Los demonios andan sueltos

Escamoteo de mago chambón, mis valedores. Esa guerra particular que declaró el de Los Pinos, con la que iba a convertir el territorio nacional en un almácigo de 28 mil cadáveres, ahora, de súbito, ocurre que ya no es guerra sino un esfuerzo de todos por la seguridad nacional. Hay que recordar que las atroces e irresponsables acciones guerreras se iniciaron con el chaparrito disfrazado de mílite, ¿lo recuerdan ustedes? Gesto adusto, ceja alacranada, rostro de circunstancias, uniforme verde olivo que le sentó holgado y con la cúpula castrense detrás: Al  encuentro de la historia avanzaba a paso de ganso, remedo del estilo militar. Surrealista, esperpéntico. Calderón.
La guerra como estrategia de legitimación. El recién impuesto a la viva fuerza por los grandes dineros, el púlpito y el cinescopio,  se apresuraba  a ”legitimarse” por medio de una maniobra espectacular, mucho más estruendosa que el “quinazo” de un chaparrito también, y también peloncito, y espurio también, que a costa de lo que fuese intentaba legitimarse. El también. Y ándenle, a aferrarse a los vuelos de una sotana y obsequiarle las relaciones diplomáticas con El Vaticano, y a adulterar media Carta Magna para beneficiar a los grandes capitales y  regalarle el sillón de Los Pinos a algún hijo de mala madre, extranjera de origen. Semejante maniobra iba a hacer exclamar a un neo-panista Luis H. Alvarez, pragmático-utilitarista (a su edad):
– Sus medidas de gobierno han legitimado al presidente Salinas.
El chaparrito de lentes, por alcanzar la “legitimación”, fue más allá del “quinazo”. Su incontinencia y temeridad instrumentaron toda una guerra particular contra el crimen organizado con la idea de aplastar a los capos en cuestión de meses. Fue entonces el tiempo, ¿se acuerdan ustedes?, del desfile y las marchas de guerra, del confeti y las serpentinas, los brindis y las oriflamas. Y cuídense, Chapo Guzmán y compinches. Días de vino y rosas…
Eso, ayer. Hoy, de cara a los comicios del 2012, el guerrero y presidente de Acción Nacional ya no quiere queso, y sale al balcón y llama a consenso, clama por la repartición de los costos políticos de su guerra particular y suplica que entre todos  le ayuden a salir de la ratonera.
Yo, ahora, aturdido con la estridencia de la “campaña por la seguridad nacional”, añoro los tiempos, qué tiempos, en que el país sobrevivía tranquilo, con capos y procuradores en convivencia y pacífica cohabitación. Los Netos aquellos, los Gueros Palma y los azules Esparragoza que se tornaron leyenda popular, lo que no iba a lograr ninguno de toga y birrete  si no fue el malhadado Mario Ruiz Mssieu, el subprocurador de justicia que logró pescar a alguno de los Arellano Félix para que el juez respectivo lo dejase en libertad.

Vida signada por la violencia la de los Arellano Félix y los Ruiz Massieu. Muertos unos, otros en la cárcel, algunos más en el tráfico de drogas y en entredicho la justicia del país, muy elocuente me parece  el acta que levantó Ruiz Massieu cuando Subprocurador de la PGR sobre la aprehensión de Francisco Rafael, uno de los Arellano Félix. Aquí, con su propia sintaxis, el documento, hoy que Calderón habla y habla mientras los Arellano Félix tan sólo actúan.
“El pasado sábado 4 de diciembre, a las 19:30 hora local, uno de los grupos especiales de la Policía Judicial Federal destacados en la ciudad de Tijuana, B.C., para este fin, detuvo al Sr. Francisco Rafael Arellano Félix, junto con cuatro personas más y dos menores. (Mañana.)

La negra noche…

Que me dejó abandonado allá por el norte de la ciudad,  conté a ustedes el viernes pasado. Ya el volks inservible  miré el mundo exótico: barrio desconocido, callejas desiertas, casas a oscuras. Descorazonador.
De repente descubrí allá lejos el pistojear de una lucecilla: la parada del autobús. Me le fui y a codazos logré una orilla del techo que protegía de las lloviznas nocharniegas.  Del mercado cercano, ya cerrado a esas horas, el tufo a ratas, coles rancias, pudrición. El de la chazarilla:
– Chinche micro, que no llega. Y este mal tiempo, esta carestía: leche, tortillas, huevos.
– Deje los huevos en paz.
– En paz los dejé,  que si no ya anduviera con la AK-47 contra Los Pinos.
Alguno suspiró: “Vamos mal”. (Animas del minibús). Un bandazo de viento. La nalgoncita: “Y yo ensopada con la única sopa que he probado en todo el día. Creo que me voy a echar uno, ái compermisito; ¡Ahhh…chís!
Yo me sequé la salpicadura en este cachete, miren. Junto a mi oreja, rancio el aliento: “No, y agárrense”.
– Yo así estoy bien –el de la cotorina.
– Agárrense, porque todavía hay espurio pa rato.
Cruz, cruz. Me la persigné, observé, en la negrura, aquel foquillo de 30 wats con su pinta de lucero, y allá arriba aquel lucero con su pinta de foquillo de 30 watts. A lo lejos, fanales. ¿El autobús? Un Gran Marquís, que hecho la madre pasó sobre el charco y nos bañó el muy hijo de la Gran Marquís. “Me dejó más enlodado que hijo de la Sahagún”.
Suspiré. Pero de súbito el optimista que nunca falta y siempre sale sobrando: “Ya vienen tiempos mejores…”
(¿Que qué?) Silencio. En el cielo, un retumbo. Retador, el ventrudo jetón: “¿Tiempos mejores con el impostor allá arriba?  No joda…
Tres pedradas en la lámina del techo, uno en plena cara.  “Y ora hasta granizo, pa acabarla de tiznar”.
– ¿Tiempos mejores con esa recua de ineptos? (El de barba, arete y cola de caballo).
– Tiempos mejores. Lo sé de muy buena fuente.
Lo distinguí: joven dejaras de ser, y optimista por joven. Dios te oiga. Traté de subir un brazo para persignármela. Una chaparrita bustona: “¡Ora usté, viejo lépero! ¡Conrado, dile que vaya a tentárselas a la más venérea de su cantón, pinche ninfómano!
Qué pena “Los buenos tiempos no tardan. Hay que estar preparados”.
El del morral oaxaqueño: “¿Es usté achichincle del Cordero de Dios, que quita los dineros del mundo?”
– Lo aseguró el mero trinchón, y él no sabe fallar.
– Chale, ¿Calderón?
– No mame. El de mero arriba.
– ¿Dios padre?
– Allá arriba, en Tacubaya. Es un cuate mío que trabaja en el meteorológico. Que vienen tiempos mejores, me dijo.
– ¿Pero ese qué sabe de economía nacional, oiga?
– Tiempos mejores. Que el clima se va a estabilizar, no que estas tormentas y estas inundaciones.  Tiempos mejores, me dijo.
Silencio. A lo lejos, una ambulancia Y ahí, de repente, la voz anónima del anónimo arrabal: “Bueno, sí, ¿pero ese del meteorológico no será del gabinete de Calderón? Porque entonces ya estuvo que nos jodimos con el tiempos de perros que se nos echa encima.
Volvió el silencio. La negra noche tendió su manto… (Y fin.)

This is America!

A Tacho y a Quetita los asaltaron en el desierto de Arizona. A él le dispararon y lo mataron y ella regresó a su pueblo para enterrarlo…
Y es que el extranjero, según la analista Julia Kristeva,  no significa más que una boca de sobra, una palabra incomprensible, una forma de ser y una conducta no apegadas a la norma. Como trabajador ilegal es un desollado. Ese extranjero sangra de cuerpo y alma, humillado, depreciado en una situación en la que sirve de criado(a) a los otros, que molesta si enfermo; es el enemigo, el traidor; la víctima, después de todo…
Y si inmigrante, peor todavía, y si mexicano, macabro, y si en Arizona, siempre al riesgo de cárcel y deportación a un país que lo trató de entenado y donde ni cómo lograr la sobrevivencia. La nota del año anterior:        El DIF local recibió a la niña Elizema, de 18 meses de edad, que sobrevivió a las altas temperaturas del desierto de Arizona, una vez que su madre Yolanda G. Galindo, de 19 anos de edad, falleció por deshidratación en el intento de pasar a EU de manera ilegal”.
Destino el nuestro, el de los pueblos débiles, los que nunca quisieron escuchar las advertencias del Conde Aranda, de Bolívar y  Marinello, del genio americano, José Martí.
El DIF local recibió a la niña Elizema, de 18 meses de edad, que sobrevivió a las altas temperaturas del desierto de Arizona, una vez que su madre Yolanda G. Galindo, de 19 anos de edad, falleció por deshidratación en el intento de pasar a EU. de manera ilegal”.
¿Los peligros que enfrenta el ilegal?  Muros, rangers, ku-klux-klanes y pandillas de xenófobos como un tal Grupo de Resistencia Aria Blanca (WAR), que ha llegado a azuzar de esta forma a los granjeros de Arizona:     “¡Si no es blanco deséchalo! ¡Detener la avalancha de lodo o ahogarse! Necesitamos una frontera de verdad. Primero agarramos a los hispánicos, luego a los asiáticos y por último a los negros. Deportación. Todos se largarán a casa. ¡Violencia contra la avalancha de lodo que nos llega del Sur..!” Mis valedores…
¿Habrán visto la Historia Americana X? Como sacado de la película el dirigente de WAR defiende el genocidio de Hitler, aplaude el terrorismo y celebra que más de 10 millones de africanos hayan contraído el SIDA. Por cuanto a los mexicanos: “¡Logran reproducirse tan rápidamente porque sus mujeres ya nacen embarazadas! ¡A detener esos millones de animales color lodo que sólo saben reproducirse! Desafortunadamente, los hombres blancos se han vuelto cobardes. La salvación de la raza blanca depende de las mujeres. Quizá no tengan la fuerza para blandir un bat de beisbol, pero sí para comprar una lata de gas lacrimógeno para cuando vean un animal de color de lodo.  “Hispano, this is America.!”
Veo los libelos que difunden esos mensajes. Observo los toscos dibujos que ilustran el cliché del mexicano: gordo, seboso, apestoso, borracho. Al pie unos versos: “Moreno y mañoso -nos chupa como una garrapata- Cruza la frontera sin un centavo- los gringos le compran la comida – No quiere aprender a leer- pero tiene los güevos – para garabatear nuestras paredes – Reza a Dios noche y día – Pero roba todo lo que está a la vista – Una  basura de raza –  Sálvate de estos buitres come-frijoles”.     “Buitres”. Laredo, Texas: Tres mexicanas agonizaban en pleno desierto, con temperaturas de hasta 44 grados centígrados. Se preguntó a los migrantes cómo lograron sobrevivir a la insolación: “Sobrevivimos bebiéndonos nuestros propios orines”. México. (USA.)

Tristuras del arrabal

Esta vez la esperanza del cambio, mis valedores, esa esperanza irracional tan arraigada en un paisanaje inmaduro. A propósito…
Fue al  oscurecer de un día de estos; de algún taller de lectura regresaba desde el norte hasta el sur cuando, de súbito, bajo la llovizna nocharniega, el volks. cremita se echó tres falsas, o sea explosiones, y luego un a modo de eructillo por la parte del mofle, y ahí murió el motor. Válgame. Yo, por activar al difunto agoté la batería; por revivirlo, la asesiné. Tiempo después, derrotado,  abandoné la cucaracheta y, pajareando aquí y allá, di con el techo de la parada del autobús, de la micro, vayan ustedes a saber de qué línea y a qué rumbo incógnito pudiesen llevar. Sólo supe que el volks. me había tirado allá por el norte de la ciudad. La llovizna se convertía en un chaparrón que de chaparrón crecía hasta alcanzar la estatura de tormenta. Y allá, por un rumbo que no pudiese ubicar, el relámpago, el trueno, el rayo que sobresalta aquel remoto arrabal. Solté la carrera hasta la techumbre que parecía guarecerse, guarnecerse, como debajo  de un macilento paraguas, bajo la luz del farolillo de la esquina, legaña y bostezo. Al acercarme, la voz de la barriada:
–  ¿Aguaceros en pleno agosto? Qué falta de seriedad de la madre.     – ¿A quién le echa madres, oiga, o a qué madre se refiere?
– A la Madre Natura, qué falta de formalidad.
– ¿Falta de formalidad, o advertencia por la forma criminal en que la maltratamos? Achaques del calentamiento global.
El cielo, trizado. “Trueno del temporal – oigo en tus quejas…”.
Y sí: bajo aquella techumbre con capacidad para unos 10 aspirantes a pasajeros cómodamente parados, se atrinchilaban alrededor de 40 humanos y uno que otro panista, todos pistojeando hacia el rumbo donde entre fumarolas de smog habría de aparecer el vehículo. Mientras tanto, esperar…
Me arrimé a la techumbre. Los que ahí aguardaban me observaron así, miren, de ganchete, a lo desconfiadón ante el arrimadizo. Yo a discretos codazos me forjé un hueco bajo el de lámina, y así me dispuse a esperar el mini, el pesero, la micro o lo que me se me apareciera por enfrente. ¿A dónde me llevaría? Sepa Dior. Lo importante era salir de aquel atolladoro. Entonces, ahí la voz del arrabal, su dejo cantadito. Dos panzones y una flaca más allá de mi flanco izquierdo: “Chinche microbús, cómo se tarda…”
El de la bufanda bicolor: “No, si ya sea ora con Ebrard como antes con  el tabasqueño, esto del transporte colectivo es una tizna, ¿no?”.
– Oiga, no despotrique. ¿Tizna por qué?
– Pos por el hollín que sueltan por atrás.
– Ah, las micros…
– Las micros, las mafias de micros que las controlan o las mafias  perredistas que las controlan a todas, y todas se viven soltando hollín por el hoyín. Y lo que tiznan todos…
La de los mallones: “¡Tiempo de perros!” Un perraco, cuerpecillo caliente (¡no de Nueva Izquierda!) se me untó a las zancas. En mi ánima se lo agradecí. La voz del arrabal, voz anónima: “No, si yo lo que digo: para el fregadaje todo pinta de peor, en más peor. ¿Quién nos asegura que esta lluvia no es ácida?”
El de la reata (de mecapalero): “Ora a aguantarse. ¿No andábamos de culecos con aquello de que a  patadas sacar al PRI de Los Pinos? ¿No votamos  por el cambio? ¡Tengan su cambio! Pero chintetes, ánimas con esa micro…
Del mercado cercano, ya cerrado a estas horas, me llegó un tufo a pudrición, coles rancias, panismo, popó de ratas –ratas comerciantes, Salinas, Sahagunes, Montieles. (Sigo el lunes.)

Fiebre, delirios

Describí para ustedes la semana anterior una tierra inhóspita que en mucho recuerda la Comala de Rulfo, caserío de encantamiento que sobrevive en la entraña del abandono y la soledad. La tierra de que les hablo, doncella recalentada, soporta los envites ardorosos de un sol garañón, y aquí lo inquietante: cuervos y zopilotes han comenzado a estrechar sus círculos en un firmamento estallante de luz. Pero, ¿y aquello? Inaudito: ¿columbran ustedes allá, entre areniscas y roquedales del páramo, aquel cordoncillo de polvo? ¿Efecto del viento? ¿Pero viento cuál?  ¿Un coyote muriéndose de sed, al que los rapaces de pico y garra impiden la tranquila agonía?
No, un coyote no puede ser; un caballo matalote, una res, un hato de bueyes. Pobrines, tan lejos del mundo que habitan el hombre, el agua, la vida cabal. Desde mi escondite veo que las alas negras descienden, siniestro rumor. Descienden los cuervos, bajan las auras, bajan los zopilotes graznando por la carne mortecina. Crrac…
Pero no es un lobo, no es una res, no es un par de caballejos. ¿Qué es eso que levanta un nudillo de polvo en la medianía de un paisaje de lumbre y sofocación? ¡Y se mueve todavía! Eso, lo que eso sea, está en trance agónico y debe estar entreabriendo el hocico, debe lengüetear los belfos con un negruzco pedazo de carne que aúlla de sed, silencioso. Claro, sí, se mueve todavía. Me acerco. Quizá en algo pueda auxiliar al infeliz.
¿Pero a mí también me afectó el calorón? ¿Estaré viendo espejismos? Parpadeo, me los froto, los párpados; los abro, los ojos; lo frunzo, el ceño.  No. Eso no puede ser. Delirios del calor. Alucinaciones. Ya mis sentidos me están jugando malas pasadas. Me niego a reconocer lo que miran mis niñas…
Me acerco, me oculto tras de esta peña, observo al causante de la polvoreada, minúscula a la distancia, y no,  no se trata de un lobo agónico, de un coyote de belfos sangrantes, de un par de acémilas. Bueyes, tal vez. A ver…
Animas de la ficción, de lo real maravilloso. Demencial. Eso que miran mis ojos, ¿lo pasan ustedes a creer? Eso es una a modo de barquichuela semienterrada en el polvo que unos individuos, quizá enloquecidos de sed, de insolación, de soledad, a punta de remos intentan forzar hacia el frente. Ya distingo a los tales. Por su catadura de irracionales parecen integrar un arca de Noé en miniatura. Esa su traza de facinerosos: uno con cara de represor, otro más, de corrupto, de perverso el de las 300 arrobas de peso sobre los lomos, y todos irremediablemente mediocres. Y ocurrió, mis valedores…
¿Qué, quién provocó la chispa?  ¡Prrom!, el bombazo! Dos, tres, varios estallidos que inflaman el horizonte. ¡Prrom!, una quemazón y semejante humareda que amenaza con tiznarlo todo, comenzando por ese   chaparrín que al frente del arca y ajeno a la quemazón otea el porvenir, mano zurda en tejadillo sobre los ojos, empañados los bifocales y una ceja alacranada para aparentar una personalidad que no existe. ¿Le distinguen ustedes ese rostro mofletudo y ese gesto que pretende hierático? ¿Le ven su pequeño y regordete parado, me refiero al índice? ¿Escuchan  eso que a modo de oráculo está diciendo frente a la mortecina soledad y con la lumbre ya llegándole a los aparejos?
– ¡Amigas y amigos! ¡Nunca hemos perdido el rumbo!  ¡En mi gobierno todo avanza, todo sigue adelante!
Yo, azorado, observo el incendio, huelo la quemazón, percibo el calor de la hornaza Pero él por el Verbo Encarnado jura que todo va bien. (Válanos Dior)

De lo real maravilloso

Los caseríos fantasmales, mis valedores, esos antiguos emporios mineros que de repente se agostaron al agotarse los socavones paridores del oro y la plata; los Real del Oro y Veta Grande tan reales que hasta parecen de encantamiento, y que anochecieron prósperos y amanecieron a ser espejismos, delirios y ánimas en pena arrumbadas al socaire de los socavones estériles. Pedro Páramo…
Ahí quedaron y así están en la viva almendra de la soledad,  sarna melancólica de la geografía nacional, mutilados vestigios de un antiguo esplendor: cuadrículas de bardas barbonas de zacate, patios abandonados donde florecen el chicalote, la flor del toloache, el huizapol, los matojos. No más…
He visto esos pueblos afantasmados y se me encoge el ánima al contemplar esas bardas en derrumbe que van derritiéndose bajo atorrenciadas tormentas, y esos zaguanes sin puertas y esas puertas sin zaguán, y unas retorcidas callejas de piedra viva y los esqueletos de casas, carcajes de andamios, horcones y vigas náufragas en agonía de portillos, de polilla y comején. En los patios, antaño hervorosos de vida -de vidas-, se ha aposentado la víbora de cascabel. Junto a la fuente seca ventosean sus crías las ardillas, y en los sombríos corredores se dan los murciélagos y unas mariposas negras de este tamaño, miren. Que anuncian la muerte, dicen…
He visto esa hilera de cuartos que alguna vez fueron dormitorios, y donde en catres de dorado latón se multiplicaba la vida, y esas ventanas, cuencas de calavera, y esas casas, abrojera de esqueletos apiñados en derredor de una iglesia en ruinas como aquella de Luvina, en el relato de Rulfo. ¿Ese rumor? El viento, posiblemente. Algún eco de los ecos que se aquerenciaron en estas ruinas. El rumor del silencio, y no más…
Miren allá esa llanura desértica, geografía desapacible, pariente pobre de Real del Oro o de sus hermanas muertas, árida llanura cercada de lomeríos, y más arriba un sol que al punto del mediodía parece a punto del estallido. Monótono, persistente, ese son de cigarras. Arriba, en la lumbrosa claridad del firmamento, una rueda de cuervos, de auras y zopilotes que otean la lóbrega geografía detrás de la carne podrida Crrac, crrac, el reclamo de los negros pajarracos. Crrac…
Cerros pelones, crestas azulencas, peñascales y lomeríos. Al pie del crestón de roca abismos, gargantas áridas, resolana y sofocación. Un viento de rescoldo eriza la pelleja del llano y alza remolinos de polvo en la lejanía del poniente. Eso en la lejanía, porque aquí, en el primer plano, todo es nopaleras cenicientas, con nidos de coralillos al pie,  y víboras de cascabel. Más allá, chaparrales, huizapoles, y huizcoloteras, toda esa botánica de lo chaparro y mostrenco, lo enteco, y encanijado, y sietemesino, lo que ha nacido muerto de sed; ese yerbajo que se da en la aridez, más allá del pueblo minero que murió desangrado de sus venas auríferas…
Observen los alrededores: un sol como garañón; ahogo y  resequedad, chamusquina y ardores, ahogo y piedras tornasoladas de metal; sobre las piedras, lagartijas de ojillos hipnóticos que se adormecen bajo la carga del sol mientras contemplan,  inmóviles, una geografía que parecen querer aprendérsela de memoria. Tercas, pétreas a fuerza de sol. Pero a ver, a ver, un momento. ¿Y eso?
Por allá, a lo lejos, se ha alzado un rastro, un cordoncillo de polvo. Algún coyote de belfos ennegrecidos y lengua inflamada que anda en agencias de morirse de sed, ya en las boqueadas últimas. ¿O quizá algún..? (Mañana.)

Mefistofélico

A ver, a ver, ¿y eso? ¿De dónde me salió el visitante? ¿Quién le franqueó la entrada? Con lo que  he recomendado a mi ama de casa que a nadie le abra la puerta de entrada. Pero en fin, que ya tenía yo frente a mí al advenedizo. alto, flaco, nariz de alcayata, mirada que me taladraba la mente. ¿Legionario de Cristo, ministro de la Santa Muerte, Testigo de Jehová? Dejé de escribir. “El Valedor, supongo”.
Me dí el levantón. Traté de enfrentarlo, de pronunciar un conjuro. “Su día de suerte. Vengo a afiliarlo a un equipo de caza”.
¿Que qué? Mucho he vivido y muchas invitaciones de todo tipo me han formulado, pero a  un equipo de caza a mí, que nunca he sabido lo que es tener un arma de fuego en mis manos; a mí, cuya religión es el respeto a toda forma de vida, vegetal o animal. A mí,  invitarme a cazar…
– A cazar, sí, pero no cualquier clase de caza, sino al deporte de los nobles ingleses, ¿se imagina?
Y que el equipo se integra con monteros, con rastreadores y guías para dar con la víctima, y que a todos reporta soberbias ganancias. “¿Pero se da usted cuenta? A un pacifista invita a matar. ¿Yo unirme a una partida de sádicos para asesinar inocentes? Pues qué, ¿tengo acaso  pinta de noble inglés?”
– Me temo que no. De  plebeyo, cuando mucho,  pero su aspecto no tiene importancia.
– Ya me veo disfrazado con casaca roja, pechera blanca, botas altas de color café, acicates de bronce y el bombín en la testa. Ridículo.  Me la va a perdonar. Estoy atascado de trabajo y…
El, impertérrito, que para qué bombín, que para qué casaca y botas altas con acicates. “Al natural, con su ropita del diario…”
– Mire, señor: ni  tengo cabalgadura ni nunca mi entrepierna se ha maltratado en los lomos de un penco lomo gateado, imagínese.
– ¿Y quién habla de pencos? Ni caballo, ni uniforme, ni acicates de bronce. Así, tal cual, naturalito. ¿Se integra al equipo de caza?
– ¿Pero yo qué pitos iría a tocar?
– Ni el propio, si no le place. Con todo respeto ¿me permite la confianza? Mire su aspecto, su ropa, su mundo. A su edad, ¿80, 85 años? Porque aparenta más. El hambre es canija. Ahora observe su penumbroso cuchitril. Ni un mal taburete que ofrecer al visitante. Porque vamos a ver: ¿tiene caja fuerte donde guarde las joyas de la familia, su cuenta bancaria, los títulos de sus bienes raíces? Pero qué títulos va a tener, si usted viaja en metro y vive (sobrevive, más bien) como un apestado, sin más compañía que un mísero gato tan desvalido como usted. Sólo y su alma dónde irá usted a caerse muerto…”
Me calenté: “¡Es mi vida y es mi decisión, y a mí ningún sádico va a venirme a afiliar a ningún cartel de asesinos!
– Ni se imagina  los beneficios de quienes han ingresado al equipo; pero ya hemos gastado mucha saliva. ¿Le entra o no le entra a la caza del zorro?
– ¿Caza del qué? ¿De cuál zorro? ¿Me la vio de montero, de rastreador? Y ultimadamente, ¿aquí cuál zorro para cazar?
– Sobran, y aquí es donde entra usted. ¿Qué papel le acomoda? No podenco, es obvio; no sabueso, mucho menos rod-weiller. Chucho de Nueva Izquierda no le iría mal. Mire: al término de la cacería, ¡mmm!, soberbio comelitón se va a dar con los restos del banquete de los nobles. Y en el banco, el cuentón.
– Ah, entonces los zorros que hay que cazar…
– Dos, por lo pronto, El Peje y Martín Esparza, ya en plena  estampida. Ahí es donde entra usted de refuerzo: ladrar, babear, morder, triturar, masacrar, desgarrar.  ¿Qué dice,  le entra? (Ahijuesú)

Medieval

Renegrida es la noche en la renegrida ciudad medieval. Aún en sus calles retumban los ecos del par de mellizos, depredadores que, peste negra,  con perros de caza y gentualla que es vómito de las prisiones han asolado la vecindad para luego continuar sus desmanes en el negocio paterno, el más reputado burdel del rumbo. Puertas remachadas, los vecinos rezan y se santiguan. Ave María…
Mírenlo ahí: frontero de la basílica y el asiento de los poderes públicos, el burdel es un ascua viva de  música, luces, licor y rameras que jinetean y son jineteadas por aventureros, marinos  y mendicantes,  penados prófugos y maleantes de toda laya. Los romeros que van adorar a la Madona se ahijan al tufo de entrepierna y calzones de holanes. Una Madona y cientos de prostitutas, la ciudad medieval…
Jura la conseja que los gemelos madre no la conocen, y tiene razón. No la conocen por más que unas leguas los separa de ella, dueña que fue  del burdel, donde sus aberraciones de toda laya  crearon  fama siniestra,  que en noches de orgía e instintos desviados la prostituta escandalizaba a perdularios y garañones. Cuando ya ningún exceso carnal satisfacía sus aberraciones, ahí la tienta el Maligno, que esa noche andaba ebrio y drogado: “Uno sólo falta por conocer tu lecho.  Anda por él. Sedúcelo”.
El cual vivía, (¿se le llama vivir?) en la medianía del desierto, recio de edad pero ya macilento a fuerza de ayunos y penitencias. A leguas de la ciudad,  en la almendra viva de una tierra muerta sobrevivía atejonado en una caverna del roquedal, a oración y ayunos. Ayunos, oración y un manojo de ortigas que troquelaba en sus lomos, en las telas del corazón una súplica: “Sólo una: la conversión de la pecatriz”. Y el golpe contra los lomos desnudos. Así estaban las cosas cuando ocurrió aquello que parecía ser el convenio de Lo Alto con El Averno.
Fue un mediodía requemado de sol. El eremita, sayal y cruz de leños en lo alto, avanzó por la tierra baldía en dirección a la ciudad y con rumbo al milagro. De la ciudad, en tanto, ahora se desprendía una ramera de gasas y tules y pechos a la descubierta. (El único que hasta hoy no conoce mi lecho…)
Y fue entonces. En la medianía del camino ramera y eremita se avistaron. En un instante de siglos observáronse de frente, hipnotizado el ermitaño con las formas ubérrimas de una ramera que se quedó pasmada ante la visión de la gracia y el olor de la santidad, y se cubría los pechos y caía de rodillas. Y fue, de rodillas, como sufrió la  acometida del macho cabrío. Jadearon, forcejearon, arañaron, desgarraron gasas; la mujer se defendía, pero no logró evitar la violación. Después, a seguir el camino en la dirección que llevaban…
Hoy día, en la cueva del roquedal, la eremita ora y se cilicia cada noche suplicando a Lo Alto la conversión del violador que regentea el burdel e incita a la depredación al par de gemelos. Porque habiendo a su tiempo parido en la cueva, el violador mandó esbirros a desgajarle del pecho al par de criaturas que hoy, ya jóvenes y sobrones, con  facinerosos, patibularios en plan de auxiliares, se aplican a saquear la ciudad y mantenerla crispada de pánico. Y ocurre, mis valedores, que bien sea el mellizo del pendón azul o el de la oriflama tricolor, en sus ataques se suelen acompañar por una jauría ladradora de chuchos a los que mantienen con las sobras del comelitón burdelero. Así, cuando menos, lo cuentan las crónicas. (Doy fe.)

Conciencias en alquiler

Del periodista Fernández de Lizardi hablé a ustedes ayer y  de los riesgos que suponía el periodismo en el gobierno de Porfirio Díaz: censura y prisión, persecuciones y agobios económicos, y vuelta a empezar, algo lógico para un escritor de su trascendencia y valor personal. Heróico.
Todos los campos de la expresión escrita dominó El Pensador: sátira y  periodismo, versificación y novela, terreno este donde crea El Periquillo Sarniento, bigardón inmoral, inmortal,  flor y espejo de la picardía, personaje  que a todos nos resultaría familiar si en este país se acostumbrase la lectura como se ejerce la picardía.
El Periquillo nació en 1816, y de inmediato recibe la aceptación popular, aunque la crítica se espantó con los dichos y hechos “escandalosos” del hamponcete. Noches tristes y el primer volumen de La Quijotita y su prima  son de 1818; el segundo, de  un año después. Don Catrín de la Fachenda se editó en 1819. Aquí El Pensador deja de lado la novela y se dedica de lleno al  periodismo, su genuina vocación. Atrás quedaba una obra copiosa, de intención didáctica y de ejemplaridad, visión esperpéntica con la que ponía en evidencia las desmesuras y los desafueros de su tiempo, que perpetraban las autoridades civiles, el clero y los militares de aquel entonces…
¿Por qué Lizardi caería en prisión? Por sátiras como esta, que describe el México de principios del siglo XIX, ¿muy distinto del México actual? ¿Qué tan distinto? La susodicha:
“Nada falta a tu dicha, patria mía, – Tienes frailes, langosta, policía, – Puertos sin naves, tropas sin calzones, – Caminos solitarios con ladrones, – Siempre apretada tu tesorería, -Partidos y colores a porfía, – Papel que vale menos, aunque debe, – Un rey que lo conoce y no se atreve, – Faltaba un año santo: en este día, – ¡Bendito Dios!, el Papa nos lo envía”…
(Y un santo sexenio que nos envió con las beatas del Verbo Encarnado. En fin.) Por cuanto a la vigencia de las reflexiones publicadas en los periódicos que Lizardi fundó a lo largo de su ejercicio periodístico,  juzguen ustedes:
Compárese los males que pueden sobrevivir a la República, entre que se anulasen las elecciones y los que le vendrían con algunos diputados elegidos por tramoya, esto es, que no merezcan serlo. En el primer caso se mina la soberanía de la nación. En el segundo nada se pierde con seis u ocho representantes ineptos, sino diez y ocho o veinte y cuatro mil pesos anuales…
Y cuánto de aleccionador, cuánto de melancólico y  humano se trasmina en la “Despedida”,  que redactó el periodista cuando tuvo que dar por muerta la publicación del Correo Semanario de México:
“La escasez de subscriptores, que no proporciona que se costee este periódicos, y mis graves enfermedades, no me permiten continuarlo. Doy gracias a los señores subscriptores que han tenido la bondad de favorecernos hasta el final, suplicándoles dispensen las erratas, dilaciones y otros defectos que no he podido evitar.
A los señores subscriptores que aún restan algunos piquillos, suplicamos proporcionen su remisión, pues no habiéndose costeado el periódico, claro es que nuestro bolsillo debe pagar lo que falte…”
México, 4 de mayo de 1827.
Esto escribía El Pensador ya atacado de tuberculosis, pobreza, desaliento, soledad. Culpa suya, ¿por qué no alquiló su conciencia al presidente de México  para vejar y befar a unos electricistas en huelga de hambre, pongamos por caso?
Don Joaquín Fernández de Lizardi. (Hoy, como nunca antes, presente.)

La náusea

Luis Garza es vicario general de los Legionarios de Cristo. A consecuencia del escándalo Maciel acaba de dirigirse a  cierto grupo de “consagrada” para pedirles: “No le guarden rencor a Marcial Maciel, fundador de nuestra orden religiosa”. Mis valedores: yo nunca antes había visto fundirse en un solo individuo a Tartufo, Cantinflas y el protagonista de la fabulilla que nos legó Salado Alvarez. De Tartufo este reverendo exhibe el cinismo, la hipocresía, la falsedad; de Cantinflas el lenguaje vacío y enrevesado, y del personaje de Salado Alvarez la manera de torear el problema a punta de evasivas. Juzguen ustedes conforme a este apunte sobre la fabulilla de Salado Alvarez:
En la orquesta catedralicia había quedado vacante el puesto de primer violín. Ve de pronto el deán cómo el vejete aquel, beato de sacristía, se le presenta solicitando  para un su sobrino la plaza vacante.  “¿Toca bien el violín?”, le pregunta el deán, y la respuesta del viejo:  “Mi sobrino es un dechado de virtudes” ¿Pero toca bien el violón? “Piadoso, buen padre, cuida a su madre y comulga todos los días”. “¿Pero toca bien el violín?” “Bueno, como tocar, hace 30 años, en el fin de cursos, tocó una barcarola que le fue muy aplaudida”. El deán: “Cuando se trate de premiar a un varón de virtudes mándeme a su sobrino, pero para primer violín, aunque sólo virtuoso del instrumento, voy a buscar a alguien mejor que su sobrino”. Sigo el molde del deán y el tío aquel para preguntar al vicario de legionarios, cuyas respuestas transcribo palabra a palabra:
– Pero Maciel, ¿toca bien el violín como pederasta?
La respuesta de Garza: “En el pasado el fundador determinó el movimiento, pero el futuro está en nuestras manos. El principal eje es realizar el trabajo a futuro en santidad y no poder en entredicho lo realizado, aunque el Vaticano sospeche de algo de nuestro pasado, seamos realistas, reflexionar lo que somos y corregir lo que hay que corregir”.
– ¿Paidófilo Maciel? ¿Desfloró criaturas, niñas y niños?
“Los visitadores nos informaron que teníamos una irregularidad en la formación porque le daba mucha importancia a mantener el celo que teníamos  haciendo apostolado fuera de los seminarios. Eso lo tenemos que corregir. Se nos pide que uno no puede constreñir la conciencia de una persona en ningún caso, obligarla   a decir algo que no quiere decir.”
– Sus abominaciones, ¿drogado, en su juicio?
“Se hará un análisis a fondo para revisar las construcciones, pero la revisión no va a ser radical, porque en lo referente a la espiritualidad no hay inspiraciones nuevas, muchos de nuestros textos hacen referencia a los documentos de la Santa Sede y del Concilio Vaticano. Hay que ir adelante, tenemos que entender que Dios habla a través de las autoridades para tomar el camino. Esto es fundamental para construir el futuro, no sólo se trata de aceptar y recibirr”.
– ¿A la cama con adultas Su Paternidad? ¿Paternidad de cuántos? ¿Con cuántas?
“Tengo que tener un director espiritual para tratar todo, pero que no tenga comunicación de mis cosas en ningún campo (…) Que los directores del centro no llamen a los espirituales para que se confiesen los súbditos, es más difícil  crear una cultura diferente a quienes y tienen años haciéndolo”.
– Cantinflas, Tartufo, Maciel, ¿tocan bien el violín?
“Tampoco deben hacerse aplicaciones ni interpretaciones”.
–  El violín, ¿Maciel lo estará tocando en la corte de Dios Padre?
La respuesta, mis valedores, no de Luis Garza; es de todos los diablos. (RIP.)

De monstruos y aberraciones

¿Por qué la grotesca personalidad de ese individuo, mis valedores? ¿Una infancia tan desdichada habría sido la suya,  que hasta el día de hoy no haya podido superar frustraciones y esos empozados rencores que lo forjaron ruin y torcido? Hoy día (taras, complejos) disfruta (disfrutaba, quiero decir, porque el ruincejo andavete. Pero no adelantemos el final); disfruta con lo yerto,  lo corrompido y la destrucción de los más débiles, que ante los fuertes su cobardía lo empuja al reculón. De los animalillos indefensos, pongamos por caso. A propósito, la tarde aquella:
“Sería deleitoso observa agonía y muerte de algún animal”. Tuvo qué conformarse con una araña de este tamaño, miren,  que  logró capturar para luego encerrarla en un frasco de cristal; y a mirar cómo fallece de hambre y de sed. Pero de súbito: “¿y si atrapo una mosca, la encierro con su enemiga y observo la lucha y la destrucción de las dos?”
Con paciencia y salivita, según la gramática parda lo advierte al referirse a ayuntamientos de hormigas con elefantes, el sádico de la fabulilla logró atrapar una mosca y la encerró con su enemiga natural, y a disfrutar de su destrucción. He ahí la mosca, intentando volar en el recipiente con los ojos de la araña fijos en ella. Y a presenciar el final, y a gozarlo. (Afuera, a lo lejos, un río confuso de iracundia popular. ¡E-xi-gi-mos..!)
Pues sí, pero  cosa extraña: ¿y eso? ¿Qué ocurría dentro del frasco con el par de enemigas naturales? La araña observaba a la mosca, pero el ataque se demoraba.  Para apresurar la lucha los privó de alimentos y se puso a aguardar un día, dos, varios. Nada, porque entre los enemigos naturales no se producía la violencia. ¿Y eso? La araña, en el fondo del frasco, parecía desinteresada de la que habría de ser su alimento; la mosca, entretanto, seguía atejonada en lo más  alto de su prisión. Y parecían crecer. Haya cosa…
El sádico los trasladó a recipientes más amplios, porque su tamaño aumentaba de forma antinatural. ¿Alimento? Ni agua, y a esperar. Días y días. El hombrecillo,  A la expectativa…
¿Pero cómo?  Mosca y araña crecían  de tamaño; una parecía más feroz que nunca, y la otra más que nunca dispuesta a luchar por su vida. El ruincejo se regodeaba  ante la inminente destrucción. Entre más crecidas más feroz iba a ser su contienda, y el resultado más deleitoso. El inválido espiritual no llevaba prisa, y el fenómeno del crecimiento en el receptáculo (una pecera, que en frasco ya no cabían) lo mantenía a la expectativa. Colocó a  mosca y  araña en una pecera donde cabría un tiburón, y a aguardar el desenlace. Válgame, de aburrimiento y bostezo, que en el recipiente nada ocurría. Los adversarios mostraban unos ojillos relumbrosos de crueldad, pero nada. Contra lógica e instintos naturales, nada más allá del crecer de tamaño. ¿Cuándo, cómo llegaría el final?  Gigantescas, inmóviles, los ojillos clavados en el chaparrito, peloncito, de lentes, mosca y araña parecían esperar. Porque no parecían observarse antes del ataque, sino que miraban al hombrecillo despatarrado en el sillón que después de media botella se había quedado dormido. Y así, dormidito, lo cogió el final. Porque,  mis valedores, fue entonces…
Lenta, la araña se desplazó en dirección de la mosca, que se aproximó a la araña. Bajo la tapa las dos, entre ambas, la hicieron saltar, y con ella brincaron fuera de su prisión. Y del hombrecillo….
Toda la casa  había corrompido cuando lo encontraron.  (Vómito.)

Zona roja

Fue a la hora de entre dos luces, ya al pardear. Por la Zona rosa caminaba yo rumbo al metro cuando me topé con el trío de vendedores que a la orilla de la banqueta hacían corte de caja. El de la guayabera:
– Vamos a ver: yo vendí caja y media de chicles. Ya descontando la mochada de los blue demon y uno que masqué hace rato para a buches de saliva engañar el hambre, me vienen quedando unas ganancias líquidas, tan líquidas como la saliva, de vamos a ver. dos por diez…
– Según mis cuentas (el de la cotorina), yo vendí caja y cuarto de camotes de la tierra del gober precioso y me eché a la bolsa estas de a diez. No me puedo quejar.
– Con qué poco te conformas, vale.
– No me puedo quejar porque ya sé a qué le tiro. Una vez me puse a quejarme del chinche gobierno, y “haiga sido como haiga sido”, directo a Urgencias de Xoco. Días sin huella fuera de circulación…
– Pues a mí sí me fue mal, de plano. Este mal fario, esta salación…
El chimuelo se le queda mirando. “Es que usted tiene la culpa, cómo se le fue a ocurrir ponerse a vender libros en México. Droga al menudeo, en cambio…
En eso, de súbito: “Orale, ¿ya vieron? Allá donde dice Entrada de artistas” (Yo, al instinto, torcí el pescuezo y válgame. Allá, taconeado y meneos, venía acercándose una que resultó ser, a decir del molacho,  bailarina de un ballet hawaiano o de  waca-waca.
– ¡Y acá esta otra que viene meneándolas como cualquiera de las estrellitas cuando ya les anda por ir al dos, al de las estrellas.  ¿Ya viste a aquella de mini-mini, Jitanrrón?
– Y cómo no la voy a ver, si no estoy sordo. Bárbara, bárbara, ¿cuántas arrobas de silicones le calculas en cada una, tú?
Y una más, que al puro pasón (por la acera) me dejó ir aquella mirada ardiente, que me sollamó. El de la chamarra de Los Dodgers: “Saleroso, el Maripepa”. (Cerrando los ojos lo dejé pasar.) Y fue entonces cuando apareció aquella soberbia estampa, delgadita de cintura y abultadita del pecho.“¿Se fijaron? ¡Y sin sostén!”
La vi. Tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida. “¡Y sin sostén, clávense!” Y el vendedor de libros: “Sin sostén como mi señora esposa”.
Silencio. Luego, el molacho: “Oiga, señor, no es por nada, pero en materia de la ñora como que hay que tener ora sí que delicadeza, ¿no”.
– Sí cierto, cómo de que su señora sin sostén. Nomás falta que ya a lo desvergonzado nos vaya a salir con que tampoco allá abajo…
– ¡Momento, momento, no malinterpretar! Yo, aquí donde me ven, no soy vendedor de oficio. Yo todavía hace tiempo tenía mi empleo, que me daba para un honesto pasar en compañía de mi señora esposa y mis hijos. Ahora todos vivimos arrimados con un cuñado. Van varias veces que nos corre de su vivienda…
Silencio, motores, un claxon. “Cada anochecer llego a casa y entrego a mi única el producto de la venta de libros en un país que lee medio libro al año, el país de Laura en América, donde “el gol es de todos”.  Díganme ahora, yo, ingeniero titulado en la UNAM y ahora vendedor de libros en México, ¿soy sostén para mi amantísima y las criaturas? ¿No anda la pobre sin sostén, sin apoyo, sin valimiento de un infeliz desempleado?
Se detuvo el tiempo. Tragué saliva. El de la cotorina: “Perdonando la regazón, compita. ¿Pues de qué empleo lo chisparon, quién fue el hijo de su repelona?”
– Del Sindicato Mexicano de Electricistas. Un tal Calderón. A ver, voy a revisar mis cuentas con la venta de libros en México…
Los observé. Uno tragó saliva, otro se mordíó un labio; el tercero agachó la cabeza.  (Calderón…)

Cayetano Cabrera, desempleado

Ojalá que a estas horas haya usted levantado el ayuno de 80 y tantos días en los que ha puesto en riesgo su salud y su vida como recurso extremo por intentar la devolución de su fuente de trabajo. Pero ojalá, al propio tiempo, que de la experiencia saque usted la enseñanza: semejante estrategia es ineficaz en un estado de derecho, donde se respeta la ley, o no fuese un estado de derecho. Porque en este país nadie, nunca, ha logrado nada positivo para su causa aplicando la bárbara medida de la huelga de hambre. ¿Quiere, en verdad, que su ayuno le sea positivo? Váyase, entonces, de este régimen democrático y ayune en algún desdichado país todavía regido por dictaduras feroces. Porque, ingeniero Cabrera:
¿En México tendría usted el apoyo de unas damas de blanco financiadas por los dólares de Miami? (De Miami, no de “Mayami”). ¿Dispondría en nuestro país de un alto clero que por exhibir de salvajes a los goriloides les arrojara al rostro su violación aberrante de los derechos humanos? ¿Algún diplomático se preocuparía por usted, abogaría por su causa ante  los sátrapas insensibles a los derechos del ayunante? ¿Su huelga de hambre iba a despertar un eco solidario de una prensa cuya libertad de expresión hubiese sido aherrojada en uno de los tantos calabozos que los sátrapas mantienen atascados de luchadores sociales? Convénzase.
Aquí, en un país donde celebramos 200 y 100 años de ser orgullosamente mexicanos, nos hemos dado un régimen democrático cuya norma de gobierno es la observancia irrestricta de la ley, y donde el cuerpo diplomático no se inmiscuye en asuntos internos del país. Aquí el alto clero católico, representante de Dios en la tierra, no se enreda en huelgas de hambre. Aquí, una prensa libre, independiente y al servicio de las causas sociales, exalta la heroicidad de ayunantes cuya alabanza viste más que  una cáfila de  alborotadores que sólo obstruyen el tránsito y causan molestias a los automovilistas. Ingeniero:
Habita una ciudad capital cuya explanada ha privatizado con toda su pandilla de ayunantes. ¡Ocupa usted, con los suyos,  no un corral ni un potrero, sino toda una Plaza de la Constitución! ¡Profana esa explanada y nuestro lábaro patrio, que preside el corazón de la patria! Siempre atiborrada de capitalinos, ¿alguno se ha interesado, que a unos metros de distancia fallecen de inanición? Si tantos deseos tiene de que su sacrificio resulte benéfico para usted y sus ayunantes, ¿por que no se va a La Habana e intenta impresionar a Fidel y Raúl? Allá muchas fotos de usted (de ustedes) mostrando día y noche el costillar desnudo y lamentando, desmayada voz, que va a perder la vida porque el pedernal que por corazón tienen los sátrapas no se conmueve ante tan atroz sacrificio. Lo aplaudirían en Miami, lo estimularían en Madrid, periodistas de esta capital lo exaltarían de héroe civil. ¿Se imagina?
¿Qué hace aquí?  Váyase a Cuba. Los dictadores, abominable ralea,  son infrahumanos. Esa canalla no tiene respeto por la vida humana. Cómo, si los tales no viven arrimados a la advocación del Verbo Encarnado como aquí Calderón. ¿A los demócratas  presionar con un mísero ayuno? El de Los Pinos y el Lozano del Trabajo son seres sensibles, no goriloides del trópico a la manera de Raúl y Fidel. Sindicalista desempleado:
Que usted y los suyos ya hayan levantado su ayuno. Que la experiencia les haya dejado alguna lección. ¿O a seguir arriesgando su vida aquí, en una democracia y un estado de derecho? ¿Con Lozano y Calderón? (Lóbrego.)

Se equivocó de país

Cayetano Cabrera es su nombre, mis valedores. ¿Lo conocen ustedes? ¿Alguno lo habrá oído mentar? El patronímico corresponde a la persona de un cierto ingeniero electricista, 46 años de edad, miembro del Sindicato Mexicano de Electricistas al que con otros 42 mil trabajadores el de Los Pinos aventó al desempleo el 11 de octubre del año pasado. Por intentar la recuperación de la plaza de trabajo para sí y los casi 16 mil 500 compañeros de infortunio,  hace 80 días corridos que junto con un apretado grupo de electricistas se arrojó a la  huelga de hambre. ¿Las condiciones para dejar de arriesgar la vida? Ante el articulista  Rodríguez Cortés:
– Calderón, vayámonos a medias. Tú ya conseguiste la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Ahora cédenos el patrón sustituto, la recontratación colectiva y el respeto a los derechos de nuestros jubilados. Así resuelves el conflicto y evitas un muerto…
Eso, o hasta la muerte por inanición. Por cuanto a la familia del ayunante. ¿Qué opinan sus padres, su mujer y sus hijos?
– Todos ellos me apoyan hasta del final. Que no claudique, me piden. Mi padre es jubilado del ferrocarril y luchó al lado de Demetrio Vallejo. Mis hijas sufren, sí, pero no quieren que me rinda. Gladis, de 18 años, la más chica, me manda muchas cartas de apoyo.
El ayunante se incorpora con dificultad en el catre y de entre las ropas saca un cartoncillo: “Yo apoyo al hombre sin edad, inteligente y poderoso, inagotable y de excepción. Papá, eres mi más grande inspiración y el mejor ejemplo a seguir…”
Y yo aquí, mis valedores, digo a Gladis Cabrera:
Que su padre es un varón poderoso, lo es; que es un hombre de excepción, lo acreditan sus hechos; que es inteligente puede ser, pero aquí se equivocó de estrategia, y antes de que se enfade, compañera Gladis, permítame la razón de mi duda:
¿Calderón resolver el conflicto? ¿Sensible a una víctima del ayuno?  Un fallecido, dos, 25 mil, ¿qué significan para él más allá de un daño colateral? No. Su señor padre, Gladis Cabrera,  se equivocó de país. En su temple de carácter ha puesto en evidencia la ignorancia que lo llevó a tan macabra equivocación. Varón de entereza, convicciones y determinación, no supo calcular la respuesta que su sacrificio pudiese repercutir en un estado de derecho como es el nuestro. Ochenta y tantos días de iniciado el ayuno, ¿qué resultados, más allá de la indiferencia, ha logrado del de Los Pinos, del alto clero católico, del cuerpo diplomático acreditado, de la industria del periodismo y de los miles de conciudadanos que a diario atiborran la plancha del zócalo?
Su señor padre  se equivocó de país, Gladis Cabrera. Se está dejando morir en un estricto estado de derecho, repito,  donde la ley se respeta y se hace respetar o no fuese estado de derecho. Se equivocó de estrategia en un estado laico gobernado por beatas del Verbo Encarnado.
Qué distinto hubiera sido llevar a cabo su terrible determinación en una dictadura feroz como la de Cuba, pongamos por caso. Dictadores y sátrapas han demostrado en los hechos que son sensibles ante una justa demanda que apuntalan 80 y tantos días de ayuno. Los sátrapas no tienen la condición de un gobernante democrático ante un desempleado cualquiera que pretenda  abollarles el principio de autoridad.  Gladis Cabrera:
Mucho tengo que decir al respecto al electricista y cofradía de ayunantes. ¿Querría usted transmitirle el mensaje que en trance tan riguroso me propongo redactar? (Ese, mañana.)

Televisa, racista

Que el racismo levanta su horrible cabeza. Que en un programa pretendidamente cómico, según denuncia Los Angeles Times, Televisa utiliza maquillaje negro, falsas pieles de animales silvestres, afro-pelucas y lanzas, versión caricaturesca de Sudáfrica. “Esto, cuando los mexicanos afirman que racismo y esclavitud se abolieron en México antes que en los EEUU”.
¿Aquí, abolidos racismo y esclavitud? Cuando yo trato de exigir mis derechos, jura la empleada doméstica, me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata?
Que estas modernas esclavas, por salarios de hambre, tienen que cumplir jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones y para todos ser la  “sirvienta”, la “criada”, la “muchacha”, la “gata”, y no más. Aun cuando son más de 2 millones y luchan constantemente por mejorar sus condiciones laborales, son víctimas de explotación, discriminación, abusos y hostigamiento sexual; porque, como se jacta el  patroncito: ¡Para carne buena y barata – la de la gata..!
Abyecto. Por que calculemos el trecho que nuestro país haya avanzado en materia de derechos humanos con la abolición del racismo  y la esclavitud de la empleada doméstica, transcribo palabra a palabra la escenilla hogareña que ocurrió en la  Grecia de hace 25 siglos:
Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Pero cuando te mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan…
Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bribona. Bendice a esta señora, que si no fuera por ella, ya te estaría dando de palos.
Metro.- Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…
Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oíos y lengua, y en lo demás, pura pereza..!
(Y aquí entre nos, pero que nadie nos oiga: ¿saben ustedes qué asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Preguntar sobre el fabricante de cierto adminículo  consolador de mujeres solitarias, que por aquel entonces era confeccionado por el zapatero. Pero de esos artilugios, sssh…)
Veinticinco siglos. De la esclava a la “chacha”,  mis valedores, ¿hemos logrado alguna evolución? Y un par de  expresiones  que “exaltan” a la empleada doméstica. Sabines:
“Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las gatitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución…”
El sudamericano, mejor:
“Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos- está frente a mí y el humo del café – Mi hermosa criada pálida como un escualo – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan – Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua”.
Ella,  la esclava moderna. (Dios.)

Tartufos

Y ya que hablamos de alianzas políticas: se acercaban las elecciones del año 2000 y el partido de Estado, con 71 años en el poder,  planeaba medrar del erario público otros 6 en y de Los Pinos. Para lograr su objetivo, sus ingenieros del fraude electoral habían aventado por delante toda clase de recursos (incluyendo los lícitos), como el saqueo de hasta mil 800 millones que arañó de las arcas de PEMEX. Todo a la carta de Francisco Labastida, su candidato. Entre otros señuelos a plana entera lo pregonaban:
“El PRI, coma innecesaria, te cumplió. Obtuvo para ti: Finanzas sanas para: Mantener el crecimiento económico aún, acento incorrecto, ante las difíciles condiciones internacionales. Proteger y promover el empleo. Preservar los programas sociales, que comprenden el gasto más importante, el gasto en la gente. Poner en marcha el programa de apoyo a la banca”.
Y que México puede ver con razonado optimismo el porvenir: dos puntos innecesarios. Que esto ha sido un logro de la democracia, un logro de quienes sí creemos en el diálogo y en la política para la construcción de acuerdos, y este párrafo por demás elocuente:
“Hay que decir la verdad. De cara a la Nación, los legisladores del PRI buscamos en todo momento que la indispensable alza en los ingresos del gobierno, como innecesaria otra vez, afectara lo menos posible tu economía”. Firma el Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados.
Hay que decir la verdad, clamaba entonces partido de Estado, que la desmemoria de las masas populares puede regresar a Los Pinos. Y la realidad nacional en la noticia de aquel entonces: “Desespera a las amas de casa la carestía. Nos amenazan con subir la leche. Lo buenos es que nosotros ya no la tomamos, sino te de manzanilla”. Eso, ayer. ¿Y hoy día..?
Pero en el 2000 el Revolucionario Ins. fue expulsado de Los Pinos, como hoy mismo de Sinaloa, Puebla y Oaxaca. Ahora, ante el desaguisado, ese mismo grupo parlamentario, en alianza con la franquicia verde (pero no ecologista), proyecta colocar candados a las alianzas. Mis valedores…
Memoria histórica: copio la lista de las alianzas recientes que los dirigentes del Revolucionario Ins. han concertado con los de “braguetas bendecidas” que “orinan agua bendita”, como dijo aquel. Un Revolucionario Ins. que hoy finge pureza ante la alianza de amarillos y albiazules, aliado con estos últimos perpetró los siguientes agravios contra las masas sociales:
1989.- PRI y PAN votaron juntos la legislación electoral salinista para eliminar las coaliciones y candidaturas comunes de los partidos. (¡!)
1991. PRI y PAN votaron juntos la quema de los paquetes electorales de 1988 para eliminar la evidencia del fraude  que arrebató al triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas.
1992. PRI y PAN votaron juntos un resolutivo para apoyar la elevación de cuotas en la UNAM.
Ese año PRI y PAN reformaron el artículo 27 Constitucional para privatizar el ejido.
1993. PRI y PAN votaron juntos la reforma al Código Penal para permitir la libertad bajo fianza a los servidores públicos corruptos.
1998. PRI y PAN recortaron el presupuesto del Distrito Federal y el de las universidades públicas.
1998.- PRI y PAN, aliados, aprobaron el Fobaproa. Juntos y aliados PRI y PAN impulsan los mismos proyectos lesivos a la ciudadanía. Eso, hasta ayer, porque hoy día, empernado a su franquicia verde, el redivivo  Tricolor se torna aspavientos y escándalo porque el PAN cohabita con la chuchería migajera,  talamantera, de Nueva Izquierda. (La náusea.)

Parábola del rencoroso

Cristo Jesús: soy uno de los reclutados de última hora a las bodas del hijo del rey, que el impostor acaba de falsear al citarlo en plan de reproche para quienes no acudieron a su convocatoria para otros vengan a hacerle un trabajo que él no pudo realizar,  por el que los súbditos le pagamos  sustancioso salario.
Por qué los cortesanos desairaron el convite es lógico: todos permanecían resentidos por la rijosidad del monarca y agraviados por los malos tratos de un soberano mostrenco,  pequeñez y masquiña, que en su trato con los subalternos emplea un trato grosero y mendaz. ¿No es cierto su mal natural? ¿No es rencoroso, no es vengativo  como todo mediocre que de repente, coletazos de la fortuna, se mira con el poder en sus manos? Cómo uno de esos  percatarse de que es el hombre el que da a valer el trono y no el trono a quien no nació para dignidades? Por eso fue que los cortesanos rechazaron la invitación y en los mensajeros vengaron maltratos y vejaciones del vinagrillo que convirtió en avispero de rencores la corte imperial.
¿La reacción del pequeño monarca? De mecha corta como era, se  hinchó de iracundia y mandó a sus tropas asesinar a los que lo desairaron y que piedra sobre piedra no quedase de la ciudad. A incendiarla…
Pues sí, “pero mi banquete de bodas está preparado. Salgan a los caminos y echen realada con los que se topen, no importa si  vagabundos,  romeros, prófugos de la justicia, mujeres de mal vivir. A reclutarlos, y que por una vez en su vida sepan lo que es el hartazgo”.
Y a las veredas, al camino real, a las ruinas humeantes de la ciudad. A aprehender a cuanto desbalagado no logró ponerse a cubierto. Tales convidados ocuparon el salón del banquete. Yo, Jesús,  fui uno de ellos, y me considero un afortunado. Usted, omnisciente, sabe por qué; para los demás habré de aclarar el motivo.
Yo fui  testigo, señor, de la  rijosidad del que se coló hasta el trono por la puerta de servicio, y fue que al descubrir entre los reclutados a cierto infeliz que “no llevaba ropaje adecuado”, lo mandó atar de manos y pies y que fuese arrojado a la calle, donde sería el llanto y el crujir de dientes. ¿Culpa del desdichado? Usted, que  formó a estadistas que no precisan de gritar para ser respetados y obedecidos, ¿por qué de barro tan deleznable modeló al de su fabulilla, que en un alarde de prepotencia  mandó asesinar, que se empapó de sangre las manos y dejó la ciudad en ruinas, aunque semejante crueldad no engrandeció su magra estatura? “Nadie puede aumentar a su estatura un codo”, afirma La Biblia. Sí, por supuesto, todo en su fabulilla es simbólico, pero…
En fin, que en viéndose solo y su alma el ruincejo se rodeó de gente menor, y con ella comparte las viandas que todos costeamos a fuerza se gabelas, impuestos, contribuciones; con ésos integra su corte de los milagros en un reino que se le va de las manos. ¿Se imagina el gusto que los de leva le hallarán a las viandas? A clara de huevo. Sin sal. De mí qué decir, que con esfuerzos contengo el vómito…
Yo, un afortunado, dije antes, y es que al alcance del brazo mantengo  al del brazo que mandó quemar mi país, mi ciudad, mi casa, a mi padre, caído de la gracia del rey. Frente a mí la carne, y con qué tasajearla. En los bandazos del viento que se cuela por las ventanas percibo el humo de la hornaza, allá afuera. La muerte de un padre, una familia, un hogar, una ciudad; un almácigo de 28 mil cadáveres me obligan a tomar el cuchillo y mirar la carne. Este sudor, la flacidez de las manos. (Valor.)

Romanza del lambiscón

Superé al señor Zedillo, al señor Salinas, al señor De la Madrid, al señor López Portillo, al señor etcétera…
(V. Fox en el matutino del jueves antepasado.)
|    Del barrio bajo les hablé ayer y del niño aquel que en su cuartucho de vecindad conoció el hambre y la necesidad. Suyos fueron la soledad y la falta de una esperanza, así fuese en cuarto menguante, en cuarto de vecindad. Como animalito mostrenco malvivió sus primeros años en aquella vecindad y en la vecindad de seres tan negativos (por zafios, agresivos, egoístas) que más acentuaron los tintes oscuros de su existencia de solitario. Con tales mediocres convivió  en todo tiempo y de todos recibió sólo violencia, rechazo, burletas y zafiedad. ¿No iba a terminar en cortesano, servil, lambiscón? Pero no, que lo dice el filósofo: el hombre se prueba con el obstáculo, del cual sale aniquilado o robustecido. Cuestión de temple. Y yo digo, mis valedores…
¿Qué llevó al tal a envilecerse ya cuando viejo, cuando el humano se pone a reflexionar en asuntos del espíritu, la trascendencia, la Gran Interrogante? ¿Una educación deficiente, que impartía un profesor incapaz? ¿Los condiscípulos, cabezas de piedra que rechazaban todo lo que oliese a instrucción y valores morales? ¿Los tantísimos golpes que a media cabeza le asestaba un vecino ruin y sobrón? ¿Tantos golpes lo atontarían? ¿La falta de alimento, la sobra de soledad, el desamparo, la orfandad? ¿El haberse criado falderillo sin dueño, al que cualquiera se cree con derecho a propinar puntapiés? Su orfandad, ¿también en el plano de la ciencia política? Su destreza para culimpinarse y besar los zancajos del de más arriba, ¿resultado de su patética niñez? Misterio. El indigente de ayer es hoy el ahijado del dinero,  la fama, la posición social ¿Tenía la necesidad de arrastrarse a lamer las botas del prepotente en turno? Ah, los misterios del ser humano…
Del cortesano observo en la foto su aspecto para mí repugnantón: grueso vientre,  ñengos zancajos. Aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara, y antes de ventosear su “granito de arena” dibuja (índice y medio) la “ve” de la victoria mientras, sentado a dos nalgas, mira la cámara, desfachatado, para luego ventosear por la boca unos desatinos que, al leerlos, me produjeron la pestilencia de un flato muchas horas atorado en el grueso. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les producen las declaraciones que a su hora, diarrea nauseabunda, ventoseó ese tal Roberto Gómez Bolaños? Sí, el mismo que comenzó exitosa carrera de cómico y escritor en la serie de TV como personaje de El chavo del ocho, y que del Fox presidente se atrevió a asegurar:
– Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con mi “granito de arena” a la campaña del mejor Presidente de México en los últimos cien años…
¡Esto, porca miseria, en alusión a Fox! ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡De los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado hablantín la historia de este país, y que como presidente  Fox sufre desmedro ante el mismísimo Nopalito Ortiz Rubio, y que tan sólo se equipara al actual, a quien ese mismo lambiscón alardeó de haberle hecho propaganda para que “haiga sido como haiga sido” hoy mi país tenga que soportarlo? ¿El actual, señor Chavo del ocho, el mejor presidente de los últimos 103 años y medio?  Y no te doy otra nomás porque…
Y la vocecita mensa, fingida, del futuro lambiscón: “Es que no me tienen paciencia”. (Agh)

¿Sucesor de Calderón?

Que una vez concluido el reciente proceso electoral inicie yo la campaña rumbo a la sucesión presidencial, me sugiere el maestro.  ¿Ya, desde ahora, y con el candidato que fracasó en las pasadas elecciones? ¿Con ese..?
– Desde ahora y con ese. En la radio, en el diario, en su página de internet. ¿O no le preocupa un país desgarrado por un funcionario que no alcanza el nivel de político, menos el de estadista? ¿Que logre imponer otro igual no le preocupa? ¿No le espanta que pueda legar el sillón a algún otro beato del Verbo Encarnado tan inepto como él?  ¿Supone que el país pueda resistir otro espurio? ¿No ama usted a su patria, valedor?
Me sentí abrumado. “Pero maestro, es que ese ya tuvo su oportunidad y no pudo llegar al gobierno después de que tantos proclamaron su triunfo en las urnas. Haiga sido como haiga sido, él ya tuvo su oportunidad y la desaprovechó. Con la escandalera que armó después de las elecciones ha sido tachado de demagogo, vocinglero y protagónico.  ¿No se dio a robado? ¿Cuándo aceptó con varonía y  lealtad su derrota? ¿No anduvo soliviantando a los crédulos?”
(Tarde ventosa. Allá, en Dulces Nombres, la primera del rosario. En la avenida ráfagas de metralleta y sirenas enloquecidas como a punto de parir. Aquí, casi en secreto, Bach….)
– Perdóneme, pero yo no puedo promover a un candidato que  no sabe perder. ¿Pues no pregonó su victoria, no se proclamó víctima de una injusticia monumental, no  fue tachado de fracasado y de megalómano?”
Pero que el patriotismo, que el amor al país,  que si puedo imaginar otros seis años como los del actual. “Si no lo conociera pensaría que a usted  poco le importa dejar paso libre al copetón consentido del Gran Canal de las Estrellas y alcahuete de la corrupción lucrativa e impune de Arturo Montiel”.
Le aclaré que yo lo abomino tanto como al resto de sinverguenzas depredadores del Revolucionario Ins., pero que hacer propaganda al mesiánico perito en derrotas es muy distinto. “A un figurón hueco, vacío”.
– ¿Más vacío, hueco y figurón que el actual? ¿El derrotado en el pasado proceso electoral resultaría peor que éste?
(En el cielo, el estrépito de los helicópteros -artillados-. A ras de suelo, bombazos -de fragmentación-. A ras de piel, espeluznos. México.)
Pero, mis valedores, ¿hacerle propaganda (¡desde ahora!) a un hombre que no ha podido con uno que ya le tomó la medida como es  Marcelo Ebrard, por más que eo otro siga con  sus argumentos falaces, su egolatría desbordada, sus arranques protagónicos, sus desplantes populacheros y su aplastante mediocridad?
– De acuerdo, señor valedor, pero tan sólo contésteme: ¿cree usted que el candidato que según esto perdió en las pasadas elecciones va a ser un presidente de México más nefasto que el actual? ¿Supone que él va a ensangrentar el territorio y referirse con desdén a la “ridícula minoría” que le ha destruido el Estado, y como “daño colateral”, al millar de niños y mujeres que ha producido esa “guerra” de Calderón? Mi palabra le doy de que estoy convencido de que el controvertido perdedor de las pasadas elecciones no tomará copas de más, y si las toma no llegará a tomar medidas de gobierno tan nefastas y estrambóticas como las del actual. Y una última pregunta a modo de conclusión: ¿el candidato que le propongo será o no será mejor que el actual?
Mejor, por supuesto, pero caramba, mis valedores, ustedes, los que fueron convencidos por la TV para  ir a dárselo a Calderón, ¿ahora se lo darían a Rafael Acosta, Juanito? (¿Sí?)