Horror de los horrores

Los recuerdos de infancia, mis valedores. Uno de ellos, jicotillo mielero, me ronda por estos días en la mente y me regresa a las calles de aquella Aguascalientes de mis años muchachos y a la gayola del Cine Morelos, si es que algo como eso existe todavía. Qué tiempos.Ese cine tiene una jerarquía impresionante, que en sus años de esplendor fue el Teatro Morelos, símbolo clave en la historia del país como sede que fue de la Convención de Aguascalientes que del 10 de octubre al 13 de noviembre de 1914 arropó a la flor y el espejo de la Revolución y contó con dos poderosos brazos, Villa y Felipe Ángeles, pero que careció de cabeza. Fueron aquellos los tiempos de fogosos oradores que en el Teatro Morelos sostuvieron candentes polémicas, alguno pisoteó la bandera patria y relumbraron pistolas y amagos de muerte. Todo porque éstos intentaban establecer en el proyecto de Nación un gobierno parlamentario (visionario y demasiado avanzado para su tiempo) y los logros revolucionarios en beneficio del paisanaje, en tanto que los otros consiguieron la entronización de un jefe máximo, simbolizado en el presidente del país. Ahí perdió México y ganó el virus del autoritario sistema prigobiemista que, con diferente color partidario, sobrevive hasta hoy día. Es la historia.

En eso pensaba por estos días, en que el Teatro Morelos pudo derivar en museo que mantuviese la memoria del México revolucionario, pero no: el recinto vino a degenerar en cine, pero no en uno cualquiera, sino en uno que se tornó repetidora de lo más endeble de la cultura cinematográfica. Fue así como cada mañana tramaba unas matinés que para los adolescentes de aquel entonces representaban la emoción, la excitación, los espeluznos y los bombazos de adrenalina. Y cómo pudiese ser de otro modo… No, ninguna experiencia sexual, sino la exhibición de las cintas más escandalosas del cine gótico, el cine de espantos, de monstruos y engendros, de muertos vivientes y fantasmones resucitados que en penumbrosos castillos de pesadilla mal alumbrados con hachones, dedican sus insomnios a arrastrar cadenas entre lamentosos quejidos de ánimas en pena. Horror. A mí, en mi asiento de gayola, el terror y el espanto me forzaban a fruncirlos: el ceño, el gañote, el… todo.

Y allá, en el corazón de la penumbra y con macabro arrastrar de pies vienen y van cruzando la pantalla. La momia azteca, Frankenstein, La Llorona, El muerto resucitado y El monstruo de la Laguna Negra. Un espantable resucitadero de monstruos, conmigo muerto de espanto, crispadas las manos en las coderas en mi asiento de gayola y la entrepierna humedeciéndose. De sudor.

En fin, que en eso pienso y medito por estos días, y echo de ver que mucho he perdido desde aquel entonces; el amor a primera vista, la fe en aquello que creí inamovible, la fe en la fe, la esperanza en los milagros y la de esperar contra toda esperanza, la capacidad de asombro, de soñar despierto, de confiar en los demás, de confiar en mí mismo, lástima…

¿Ustedes no gozaron y sufrieron unas funciones de cine que les espantó la niñez? ¿No conocieron la taquicardia frente a El vampiro, El jinete sin cabeza, los zombies y las ánimas de ultratumba? ya escucho al rezongón:

– Bueno, si, uno cuando escuincle se ha dejado llevar por pentontadas de esas. ¿Y? ¿A qué viene gastar este espacio en el relato de unas funciones de cine en que como a todo babotas lo chamaquearon?

Y yo le contesto: es que ahora me vuelven a chamaquear. Es que he vuelto a los sustos, a los sofocos de aquel entonces. Sí, varejón y ya trasponiendo el Cabo de Buena Esperanza, ahora, de pronto, he vuelto a los calambres de susto y repulsión que me produce la galería de monstruos, de muertos resucitados, y hasta las fosas nasales me llega el hedor de la carne muerta, podrida, echada a perder. Es que acabo de asistir a otra matinée como las de mi adolescencia y me horroriza otra vez la galería de engendros, y vuelvo a experimentar el fruncimiento de músculos y el rechinar de dientes, Y cómo no, si ahí, miren, frente a mi terror, un aprendiz de brujo cachetón, criado del brujo chaparrito, va resucitando, uno por uno y a golpes de El Yunque, engendros de la alzada de Carlos Abascal, Espino, Fox y su manada de hijastros, los hijos de toda su reverenda Marta. En el Teatro Morelos perdió México y en el Cine Morelos ganaros los monstruos. Hoy, en el país, resucitan y ganan los monstruos y México vuelve a perder. (Laus Deo.)

El VIH/Sida, ¿pena de muerte?

Así pues, mis valedores, se celebra en esta ciudad la XVII Conferencia Internacional sobre el Sida. A propósito, el Jefe de Gobierno del DF presentó el Programa de prevención y control del VIH/sida, con el libro de texto sobre sexualidad que dará a conocer esta misma semana y la repartición de 10 millones de condones «a pesar de los grupos de la Edad Media que andan sueltos y se oponen a su uso».

«¿El condón? ¿Para qué el condón?, preguntan voceros del alto clero. ¿Para seguir buscando el placer por el placer mismo? ¡Eso está fuera de las enseñanzas de Cristo! La Iglesia rechaza el uso del condón, pues esto lo que hace es hundir en el fango a la juventud, en lugar de darle la mano a los jóvenes para que salgan del lodo».

Las opiniones de José Melgoza, cuando obispo de Cd. Netzahualcóyotl:

Me indignan las promociones que se han hecho para el uso del condón. Eso es darles a los jóvenes los medios para que se sigan revolcando en el lodo…

Mientras tanto, en la lucha contra la pandemia del Sida miles de representantes de 188 naciones del orbe analizan el único padecimiento que, en afirmación de Edgar González, coordinador de la Conferencia, «devasta al humano porque el diagnóstico de la enfermedad casi siempre conlleva aislamiento, depresión de quien se ve como un condenado a muerte».

Una muerte que se inicia con la muerte social, y lo preocupante: que la ciencia comienza a rendirse frente al más delicado de los problemas que enfrentamos hoy día, porque «ni la peor hambruna, ni la peor recesión ni el peor padecimiento tienen el lugar que el Sida en la agenda mundial». Y es México, después de Brasil, el país puntero en nuestra América respecto a los pacientes de Sida. Se escandaliza cierta funcionaría de Córdoba, Veracruz:

Estoy aterrada y preocupada por el avance de la epidemia del VIH/sida. ¡Ni un homosexual más en las calles de la ciudad, ni mucho menos en bares y cantinas! Me produce asco y profundo disgusto la presencia en la vía pública de esos miserables indeseables…

Pero es que la enfermedad afecta no únicamente a «esos miserables indeseables» ni sólo al heterosexual joven o adulto, sino a los migrantes que regresan a sus lugares de origen e infectan a la mujer, y ésta a la criatura por nacer, sino también a los viejos que para mantener su vida sexual activa se encomiendan a la advocación de la pastillita azul, la cafecita, la de algún otro color. Y el Sida sigue su avance al ritmo de 150 mil nuevos casos por año, cifra optimista, porque a saber cuántos miles más sean los infectados que no lo saben o deciden no sujetarse a tratamiento alguno. Y los jóvenes…

Que una cuarta parte de los pacientes fueron infectados antes de cumplir los veinte años. Y el alto clero a rasgarse sotanas y capas pluviales:

– Usar preservativos y seguir haciendo el amor. Esto continúa siendo el método de nuestras autoridades. ¡Eso es una barbaridad! Intentan proteger la salud promoviendo el vicio. El abuso del sexo es el que se ha convertido en un problema no de salud, sino de moralidad pública. Y ahora convierten en héroes a los enfermos de Sida. La Iglesia rechaza el uso del condón, fuente de prostitución. Ni condón ni homosexuales. La homosexualidad es un verdadero crimen, y la Iglesia Católica rechaza tanto a los homosexuales como el uso del condón, fuente de prostitución».

A propósito: para usar los conceptos de Cristo, que el clero católico trae siempre a flor de sermón, de memoria repito lo que afirmó ese Ungido que hace siglos privatizaron Constantino y la iglesia católica:

«¡Ay de aquel por quien viene el escándalo! ¡Más le valiera que le aten al cuello una rueda de molino y sea arrojado al mar…!

El escándalo. Hace algunos ayeres el reportero se acercó a José Ulises Macías, por aquel entonces arzobispo de Hermosillo, Sonora:

– Señor, es bien sabido que en México existen muchos curas pederastas, y que su conducta es motivo de escándalo entre sus feligreses, ¿Estos curas usan condón…?

Indignado, el arzobispo, sin aludir al condón: «Sí hay curas pederastas en nuestro país, claro que los hay. ¿Sabías tú que no somos ángeles? Aunque hombres de Dios… ¡también somos hombres, muy hombres!»

Pero muy hombres de Dios, ¿no, monseñor? (¡Dios!)

¿Santa simplicidad…?

Y es que en asuntos de cultura política aún somos niños de teta. El nuestro, en ese renglón, es un estado larvario. Ahora me explico el poder de manipulación que sobre nosotros ejercen los medios de condicionamiento de masas. Porque, lamentable, por la ausencia del maestro G.R., que nos diera a valer, eso que intentaba ser acto de triunfo y celebración se convirtió en derrota y motivo de duelo. Patético.Ello ocurrió la noche de algún día de estos. Aborregados en el estacionamiento de Cádiz, los inquilinos del edificio y diversos vecinos de la colonia nos preparábamos para la celebración, pero ya a punto del jolgorio un fementido rollo de papeles sacados de entre piel y sostén de un pecho de una hembra garrida masacró el ánimo festivo y oscureció los propósitos de festejo. Con ánimo contristado los observé: aniquilados y en silencio, aquellas ánimas en pena, de una en una, de dos en dos o en grupillos, iban abandonando el estacionamiento y, gacha la testa, unos tomaban las escaleras y enfilaban rumbo a su depto. y otros se desparramaban por las callejas del arrabal. Me dolí:

«Pobres las masas de mi país. Las violentan y agreden una y otra vez, sin que ellas regresen los golpes. Cuándo se llegará el día en que las masas sociales descubran la inutilidad de las muchedumbres y la eficacia de la verdadera organización celular autogestionaria». En fin.

Desde media tarde, en el estacionamiento se había estado cocinando una cena a la medida del júbilo y la celebración, gastos por cuenta del vecindario: el joven juguero, por ejemplo, llevó los refrescos, y el Síquiri las de a litro, y las garnachas y chalupitas doña Tintorera; la gelatina artística y todo lo de picar quedó a cargo de la Jana Chantal, travestí (el Tano de día, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos arroja por media cara), y así La Lichona (esos sus blancos pantalones, tres tallas más estrechos de lo que piden, suplican, a gritos exigen sus curvas), y así todo el vecindario. Desde medía mañana la tía Conchis:

– Lo esperamos a la noche, bigotonzón. Ya le tengo por ahí un negro, pero que bien caliente.

(Ay, Dios). De grano, sí, de Coatepec Y que «cuídao y nos vaya a desairar, áí se lo haiga».

Y cómo, a vecinos de tan buena voluntad, por más que el bocado se me iba a atragantar, que el festejo significaba los ahorros de todos, incluyendo los míos. Yo, aquella corazonada…

En fin, que así se pasó la tarde, sápida de aromas: ollas, jarras y cazuelas. Ya anochecía cuando me entreveré a la bullanga. «Pásele, bigotón (la tía Conchis), a celebrar el triunfo de la consulta ciudadana, que es decir de la democracia A celebrarla con birria, que una birria de democracia como la mexicana bien vale una birria de chivo». Una democracia que esa noche hermanaba a la tía Conchis, militante de Izquierda Unida», con La Macarena, chucha cuerera fanática de los Chuchos de «Nueva Izquierda» y a don Tintorero, ribetes de ateo, con el católico padre Pioquinto, mi confesor espiritual. Afuera llovizna, sirenas de patrullas, cachos de la sentida balada romántica: «Me sabe a pura miér…coles». Edificio de Cádiz. Mixcoac.

– Al rato decimos salú con el chicharrón en la mano. Méndigo gobierno, ¿Pues no que no se podía? «Haiga sido como haiga sido», la consulta ciudadana fue todo un éxito, y va a echar abajo las iniciativas siamesas del de Los Pinos y del mero mandón, Manlio Fabio. Por el respeto a la voluntad ciudadana, vecinos, (Y que salú. Yo, silencioso, con mi infusión de borraja. Y aquella punzada en el lado cordial. La corazonada, una vez más.) La Tía Conchis, conserje del edificio, oficiosa maestra de ceremonias:

– ¡La hora ha sonado! ¡Desvírguense las chelas y a brindar por la consulta ciudadana! ¡Salú! No lo hubiera dicho. Como salido del averno, vale decir de la nocturna tenebra, aquellos dos bultos que, bamboleándose, llegaban desde la calle y hacían su entrada triunfal. «¿Qué celebramos, bigotón?»

Me sobresalté: «¡Jerásimo, qué haces aquí, con semejante borrachera y válgame, con semejante compañía!» (¡Nada menos que La Maconda, o sea la señora viuda de Vélez, devota del muerto Maciel, el vivo Onésimo Cepeda y varios más de esa misma calaña, imagínense! (Vuelvo mañana.)

Indígenas y sotanas

México, julio del 2008. La Arquidiócesis de México defendió los donativos con dinero público canalizados a la Iglesia. Subrayo que la pobreza se combatiría de manera más eficaz si los gobiernos incrementaran sus aportaciones al clero para la labor de ayuda social que éste realiza…Finaliza aquí la denuncia que luego de convivir durante años con los rarámuris me hizo llegar hace algún tiempo la investigadora italiana Alice Miqueli. Hoy, con el clero enquistado en la vida de los citados indígenas, reproduzco aquí la denuncia (nerviosa redacción de frases cortas y restallantes) de la investigadora. El final:

– El padre Gabo, más honesto, busca hacer algo por el pueblo. Quiere que la gente entre en la Casa del Padre. Pero llega el padre Pancho y hereda a Guadalupe de amante. Gabo corre a Guadalupe y regaña a Pancho. Al final «por una orden superior», Gabo se va. Era el más honesto. Pancho se queda con la avioneta, que debiera estar al servicio del pueblo. Los niños se mueren de disentería; no aguantan el viaje a Guachochi, dos horas de carretera. Naño Moreno es testigo: la mujer se muere de parto. Hace mucha falta una avioneta para una urgencia. Pero la única urgencia es llegar rápido a Norogachi cargado de tequila y cerveza, y eventualmente con Guadalupe y otras mujeres…

Hace mucha falta ayudar al pueblo. Tiempo de sequía. Falta de maíz. Hambre, desnutrición Pero no se reparten los alimentos. La artesanía del Tarahumara, que es su alma, es comprada por la iglesia a dos pesos; se avorazan por venderla en otro lado diez veces más cara. El Tarahumara ya no tiene alma ni fe. Los escándalos de la iglesia no tienen fin. Sólo hay hambre. Es por hambre que el Tarahumara acepta bailar el Matachine La fiesta degenera porque, borrachos, los seminaristas empiezan a molestar. ¡Qué vergüenza! Hace falta ver al padre Ercolano Espino en su larga agonía Murió solo el 29 de julio de 1999. Por decir la misa, Pancho pidió doscientos pesos.

Tuxtla Gutiérrez. Julio 2008. Exigen dos mil pesos por fiestas religiosas.

 

Lupe Casa Blanca velando al hijo, muerto ahogado. Ni una palabra de caridad. No hay humanidad. El Tarahumara pierde la fe; el mestizo no quiere confesarse. La gente tiene hambre, cada día más. Con el dinero del pueblo, el padre Pancho hace construir una casa de siete cuartos a su amante Guadalupe. Tina grande siempre llena de agua. No falta nunca el alcohol ni el tesgüino…

Dice Pancho que fuera de la iglesia es un hombre. No es un hombre. Es un delincuente cuando se roba al pueblo, cuando se engaña, se roba a las mujeres, se permite crecer a la delincuencia con este ejemplo. El 22 de mayo del año pasado, por la noche, Saúl González, de veinte años, y un compañero, rompen la puerta y enmascarados violan los dos a Tirsa Orpinel, de catorce años. Tarahumara vive sola. Tirsa se defiende y reconoce a Saúl. Saúl quiere matarla, interviene el compañero. Al día siguiente ella denuncia. Marta Moreno, presidente, llama a la Judicial de Guachochi. Se llevan a Saúl El maestro Pedro, amante de la hermana de Saúl, paga y es puesto en libertad. La palabra de Tirsa no es suficiente. No hay testigos. No procede la acusación, dice la Judicial de Guachochi La familia de Saúl aterroriza al pueblo. El padre de Saúl, José Luis González, amenaza a la madre Balbina con quitarle la tierra. Vive robando a los Tarahumaras. Incapacidad, miedo, falta de valor… Don Francisco Moreno sigue su agonía solo, con la pierna mochada por la diabetes. No está al lado de su Tirsa, que no acabó la escuela y llena de vergüenza se fue a Chihuahua a trabajar por la amenaza de la familia de Saúl.

El pueblo no hace nada. Los hombres Tarahumaras, los padres que tienen muchachas como Tirsa, con un sueño, y el sueño se quiebra en una noche de mayo. ¡Vergüenza y más vergüenza! Un pueblo que no se rebela; un pueblo que aguanta los escándalos, el robo, la violación. Un pueblo que ha perdido su dignidad, el sentido de la hospitalidad y la esperanza…

Dos días antes de la visita (de algún político de alto nivel), al albergue de Basíhuare llegaron desconocidos a acicalar dormitorios; pintar adornos en las fachadas; plantar arbolitos en las jardineras; colgar artesanías en las paredes y adornar con cuadros las paredes desnudas y con toallas nuevas los estantes. Cinco días antes hasta computadoras habían instalado…

Alice Miqueli «¡Vergüenza y vergüenza de un pueblo que ha perdido su dignidad, que lo aguanta todo! Pero el inocente exige con los ojos abiertos que se le haga justicia ¡No mañana, hoy…!”

Corrupción de políticos y curas católicos. Es México (Este país.)

El síndrome del vampiro

Lo afirmé en Radio UNAM y hoy lo reite­ro frente a la sañuda campaña con que al­gunos «medios» han descalificado la con­sulta popular sobre el energético. El vam­piro, mis valedores. Dotado de un poder infernal, es vulnerable en extremo porque su vida depende de unas victimas que se allega por el encanto de que está dotado, de ese hechizo y esa seducción con que las cautiva para con sangre ajena prolon­gar su alucinante existencia. Vayan uste­des tomando nota de tal obviedad

El síndrome del vampiro califica la simbiosis de la televisión y sus adictos. Más allá de su extraordinario poder como agente de civilización, educación y cultura, en manos mercantiles la TV ejerce un po­der equivalente para el sometimiento y la degradación de un televidente al que ma­nipula y enajena hasta un extremo tal que de homo sapiens lo reduce a simple homo videns, al que obliga a anular su capacidad de pensar y obedecer a lo pasivo, depen­diente y manso, cuanta ideologización le impone en provecho propio y perjuicio de una victima a la que así va domesticando día con día. Y qué aplastante poder y pro­tagonismo ha llegado a ejercer en nuestra vida pública hasta erigirse no en el cuarto poder que antaño se le atribuía a la pren­sa, sino en el poder total, que ejerce con los grandes capitales. Hoy, el duopolio es actor y testigo, juez y parte, guía, rector y factótum de la vida pública. Supremo ena­jenador ha terminado por doblegar no só­lo a las masas, sino a todo el aparato de gobierno del país. Tremendo, si, pero aquí su debilidad:

¿Que sería de Televisa y TV Azteca sin la mansedumbre, sin la domesticación, sin el acatamiento del televidente a su re­clamo? ¿Dónde quedaría su poder si, co­mo un paso inicial, los ciudadanos (ya no las masas) le aplicaran un boicot a las fir­mas comerciales que patrocinan los más perniciosos programas, comenzando por los noticieros? El monstruo necesita vivir, y vivir a su conveniencia. Para ello tie­ne, repito, y lo tiene de sobra, una formi­dable capacidad de hechizo y seducción, y la utiliza con una eficacia absoluta. Mí­renlo por ustedes mismos: ¿cuántas ho­ras de su tiempo vital, cuánto de sus neu­ronas van a endosarle al vampiro el día de hoy.

Pésima la influencia de esa que se ha erigido como la suprema «educadora» del país. Nefasta, y quien lo dude mire los da­ños que ha ocasionado en una comunidad a la que ha frenado en el avance del «pro­ceso civilizatorio». ¿Y? ¿Echarle la culpa al vampiro porque precisa de unas vícti­mas dóciles, obsecuentes? El ente televi­sivo lleva a cabo su dañino propósito de una manera admirable, y es dueño de más poder cada día: político, financiero, social, económico, etc. ¿Entonces? ¿Culpa de él o de la turba de ratoncitos a los que condu­ce al abismo con su flauta de Hamelín? Ya escucho a don Juan, mi padre:

«No me almiro de Sainas Pliego, m’hijo; no me almiro de Azcárraga. Me al­miro de unas masas aturdidas que todavía les ponen el pescuezo para que se sirvan con la mordida grande…».

Porque de todo lo bueno y lo malo que a escala política ocurre en el país de­pende, en primer y último término, de no­sotros, los 106 millones de televidentes que rechazamos la organización para el cambio. Lóbrego.

Mis valedores: cuándo la mente del paisanaje alcanzará a procesar esta verdad elemental y este hecho fehaciente, obvio, evidente: la televisión, como el Sistema de poder del que forma parte esencial, es el enemigo histórico de ese cambio histó­rico que con urgencia necesitamos y que nunca lo llevará a cabo ese mismo Siste­ma que, nidal de vampiros, no es el aliado de sus victimas, porque sus intereses no sólo no son los nuestros, sino que de los nuestros medra en su provecho. Pero fal­ta de cultura política: esa lógica elemen­tal no la alcanzamos a percibir, que en­tonces no daríamos el espectáculo de pa­sarnos la vida a reniegue y reniegue de lo «malos o ineptos» que son nuestros gober­nantes, ni nos pasaríamos la vida e-xi-gién-dole a todos esos vampiros que por cari­dad de Dios, ya no se alimenten de nuestra sangre; que por amor a nosotros se vuel­van vegetarianos.

Pero la errada voz de los guías oficio­sos, algunas de ellas de buena fe: «La sabi­duría de un pueblo reside en la capacidad de protestar».

No, Elena. No en su capacidad de pro­testa, no del reniego. La sabiduría de un pueblo reside en su capacidad de efectuar el cambio, la transformación que lo bene­ficie. (En fin.)

Señor del Gran silencio

Las aguas se encrespan y bajan turbias, mis valedores. Por los rumbos de Tlatelolco amenaza tormenta Desde hoy mismo, a la distancia de 40 años, se empiezan a oír los retumbos de aquel Dos de Octubre empapado en sangre inocente que derramó una pandilla de criminales. Los diarios comienzan a llenar páginas enteras con reflexiones y reportajes que se erizan de fotos dramáticas, con la Brigada Blanca masacrando estudiantes. Tlatelolco, 2 de octubre de 1968. Díaz Hordas, matancero por vocación y destino…

Pues sí, pero a ver, un momento: ¿Ese fue el único criminal? No, que detrás de él, susurrándole a la oreja, se ubica el Maquiavelo de San Jerónimo al que tantos señalan de autor intelectual: Echeverría, sí, ese silencioso intrigante, perito en tenebra, conjuras y conciliábulos, que una vez afianzado en Los Pinos sufrió (gozó) una asombrosa metamorfosis, que se nos tornó hiperkinético y se destapó ventoseando una verborreica diarrea de discursos, retórica muy al estilo del siglo XIX. Después, ya en calidad de acusado, iba a volver a su remachado silencio siempre que el fiscal respectivo lo llamaba a comparecer y le formulaba aquel centenar de preguntas. Echeverría, el mutismo como única defensa ante dos fechas trágicas: Dos de Octubre de 1968 y 10 de Junio de 1971 en la Rivera de San Cosme. Sí, el halconazo.

Hoy, rediviva en la memoria la visión de Tlatelolco, va aquí el siguiente recado al hombre de San Jerónimo. Señor, lo que físicamente quede de usted:

Que por aquel entonces fue gárrulo me consta, porque lo sufrí cuando se atragantaba de cámaras y micrófonos, en vivo y a todo color, de costra a costra y de frontera a frontera. Esta tarde de miércoles, ya al pardear, me veo precisado a constatar que como verborreico fue hablantín, y de ello los traigo en las manos, los pelos, que sus discursos, señor ex presidente, llenan, colman y chorrean capítulos, mamotretos en los que se destapaba usted con parrafadas retóricas, líricas, salivosas, inspiradas en los mejores declamadores del XIX, y aquí las pruebas en algunas de sus frases de cuando ya titular del Ejecutivo:

«¡Con la participación de los sectores más amplios de nuestra sociedad, con la práctica de una nueva moral revolucionaria, moral de congruencia entre las palabras y los hechos, entre los principios y la conducta, México continuará avanzando en el futuro, hacia una democracia social en que la justicia se realice en libertad…

Hemos visitado a (sic) muchos países en donde el pueblo no puede estar a esta distancia de sus gobernantes, como están ustedes, compatriotas, sino que se tienen que emplear carros blindados, con guardias cerradas, produciéndose así una gran distancia espiritual. Pensemos que si hacemos bien, si hacemos cada día mejor lo que sea nuestro quehacer, estaremos contribuyendo a ese bien colectivo, a que nuestra patria vaya hacia arriba y adelante, porque eso es lo que importa por sobre las circunstancias o los problemas o los sueños o las aspiraciones de cada quién…

Tanto en la teoría como en la práctica, no creemos en ninguna dictadura que no sea la dictadura fecunda del pueblo, con la libre expresión de sus ideas, de sus justos reclamos. Aquí, puertas abiertas a nuestros conciudadanos. Aquí nos enorgullecemos de que se nos hable sin haber concedido audiencia previa; de que cualquiera pueda dirigirnos la palabra o tocarnos, y no nos ofende que se nos hable con franqueza, con la mirada viendo la nuestra para acabar con un apretón de manos y con un abrazo…

A problemas de siglos, o problemas creados recientemente en México por el afán de justicia de muchos grupos, encontraremos soluciones estables y verdaderas sólo por el camino del Derecho

Hay quienes, sin fijarse en sí mismos, levantan el dedo acusador. Se necesita que haya una verdadera comprensión de nuestra realidad, con autenticidad intelectual, no con la falsedad que a veces envuelve el prestigio intelectual; y se requiere saber que cada quien es parte de un todo y que honestamente debemos incidir en él con nuestra aportación autocrítica para mejorarlo. Pero que el estilo que se ratifique sea la expresión del hombre mismo. (¿?) Nuestros logros siempre serán pequeños en contraste con nuestras ansias de plenitud y de justicia (…) Lejos de sentir que voy de salida considero mi deber hacer todo lo posible en todo momento, hasta el último día de mi Gobierno, para continuar en una obra de justicia transformadora..»

¿Y ahora en boca cerrada no entran víctimas? «¡Cualquier mexicano preferirla morir antes que pedir perdón y, en primer lugar, el Presidente de la República!» Y esto no es todo. (Vuelvo otro día)

Díaz Hordas

Ese tirano cuyo solo nombre ampolla la lengua…

Tomo de Shakespeare la cita con áni­mo de recordar a un cierto personaje que infirió en la conciencia social una herida que no cicatriza del todo, por más que de entonces a la fecha han transcurrido ya cuatro décadas. Tomo también, ahora que el carnicero cumple 29 años de muerto, la referencia de las exequias que en algún país de ficción celebró la ralea oficial ante los podridos despojos de cierto tirano tropical aborrecedor y aborrecido del que fue victima de su autoritarismo feroz; un paisanaje al que ametralló, masacró, encarceló e hizo desaparecer, y hasta el día de hoy. Tal figura tragicómica es El Gran Burundún-Burundá. Mis valedores:

Por que no muera la memoria histórica, traigo al recuerdo la muerte del Gran Burundú Burundá mexicano, un tal Díaz Hordas, ocurrida este mes hace 29 años y del que, según la ausencia de esquelas y recordatorios en la prensa escrita, ya se olvidaron, para bien del matancero poblano. (Detrás del tal, maquiavélico, Echeverría. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar que ese par de asesinos perpetraron la masacre, que no genocidio, de Tlatelolco. Y sigo.)

El gran Burundún-Burundá ha muerto, se titula esta crónica representativa del esperpento latinoamericano, hija legítima de la tradición del libelo y la sátira elevados a las regiones del arte para delinear, barroca y exuberante, la figura sombría del autoritarismo tropical, como en su momento lo fue el Tirano Banderas de Valle Inclán. Asi, hasta el desmoronamiento final, canceroso como el propio Díaz Hordas, porque bien lo dice el cantar «Al que obra mal se le pudre el…» El suyo, vamos a decir.

El Gran Burundún-Burundá ha muerto (me refiero al de la ficción, que el de Puebla se frunció a mediados de julio de 1979). Por allá, en su país de ficción, se celebraron ampulosos funerales. Aquí algunos trozos del texto, que narra a lo donairoso la lobreguez a que lo redujo la muerte. Mientras hago la trascripción se alza en mi recuerdo, terca, la aborrecible estampa de Díaz Hordas y sus cómplices la noche de las Tres Culturas en Tlatelolco.

«Los Consejeros Supremos cerraron la puerta de biselados cristales. Que vengan sus guardias de asalto, sus tropas de choque, los jefes de su policía, las cuadrillas seleccionadas de sus caciques, su mercenario Estado Mayor (sus cuarteleros, digo yo. Crudelísimos.)

Que vengan sus amarillos sacerdotes (los Rivera y Onésimos), sus amoratados verdugos, sus verdes delatores, sus blancos sepultureros, y embocinen todos sus trompas hacia el cíelo. Hubo quienes, en la miseria y el despojo, se consolaron hablando palabras que mentaban la Justicia (¿algún parecido con nuestro país?) Hubo quienes, queriéndose gobernar mejor a sí mismos, deseando un mejor gobierno para todos, por amar tanto la vida quisieron impedir su corrupción proponiendo palabras de concierto…

Contra ellos creó sus zapadores, organizó sus territoriales, inventó sus ángeles invisibles, formó su policía, unificó a las iglesias y movilizó todas sus fuerzas. La represión del Gran Sacrificador no admite límites, (en mi mente, desde Díaz Hordas hasta el impuesto a la viva fuerza.) A los políticos les persuadió -tarea fácil- de que vale más una emisión de billetes que una emisión de principios. A los financieros no tuvo que manejarlos; lo manejaban ellos (los trasnacionales y Slim, pongamos por caso). Desfilaban ante el féretro los postillones de la pluma (esa cáfila de intelectuales orgánicos), los jaleadores de la oratoria. Hongos de las redacciones periodísticas (lo que el sobrecito encenaga a algunos de mis colegas), piojos de los pasillos del Congreso, donde se colocó el ataúd. (Uno de esos piojos, un Beltrones, manejado por Washington maneja al que maneja el país.)

Cómo expresar el rugido de espanto del pueblo al ver, al cerciorarse de que dentro del gran ataúd no estaba -muerto- El Gran Burundún-Burundá, sino que, irreverente, misteriosa, amenazadoramente, yacía allí un gran papagayo, un voluminoso papagayo, todo henchido, rehenchido y aforrado de papeles impresos, de gacetas, de periódicos, de diarios oficiales…

Entonces uno de los caballos de la carroza fúnebre se irguió sobre sus patas traseras, agitó alegremente sus crines, mostró los anchos dientes en una muda carcajada y echó a andar por la avenida más larga del mundo. No le cabía al caballo la risa en el cuerpo…»

Entre tanto las víctimas del matarife, las de Maquiavelo Echeverría, las de la injusticia. ¿Esas qué? (Es México.)

Y ese desastre, ¿cuándo ocurrió?

Calcúlenlo ustedes. Ubíquenlo. Yo sólo cuento con estos detalles:

Anochece en el bosque ¡Y de repente ahí, en el claro de la arboleda, carne para las fieras! Ahí, mírenla: despernancada sobre un yerbazal fragante de anís y tomillo, esa gacela desgarrada a zarpazos, carnes frescas para el león. Encuevadas en sus guaridas, esas dos fieras mutuamente se clavan unos ojillos donde rebrillan el hambre y la rabia, y de covacha a covacha se rugen y enseñan los premolares, dispuestos a disputarse la presa con uñas, babas y dientes. De este lado un tigre de Bengala; de este otro una pantera negra de renegrido corazón y sanguinarios impulsos, que olisquean la carne desgarrada sobre un yerbazal fragante de anís y tomillo. Tigre y pantera ya están a punto de abalanzarse sobre la gacela que yace sobre su lecho de yerbas de olor. Al todo o nada Todo para el vencedor.

Y ándenle, que a modo de calentamiento se inicia el duelo verbal:

– ¡Eja carne ej toda mía, y si quierej agandallártela, primero tendráj qué pasar sobre mi pelleja! ¡Garrr!

– ¡Por zobre la tuya y la de tus infectoz compinches! ¡Eza gazela ez toda mía, y de ella no eztoy dizpuesta a darle ni siquiera el mondongo a un méndigo gato pulgozo como tú, Peje de miércoles! ¡Roarrr!

– ¡Pulgoja tu ejtampa, pioja rejujitada, arribijta! ¿Puej qué eraj en Jelaya, jino una empleada en un changarrillo veterinario? ¿Qué diabloj eraj antes del chiripajo que te encumbró a lo inmerejido? ¡Yo nunca jederé mi gajela a una logrera, valida de la ocajión! ¿Quién erej tú, qué méritosj haj hecho para pretender merendarte el aguayón? ¿Cuál ej tu currículo? ¡No se te vaya a indigejtar tanta carne! ¡Sácate a la mierrr..!

– ¡Ezo erez, y no otra coza, corrupto mierdozo! ¡Mírate la cuera, infeliz! ¡Cada mancha ahumada con un bejaranazo, poca vergüenza la tuya! ¡Y ezto vamos arreglándolo como lo que zomos, carbón! ¡A tarazcadas!

– ¡Tan valentonaj ni me gujtan! ¿Puej a qué te atienej, panterita guanajua? ¿De dónde jaca lo lebrona una pobre infelij? ¿Qué rey te ampara?
Ahí, atejonados al cobijo de troncos y chaparrales, los habitantes del bosque, taquicardia y ojillos amedrentados, observan las desatadas furias del par de fieras que de un momento a otro se van a dar en toda la suya Oiganlas:

-.¡Zierra eze pútrido hozico (no uzté, valedor, sino el gato pulgozo) y que hablen colmilloz y premolares! ¡Déjateme venir, minino tabazqueño!
– ¡Minina fuijte, erej y seguiráj siéndolo! ¡Y apáraloj, que ai te van!

Y ándenle, que, desatadas furias, el tigre recula dos pasos, tres, toma impulso y, de repente..¡aquel salto del tigre sobre los lomos de la de renegrido pelaje! Ahí el estruendo, el estrépito, el chillar de los habitantes del bosque mientras fauces con fauces, garras con garras, acezantes resuellos, tigre y pantera, pantera y tigre jadean, se busca la muerte Horror…

En el claro del bosque tres bultos yacen, despernancados: la gacela el tigre manchado, la renegrida pantera negra, que de esa caída no se ha vuelto a levantar. Estriadas las panzas, se empapan con lloraderos de un rojiespeso licor que gotea hasta el lecho de yerbas. Se han destruido mutuamente. Y ahí, a un par de metros, qué dulces se ofrecen las carnes de la gacela Aún atemorizada por la lucha que acaba de presenciar, la luna se había escondido tras el burladero de unas nubes negras que presagian tormenta Un airecito frío riza y eriza las puntas del zacatal. A lo lejos aullidos. A lo lejos…

Unos metros atrás de la gacela osos, lobos y jaguares, coyotes todos de la misma loma, miran y remiran las carnes fragantes, y se lamen los belfos, y ya quieren avanzar, y ya reculan, y ya babean, y ya se miran unos a otros como dándose valor, como advertencia para el osado que intente madrugar a los demás. Y de repente se desfondan los cielos, explotan las nubes, sobre el bosque se arroja un diluvio que fuerza a los animales del bosque a encuevarse en sus refugios. Oscuridad completa en el bosque..

Por fin. Qué alivio. La lluvia escampó. De entre las nubes sale la luna y de sus covachas los animales. Hambrientos. Pues sí, pero, ¿y la gacela? ¿Qué fue de la carne? ¿Por qué el puro calcañar? ¿Y ese carroñero de dónde salió? ¡Hiena, jija de..! Ella sí, que al pegar la última tarascada enfila rumbo a los pinos. ¿Que qué?, aulla el tigre apenas vuelto en sí. «¡Eja gajela era mía!», y que intenta el ataque a la hiena, pero hiena cuál, que se atejonó en los pinos, de donde llega su carcajada «Haiga sido como haiga sido…» Mis valedores: yo no lo siento por el que perdió, sino por el que salió ganando. (Lástima)

Malditos

Que Suiza inicia el regreso a México de los 72 millones de dólares que incautó hace tiempo a Raúl Salinas. Este honrado mexicano, mis valedores, ¿cómo lograría acumular 72 millones? Y a propósito de los Salinas: tal es el destino trágico de los mediocres; caprichos y veleidades de una burriciega fortuna los trepan hasta los dineros y el poder para que ellos, huérfanos de valores y moral personal, se atraganten de poder temporal y dineros mal habidos en una carrera sin frenos, desaforada, marcada por el saqueo, el entreguismo, la traición, la sangre, la huida, el destierro, la cárcel, el desprestigio total. Arrasar y acumular a lo compulsivo, a lo rapaz y voraz, y en el camino matar y ser muerto de forma sádica. Miren a los Salinas

En ellos se advierte, mis valedores, la diferencia entre ser y tener, entre el que se mueve al imperativo de los valores y la moral personal, y ese que por falta de espíritu carece de un peso específico sobre su mundo, y entonces, buscando valer, se dedica a tener. Porque una de las necesidades fundamentales del humano es la trascendencia, y es así como los Salinas, los Fox, los Montiel y Sahagún y Bribiesca, habrán de trascender: a base del saqueo, la depredación, la sangre derramada, la abyecta impunidad. Miren ahí a la ralea de políticos de riqueza ilícita. Contemplen a las Gordillo) y los Madrazo enriqueciéndose a madrazos al erario público…

Trascender es un imperativo básico del humano, y se trasciende por una de estas dos vías: la humanista, por medio de la cual, en nuestro radio de acción y en beneficio de los demás, creamos una obra que recuerde nuestro paso por el mundo, y así no morir del todo, aspiración del humano. La otra forma de trascender es la del griego Eróstrato, pastor de ovejas que, incapaz de trascender por lo que construye, trasciende por su obra de destrucción: incendia el templo de Diana en Éfeso y con ello logró colarse al diccionario.

Así los Salinas, Carlos y el ex-presidiario, que desde adolescentes aseguraron su trascendencia al «fusilar» a Manuela, una niña del servicio doméstico, a la que asesinaron con sendas armas de fuego. Y de ahí en adelante: saqueo, traiciones, depredación, lujos, cárcel, muerte. Mírenlos…

Sergio, Raúl, Enrique, Adrianita; ellos, arrimados en un principio al viejo Raúl, su padre, funcionario público, y más tarde protegidos por ese Carlos que desde Los Pinos y con el modelo neoliberal nos vino a dar en toda la «mothernización»; ellos, repito, consiguieron acumular bienes económicos y males personales con una que imagino intolerable carga de infelicidad. Adrianita Enrique, Sergio, Raúl: todos ellos caídos en el desprestigio, y alguno caído en la cárcel y expulsado de ella, y uno más caído en la muerte violenta, y cremado antes de que se cumplieran los trámites que marca la ley para quienes así perdieron la vida. Así se procede en un estado de derecho como es el nuestro, según lo eructan Los Pinos a todas horas…

Hoy, que el regreso de los dineros acumulados por Raúl me traen a la mente esos destinos trágicos, abyección y esperpento, recuerdo esa galería de personajes paridos por la imaginación de los fabulistas. ¿Conocen ustedes la literatura del esperpento, donde se ubican personajes tragicómicos como los López (De Santa Anna y Portillo), los Díaz (Porfirio y Gustavo), y Echeverría, Salinas, Fox y este que medio México nombra «legítimo»?

En fin, que los mexicanos permitimos que Carlos Salinas, hermano de un Enrique hoy difunto y hasta ayer sospechoso de lavar dinero, nos gobernase el tanto de seis años. Con su proyecto transexenal nos sigue gobernando todavía. Con su influencia política gobierna a Manlio Fabio que gobierna al que el otro medio México moteja de «espurio». Y aquí lo demencial: siendo un caso para el terapeuta, como sus hechos lo demuestran, en sus años de gobierno Salinas, según muchos analistas, fue mucho peor que su precedente, López Portillo, pero menos malo que Zedillo, el sucesor, asesino de ferrocarriles nacionales que con el Fobaproa-IPAB nos enjaretó una deuda de 100 mil millones de nuestra moneda nacional, o sea el dólar, que se calcula pagaremos en alrededor de 50 años. Pues sí, pero este Zedillo, repiten los estudiosos, fue menos malo que su sucesor, ese vendepatrias al que tantos mexicanos ya empiezan a echar de menos. ¿Culpa de tan sórdida galería de esperpénticos? No, por supuesto. Culpa de todos nosotros, que lo permitimos; que no queremos darnos un gobierno aliado, al que obedecer como sus mandantes. Por hoy, «buen» futuro avizora el país, con los mexicanos como sus garantes, válgame. (En fin.)

Balada del rencoroso

Que una mañana de estas, frente a la inaudita violencia que se genera en el D.F, el Cosilion y yo caminábamos rumbo al taller donde recogería su Jetta, desvalijado por tercera vez. Me hubiese negado al acto suicida de salir a la calle, ¡una del D.F!, pero mi vecino andaba con un genio sulfuroso por la amenaza de su suegra de visitarlo en el periodo de vacaciones. Que aun el perraco aquel, pálido y tembloroso, los ojos afiebrados y el rabo entre las piernas, se nos había entreverado a las zancas. Ante esos belfos, baba sanguinolenta, pensé: aquejado de rabia, pero más de temor ante un D.F. atacado de rabia por la violencia inaudita de narcos, asaltantes, secuestradores y asesinos, cuánta maldad puede caber en el humano corazón. En eso vi que unos con aspecto de bonaerenses (no ches, sino de la colonia Buenos Aires) desmantelaban un Gran Marquís Al forzarle la cajuela, que se abrió de golpe:

¡Hijo’e la gran marquís, este salió con premio! Carnes frías.

Tres cadáveres encajuelados. Uno de mujer; otro de adolescente, y de anciano el tercero. Los desvalijadores se avalanzaron sobre las ropas, y tras urgido bolseo: «Nada, j manís, los de la Judicial se nos adelantaron».

Lo que quedaba del Gran Marquís lo engancharon a una grúa de Tránsito. Yo, a lo instintivo, traté de apuntar las placas. Del cielo bajó la voz del Altísimo: «¡Avance, avance, no se exponga a una rafaguiada!»

«Soy yo, Padre Santo«, traté de decirle, pero cuál santo, cuál padre: el helicóptero de Mancera, el de Seguridad. «¿Qué, somos o nos parecemos, mono? ¡Indentifiquese!» (Sic.) Bajé la vista y lo apreté, el paso; las apreté, las de Santa Teresita (reliquias que llevaba en mi diestra); lo apreté del susto. Un apretadero. De súbito: «Patronatos». Al unísono perraco rabioso y humanos aterrorizados levantamos los brazos. «¡No disparen, nosotros no vimos nada!»

– Cuál disparen Señores, ¿el camino al penal de El Altiplano?

Sí, que evadidos del de alta seguridad, y que ese fue su error, «¿Pues no cometimos la pentontada de dejar la seguridad de una celda para venir a tragar bilis en el D.F.? Y sin trabajo, sin un salario, para sustos no ganamos».

Los vi alejarse mientras el helicóptero de Seguridad descendió tanto y tanto se aceleró que a turbulencias levantó la faldita de la morenaza que caminaba delante de mí. Le vi sus muslos, le vi sus chones, le vi sus / travestí, lástima, y llevaba cliente, el político este… ¿cómo se llama? En fin, luego les digo su nombre. Y al arroyo vehicular. Es que los adolescentes que junto al cajero automático a lo automático asaltaban a la anciana obstruían el paso. Suspiré. Y pensar que faltaban todavía siete cuadras, y que en la bocacalle estudiantes y granaderos intercambiaban goyas y lacrimógenos. El Cosilion, observándome: «Tan bigotón y lloriqueando».

– Es el gas, que me entró a los ojos.

– Ya, no la haga de gas y camínele. Su pésimo humor. Y a seguir caminando en pleno D.F. De repente: «¿Ve usted lo que yo veo, bigotón? Pa su manga, si es el telégrafo». No entendí la causa de su exaltación, pero allá vamos, y entramos, y mi vecino se pepenó un machote (a ver): sí, de telegrama Y que México DF.,a tantos más cuantos, y un texto que leí de ganchete, y mis valedores…

Yo no calculaba el alcance de la humana maldad. No me imaginaba las reservas de perversidad que se empozan en la mala sangre del corazón Creí que los peores serían asesinos y secuestradores, pero supe ahora, con sólo leer el mensaje, que de aquí en adelante debo disimular al máximo lo que me sobreexcita La Lichona, ella y sus mallones blancos tres tallas inferiores a lo que piden, suplican, exigen a gritos semejantes formas. Pero ella, tener de marido a ese modelo de maldad, uno así de vengativo. Mis valedores: vi al Cosilion tomar el telegrama y presentarlo en la ventanilla

– Extra-urgente, aunque me cueste un hovo de la cara (Hovo, dijo.)

Pagó, tomó el comprobante, y a la calle otra vez, donde tres del cartel de la Judicial que descargaban cocaína en esa escuela primaria se trenzaron a balazos con el cartel que encabeza uno de la Federal Preventiva. Y el asquillo de verme caminando junto al autor intelectual de un telegrama que, con su carácter de urgente, ya volaría, cohete Patriot, Scud, o de los recién estrenados de Irán, rumbo al blanco, fatalmente; un telegrama que así decía:

«Querida suegrita dos puntos, véngase de inmediato al Distrito Federal. No a visitamos, sino a quedarse a vivir con nosotros«, punto final y firma Ah, los violentos y rencorosos de la ciudad capital. Como mi vecino. (En fin.)

De la calle

Media mañana Ahí, frente a mi zozobra, El Cosilión, del depto. 18: «Son unas cuadras, no sea zacatón. ¿O qué, ya no somos amigos?»
A prueba nuestra amistad. Yo, cauteloso: «¿No le convendría ir solo?»

Pero cómo negar un favor al vecino, ahora que anda con un genio intratable porque la suegra amenaza con venir a pasarse con él y familia las vacaciones escolares. Por otra parte, ¿negar un favor al marido de La Lichona, que sería negárselo ella, a sus blusas escotadas hasta por acá, miren (mejor no vean) y a sus pantalones blancos, tres tallas más estrechos de lo que piden, suplican, exigen sus (en fin). Hice a un lado los matutinos y me alcé del sillón. «Espere, pues, a que descargue una urgencia menor».

Entré al lugar excusado, me encerré, puse el seguro a la puerta, caí de rodillas entre la taza y la nica y abrí los brazos, el rostro hacia el techo: «¡Señor de los santos cielos, tú que supiste proteger a Daniel en la jaula de los leones y en los fosos de fuego! A tu poder me atengo y mi vida la pongo en tus manos». Como en un susurro creí percibir voz del Increado, que pedía más detalles. «Mi vida, señor, en peligro de muerte. ¿No ves que me veo obligado a salir a la calle? Y en pleno Distrito Federal, ¿te imaginas?

Pero la persigné, volví a la estancia y tomé mi chaleco de pelos. «Vamos, pues, y que sea lo que tenga que ser». (Y aquella corazonada..)

Al bajar las escaleras rumbo a la calle, y como resultado de la lectura reciente de los matutinos, mi mente hervía que hagan de cuanta noticiero de López Dóriga, cuando tenía yo la mala costumbre de verlo en el cinescopio: secuestros, asaltos, cabezas sin cuerpo, cuerpos sin cabezas, y por todas partes regueros de cadáveres insepultos. «Esta semana, tan sólo en Chihuahua y Sinaloa, la cuota ascendió a tantos «rafagueados». Me apoyé en el muro y abrí la puerta «Obre Dios».

Ahí, frente a mí, la calle, y lo que es el miedo: al pisar la banqueta, El Cosilión se frenó y yo pegué el reculón. Luego, a lo instintivo, nos tomamos de la mano, pero el qué dirán. Nos soltamos y echamos a andar. Animas del purgatorio. Yo, aquella corazonada..

Y a enfrentar los peligros de la vía pública ¡caminando a pie firme, aunque con las zancas levemente temblorosas! A caminar el tanto de las diez cuadras que nos separaban del taller mecánico donde intentaban recomponer, estilo rompecabezas, el Jetta de El Cosilión, ahora desvalijado por tercera vez. A pie porque mi cucaracheta no circulaba ese día y El Cosilión había rechazado la sugerencia de La Lichona: «Si en lugar de arriesgarte a salir a la calle mejor dejaras perder tu Jetta…» Mis valedores…

La calle: río de viandantes que, más allá del pánico, vienen y van, con la prisa frenética de quien no tiene ni sabe a dónde ir. Media cuadra y nada había ocurrido todavía Yo, esta mano en la boba para protegerme. No un revolver, sino un rosario bendito. Luego la zurda a la otra bolsa donde llevaba mi relicario con las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús. La calle…

De repente: ¡tráca-ta-traca!, ráfagas de metralleta Me engarroté, apreté las de Santa Teresita, traté de atejonarme en el quicio de la puerta, brinqué. A la estampida de transeúntes alcancé a distinguir el portón del banco, desflorado a punta de cañón largo, que vomitaba a unos de uniforme en estampida, y detrás de ellos, fusca al frente y comandados por su guía moral (uno de la Federal Preventiva), media docena de asaltabancos que con las de alto poder les aventaban el recuerdo familiar: ¡Trácata-traca!» A la vuelta de la esquina se alejó el estrépito. El Cosilión:

– Déme acá su manita, lo ayudo a levantarse. Mire nomás que irse a tirar en el charco. ¿Ve? Ya comenzó a estornudar. Al rato la va a hacer de tos.

La esquina de mi barrio. En el puesto de periódicos: «Sinaloa: sicarios asesinan a 8, incluidas 3 menores». «El ejército detiene a siete pistoleros en Culiacán «En Chihuahua amenazan al gobernador José Reyes. Ayer amaneció una manta en la casa de su madre: O pones orden o matamos a tu familia«. Y las fotos, qué fotos: a todo color, a todo dolor, a toda sangre. Yo, qué curioso, la ropa empapada y la boca reseca

– ¿Y si mejor nos regresamos? Hasta podríamos llevarnos a este pobre perraco, mire. Es un perro del mal y anda bien espantado.

Pálido, tembloroso, ojillos afiebrados y el rabo entre las piernas, se nos había entreverado a las zancas. Me dio una pena..(Sigo mañana)

¿Me estás oyendo, inútil?

Porque, mis valedores, es México, el México que rige Calderón, al que rige Beltrones, al que rige Washington. Porque, según jura el discurso oficial, el nuestro es el país de la ley, la justicia y el estado de derecho, que es decir el de Fox, Marta, los Bríbiesca. Salinas, Montiel. El México de los mexicanos…

Y hablando de mexicanos: alguna vez existió un campesino pobre (un pleonasmo) al que su pobreza lo empujó a salir de su tierra madre, que de madre se le había tornado madrastra, en busca de la sobrevivencia para sí y la familia. Pero este no tomó el camino de los campesinos pobres, que es el imperio de Bush y el guadalupano McCain. No, este decidió enfilar rumbo a la ciudad capital, y en eso estuvo lo malo, porque no calculó el riesgo de viajar en un país cuyos caminos estaban rigurosamente resguardados por ejército y policías. Y al campesino le ocurrió lo previsible.

Y lógico en un país celosamente resguardado por ejército y policías: todo fue salir al camino, sus burros cargados con diversos productos para venderlos en la ciudad, cuando al campesino le cayeron encima los salteadores, que lo atacaron con el único lujo que conocen los pobres en una de las 15 mayores economías del orbe: el lujo de la violencia Total, que los asaltantes le robaron su recua con todo y carga. Porque en el país que, según Calderón, pronto estará entre las cuatro mayores economías del mundo, la pobreza obliga a los lugareños, para mal vivir, a ser malvivientes. Lóbrego.

En fin. Mal repuesto de la golpiza, el campesino acudió a las instancias legales y levantó sucesivas denuncias que en un país de leyes nunca encontraron respuesta, para que el agraviado -de los salteadores primero, y de los jueces después- demandase justicia una y otra vez, y nada Y como resulta que tú, yo, nosotros estamos el riesgo de caer en manos de un bergante cualquiera, militar o civil, y de ¡e-xi-gir! justicia a lo inútil, por que nos miremos en este espejo, asiento aquí los requerimientos que el campesino agraviado lanzó contra una justicia tan bien cantada en el discurso oficial:

– Señor, dice el agraviado al responsable del gobierno: tú fuiste colocado en tu puesto para escuchar los pleitos, para juzgar entre las partes, para castigar al bandido, pero al contrario, das tu apoyo al ladrón (¿a Fax, por ejemplo?). Uno deposita en ti su confianza en tanto tú te has convertido en un prevaricador. Los altos funcionarios practican el mal. Los jueces roban Quien debe repartir justicia es un prevaricador. Quien debe combatir la pobreza es el que la provoca en toda la región Quien debe reprimir el mal, él mismo comete la iniquidad (¿Está oyendo, Calderón?)

El encargado de pesar los granos trapacea en su provecho. El que llena graneros para otro, hurta los bienes de éste Quien debe mostrar el camino de las leyes organiza el robo. ¿Quién, pues, pondrá obstáculos a la perversidad cuando el que debe rechazar la injusticia se permite a sí mismo desviaciones? Mira a los altos funcionarios: un buen soborno basta para corromper a los jueces. Se nutren de las mentiras, y las reproducen Ciego es su rostro frente a lo que ven, sordo a lo que escuchan Tú eres como una ciudad sin gobernador, como una compañía sin jefe o una manada que no tiene pastor. Eres como un barco sobre el cual no hay capitán (tome nota, Calderón). Tú eres como un policía que roba un gobernador que pilla una autoridad encargada de reprimir el latrocinio y que se ha convertido en modelo de ladrones.

Míralo con tus propios ojos (qué lo vas a mirar): quien debe impartir la justicia es un ladrón; quien debe resolver los problemas es quien los provoca; el juez viola la justicia, Ladrones, bandidos, saqueadores son los funcionarios que fueron nombrados para reprimir el mal; cómplices del criminal, eso son los altos funcionarios que fueron nombrados para castigar el crimea

Hasta aquí el campesino, pero yo apuesto, mis valedores, a que ustedes no acaban de reponerse de la sorpresa y el ataque de estupor. ¿Cómo? ¿Un asalto en México? ¿En nuestro México un campesino pobre? Pero no, no espantarse, no tacharme de embustero o de amarillista Tranquilícense, que el desdichado episodio que sufrió el campesino pobre, como lo somos todos, si exceptuamos a los ricos (si pobres y ricos hubiese en el país) no ocurrió en este México de estadistas, el principal de los cuales le augura una prosperidad inaudita dentro de algunos años, sino allá, en el remoto país de Egipto, y no en el Egipto actual, sino del de hace cuatro mil años.

Pues sí, ¿pero qué tal el susto que se llevaron? «¿Cómo? ¿En el México de Calderón, de Beltrones, de Washington?» Ya ya cálmense. A la rorro. (En fin.)

El águila y la serpiente

Ahora resulta, mis valedores, que según encuesta reciente convocada por el diario español 20 Minutos, la bandera más bonita del orbe resultó ser la nuestra Sin más. Qué les parece. Yo ahora a propósito, evoco la reclamación que a principios del sexenio pasado lanzaba un Jaime Veloz, diputado priista contra el segundo marido de Marta, el del «águila mocha»:

¿Por qué cambió Fox nuestro escudo nacional? No me convence ninguna de las explicaciones de la señora Marta de que el águila está en posición de ir hacia adelante. ¿Cómo puede un águila caminar hacia adelante, si no tiene alas..?

Al propio tiempo la fracción del PRI en la Cámara de Diputados presentaba un punto de acuerdo: «para que este órgano legislativo exhorte a la Sec. de Gobernación con objeto de que disponga que todas las dependencias del Ejecutivo Federal utilicen legal y correctamente los símbolos patrios».

Tartufismo el de la legislatura tricolor, que mañosamente omitía un hecho aberrante: que desde su nacimiento y hasta el día de hoy el PRI viene haciendo mal uso de los colores patrios para embarrarlos en su logotipo. ¡A lo largo de 79 años corridos! Tartufismo, repito, porque cuando la
oposición, años antes, presentó un punto de acuerdo para que el Senado prohibiese al PRI el uso de los tres colores, así respondió el entonces partido del gobierno:

– ¡Eso nunca! ¡La propuesta no tiene por qué ser aprobada en el Senado, y ni siquiera por el Congreso, toda vez que es un asunto interno del PRI! Si nosotros decidimos cambiar siglas y logotipo es un asunto que sólo toca a nosotros. No tiene por qué tratar de imponérsenos con camisa de fuerza La propuesta, sin duda tiene un fondo electorero…

Y a la exhortación de Ernesto Rufo, del PAN, para que los priistas liberaran los colores patrios, la respuesta fulgurante de un grupo de jóvenes obviamente «revolucionarios»:

– ¡Para el Frente Juvenil Revolucionano del PRI, la propuesta es una tontería que debe ser rechazada! Cada partido tiene derecho a utilizar los colores con que se identifica El PAN utiliza el azul y blanco porque se identifica con la bandera gringa. ¡El PRI ha utilizado siempre los colores nacionales porque siempre se identifica con México..!

El Partido de la Revolución Democrática, por su parte: «Impugnaremos ante la autoridad electoral la utilización de los colores de la bandera nacional en el escudo del PRI. No es sólo un reclamo nuestro; en las encuestas que hemos realizado a lo largo del país, millones de mexicanos perciben el mismo sentir. O todos utilizamos los colores nacionales, o ninguno».

Entretanto, «Diversas organizaciones civiles y ciudadanas pidieron al Congreso que tome medidas para establecer una prohibición para que cualquier partido político use los colores nacionales para manipular al electorado y hacerle creer que ellos son México y que México es de ellos».

– ¿Que qué?, se encrespó un Amador Rodríguez, tricolor. ¿Que qué? ¿Despojar de sus colores patrios a mi partido? Esa es sólo una cortina de humo de la oposición. Tal parece que se considera a la ciudadanía como tonta o tarada que no sabe por quién votar, y entonces lo que hace es decir: «Voy a votar por la bandera». Eso es totalmente estúpido…

Y el priista (dije priista qué irónico) Campa Cifrián: «No hay marcha atrás ni titubeos que obliguen al PRI a cambiar los colores de su logotipo. Ellos le dan la identidad y es un derecho que tiene desde su creación. Los priistas no perdemos el tiempo en criticar los colores azul y blanco del PAN, o el amarillo del PRD. ¿O sí..?

Un chaquetero más. Así daba color el entonces priista Arturo Núñez «A los colores patrios tenemos un derecho histórico. Con ese tema recurrente y obsesivo pretende la oposición justificar sus derrotas electorales, argumentando que pierde porque el PRI tiene esos colores en su emblema El PRI hará valer su mayoría para defender sus colores patrios. ¡Nosotros iniciaremos una cruzada en defensa de la identidad de nuestro partido..!

Y una última voz: «El PRI no debe utilizar los símbolos patrios. El Himno Nacional y la Bandera pertenecen a los mexicanos, son símbolos de los mexicanos, no sólo de un partido. Y México no es el PRI ni el PRI es México.

Sí, el ex-priista López Obrador, ¿lo conocen ustedes? En fin, que en todo esto lo único cierto es que la bandera más bella del mundo es la nuestra, siempre que vaya estampada en un barril de petróleo. (Répsol.).

¡Confiesa, pinche Justicia!

Así fue. Al enterarme por el Diario Oficial de que la tortura y el uso de la de la picana quedan proscritas, una morbosa curiosidad me impulsó a proyectar un reportaje sobre el instrumento justiciero. Pedí a mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., que me pusiera en contacto con algún policía que conociera, hubiese utilizado o tuviera referencias de la picana Una vez que lo reviví de la cruda el consanguíneo me condujo hasta el cubil de un su amigo, de la PFP, a donde llegamos por un corredor que da a un sótano que da a un socavón que da en las narices con su aliento pestífero a humedad y desechos humanos. De casualidad conocía la picana

– ¿Reportaje pal mero rey de la hemoglobina, la moronga y la nota roja o sea López Dóriga? Porque yo pal Salinas pliego como que no; ese Salinas, como el «compatriota» pelochis, me da en el mero caracol del ombligo.

(La negra noche de mi mal). – La picana señor: ¿de fabricación nacional, se consigue de fayuca en Tepis Company? ¿Cómo se dice picana en inglés? ¿Y en hebreo? Si son chinas o japonesas traerán radio, calendario, despertador. De ser made in México, cuando fallen habrá que usarlas como marro, ¿no? ‘¡Habla, carbón, o te deshago la choya a picanazos..!’

A la acción de utilizar la picana ¿cómo se le nombra? ¿Picanear, picanizar? ¿Algún modismo vernáculo? Ya que se inicia la primera sesión de tortura del día ¿la picana la consiguen mediante vale en el almacén? ¿Dejan importe? ¿O tal vez cada torturador tuvo que agenciarse su propio instrumento? «Híjole, manís, qué chulada comprastes. No que la mía ya no pasa la verificación, menos el alcoholímetro. ¿Y con qué suertudo la vas a estrenar..?»

Cuando una picana se descompone, ¿cuentan ustedes con un técnico especialista en reparación de picanas? O a lo mejor se la llevan al técnico de la esquina «Ándale, maestrín, que dejé a mi sospechoso ora sí que en están bai«. «No, mi comanche, yo sólo sé de picadoras de fruta y batidoras de huevos». «Ah, ¿y esta no lo es? ¿Quieres comprobarlo? ¿Ah, verdá, güey..?»

¿Las picanas son lavables? Ya que se terminó de impartir Justicia, ¿hay que pasarles una franela con aceite, con alcohol? Sí, usted sabe: moquis, cadejos de greña saliva, sudor, caspa, cachos de cuero cabelludo, sangraza, heces fecales, esputos (no, cuál ofensa a la corporación; esputo es un simple gargajo). ¿Las picanas ronronean como gatos satisfechos? ¿Chillan como gatos en celo? ¿Parecen llorar, pujar, lamentarse, o suenan como un bramido, en contrapunto con el bramido del sospechoso..?

¿Tiene punta de forma adaptable a senos, axilas, orejas, lengua vagina vulva ano, testículos? ¿O son testículos, ano y vagina los que han de adaptarse a la punta de la picana? Al accionarla señor de la PFP, ¿vuelve de lado su rostro? ¿Traba las quijadas? ¿O la acciona a lo artesanal, como quien trasquila borregas? Cuando picanea mujeres, ¿se excita, suspira le da por lo sentimental? ¿Recuerda usted si de niño recibió besos de su madre? ¿recuerda si tuvo madre? Al término de un día de labor y ya rumbo a casa ¿tiene, aguardándolo, una Nallieli que le bese esa mano que sostuvo la picana? ¿Tiene un Tomás primogénito? De tenerlo, ¿puede mirarlo a los ojos? En la noche, señor, ¿puede fundirse carne a carne con su amantísima? Luego, ¿dormir? De dormir, ¿sueña? De soñar, ¿qué clase de sueños? Dice el gobierno que en México se desterró la tortura y el gobierno de México nunca miente. ¿Entonces? ¿Cuántas picanas calcula usted que han quedado fuera de servicio? Ahora que están ya en desuso, ¿no se pudiesen aprovechar para algún otra actividad? Pirograbado, tal vez. Como vibradores, consoladores, en fin…

Mis valedores: el de la PFP, que hasta entonces me había escuchado en silencio y atejonado en las sombras, de repente se me echó encima me prendió del pescuezo, me atenazó con los brazos y me descoyuntaba las vértebras. Yo, la asfixia «¡Orita contesto tu interrogatorio, cabrón!» «¡Au… gilio…Gegágimo!»

En fin Al rato me reponía en el sillón de la estancia Trasudado, tembloriqueando, la cara estremecida de tics, con manos temblonas afianzaba el pocilio de tila con cuachalalá que me aprontaba mi única «Pobrín de mi amor. ¿Pues a dónde lo llevó usted, licenciado Jerásimo

El cual me miraba y sonreía el muy burlón: «Si nomás lo llevé a la cárcel clandestina que el gobierno ha puesto al servicio de esta colonia para la impartición de justicia Tu reportaje sobre la picana bigotón, ¿cuándo sale en Alerta? Yo conozco la técnica del Yaraguán. ¿Te la enchufó, su picana?» Y sonreía el muy… (Pa su.)

Los genitales de la Justicia

Ojos vendados, la balanza en la zurda y en la diestra la picana: mis valedores: es la Justicia Penal de Tepachico, Méx., 16-VI-2008. Parientes denuncian que a los internos les condicionan la comida, los mantienen encadenados y los torturan con desear gas eléctricas en los genitales…

¡Descargas eléctricas! Aquí aparece, es obvio, la mentada picana, acerca de la cual lo establece el Diario Oficial: «La tortura, como un sistema para obtener declaraciones de personas involucradas en delitos del fuero común, se ha terminado. Ya no se utilizan recursos como la picana».

Yo, morbo y curiosidad, lamentaba que ese instrumento de tortura se hubiese desterrado en nuestro país, que desapareciera sin que me revelase sus secretos: forma, tamaño, modo de empleo, en fin. Y como ya ni picana ni descargas eléctricas se utilizan en nuestro país, tal como lo relaté a ustedes el viernes pasado fui y encaré a mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., que atravesaba por uno de sus períodos críticos de sobriedad:

– En esta o aquella piquera conocerías a judiciales o de la federal preventiva. ¿Me arreglas una entrevista con alguno de los torturadores retirados, para que me hable de la difunta picana? Para un reportaje..

El precio: que le curase malestar estomacal y dolor de cabeza, y ya una vez resucitado y de nueva cuenta borracho: «Prepárate, pues». Y allá vamos, y ahí fui a estacionar el BMW (el volks cremita, más propiamente), y entonces…

Y sí, al rato entrábamos a un corredor que da a un sótano que da a un socavón pestilente a humedad y desechos humanos que tomé por estacionamiento en desuso y resultó ser la cárcel clandestina que la Justicia asignó a mi colonia. De entre las sombras y la pestilencia del cubil emergió una figura levemente humanoide «Aquí te lo dejo, Yaraguán. Pseudo-neo-comunistoide, pero inofensivo». Y que se retiraba a ponerse a las órdenes de un tal Madrazo, imagínense. Yo, al madrazo del temor: «Oye, no, espérate». Se esfumó. Dije, voz destemplada:

– La picana, señor, ¿pudiera hablarme de la picana? ¿Le quedó por ahí alguno de esos instrumentos hoy ya completamente obsoletos, porque tortura y descargas eléctricas se han desterrado de nuestro país? De tener semejante herramienta, ¿la pudiese accionar, al estilo policías de León, Gtó., en alguno de sus compañeros que se preste voluntariamente a la demostración? Quizá podría usted conseguir algún candidato de buena voluntad.

– Y lo estoy viendo, y lo tengo de cuerpo presente, mono.

Me estremecí. Disimulé. Vocesita que salió atragantada: «La picana, señor, ¿cómo fue introducida a nuestro país?»

– Por atrás, como siempre, y ya encarrerada se siguió con los aquellitos y con los pezones de las dos mamarias, si era una honorable damita la que pasaba a la báscula ¿Qué, aguantas que a ti te la enchufemos

en el asterisco pa’ que la vayas conociendo? Porque me extraña que no la conozcas. ¿No eres tú, por un si acaso, el pseudo-neo-comunistoide que en el radio se la pasa nomás echándole madre y media a nuestras sagradas instituciones patrias? Ya deberías haber probado en Tamarindillo propio los cálidos besos de la picana

– Yo de los símbolos justicieros de mi país sólo conozco toga y birrete del pro-gobiernista Mariano Azuela, y algunas leyes de la Carta Magna y el Código Penal, pero ignoro ese entrañable tuétano de la Justicia que es la picana hoy ya descontinuada Insisto, señor: ¿cómo es, como era la tal picana?

– ¿Uno con facha de ficha fichada no conoce la picana? No mames.

Eché a andar la grabadora – ¿Qué forma tiene la picana señor? ¿Es como un cautín de soldador? ¿Como rasuradura eléctrica? ¿Es portátil o se enchufa a la corriente? Porque si el instrumento es de pilas, ya parece que oigo al judicial en el momento en que la picana en la diestra y con la zurda limpiándose el sudor, interrumpe la labor justiciera «¡Ay, en la madre, a esta madre se le bajaron las pilas! A ver, tú, el madrina te me vas de volón a la farmacia Dulces Nombres y me compras un juego de repuesto. Y tú, jijodiún, ¿por qué te quejabas, si apenas te estaba haciendo cosquillas en el aquellito?» La picana señor, ¿cómo llegó a ser instrumento fundamental de la Justicia mexicana? ¿Quizá fue introducida por conducto de alguna de las corporaciones policíacas extranjeras que operan en este país libre, soberano, autónomo e independiente? ¿Asesores de Estados Unidos, Inglaterra, Israel? Es para un reportaje…

(Sigo mañana)

Una justicia de mierda…

«Los sumergen en un hoyo de mierda y ratas«. Sí, que el gobierno panista de León, Gto., enseña a policías a torturar. Ustedes habrán leído en diversos diarios del martes pasado que El Heraldo de León acaba de dar a conocer un par de videos donde se muestran diversos métodos de tortura con que un agente británico adiestra a algún cuerpo policíaco de aquella ciudad gobernada por Acción Nacional. Que en los tales videos, dicen quienes los vieron en la tele, varios policías practican con colegas que se prestaron al proceso brutal. Que, según las imágenes, los agentes «sumergen a uno de los compañeros en un hoyo de mierda y ratas». Que exhausto, uno más de los torturados vomita, y le ordenan que se revuelque en su vómito, hasta que una voz ordena en perfecto inglés: «Apaga el láser».

¡Todo esto en perfecto inglés y en una ciudad cuna de «mártires» cristeros, asiento de El Yunque y referencia obligada cuando se habla de Legionarios de Cristo, Caballeros de Colón y esa ultraderecha radical que desde el infausto 2000 se encaramó en Los Pinos! Los policías aprenden a torturar en un México que en su Código Penal lo sanciona

Hasta con 10 años de prisión se castigará a elementos de la policía a los que se les compruebe prácticas de tortura…

Leo que El Heraldo de León, pregunta al alcalde panista que ordenó semejante método de entrenamiento policíaco:
– ¿Con estas prácticas no se violan los derechos humanos? Y la respuesta del torturador leonés: «Mira el Grupo Especial Táctico de la Policía Municipal debe estar preparado para situaciones extremas. Nosotros no estamos jugando».

Semejante respuesta me recuerda aquella que daba «El Venado«, torturador de la judicial de esta ciudad, hace algunos ayeres:
– ¿Prácticas de tortura? Pues claro que torturamos a algunos detenidos, y si los torturamos es porque nos enfrentamos a delincuentes y criminales, no a madrecitas de la caridad. Eso sí: aplicamos una técnica especial para no dejar huellas del «calentamiento»…

Capucha pocito, toques eléctricos, inyectar agua de tehuacán por las fosas nasales, sumergir la cabeza del torturado en las heces y el vómito, ¿cuál de todos estos métodos resulta más inhumano, más aberrante, más demencial? A propósito, mis valedores, ¿habrá quedado obsoleto el uso de la picana? Leo en el Diario Oficial:

La tortura, como un sistema para obtener declaraciones de personas involucradas en delitos del fuero común, acabó en las Procuradurías. Ya no se utilizarán recursos como la picana.

Picanas, una vez más, esas que en mi país han dejado de utilizarse como instrumento fundamental de la investigación científica para que la Justicia prevalezca y resplandezca como resplandece hoy mismo, con Calderón.

Picanas. ¿Cómo serían las picanas, qué forma tendrían, qué dimensiones? Hace tiempo me di a visitar reclusorios y a dialogar con internos recién salidos de manos policíacas, y observé las mataduras de algunos órganos recién chamuscados, donde el sadismo cebó su virulencia demencial, enferma patológica «Rastros de la picana», me decían algunos internos, y yo:

– ¿Pero qué es la picana cómo funciona cómo quema la carne?

Ellos torcían la cabeza clavaban la vista en el piso y no respondían. Yo, entonces, ante la noticia de que en México se desterró la tortura, y con ella la propia picana sentí la curiosidad de indagar sobre el ya anacrónico instrumento de tortura ¿Pero cómo encontrar al personaje que me pudiese aleccionar acerca de esa herramienta ya en México totalmente obsoleta? .

Policías con macanas eléctricas se dirigen a levantar el plantón que mantienen las mujeres en demanda de agua. Se utilizarán picanas…

Claro, sí, fue entonces cuando recurrí a mi primo el Jerásimo:

– Tú, como licenciado del Revolucionario Ins., has de conocer las corporaciones policíacas, y aun alguna de las inexistentes casas de seguridad…

Y él: «¿De veras quieres enterarte de lo que fue la picana? ¿Para alguna fabulilla o simple morbosidad? Pero en fin, allá tú. Como casas de seguridad quieras. Vamos a la de aquí a la vuelta

Así de fácil. Tomé mi grabadora ¿A qué casa me llevaría el primo, qué casa sería si yo nunca he visto ninguna que me resulte sospechosa más allá de la leonerita y el burdel clandestino? (El lunes.)

Mercosur y Plan México

Queremos un Mercosur sin pobreza y con respeto a los derechos humanos y a las instituciones democráticas…

Nuestra América mestiza frente al vecino imperial. Se celebra en la Argentina la XXXV Cumbre de Presidentes del Mercado Común del Sur, con la asistencia de Evo Morales, Lula da Silva, Hugo Chávez y demás integrantes del Mercosur. De anfitriona Cristina Fernández, mandataria de la Argentina.

¿El presidente de México? Su mirada al norte imperial, el ya tiene el camino libre para ausentarse hasta por siete días sin la aprobación del Congreso, suficientes para acudir a la Casa Blanca y agradecer a Bush el Plan México. En fin, que ante la inevitable influencia del vecino imperial en cumbres del Sur recordé un relato que alguna vez conté aquí mismo a ustedes, uno que a bofetones de esperpento, ironía y desprecio, ridiculiza aquellas reuniones en la cumbre que de tanto en tanto y bajo el patrocinio imperial aderezaban dictadorcillos de los pueblos débiles, o no hubiesen permitido que los sojuzgaran los Duvalier y Trujillo. La síntesis del relato, con su sintaxis:

«Un ron jamaiquino en la cabeza. Un arrullo turístico de calypso. Mesa llena en esta última sesión del Vigésimo Congreso para la Unidad Caribeña. Presentes todos los delegados de las Antillas Mayores. ¡Menos Cuba! Los de las menores habían formado, en un conmovedor acceso de humildad, mesa aparte Mar, hotel, puesta de sol…

Estados Unidos presidía, sentado entre Puerto Rico y Jamaica. República Dominicana y Haití, en los extremos opuestos de la mesa. Rivalidad. Se repetían los brindis a la memoria de Duvalier y Somoza. Se denostaba a Cuba, temido tiburón Los EU subsidiarían generosamente a los países ahí reunidos con el noble fin de verlos encaminados por la senda de la democracia, y esto sólo a cambio de algunos kilómetros de cada uno de ellos para la instalación de discretas bases nucleares. (O por que aceptaran, qué tanto es tantito, el tacto rectal de algún Plan México…)

La intervención de la orquesta sacó a todo mundo de sus asientos con un popourrí de salsa, merengue y reggae. La vuelta a la mesa favoreció un feliz salto al campo cultural. Para la diversión del delegado estadounidense, los antillanos se dedicaron a debatir ampliamente los méritos de cada isla en el terreno de las letras caribeñas: Espejito, espejito, ¿quién es el más colosal? El gringo sonreía, la luna llena alumbrando el Vigésimo Congreso para la Unidad Caribeña. Diez horas de brindis, arduas discusiones. Por unidad se decretó el tan esperado receso. Y se pasó a la cena a base de un menú diplomáticamente confederado: lechón, mofongo, mangú, camarones y langosta, habichuelas coloradas, aguacate encebollado y arroz con frijoles negros. Tamaña cena decidió el aplazamiento definitivo del congreso hasta el año siguiente. Los antillanos mayores se retiraron a sus habitaciones en el Kingston Heights; los menores fueron trasladados en minibús hasta sus hoteles en la parte baja de la ciudad El delegado de Martinica, atleta empedernido, se quedó frente al mercado, cosa de ejercitar las piernas y nalgas adormecidas por los titánicos silletazos del congreso. Deambuló por las calles oscuras disfrutando de la brisa fresca de aquel noviembre jamaiquino. El Caribe era en verdad una sola patria Negros, chinos, mulatos, indios se amalgamaban bajo el ala protectora del águila estrellada, en un solo ser para juntar los pedazos, separados a golpes de historia, del viejo y siempre nuevo continente isleño-Nobles pensamientos del martiniqués; su sombra, proyectada sobre las paredes, se vio de repente acompañada Martinica se dio vuelta esperando toparse con los ojos endurecidos de un gendarme francés. El rastafariano de medúsicas trenzas y haraposa apariencia lo empujó contra un muro garabateado de consignas. La cuchilla mohosa acarició nerviosamente el cuello del delegado: Give the money, dijo el hombre. La mirada dijo el resto.

Ante el cosquillero de la navaja en su cuello, el martiniqués contuvo el aliento. Luego, con la voz quebrada la mirada empañada por el miedo:

We are brothers, Caribes, Caribe, West Indies… understand?

Una presión mayor en la yugular le cortó la inspiración. El asaltante le estrujó la camisa de motivos africanos, puso sus pies desnudos sobre los esbeltos dedos que sobresalían de las sandalias Made in Jamaica del asaltado y dijo, con renovada urgencia Shit, man, gime the money…»

¡Shit, man, ven y agradéceme ese Plan México que te acabo de embombillar! (¡Agh!)

Cuento de hadas

Es medianoche. En el claro del bosque y al claro de luna los ojos de esos mamíferos, volátiles y reptiles, se clavan (asombro, cautela) en el molote de carne humana que de lomos sobre la grama lloriquea. Sapiente, el Búho:

– Esa criatura ha nacido para político. Los de uña, pluma y pelaje, reculan.

Se agitan y esponjan. La Zorra:

– ¿Para político, dices? Siendo así, les propongo: como las hadas a la niña del cuento, démosle dones que lo capaciten para ejercer a cabalidad su altísimo destino. Lo mejor de cada uno, ¿aceptan?

Aceptaron. Ahí se adelanta el León:

«Yo le cedo el rugido con que amedrente toda la selva». Al embrujo de la luna, el infante recibe el don. La Serpiente: ‘Pero antes de que pueda rugir tendrá que saber culebrear, arrastrarse y clavar el colmillo en el calcañar del de más arriba».

Del niño fue el don, de testigo La Luna. El Perraco: «Morder calcañares, sí, pero tendrá que comenzar lambiéndolos. Sea suyo el don de mi lengua». Suya fue. La Tortuga:. «¿Y cómo subir hasta donde se ruge, si antes no hace méritos detrás del escritorio de «Rezagos Varios»? Burócrata sea».

La luz de La Luna se oscureció. El Camaleón: «Mi gracia le será indispensable. A la ver…no principios, lealtades, ideologías, convicciones. Vuélvase del color de cada partido político que le convenga».

Hinchó la papada, sacó la lengua, cambió de color, dio el chaquetazo. La criatura recibió el don. La Luna, aquel estremecimiento. El Cordero: «¿Y la disciplina partidista? Haga suya, según le convenga, mi mansedumbre. Beee».

Suya fue. La Cotorra: «¿Y de retórica qué? Sea campeón de oratoria. Mi labia, a su disposición». En la hierba, leve temblor. El Jilguero: «Que sepa alabar al de arriba, y a la hora del voto a los de abajo también». Cloqueó la Gallina: «Que en los de abajo se zurre; que los deje como trepadera de mapache». El niño agitó sus manecillas; pareció sonreír. La Hiena: «Sonreír a tiempo. Siempre sonreírle al de más arriba. Siempre. Suya sea mi sonrisa». La criatura sonrió. El Pavo Real.

– Una vez arriba haga lo que yo (y se esponjó, vano relumbrón de seis años. Al embrujo, La Luna enrojeció). Apenas audible, la Garrapata: «Que una vez encajado en el presupuesto sólo a pedazos lo puedan sacar». Y sí. El Armadillo: «críticos no le han de faltar. Mí concha sea su resguardo». Lo fue. La Luna, allá arriba, como que se estremecía. El Cerdo: «¡Oink, oink! Que le halle placer a la ciénaga. Que el barro sea su elemento, y hoce y goce con su destino de miércoles». (Era miércoles, sí). El Topo: «Sea, en su gobierno, como yo: torpón, burriciego ante la luz. Que Washington lo conduzca de la diestra (ese Topo va a ser de derecha)». La luz lunar, ese temblor. «Sea vendepatrias, entreguista», dijo ahí El Girasol«. «Sea Washington su Sol«.

El Gato: ‘Ya que haya saqueado la alacena y comido la manteca, y hecha la digestión, sepa enterrar pudorosamente sus heces, y luego se limpie la cara a lambidas de saliva con ayuda de periodistas alquilones, y aquí no ha pasado nada». Sea. «Y si le ocurriese intentar la honestidad (El Zorrillo), sea como un apestado». Alzó la pata, y ahí les va el chisguete La criatura, a lo deleitoso, le daba el golpe.

Medianoche. En el claro del bosque y al claro de luna, el remate del mágico rito: los de uña y garra, de pezuña y colmillo, forman la ronda en derredor del infante, y ahí se inició el concierto de aullidos, bufidos, gruñidos, que así cantaban al infante:

-¡Bienvenido a la corrupción lucrativa e impune, y que la sepas aprovechar, porque acuérdate: un político pobre es un pobre político. Vale.

– Pues sí, vale, pero aquí falta un detalle (El Zorro). Nada menos que el nombre. «Cierto (el Coro). ¿Y qué nombre le pondremos, matarile-rilerón?

El Gato: «El nombre es lo de menos. Llámese, sin más, político mexicano». A lo lejos, espantados, los espantos temblaron, y demonios de la noche y ánimas en pena se estremecieron. A lo lejos.

– A todo esto (EL Vampiro), ¿cómo supo usted, señor Búho, que el chamaco va para político?

– Fácil. No tiene madre. Nació huerfanito.

Sin madre. Nomás me quedé pensando quién sea hoy día el chamaco del cuento? Tantísimos nombres se me vienen a la mente. En fin. Mis valedores: ¿para ustedes quién es hoy, militante de qué partido político, el huerfanito de entonces? ¿Es este, ese, aquél? (Piénsenlo.)

El Señor de los suelos

Consulta pública, mis valedores. Pero antes, a modo de antecedente que justifique la convocatoria, va aquí la confesión de una baquetonada personal de la que no me arrepiento. Ojalá que una vez conocido el propósito de tan indecorosa revelación puedan ustedes matizarla Y ya curado en salud-Tengo intercambio de intimidad con un par de señoras, con una primero y luego con la otra en el término de unas semanas. ¿Bigamo? Yo no. Bígama la sota moza que conmigo hace el favor de engañar a su esposo. Bígama ella pero yo trígamo por el trato con las dos casadas. Pero sí, voy por partes.

Ambas señoras eran una sola y si me refiero a ellas dos es porque en una de esas, con un pretexto cualquiera, dejó de verse conmigo durante un tiempo, y cuando creí haberla perdido, aquella tarde, de súbito: ¿Tú? ¿Pero eres tú? De parecer al principio, por su edad y la mía una hija mayor, llegó estrenando aspecto de mi nietecita Claro, sí, la cirugía «correctora«, que en semanas le restó diez, quince años de los que declara su acta de nacimiento. ¿Así que la compañera estrenando aspecto? Claro, sí, «new look«, como se solazan en decir los gringos de 4a ¿Así que en un rostro lozano esa nueva nariz, flamante y levemente respingada? La incipiente papada ¿dónde quedó? ¿Cómo fue que debajo de los párpados se esfumaron unas bolsas que eran ahora sólo amago de monederos? ¿Qué fue de las arruguitas en las comisuras de los ojos, esas «líneas de expresión«, qué eufemismo, cuánto miedo le tenemos a las palabras? ¿Y esa incipiente barriguilla y esos nimios almacenes de grasa sobre el par de cuadriles? No, y la nueva vestimenta: baja la bastilla de la blusa pero como compensación esa falda que se trepa sobre la rodilla Cinco minutos y (mis ojos abiertos de par en par) logré cerrar la boca Válgame. Así que yo y el marido estrenábamos compañera Esa tarde, contristada mi ánima con la sensación de haberme convertido en violador y desviado sexual que se atrevía con una menor de edad, «conocí«, en el bíblico sentido, a una nueva mujer. Fui trígamo, y no lo busquen en el diccionario…

¿Que si quiero acallar mis escrúpulos y emparejar mi apariencia a la de mi bígama por qué no me pongo en manos de una runfla de especialistas que me tomen por su cuenta y remienden lo rasgado, renueven lo envejecido y planchen esto, enderecen aquello y apuntalen lo de más allá, y quede yo como angelito de primera comunión? No. Me niego. Categóricamente, por muchas razones, comenzando porque el padrecito Cronos, que se alimenta con sus propios hijos, ha perpetrado conmigo una depredación que hagan de cuenta las que han propinado a las arcas públicas desde Echeverría hasta Fox, pasando por los Aldana, Montiel, Romero Deschamps y los hijos de toda su reverenda Marta No. Cómo, yo ya un viejo irremediable, con los aleteos de la Parca en mi nuca ¿O zopilotes, tal vez? Y vuelvo al principio.

Consulta pública ¿Están ustedes de acuerdo en que Germán Martínez, presidente de Acción Nacional, se someta a la cirugía correctiva y cambie de apariencia? ¿Están de acuerdo en que el especialista le transforme ese aspecto vulgar de su rostro, que le desbaste unos mofletes donde se advierte la flacidez, y que le rebaje la papada, le opere esos ojillos papujados y ese aspecto total de mediocre absoluto? ¿Coinciden conmigo en que el panista debería cambiar ese atuendo de ministro pentecostal, y para verse menos zotaco utilizar tacones ocultos, al estilo del Sarcozy el francés? Yo, por lo pronto, estoy dispuesto a cooperar económicamente para una operación así de complicada Pero vale la pena a mi ver. Juzguen ustedes.

Con una caballada tan flaca en el PAN ese Germán aparece como el de cincho para el 2012. ¿Que ese redrojo político nada vale junto a Ebrard o López Obrador? Un momento, frénense ahí. ¿En el 2006 AMLO y el país pudieron con Washington, los grandes capitales, Televisa, TV Azteca y el clero católico? Germán va de cincho para el 2012, y yo digo: ¿se han puesto a pensar en una 2a edición del «chaparrito, jetoncito», etc.? ¿Soportarían ustedes 12 años del mediocre actual y su clon? Ya oigo la objeción del escrupuloso:

– Cuidado. ¿No recuerdas lo que le ocurrió al Señor de los Cielos cuando por cuestión de vanidad y estrategia para evitar su captura por los escasos policías que no había logrado cooptar, Amado Carrillo intentó un cambio de rostro y se sometió a la cirugía? En el intento quedó, y de la plancha del quirófano cambió a la del SEMEFO. ¿Lo has olvidado?

No, pero de ocurrirle a Germán, el Señor de los Suelos, lo que al Señor de los Cielos, ¿no saldríamos ganando ustedes, yo, este país? (Al referendo.)

Qué joven fui una vez…

Volver a los diecisiete, se duele el cantar, y así me quejé yo mismo ante ustedes hace años y así sigo quejándome. El sueño de la eterna juventud, sueño eterno y eternamente imposible. Pregunten, si no, a Fausto, a Ponce de León y a quienes imaginaron Shangri-La, Shanadú y demás utopías. Pero qué hacer, si juventud y existencia son aguas que se nos escurren hasta dar con nosotros en la vejez y la Parca. A querer o no, tan sólo con dar tiempo al tiempo…

Ustedes que rebasaron la media centuria y van rodeando el Cabo de Buena Esperanza ¿recuerdan cómo eran todavía hace veinte años? Yo de mí sé decir que era uno distinto. El mismo, sí, pero muy distinto; este y el otro, distinto e igual. Tenía para empezar, un proyecto de vida un huicol de esperanzas, planes diversos para mi periodismo, mi literatura mi vida familiar. Enhiesto mantenía el ánimo y entero el físico, las energías espumeantes y este organismo macizo (me lo estoy palpando), erguido de aquí, de allá y de acullá, sobre todo. Ayer, fuego en los ojos y el temperamento de honraza; hoy, el fuego en las fiebres, y en los ojos colirio. Entonces fría la cabeza para las grandes decisiones, hoy fríos los pies y algún fogoncillo que con trabajos vuelve a encenderse. Ayer en el botiquín talcos, lociones, glostoras, hulitos preservativos. Hoy, el abanico de medicinas que van de la «A» de analgésicos a la «S» de supositorios, la «V» de valeriana la «Y» de yodo y la «Z» de zinc para huesos, nervios, arterias y similares. Un elemento que nunca alojaba en mis posibilidades: la vejez. Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo, y no olvido que el espulgar en los recuerdos es ejercicio de la vejez…

Vejez que yo tomo con resignación, estoicismo y el consuelo de que no es pequeña ventaja llegar a esta primera (que la Moira me conceda gozar de varias, como disfruté de diversas juventudes). Ando ahora de estreno: 25 años menos. ¿Que ustedes también quieren sentir que 25 años no es nada? Ah, pues entonces yo los convoco: tomen los diarios de por estos días, y ante fotos y textos que ahí se publican van a sentir el prodigio del tiempo que se detuvo, y que ustedes regresan al México de 1988 y siguientes. Ante textos y fotos van a experimentar la sensación de que el tiempo se congeló en los años del sexenio mother-nizador, con la vera efigie del inmundo hermano del inmundo Raúl en primera plana, y el orejón mirándonos como hace 25 años, embelecándonos ya no con su fementido Pronasol sino con el libraco de autoelogios y descarga de culpas titulado La década perdida, ¡donde condena el modelo neoliberal que él nos embombilló desde antes de su sexenio! Porque el compatriota «regresa» a un aquelarre politiquero del que nunca se ausentó. ¿O miento, Beltrones..?

Yo, ante las fotos recientes de la mother-nización, con el tiempo detenido en el sexenio del usurpador, fui 25 años más joven (menos viejo), y como joven volví a hervir de indignación ante el retorno del impostor, del espurio que nos depredó con la complicidad de toda la mafia de Gortaris. Viví una vez más, y una vez más me crisparon, episodios tan vergonzosos como la quema de los casi 25 mil paquetes electorales, hornaza que iluminó la buena estrella de Diegos y Calderones neopanistas y neocatólicos Norbertos que entraron a saco en la vida política del país, y ahora quién frena quién jala las riendas a esos amigochos del gringo y enemigos de las masas…

Leí ráfagas de La década perdida y comprobé que al pretexto de su promoción el compatriota aparece, una vez más, en las primeras planas. Vi al orejón fresco y campante. Yo, el ánimo, sangre y redaños renovados 25 años al encontrón con fotos y textos en los periódicos, recobré mi capacidad de indignación y percibí renovadas las fuerzas para tareas de organización ciudadana que conjuren acciones del dañero Salinas que a lo impune afianza el control de la grilla politiquera Qué joven fui una vez…

Pues sí, pero juventud virtual, hoy vuelto a mi condición senil. La indignación fue declinando, aguadándose, y caí en el sentimiento del viejo: la vergüenza propia y ajena por lo que las masas, perdida sin remedio esa memoria histórica que les evitaría revivir la tragedia, se dejan vejar, befar y azotar, sin que regresen el golpe, educadas en la pasividad, la domesticidad y la dependencia y se concreten a poner la otra mejilla Sólo así puedo entender que hoy, como hace 25 años, en la desidia y la indiferencia toleremos que los bellacos Salinas y Cía, confiados en nuestra infinita capacidad de olvido, apatía y pasividad, nos pierdan la última brizna de temor y respeto. Es México.

Y a todo esto: ¿cuántas horas de su vida le entregaron ayer a Azcárraga y al Salinas de la tele? ¿Cuántas le concederán hoy?(jAgh!)