a lo vouyerista, observaba aquel cacho de habitación donde doña Queta, Kati o Kity, frente a la luna (del tocador) ponía sus cinco sentidos -y el 6o. de toda mujer- en el ritual del maquillaje; ceremonia que avanzaba lenta y morosa, minuciosa y prolongada, como para probar la paciencia del que aguardaba en el sillón.

– Viejo, ¿crees que esta me disimula las lonjas?

Resoplaba al rigor de la faja, que resoplaba en la misión imposible de aplanarle las zonas abajeñas. «¿Cómo ves, me irá a quedar de avispa?»

– Con que te extraigan la lanceta. Y apúrate. Oye, si serás exagerada. ¿Para qué esos afeites, si tú vas no a una fiesta, sino como paciente a que te metan cuchillo?

Y accionaba el control remoto. ¿De qué «comunicador» del duopolio, que es decir del Sistema, que es decir de Calderón, me dejaré ver la cara?

– Creo que este negro tan chiquito no me favorece. ¿No se me transparenta? ¿Tú qué dices, cómo me lo ves desde ahí?

El aludido alzó la vista, arruga la frente, frunce el ceño, menea la testa y volvió al televisor, donde a sofismas y demás embustes, un una pandilla de caras conocidas contestaba las preguntas a modo del obsecuente entrevistador.

– Creo que me voy a poner este otro brassierito. Me levanta más, ¿no Eva? ¡Evaristo, no me tires a lión! Como que va más con mi personalidad, digo.

Una personalidad total y definitivamente castigada por Cronos, nuestro padrecito cruel.

Por disimular el fruncimiento de la piel ahora se enjaretaba hasta docena y media de pulseras de algún metal imitación plástico, y en el cuello una mascada de colorines, y luego ese suéter de cuello de tortuga que intentaba el remoto prodigio de disimular el cuello de tortuga de doña Cata, en plena faena de tlapalería contra su propio rostro.

– ¿Tú crees que dos manos serán suficientes?

–  Dos te han sido suficientes, ¿No? Y apúrate, o perdemos tu cita.

– Manos de panquéic, no te hagas. ¿Tú crees que..?

Impaciente, don Eva «¡Apúrate, que es tardísimo! Caracho, voy a tener que rasurarme de nuevo».

– Es que estas condenadas postizas….

– ¿Cuáles, mujer? ¿Ahora me sales con que son postizas? Y yo en la creencia de que…

Las pestañas. Esas, y algo más, mañana. (Ya vuelvo.)

¿Cuál rebelión en la granja?

El gallinero hierve de sol. Y allá van, y acá vienen, de la cerca de alambre a los comederos, a los nidales, a los bebederos. La prieta, la búlica, la variada ¡Cócorocó!, un cacareo escandaloso, y uno más, y otro. Las ponedoras depositaban su huevín en el nido. ¡Cócorocó! La parda, tras el esfuerzo, bebe agua a picotazos. La prieta (jadeos, engrifar de plumas, las zancas despatarradas) pasó por el trance esforzado y jalaba aire. La vareada dirigíase al nido ya con el suyo en la puerta. Un esfuerzo, un jadear, y achaparrarse, abrir ojos, pico, todo. ¡Cócorocó! Y así la pinta y las varias más. En la pileta, a la sombra del pirul, a reponerse del esfuerzo. Pero ahí estuvo el problema: en los cócorocós, porque al escándalo…

La pandilla de gallos se dejó venir. De los comederos, que casi nunca abandonan, viniéronse sobre los huevos. Gallitos jóvenes, fachendosos, cresta arriscada y prevenido el espolón, pisando fuerte se dejan venir al banquete; ventajistas que no fueran, han dado en tragarse todos los huevos. Véanlos llegar con su porte alardoso. Oigan su kikirikí amalditado; adviertan los picos atrabiliarios, que a piquetazos van despanzurrando nidales, picoteando yemas, desgarrando claras. Ya después, el naufragio de los cascarones. Las pollas, a media voz: «Diablos de abusones y ventajistas, aprovechados de la ocasión. Como nos ven mansitas…»

Ah, ¿conque motín a bordo? Y por que se mire quién manda en el gallinero los atrabiliarios se dejan venir contra las rezongonas, y ándenle; qué desastre de plumas, ahogos, jadeos, cuadriles despernancados. La búlica, la vareada, la pollita todavía, soportan una vez más, en tensión las zancas, el jineteo de los abusones. ¡Oh, ay, uf, agh, puf!

Silencio. Los espolones tornan al comedero. Entre espasmos y sacudidas las pollas: «punta de atrabiliarios; se apropian de los comederos, se tragan nuestros blan­quillos, y qué modo de violar a la que proteste…»

– Yo hasta herniada quedé con la sacudida, ¿tú crees? No había agarrado resuello después del huevo, cuándo échate encima todo el peso de los otros huevos, o sea los del pinto, y qué clase de meneos y sacudidas, pa su…

– No, y los espolones del giro, de este grandor. Sentí que estaba malpariendo un huevo de yema cuata. Como me fue agarrar cansada…

Válganme. Oigan allá, en los comederos, el claridoso kikirikí, pregón de los desbozalados. Al escucharlos la gallina blanca, polla todavía, de pronto no puede más, y recogiendo con el pico una de las plumas desprendidas del ala, bajo el ala cobija la cabeza y se echa a llorar, y su llanto contagia a las otras: un mar océano de reniegos, de lágrimas, de imprecaciones; que gallos aborrecidos, que violadores, que gallos impostores, ilegítimos, y así nos han aumentado los impuestos y el número de los huevines que debemos poner…

El búho, parado en lo más alto de la más alta rama del más alto eucalipto de la granja avícola:

– Eso. A llorar como gallinas. Los gallos son unos cuantos, y ustedes millones. Ustedes son las de los huevos, pero huevos de qué les sirven, si se rehusan a pensar, y así crear estrategias con qué enfrentar con éxito a los gallitos sobrones, comenzando por el impostor. ¿Cuánto tiempo todavía se la van a pasar renegando, lamentándose y lloriqueando por las tropelías de los atrabiliarios? ¡A pensar, a la autocrítica, a la creación de estrategias para las que los gallos aún no sinteticen el correspondiente antídoto…!

Ellas moviéndola, o sea la testa, y pelándolos, o sea los ojos. ¿Y el güey ése? ¿Quién lo invitó, qué hace aquí, que no nos deja lamentarnos a gusto como Dios manda? (Dios…)

Sociedades de Convivencia

Fue en el 2006. Aquel amigo me solicitaba un apunte sobre lo que cualquiera pudiese decir a los integrantes de la Asamblea Legislativa de aquel entonces. Porque el tema me fue de interés, pero sin ánimo de publicarlo, pergeñé las siguientes líneas, que hoy cobran renovado interés. Juzguen ustedes.

En referencia a la presentación de la iniciativa de Ley de Sociedades de Convivencia, que se presenta a debate ante esta Asamblea, permítanme la referencia histórica:

«En acabado de hablar David, el alma de Jonatás quedó prendada del alma de David, y Jonatás le quiso como a sí mismo, y celebró alianza con David, pues le estimaba como a su propia persona».

Y la conclusión de este pasaje histórico: «Los filisteos mataron a Jonatás, y entonces David entonó esta elegía: ¡La flor, oh Israel, muerta sobre tus colinas! (…) ¡Muerto Jonatás sobre tus collados! Angustia siento por ti, Jonatás, hermano mío, para mí tan grato. Era tu amor para mí más preciado que amor de mujeres…» (Por demás elocuente.)

Las mujeres. Aquí el arrebatado poema que un alma enamorada dedicó a una de ellas: «Corriendo por mis venas – sutil llama vivísima – no bien te miro, siento. – Y en mi inmensa delicia – a los dulces transportes – que siente el alma mía – la lengua a hablar no acierta – y la voz juzgo perdida…(…) Feliz quien a tu lado – por ti sólo suspira – y el hondo placer goza de oír tu voz divina…»

En el primer caso de amor, es obvio, de inmediato identificaron ustedes a los protagonistas del bíblico suceso: Jonatás, hijo del rey Saúl, y David, sucesor en el trono. Por cuanto al poema de amor: se trata de la «Oda a una hija de Lesbos» compuesta por una que mucho la amaba: Safo, la célebre poeta griega encabalgada entre el 600 y el 500 antes de nuestra era. Poema, sí, de una mujer a otra mujer, de la que estaba enamorada…

Pero ya en nuestro tiempo, sobre el amor y los amorosos escribe Octavio Paz «Tras de la desaparición de la Unión Soviética, en Occidente se repitió el fenómeno de la postguerra triunfó y se extendió una nueva y más libre moral erótica. Este período presenta dos características: una la participación activa y pública de las mujeres y de los homosexuales; otra, la tonalidad política de las demandas de muchos de estos grupos. Fue y es una lucha por la igualdad de derechos y por el reconocimiento jurídico y social; en el caso de las mujeres, de una condición biológica y social; en el caso de los homosexuales, de una excepción. Ambas demandas, la igualdad y el reconocimiento de la diferencia, eran y son legítimas…»

Por cuanto a la eclosión del 1968: «Su herencia fue la libertad erótica. En este sentido el movimiento estudiantil fue la consagración final de una lucha que comenzó al despuntar el siglo XIX. ¿Pero qué hemos hecho de esa libertad? Hemos dejado que la libertad erótica haya sido confiscada por los poderes del dinero y la publicidad…»

Asiento aquí lo que en torno a las preferencias sexuales establece la ley en el Artículo 206 del Código Penal del Distrito Federal:

«De uno a tres años de prisión, así como de cincuenta a doscientos días de salario mínimo, como multa, al que provoque o incite al odio o a la violencia, excluya a algún usuario, o niegue y restrinja los servicios a personas que se distingan por su orientación sexual».

David, Jonatás; Safo y sus acompañantes femeninas en la isla griega de Delfos: cuántas historias como esas, que a diario ocurren entre nosotros: su elección sexual fue diferente a la nuestra, y con ello pasaron a formar parte de una minoría castigada, vejada discriminada. Se los dice un heterosexual. (Es México.)

Guijosa y los huevos

Héctor Guijosa, sí, ese individuo que anocheció delegado virtual y amaneció diputado local, teje-manejes de una politiquería tan parecida a vientos y ríos, que soplan y fluyen con la basura encima. A ese, mis valedores, envío este mensaje público que mucho tiene de púbico. Sr. Guijosa. Presente.

Le manifiesto mi rencor personal Usted, en sus tres años de gestión como delegado de La Magdalena Contreras, a mí y a muchos más nos resultó un bueno para nada que no sean las prácticas del Kama-Sutra. Yo nunca voté por usted. Si no tenía una mejor opción, votaba en blanco, en azul en tricolor, en amarillo. Todo, menos dárselo a usted, que tuvo quién se lo diera, aunque a resultas del regalito salieron ambos embarazados, ella en sentido biológico y usted como sinónimo de abochornado. A usted no lo olvidan, y a su mamacita, vecinos de La Magdalena, y más concretamente de Héroes de Padierna, y aun más concretamente de la calle Michoacán. ¿La recuerda usted, la conoció tan siquiera? Sí, un par de cuadras apenas, con sus escalones de piedra y su hornacina en plena acera, donde El Buen Pastor carga encima una ovejuela en cuyos ojos relucían paz y satisfacción por estar acunada en tan seráficos brazos, la única oveja que en este barrio podía vivir en paz. ¿Sabe que ahora ni el Buen Pastor lo perdona, Guijosa? Él mucho menos, qué lo va a perdonar…

Michoacán: apenas dos cuadras, pero ya quisieran barriadas enteras abarcar el catálogo de problemas que concentran dos cuadras rabonas. ¿Qué clase de problemas, pregunta usted? Ya para qué enumerárselos, si cuando delegado no los quiso o no los supo enfrentar. Humillante sería para mí contabilizarlos ante un individuo como usted, que como delegado nos fue a salir con que sus únicas habilidades rivalizan con las del fauno y el sátiro, el morueco y el garañón. Y el éxtasis…

Señor Héctor Guijosa, diputado: ya usted con la sede de la delegación habilitada de leonerita particular, una y otra vez vecinos diversos se me acercaban imaginando que yo pudiera tener alguna clase de influencia ante usted. Luego enfilaban rumbo a la leonera y pliego petitorio en mano, ilusos de buena fe, esperaban que usted atendiera su petición. Todo inútil Usted no se dignaba recibir a los implorantes; entreabría la puerta de su despacho y en ropita de abajo les dejaba ir la de Salinas:

– Ni los veo, ni los oigo, ni los siento, y háganle como quieran.

Ellos, conmigo: «Nada de nada, mi valedor. El Guijosa se negó a escucharnos. Horas y horas de esperarlo, y él haciendo gogin».

Almas cándidas. Ellos tomaron jadeos, sudor y chonchines a media zanca como la maniobra de cambiar de ropa después de correr en la pista de Los Dinamos. Lo que es el candor.

En fin, que relámpago en seco ahí restallaba el rencor vecinal en mentadas a la mamacita Guijosa. Señor semental y ahora pronto ya diputado:

Corrió, sí, pero no en Los Dinamos, «Aquella noche corrí – el mejor de los caminos, – montado en potra de nácar – sin bridas y sin estribos», que dijera García Lorca, y «animal de dos espaldas» hubiera llamado Shakespeare a usted y a su proveedora de huevos, la señita Emelia Hernández, a la que dejó llorando un cariño y arrastrando un Guijosito, válgame Cómo iba usted a solucionar nuestros problemas, si con uñas, esfínteres, dientes y lengua se avocaba al humanísimo ejercicio de la carnalidad clandestina. A toda hora. A toda hormona A todo pulmón. A toda cesta de huevos, que entre resoplidos forjaba para futuro sketch en la Asamblea Legislativa. Bien hayan los suyos, diputado garañón.

Yo tengo un muy buen amigo laborando de cuíco federal. Alguna vez, él de visita en mi casa, le pedí ayuda a nombre mío y de unos vecinos exasperados. «¿Cómo? ¿Invadir territorio ajeno y tomarnos atribuciones que no nos corresponden?»

– ¡Pero él anda a estas horas haciéndole hijos a la patria mía!

– ¿Y qué, nosotros estamos impedidos? ¿Quién te dice que nosotros no andamos en las mismas danzas?

Claro, nosotros no somos tan güeyes como el verraco Guijosa. Un hule como Dios manda, y a evitar la cesta de huevos.

Mis valedores: qué otro recurso me quedaba, mexicano de mí. Oscura la mañana me escurrí hasta la hornacina de El Buen Pastor y me le puse en suerte así, miren: de rodillas y los brazos en cruz. «Que soluciones los problemas del vecindario. Tú puedes». Y válgame, que fue entonces. ¿Y eso? ¿Y esa? La ovejita patiabierta y llorosa en brazos del Nazareno, acongojado también. «¿Qué yo puedo? A deshoras de la noche pasó por aquí Guijosa el bergante mayor al frente de la pandilla de bellacos». Y las palmaditas en el lomo de la recién desflorada «Ya, ya pasó todo». (¡Cruz, cruz!)

El Vaticano y el homosexual

La Ley de Sociedades de Convivencia, mis valedores. Apenas ayer transcribí aquí mismo diversos párrafos de algún desplegado de prensa en donde una Fundación Vida y Valores se oponía a que se aprobase tal ley, y su conclusión:

«Pretender que la actividad homosexual y sus consecuencias sean legalizadas, cuando por sí misma constituye una perversión moral, violenta el principio de justicia. Nadie tiene legitimidad alguna para pretender la protección jurídica a comportamientos inmorales e irracionales. El homosexualismo no es fuente de derecho». (Sic.)

Pues no, pero lo fue. Contra campañas de El Vaticano, Norbertos Rivera, Providas y fundaciones dogmáticas de ultraderecha, sí se pudo. Contra todos ellos se pudo, cómo no se iba a poder. Fue un mes como el que vivimos hoy, pero del 2006, cuando la Asamblea Legislativa del DF aprobó la hasta entonces postergada Ley de Sociedades de Convivencia, que legaliza las uniones de compañeros del mismo sexo y de la misma preferencia sexual. Se pudo. Mis valedores:

Con el inválido, la mujer y la empleada doméstica, los denominados «grupos lésbico-gays» han sido hasta hoy víctimas propicias de marginación, mofa y befa, desprecio y piedra de escándalo. Hoy mismo, si ustedes revisan el revuelo que en el alto clero, los providas y agrupaciones ultraderechistas de padres de familia ha producido la dicha ley. «¡Es un lobo con piel de oveja!», claman. «Tus hijos se verán afectados por acciones y leyes consecuentes que permiten que niños sean adoptados por parejas homosexuales, talleres dirigidos a niños que inculcarán la homosexualidad en escuelas, y si dos homosexuales actúan de manera impropiada públicamente, la ley los defenderá, sin importar lo que tus hijos están viendo…»

Tal clamaban y claman, sepulcros blanqueados, los protectores y cómplices de sacerdotes paidófilos y pederastas. Se escandalizaba un Scott McClellan, de la Casa Blanca en tiempos de G. W. Bush:

El matrimonio es una institución sagrada entre un hombre y una mujer y no transigirá en la cuestión del matrimonio entre homosexuales…

¿La razón de la homofobia que padece esta machista sociedad? Así la explica José Francisco Gilberto Escobedo en su Identidad latina, ensayo aún inédito en nuestro país:

«Aun cuando Pro Vida y sus religiones dice que somos enfermos, no puede probarlo, son sólo afirmaciones gratuitas. Lo absurdo, lo paradójico es que la iglesia católica que como toda religión de Estado, nos odia a los homosexuales, se sirvió de miles de artistas homosexuales en la historia para fabricar sus maravillosos templos y palacios. Miguel Ángel es un ejemplo.

Nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. En el siglo XVI el Soldado Cronista conquistador de Méjico-Tenochtitlan, don Bernal Díaz del Castillo, en su mayestática obra maestra de la literatura universal denominada Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (…), dice que habiéndose reconciliado después de encarnizado pleito con el señor Gobernador de Cuba don Diego Velásquez de Cuéllar, durmieron juntos para señalar su entrañable amistad estos concuños, pues eran casados con dos hermanas.

Jerónimo de Aguilar aprendió la lengua maya después de haber vivido como esclavo de un cacique en Yucatán. Jerónimo cuidaba las indias del serrallo de ese reyezuelo del sureste mexicano, pues se caracterizaba por ser piadoso y respetarlas totalmente, amén que andaban ellas todas desnudas.

Estamos ciertos que sólo son eufemismos para evitar declarar que era homosexual. Evidentemente no tenía pulsión por la mujer este dulcísimo hombre; por ello en los libros españoles, que son los documentos con los que contamos, suelen emplearse términos cristianos como piedad, virtud y respeto, pues de quien siquiera se insinuara que era gay acababa en las mazmorras del Tribunal Del Santo Oficio de la Inquisición, quien después nos pasaba a la Sala del Tormento y finalmente al cadalso o a la hoguera, sólo porque nosotros vamos contra los designios divinos del dios según las religiones judeo-cristianas, quedando aquí comprendida la mahometana».

Nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. Los argumentos a favor del homosexual, muy pronto. (Aguárdenlos.)

¡Acribíllenlos!

El Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer, mis valedores, instituido en conmemoración de aquel 25 de noviembre de 1960 cuando en la República Dominicana de Leónidas Trujillo, el dictador, fueron asesinadas en forma salvaje las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Veintiún años más tarde, en el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, fue elegido oficialmente el 25 de noviembre como Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer, que es decir contra el maltrato que a puños del macho padece la mujer. Pues sí, ¿pero nada más la mujer? ¿Y los grupos marginados en una sociedad hipócrita, de doble moral? ¿Y los homosexuales, por ejemplo? ¿Qué hay de esa feroz andanada de descalificación, de satanización, que contra la preferencia sexual distinta ventosean la sotana, la capa pluvial y los políticos del Verbo Encarnado? Tal campaña se recrudece ahora mismo, cuando en esta ciudad se legalizan las uniones de convivencia entre homosexuales. Y la nota de prensa:

El Vaticano va con todo contra bodas homosexuales. Inicia dura campaña mundial. Su pregón de combate: «Las inclinaciones homosexuales, graves depravaciones. Esas uniones, gravemente inmorales. Están fuera del plan de Dios». El Vaticano busca «iluminar la actividad de los políticos católicos. ¡Permitir esas uniones, gravemente inmoral y nocivo para la sociedad! ¡Porque los gays son unos depravados…!»

El documento viene firmado por un Joseph Ratzinger, inquisidor.

Y el resultado: Mérida, Yuc., Graves irregularidades contra enfermos de sida Negligencia criminal en el suministro de medicamentos. El titular de cierto albergue Oasis de San Juan de Dios lo afirmaba en el sexenio de Fox:

– ¿Para qué defienden a los sidosos, si de todos modos se van a morir?

Por este tiempo cierta Fundación Vida y Valores A.C., de Guadalajara, Jal., publicaba un desplegado de prensa del cual transcribo, tal cual, los siguientes párrafos:

«El homosexualismo es intrínsecamente perverso. El homosexualismo, instigador y promotor de las actividades y prácticas sexuales entre dos personas del mismo sexo y de su aceptación pública, constituye una grave y absurda oposición a los designios divinos en relación con la realidad sexual, por lo que es intrínsecamente perverso al pretender equiparar la actividad homosexual a la expresión sexual del amor conyugal.

Dios crea al hombre y a la mujer, y en la unión conyugal de éstos, por la complementariedad natural de los sexos, cooperan con Él en la trasmisión de la vida mediante la recíproca donación esponsal; el hombre y la mujer en el matrimonio cumplen con el designio divino de una unión de amor capaz de dar vida. La actividad homosexual (…) representa una aberrante oposición a los designios divinos, toda vez que cualquier tipo de relación que el homosexualismo consiga concretar, jamás podrán llegar a constituir ningún tipo de unión complementaria capaz de trasmitir la vida.

San Pablo, doctrinalmente catalogada quien actúa como homosexual entre aquellos que no entrarán en el reino de Dios, presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la ceguera en que ha caído la humanidad. Refiriéndose a la idolatría que conduce a toda suerte de excesos en el campo moral, entre los que figura la suplantación de la armonía originaria entre el Creador y las criaturas, San Pablo encuentra el ejemplo más claro de esa desavenencia en las relaciones homosexuales.

Frente a las pretensiones del homosexualismo, la Fundación Vida y Valores postula que la igualdad ante la ley siempre deberá estar presidida por el principio de justicia, misma que demanda tratar lo igual como igual y lo diferente como diferente, dando a cada uno lo que le es debido en justicia. Este principio de justicia se violentaría si se otorga a los homosexuales activos un tratamiento jurídico semejante o equivalente al que corresponde al hombre y la mujer. Pretender que la actividad homosexual y sus consecuencias sean legalizadas, cuando por sí misma constituye una perversión moral, violenta el principio de justicia. «Nadie tiene legitimidad alguna para pretender la protección jurídica a comportamientos inmorales e irracionales. El homosexualismo no es fuente de derecho». (Sic.)

Por ese mismo tiempo, en Mérida, Yuc., dos enfermos de sida fallecieron por negligencia médica. Y el titular de alguna comisión de derechos humanos exigió a las autoridades correspondientes:

– Que confinen a los infectados. Disparen a matar si rebasan la línea de seguridad.

Cristianismo puro. A la mexicana (Laus Deo.)