Lo eclipsó el corpachón de Carstens

Nuestro sol se ha ocultado. Nuestro sol se perdió de vista y nos ha dejado en completa oscuridad…

Tal es el inicio del mensaje póstumo que Cuauhtémoc nos legó a todos los mexicanos. Escarnio de vendepatrias, así se alzó contra los malnacidos:

¿Qué dice este bellaco de Moctezuma, mujer de los españoles, que tal se puede llamar, pues con ánimo de mujer se entregó a ellos de puro miedo, y nos ha puesto a todos este trabajo? ¡No lo queremos obedecer, pues ya no es nuestro rey, y como a hombre vil le hemos de dar castigo y pago..!

Y en diciendo esto Cuauhtémoc, de edad de diez y ocho años, alzó el brazo enarcado hacia Moctezuma, que exhortaba a los mexicanos a someterse al español. Le disparó muchas flechas…

Y la de enseñanzas que nos ofrece la Historia por más que nosotros nos rehusamos a aprovecharlas y aun permitimos que la memoria histórica se nos diluya y nos la distorsionen. Según cronistas y códices, a Cuauhtémoc «cuando el sol se iba a poner ellos se clavaron al señor como perros al cuello» y lo martirizaron con fuego en la cabeza le echaron perros bravos, lo colgaron desnudo de cabeza durante trece días y terminaron ahorcándolo para finalmente, decapitarlo. Pesaroso, se lamentaba Bernal Díaz:

– Y esto pareció mal a todos los que íbamos…

«El emperador Carlos V reprendió duramente al conquistador de México por el asesinato de un hombre tan ilustre, que había llevado su amistad con Cortés hasta el extremo de que al recibir el bautismo y profesar la fe cristiana, había tomado por nombre el de remando Cortés Cuauhtémoc». La historia de hombres y pueblos, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia La Historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor…

Antes de morir, y ya bautizado con su nombre cristiano de Fernando Cortés, Cuauhtémoc fue confesado por fray Juan de Tecto, ¡a quien Cortés terminó ahorcando porque se negó a decirle lo que aquél le habla revelado en confesión poco antes de morir! Sí, todo lo referente al vagoroso tesoro de Moctezuma, y este fue el fin de la flor y el espejo de los emperadores meshicas. Aquí, el mensaje final de Cuauhtémoc a todos nosotros, los mexicanos:

Nuestro sol se ha ocultado, nuestro sol se perdió de vista y nos ha dejado en completa oscuridad. Pero sabemos que volverá; otra vez saldrá y nuevamente nos alumbrara. Pero mientras permanezca en la mansión de la muerte, reunámonos violentamente, estrechémonos y ocultémonos en el centro del corazón de todo cuanto amamos y consideramos como un tesoro. Destruyamos nuestros recintos para pensar, nuestros templos, nuestras escuelas, nuestros campos de pelota, nuestras casas para jóvenes, nuestras casas de canto.

Queden desiertas las calles y encerrémonos en nuestros hogares; ahora no sabemos hasta cuándo saldrá nuestro nuevo sol. Los padres se encargarán de las enseñanza, el padre con sus hijos y la madre con sus hijas, mientras vivan, padre y madre que no olviden decirles o informarles a sus hijos cómo ha sido hasta hoy este nuestro querido Anáhuac, al amparo y protección de nuestros destinos y también por nuestro respeto y nuestro comportamiento que recibieron nuestros antepasados. Ahora nosotros ordenamos a nuestros hijos que no olviden informar también a su hijo. ¡Cómo se levantará y alcanzará fuerza! ¡Y cómo realizará su grandioso destino!

Año tres casa, mes del florecimiento, día nueve serpiente, ciudad de México Tenochtitlan.Sí, que mientras el mundo permanezca no acabarán la gloria y la fama de México-Tenochtitlan. Esto, a pesar y en contra de los invasores y sus colaboracionistas cimarrones al estilo de ese Carstens que al frente de la política económica del país se dispone a seguir atornillándonos los dictados del Fondo Monetario Internacional, a quien fielmente ha servido. Pero sobreviviremos a pesar de nosotros mismos, los millones de mexicanos que hoy mismo, de modo tan desidioso y pasivo, toleramos la acción sañuda de los entreguistas del país, por lo que hoy merecemos el reclamo que ayer lanzaba el abuelo Axayácatl a los guerreros águilas y guerreros ocelotes de nuestra raíz indígena:

Por eso me aflijo, yo vuestro abuelo Axayácatl/Por esto yo me río,/Yo, vuestro abuelo, / de vuestras armas de mujer / de vuestros escudos de mujer. / ¡Conquistadores de tiempos antiguos, / volved a vivir..!»

Porque ese es, mis valedores, nuestro glorioso destino como pueblo meshica mejicano y mexicano: la supervivencia. Sin más. Es México. (Nuestro país.)

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva la Reacción! La Reacción es la única parte del sector mexicano que tiene derecho a la vida! ¡Más nos vale un solo Juan Diego que todos los Juárez de la historia,..!
-Pregón sinarquista-

Y de no creerse, mis valedores: cristeros y sinarquistas mal terminan de festejar la comalada de 24 cristeros que en mayo del año 2000 les beatificó Juan Pablo II, cuando ya andan ahora en plena celebración de ese nuevo santo que les parió la cristera, San Rafael Guízar y Valencia, tío, por cierto, del fundador de los Legionarios de Cristo, paidófilo y aspirante a santo, Marcial Maciel. Laus Deo.

Y de no creerse, una vez más: cuando uno podría suponer que en el México actual ese episodio negro de la historia patria que fue el movimiento cristero quedaba superado del todo, un día de aquellos me fui a topar con la noticia de que el fanatismo cristero mantiene en pie una contienda contra la Constitución de 1917 que sembró en el país un almácigo de 70 mil cadáveres. Quién lo creyera Pues sí, pero ahí, en el matutino, el soberbio reportaje de Lourdes Flores, con los viejos cristeros que celebraban el hecho providencial de
que Roma les beatificara 24 de sus cómplices de armas. Ni más ni menos…

«Con eso, el Papa le dice al mundo que este movimiento fue legítimo y sigue vigente.» Escalofriante, y tantito peor:

«Sigue vivo el proyecto de impulsar a través de los actuales gobiernos panistas la censura, la oposición a la educación sexual y laica, así como al aborto y a la igualdad de la mujer».

Y ahora su nuevo santito, tan involucrado con el movimiento cristero. Mis valedores:

Tengo en mi mesa libros diversos sobre el Estado, la Iglesia católica y el movimiento cristero de 1926-29, pero voy a referirme a la repercusión inmediata que la forja de beatos a escala industrial tuvo en la vida de movimientos medievales como la cristera y el sinarquismo. Porque apenas el Papa proclamaba la beatificación de los 24 belicosos, ocurrió que en plena plaza de armas de la ciudad de Querétaro, en la cercanía del Teatro de la República (donde en 1917 se promulgó la Constitución, qué simbolismo), los recién resucitados a punta de beatos, militantes todos ellos de la difunta Unión Nacional Sinarquista, se dieron a festejar la acción del obispo de Roma, y lo festejaron muy a su modo: con el ondear de viejas banderas todavía pringadas de sangre añeja, polvo de aquellos cristeros lodos, y el grito fanático y sinarquista:

– ¡Viva Cristo Rey! ¡A implantar un orden social-cristiano! ¡Vamos a imponer la contrarrevolución! ¡Viva la Virgen de Guadalupe…!

Como en las épocas negras, rojas de sangre recién derramada Nomás me quedé pensando, y a la mente se me vino. aquel retazo de mi juventud que viví en Guadalajara, la de aquellos tiempos, qué tiempos, la ciudad reaccionaria y devota; la de Orozco y Jiménez, cristero y obispo. Aquel león herido…

En fin. Mis valedores: muerto y sepultado suponía yo al sinarquismo, que a leguas olía a difunto como ya en vida apestaba. Pero cadáveres Vemos. De repente, en Querétaro, los Lázaros se levantan y andan, y claman, guiñando el ojo al de Roma para que más levantiscos les trepe al altar, como ahora Guízar y Valencia:

«¡El sinarquismo es el instrumento de lucha de las nuevas generaciones! ¡El anarquismo destruirá la Revolución y restaurará el orden cristiano! Porque hay dos ideas contrapunteadas: ser patriota y ser revolucionario.» Válgame.

Conclusión: gracias al Papa, su mazorca de beatos y su flamante San Rafael Guízar y Valencia, una vez más levanta cabeza ese sinarca que en su momento clamó: «¡Hitler es el gran azote de Dios, un genio militar. Cuando cumpla su misión, la destrucción de Rusia, se romperá en dos pedazos. Pero Franco es otra cosa. La salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica, y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España son las ligas con Franco, que restaurará la hispanidad…»

Cuenta J. Mayer de una María Cruz Arciga que al entregar su hijo a la Unión, lo juraba «Prefiero llorarlo muerto antes que verlo convertido en un convenenciero y en un traidor. ¡Ay, señores!, yo sí me siendo loca de cariño hacia todos ustedes. No tengo más que mis hijos, y con gusto los lego a la patria.» (Dios…)

¡Tierra a la vista!

Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo señas que el Almirante habla mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana…

Un aniversario más del descubrimiento del mundo nuevo se acaba de conmemorar. Yo preparé el ánimo para presenciar el sainete anual de esos zafios amantes del protagonismo barato que buscándole reversa a la historia tratan de befar el monumento a Cristóbal Colón. Ello no ocurrió, que la fecha transcurrió en la indiferencia de la comunidad. Y a propósito del encuentro o encontronazo de los dos mundos: estas nuestras (¿nuestras?) tierras de nuevo (¿nuevo?) mundo, que tantas ovejas iba a dar al redil de la iglesia de Roma y tantas arrobas de oro a sus Católicas Majestades, ya en Platón quieren insinuarse entre las nieblas de la fantasmagoría y el realismo mágico. Un sacerdote egipcio hace la revelación que recoge el filósofo griego:

«Los escritos dicen que una gran fuerza domeñó en cierta época vuestra ciudad de Atenas; esta fuerza se dirigía osada a toda Europa y Asia desde el mar Atlántico (…) Delante de su desembocadura, que vosotros llamáis Columnas de Hércules, había una isla mayor de Libia y Asia juntas, desde la que se abría a los navegantes el paso a las otras islas, y desde estas islas, a todo el continente de allende este verdadero mar…»

Y todavía más del realismo mágico en la alucinación del Almirante, cuyo perfil psicológico se insinúa en sus memorias: «Cansado me adormecí gimiendo: una voz muy piadosa oí (…) Dios (…) maravillosamente hizo sonar tu nombre en la tierra Las Indias, que son parte del mundo, tan ricas, telas dio por tuyas (…) De los atamientos de la mar Océana, que estaban cerrados con cadenas tan fuertes, te dio las llaves, y fuiste obedescido en tantas tierras (…) Y es que yo vide en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros que en la Española en cuatro años (…) De allí sacarán oro (…) que es excelentísimo (…) y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al paraíso…»

En eso que llega un fraile, Bartolomé de Las Casas, y su índice flamígero apuntando hacia el saqueador extranjero: ‘La causa porque han muerto y destruido tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por el oro y henchirse de riquezas en muy breves días…»

La pitañosa mirada de un Almirante insensible: «Ellos andan todos desnudos como su madre los parió (…) muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras (…) Les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor con que hobieron mucho placer…»
Muy otra iba a ser la visión del teólogo, abogado, humanista y fraile de Santo Domingo: «Todas estas universales e infinitas gentes creó Dios sin maldades ni dobleces (…) sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganzas que hay en el mundo…»

La mirada de un rapaz Almirante, enclavándose en los tejos de oro con que los isleños se adornaban la nariz: «No puedo errar en el ayuda de nuestro Señor que yo no les falle adonde nace este otro…»

El fraile dominico: «En estas ovejas mansas y de las calidades susodichas (…) entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos y tigres y leones crudelísimos, de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de 40 años a esta parte hasta hoy, y hoy en este día no hacen sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas (…) que en la isla Española no quedan 200 personas…» :

Pero esclavista además, el dicho Almirante: «Diréis a Sus Altezas qu’ el provecho de las almas de los dichos Caníbales que quantos más allá se llevasen serian mejores (…) que otros ningunos esclavos». (¿Le erró Don Cristóbal?) Dolorimiento e indignación, Las Casas: «Andaban los Españoles con perros bravos aporreando los indios, mugeres y hombres. Una india enferma viendo que no podía huir de los perros que no la hiciesen pedazos como a los otros, tomó una soga, y atóse al pie un niño que tenía de un año, y ahorcóse de una viga; y no lo hizo tan presto que no llegasen los perros, y despedazaron al niño: aunque antes que acabase de morir lo bautizó un fraile».

Y las expectativas del mundo nuevo en la visión de Marx y Engels: «El descubrimiento de América y la circunnavegación de Africa ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias y de China la colonización de América el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general, imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido…» (Es la historia)

Mentira, cinismo, manipulación

Que si el presidente electo cumplirá las promesas sintetizadas en su plan de gobierno 20-30, me preguntó ayer al mediodía alguno de los pasajeros del Metro. Yo, a su pregunta, recordé aquella, idéntica, que me dirigió en 1994 otro pasajero, mientras me mostraba el cartel donde seis, ocho con aspecto de ingleses, viajaban en el vagón. Y la promesa: – Más rutas y mejor transporte. Zedillo. Para el bienestar de la familia. ?l sabe cómo hacerlo.

Bello aspecto el de los pasajeros del cartel. De repente, aquí y ahora: ¡Estación Centro Médico! ¡El aluvión de enfermitos al y del hospital! El de la camiseta del Heavy Metal me restregaba la nariz con el estropajo. El sobaco, sí. Agrio. Acedo. Corrompido. Yo, el amago de vómito. La anciana de junto: «¡Sésguese p’ otro lado, no me vaya a bañar! Chinches borrachales…»

Yo, por hurtarle el cuerpo a la realidad, volví a los pasajeros del zedillento cartel: ellos, casimir gris Oxford. Pachonas y gordas las italianas, me refiero a las corbatas. Y esos mocasines, espejeantes. Alguno, pipa humeante, hojea su Times. Sección financiera Por cuanto a las sota mozas…

Aquí, en la realidad (en el vagón en el que iba asfixiándome), el del labio leporino y el bolsón de yute, un aliento a hígado en agonía: «¿Va a bajar, oiga?» Y pues que
no, oiga, y pues que entonces por ái compermisito, y que cuidado, oiga, y al empujón fui a caer sobre las piernas del que divagaba con su revista de vedettes y alarmas. «¡Mañoso, levántese, ya me la aplastó!»

La revista Qué pena Me alcé. Y el ahogo, y las emanaciones, y las digestiones laboriosas, esforzadas, dificultosas. La sofocación. En las apreturas, la anciana aquella que forcejea con la bolsa de plástico contra las narices. Abuelita pensé, ¿usted, chema a su edad? Pero no. La bolsa, contra unas encías desmoladas, cachos de tortilla embijadas de frijoles. Su comida Y el sonecillo de la armónica de boca El ciego se me estacionó en mero enfrente, me aprontó el cacharro de las moneducas, y lo sonajeaba «Ai lo que guste, amable caballerito, no se haga».

El cual, amable caballerito, por hacerme el desentendido seguí examinando el cartel. Ah, la propaganda que le andaban haciendo al coordinador de campaña de un Luis Donaldo corrupto cuando vivía, y a su muerte, válgame, santito nuevo, dónde te pondré. Por cuanto a las pasajeras de la foto, pues qué: ¿exhibición de modas? Los guantes aquellos, aquellos sombreros, semejantes falditas, y debajo aquellas válgame, y todo tan real en cartel, puro papel couché de espléndida calidad, como todo lo que con nuestro dinero le financiamos al Sistema de poder. De escotes y falditas me llegaba aquel aroma de Chanel Tú, la trigueña, con una pierna cruzada tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida Y tú, la rubiales: peregrina de ojos claros y divinos. Y el aroma a esencia de París, y el aroma que… válgame con la ruda digestión de alguno de mis vecinos de caos. Y aquel mano-larga, los refregones a mis dos posas. Pujé, respingué, pandeé el cuerpo. «Perdone, mi señor, no fue mi intención pasteliármelo (el de la mano atrevida). Es que con este apretujadero, ni cómo practicar el dos de bastos como Dios manda».

Ah, carterista Y así que Más rutas y mejor transporte. Zedillo. Para el bienestar de la familia. ?l sabe cómo nacerlo. Vote asi el… Y este condenado Metro, Dios, que no avanza ¡Voy a llegar tarde al programa! ¡Me van a dejar sin empleo! Hazme una santa Rita de Casia Una merced. «Así que como la ve, mi valedor, ¿cumplirá Zedillo?» -el de los Dodgers.

– Mire usted: yo creo que ya todos, sociedad y Sistema, caímos a la categoría de cínicos y embusteros. Porque si analizamos el…

¡El frenón! El chamaco me estrelló el de pistache en la pana a la altura de la bragueta La adolescente de lentes se clava azorada, en el cucurucho que sobresale, horizontal, como nariz de Pinocho. Las esferas de nieve comienzan a escurrir. «¡Mami, mami, el güey ese me lo echó a perder! ¡Ya valió sorbete mi sorbete de chocolate y nuez!» Y me tiraba agarrones. Yo reculaba lo que podía Con todo y bolas. «¡?itale, mañosón!», el flaco de la cotorina Al frenón el cucurucho se estampó en el chemis del hare krishna o como se escriba ¡Y el Metro, tan lejos de la radiodifusora! ¡Y ya casi la hora de salir al aire! ¡Y estos nervios, y…! «Bueno, ¿ahora ya puede decirme cuánto habrá de verdad en la propaganda política? ¿Cree usted que si voy y se las doy a Zedillo, las papeletas, yo también podré viajar en el Metro como esos del cartel?»

– Le repito, compañero: cuando la mentira, el cinismo y la manipulación de unas masas que se niegan al cambio, llegan a extremos de…

Vi de reojo y válgame, ¿en qué estación estábamos? ¡Basílica!, ¡Juárez quedó muy atrás, qué sugerente! Y lo que son los reflejos condicionados: a caballazos gané la puerta, y a todo pulmón: «¡Esquina bajan, chofer!»

Los pasajeros, observándome en silencio. (Qué pena)

Metro Balderas

El tiempo circular, mis valedores. Fue ayer. Mediodía En el interior de un vagón sobrecargado, boca y nariz abiertos de par en par, me esforzaba en arrebatarle una rajuela de oxígeno a aquel ambiente tan viciado casi como compinchaje PRI-PAN. De repente, aliento a hígado en fase terminal, el de la camiseta percudida Che Guevara combados sobre la barriga «¿Cree usted, mi valedor, que el peloncito, jetoncito, chaparrito, de lentes, nos cumplirá las promesas sintetizadas en su plan de gobierno «Carabina 20-30«? ¿Cree que con su plan de gobierno en el 2030 los amolados ya no iremos a padecer esta pobreza extrema ni viajaremos en un metro tan diatiro como este..?»

Buscando aires menos corrompidos alcé la cara y trataba de resollar. En eso: ¡Estación Centro Médico! Por la repentina vaciada que se dio, me refiero al vagón, calculé lo enfermo que está el fregadaje El del hígado necrosado:

– Porque yo como que dudo que su plan vaya a alcanzar para 25 años…

Muy cierto, mis valedores: nada hay nuevo debajo del sol, dice el Eclesiastés. Porque la escena que ahora vivía ya la viví en la otra vida la de un sexenio pasado pluscuamperfecto, y en el Metro también, y también a esta hora del mediodía La recordé en todos sus detalles…

Mediodía de 1994. El Metro, amorcillado en Copilco, y se acercaba peligrosamente la hora de mi programa de radio. En el vagón, granada en punto de reventazón, hombro con hombro (y todo lo demás) nos atrinchilábamos aquella turba de sudorosos a punto de sofocación. Que esto camine, Dios. Pero nada En eso, de repente, la ventruda de los mallones color mostaza «¡Viejo ninfómano, vaya a tentárselas a la más venérea de su cantón, si es que todavía tiene!»

¿Venérea o cantón? -pensé. Y válgame, que me encaro a la iracunda aquella ‘Tero señora alcancé a resoplar, mire dónde van mis dos manos».

En el fierro. Aferradas al fiero del vagón. El horizontal. En eso, brusco arrancón, y ahí me voy sobre el de la gorra de los Dodgers. «?igame», dijo.

– ¡No me vaya a salir con que a usted también le voy tentando algo!

– No se me caliente, mi valedor. Porque es usté el valedor, ¿no? Lo reconocí por el de pelos, el chalequito.

– Sí, yo soy ese ¿Y..?

– Nada cálmese, yo sólo quiero que me aclare una duda ¿Para usted qué tan verídica es la propaganda que a matacaballo le está haciendo el presidente a ese chaparrito, peloncito, de lentes, o sea Zedillo?

No entendí. «¿Ya vio usté ese cartel?» -Me lo señaló con los belfos parados. El también las llevaba en el fierro, las dos. Señaló hacia el frente.

– ¿Cuánto de verdad cree que puede haber en todo lo que el Zedillo nos promete en ese cartel..?

Traté de examinar la cartulina pegada junto al letrero que rezaba «puto yo». El panzón de la chazarilla que desde hacía rato acunaba en mi cogote, comenzó a dormitar. La baba me escurrió espinazo abajo. En aquella apretura solté el lugar común: «Caramba no cabe ni un alfiler». En eso, el benemérito buscavidas: Tibia menos mal. El de la gorra de estambre:

«Mendigas apreturas». El benemérito buscavidas:

– ¡Mire, se lleva su paquete de alfileres! Tres pesos le vale, se lleva dos paquetes y le sale en siete, mire..!

Con alfileres y codos se abría camino, y al pasar a mi vera me aplicó un faul que merecía la roja Pujé.

– ¿Qué me dice de las promesas zedillentas? -el de los Dodgers.

Examiné el cartel, y entonces: qué poca (iba a decir madre, pero me contuve) vergüenza la del promotor de Zedillo, porque el cartel de marras (entre los viejos de la comarca ¿alguno lo recuerda entre los vagones del metro?) reproducía una foto con su leyenda churreteada con los tres colores, que hagan de cuenta anuncio futbolero:

Más rutas y mejor transporte. Ernesto Zedillo. Para el bienestar de la familia. El sabe cómo hacerlo. Vote así el 21 de agosto.

Y la foto, mama mía, o más bien mama de los licenciados Jerásimos del (de lo que queda del) Revolucionario Ins: la tal foto reproduce un…(¡híngale, el pisotón en el chiquito, el de mi pata izquierda qué mala pata para todo lo que apeste a izquierdas!); reproduce, digo, la vista de un vagón del Metro como este en que ahora seguía detenido, en un ser, pero en la foto un vagón confortablemente vacío, rechinando de limpio, con asientos vacíos, invitación para toda suerte de nalgatorios. Y hablando de esos: hasta cinco damitas y otros tantos caballeros descansaban, a lo displicente, mientras las llantas del metro en sus rieles tarateaban «Cantando bajo la lluvia«. Estimulante Y qué aspecto el de los pasajeros en aquel cartel… (Su aspecto, mañana)

Y esta depresión…

Y fue así, mis valedores, como volví a recuperar la fe en la razón humana, que andaba extraviando en aquella casa de locos. Sí, el manicomio que acabo de visitar. Ah, esos extraviados de su razón que, ausentes de este que es el mundo chato y prosaico de la realidad, a lo sonámbulo van y vienen de un rumbo a otro de su propio universo de lo irreal y distorsionado, tan real para ellos, y que ellos han forjado armónico, luminoso de magia, hechizo y encantamiento. Un mundo a la medida de un cerebro exaltado, distorsionado, feliz; el mundo de los privados de su razón. Gentil, comedido, mi guía me iba mostrando el jardín, el dispensario, los dormitorios, la población de internos, ellas y ellos. Yo, receloso, los observaba y… ah, desdichados de la enrevesada razón, soberanos de antros nebulosos donde conviven, cohabitan con su delirante ralea de alucinaciones, ellos gimientes y gesticulantes que ya a lo furtivo, ya a lo estentóreo y siempre a lo desatinado, con lo inexistente razonan sus incoherencias en el cautiverio perpetuo de la celda con barrotes de fierro, Ubre tan sólo la errante pupila que se posa en la cresta del árbol aquel, en el crestón del cerro, en la nube, el azul, la nada, el todo. Yo, aquella humana compasión. Mi guía inició la conversación… ¡sobre un tema político!

– ¿Y qué opina usted del proyecto de nuestro presidente electo para construir el México del futuro? A mí me ha encendido tan grande esperanza..

Ahí el rechinar de dientes. Con asco y rabia intenté mandarlo al canaco ahí mismo, pero el temor a perderme en el edificio y no dar con la puerta de salida me llevó a aguantar el castigo. ‘Tero que no repita semejante estupidez», pedí al cielo, y seguimos explorando los entresijos del edificio. Obsequioso, el guía me llevaba por celdas, jardín, corredores de un infierno donde deambulaba aquel hato de desventuras, racimo de desatinos dispersos o aborregados, distantes todos de todo. Fuera del mundo; como aquel que con desvaída sonrisa y pupilas errantes sobrelleva su locura pacífica y el que malvive sacudido por visiones de terror y el que alza su enclenque figura cimbrada de grandilocuentes delirios (que aun parece que ese no hubiese perdido la razón, sino los estribos, al modo de tantos «cuerdos » que a grandezas imaginarias intenta compensar una íntima pequeñez). De la mano de mi guía observé al que exuda, jadeante, sus miedos nocturnos; al que adorna su cuerpo con estrambóticas galas junto al que deambula desnudo, y al risible en su solemnidad, que parecía imitar y satirizar a los cuerdos, y al que entreteje un interminable soliloquio (sugerente el vocablo) con seres inexistentes, o casi; y al que experimenta repentinos ataques de lloriqueante hilaridad o llanto a carcajadas que terminan por traicionar sus esfínteres; al de la sagrada enfermedad, la epilepsia, vecino del que dialoga con el más alias (porque, cuando cuerdo, el más acá le negó todo diálogo), y al que mira llorar a los muertos y gime con ellos. ¡Y mi guía volvió a abrir la boca.!

– Porque su proyecto transexenal 20-30 abarca el 2 mil 30, cuando la pobreza quede erradicada con ese proyecto. Chido, ¿no..?

Loco fuese y no estúpido, pensé, y seguí contemplando a los privados de su razón, y se me iban o con más fuerza pegábanme estas ganas de vivir. «Mire a esos». Observé a aquélla sin dientes que arrulla a su criatura de hilacho, deshilachada y tan real que parece de embuste cuando le da de mamar, y a la que aguarda, canturreando bajito, el retorno de aquel bienamado que se le huyó a la mitad de una noche de amorosa locura, cordura suprema; al de las lujurias furiosas, babeantes siempre y nunca atenuadas; al loco que se sabe Napoleón y al Napoleón que se sabe loco, y al místico de las cavernosas postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria, él carente de juicio, sin gloria ninguna, habitante de su infierno particular y muerto sin sepultura. Los locos…

Me topé con el que reza desatinos de cara al muro contra el que ese otro solloza por sus ausentes, y al de la risas convulsas, compulsivas. Ah del loco que aúlla porque se siente al borde de la locura Ah, vidas errantes siempre en cautiverio, que pastorean sueños demenciales, ellos pastoreados por beneméritas batas blancas. Ah, mentes desacordadas, la mirada ausente y presente la babilla en los labios, y en la nariz la mucosidad, y acá la legaña verdosa, y allá la incontinencia del cuerpo. Lástima del zafio, mi guía:

– Estado de derecho, seguridad pública y generación de empleos. No, y esa igualdad de oportunidades. Esperanzador el proyecto 20-30 con el que se nos va a construir el México del futuro.

Su tiz… Como ya habíamos salido a la calle traté de zafarme de él, cuando en eso el corredero de celadores que se nos dejan venir, pepenan a mi guía y azozobrados lo regresan al manicomio. «Se nos andaban fugando». «Pero si es mi guía». Y que cuál guía, loco de remate. Yo, mis valedores, volví a creer en la razón, la congruencia, la lógica. Quezque esperanza el 20-30. (Pa su.)

¿Y qué hacemos con los pobres?

El Bagdad de Las mil y una noches. Sherezada relata al sultán el relato del bandido Sanín, que a filo de cimitarra tomó el reino del sátrapa Boabdal:

– Y fue así, mi señor, como un amañado consejo de elecciones adicto a Sanín lo proclamó tramposamente triunfador, benemérito y conductor de la pública res, que es decir de unas reses manipuladas.

– Pues sí, Sherezada ¿pero con qué tesoros lograr la recuperación?

– Con los que contaba el país, y que el consejero Chira echó a andar. De las mazmorras fueron liberados los cultivadores de droga, y a todos se les dotó de las tierras mejores. «A elevar productividad y calidad de la mercancía». Convenios secretos y no tan secretos con los reinos vecinos abrieron de par en par las fronteras al narcotráfico. Pronto sintióse la arribazón de dinero franco. Y fue entonces cuando las mafias comenzaron a disputarse zonas y territorios, y a teñir de sangre la droga, y rodaban cabezas, y el dinero fluía y Salín, Chira y los del dinero hinchaban sus arcas. ¿Tomas nota, mi señor?

Pero el que a la patria sirve de la patria come. Sanín, convenientemente asesorado por Chira decretó la inmediata privatización de todos los bienes forjados con los dineros del pobrerío con el propósito de evitar especulación y monopolios en el mercado de miel, granos y dátiles. Y a malbaratar lo privatizado con ventas de cochera con remates de saldos, con baratas de quemazón. ¿El producto de la venta de paraestatales? ¿A dónde crees que fueron a parar los dineros de la venta de paraestatales? Los dineros manaban, los dineros fluían a la sombra de Sanín…

Pero su gobierno resultó un nuevo fracaso para el pobrerío, y al nuevo desencanto se empalmó una nueva desilusión, porque de todas sus promesas de cuando candidato, Sanín no les había cumplido ninguna y resultó que el pobre se tornaba más fregado cada día Con Sanín la calidad de vida de las masas se abatía año con año, día con día Y un soterrado rumor regurgitaban las multitudes, y se echaba de menos el reinado de Boabdal, y en la chusma se encendían focos rojos. Y por ahí andaba suelto, el demagogo. Y qué hacer.

¿Qué? Lo que no lograse Chira, Maquiavelo de turbante y babuchas doradas: de las mazmorras fueron libertados delincuentes diversos, la flor y nata de la picaresca «Ustedes son, desde ahora los encargados de amansar a las masas a punta de entretenimiento. Denles diversión, mucha diversión». «Pues sí, ¿pero el dinero para levantar esta industria?» «Abundará para repartir entre todos nosotros. Las propias masas lo habrán de aportar». Y que desde hoy son ustedes los nuevos concesionarios de la industria de la diversión. «Una especie de secretaría de la educación pública Son los nuevos concesionarios, pero claro, bajo ciertas condiciones».

Y palmeaba los lomos de las carpetas donde se asentaban delitos y sentencias de los flamantes propietarios. «Ea, a divertir a las masas, que tanto necesitan de esparcimiento». Sanín sonreía..

Pues sí, pero allá afuera en las goteras de Bagdad, las masas, famélicas: «¡Tenemos hambre! ¡Basta de dátiles! ¡Carne! ¡Queremos carne para comer!» Unas masas alentadas por el santón, «un peligro para la democracia». Y qué hacer. «La diversión no dio resultado. La chusma quiere carne», se lamentó Sanín, y Chira «¿No tienes, acaso, el más extenso serrallo de todo el Oriente? ¡A darle carne a la chusma! ¡En tacos! De ojo…»

Y sí: en las nalgas opulentas del serrallo recayó la tarea de dar carne a la plebe. Miss mundo oriental, miss tanga miss Oportunidades; todas las hetairas fueron inventariadas de estrellas, y todas las estrellas mostraron su canal -sus canales- en el canal de las estrellas, y la que más agitaba las nalgas más prestigio ganaba de costra a costra y de frontera a frontera Fueron las nalgas, mi señor Shariar, las que lograron el milagro de amansar a una chusma ignorante y manipulada Hambrienta seguía cada vez más, pero feliz con «sus» estrellas, con las que cohabitaba mentalmente al aparearse con la mujer de la propia pareja desmedro por avitaminosis, descuido por mal comer. Y el país de Sanín fue dichoso y feliz en la democracia Y colorín colorado.

– ¿Colorín? ¿Cuál colorado? Un momento, embustera adorable. ¿Quieres hacerme creer que las masas con puras nalgas se dejan amansar..?

– No, claro. Para rematar la faena de la enajenación, y que la chusma pensara con cabeza ajena, Chila habilitó una cáfila de «comunicadores».

– ¿Sacados de qué escuela?

– De ninguna escuela ¿Te olvidas de los eunucos? Comenzando con El Valedor, Sanín reclutó a todos ellos en plan de comunicadores, y anden, a manipular masas. Claro, ni todos los eunucos se metieron a manipuladores no todos los que hoy loan a algún chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes, son eunucos. No. (Y sin embargo…)

Alá es grande

Mis valedores: Bagdad. No el Bagdad que hoy sangra por todas las venas de todos sus defensores frente a la invasión genocida del terrorista mayor, sino el mítico Bagdad de Las mil y una noches. Como la noche de hoy.

Una luna bermeja se alza sobre ese horizonte de techos, columnas, mezquitas y minaretes donde cada día se pregona en falsete que Alá es grande y Mahoma su profeta. Acá, tras de cortinas y celosías, una parlanchína Sherezada y un Shariar embelecado engendran uno más de los relatos de Las mil y una noches. Bagdad.

– Grande es Alá. Mi señor: esta vez has de escuchar, para que te cuides de levantiscos y reformadores, un relato más o menos apócrifo, el del reino que se convirtió en democracia

– Achis, achis. Cuenta, mujer, y que la muerte que te he asignado se aplace una noche más.

Ahí la fabulosa fabulista «Has de saber, mi señor, que hubo un reino de encantamiento extraviado entre saharas, oasis, camellos y caravanas que a lo sonámbulo cruzan dunas y espejismos; un país cuyos habitantes padecían la opresión y represión del corrompido Boabdal el execrado por sus subditos. Pero Alá es grande. Cierto día repentino simún del desierto, un Sanín de oficio ladrón, atraído al aroma de los reales tesoros, cimitarra en alto penetró con los suyos en la entraña de la ciudad, rastrillando con su acero clamores de fuego y sangre. Los facinerosos derribaron el portón del palacio, sometieron a la guardia real y violaron, por principio de cuentas, las arcas reales. Unas arcas que resultaron vacías. ¿No te estará resultando enfadoso mi relato? Sigo, pues.

Rabioso, desencantado, Sanín trepó a lo alto del palacio, y maldecía al sultán. «Qué botín, decíase; un palacio que se cae de vetusto, unas arcas exhaustas, y en la plaza una chusma famélica y a punto de la revuelta popular. Más hubiese ganado con haber perdido». Ordenó prender fuego al palacio con todo y Boabdal, ministros y cientos de concubinas, y tornar al desierto. Pero quién pudiese columbrar los designios de Alá…

Que un vocerío lo inquietó, cuenta el relato apócrifo, y fue que, cercado de cimitarras, cierto sombrío personaje fue conducido ante Sanín. Sí, un tal Chira, el gran visir, el poder tras el trono y verdadero causante de la ruina del reino, al que infectó e infestó de su propia corrupción en el manejo de los negocios públicos. ¿Vas tomando nota, mi señor?

Habiéndolo reconocido, Sanín ordenó que, como acto previo a la muerte, fuese minuciosamente torturado. Este personaje, como todo corrupto, era histrión, ladino y de gran poder de convencimiento. Pidió hablar con Sanín a solas, y ya frente a él le imploró la gracia de la vida A cambio, prometió enriquecer al facineroso en el tanto de pocos meses.

– ¿Con un reino así de empobrecido? Imposible. Prepárate a morir.

Chira le habló a media voz. Ya con el sol en declive los vieron volver con los rostros risueños. ¿Quieres que suspenda mi relato, señor..?

Shariar, intrigado, la instó a continuar. Y sí, según las susodicha Sanín el nómada, ya con el corrupto de consejero, mandó abrir las puertas palaciegas a los famélicos de la plaza, con una única prohibición: que no se tocaran los comercios ni el patrimonio de los dueños del dinero. Ahí mismo, entretanto, a medio patio y a la vista de la chusma se escenificó un juicio popular contra Boabdal el tirano, el corrompido Boabdal. La sentencia no había delito qué perseguir. Ni para él ni para hijos, concubinas y validos que a balidos habían constituido su corte de aduladores. Boabdal y los suyos, libres. Pero más allá del juicio popular, las trojes del palacio seguían abiertas para la chusma «Promete elecciones libres, y que el pueblo elija a su gobernante», aconsejó Chira «Nunca ¿Entregar el poder al demagogo?» «No vas a entregárselo, que el imperio vecino y los del dinero te apoyan».

El demagogo: era ese el mesías de las masas, su bienamado santón, la esperanza que ahora sí, el turno sería de los desprotegidos de siempre. Chira trazó la estrategia de la campaña «¡Seremos respetuosos con el orden establecido!» Pues sí, pero en calles y plazas públicas, las masas: «El poder al pueblo! ¡El pueblo al poder! ¡Viva nuestro libertador!» Malo. Chira entonces: «Las dádivas doblegan voluntades». Y rápido, a improvisar limosnas que ora se apodaban «Solidaridad» y ora aparecían con el mote de «Oportunidades«. Todo con tal de opacar la popularidad del santón. Y así, restos de miel, grano y dátiles fueron a dar a las manos extendidas del pobrerío. Chira complementó la estrategia «Satanizar al mesías de populista, demagogo, desestabilizador y un peligro par la democracia». Pero la chusma de los vivas, las hurras, los chiquitibunes. «¡Viva nuestro libertador!» ¿Vas tomando nota? (Esto, mi señor, sigue mañana)_

¿Nuevo crimen político..?

Tal es el encabezado de la nota, estremecedora en su laconismo, donde el matutino manifestaba inquietud y temores en torno a la suerte que hubiese corrido el temerario legislador que desde la tribuna del Congreso y en un documento que circuló de manera clandestina se atrevió a cuestionar al presidente del país. Eran aquellas otras formas de gobernar, por más que la esencia era la de hoy, que en los sistemas de poder nada hay nuevo debajo del sol. La nota apareció en un periódico de esta ciudad con fecha 10 de octubre de 1913, el año del cuartelazo de los Mondragón, Blanquet, Félix Díaz y el macabro espadón Victoriano Huerta. Mis valedores: en lo que atañe a la Historia, la letra con sangre entra, pero hoy mismo nos negamos a aprovechar sus lecciones. Aquí un texto, que expone el clima ominoso (crimen, represión, sangre derramada) que se vivía en esta ciudad capital y el resto del patrio territorio hace 93 años, cuando la bota cuartelera y el espadón a la viva fuerza se habían apoderado del palacio de gobierno. Hoy, se han desarrollado otras formas, peligrosas formas de tomar ese mismo gobierno. Lean:

«Ciudad de México, 10 de octubre de 1913. No hay noticia alguna sobre el paradero del senador chiapaneco Belisario Domínguez, que fue secuestrado antenoche
por agentes de la policía reservada, en sus habitaciones del Hotel del Jardín, situado en las calles de Independencia. Se teme por la vida del legislador que enjuició duramente al general Huerta desde la tribuna del Congreso, y luego en un severo documento público. La Cámara de Diputados, en su sesión de ayer, acordó nombrar una comisión que investigue lo sucedido al doctor Domínguez. Muchos opinan ya que el asunto no se refiere sino a uno más de los crímenes políticos que, a partir del cuartelazo del nueve de febrero pasado, se han venido cometiendo en el país. Recordemos algunos.

El diputado Gustavo A. Madero y el intendente de Palacio, Adolfo Bassó, muertos en la Ciudadela el presidente Madero y el vice-presidente Pino Suárez, asesinados en las afueras de la Penitenciaría; un número desconocido de personas ejecutadas en las demarcaciones de policía y en los cuarteles, durante lo que ya todo mundo llama decena trágica Pero hay más casos: el depuesto gobernador de Chihuahua, Abraham González, fusilado en Mapula; el joven general maderista Gabriel Hernández, fusilado en la cárcel de Belén; el diputado suplente Néstor Monroy y diecisiete personas más, asesinados en Azcapotzalco; el diputado Adolfo C. Gurrión, fusilado en San Jerónimo, Oax.; el diputado Serapio Rendón, sacrificado en Tlalnepantla; el periodista y poeta nicaragüense Solón Argüello, asesinado en Lechería Fuentes bien informadas aseguraron que en todos estos casos las órdenes de ejecución provenían de las más altas autoridades del gobierno huertista».

Así fue, por desgracia; a la hora en que apareció la nota de prensa ya el legislador chiapaneco había desaparecido, que cayó bajo los plomos de los sicarios del dictador, y todavía más grave: de la fecha infausta, 8 de octubre de 1913, al día de hoy, Belisario Domínguez ha sido sacrificado no una vez y no sólo por el «chacal» Victoriano, sino tres veces, cuéntenlas: su muerte física, el haber convertido a un varón de virtudes en «premio», y el haber otorgado tal «premio» a seres descalificados, de la catadura de aquel Fidel Velázquez, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Lo habrán podido olvidar? Así se quejaba hace ocho años el Comité Chiapaneco para la Celebración del Aniversario número Ochenta y Tres de la Muerte de Belisario Domínguez, y yo lo transcribo tal cual:

«Desde 1953, el Senado mexicano otorga la presea más alta que concede el gobierno de México al ciudadano o ciudadana que se han distinguido por su conducta ética ejemplar y por la defensa de los mismos valores que defendió Don Belisario Domínguez, a saben libertad de expresión, libertad de asociación, derecho de denuncia y la resistencia civil cuando el Gobierno rompe el pacto social.

Durante dos décadas recibieron la presea precursores revolucionarios que en su juventud se opusieron al dictador Porfirio Díaz y al usurpador Huerta. Lamentablemente, el Senado hace mucho tiempo dejó de ser de la República para ser un apéndice de la corrupta narcodictadura que oprime al pueblo de México, así, los ciudadanos, una mañana nos enteramos que el seudosenado había otorgado la presea Belisario Domínguez nada más y nada menos que a ¡Fidel Velázquez! el sepulturero del movimiento obrero mexicano, el líder megamillonario del sindicalismo blanco, del nefasto charrismo, pues. A partir de esa fecha, la medalla fue otorgada incluso a políticos enriquecidos a la sombra de la gesta social de 1910. La presea fue devaluada por el mismo poder que debería ser encargado de velar por el respeto al ejemplo que nos dejó nuestro mártir de…» Etc. La presea Belisario Domínguez, ¿devaluada? ¿Por quién o quiénes? (En fin.)

Matar la gallina de los huevos…

La recuperación de Cozumel, recién azotado por el huracán Vilma, podría verse frenada. «Carnival Corporation», de las principales navieras del mundo y que controla el 70 por ciento del turismo que llega aquí por vía cruceros, canceló sus atraques en los muelles de la Isla porque uno de ellos le aumentó de 2 a 2.50 dólares la tarifa que paga por cada pasajero en tierra.

¿Qué opinan ustedes de la noticia? ¿Qué opinaría Elizondo, el titular de Turismo? Yo, a propósito, recordé el episodio que viví con mi prenda amada en pleno revolcadero. En El Revolcadero de Acapulco. Pero no, mi amada prenda no es una dama, qué diera yo, solitario de mí, sino mi bikini. Este, miren: color magenta, con vivos solferinos, tres cocolitos al frente y en la trasera su buen corazón circundado con rayos dorados. Fosforecentes. Y la es-cenilla que aquel mediodía presencié a la orilla del mar. Me acuerdo y…

La estampa, patética, no excluía su pizcacha de poesía levemente homérica: el glauco mar sollamado en la fragua de un sol de trópico, sol garañón, y un oleaje que, sierpe de espuma, alcanza la playa y se enrosca en las zancas de un licenciado del Revolucionario Ins. que, en tanto, aumenta la inmensidad del océano con esa furtiva lágrima, lo ensucia con aquellas tirlangas del papel que rasga lentamente y va soltando, palomas al viento que se internan en el oleaje del mar. Mi primo el Jerásimo, sí…

Un rato antes, parapetados detrás de sendas mojarras en la palapa Aquí es Chilpancingo, cercana a la playa, comía yo con el consanguíneo, que a tarascadas y ama-mantones de cacardiosidad festejaba el feliz término de cierta tesis que había forjado con la sana intención de ofrecerla al Ceferino Torreblanca («No es priista, qué lamentable, pero es gobernador», dijo), y ahijársele al presupuesto. Como aviador, de perdida Su plan falló, lástima

Un poco antes, en Aquí es Chilpancingo, la excitación de la aviaduría lo forzaba a agitar aquella resma de cuartillas y manotear, espolvoreando al hablar rebabas de mojarrita. Y tan grande era su júbilo….

– Que ya van cuatro espinas que me trago vivas, aparte de dos huesos de limón y una cosa así como que prietita. Acida, ¿tú crees..?

Y así seguía con sus entusiasmos, jurando que al Ceferino las niñas se le iban a humedecer de gusto (las de los ojos) al tener en sus manos tan valioso auxiliar para incrementar el revolcadero de Acapulco. De repente, mis valedores, ¿y eso? La güereja de la mesa vecina, que se querellaba con el cambujo, un mesero clavadamente nativo de la Costa Grande:

– My God, muchos pesos en esta cuenta…
– Son dólares, miss…

– Por dos guachinanguitos al mojo de ajo, my God! Yo conoce los mejores réstorans de New York, Paris, London, y más baratos…

Gacha la testa el marido, toro sanguíneo, farfullaba: arf, arf, arf…!

– My God, tantos y tantos dollars…

– Con 45 cents, missita.

– Por dos pescados subdesarrollados,con tres rodajas de cebolla, medio limón y una ruedita de jitomate.

– Sí, miss, pero es que el guachinango es ora sí que importado. De Catemaco. Brujos, ¿ve? Guitches. Y con eso de que con los fletes ya subieron los filetes. No, y el peaje, ¿ve?. No Peje, peaje. ¿Comprender? El láimon nos llega de fayuca, en barco ruso con bandera iraquí. Y luego el WA, y los derechos de importación del coco con giniebra, que nos viene costando un huevo de la cara El jitomate lo tenemos que acamar desde Pinotepa, un tiznadal de leguas pa allá, mire, onde se mete el sol. ¿Va a liquidar con tárjet?

Yo dije: «Señora, su esposo», y ella, confusa: ‘Perdónelo. Mi Dick no lloraba así desde que perdimos El Chamizal y Vietnam, y cuando fuimos a dárselas a Bin Laden, las Torres Gemelas. Vamos, Dick, entrégale el botín al gangster aborigen. Pero qué robo. Ustedes matar gallina de los huevos…»

– Retorciéndole el pescuezo, más bien. Así, mire.

Los vi alejarse playa adelante. Me dieron una lástima..

Y fue entonces: el Jerásimo, espectador del conflicto internacional, se alzó, tomó su altero de cuartillas y a la orilla del mar las fue rasgando minuciosamente. No poemas, no odas; su anteproyecto basado en 4 capítulos, 16 cláusulas y 7 apéndices (ver anexos) con un exordio, un colofón y su fe de erratas, bajo el siguiente rubro: «De cómo incrementar el turismo internacional en Guerrero, anteproyecto del lic. Jerásimo con destino al Sr. Gobernador del Estado, licenciado Zeferino Torreblanca«. Y que respetuosamente, y la firma al calce. Y oh dolor: las iba rasgando sobre unas olas que vienen y van. Porque con tales prestadores de servicios al turismo… Me dio una lástima Y qué hacer. (En fin.)

Cárdenas, ¿lamebotas..?

La espinosa relación de ciertos periodistas con algunos políticos, mis valedores, esa que a lo largo de los 70 años de PRI-Gobierno fluyó tersa y bien aceitada, y que ahora, de repente, se tensa se crispa y se torna conflictiva Hoy (presidentito nuevo, dónde te pondré), estos periodistas se aplican a buscarle carisma y estatura de estadista a algún chaparrito, peloncito, de lentes, mientras estos otros se dedican a atacar sañudamente a «López».

No quieran darse baños de pureza diciendo que son muy objetivos, muy profesionales, porque ya se empanizaron. Han ensenado el cobre muchos comunicadores e intelectuales. Se han quitado la máscara y han actuado como alcahuetes del régimen de la derecha. Los reniegos de AMLO. Mis valedores:

Tal llegó a ser el periodismo durante la larga noche del Pri-gobiernismo, con ciertos periodistas empeñados en el ataque gratuito y el elogio pagado. Lo relató en 1999 Mario Renato Méndez, director general de la revista Por Esto:

«Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Cuánto me tocó de qué? / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / En ese momento me empezó a sonar familiar la voz, pero no la reconocía bien. / ¿Quién habla?, pregunté. Era El Mulixto. o sea Luis Donaldo Colosio.

Yo le decía así: Mulix, y él me decía El Grandote. Y empieza la plática y me voy enterando que Carlitos Menéndez Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio, silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo…»

Y el ataque gratuito a los «López» de aquel entonces, en un matutino que así ventoseaba lodos de aquellos polvos de Tlatelolco (tergiverso a propósito el dicharajo): «Transformados en opulentos burgueses, algunos montaron una grotesca conspiración golpista en Francia, Alemania y México, para derribar a sus respectivos gobiernos y montar la dictadura marxista Esto ocurrió en el verano-otoño de 1968. Se estrellaron contra De Gaulle y Gustavo Díaz Ordaz, a quienes apoyaron resueltamente sus ejércitos. Además, sólo contaron con la militancia aborregada de la clase social más fácilmente manipulable por su inexperiencia e inmadurez: algunos estudiantes de algunas universidades dominadas por la caterva intelectualoide del marxismo…

Utilizaron a su santón y lamebotas castrista: Lázaro Cárdenas del Rio, quien montado en el toldo de su auto, en el zócalo capitalino, arengó a una masa de gritones para ocupar Palacio Nacional a su tiempo. La respuesta de los motineros fue el lema favorito de los enemigos de México:

¡Revolución Sí, Olimpiada No!

Pero los obreros, los campesinos, las clases medias y la Nación entera les dieron la espalda repudiando su intentona golpista (…) Los muchachitos ingenuos que siguieron a los intelectualoides apoltronados en sus despachos de la UNAM, fueron las víctimas de esa criminal conjura

El 2 de octubre de 1968, los traidores lanzaron a las juventudes a su última trampa sangrienta (…) La estrategia sería provocar a nuestras Fuerzas Armadas (…)
Pues bien, nuestro Ejército Mexicano no cayó en la trampa Nuestros soldados y su jefe en aquella tarde, Gral. José Hernández Toledo, fueron agredidos inicialmente por los francotiradores terroristas que previamente se habían escondido en lo alto de los edificios.

La respuesta fue doble: el Ejército protegió primeramente a los civiles que se vieron envueltos en la balacera. Y después dirigió el fuego contra los francotiradores. El complot traicionero de la antipatria roja fue aplastado y el Ejército Mexicano salvó a nuestra nación (…) Si México es libre actualmente es gracias a la valerosa y fiel acción del Ejército Mexicano, que afrontó la guerrilla del golpismo extranjerizante, fundado en las férreas y patrióticas voluntades del Presidente Gustavo Díaz Ordaz y del General Marcelino García Barragán, su secretario de la Defensa

Al ser designado embajador en España en 1977, ya como ex presidente, el licenciado Díaz Ordaz recordó en una tempestuosa entrevista de prensa que si de algo se sentía orgulloso era de su conducta en esos trágicos meses del otoño del 68, pero de lo que más se sentía seguro y orgulloso era de sus acciones ese 2 de octubre, pues había puesto todo en la balanza ‘mi seguridad, mi nombre, mi honor, mi vida misma, pero al fin salvé a México de haber perdido nuestra libertad. Eso lo estamos gozando todos, incluso usted, muchachito, pues si no hubiera ocurrido así, usted no estaría allí preguntando’.

Sí hubo ganadores y sí hubo derrotados. La conjura comunista del 68 fue la gran derrotada En cambio, México y sus libertades salieron ganando, gracias a la firmeza patriótica de Gustavo Díaz Ordaz y nuestro Ejército Nacional. ¡Y que sigan chillando su hecatombe los huérfanos del Kremlin..!» El periodismo, mi oficio. (Dios.)

Macabrón

La inseguridad pública en el DF, mis valedores. El viernes pasado inicié la crónica de la escalofriante aventura en que acompañé al Cosilión rumbo al taller mecánico donde reparaban su Jetta. Nunca me hubiese atrevido a salir a las calles de la noble vial, pero me lo pedía el marido de La Lichona (ella, sus blancos mallones tres tallas por debajo de lo que piden, exigen, demandan sus vamos a decir formas.) Yo, por congraciarme con ella, ahí voy, insensato, a arriesgar mi existencia a lo largo de las 10 cuadras que nos separaban del Jetta. Antes de salir oré, me la persigné, y allá vamos, a la aventura…

Y ándenle que ahí, cuadras adelante, observé que dos de la Preventiva intentaban desvalijar un BMW ya en los puros huesos. «Los de la Judicial se nos adelantaron». Al forzar la cajuela y desenvolver una bolsa de plástico: «Chale, carnes frías. ¿De qué cristianos serían estas tres choyas, Bruslí?» Vi que enganchaban a la grúa (una de Tránsito) lo que quedaba del BMW Yo, a lo instintivo traté de apuntar las placas, pero de allá arriba me apuntaron a mí. La voz del Altísimo: «¡Avance, avance el ruco, no se exponga a una rociada!»

Miré a lo alto: «Soy yo, padre Dios», traté de decir, pero cuál padre, cuál Dios: el helicóptero con la insignia de la PGR: una cabeza de vaca

– ¡No voltié pa arriba! ¿Qué? ¿Semos o nos parecemos? ¡Indentifíquese!

Bajé la vista y lo apreté, el paso; lo apreté, mi rosario; lo apreté del susto. Un apretadero. De súbito: «?sos…»

El instinto: alcé los brazos. «¡No disparen. Tengo un hijo de pecho!»

– Cuál pecho, cuál disparen, bájelos. Yo y éstos sólo queremos que nos digan qué camino nos lleva de retache al penal de Puente Grande.

¿El penal? Los observé. «Oiga, ¿el de la gorra tejana no es un evadido?»

– Es el Chapo Guzmán, y nosotros de la Federal Preventiva en comisión de servicio para protegerlo de Osiel Cárdenas.

– No entiendo. Si usted, don Chapo, logró evadirse del penal…

– Es que la jerramos. ¿Pues no cometimos la bandejada de venir a refugiarnos al horror del DF? Y no, así de machos no somos. Nos rajueleamos. Preferimos el penal. Más seguro. Y ora no hayamos cómo retacharnos.

– Bueno, miren: ¿distinguen aquel como muladar lleno de moscas, basura, perros y policías entre esa multitud que hace cola? Paradero de micros. Ahí toman una combi y…

Habló el Chapo: «¿Una qué? Sáquese, yo a una de esas ni amarrado me trepan. A éste, en el Metro, lo acaban de robar. Al Muelas lo asaltaron en la otra esquina, y aquí al Kaibil, intento de secuestro. Nos trepamos a una combi y seguro que a mí, violación. Y a saber con quién me toque emparentar…

Los miré alejarse mientras el helicóptero de Medina Mora (¿o era el del Cabeza de Vaca?) descendió tanto, y tanto se aceleró, que a turbulencias levantó la faldita de la morenaza Le vi sus muslos, le vi sus chonines, le vi sus… ay, Dios. Travestí. Un brinco, y al arroyo vehicular. Y es que el paso estaba obstruido por el cajero y cómplices, que junto al cajero automático a lo automático despojaban a la ancianita Suspiré. Faltaban aún 7 cuadras, y en la bocacalle marchistas y granaderos intercambiaban gases lacrimógenos. El Cosilión: «No friegue, valedor. Con semejante mostachón y llorando…»
– Es el gas, que me entró a las niñas…

Ya no la haga de gas y ánimo, que ya casi llegamos.

Me las limpié. Unos pasos adelante, y de repente el Cosilión: «Válgame, mire eso, qué idea tan trinchona se me acaba de ocurrir. ¿Ve allá enfrente? Vamos allá».

Y allá vamos. Lo vi escoger uno de los machotes (de telegrama), y escribir, con la fecha, un texto de escalofrío, que logré leer de ganchete y, mis valedores: los alcances de la humana maldad, las reservas de perversidad que se empozan en la renegrida sangre del corazón. Supe, con sólo leer el mensaje, que de aquí en adelante debo disimular al máximo las torvas pasiones de mediodía para abajo que me despierta la Lichona, porque el marido, su perversidad… Lo miré tomar el telegrama y… «Urgente. Entrega inmediata ¿Cuánto se debe?»

Y a la calle otra vez, donde 3 del cartel de Ixtapaluca, que descargaban cocaína en esa escuela de pre-primaria, se trenzaron a balazos con el cartel de franeleros que comanda uno de la Anti-secuestros. Yo, aquel temor de caminar con el delincuente, autor intelectual de un telegrama asesino que a esas horas ya volaría fatalmente, cohete Patriot o Scud, rumbo al blanco definitivo, una anónima ciudadana de Ciudad Juárez (¡otra futura víctima!):

«Querida suegrita, dos puntos, acá familia échala de menos, véngase a vivir con nosotros al DF». Punto y firma para constancia Dios, ¿tanto odio a un ser humano, por más que suegra? Ah, los violentos. Como los Zetas. Como los Maras. Como el Cosilión. (Macabro…)

¡Queremos Ches muertos..!

Las fuerzas de ultraderecha que en México siguen imponiendo su ley. La impusieron en el pasado, la imponen hoy, se aprestan a imponerla en el futuro cercano. A como dé lugar. Y qué a propósito la ley de causa y efecto: fue allá por septiembre de 1968, con un intervalo de días, cuando se escenificó una de las maniobras con las que se encenderían los ánimos de unas masas manipuladas que fácilmente cayeron hasta la bestialidad del linchamiento. Septiembre de 1968; lo proclamaba el matutino, tono triunfal:

¡Manifestación Anticomunista en la Plaza México..! Cerca de 12 mil ciudadanos y jóvenes (sic) se congregaron ayer para realizar un acto de desagravio a nuestros símbolos nacionales, que derivó en una exacerbada manifestación anticomunista…

Gritando: ¡Vivan los granaderos! ¡Viva México! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, comenzaron a llegar, desde las once y media de la mañana, en compactos grupos que antes habían participado en otra manifestación en la Basílica de Guadalupe. A las 12 horas, 3 mil mujeres, jóvenes y ancianos, habían extendido numerosas mantas y exhibían pancartas: ¡Comunismo en México, jamás! Cristo Rey, tú reinarás, Contra los traidores, Muera la bandera rojinegra, Dios, patria, familia, libertad, Cristianismo sí, comunismo no, Apátridas comunistas fuera de México, etc..

El principal organizador, desde un micrófono, dirigía las porras: ¡México nunca será comunista! ¡Viva México! ¡Mexicano! ¿Estás dispuesto a defender a tu patria? Los gritos, las porras: ¡México, México!, subrayadas por el rítmico chocar de las manos de los asistentes: ¡Vivan los granaderos! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Muera Castro Ruz! Cuando ya había allí cerca de 12 mil personas, los dirigentes de la Coalición de Organizaciones para la Defensa de los Valores Nacionales dieron la orden y un grupo de muchachos salió al ruedo con un monigote hecho de cartón que representaba a los guerrilleros: gorra cuartelera, camisa y pantalón verde, luengas barbas, en las manos un libro nefando: el diario del Che..

El vocerío creció: gritos exasperantes (sic) exigían: ¡Quémenlo, quémenlo, quémenlo!, y quienes tal pedían subrayaban su exigencia con enérgicos ademanes, con el pulgar tenso, apuntando hacia la arena.

Alfonso Aguerrebere, desde el micrófono, estimulaba esas manifestaciones: ¡Queremos Ches muertos! ¡Mueran todos los guerrilleros apátridas!, volvió a gritar, y la multitud respondía exaltada: ¡Mueran! Alguien, en la arena, junto a un camión en el que había unas mantas con las siglas del MURO, exigía nervioso: ¡Gasolina, dónde hay gasolina! Otros acercaron cerillos al guerrillero y, segundos después, todo allí era fuego, gritos incontenibles, casi histeria. Los presentes entonaron nuestro sagrado Himno Nacional Mexicano…

Mantas y pancartas decían: El comunismo destruye a la familia, Comunismo en México nunca, Muera el comunismo, Dios, patria, familia y libertad. ¡Viva México! ¡Muera el comunismo! ¡Viva la Virgen de Guadalupe..!

De ahí al linchamiento, un solo pasó: Puebla, 18 de septiembre, 1968. «Un campesino y tres excursionistas fueron linchados por los habitantes del pueblo de San Miguel Canoa Personas desconocidas, instigadas por el cura católico Enrique Meza azuzaron a los habitantes contra el grupo, diciéndoles que se trataba de un grupo de comunistas…
Los sucesos se iniciaron el sábado por la mañana cuando un grupo de excursionistas empleados de la Universidad Autónoma de Puebla y un amigo procedente del DF trataron de ascender al monte Malintzin a cuyas faldas se encuentra San Miguel Canoa Obligados por el mal tiempo regresaron al pueblo y por lo avanzado de la hora no les fue posible hallar transporte hasta esta ciudad. Iban a pernoctar en San Miguel Canoa, pueblito de 5 mil habitantes. Buscaron asilo. Se les negó. ¿Serían abigeos? El campesino Lucas García ofreció a los jóvenes su casa

Al rato, las campanas de la capilla repicaban y por el micrófono del Zócalo se informó: había un grupo de comunistas, e iban a izar una bandera rojinegra Dos mil lugareños armados con rifles, cuchillos y pistolas, fueron a la casa de Lucas, exigiendo la entrega de los excursionistas. De nada valieron las explicaciones; él fue sacrificado a machetazos, y con él los empleados de la UAP. De milagro escaparon cuatro, uno fingiéndose muerto tras de recibir un machetazo en la cabeza..»

Las fuerzas de ultraderecha, mis valedores, que así, para su provecho, manipulan a unas masas dogmáticas, ignorantes y atacadas -atascadas- de prejuicios. (Lóbrego.)

Asumir es vivir. Delegar es morir.

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco (…) En los caminos yacen los dardos rotos, los cabellos están esparcidos, destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros, gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos…

Así se duelen los meshicas en la Visión de los vencidos, y así seguiremos doliéndonos los mestizos mientras, renuentes a asumir, continuemos delegando en el Poder, nuestro enemigo histórico. Pero en fin, que aparentemente, la noche de Tlatelolco quedó atrás. Aparentemente. Y a fin de cuentas, ¿qué fue lo que realmente ocurrió en la masacre del 68? ¿Comisión de la Verdad? ¿Cuál comisión, si esa fue otra de los innumerables compromisos del Fox candidato que el Fox des-presidente se iba a encargar de violar? En el futuro, ¿se llegará a conocer algún día la verdad sobre la atroz carnicería perpetrada por los autores intelectuales, Díaz Hordas y Echeverría, en la larguísima noche de Tlatelolco? Mis valedores…

Va aquí un somero análisis de la masacre, con algunos de sus antecedentes y repercusiones posibles, según revelaciones que antes de su muerte hizo el secretario de la Defensa Nacional en 1968, general Marcelino García Barragán, a su hijo Javier García Paniagua, recogidas por el periodista Julio Scherer en su obra Parte de guerra, Tlatelolco 68:

«Los habitantes de Tlatelolco estaban predispuestos contra el gobierno, en primer lugar por las repetidas veces que terroristas habían ametrallado la Vocacional 7, poniendo en peligro la vida de los habitantes de dicha unidad. Esos terroristas eran oficiales del Estado Mayor Presidencial (subrayado mío), que recibieron entrenamiento para este tipo de actos, concebidos y ordenados por el entonces jefe del Estado Mayor Presidencial, el General Luis Gutiérrez Oropeza. Para ello, es obvio, el entonces coronel se brincó la autoridad del superior inmediato porque recibió la orden directamente del jefe supremo del ejército, el presidente del país…»

Que los susodichos dispararon también contra las fuerzas del ejército. El entonces coronel y más tarde General Gutiérrez Oropeza, por su parte, también escribió el correspondiente libro de memorias, que tituló: Gustavo Díaz Ordaz. El hombre. El político. El gobernante, donde asienta la consigna que, dice, recibió directamente del matarife de Tlatelolco:

«Coronel, si en el desempeño de sus funciones tiene usted que violar la Constitución, no me consulte, porque yo, el Presidente, nunca le autorizaré a que la viole; pero si se trata de la seguridad de México o de la vida de mis familiares, coronel, viólela. Pero donde yo me entere, yo, el Presidente, lo corro y lo proceso, pero su amigo Gustavo Díaz Ordaz, le vivirá agradecido…»

Y como para leer entre líneas, mis valedores, y sacar conclusiones, esta aseveración de García Barragán, consignada en el libro de referencia:

«Entre las siete y las ocho de la noche del 2 de octubre, recibí una llamada telefónica de Gutiérrez Oropeza: Mi General, yo establecí oficiales armados con metralletas para que dispararan sobre los estudiantes, todos alcanzaron a salir de donde estaban, sólo quedan dos que no pudieron hacerlo, están vestidos de paisano, temo por sus vidas. ¿No quiere usted ordenar que se les respete…?»

Yo, leyendo lo anterior, me afirmo en lo que he repetido ante ustedes: la historia, mis valedores; la historia no es eso que enseñan los libros de historia. La historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Tlatelolco…

Y ahora, con sus antecedentes y su secuencia de guerra sucia con nuevos e interminables hechos de sangre, la tesis de mi maestro sobre los sucesos de Tlatelolco, en la recopilación de la célula Cuautitlán de nuestra Coordinación Ciudadana. Transcribo, respetando su sintaxis:

El movimiento social del 68 es la explosión social de amplios sectores de la población que se congregan para romper una cultura autoritaria y opresiva que dominaba el cuerpo social y que tenía su expresión en las formas políticas de gobernar.

Desde la presidencia y todas sus estructuras, hasta las escuelas, fábricas, campo, se regían por aquella regla inamovible que es el principio de autoridad. Era tan poderoso semejante principio, que la cotidianidad de la vida hacía sus estragos en el seno de la familia misma. Múltiples experiencias nacionales como las huelgas y los movimientos en todo el país, así como grandes acontecimientos en el extranjero: revolución cubana, revoluciones en África, movimientos en EU., intentos revolucionarios en Centro y Sudamérica, el estremecimiento europeo, etc., impactaron profundamente la conciencia de las vanguardias en nuestro país. (Seguiré con el tema)

 

En el programa pasado de Domingo Seis(1 de octubre) el maestro Mojarro leyó algunos parrafos del texto ??En busca del 68? de Héctor Gómora, aquí está el libro completo en formato html:

 En busca del 68

Y en versión PDF lo pueden descargar desde acá (clic derecho y guardar como, se abre con Acrobat Reader)

En busca del 68

¿Visión de los vencidos..?

El llanto se extiende, las lagrimas gotean allí en Tlatelolco. ¿A dónde vamos? ¿Oh amigos! Luego, eso fue de verdad. Ya abandonan la Ciudad de México. El humo se está levantando. La niebla se está extendiendo…

México, 2 de octubre, 1968 – 2 de octubre, 2006. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide que fue un día como hoy, pero de hace 38 años, cuando la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, anocheció nublada de cadáveres, para que al siguiente día los habitantes de esta ciudad capital amanecieran con la agitación, la expectación y el ánimo enfebrecido, mientras que arcos olímpicos y banderas tricolores colgaban aquí y allá y tremolaban al viento de otoño como signos de confraternidad, al tiempo que el autócrata represor, el de las manos tintas en sangre, colmaba a todos los rumbos de la rosa de los vientos:

«¡Todo es posible en la paz..!» Y las estrategias del Poder, tan efectivas: después de la noche de Tlatelolco, otro día la Plaza de las Tres Culturas iba a amanecer pulcra, recién relujada, como si horas antes no hubiese anochecido erizada de cadáveres. ¿Cuántos civiles muertos? Doscientos, según documentos desclasificados en Washington, por más que muy otra es la historia oficial: fue en 1978 cuando los reporteros se acercaron al general José Hernández Toledo, jefe que fue del Batallón Olimpia la tarde infausta de Tlatelolco:

– General, ¿realmente falleció el número de personas que se afirma murieron el 2 de octubre del 68? Rotunda, la respuesta del ameritado militar (¡por el honor de la patria!):

– No, miren en Tlatelolco no falleció ninguno.

La historia oficial, ese oficial e interminable embuste; ese interesado manipuleo de la crónica que viene desde Tlacaélel (¿desde antes?) en una tradición que han mantenido los alquilones al servicio del Poder, como aquel nombrado Rafael Solana, hoy difunto y ya desde antes muerto en vida, una que dedicó a quemar incienso a los premios literarios, al presidente en turno y a la belleza de la que fuese «primera dama». De la masacre (¡no genocidio, señor Carrillo Prieto, fiscal especial para los crímenes de la guerra sucia instrumentada por Echeverría desde 1968 hasta la década de los 70s!); de la masacre de Tlatelolco, repito, lo publicó en el semanario el Solana de marras:

– Ganas de exagerar que tiene la gente. B 2 de octubre fue una catástrofe de muchísimas menores proporciones que un accidente de aviación no muy grande, o que unas vacaciones de Semana Santa en las carreteras del país, mucho menor que el incendio de un teatro, ¿y a eso se le ha pretendido dar dimensiones de epopeya? ¿Y se ha llegado a la exageración ridícula de decir antes de Tlatelolco y después de Tlatelolco? Pero cómo, ¿acaso, cuando el choque de trenes en Topilejo, se llegó a decir antes de Topilejo y después de Topilejo? Qué ganas de exagerar…

En fin. Que Tlatelolco nunca más. Ni el de la derrota de los meshicas ni el de la masacre de mestizos por parte de un Sistema de Poder autocrático y autoritario. Hoy, cuando aquí, allá y en todos los rumbos de la rosa se encienden los focos rojos; hoy, cuando las aguas bajan turbias y parece que el Poder intenta despertar al México bronco, es como para decir desde lo íntimo del cogollo del espíritu: que Tlatelolco nunca más. Nunca..

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos: con esa lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados…

Bueno, sí, pero más allá de la historia oficial, ¿qué fue lo que realmente se perpetró en Tlatelolco? ¿Cuáles fueron sus antecedentes, y qué consecuencias produjo en nuestro país? Lo apuntaba hace un par de años The New York Times. «Si la historia la escriben los ganadores, la de México podría estar a punto de sufrir una importante corrección». Sí, porque según el diario de EU «cuando candidato, Vicente Fox prometió formalmente una Comisión de la Verdad«. Mis valedores…

¿El diario neoyorkino creyó la palabra de Fox? ¿La creyó alguno de ustedes? ¿Le creyó a Fox? Y es que, a decir del citado periódico, «la Comisión de la Verdad podría ser una ventana hacia un panorama de secretos, una caja de Pandora política De ser abierta, podría destruir al Revolucionario Institucional, que durante 71 años de dominio en México controló el flujo de información, los archivos del Estado y la versión oficial de la historia. Muchos capítulos de la versión oficial son falsos o están llenos de huecos…»

Por contras, mis valedores: algunos vislumbres de la verdad se columbran en ciertos documentos que el general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional en el sexenio del matancero, reveló a Javier García Paniagua hijo suyo, y que..(Eso, mañana)

En el programa pasado de Domingo Seis el maestro Mojarro leyó algunos parrafos del texto «En busca del 68» de Héctor Gómora, Aquí está el libro completo:

En busca del 68

Aquí nos tocó vivir…

La inseguridad pública que padecemos en esta noble y vial, mis valedores. Fue ayer a media mañana cuando mi vecino el Cosilión puso a prueba nuestra amistad. Ahí, al regresar de la carnicería donde adquirí mis 100 gramos de pellejos para mi perro (perro no tengo, pero sí crisis económica), oí la propuesta de mi vecino, que decía al Síquiri, hijo natural de Chinches Bravas, Veracruz:

– Pero hombre, si sólo se trata de ir aquí nomás a unas cuadras. De veras que yo nunca lo creí tan semillón. Yo a usted lo reputo…

– ¿Reputo? Macho más que usté y a las pruebas. Venga y sopese mi reputación, bien enroscada en su nidal. Macho soy, pero no suicida, y ora que si es usté tan entrón, ¿por qué no se va solo?

– Cálmese, yo lo reputo de hombre valiente, quise decir; de corazón bandolero, y usted me sale con que lo tiene de jericalla, de este tamañito…

Fue entonces: llegaba yo y se quedó viéndome. Sentí que mis pellejos se me arrugaban. Los cien gramos. Pero en fin, y a fin de cuentas, ¿cómo negarle al amigo un favor, así en ello nos vaya la vida? «Aguarde un momento».

Entré al lugar excusado, me encerré y entre la taza y la nica caí de rodillas y abriendo los brazos el cruz, el rostro a la lámpara del techo: «¡Señor, tú que supiste proteger a Daniel en el foso de los leones! ¡Cristo Jesús, tú que en el huerto de los olivos sudaste sangre y temor! Yo ahora voy a salir a la calle. ¡En la ciudad capital, Jesús! Protégeme, te lo dejo de tarea». Me la persigné. Volví a la estancia y tomé mi chaleco de pelos:

– La suerte está echada. Vamos al encuentro de nuestro destino.

Al bajar las escaleras rumbo a la calle, y como resultado de la lectura matinal de los periódicos, que es decir del gigantesco mural de la nota roja, mi mente venía que hagan de cuenta noticiero de López Dóriga: secuestros y violaciones, asaltos y ajustes de cuentas, cadáveres insepultos, cabezas sin cadáver. Me apoyé en el muro y entreabrí la puerta. Pensé en Dios, en la santa muerte, en ti, mi Nallieli, protectora de infelices…

La calle en el D.F., y lo que es el terror: al pisar la banqueta, el Cosilión y yo nos tomamos de la mano, pero el qué dirán: nos las soltamos, y a caminar. Yo, aquella corazonada. Y mis valedores: a enfrentar los peligros de la vía pública ¡caminando! Casi diez cuadras hasta el taller mecánico donde íbamos a recoger el Jetta del Cosilión, que el máistro sólo mes y medio le había fallado (lo había follado) en la entrega del vehículo. A pie, sí, que mi cucaracheta no circuló ayer. Y allá vamos. Obre Dios…

La calle: río de viandantes que vienen y van, con la prisa frenética de quien no tiene a dónde ni sabe cómo ir. Media cuadra y nada había sucedido todavía. Yo, esta mano en la bolsa. Protegerme, sí. No, cuál revólver: un rosario: Bendito. Milagroso. Que era el de uso personal de Juan Pablo II, besando la cruz me lo juró el vendedor cuando me lo vendió en 100 varos. De súbito: ¡tráca-ta-tráca! No lenguaje de claxon de microbús, sino ráfagas de metralleta. Me engarroté. Entre el corredero de transeúntes alcancé a distinguir que las puertas del banco aquel, orgullosamente gachupín, vomitaban una bocanada de uniformados en estampida, y detrás de ellos, fusca al frente, tres asaltabancos comandados por su guía moral, uno de la Federal Preventiva ¡Tráca-ta-tráca! A la vuelta de la esquina se alejó la trifulca El Cosilión:

Lo que es el pánico, bigotón. Quezque aventarse al mero charco de la media calle. A ver, deme la mano para ayudarlo a levantarse. ¿Ve? Ya empezó a estornudar.

Conmigo salió del charco el perraco aquel y se me entreveró a las zancas. Ahí, todavía en el aire los ecos de la balacera, el puesto de diarios clamaba desde sus titulares: «¡Media docena de cabezas! ¡Se buscan los respectivos cadáveres!» Y qué fotos aquellas: a todo color; a toda sangre. Yo, empapada la ropa y la boca seca:

– ¿Y si mejor nos regresamos? Hasta podríamos llevarnos a este pobre perraco, mire. Trae el mal, y el susto de la balacera lo acabó de enfermar.

Pálido, tembloroso, afiebrados los ojos y el rabo entre las piernas, su baba sanguinolienta se me embarraba en la entrepierna Caminamos el trío, pero entonces aquellos con aspecto de bonaerenses (no ches de Buenos Aires, sino unos ches de la Buenos Aires), que desmantelaban un Gran Marquís, al forzarle la cajuela que hagan de cuenta doncellita en microbús:

– Chale, trai premio: carnes frías… Tres cadáveres encajuelados. Uno, de mujer. Los ches se abalanzaron sobre las ropas de los difuntos, y tras del urgido bolseo:

Ya qué pancho, digo. Los de la Judicial se nos adelantaron…

Vi que engancharon… (Eso, la próxima)

Carnicería…

– ¡Ganchazo al hígado, recto al mentón! ¡Qué pelea, señores, qué pelea!

Muy cierto, mis valedores: qué pelea Yo, que detesto la violencia y todo lo que apeste a confrontación (box, luchadores, corridas de toros, palenques y similares), permanecía en mi butaca de primera fila, tensa la boca y amargos los nervios, o al revés. Contra el caracol del ombligo (de la oreja izquierda, más bien) me reventaba la crónica del gritón del micrófono:

– ¡El peleador está recibiendo brutal castigo con ese cruzado de izquierda, y el derechazo, y el recto al mentón, el codazo, el cabezazo en el desflorado, me refiero al párpado! ¡Qué golpazo abajo del cinturón, que hasta acá se oyó y hasta a mí me dolió! ¡El peleador se enconcha, se desmadeja, está noqueado sobre piernas de hilacho! ¡Lo vemos tambalearse, va a caer, suena la campana! ¡Las asistencias se lo llevan a rastras hasta su esquina! ¡Qué pelea, señores aficionados! ¡Qué carnicería.!

¿Carnicería? masacre, genocidio de un solo hombre (si seré sub-way). Finalizó un episodio más, con el peleador en muy malas condiciones y recibiendo el auxilio de las asistencias. Observé al pugilista despatarrado en su esquina tembloroso al castigo que recibió; lo miré jalando aire, bagre fuera del charco, y sí: qué desastre de físico, qué ruina de peleador, qué castigado a los mandarriazos del modelo neoliberal. Y lo que falta a partir del episodio que ahora se inicia y se avizora tantito peor que el anterior. Dos tarascadas de un aire viciado en el ambiente (humo de tabaco, suspiros de la digestión), y a seguir aguantando a un contrincante tan rudo como entero todavía A quién se le pudo ocurrir enfrentar a un peso mosca con un peso pesado, peso dólar. Ya va a sonar la campana; zafarrancho de combate, por más que combate es un decir. El Kid Popolo, el del calzón tricolor, guangoche, sobre zancas de hilacho se dispone a acudir al centro del cuadrilátero. Me da una lástima..

Pero algo es algo, después de todo, porque no está desprotegido el Kid. Qué va a estar desprotegido, si en su esquina tiene a un manejador de lujo, que hasta parece la pura verdad y que prepara a su víctima – a su pugilista, pues – para que siga en plan de costal durante un episodio más de tan bárbara contienda, uno que se avizora mucho más rudo que todos los anteriores. Y ya le apronta el pomo de amoniaco para volverlo en sí -el pobre ya anda volviendo en no-, y ya le escupe buches de agua helada en la cara, y ya le unta en las heridas boquetes de vaselina y ya le da masaje en la nuca mientras con un buen discurso en la oreja derecha -el manejador es de ultra-derecha yunquera y fanática, legionaria de Cristo, cristera tardía- le da las indicaciones de la táctica a seguir. En susurro:

– Me cái que yo soy el que me voy a suzurrar, don Fox. Y cómo tiznaos no, si me van a seguir embombillando un neoliberalismo que a mí me convierte en el cuarto ricachón del orbe, mientras Carlos Slim anda en la quinta chilla y con la panza vacía ¿Se imagina don Fox?

– Tú tranquilo, mi buen. Tú procura cauntearlo, mantenerlo a distancia Jabéalo, fíntalo, cánsalo. Hasta orita le estás parando sus mejores golpes.

– Pos sí, pero se los estoy parando con el hocico. Oiga, don Fox: ¿cree usté que perderé por nocaut.?

– Tú calmado, Kid. Por la decisión de los jueces no te preocupes. Ya me apalabré con los siete del TPIFE, ¿cómo la ves?

De la tiznada iba a decir el Kid, pero como ver, ya nada veía que no fueran estrellitas, más pacotonas que las del gran canal de las susodichas. El pómulo izquierdo se le advierte inflamado, y la ceja con una rotura como desde aquí hasta acá, miren, desde Echeverría hasta Fox. La otra no: aquí la ceja no fue dañada porque ceja ya no hay, que de cuajo se la arrancó el neoliberalismo; de ceja le quedó el puro rastro y una pelusa tinta en hemoglobina, y un cacho de cuero cabelludo, y un tomate chispándose, con la niña más desflorada que si hubiese viajado en microbús, y la retina desprendida y el pómulo hecho vamos a decir papilla que se confunde con la papilla que le fluye de la nariz. Y qué manera de aventar mole por lo que le quedó de labios; mole con rajuelas de lengua raigones de premolares, cachos de glotis y de epiglotis. Ah, Kid Popolo...

Ahí la llevas, mi buen; si logras noquear a tu rival nos dan el empate.

Mis valedores: ahí fue. Con lo que le queda de vista, Kid Popolo se quedó viendo al manejador, y con lo que le queda de cuerdas vocales le dice en un hilo de voz:

– ¿Y qué, don Fox? ¿Vamos a seguir con esta misma táctica de pelea los seis rounds que vienen a partir de diciembre? ¿Va a ser contra el peleador de su establo, uno chaparrito, peloncito, de lentes..?

Yo, adolorido al unísono del peleador, tragué saliva, y se me atoró aquí, miren. No, si les digo. (El Kid…)

¿Un hulero a Los Pinos..?

Al menos tal es el sentido del mensaje que los vecinos de Cádiz, en la Mixcoac-Insurgentes, enviaron un día como hoy, pero de hace un par de años, a un cierto ciudadano del que sólo conocen el nombre y un breve retazo de su biografía personal, por el que se enteran de los oficios que ha desempeñado en su vida, y válgame, resultó que aquí tiene un colega: La Jana Chantal, travestí. Pero antes de caer en el malentendido, el mensaje:

C. Israel Reyes Montiel: no cabrearse antes de tiempo; durante el día, la Jana Chantal es el Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos arroja en plena cara y con los que cachetea porque eso y más merecemos al soportar en Los Pinos entreguistas y vendepatrias. Es durante la noche cuando, medias cuadriculadas y mini-mini de licra, en la esquina de Insurgentes y Extremadura completa el gasto del día

– Al contrario, bigotón (me dice al leer por sobre mi hombro lo que voy redactando); es de vulcanizador como completo mi gasto; y el suyo, si me acepta su bono de la tercera edad.

¿Ve, señor Reyes, cómo usted y la Jana Chantal ambos huleros de ocupación, resultaron colegas? Por eso ella (él) ha simpatizado con usted, como también, eche cuentas, la tía Conchis, conserje del edificio; el joven juguero, su changarro no lejos del eje vial Félix Cuevas; el Síquirí, uno de dientes de oro nativo de Chinches Bravas, Ver., vagamente delincuente y más vagamente un hombre de bien; don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se ensanchan y angostan corbatas; la Lichona, frutal sota moza, vecina mía que cruza frente a mi mundo con esas y esos y los aquéllos forrados en blancos mallones tres tallas debajo de lo que piden, exigen, demandan sus redondeces. Mirándola, rezo entre dientes la oración del Anima Sola: «Las goza quien las merece, que yo con verlas descanso». (Yo, más que su marido el Cosilión, ya creo merecerla, porque ya logré ponerle en mi pecho su más grande altar…)

A los asiduos a la tertulia, don Israel, los tiene usted de simpatizantes, por más que el maestro tiene sus dudas mientras no lo miren en acción: «El oficio lo pudiese malear». ¿Enemigos? Dos: la Maconda. neopanista y adoradora de Diego el barbón. En la cabecera de su cama la vera efigie de los dos tocayos: Juanga I y Juan Pablo II. Su otro enemigo es mi primo el Jerásimo, hijo (putativo, qué vergüenza) de Las Güilotas, Zac., y licenciado (más vergüenza todavía) del (de lo que queda del) Revolucionario Ins. Yo, como los demás, mis simpatías, y un íntimo deseo de todos nosotros: que se decida, señor; que deje de lado escrúpulos e indecisiones y no espere, como lo afirma usted, para aceptar el puesto de presidente municipal de San José Estancia Grande, Oax., que heredó de su difunta esposa Guadalupe Ávila Salinas, a la que asesinó un felón, y priista, y presidente del municipio. Ella, después de muerta, ganó la elección; a usted, candidato sustituto, le pertenece. Sus objeciones: «Es que yo sólo soy un trabajador manual. Yo, a los 12 años de edad, ya era llantero, vulcanizador».

Lo dicho: colega de la Jana Chantal, aunque no precisamente en las artes de la mini-mini y el dorado talón, oficio tan placentero para mi vecin(o)(a), allá ella(él). Otra de sus objeciones: «Es que nunca me ha gustado estar al frente de la política, y sólo tengo de estudios primaria y secundaria».

¿Y? ¿Qué conque? Pocos estudios, pero yo lo he escuchado de viva voz, y ya quisieran expresarse con tanta claridad el propio José Luis Borgues o la Gran Rabina Tagore. No le gusta estar al frente de la política. ¿Y? A otros les encanta, y ya ve el resultado: una atroz desilusión para todos los paisas. Dudo, dudamos muchos, que usted lo hiciera peor. Agrega: «De mi Lupita aprendí la honestidad, la transparencia; y para el trabajo, pues ahí sí soy muy bueno».

Espléndido, y lo positivo de su desgracia personal: no carga usted (no cargarían sus gobernados) con ese lastre de «primera dama» que me lo ponga en evidencia cada día lo exhiba de mandilón y lo fuerce a tornarse rijoso, pleitista, chiflero, picapleitos, matasiete de puñalada trapera y elemento de discordia y desunión de los gobernados y los enfrente bando contra bando. ¿Usted, de su Lupita, aprendió no perversidades, sino virtudes? A ponerlas (en práctica) para beneficio de la comunidad. ¿Que no sabe gobernar? Esos, que se las dan de estadistas, ¿gobiernan? ¿Esos huleros?

A desechar escrúpulos, don Israel. A gobernar San José Estancia Grande. ¿Por qué el deseo de los contertulios? La esperanza mi señor: que en uno de los coletazos del monstruo que apodan política llegue usted a Los Pinos. ¿No llegaron otros huleros sin su honestidad de obrero soldador y albañil, según su currículo? Nosotros, reacios a asumir, qué diéramos por delegar en un honesto albañil. Láncese ya a la política, don Israel. El de la tertulia, todo para usted. (El voto.)

Dos tipos de cuidado

Estoy mirando la foto del matutino, mis valedores, y qué clase de foto. A todo color. Primera plana. La veo, la observo, la miro hasta bizquear, hasta que se me humedecen los ojos y la boca se me reseca Dejo de verla, y qué extraño: los ojos siguen llorando y la boca comienza a saberme a bilis desparramada Me sorprendo haciendo pucheros. La fecha del diario: jueves, 21 del presente mes. Llorosos los ojos bajo a mi biblioteca y me traigo este gordo ejemplar de la Historia de México, de Pérez Verdía Me pongo a hojearlo. Y qué rostros en estos dibujos en blanco y negro…

El de Cuauhtémoc, en primer lugar enhiesto él, gesto adusto, rasgos enérgicos, rostro cortado a la medida del mármol. Son los trazos no del «águila que cae», como mal se interpreta, sino del «águila que desciende». Como debe ser…

Páginas adelante, piocha y bigotazos retadores en un gesto fruncido, la crueldad manifiesta en las facciones de Pedro de Alvarado: casco, yelmo, cimera, reluciente armadura y espadón conquistador. A sangre y fuego; a lágrimas y crueldad, y exterminio. Lo miro en mi imaginación mientras se dispone a dar pelea a mis abuelos indígenas, los cazcanes del Cerro del Mixtón. El genocida del Templo Mayor trepa a caballo, desnuda la espada y avienta de sus labios la frase que lo retrata:

«¡Esto ha de ser así…!»

Y así fue, por más que en la empresa empeñó la vida y la vino a perder. El rubio Tonatihú, dibujo en blanco y negro, mucho negro y muy pocos blancos…

Otro momento de la historia nacional: con la vera efigie de Carlos V, la sucesión de barbones de ropilla, gorguera, calzas y esa especie de boina aplastada en la testa, al viento el airón: los virreyes que van de Antonio de Mendoza a Ruiz de Apodaca y D. Juan O´Donojú, pasando por tanto virrey arzobispo, dañeros de más o menos, pero que se encenagaron la décima parte de lo que el hoy Cardenal Arzobispo de México y protector de paidófilos Norberto Rivera.

Hidalgo, Allende, Abasolo, Aldama, Morelos, la matrona Ortiz de Domínguez. Un luminoso negro y blanco que en el tiempo mexicano se nos iba a tornar tricolor…

Acá, fachendoso él, quien después de proclamar la independencia del país iba a tornar el país un carnaval y él disfrazarse de emperador: patilludo, fachendoso, peripuesto, garbo y altanería Agustín I de México, y tras él, páginas de por medio (por salud mental no cito al cojo que a torpezas cercenó medio país), los esforzados del tamaño, de los tamaños, de Guerrero, Victoria, Gómez Farías y Nicolás Bravo. Claro, está también, blanco y negro, la negra galería de felones, de los traidores (Bustamente, Miramón y el crudelísimo Márquez. Y aquí, contrastados, el indígena adusto, de poco hablar y mucha labor patriótica, que osa echársele a las barbas (rubias, blondas, perfumadas) del segundo emperador, el que temprano madrugó para trepar al Cerro de las Campanas

Y aquí, volviendo a la foto de primera plana, digo a todos ustedes: del conquistador, los virreyes, los emperadores y quienes los aplastaron para que del cascarón surgiera este país, ¿hemos avanzado? ¿Cuánto hemos avanzado? Estoy mirando la foto, y mama mia (mama de él): ¿este patético monigote, físico en decadencia y arrobas de más, mal forradas en un traje guangoche, gobernó mi país y ocupó el sillón de los Juárez y Tata Cárdenas? ¿Este burócrata ayuno de toda presencia, de carisma y personalidad; este patético Miguel de la Madrid se sentó en un sillón que alguna vez, por gracejo y sin calentarlo y sólo para la foto, dignificó Francisco Villa? Desde 1982, cuando el mediocre irremediable abrió la puerta al modelo económico depredador de los paisas, ¿cuánto ha avanzado nuestro país? Ah, México.

Mediocre, insignificante el De la Madrid. Lo observo en la foto sonriendo a otro que tal, tanto o más mediocre que él. Veo al par: uno, vendepatrias que abrió la puerta al modelo neoliberal, y otro que se dispone a continuarlo, y que ya anda en agencias de ofrecer a Washington lo que resta de «nuestro» petróleo y «nuestra» industria eléctrica Leo:

«De la Madrid ofrece consejos (no es mía la sintaxis) al presidente electo, y le muestra total voluntad para estar atento y para poder, en su momento, dar opiniones o consejos al presidente electo». Yo, viendo lo que veo e imaginando lo por venir, pregunto a los presentes: ¿de veras hemos avanzado tras la galería de héroes, traidores, dictadores y patriotas antecedieron a los vendepatrias..?

Yo, por lo pronto, sigo con los ojos húmedos y la boca reseca..México. (Nuestro país)

Piedra de escándalo…

Eran como a las 8 de la noche. El padre me dijo que me quedara y tuve relaciones sexuales con él. Primero me llevó a su recámara, me quitó el pantalón y él empezó a quitarse toda su ropa hasta que se quedó todo desnudo y yo sólo con mi camisa, y me obligó a que mi pene se lo metiera a él en la cola. El se ponía enfrente de mi y se agachaba y yo parado atrás de él y después asi era como yo le metía mi pene y él se movía para adelante y para atrás.

Los curas católicos, hoy piedra de escándalo tantos de ellos, comenzando con Joseph Ratzinger, en El Vaticano, que ha crispado al Islam con palabras ofensivas, y Norberto Rivera aquí, en nuestro país, a quien se acusa de protector de pederastas como el sacerdote Carlos Nicolás Aguilar Rivera, cuyas aberraciones sexuales describe el pequeño Joaquín ante las autoridades. El cura católico, lo que él jura ser y lo que de él pregonan sus hechos.

A mí, de seminarista, me troquelaron la fe en el sacerdote, ese elegido de Dios, como espejo y flor de virtudes, inaccesible al deshonor. Luego iría yo conociendo las acciones públicas de los Riveras, Onésimos y padrecitos Maciel. Y qué a la medida de la reflexión el retrato hablado que de sí mismo mostraba a sus creyentes el sacerdote del XIX. Esperpento y picaresca de mitra y misal, aquí, con su ortografía original, el documento que, con el título de El sacerdote católico, publicó la Biblioteca religiosa en 1872:

«El sacerdote en fuerza de la dignidad de la que se halla revestido, no sólo supera á todas las dignidades y excelencias de la tierra, sino también á las del cielo, y supera por tanto á los Angeles, Arcángeles, á los Tronos y Dominaciones, á las Potestades, Principados y Virtudes, á los Serafines y Querubines, y aun supera, en cierto modo, á la dignidad de la Madre de Dios, porque la dignidad del sacerdote es la de Cristo…

El sacerdote es superior en dignidad á todos los coros angélicos de la celestial Jerusalén, porque ellos aunque tengan mas poder y sabiduría, curen á los enfermos, posean todas las lenguas, hagan asombrosos milagros, vean á Dios cara á cara, y estén unidos á El con todo el fuego de la caridad; sin embargo, jamás podrán alimentarse con su Sagrada Comunión, ni celebrar el santo sacrificio de la Misa, ni reconciliar la criatura con Dios, mediante el perdón de sus pecados. La Dignidad de Madre de Dios, ¿qué es? Es la suma de todas las dignidades y la reunión de todos los títulos. La Madre de Dios. ¡Oh sacerdote! Reflexiona, reflexiona, sí, sobre tu dignidad! Porque tú también eres Madre de Dios! Con la diferencia, empero, que ese Verbo que tomó carne en el vientre purísimo de María, la toma de nuevo en tus propias manos. ¡Oh sacerdote, reflexiona y reflexiona bien, porque tu dignidad supera en algún modo la augusta y suprema Dignidad de la Madre de Dios, ya que María concibió a Dios una sola vez y en ti se verifica tan gran misterio tantas veces cuantas dices la santa misa!! Y la supera, además, porque María, con todo su gran poder, no puede perdonar ni un solo pecado, y tú puedes perdonarlos en número infinito. ¡Oh sacerdote! Admírate de tu poder… La dignidad del sacerdote es la misma de Jesús. Entre el sacerdocio de Jesucristo y Jesucristo mismo, hay tal semejanza en el ministerio, que el sacerdote sólo hace lo que Jesucristo, y Jesucristo lo que ya hace el sacerdote.

A la vista de esto, ya no digamos que el sacerdote es imagen de Dios; afirmemos mas bien que es, en la práctica, el mismo Jesucristo; afirmemos, sí, que es á Jesucristo lo que los rayos son al sol; afirmemos que es tan igual á Jesús, que si éste bajara en la Iglesia, en do confiesa el sacerdote, y ambos dieran la absolución al penitente, tan perdonados serían los pecados del uno como del otro. Afirmemos, en la práctica, que es el mismo Jesucristo; Jesucristo recién nacido, en su vida oculta, predicando el reino de Dios (…) Afirmemos que no sólo es el Padre de Jesús, sino que al mismo tiempo es su madre!!! ya que al sacerdote se le dice por San Lucas: El Espíritu Santo descenderá sobre ti. La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.

Afirmemos que el sacerdote es la parte mas luminosa de Jesucristo, como si dijéramos su divino ojo; y es el Dios en la tierra, el Dios visible, el Cristo de los fieles; y es… pero, ¿por ventura dejará de sernos lícito repetirlo? El sacerdote es Dios y por esto dice: este es mi cuerpo; y aun es en cierto modo superior a Dios!!! Ya que se cumple en el, según toda la extensión de la palabra, el que el mismo Dios le esté sujeto, poniéndose de hecho a su órdenes de un modo semejante á San Pedro, haciendo tales milagros, que no se lee que los hubiera hecho tan prodigiosos, Cristo Señor Nuestro!!!»

Mis valedores: ¿es ese el retrato hablado de los curas paidófilos y sus Norberto-Riveras encubridores? ¿Esos, padre y madre de Dios, en cierto modo superiores a El? (Dios)