Santo Judas Izcaríote…

Una nueva Semana Mayor se nos ha ido para nunca más. Toda júbilos y palmas, toda hosannas a Emmanuel arrancó el domingo, para luego eclipsarse con el Huerto de los Olivos y rematar con el Primogénito de los Muertos muerto él mismo, una vez que fue minuciosamente desgarrado por fauces, garras y sadismo demencial de los que lo torturaron en aquella especie de mazmorra de la prisión de Guantánamo donde se iba a iniciar la pasión y muerte del Ungido. No lejos, otro de los protagonistas del drama descomunal iba a correr, despavorido, treinta monedas como treinta brasas en la diestra Judas. El traidor de traidores mientras subsista sobre la tierra la ralea humana, y así hasta la eternidad…

Bueno, sí, pero a fin de cuentas y mirándolo bien: ¿a cuántos traicionó Judas? Al Cristo, ni más ni menos. Pero los Judas que crían esas guaridas de traidores: Marta y su segundo marido, las cúpulas del IFE, del TRIFE, de la Suprema Cort(a) de Justicia y de los partidos políticos, ¿ésos qué? A la luz de la historia y por la vía de la comparación, Judas no pasó de ser, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, un Judas de cartón en Sábado de Gloria. ?l no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, Judas de peso y tiempo completos, esos que el paisanaje viene padeciendo desde Plutarco hasta uno chaparrito, peloncito, etc.. Me refiero no al Plutarco, no el de las Vidas Paralelas, sino a Plutarco el Turco, que en 1929 parió un abominable aborto que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins., el de mi primo el Jerásimo. ¿Qué fue, qué viene a resultar el Judas de utilería junto a los Judas del Sistema de poder? ¿Qué viene siendo ante las sinvergüenzadas impunes del hombre de San Cristóbal, las de su segunda esposa, las de los hijastros y del resto de la parentela política lo único de político que en su vida ha tenido el ranchero Prozac..?

Judas. A la hora de su acción corrompida, el Izcariote cargaba sobre los lomos el maleficio no de la predestinación, como intentan algunos, sino el de la precognición. Judas tenía que perpretar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuellar, que esa ha sido traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la humana ralea Judas fue traidor en el drama del Justo, En el drama del paisanaje, en cambio…

Otra más: Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad suficiente para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica para luego pasar a la acción. ?l tenía la . conciencia bien afincada en su nidal, y tanto, que esa conciencia lo emplazó a encarar a los Judas del templo y por la cara aventarles las treinta monedas de la corrupción. ¿Los otros, en tanto? Esos siguen hasta hoy día con sus treinta monedas multiplicadas hasta el infinito bien escondidas en banco seguro, y ante autoridad ninguna planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peón a seguir en el cotidiano disfrute de sus treinta veces treinta mil hasta la náusea ¿Y nosotros, mientras tanto? Al reniego todos nosotros.

A ¡e-xi-gir!, y a la mega-marchita. Y no más, que la creatividad no es nuestro fuerte…

El Izcariote, tras de su acción execrable, no huyó a lo cobarde, no puso Dublin de por medio, no anda a estas horas sepa Dios dónde, como el modelo de priista corrupto, ladrón sin castigo y modelo de judío errante que se nombra Oscar Espinosa (¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? Ni tantito lo dudo; no somos un paisanaje que valore y conserve la memoria histórica). Judas no utilizó el burladero de una Secretaria de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y Bribiescas con todo y sus Asahagunes, nido de ratas, especímenes de una explosiva, una expansiva corrupción lucrativa e impune.

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es muchísimo menos villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerasimos, aliados naturales de blanquiazules yunqueros, caballeros de Colón y legionarios de Cristo, en el drama de unas masas que ni por padecerlos deciden llevar a cabo el ejercicio de pensar. Judas se murió como resultado de su acción corrompida; se murió de muerte violenta, nefanda, befa y vejación, sus talones penduleando sobre el solar denominado «Acéldama«, «Campo de los Alfareros». A Judas lo ajustició una especie de Procuraduría de Justicia aplicada por propia mano y en derredor del gañote. ¿Y los Judas de acá entre nos? ¿Y ésos? Si tan ásperamente batanea la Historia al tal, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la otra pasión, la de los 105 millones de empobrecidos por Judas de tal calibre como los vendepatrias adictos a la Casa Blanca, su Nuevo Orden Mundial y sus proyectos de corte neoliberal?

Pero, mis valedores, Judas Izcariote terminará en los altares. Pronto será San Judas Izcariote. ¿La razón? (Mañana)

Retablillo anual

El Ajusticiado de Viernes Santo, mis valedores. Hoy, como hace varios ayeres, aquí mi pregunta anual: aquellos de ustedes que viven pacíficamente su condición de descreídos, ¿releerán por estos días el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama del Gólgota, ¿los escucharán, quedo y a solas, por estos días? Qué bien. Así habrán de establecer una sana distancia con la estampida de la católica grey que se vive a estas horas arrastrando por playas, bares y discotecas, su fervor religioso, como también de curas, obispos y cardenales inmersos hasta el alzacuello en grillas políticas. Laus Deo.

El teólogo francés, a propósito: «La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de tos creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no cree en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él». Yo estoy de acuerdo. Rotundamente. ¿Y ustedes?

De imaginario reporte que imaginarios discípulos hacen llegar a María, madre del Ajusticiado, esto va para ustedes, quienes no conmemoraron el drama del Gólgota a la orilla del mar y bebiéndose con los ojos, como un licor más, el bikini y la tanga marca Serrano Limón. Dicho lo cual…

Compañera María. Sobre el paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana, tenemos informes de que fue acusado de terrorista y aprehendido por los rumbos de Ciudad Neza, donde decía sus parábolas al pobrerío. Secuestrado por la policía antiguerrillas, el compañero Jesús fue recluido en una cárcel clandestina y presentado ante el procurador de justicia, que no al no encontrarle elementos de culpabilidad se negó a juzgarlo, para luego lavarse las manos y ponerlo en las de los judiciales, que el tanto de toda una noche lo torturaron. No delató a sus compañeros de lucha Por si algo pudiese aliviar en trance tan doloroso, ha de saber que frente a sus torturadores Jesús se comportó como lo que es: no el terrorista, según lo acusaron, sino el purísimo espejo y flor de virtudes. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, si fue un varón de estatura cabal, que tuvo gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más valor tenía y lo único suyo, su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse como aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de su amargura, como también que la vida del luchador fue sencilla, al ras; que gustaba de caminar con los pies desnudos por la orilla del lago, y subir la montaña y alimentarse de frutillas y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar…

Se sabe que gustaba de la meditación; que a la hora de la acción era dado a reunirse con el pobrerío, y a los desheredados aconsejarles de igual a igual, con palabras domésticas, de esas que son agua y savia, vientre y raíz. Y sus parábolas: que el reino de la Verdad es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas.

El compañero Jesús, alias El Nazareno, fue humano hasta el tuétano; tanto,que días antes del prendimiento se reblandeció de repente, le sudaron sus manos y la frente se le perló de sudor: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este destino! Pero no se haga mi voluntad, sino…»

Parece, compañera, que a Jesús le agradaban las costillas parvas, insignificantes; que amaba la compañía de los pobres de espíritu, de los lisiados, de alguna ramerilla de poca monta (por ser de tantas, qué contrasentido); que tuvo la mansedumbre del hombrecillo de siempre y su temible fiereza cuando se trataba de morir por lo que vale la pena morirse Compañera María: su hijo tenía que acabar como termina todo el que tiene redaños para encararse a la burguesía cimarrona sabañón infecto del Sistema de poder, hija putativa del capital-imperialismo de los EEUU (de Roma, quise decir). Por eso fue que acabó hecho tirlangas de luchador, retazos de varón enterizo, piltrafa de Hombre, sin más. Así pagó su osadía magnifica ese al que a estas horas están segando la vida despaciosamente para mejor disfrutar, a lo sádico su agonía ¿Le serviría de consuelo? No pasa del mediodía dicen.

Ya falta poco, compañera María. Ya apenas alcanza respiro, entre lloraderas de una agüilla manándole de las mataduras. Una compa, María de Magdala, no pudiendo más, le repite, quedo: Tu vida, compita, mucho valió, pero tu muerte valdrá mucho más. Tu muerte cegará y segará la injusticia y la explotación del hombre por el lobo del hombre. Tu muerte será la inspiración del humano para persistir en la contienda (¿la utopia?) contra la inhumanidad del humano. Que a tu muerte podamos vivir; que tu muerte sea nuestra vida. Muere ya, y muere en paz, compañero Jesús, compañero…»

Jesús, flor y espejo, y frutilla madura de la Humanidad. (INRI.)

Ser o no ser…

Reina Gertrudis: «¿Hijo mío, qué os ocurre, que parecéis preocupado..?
Hamlet: «¡Señora, yo no sé parecer..!

Por cuanto a ustedes, mis valedores, y perdonando la curiosidad: ¿son, o parece que son? Católicos, quiero decir. Porque si son en verdad religiosos no están preparándose para volcarse y revolcarse en Huatulco, Cancún o Acapulco. Y a darle gusto a la tanga y al antro, al coco con ginebra y a la visión delirante de unas playas en brama de carnes en sancocho. Ah, semejante ensueño de los pubis entrevistos en la alcahuetería de la tanga, el bikini y un hilo dental que ni los de Serrano Limón, el pro-vida

Es tiempo de prueba, quiero decir, porque cuál pudiese aparecer más a propósito para certificar ante la propia conciencia que se es o no se es, que somos esencia o aparentamos ser; que hay congruencia entre nuestro dicho y acciones o somos sólo apariencia, Tartufos, gesticulación, redrojos…

Porque durante estos días de cenicientos de la llamada Semana Mayor o Semana Santa, la de los lienzos morados y un espíritu contratistado a la meditación del drama descomunal de la pasión y muerte del Justo, el cristiano (el católico, al menos) se demuestra a sí mismo la verdad de su fe, del fervor y dolor que le causa el ajusticiamiento de Jesús el Ungido. Y a recogerse y meditar, orar, dolerse con el Unigénito. Porque cristianos son (católicos, cuando menos), que no descreídos y apáticos como los miles de creyentes, los cientos de miles que, desde el día del bautismo, practican su religión, o serían simuladores, y no más.

Los descreídos no entienden, no tienen por qué contristarse con el drama inconmensurable del Calvario. Pero el católico…

Todo ello, mis valedores, porque salgo a la calle y algo en la lógica se me descuadra: entre quienes habitamos este hormiguero se asegura que los católicos son mayoría absoluta, aplastante, abrumadora Católicos en un 87 por ciento, válgame Pues sí, pero entonces…

¿Por qué en esta Semana Santa la ciudad capital se advierte tan solitaria, casi tanto como capillas y templos, basílicas y catedrales? Todos los habitantes de la ciudad que en los días de más honda tragedia en la religión católica se marcharon detrás de la diversión y la disipación, esos no son, no pueden ser católicos. Decidirse sí, sí nombrarse, y a la menor provocación de Norbertos y Onésimos colmar el Goloso de Santa ?rsula y a su hora, a media calle y en la plaza pública gritar contra la legalización del aborto. Católicos no pueden ser. Agnósticos sí, descreídos, apáticos o librepensadores; todo, menos católicos, o la presencia de alguno en Acapulco la noche de un Viernes Santo el remoquete de católico sería una afrenta y un ultraje para esa religión. No…

Bueno, sí, ¿pero entonces por qué tan solitaria la ciudad capitalina? ¿Tan pocos son los católicos que en los días santos permanecieron en la metrópoli? No entiendo. Para mí ese es un misterio más difícil de desentrañar que el que torturaba a San Agustín: que Dios, siendo uno, sea trino. ¿Pues qué, tan pocos católicos viven en la ciudad, los que conmemoraron en los lugares apropiados de esta ciudad los llamados días santos, contristado el ánimo ante la pasión y muerte de Jesús el Ungido? Por algo a su hora lo afirmó un jerarca católico, el hoy difunto Genaro Alamilla, obispo emérito de Papantla, Veracruz:

«El mexicano es un analfabeta religioso. Es muy doloroso reconocerlo, pero la Iglesia Católica debe reconocer que se ha olvidado de orientar a los feligreses sobre el verdadero sentido del cristianismo. En lugar de impartir adecuadamente la doctrina, sólo ha privilegiado el culto. La Iglesia no ha educado de manera religiosa al católico. En vez de realizar su misión apostólica ha preferido dedicarse sólo al culto y a la política, provocando con ello que México sea una nación de analfabetismo religioso…»

Y en realidad objetiva: el tiempo presente es el de las vacaciones, vale decir tiempo de juerga, jolgorio, jácara, diversión. Cuánto admiro eso que ocurre a estas horas en Iraq, con el hombre que, su Santo Corán en la mano, extrae de su práctica religiosa la norma de la conducta personal, y la mística, el temple, la reciedumbre para sacar la cara (la vida) por su país invadido por un misticoide ex-alcohólico que, al más puro estilo de católico en Acapulco dice hablarse con Dios. ¡Dios!

Católicos en Huatulco, Cancún, Acapulco. Y a su regreso, la cantaleta, el reniego, el griterío, la exigencia: ¡que en Los Pinos y anexas les pongan no a esos tales ilegítimos, no a beatos ni a vendepatrias, sino a verdaderos estadistas con todo lo que el estadista debe tener respeto a las leyes, patriotismo y sensibilidad social. ¿Lo exigen esos católicos? Bah…

De los tales, mis valedores, ¿saben ustedes lo que dijo el Cristo? «Que los muertos entierren a sus muertos». (Qué más.)

Si yo supiera…

Nos puede ocurrir. Una de estas noches estamos así, miren (yo no), como porristas de la Perra Brava, arranados frente al cinescopio y, ojos y boca abiertos de par en par, bebiéndonos el clásico pasecito a la red con el que el duopolio de la televisión nos hace sentimos héroes por delegación. «¡Y goool, compadrito! ¡Ya metimos otro gol! ¡Vamos uno a cero, y salucita porque este triunfo ya lo tenemos en la bolsa.!»

A ver, a ven ¿nosotros metimos, nosotros ganamos? ¿Inflando el vientre a punta de cervezas (yo no) mientras el físico, por falta de ejercicio físico, se nos torna fofo, guango, ovachón, envejecido? ¿Goleamos nosotros, aplastados a dos nalgas frente al Gran Canal del Desagüe, donde se desagua la Televisa? ¿Nosotros, sedentarios que, culpa del cigarrito y el pomo, no tenemos condición física para correr un kilómetro? ¿Nosotros..?

Pero ándenle, que de repente el delantero rival se pica rumbo a nuestra área chica, y lo tenemos ya a unos metros de nuestra puerta, y nos va a soltar el bombazo, y nosotros, de los puros nervios, nos las estamos tronando (las manos). De repente, friégale, que explota el televisor, que el cinescopio se tizna (de tizne), y el ánimo se nos tizna (de tizna), y el ambiente, hasta ahora corrompido por el tabaco, el licor y una digestión laboriosa, acaba de corromperse con la pestilencia del cable quemado.

– ¡Cácaro! ¡Gordis llámate al técnico, pero ya!

Y sí, que por esa puerta va a entrar uno de bata blanca, logotipo y razón social en inglés, el cual (no el logotipo, el técnico), ante nuestra zozobra abrirá la tele, y después de jurgunearle esta marinola y apretarle esta chafaldrana, va a acabar extendiéndonos una nota del orden de pesos tantos mil trescientos veintiuno, dejemos el veintiuno en treinta con el redondeo. Es entonces cuando, infelices, echando mano a los ahorros, el suspirar y la blanda queja:

– Caracso, me siento como violado con la sospecha de que el técnico me pasó a transar. Si yo supiera de electrónica..

Otro día nos vamos a enterar por el este (por el Esto, perdón. ¡Leemos el Esto! (yo no) de que perdimos (3-1)…

Y pudiese ocurrir que otro día va uno tranquilamente en el volks. rumbo al «weekend«, como los buenos mexicanos denominamos al día de campo. En el asiento delantero la Chapis, y los escuincles atrás, con la de a litro, los tacos, la guitarra, el Nerón y la suegra, en ese orden. Esto es vida, ¿no, gorda? A ver, búscate en el radio la quebradita..

¡La quebradita! De repente mofles, que el mofle se echa tres (explosiones) (falsas), y que al volks. se le para (el motor), y que ahí murió (la cucaracheta). Y ándenle, que a la vista de la grúa, el mecánico, el desarmadero de tolvas, bielas, cojinetes, chumaceras y cigüeñales, con el escalofrío recorriéndonos el espinazo ante los miles del cuentón que con la ayuda de una sumadora electrónica está formulando el máistro mecánico, y frente a la lóbrega sospecha de que semejante desmadre se hubiese podido remediar forrando el fusible con un cachito de papel de estaño, del de la caja de cigarros, uno suspira, y entre suspiro y suspiro:

– Chintrola, si yo supiera de mecánica..

Y eso mismo va a suceder con la limadora, la lavadora, el refrigerador, el estereofóníco). «Ah, si yo supiera de aparatos electrónicos…»

A mi problema quería yo llegar. Desayunando en el comedor (desayuno neoliberal, café negro con galletas de animalitos) y en pleno deleite estético con la cantata de Bach, de repente el dromedario se me atoró en el gañote: la cantata había sido aplastada a lo abrupto, y el radiecito comenzó a ventosear la vibrante voz, timbre sonoro, de ese líder natural y estadista de fuste, carisma puro (sobre todo cuando arrisca su ceja izquierda) que desde Los Pinos y en plena cara me estampó su parrafada:

¡Con la aprobación de la nueva Ley del ISSSTE se demuestra que los acuerdos políticos son posibles: demuestra que la democracia en México funciona; demuestra que los políticos se pueden poner de acuerdo para lograr los cambios que México necesita.!

Cerca ya la jubilación luego de media vida tras de un escritorio, en el gañote los cuartos traseros de un burro de buen tamaño, me quedé mirando el aparatejo, le lancé una excomunión tamaño Norberto por no haberse tronado antes de permitir que el carismático lo usara para agredirme con la parrafada Rechinando los premolares dejé ir el anatema y el suspiro de resignación:

-Ah, si yo supiera de reformas al ISSSTE…

Ahí, mi única «Poca confianza ¿No viste la encuesta de ayer en Reforma? El 62% de los interrogados está de acuerdo con la nueva imposición del Banco Mundial. Y esos sí saben. Confía en ésos, mi amor. (Bue?)

¿Aborto en México..?

Legal o ilegal, se ha practicado siempre y en todos los estratos y grupos étnicos. Fingir ignorancia al respecto no es más que hipocresía de las buenas conciencias. Porque durante toda su historia la sociedad mexicana lo ha practicado y practica al margen, a pesar y en virtud de la legislación penal que siempre lo ha sancionado. La clandestinidad en que se realiza debido a la prohibición legal repercute en creciente agravamiento en distintos aspectos de la vida comunitaria. Como en el caso de las mujeres de muy escasos recursos económicos, se enunciaba ayer. Leo a quienes del tema conocen, los verdaderos especialistas en un problemón tan sensible, tan delicado:

«Sólo un factor tiende a inhibir entre los pobres el número de abortos, y ese es el miedo. La paciente pobre no tiene los recursos económicos para acudir a un sanatorio de calidad, de modo que se resigna a parir un hijo no deseado o se arriesga y se somete a un aborto barato, burdamente practicado y, por lo mismo, sumamente peligroso. El único factor universal en torno al aborto es la determinación de mujeres desesperadas que, al enfrentarse a embarazos no deseados, intentan a cualquier costo que se les practique un aborto…»

Y es que en este país coexisten dos Méxicos, uno ficticio y otro real, y la contradicción entre los dos es enorme. La consecuencia es el predominio de la mentira que, a su vez, constituye una de las causas de la corrupción y la inmoralidad públicas. El problema del aborto es un ejemplo muy claro de esta situación. Las prohibiciones prolongan y fortifican el país irreal, el país de las frases, frente al país real, el país de los hechos. Esta es una de las razones que nos inclinan a pensar que la legislación, que condena la práctica del aborto debe ser modificada Suprimirse, de plano. En fin.

Leo, y me sorprendo, que el aborto es practicado mayormente por mujeres casadas, católicas y madres de muchos hijos, en una edad promedio de 30 años. No es, como se dice, un problema de jóvenes, de solteras o de relaciones ocasionales o extra-conyugales. «En el DE, los médicos practican sólo uno de cada 12 abortos, y las mujeres no sólo mueren por aborto, sino que, además, quedan lesionadas, en un alto porcentaje, en su capacidad reproductiva, sexual y de salud general».

Y juicios morales que en el investigador me parecen fuera de tono: «Muchos representantes de la Iglesia Católica, que tiene un frente hipócrita de aparentes principios morales, abstractos y metafísicos, deben darse cuenta de que, al obstaculizar los caminos para un correcto tratamiento del problema del aborto inducido, con sus amarillistas campañas sacrifican a muchas mujeres mexicanas, contribuyendo a elevar el terrible nivel de mortalidad femenina por causa de abortos complicados, practicados clandestinamente, y destruyendo así valores fundamentales, como el bien común, y la dignidad y el respeto a la vida de la persona humana, que tanto profesan. La Iglesia Católica -su jerarquía ultraconservadora, correctamente- debe reconocer que el aborto inducido no es un delito, aceptar que cae en la jurisdicción de la moral individual, y que la decisión corresponde a la pareja, esencialmente a la mujer. Sin más.

Por cuanto al Estado: debe ser imparcial, reconocer que el aborto inducido no es un delito y aceptar que cae en la jurisdicción de la moral individual y que la decisión corresponde a la pareja.

Asi como no puede obligar a las mujeres a confesarse, comulgar o practicar cualquier otro rito, tampoco debe convertir en delito un problema de moralidad intima, como es el aborto».

Y que al margen de consideraciones religiosas, el feto es una persona humana sólo en potencia, por lo que interrumpir su desarrollo vital no tiene ni el valor ni las consecuencias que tendría en un ser humano «actualizado». Que la mujer, al abortar voluntariamente, no está calificando al producto de su concepción como persona humana y que, puesto que es a ella a quien corresponde primordialmente valorarlo, el interrumpir el desarrollo vital del producto de la concepción, hasta su viabilidad, no es inmoral ni punible.

Planteaba yo ayer el meollo de la espinosa cuestión: ¿en qué momento un ser viviente, producto de una concepción humana, es ya una persona? La apreciación del judaismo: «Hay persona humana sólo después del nacimiento. Antes lo es sólo en potencia Por lo tanto, no hay asesinato en el aborto».

Pus sí, pero ahí la fuerza del dogma en el que se escuda la Iglesia Católica: que el embrión es una persona humana desde el momento de la concepción; que interrumpir el embarazo significa atentar contra las leyes divinas (proclama de Pío IX en 1869). Pero aun dentro de la misma Iglesia se expresan voces divergentes, «de representantes eclesiásticos que tratan de ser congruentes con el marco social, ideológico y científico que estamos viviendo». En fin. Legalización del aborto. (Sigo algún día)

¿Abortos en México..?

Reformas al ISSSTE, legalización del aborto. Por un momento, mis valedores, estuve tentado a preguntarles: ¿ustedes qué opinan de unos asuntos que provocan a estas horas crispación y espeluznos en la conciencia pública? Pero no, que pensándolo mejor y por escrúpulos de honestidad personal, varió el sentido de mi pregunta: del aborto y su presunta legalización, ¿qué saben ustedes? ¿Qué tanto conocen de las reformas al ISSSTE ya aprobadas por la mayoría legislativa en San Lázaro? Las fuentes de donde tomaron la información y el conocimiento, ¿confiables? ¿Libros, aulas, maestros? ¿O radio, a lo mejor? ¿Televisión, prensa escrita? Sus fuentes, ¿objetivas, confiables, acordes con la Historia y la realidad objetiva, o sesgadas, manipuladas, erizadas de trampas verbales y verdades a medias, que a fin de cuentas son mentiras completas? Sus informantes: ¿aliados de ustedes o voceros del Sistema de Poder? Mis valedores…

Van aquí reflexiones diversas que entresaco de fuentes para mí fidedignas, y si alguno me interpela: «¿Cómo sabré que tú sí eres imparcial? Yo le contesto: no, yo no lo soy, que eso está fuera, o casi, del ámbito humano. Yo soy parcial, pero parcial a favor de las mejores causas de mis aliados históricos, que son todos ustedes, el paisanaje. Yo no soy, nunca he sido, y nunca habré de ser (algo me conozco) aliado de la Súper-estructura, la del Poder. Así pues…

La definición del aborto, en primer lugar. «Es la extracción o expulsión del feto por razones personales, voluntad propia o varias más, antes de que pese 500 gramos o tenga 20 semanas de gestación. Existe el aborto inducido, sea por razones médicas en relación con la madre o con el feto, razones éticas o humanitarias como violación, incesto, trato sexual con menores o personas con deficiencias o enfermedad mental, planeación familiar, ilegitimidad, etc.»

Y la pregunta fundamental: ¿es un ser viviente el huevo no fertilizado? La ciencia duda, o no lo sería La opinión del embriólogo: «En un sentido, no. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario, pero cuando veo al microscopio la estructura física del hombre embrionario no veo ningún vehículo del alma rumbo al cielo, sino sólo frágiles cúmulos de células animales…»

El aborto y los «medios«. Opiniones y análisis que ahí se publican han provocado que en nuestro país el aborto provoque en las masas reacciones muy negativas porque ha sido relacionado con crimen, asesinato, homicidio, pecado, libertinaje, destrucción, egoísmo. Puras razones morales, para ignorar las del tipo social y económico. «Quienes se oponen al aborto, siempre en función de sus intereses de clase y posición ideológica, son los partidos políticos y profesionales de la clase media, organizaciones patronales, eclesiásticas y religiosas y caciques regionales (…) Ello propicia una monstruosa demanda de abortos, un mercado negro e ilegal practicado por mercaderes (…) Pero el aborto es un problema de derechos humanos, algo que debe decidir fundamentalmente la mujer. Ni la Iglesia ni el Estado pueden disponer de él…»

Por cuanto a la Iglesia Católica, la conclusión del Concilio Vaticano II:

«Cualquier cosa que esté opuesta a la vida misma, como son cualquier tipo de asesinato, genocidio, aborto, eutanasia o la auto destrucción voluntaria… Todas estas cosas y otras de este tipo son en verdad infamias. Envenenan a la sociedad humana, pero hacen más daño. Además, son un deshonor supremo para con el Creador…»

Criterio que fluye a contracorriente del protestantismo, que acepta el aborto y la contra-concepción. Y la realidad objetiva…

En México la ley castiga el aborto. ¿Se practica a lo clandestino? El investigador: «En nuestro país las mujeres abortan. Claro que abortan, y en cantidad inimaginable. Pero nosotros queremos creer que no lo hacen; el Estado cree castigar el aborto y por ello quiere creer y hacernos creer que no existe El número de juzgados y sentenciados por este delito es casi imperceptible, frente a los millones y millones de abortos, desde que están en vigor las leyes actuales. La sociedad mexicana cierra los ojos ante el aborto mientras lo practica a escondidas, y el fenómeno sigue en aumento, precisamente por la actitud puritana del Estado de mantener una norma legal absolutamente impracticable. Es indeseable que las mujeres aborten en condiciones antihigiénicas, pero es peor que el Estado las sancione por hacerlo. Las mujeres sin recursos económicos…» (Sigo mañana)

Lobos de Dios

Vocación de pirómanos. Ayer, por salvarles el alma, los antecesores de Ratzinger quemaban a las mujeres un cuerpo que previamente habíanles torturado a lo bestial. Hoy, el inquisidor disfrazado de Benedicto les deja intacto el cuerpo, pero su alma la condena a las llamas del fuego eterno. Esto, a las insensatas que osan declararse dueñas de su propio cuerpo. Vade retro! Decíamos ayer: la tortura como forma de indagar la verdad o «legalizar» la mentira. Yo, por explicarme el horror que me provoca la lectura del documento que describe el tormento que el «Santo Oficio aplicó a alguna anónima infeliz, recordé haber escuchado cintas magnetofónicas con las últimas sesiones de maltrato físico que torturadores del Reclusorio Norte aplicaron a un detenido (Ricardo López) a quien forzaban a declararse secuestrador (y asesino, posiblemente) de un menor de edad. El joven falleció en la tortura, y el crimen permanece, hasta hoy, impune. Es México.

La sacudida que experimenté al escuchar frases jadeantes, entrecortadas, reiterativas, con que el joven contestaba a su torturador, la padecí una vez más al transcribir para todos ustedes la crónica, el testimonio electrizante de la sesión de tormento que en alguna de las cámaras de la apodada «santa» Inquisición aplicaron a cierta desdichada (a la que voces anónimas habían acusado de judaizante) el fraiIle dominico y sus torturadores, esto en la España del «santo» Oficio, la del siglo XVI. Ayer dije: de que a alguno, en leyendo este horror, se le amargue la saliva, es cosa de imaginación, de sensibilidad, porque el testimonio… espeluznante:

Ordenaron entonces que la pusieran en el potro. Dijo ella:

«Señores, ¿por qué no queréis decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo… ¿acaso no he dicho lo que hice, todo?» Le ordenaron que lo dijese. Dijo: «No me acuerdo… sacadme de aquí…, hice lo que dicen los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo».

Le ordenaron que dijese. Ella dijo: «No lo sé. Oh oh me están desplazando… he dicho lo que hice… soltadme». Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo: «Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he reconocido que lo que he hecho me ha traído estos sufrimientos… Señor, tú conoces la verdad… Señores, por el amor de Dios, tened piedad de mí. Oh Señor, quita estas cosas de mis brazos… Señor, suéltame, me están matando».

La ataron en el potro con las cuerdas, la instaron a decir la verdad y ordenaron que apretasen los garrotes. Ella dijo: «Señor, ¿no veis cómo esta gente me está matando? Señor, lo hice., por el amor de Dios, suéltame». Le ordenaron que lo dijera. Dijo: «Señor, recuérdame qué decir. Señores, tened piedad de mí…, lo hice., sacadme de aquí y recordaré lo que aquí no puedo».

Le dijeron que dijese la verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella: «Recordadme lo que tengo que decir porque no lo sé… Dije que no quería comerla… Sólo sé que no quise comer carne Esto lo repitió muchas veces. Le ordenaron que dijese por qué no quiso comerla. Dijo ella: «Por la razón que dicen testigos… no sé como decirlo… desdichada de mí que no sé cómo decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?» Luego dijo que, como no lo hizo, ¿cómo podría decirlo? «No quieren escucharme.., esta gente quiere matarme… soltadme y diré la verdad». De nuevo la exhortación a decirla verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo hice…, lo hice por lo que dicen los testigos… soltadme… he perdido el juicio y no sé cómo decirlo… me están arrancando el alma., ordénales que me suelten., hice lo que dice la Ley».

Le preguntaron qué Ley. dijo: «La Ley que dicen los testigos… lo declaro todo… oh desgraciada madre que me parió» (…) Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortación a decir que Ley era. Dijo ella: «Si supiera qué decir, lo diría ¡Oh, mi corazón! ¡Oh Señor, me están matando..!»

Le dijeron que si deseaba decir la verdad antes de que le echase el agua, que lo hiciera y así descargaría su conciencia Ella dijo que no podía hablar y que era una pecadora Luego colocaron en su garganta la toca (embudo) de lienzo y ella dijo: «Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me revuelve el estómago». Entonces vertieron una jarra de agua Ella pidió a gritos confesarse diciendo que estaba muriendo. Le dijeron que la tortura continuaría hasta que dijese la verdad, pero aunque la interrogaron repentinamente ella habla quedado silenciosa…»

A esto quería llegar. Mis valedores: ¿alguno se habla con Norberto Rivera, cardenal de la Iglesia Católica? De ser así, ¿quiere mostrarle esta crónica y ya que la lea preguntarle si en un oficio santo como excretor de excomuniones no añora los métodos del «Santo» Oficio? Porque motivos para la añoranza ahí están ¿Que ya no hay judaizantes? Pero sí herejes que se atreven a abortar, aunque lástima en vez de potro de tormento nomás hay excomuniones. En fin. (Laus Deo.)

Perros de Dios

El interrogatorio policíaco, mis valedores, ¿alguno lo habrá escuchado? Yo sí, que en cinta magnetofónica oí la última confesión de uno de los tantísimos fallecidos en los reclusorios de esta ciudad. Fallecido en la tortura. Joven él, hasta antes del torturador llevó el nombre de Ricardo López, desdichado al que en la celda de tortura trataban de forzar a declararse autor del secuestro de un menor de edad. ¿Alguno de ustedes recuerda el caso..?

Porque escuché (y se me amargó la saliva) aquellas sesiones de lamentos, quejidos, jadeos e intercambio de frases machuconas, entrecortadas, reiterativas, con que una y otra vez el torturado contestaba las frases cortas, indiferentes y rutinarias, de uno de oficio torturador; por eso capto el sentido trágico de la sesión de tormento que padeció una desdichada mujer, y no en el Reclusorio Norte, como Ricardo López, sino en la España del siglo XVI, a manos del monje dominico y sus torturadores, que la forzaban a declararse judaizante. Exacto: la «Santa» Inquisición, hoy con su nuevo nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que es Joseph Ratzinger el gran inquisidor. Transcribía el documento, con su cargazón de realismo dramático, y la boca se me amargaba una vez más. Ojalá que en leyéndolo, cuestión de imaginación y sensibilidad, ustedes no permanezcan indiferentes. La sesión de tormento de la «Santa» Inquisición:

A la desdichada la llevaron a la cámara de tortura. Que dijese la verdad, le ordenaron Ella: «No tengo nada qué decir». Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó silencio. Dijo, una vez desnuda:

«Señores, he hecho todo lo que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme en semejante brete, plague a Dios, no he hecho nada.»

Le dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijese la verdad. Empezaron a atarle los brazos, dijo: «He dicho la verdad, ¿qué tengo qué decir? Nada, Señor, nada tengo qué decir».

Le aplicaron una cuerda en los brazos y la retorcieron y exhortaron a decir la verdad, pero dijo que ella nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: «Decidme lo que queréis, pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese qué había hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se le diese otra vuelta a la cuerda. Exclamó: «Soltadme, señores, y decidme lo que tengo que decir, no sé lo que he hecho. ¡Oh Señor, apiádate de mí!»
Dieron otra vuelta a la cuerda y ella dijo:

«Aflojadme un poco para que pueda recordar lo que tengo que decir, no sé lo que he dicho, no comí carne de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo, soltadme y diré la verdad». Se le ordenó otra vuelta más a la cuerda, entonces ella dijo: «Soltadme y diré la verdad, no sé lo que tengo que decir… ¡Soltadme por el amor de Dios… decidme lo que tengo que decir… lo hice, lo hice., me hacen daño. ¡Señor…, soltadme, soltadme y lo diré!»

Le dijeron que lo dijese, y dijo «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice… me hacen daño, Señor…, soltadme, soltadme y lo diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice… No tengo nada que decir… ¡Oh mis brazos! Soltadme y lo diré».

Le pidieron que dijese lo que hizo y dijo «No lo sé, no comí porque no quise». Le preguntaron por qué no quiso y replicó: «Ay, soltadme, soltadme… sacadme de aquí y lo diré cuando me hayáis sacado… Digo que no comí».
Le ordenaron que hablase y dijo: «Señor, no la comí porque no quise… soltadme y lo diré».

Le ordenaron que dijese lo que había hecho contra nuestra santa fe católica Dijo: «Sacadme de aquí y decidme lo que tengo que decir… me hacen daño… ¡oh mis brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió: «¡No me acuerdo… decidme lo que tengo que decir… ¡Oh, desgracia de mí! Diré todo lo que quieran, señores… me están rompiendo los brazos… soltadme un poco… hice todo lo que se dice de mi«.

Le ordenaron que contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿Qué se quiere que diga? Soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que decir… ¿no veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! ¡Mis brazos! ¡Se están rompiendo mis brazos! Se ordenaron más vueltas, y mientras las daban exclamó: «Soltadme pues no sé lo que tengo qué decir; si lo hice… lo diría…»

Ordenaron que apretasen más las cuerdas. Dijo: «Señores, ¿no sentís piedad de una mujer?» Le dijeron que sí, si decía la verdad. Dijo ella: «Señor, dime, dímelo». Volvieron a apretar las cuerdas y ella dijo: «Ya he dicho lo que hice». Le ordenaron que lo contase con detalle, ante lo cual dijo: ‘Tío sé cómo contar, Señor, lo que no sé». Separaron las cuerdas y las contaron, y había dieciséis vueltas. A la siguiente, la cuerda se rompió. (Mañana.)

Los herejes, ¿quiénes son?

El fanatismo, dije a ustedes en Radio Universidad el domingo anterior. El fanatismo eriza su racimo de cabezas y cobra fuerza una vez más, como en los lóbregos tiempos de Giordano Bruno, Galileo Galilei. Juan de Hus y tantísimos más de esos «herejes» que alimentaron con su carne y sangre las hogueras del dogma, el prejuicio y el oscurantismo medievales. Y ya saben ustedes lo que de todos los Ratzinger inquisidores que en la historia han sido puntualizó Shakespeare:

«Claro que existen los herejes: son los que encienden las hogueras».

Ahora, por suerte para los provocadores del escándalo entre las buenas conciencias, el linchamiento es puramente simbólico, que las hogueras han sido sustituidas por otra más de las sobrevivencias del universo medieval: la excomunión, esa que está por caer, fulminante centella, sobre la testa de algunos que, a juicio de los Ratzinger inquisidores, practican la moderna herejía Lóbrego.

Porque hoy, una vez más, como en los tiempos de Galileo, el conocimiento científico recibe la embestida del dogma, el prejuicio, el tabú y el pensamiento mágico, esta vez con el pretexto de la legislación que sobre la legalización del aborto formulan en la Asamblea Legislativa diputados del Revolucionario Ins. y De la Revolución Democrática, vale decir: la ley que oficializa un hecho fehaciente, ante el que los escandalizados han cerrado los ojos: el aborto que a diario se practica en el país: diez diarios tan sólo en esta ciudad, la mitad de ellos clandestinos. ¿Qué dicen a esto los providas yunqueros y opusdeístas, legionarios de Cristo, caballeros de Colón y del Santo Sepulcro..?

Va aquí, mis valedores, esa pregunta que constituye la piedra filosofal, para la cual no se ha encontrado la respuesta en que coincidan ciencia, magia y religión: «¿Cuando se hacen humanos los productos de la concepción humana?» O en otras palabras: «¿En qué etapa de su desarrollo es el embrión, o feto, un ser humano..?»

La respuesta nunca ha sido fácil, por más que a su hora trataron de contestarla desde Hipócrates, Aristóteles y Galeno, hasta Tertuliano, Gregorio de Nisa y los santos Jerónimo, Agustín, Apolinar y mi tocayo De Aquino, quien afirmaba que el germen humano pasa por una etapa vegetativa y otra animal, de tal modo que el feto, según él, es ya una criatura humana a los 40 días de permanencia en el vientre materno, en el caso del hombre, y a los 80 en el caso de la mujer. Frente a los conceptos medievales y ante la interrogante fundamental, el pensamiento científico duda: «¿Es un ser viviente el huevo no fertilizado?» Más dudas que certezas genera la respuesta del embriólogo: «En un sentido, no. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario». Pero más adelante: «Cuando veo al microscopio la estructura física del hombre embrionario no veo ningún vehículo del alma rumbo al cielo, sino sólo frágiles cúmulos de células animales…»

El protestantismo, a propósito, acepta el aborto y la contra-concepción, criterio que fluye a contracorriente al de la Iglesia Católica, que lo sentenció a modo de conclusión del Concilio Vaticano II:

Cualquier cosa que esté opuesta a la vida misma, como son cualquier tipo de asesinato, genocidio, aborto, eutanasia o la auto-destrucción voluntaria… Todas estas cosas y otras de este tipo son en verdad infamias. Envenenan a la sociedad humana, pero hacen más daño a aquellos que las practican que a aquellos que sufren el daño. Además, son un deshonor supremo para con el Creador…»

Deshonor para el Creador, ni más ni menos. Pues sí, pero más allá del sentimiento religioso y las invocaciones a Dios, tan sólo en esta ciudad, revela La Jomada, el gobierno atendió en apenas dos años 7 mil casos de aborto, mientras que la cifra de cirugías clandestinas cuadruplicó tal cantidad. Sólo un factor tiende a inhibir entre los pobres el número de abortos, y ese es el miedo. La paciente pobre no tiene los recursos económicos para acudir a un sanatorio de calidad, de modo tal que se resigna a parir un hijo no deseado o se arriesga, de plano, y se somete a un aborto barato, burdamente practicado y, por lo mismo, sumamente peligroso. El único factor universal en tomo al aborto es la determinación de mujeres desesperadas que, al enfrentarse a embarazos no deseados, intentan a cualquier costo que se les practique un aborto. En fin. Tengo aquí, contrapunteados, puntos de vista de científicos y religiosos de diversas doctrinas que analizan el aborto. (Sigo después.)

Y lo mataron

En su tierra salvadoreña mataron a Monseñor ?scar Arnulfo Romero, que es decir al hombre, al religioso, al luchador, al mártir. El arzobispo y salvador de El Salvador, fue asesinado aquel 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en su iglesia de barrio en San Salvador. Desde un año antes, el hombre de iglesia estaba presto a entregar la vida por la causa que amaba. Y no es que sin motivo presintiera su muerte, no, que bien conocía a quienes lo acechaban a todas horas, fanáticos de los escuadrones de la ultraderecha (ARENA) que creara un Roberto D’Abuisson, quien iba a ser su asesino intelectual y que, justicia inmanente, no iba a tener buen fia La palabra viva del bienamado de su gente:

He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decir que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Si llegasen a matarme perdono y bendigo a quienes lo hagan…

Y lo hizo la bala asesina de un sicario contratado por el D’Abuisson canceroso del ánima, que al poco tiempo fue asesinado también, sólo que por un cáncer fulminante que del ánima se le fue al organismo. Metástasis.

Profeta al modo de Isaías, y como profeta defensor de los desvalidos, el arzobispo fue asesinado en el preciso momento de la consagración, al elevar la hostia en la la celebración de la misa Su cuerpo cayó fulminado al pie del altar. Uno de sus fieles, su amigo fiel: «Lo supe a las tres de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando acababa de nacer la primavera La mañana había sido calurosa y clara Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva, generosa, blanca, que envolvía los cerros. Oscar compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa, amaestrada, prevista La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído (…) El gran Mártir de América había ganado la batalla a sus asesinos…»

Ojalá se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás…

Eran años aciagos para El Salvador; acababa de estallar una crudelísima guerra civil entre la guerrilla del Farabundo Márti de Liberación Nacional y el ejército gubernamental apoyado, naturalmente, por el gobierno de Estados Unidos. El conflicto se prolongó el tanto de 12 años. El armisticio se iba a firmar en el Castillo de Chapultepec. Aquí, unas colonias adelante…

Como Pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse sus amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección del El Salvador. Yo resucitaré en las luchas del pueblo…

La homilía del arzobispo Romero que le granjeó una bala en el pecho:

Queridos hermanos: terrible lo que ha ocurrido durante estos meses de un nuevo gobierno que precisamente decía querer sacarnos de estos ambientes horrorosos. El martes pasado, el Papa recoge el número de víctimas que ha habido en Italia, sobre todo en estos días. Si el Papa estuviera en mi lugar, no señalaría sólo los crueles asesinatos en Italia, sino que se llevaría tiempo recogiendo día a día testimonios de numerosos y numerosos asesinatos…

Sin las raíces en el pueblo, ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarlo a fuerza de sangre y dolor… Yo quiero hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles:

¡Hermanos: son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, que dice no matar..! ¡Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios! ¡Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla! ¡Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado! ¡La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación!¡Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con sangre..!

¡En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos: les suplico! ¡Les ruego! ¡Les ordeno en nombre de Dios! ¡Cese la represión..!

Esa requisitoria del Profeta a los represores de salvadoreños vino a significar su muerte al pie del altar. Y lo mataron. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, mártir, ejemplo y guía de pueblos. (A su memoria..)

Bilis negra,renegrida

Esto que voy a contarles me ocurrió la tarde del viernes pasado, yo a medio desvestir y la amiga toqueteando mis regiones abajeñas. A solas estábamos en aquel discreto recinto de espaldas al tráfago de la ciudad. Ella, doctora y amiga mía (me conoce bien, y sin embargo es mi amiga), me enfocó los bifocales en las zonas blandas: «Lo malo es que usted toma muy a pecho la vida, y ese vendaval de politiquería barata que tan cara nos sale a los mexicanos le altera la salud. Urge ir a la acción, pero ya».

– Pero no acción armada, que estaríamos condenados a perder. Y si no, estudie la historia En la organización celular autogestionaria está la verdadera acción para lograr (nosotros, el paisanaje) ese cambio de Poder que nos urge.

– ¿Ve? Hasta en la morgue está usted grillando. No, que otra es la acción de la que hablo; hacerle unos estudios, no vaya a ser. Su vesiculita..

«Su vesiculita», dijo. Porque eso es muy’ cierto, mis valedores; yo vivo a lo vivo el oficio del diario vivir esta vida que, dulzona a momentos, de súbito se nos torna rasposa, abrojuda, amarga de bilis desparramada Y sí:

– Radiografiármela pues. ¿Termino de desnudarme?

No, que antes tendría que pasarme tres días a base de una dieta especial, calculada en términos de salario mínimo. «Totalmente vacío de su sistema digestivo debe llegar al examen clínico para poderle checar su vesiculita.

«Checar», dijo. Y ni hablar. Ni comer. Tres días viviendo de yerbas, pellejos, retazos, morisqueta vil. Al cuarto, métete al cuarto (el laboratorio); yo, ánimo y estómago fruncidos, sentía dentro de mi calavera el zumbido de debilidad. Salario mínimo. «Desnúdese, póngase esta bata, tiéndase en esa plancha».

Helada De fierro vil. Y el escalofrío, sobre todo en la región trasera, que la bata no logra cubrir. De ahí en adelante, como al son del Kama Sutra: que no se me mueva tanto, que muévase para acá, que póngaseme boca abajo, y que ahora boca arriba, y que de ladito, y que agarre mucho aire, porque el siguiente nos lo vamos a echar en cuatro puntos (a gatas), o sea el examen, y que ahora suéltelo todo, el aire, y que… Yo, con aquel remedo de bata minúsculo que al menos movimiento se abría y desfloraba mostrando a los bifocales el minusculito y zonas circunvecinas, qué mortificación…

Pues sí, pero ahí el problemón: por algún motivo (nervios, sobre-excitación), mi «vesiculita» no resultó fotogénica; no retrataba con claridad, sino afantasmada, y cuando debiera hincharse permanecía huera, vacía de bilis, pero tenía que aparecer vacía retrataba preñada, para acabar regándola, eyaculación precoz, toda la bilis, válgame

Y en cuestión de segundos cómo agregar una carga más de jugo biliar. La doctora, un rato de silencio, de reflexión, para súbito (me conoce bien):

– ¿Qué opina de los primeros cien días de gobierno del chaparrito?

¡Friégale! (perdón, ¡tíznale!, quise decir.) Mi «vesiculita», de vejiga chupada, se hinchó, sapo charquera, como al efecto de docena y media de viagras: panzona de
bilis renegrida, estupenda para la foto. La doctora (me conoce bien, ¿lo dije antes?):

– ¡Lo logramos! ¡Así, no se mueva, no se me salga de la suerte, no se vaya a vaciar antes de tiempo y me deje a medias sin lograr otra foto..!

Pues sí, pero no. Ahora mi «vesiculita» tenía que evacuar, pero ella estreñida, y cómo carambas vaciarla, si yo en los hígados tenía estampada la facha del peloncito, jetoncito, etc. La doctora (me conoce etc.):

– ¿Qué le parece la reforma al ISSSTE que acaba de fraguar la Gordillo, vice-presidenta de México, con la mano del gato, o sea Yunes, su incondicional? ¡No puje, no le saque, no se me descuadre, no se me desenfoque! Agáchese más, ¿pues qué no es buen mexicano?

Me agaché. «Más, mucho más». «¿Qué tanto más, doctora?» «Como los compinches de Nueva Izquierda frente a Calderón y sus privatizadores». «¿Así? Ya se me está acalambrando». Y ándenle, el tanque lleno otra vez. Derramándose. Bilis negra, espesa ácida, amargosa «¡Eso, así, quietecito!» Y el clic. «Otra más, pero vacía Cómo haremos para que se vacíe, usted…»

Vaciarme Algo me dio a beber; nada; a mascar; nada; masajito; más se me hinchó; me recostó; en vano; me culimpinó; menos; yo, ciudadano de México, a cada culimpinada pujaba nomás, renegaba pensaba en la mega-marchita- exigimos…» Pero de ahí no pasé.

-¿Sabe usted si por fin se aplicó la justicia y los hijos de toda su reverenda Marta ya están durmiendo a estas horas en el penal de La Palma.?

Sentí que me iba pero me vine Aventé litro y medio de una bilis como amarguísimo chapopote ya privatizado al capital gringo. Una bilis que desde tiempos del PRI-Gobierno ya empozaba en su bolsón, se me había venido fermentando, rancio tepache desde Fox y compinches. (México.)

Indestructible…

Benito Juárez engañó a los indígenas expropiándoles sus tierras, pero no sólo eso: yo considero que la personalidad del Benemérito de las Américas ha sido sobrevalorado por el sistema político mexicano. Sugiero la necesidad de un redimensionamiento de su verdadero papel histórico.

Tal aconsejaba en 1997 S. Abascal Carranza, militante de Acción Nacional respecto a la figura histórica de Benito Juárez. Y a propósito, mis valedores: que la memoria histórica no se nos muera del todo, porque al extraviar el pasado extraviamos, al propio tiempo, nuestro presente, cuanto más el porvenir. No olvidar que fue un día como hoy, pero de hace 199 años, cuando nació en la población de Guelatao el oaxaqueño que con el tiempo iba a ser testigo y actor principalísimo de una de las épocas más conflictivas, de las más decisivas en la historia de nuestro país. El benemérito.

Veintiuno de marzo de 1808-18 de julio de 1872. En estas dos fechas cabe toda su vida. Y no más. Sesenta y cuatro años fue el tiempo de vida de don Benito Juárez; pero que marcaron señas, rumbos, y derroteros en la historia del país, una historia de claroscuros: de lucha contra «soberanos» de pacotilla y de extrema crueldad para con los vencidos, y así unas luminosas Leyes de Reforma como también un Tratado McLane-Ocampo que, en apariencia, y sólo en apariencia (consulten la Historia), cedía parte del país a los Estados Unidos. De los males, el menor: Juárez y sus liberales instrumentaron el McLane-Ocampo para evitar que el gringo se quedase con Baja Califomiana, Chihuahua y varios otros estados del norte de nuestro país, desgracia nacional que evitaron ayudados de una circunstancia para nosotros afortunada: en guerra civil del norte contra el sur del país vecino, los yankis maniobraron para evitar que el sur se fortaleciese con el territorio mexicano. Qué bien, por más que lo estipulaba el propio Benito Juárez:

Todo lo que México no haga por si mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere que otros Gobiernos u otras naciones hagan por él. Auxilios negativos son los únicos que puede darnos Estados Unidos, como el que nos fusile por la espalda…

Y hablando de fusilamientos por la espalda: fue en abril de 1997. Legisladores del PRI, PRD y PT en la Cámara de Diputados condenaron y rechazaron las declaraciones del panista Noé Aguilar Tinajero, en las que besando la cruz juraba que Benito Juárez traicionó a México. Las tres fracciones advirtieron que no permitirán expresiones que pretendan dañar la imagen y el legado histórico del Benemérito. Lo afirmó el diputado oaxaqueño José Antonio Hernández Fraguas:

«Es criticable la postura del panista, que pretende desprestigiar a Juárez como pretexto para cambiar la nomenclatura de varias calles en el Edo. de México«. Y el diputado priísta José Carmen Soto Correa: Aguilar Tinajero es acólito del partido del campanario». Fueron priístas los que años atrás:

«¡Compañeros! ¡Don Alfonso Martínez Domínguez es el Benito Juárez de los burócratas! ¡Don Alfonso, como el Benemérito, surgió de la humildad! ¡Don Alfonso es nuestro Benito Juárez, el benemérito de los burócratas!»

Lo escribía Santiago F. Fuentes: ‘Los libros de historia se han convertido en los mejores aliados de los políticos mexicanos a la hora de explicar o justificar sus acciones. Santiago Oñate, Secretario de Trabajo, orador del PRI en la ceremonia juarista, aprovechó ayer el 189 aniversario del nacimiento del benemérito para, en un forzado paralelismo, comparar a Juárez con el presidente Zedillo: «Bien sabía Dn. Benito Juárez de los riesgos de la suspensión de pagos. Fidelidad a lo pactado en el exterior (…) El sacrificio del pueblo mexicano, necesario para salir de la crisis. No es permisible postergar el desarrollo en la justicia de millones, a cambio de transitorios alivios. Lo sabía el Presidente Juárez. Lo sabe el Presidente Zedillo…»

Dn. Benito frente al gobierno (neo)panista: ‘Cd. Camargo, Chih. «Una grave tensión política se suscitó el 12 de julio (de hace unos años), cuando la alcaldía panista realizó la demolición de una estatua de Dn. Benito Juárez para poner en su lugar la del fallecido panista Carlos Chavira..

Aguascalientes, Ags., marzo de 1997. El alcalde panista de esta ciudad, Alfredo Reyes Velázquez, decidió entrar en la posteridad e impuso su nombre a una calle que antes se llamó Benito Juárez. La vía pública que rendía tributo a Juárez tiene ahora una placa con el nombre del alcalde». El regidor Miguel Juárez. «No se conformó con nada más registrar su nombre para en la posteridad, sino que también puso el de los panistas Manuel Gómez Morín, Miguel Ángel Mérida y Efraín González, a calles de la misma colonia San Francisco».
«No se me oculta ni trataré de disimularlo: la situación actual es complicada, difícil y tal vez peligrosa». Benito Juárez. (A su memoria.)

Asombro e indignación

Aquí sigue el ejercicio masoquista que a la vista de una Merida sitiada por tropas norteamericanas realicé con la somera recopilación de agravios que en la historia común ha perpetrado el Imperio contra su «traspatio» del sur. Lo afirmaba en 1922 The New York American:

«La salvación del pueblo de México sólo podrá realizarse por una intervención decisiva, poderosa, armada, de EU«. Intervención con que en 1848 le iba a arrebatar la mitad del territorio, para que en 66 años más tarde perpetrase la invasión armada al puerto de Veracruz, que costó tanta sangre nativa. ¿El pretexto para la invasión? En el XIX, proteger los intereses de las compañías gringas y a los propios nacionales de un tirano feroz, un Pres. Paredes que, para el invasor, era el Saddam Hussein de por aquel entonces. Por cuanto al pretexto que esgrimió el Presidente Wilson para venir y entrar a sacrificar patriotas en Veracruz: que Carranza no le haya permitido investigar el fusilamiento de W.S. Benton, ciudadano inglés. La secuencia histórica:

«Chihuahua, Chi. 21 de feb. 1914. Sr. Presidente Venustiano Carranza; inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juárez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa».

»Washington, 28 de feb. 1914. Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que usted obrará inmediatamente. W. H. Bryan, Secretario de Estado».

Opina la prensa de EU: «Carranza desafia la Doctrina Monroe y abofetea al presidente Wilson en pleno rostro, porque al negar el permiso a nuestro Departamento de estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza no hace otra cosa que dar un bofetón en pleno rostro al presidente «Wilson. Ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley. Carranza no es un indio ignorante, iletrado, matón, como Villa, que durante toda su carrera ha sido un ladrón y un matoide como bestia salvaje. ¡Pero Carranza! Educado en la escuela gubernamental, entrenado en el servicio oficial, experimentado en asuntos americanos, versado en la relaciones internacionales, sabe exactamente lo que quiere decir cuando lo dice al Sr. Wilson que en México no son los Estados unidos sino la Gran Bretaña misma la que debe ocuparse de la suerte de los ingleses, cuando se les asesina.

Carranza sabe que al rehusar de manera insultante los esfuerzos indulgentes de Mr. Wilson para salvar al grupo de bandidos de la venganza directa, repudia y desafia la Doctrina Monroe. En el presente, según dicha doctrina, no les permitimos intervenir a las potencias europeas en los asuntos internacionales de cualquier soberanía americana, ya sea en plena paz, orden y justicia, o en el mayor caos. Así, nos obligamos nosotros solemnemente a hacer por Europa lo que nosotros mismos hemos resuelto que Europa no debe hacer aquí. Esta es la Doctrina Monroe, para la Gran Bretaña y para Europa«.

Washington, 15 de abril, 1914. El Presidente Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar la bandera de las barras y las estrellas».

Ante esta situación de grave emergencia, el Senador por Chilton, Virginia Occidental, así se expresaba: «¡Yo obligaría a ésos a saludar la bandera asi tuviese que volar toda la ciudad!» El Senador W.Borah: «¡Yo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México, nunca será arriada! Este es el venturoso principio de la marcha de Estadios Unidos hasta el Canal de Panamá«.

Y fue entonces: la denominada Expedición Punitiva se internó en la frontera norte de nuestro país. El siguiente es el texto de cierto telegrama firmado por John J. Pershing, comandante de las fuerzas estadounidenses que tomaron parte en dicha expedición: «Sr. Jacinto B. Trevino: Usaré de mi criterio por lo que concierne a cuándo y en qué dirección del territorio mexicano deba mover mis tropas para perseguir bandidos o para obtener información tocante a bandidos. Si dentro de esta circunstancia tropas mexicanas atacan a mis columnas, la responsabilidad, con sus consecuencias, recaerá sobre el gobierno mexicano».

Y fue así como el 21 de abril de 1914, a las 11:20 de la mañana, soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Prairé y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. La fuerza yanqui marchó contra la ciudad. Se iniciaba la invasión de territorio mexicano por tropas gringas. Y así hasta hoy, con Merida sitiada. Es México. (Mi país.)

Me dio vergüenza ajena…

Tal iba a decir, pero no, que es vergüenza propia. Porque, mis valedores, todo lo bueno y todo lo malo que le ocurre a nuestro país es responsabilidad mía y de todos ustedes, y responsabilidad nuestra han sido la soberanía lastimada, el atropello a las garantías individuales y derechos humanos y las vejaciones de que nos hicieron víctimas las fuerzas extranjeras que vinieron a humillar la conciencia colectiva e imponer sus redaños de invasores ante la anuencia servil de una presidencia mexicana de malvavisco.

El imperio. Leí las noticias procedentes de un Mérida sitiada por fuerzas del norte cuyas órdenes eran acatadas por militares del país, y con el ánimo fruncido me puse a redactar, ejercicio de masoquismo, el presente y muy somero recuento de las tropelías que México ha padecido por parte de su vecino imperial desde el XIX, cuando el susodicho vecino inició la devastación de su «patio trasero» y socio comercial. En primer término, lo que en 1908 afirmaba The Times:

«Basta una ojeada al mapa de la América del norte para comprender que México forma parte geográficamente y por otros conceptos un todo con los Estados Unidos. Sus ferrocarriles, que enlazan todos los puertos y ciudades importantes, son en realidad una expansión de nuestra red ferroviaria. Sus costas, continuaciones no interrumpidas de las nuestras. La superficie es aproximadamente igual a las superficies combinadas de Inglaterra, Francia, Alemania y Austro-Hungría. ¡Hermosa provincia tropical, en verdad, para adquiriría para nosotros..!

La ominosa profecía del Ilustred London News, en 1845:

«A menos que Dios realice un milagro, dentro de medio siglo México formará parte de la Unión Americana«.

En 1836 lo declaraban voceros del Senado norteamericano: «El pabellón de las barras y las estrellas no tardará en flotar sobre las torres de México, y de allí seguirá hasta el Cabo de Hornos, cuyas olas agitadas son el único límite que reconoce el yanqui para sus ambiciones…»

Y en 1847, The North American: «La anexión de México nos presenta la posibilidad más brillante. Sería muy más de desear que México viniera hasta nosotros voluntariamente, pero como no hemos de gozar de paz mientras que la anexión no se verifique, que venga pues, aunque al principio sea haciendo uso de la fuerza. Como doncellas sabinas, México aprenderá pronto a amar a su raptor.-«

Lo corregí el analista, tiempo después: «No anexión. Absorción es la palabra. Absorción, mas bien que la anexión. La historia nos da lecciones que permiten esperar confiadamente ese resultado: no anexión de México a Norteamérica, sino absorción. Esa es la palabra…»

En 1814 lo anunciaba el Charleston Courrier. «Cada batalla ocurrida en México y cada dólar gastado en aquel país nos dará seguridades de adquirir territorios que ensancharán los dominios americanos hacia el sur, y el final será que los Estados Unidos adquieran un gran poder en el continente…»

Tal opinión será ratificada por el Secretario de Estado E. Lansing, quien así aconsejaba al presidente de su país, T.W. Wilson:

«Sin disparar un tiro ni gastar un dólar. México es extraordinariamente fácil de dominar. Basta con controlar a un solo hombre, el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano. La solución necesita más tiempo. Habrá que atraer a nuestras universidades a jóvenes mexicanos y educarlos en el modo de vida americano. Ellos llegarán a ocupar cargos importantes, incluyendo la presidencia. Entonces, sin necesidad de que gastemos un centavo o disparemos un tiro, ellos harán lo que nosotros queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros…»

Porque, como en 1922 lo escribía The New York World, «la dificultad con los mexicanos estriba en que no entienden el espíritu de benevolencia que inspira la administración del Presidente Harding. Han adquirido nociones exageradas sobre la inviolabilidad de la soberanía de México. Esto es lo que ha provocado toda la confusión. Pero el Departamento de Estado no se preocupa en lo más mínimo por ese sentimiento, ya que opera en beneficio de las empresas americanas en aquel país…»

Por ese tiempo lo afirmaba The New York American: «Porque no habrá gobierno estable en México hasta que los Estados Unidos se decidan e impongan uno, y lo sostengan con valores y con bayonetas norteamericanas. No hay escape posible de la lógica de la situación. Debemos cumplir nuestro deber en México. De hecho, deberíamos haberlo cumplido ya desde hace mucho. La salvación del pueblo de México sólo podrá… (Mañana.)

Morir antes que pedir perdón

Perpetró, con otras instituciones, una conducta que trajo como consecuencia los hechos de 1968, pues por medio de la Dirección Federal de Seguridad se constituyó un grupo armado, denominado Batallón Olimpia…

¿A quién acaba de acusar el magistrado Ricardo Paredes en relación a la masacre del Dos de Octubre en Tlatelolco? Es a ese, precisamente, que en su momento soltó la frase retumbante:

Cualquier mexicano preferirla morir antes que pedir perdón y, en primer lugar, el Presidente de la República…

¿Identifican ustedes al autor de la frase? Por aquello de pedir perdón, ¿no les parece que hubiese podido ser Díaz Hordas después de la carnicería de la Plaza de las Tres Culturas? Otra más de sus frases características:

Nuestros logros siempre serán pequeños en contraste con nuestras ansias de plenitud y justicia…

Claro, sí, por supuesto, pues cuál otro pudiera ser, sino ese Luis Echeverría que para muchos analistas fue, es, el verdadero multi-asesino de Tlatelolco. Echeverría, personaje de extraño perfil psicológico, que anocheció mudo y discreto cuando titular de Gobernación para, de repente, ya como sucesor de Díaz Hordas, amanecer gárrulo, desatado, verborreico, hiperkinético, que después de sus seis años de gloria iba a tornar a ese silencio del que nadie ni nada lo puede sacar ni a chicotazos de la ley y de reglamentos. Echeverría, el artífice de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados que, documento oficial de la ONU (así lo soñaba el tercermundista), vendría a revolucionar el planeta. índice en alto lo declamaba el susodicho: A problemas de siglos, o problemas creados recientemente en México por el afán de justicia de muchos grupos, encontraremos soluciones estables y verdaderas sólo por el camino del Derecho…

Hace algunos ayeres fue requerido por las autoridades que investigaban los crímenes del pasado para que contestar un centenar de preguntas. No lo hicieron hablar. Yo, entonces, le envié el siguiente mensaje que hoy redondeo: Sr. Lic. Luis Echeverría Alvarez:

Así que se niega a hablar. Así que se negó, de plano, a acudir a la diligencia ministerial programada. ¿Pues qué, no le arden los oídos con las frases vituperosas que le lanzan integrantes de un cierto Comité del 68, como aquellas de que Los cobardes se escudan en el silencio, y El silencio es inmoral? ¿Se calla hoy ante quienes torturaba? ¿Qué tan cierto es, señor Echeverría, que el silencio en el que se escuda es una artimaña, porque usted supone que al callar será imposible probar de forma contundente su responsabilidad en los crímenes que se le imputan? Que no se va a librar, porque como ellos dicen: «Existen otros medios…»

¿Se referían a los que usted aplicó en la masacre indiscriminada del 68 y la selectiva, mucho más criminal, de 1971 y años subsiguientes? Usted, que desde el sillón de Los Pinos, así recitaba:

El Poder Ejecutivo, lejos de sentir que va de salida, considera de su deber hacer todo lo posible en todo momento, hasta el último día de su gobierno, para continuar en una obra de justicia transformadora…

Justicia transformadora. Señor Echeverría: ¿por qué ahora se niega a hablar? Allá por la década de los 70, ¿no fue su pasatiempo favorito? ¿Pues qué cambio es ese, tan radical? ¿Ya se le retiraron las ganas de lanzarse con aquellos monólogos de horas, por no decir de días, de años, de sexenio..?

Que por aquel entonces fue gárrulo; me consta; que lo sufrí cuando atragantaba de cámaras y micrófonos, en vivo y a todo color, de costra a costra y de frontera a frontera, ventoseando, a lo demagógico:

Pensemos que si hacemos bien, si hacemos cada dia mejor lo que sea nuestro quehacer, estaremos contribuyendo a ese bien colectivo, a que nuestra patria vaya hacia arriba y adelante, porque eso es lo que importa por sobre las circunstancias o los problemas o los sueños o las aspiraciones de cada quien…

¿Y ahora, de pronto, se acoge al dicharajo aquel de que en boca cerrada no entran víctimas? ¿Y antes? ¡Con la participación de los sectores más amplios de nuestra sociedad, con la práctica de una nueva moral revolucionaria, moral de congruencia entre las palabras y los hechos, entre los principios y la conducta, México continuará avanzando en el futuro, hacia una democracia social en la que la justicia se realice en libertad..!

Señor del Gran Silencio: Hoy, marzo del 2007, de nuevo se niega a hablar, mientras sus abogados presentan una demanda de garantías para obtener la protección de la justicia federal y así recupere la libertad que perdió en noviembre pasado, cuando le fue dado por cárcel su propio domicilio. Usted, cuando gárrulo, ¿qué decía de la Justicia en libertad..? (Ah,LEA.)

Ambulantaje y partes pudendas

Del tema les hablé ayer, y del incidente que protagonizó el joven juguero con vendedores de la estación Balderas del metro: «Y si Ebrard terquea con desalojarlos va a salir con el cicirisco como yo salí con el mío: ardiendo».

El Síquiri, vulgarzón que no fuera «Bueno, sí, pero yo todavía estoy esperando que se abra, o sea de capa. Cómo y por qué fue que salió con el aquellito ardoroso, y a cuál de los vendedores cabe la honra de arrebatarle la suya, y si fue a viva fuerza o de mutuo consentimiento».

Mosqueado, el de los jugos: «Fue al salir del metro, ora que por mis huevos fui al Centro Histórico«. (Que allá los consigue menos caros.)

– Y en eso que una maría me la arrima, su mercancía, y que se me cierra, y el rodillazo abajeño en el mero manchón de penalti. Yo, a gritos, porque el pirata de los discos pirata los forzaba a aullar a 10 mil decibeles: «¡Ese arbitro, enséñele la roja!» Por mis piernas logré salirme del clinch, avancé media yarda, hice el iris de barrerme en primera y avanzar rumbo a jom, cuando en eso el chamaco, desde la espalda de la maría, me da aquel pepenón de greña: «¡Balatas, balatas!» Ya., ¿refacciones para frenos de coche?

– ¡No se haga güey! Balatas, patlón, oflezca.

Y me bandejeaba en la cara cuatro paletas. Chocolate cacahuatoso. «De Colea, parlón». Al zafón le dejé un cadejo de greñas y me aventé en el tumulto de puesteros. Y el aliento a tlachique del de la cotorina, que me aprontaba unos huevos. ¿Verdes? «¡Aguacates sin semilla, cuánto ofrece por el huicolito!»

Dos pasos. Un puesto de cosméticos. A un lado, caldos de pollo. Una prieta, probándose la peluca tordilla La flaquita, entre empujones, tratando de pegarse unas postizas. Pestañas. De repente: «¡Ay, ay, mana qué furris caballazo! ¡Se me chisparon las dos!»
Pestañas. El de junto, que sorbía consomé: «Voy, qué par de cucas tan raritas. ¿O serán grillos? Chorral de patas, todas forradas de tizne Han de ser ciempieces que taban anidados en el carbón». Mis orejas, repapaloteando. Es que el pirata de los discos pirata le aumentó a 20 mil decibeles.

De repente, el de la cola de caballo y el aretito en la zurda que me los refriega por media cara y a gritos, por el aullar de la Sonora Santanera: «Globitos pal acostón, jovenazo. Estos no se pandean. Esponjaditos. Bien bara mi buen. ?rale, pa’ que sienta la vibra».
¡La sentí! Mi cuerpo todo se cimbró a la descarga Un cable de luz tirado en el suelo. Sentí que las anginas se me caían. ¿Anginas? Pero si ya ni tengo. Y ni modo, a driblar, avanzar burlando contrarios. Intenté marcar el touchdaoun, o de pisa y corre robarme la base y escapar del infierno. Ya iba yo con la camisa de fuera, toda embarrada de algo color mostaza La indígena del huípil: «Te llevarás quesillo de Oaxaca. Mezcal. Trai gusano. ¿O queres peyote, tú?»

Yo, todo sofocado, la empujé, avancé tres pasos, y entonces el bárbaro piquete en la zona ombligar. El indígena «¡Llevas flauta de carrizo, tú. Artesanía chiapaneca! O vas a querer pito».

De barro legítimo. «De Malacalchontepé«. Y me lo bandejeaba en las jetas. «¡Te llevas flauta, te llevas pito!» «¡Me llevo madres, déjese de pitos y flautas!» Y que le pego furis caballazo, y que el indígena me retacha un flautazo, y yo que le dejo ir un derechazo con la izquierda, que en la apretura la derecha ni cómo. El chiapaneco: «Ah, tú queres bronca..»
Y al asegundarle el trompón: «¡A ver, paisas, acá un P-32!» Media docena de chiapanecos legítimos me rodearon: «¡Nosotros te decimos: basta

Y órale: patadas, trompones, rodillazos abajo del cinturón. Yo: «¡Auxilio, mi general García Luna! ¡Acá unos escuadrones, tanquetas, helicópteros! ¡Unas pláticas de paz!» Y tíznale, el fregadazo en el nidal me hizo ver estrellitas de gran canal con todo y el gran canal de desagüe, el Canal Dos. El mundo se me borró. ¡Cácaro..!

(Condenado juguero tan mentiroso.) «Cuando volví a la vida miré frente a mí al de pasamontañas. Ay, mi subcomandante, si de rehén no le sirvió Absalón Castellanos acusado de tantos crímenes; yo, que ni he robado, depredado, torturado, asesinado como él…»

– Cuál subcomandante, cuál rehén. Soy el doctor de Urgencias. Este que ve es mi gorro de cirujano, y esta cuál capucha tapabocas. No se mueva

Yo, al instinto, alcé los brazos. «No se mueva de acá abajo, quiero decir».

– ¿Pues qué me pasó allá abajo, doctorcito? ¿Qué tengo..?

– Ya casi nada, cálmese. Como saldo de su bronca Con los vendedores, de la tráquea le extraje un¡ paquete de condones. Usados, nomás dos. De la oreja saqué un cacho de flauta Ya nomás falta que le extraiga el de barro legítimo. Malacalchontepé. A ver culimpinándose, poniéndose flojito. Pero no puje, que a cada pujido hace chiflar el pito. (¡Ay, Dios..!)

«¡A como dé lugar..!»

Ájale. La afirmación del jefe de gobierno de la ciudad pescó en frío a los contertulios. «¡No puede haber vendedores en la vía pública! ¡Este mismo año tenemos que liberar las calles del primer cuadro!» Desafiante chicoteó la respuesta: «No saldremos del centro, y hágale como quiera! ¡La vendimia popular no se va a terminar por decreto!» «Peligroso, comentó don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se angostan y enanchan corbatas. Ahora mismo, una riña de ambulantes causó una muerte». Nomás me quedé pensando, y sí…
El ambulantaje, mis valedores, incontrolable y creciente, y que a todos nos ha rebasado, comenzando con las autoridades encargadas de mantener el tránsito de las calles libre y expedito. Al fallar en esa obligación propician que un ambulantaje que se ha apoderado de calles y aceras nos viole un derecho legítimo, consagrado en el Once Constitucional, que asegura el libre tránsito por toda la ciudad. Otros que nos lesionan este legítimo derecho son los atrabiliarios vecinos, que con el pretexto de procurarse seguridad domiciliaria y con el alcahuetaje de las autoridades, cierran las calles con rejas y casetas policíacas. «De otra manera no tenemos seguridad», el pretexto. Yo, entonces, pregunto: ¿tiene derecho el violador cuando se justifica: «Es que no tengo pareja con quien desfogar mis urgencias
sexuales»? Estado de derecho. En fin.

El ambulante, ese hijo putativo de la pobreza creció torcido y se desarrolla como una más de las excrecencias del modelo neoliberal; que crece al parejo del desempleo, y que se va apoderando de calles y plazas, atrios y aceras, estaciones del metro, parques públicos, en fin. Y pásele, marchantito: fayuca legítima de Taiwán. Y que jovenazo, qué le vendo, y que tenemos en existencia radios y grabadoras, paraguas y discos, compactos, artesanías y videos, televisores y línea blanca, artefactos para la sexualidad y viagra legítimo. ¿Qué le vendo, señito? Y el tenderete, el puesto, el changarro, el canasto y el cajón de fritangas, y la invasión de aceras y estaciones del metro, y friéguese usuario, peatón y Once Constitucional, y háganle como quieran.

Y ahora resulta que Ebrard jura sacarlos del Centro Histórico a como dé lugar. Menos mal que más adelante matizó su afirmación: «Vamos a ofrecer soluciones, porque la mayoría de los ambulantes necesita en trabajo y realiza esa actividad de manera licita».

– Menos mal (en la tertulia de anoche, don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se enanchas o angostan corbatas). Menos mal, porque el ambulantaje es un fenómeno que ha crecido en forma descomunal, hasta convertirse en un Estado dentro del Estado y un Poder dentro el Poder.

– Me cái que sí (Le cayó al joven juguero); porque si Ebrard se enfrenta a los ambulantes, a su cicirisco le va a ocurrir lo que al mío. Ya se me pasaron los ardores, pero por ahí se chorrió toda mi dignidad de macho, o sea.

Habló El Síquiri. «¿Y qué relación pecaminosa existe entre su aquellito y los ambulantes..?»
En silencio escuchamos la crónica del joven juguero: «Porque, o sea, ¿qué creen? Ayer al medio día fui por mis huevos al Centro Histórico«.

– Válgame (la tía Conchis), ¿por sus puras alilayas? ¿A puro valor mexicano se fue a meter a la boca de Carlos Slim? No me diga que el ciudadano ya no necesita visa, pasaporte o permiso del dueño del Centro Histórico para aventurarse por aquellos rumbos…

Ahí, pertinente, la aclaración: el juguero se desplazó hasta el Centro Histórico, sí, para surtirse de la materia prima de los licuados.

– En Balderas tiene su changarro el que me surte de huevos, ¿ven? Es cuate, y los cuates de yema cuata me los da más baras, o sea. No, y pues ai tienen que me bajé en Juárez, y salí a la calle, y chale, que se me deja venir aquella jicotera de vendedores ambulantes. ¡?rale..!

Y tantas peripecias le sucedieron con los beneméritos buscavidas del ambulantaje, que buena parte de la tertulia se llevó en describirlas, por más que muy acá entre nos, yo de su crónica le creí la mitad, y eso porque me paso de crédulo. Siguió el de los licuados con uno y dos huevos:

– Y nada, que apenas traté de avanzar por Balderas me asaltan los vendedores, y órale. ¿Banqueta por donde avanzar? ¡Banqueta madres! Y yo, por la prisa de sentir los huevos en la mano, intenté aventarme al arroyo.

Arroyo vehicular. Pero «aquella maría, con el chamaco en la espalda, se me va cerrando por la entreala derecha, y órale, la carga de hombro, el rodillazo de faul, el jalón de camiseta, y que me la apronta, su mercancía: ¡Clinis, chiclis! ¡Lléveselo, zurradito! «Me lo llevo, pero antes cambíele el pañal». No el chamaco; su radito de transistores. El pirata de los discos pirata tíznale, el caballazo abajeño. Yo, doblándome a la sofocación por el rodillazo en mi mero manchón de penalti: «Arbitro, enséñale la..! (Mañana.)

Cien días de gobierno

Del mar les hablaba ayer, y del barco en peligro de naufragar que los pasajeros privilegiados oportunamente evacuaron para abordar el yate de lujo: Marta, sus dos pilludos, su segundo segundón y el resto del Sistema, incluyendo a oficiales y contramaestres con todo y su capitán (uno chaparrito, peloncito, de etc.). Atrás quedó, solo y su alma, ese grumete, el fregado que friega el navio, cuando fueron los que se ponen a salvo quienes lo fregaron a él. Pero un momento: ¿y esos desfiguros? Nada, que el grumete, ayudante de cocina, mesero y chalán, al temor del naufragio y ya con el barco ladeándose, consiguió pepenarse del travesaño del palo mayor, palo que los viejos marinos nombran bauprés, creo, o pértiga, o tantito peor; pero mejor los remito al diccionario: «Sinónimo de palo mayor…»

El grumete alcanzó a colgarse de la pértiga aquella, y se le aferra con veintitantas uñas, dispuesto a sobrevivir al naufragio inminente. Y claro, por supuesto que sobrevivirá; con todo y buque va a sobrevivir, que el signo de buque y grumete que lo barre y friega, por más fregados que ambos estén, es la supervivencia No faltaba más. El yate y los Carlos Slim pasarán, pero el grumete no pasará, que sobrevivir es su sino. Faltaría más.

En fin. Ya el de lujo se disponía a alejarse del navio en desgracia, y ojos que te vieron ir, cuando, mis valedores, ¿y eso? ahí, encaramado en el puente del yate que inicia maniobras para alejarse del naufragio inminente, el capitán se alzó cuan chi-rritico es, requirió el micrófono, y tendiendo sus dos brazos en dirección del paisa que cuelga a estas horas de la mera punta del vamos a decir palo mayor, díjole de esta manera

¡Mexicano! ¡Sí, tú, el ayudante de cocina! ¡El pinche..!

(Pinche toda tu…) El cual, fieramente afianzado a la vamos a decir pértiga, jadea y resopla pataleando y con los ojos chispándose por el esfuerzo por no caer y romperse toda la suya El capitán, mediocre irredento:

¡En mis primeros 100 días de gobierno te lo comunico: ahora sí, la política llegó a Los Pinos! ¡Te prometo un sexenio pleno de desarrollo e infraestructura, capaz de generar empleos. Te prometo también iniciar una reprivatización carretera y llevar la productividad nacional a las grandes ligas, expresión típicamente mexicana! ¡Nomás calcúlale..!

Ya mero que va a calcular. El que cuelga del palo jadea, y qué sofocones, y qué hormigueos de unos músculos atirantados, y luego esa taquicardia, y los bofes a punto de reventar. El grumetito jala aire, badajea los zancajos, resopla y, pelos crispados, contempla allá, muchos metros abajo, el duro piso del barco. Para cálculos está el desdichado. Por el altoparlante, la voz de capitán, que con las ratas abandonó un barco en desgracia

– ?yelo bien, mexicano: ¡promoveré una legislación que permita a PEMEX realizar asociaciones tecnológicas con otras empresas para la explotación de yacimientos de aguas profundas! ¿No se te descansa el ánimo?

Los brazos deberíanme descansar, porque de plano que ya dieron todo de sí, y ahora como que quieren dar de no.

– ¡Desarrollaré un exhaustivo plan de rescate, restauración y modernización de teatros y zonas arqueológicas! Y a las actuales se sumarán nueve en el 2010. ¡Este crecimiento es anual, mexicano..!

Y es anal, piensa éste, y no el crecimiento. Es anal el cuscús, el terror a la caída, el miedo pánico. Pero mi querido capitán sigue a tizne y tizne con sus anuncios promocionales ojos, oídos y paciencia del de la pértiga

– ¡Mi gobierno no se dejará intimidar por el crimen organizado! ¡No daré tregua ni cuartel! ¡Así seguiremos con esta tranquilidad con la que está avanzando y marchando el país! ¿Sientes esa tranquilidad, mexicano?

Los brazos quisiera sentir: agarrados al garrote ya se me agarrotaron.

– Mira tú, ayudante de cocina en Canadá hay hambre. Hay hambre en la Unión Europea, hay hambre en EU. Hambre, sí, pero de comerciar con México. ¡Y qué extraordinarios se prevén los resultados de mis próximas giras por aquellos países! Grandes pedidos de tequila y aguacates.

Los míos ya se me durmieron en mi nidal. Chance y les caiga sida si nadie me baja de aquí. Pero a quién pedir auxilio, quién me pueda ayudar con la crisis. Y en tanto que el aplauso revienta en el de lujo que Se va alejando del barco en desgracia ahí se alza Carstens el gordo y desde el puente del yate contempla al grumetito que puja, sus dos manos agarrotadas en el palo mayor, y desde el puente del yate, el reproche del gordo:

– ¿Y qué, ayudante de cocina mexicano? Después de tan excelentes noticias para ti y tu familia, ¿acaso no piensas aplaudirle aquí a tu capitán? ¿Pues qué? ¿Así agradeces el honor de tener en tu México al tercer hombre más rico del mundo..?

(¡Chíjoe…!)

Primero Marta y después virigua…

Mis valedores: el mar. El mar océano de los descomunales bajíos, de esos espíritus de la hecatombe que son los remolinos y de esas olas que embisten, miuras en brama, contra los farallones, banderilleros impávidos. El mar, insondable devorador de navios que tiempo después y en noches de plenilunio han de revivir en el embeleco de buques fantasmas que flotan, errando a lo lejos, entre brumas y el ulular de una sirena de fantasmagoría. (Acá, el viejo marino habrá de santiguarse y buscar el trago de ron. Literatura gótica, música wagneriana)

Hoy he de hablarles, mis valedores, de ese ignoto mar que de tarde en tarde se nutre, como de conejillos la boa, de embarcaciones imprudentes que se aventuraron más allá del astrolabio y las cartas de marear. Al tanteo habré de hablarles, que nunca en mi vida he visto morir un navio cuando, ya moribundo, se recuesta en su lecho marino, entre gemidos de la sirena y con el capitán enhiesto y aferrado al timón. Yo sólo he entremirado en sueños, mal recordados al amanecer, cuando un monstruo fluctuante, elefante añoso, ha arribado a su cementerio marino y se acuesta en las olas y con ellas se arropa, feto que torna al líquido de la entraña. El mar.

De uno hablaré con ustedes, que sobre los lomos sopesa un navio que, agónico, bracea por sobrevivir. La crónica:

Las cinco serían, las seis de la tarde en el ignoto mar. Arriba, altísimo, un cielo desapacible y forrado, al modo de los ataúdes, con unas nubes de color pizarra. Al socaire de ese viento gélido y de ese sabor a sal (a salación), el navio, entre jadeos, intenta el avance. Ciento cuatro millones de pasajeros, una tripulación de cientos de miles, cientos y cientos de contraalmirantes y un capitán en los mandos (uno chaparrito, peloncito, etc.) Lo clásico.

Ahí, medio ladeadón y en el filo ya del naufragio, entre el yodo y las algas marinas el navio se entremira hundido el tanto de media popa, ya con la lumbre llegándole a los aparejos (¿Aparejos? Cómo se ve que en temas de navegación eres un reverendo no te voy a decir qué para no avergonzarte en público). La salación le chacualea en las troneras, le humedece las chimeneas y le nubla los ojos de güey (los de los camarotes). Lóbrega, la sirena, el aullido: «¡Auxilio, me hundo, socorro, SOS!»

Ahí, el chacuaco mayor. La columna de humo renegrido (espeso a derroche de petróleo malbaratado, a petroquímicos enajenados, a deuda externa, a corrupción lucrativa e impune), tizna, y qué manera de tiznar, no sólo al cielo canoso y al viento frío, sino a los 104 millones de pasajeros. La sirena del barco clamando rumbo a todos los rumbos, que es decir a los bancos de crédito: el Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Interamericano de Desarrollo y cuanta instancia agiotista codicia «nuestro» energético…

El navio avanza a bandazos en la historia patria como arrastrándose de popa (iba a decir de nalgas), con los contados pasajeros que viajan por placer, las numerosas clases medias que viajan a crédito, las clases bajas que pagan el viaje haciendo el aseo, el servicio doméstico, la cocina, vale decir: los ayudantes de cocina y los que ni a pinches llegan, porque son los indígenas indigentes que se colaron de polizontes. Allá avanza, rechinando desde sus suites de lujo, camarotes de primera, literas de segunda, vecindades de tercera, ciudades perdidas de cuarta y albergues de quinta: lámina, cartón corrugado y desechos industriales. Mírenlo, y qué manera de ladearse como ya a punto de naufragio. ¿Se salvará el navio? ¡Claro que se ha de salvar, porque en verdad os digo, mis valedores: su destino es la sobrevivencia!

Pero un momento. ¿Y eso? Ahí, en el costado de babor, la estructura está pariendo… ¿una ballena? ¿Algún mítico monstruo marino, un tiburón descomunal? Pero no, ningún tiburón; un cachalote. Cuál cachalote, es una tonina ¿Tonina? ¡Es un yate de superlujo, que hagan de cuenta el del vil Gates.! ¡Y esas a modo de ratas están evacuando el barco en peligro y proceden a abordar el de lujo! Y caramba, cuando yo esperaba escuchar el clásico: «¡Mujeres y niños primero!», escuché por el altavoz:

«¡Marta primero, con su segundo segundón y los dos pilluelos, Jorge y Manuel! ¡Detrás la Gordilo), que a madrazos acabó con pejes y madrazos! ¡Trépense los banqueros y concesionarios de las autopistas, los jubilosos jubilados Azuelas de la Suprema Cort(a) y trinqueteros Ugaldes del IFE y el TRIFE y los cupulares de los partidos paraestatales, con los Chuchos de «izquierda» talamantera, los concesionarios de radio y TV y los reverendos pederastas de capa pluvial!» Y sí, ahí se remece el de lujo bajo el borbollón de los del Sistema de poder. Qué bien. Temí que fuera insuficiente para acunar a los tales, pero albricias: ya todos los acomodaron en los asientos de su nueva embarcación. Laus Deo. (¿El destino del barco? Mañana)

Si aprendiéramos del burro…

El legendario comunero potosino Pedro Jasso, de 91 años de edad, marcha una vez más rumbo al Distrito Federal…

Los antecedentes: por exigencias de la justicia don Pedro Jasso se desplazó desde San Luis Potosí hasta esta ciudad capital. Sus plantones en el zócalo causaron expectación, y lo más llamativo: que el protestante se hacía acompañar de El Chaparro, no uno de los 103 millones que habitamos el país, sino un burro. El Chaparro. ¿Resultado? De justicia, nada, pero sí la muerte del burro, que no pudo sobrevivir al enésimo plantón. Lástima.

Lástima, sí, pero como justicia no se lograba, ni autocrítica en don Pedro Jasso, los plantones siguieron, ahora con El Chaparrito junior, y más tarde con el nietecillo de El Chaparro original. Muchos plantones, ¿y la justicia? De justicia, nada, y al paso del tiempo, de los plantones de don Pedro Jasso no se volvió a saber. Yo pensé: ante la frustrada estrategia, esos que proyectaban su propio plantón ya escarmentaron en burro ajeno. Maestros, estudiantes del CGH y militantes de la APPO ya se miraron en ese burro. En ese espejo, más bien. Saben ya, por la historia y la realidad objetiva, que no es con plantones ni marchas, en burro o a pie, como el agraviado va a conseguir la justicia. Pues sí, pero no, que el jueves pasado, en Reforma, válgame; foto y noticia:

Monterrey. Integrantes de organizaciones campesinas se manifestaron frente a delegaciones de la SEDESOL en demanda a mayores apoyos.

En la foto, ¿qué creen? El burro por delante, encabezando el plantón. Detrás, los Pedro Jasso de distintas edades y tan cerradas entendederas, que se niegan a aprender. A la mente se me vino la fina estampa de El Chaparro, benemérito mártir de las marchas justicieras, estrategia que le costó la vida: y cómo no le iba a costar, si el plantón de 1997 duró un año, dos meses y 15 días; mucho plantón para un simple pollino. Ya cuando en el 2003 el necio dos Pedro Jasso repitió la estrategia, ya El Chaparro no lo acompañó. Fiebres, cólicos, una noche de agonía y un despertar en el otro mundo, el de los borricos. Y ya. ¿Y ya? No, que eso sería injusto para un luchador social. Yo, apenas supe su fallecimiento, me puse a entonar la endecha de ese que se nos torna símbolo de tantos mexicanos. El Chaparro. A su memoria…

Allá, en su terruño, El Chaparro fue siempre burro pradera, que nunca conoció el lujo de unas herraduras. Víctima siempre de su mala vida, fue bestia de carga y a cada rato me lo hacía güey (buey) unciéndolo a la yunta por menesteres del sembradío. Burro en funciones de buey, llevó una vida de perro, Dios. Al servicio de don Pedro Jasso, víctima como fue de una mala estrategia de lucha contra el enemigo histórico, El Chaparro tuvo que hacer un viaje desde San Luis Potosi hasta esta ciudad capital con un sólo propósito: buscar aquí, con el señor de Los Pinos (¡imagínense!) una justicia que no encontró en las autoridades locales, frente a la acción arbitraria y depredadora de caciques que invaden tierras en la comunidad de San Juan de Guadalupe y anexas. Buscar justicia en el de ilusos, El Chaparro y Jasso, en ese orden…

El burro hizo viaje por carretera,arrastrado y penoso porque, además, vino cargando a don Pedro a cuestas, qué vida la del El Chaparro. La de algunos Chaparros. Ya de plantón en el zócalo, el asno tuvo que soportar soles, fríos, tormentas, desdén presidencial, amenazas de autoridades y fuerza pública y la curiosidad de turistas que me lo fotografiaban de frente, de perfil, de tras cuartos y ya por arriba, y ya por abajo (Mexican curios), para regresar a su tierra con las manos (las pezuñas) vacías. Obvio, con esa estrategia obsoleta, ya rebasada Y de nuevo a sudar: ya de burro, ya de buey, burro y buey viejo y enfermo, pasmado del lomo y cierto estoy, también del espíritu, donde cargó con la derrota, y reflexionando (si es que él sí haya logrado pensar) que de qué canacos sirvió sacrificio tan cruel, si los humanos no escarmentamos. Y fue así como le llegó la única bendición de su vida: perderla. Mis valedores: ¿se parece o no a tantos de nosotros, dicho esto con el debido respeto (para El Chaparro)? Achaques, derrotas, mataduras, muy poca comida pata tanto trabajo, y tan mal pagado, y un futuro renegrido, con la muerte como liberación. Pero anden, a seguir desdeñando el poder ciudadano que lograríamos con la organización celular, y poner futuro y esperanzas, individuos y comunidad, en la mega-marchita. Porque en manos de un estratega bien intencionado, pero ignorante, El Chaparro fue enviado a la guerra sin más fusil que el que le facilitó la Madre Natura, tan pródiga con él. Hoy, ¿habrá símbolo más justo del ánima colectiva, siempre sufriente y delegando siempre nada menos que en su opresor? El Chaparro, mexicano de lucha tan justa cuanto estéril, y muerte inútil; ése en el que me reconozco a una «sociedad civil» integrada por tantos Jasso y tantísimos Chaparros. Como yo. El Chaparro. A su memoria. (Qué más.)