Baile de máscaras

Porque tal es la especie de los políticos. Esos nacieron políticos y políticos van a morir. Pueden encontrarse desactivados o desenchufados, pero sólo permanecen en hibernación. El día menos deseado van a amanecer en activo. En la banca, en desgracia, en ese exilio dorado que es una embajada o en el otro, riguroso, que son las Islas Fidji; aquí, como allá, son políticos. Siguen siendo políticos. Sin más.

Ciertas épocas suelen producir comaladas de políticos donde, garbanzo de a libra (esterlina), surge el estadista que, carismático y arropado por funcionarios eficientes, hace historia en los anales del país. Pues sí, pero lástima: hoy qué ralea de políticos, mis valedores, qué manada de políticos. Piensen, si no, en ese que haiga sido como haiga sido permanece, todavía hoy, encaramado en Los Pinos. Con gente de esa ralea, ¿es extraño que políticos defenestrados en años pasados vuelvan hoy al primer plano de la grilla politiquera? Vean ahí nomás, con pujos de candidato presidencial, a Santiago Creel, a un Manuel Espino yunquista y a un lunático Fox que (quién lo dijera) vuelve a la tenebra dentro del partido Decepción Nacional. Y entonces…

¿Entonces podría ser extraño que un René Bejarano, a su hora linchado por los medios de condicionamiento de masas, vuelva al rejuego político en su primitivo cubil del Sol Azteca? ¿Quién pudiese suponer que el llamado «Señor de las ligas» fuese rehabilitado? Para calibrar la dimensión del prodigio recuerden la dimensión de la escandalera que culminó en el linchamiento donde participaron todos los medios de manipulación. Ya enajenada, la masa vociferaba: ¡Línchenlo..!

Tal rugía una chusma enardecida, en la mano el hachón y el capirote de ku-klux-klán velando un rostro encrespado, sudorosa la cuera y las fauces babeantes. ¡A público juicio, a la picota con el corrupto corruptor corrompido! ¡Alumbren la noche las cruces en llamas! ¡Aullen los capirotes de la hermandad, enervados con el dulce espectáculo de la chamusquina y el suave aroma de la carne en llamas! ¡A corretear por la calle en tenebra al Mr. Hyde bandido que huye por las azoteas del poblado! ¡Rujan y ululen las masas de crispados puños! ¡No haya piedad para el engendro execrable! ¡Que del prevaricador no quede hueso sobre hueso! ¡Sea el corrupto empalado, masacrado, descuartizado, quemado vivo en pública hornaza para el regodeo de unas masas salidas de madre y sedientas de sangre! ¡Linchamiento hasta las últimas cenizas! ¡Siga el espectáculo de la carpa, del circo de tres pistas, que es decir la simulación, la gesticulación y la hipocresía, deleite de masas cándidas! ¡Que los sumos sacerdotes y los fariseos, voz engolada e iracundia de utilería, gargajéen el anatema contra el rostro del réprobo! ¡Rasgadas sus túnicas y sus cabezas capeadas de ceniza, condenen los justos jueces al condenando! ¡Al pescuezo una rueda de molino, y al mar! ¡Al patíbulo con el criminal, mal ejemplo de una comunidad que es espejo, flor y frutilla madura de beatas costumbres y hábitos santos, y en la comarca brille la justicia!

Y sí: ningún paliativo, atenuante ninguno merecía su crimen: haber escandalizado al quinteto de la muerte, quinteto de Carlos: Salinas, Ahumada, Gelista, Cabal Peniche y Romero Deschamps, todos Carlos legítimos. Justicia, claman Marta y su lunático, Lino Korrodi y Arturo Montiel! Justicia, los Ricardo Aldana, Espinosa, Isidoro el Divino y otros divinos como el divino Hank Rhon. Al patíbulo con el penitente impenitente! A tatemarlo con leña verde, blanca y roja. Con leña blanquiazul, a sancocharlo. El ritual de la hornaza contémplenlo todos en el benemérito duopolio, en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera. ¡A la hoguera!

Ah, indecorosa danza de máscaras, carnaval del histrionismo, el protagonismo, el fingimiento y la simulación. Ah, dramatización del escándalo en un repleto jacalón de San Lázaro, donde monigotes esponjados, engrandecidos (el ojo del duopolio les aumenta el tamaño), índice en alto y engolada voz mentaron leyes y reglamentos y clamaron justicia Qué estatura moral de los alcahuetes del fingimiento que así manipularon a unas masas encandiladas. ¡A la hoguera! Todo en nombre de la Justicia, Dios…

En fin, que esperpéntico Fénix, el linchado Bejarano resurge de sus cenizas, regresa y afianza el timón de una de las mafias del Sol Azteca Una, eso sí, mil veces menos bellaca que la chuchería talamantera de Nueva Izquierda

Mis valedores: revivió Bejarano. Como Creel, como Espino, como Fox el lunático. (¡Puagh!)

De vocación carnicera

La pena de muerte, mis valedores. De repente, una vez más, como bocanada de un aliento podrido vuelve a aflorar en nosotros el instinto de los matanceros. Los linchadores de vocación se desbocan una vez más, exigiendo sangre. Yo, por pudor, hubiese querido hurtarle el cuerpo a un asunto indigno del humanismo, de la cultura y del denominado proceso civilizatorio de la humanidad, porque digo a ustedes aquí y ahora lo que en su momento expresé en el programa Domingo 6, nuestro espacio comunitario de Radio UNAM:

¿Habrá a estas alturas de la historia del orbe pretensión más grotesca que la de nadar a contracorriente de la historia, del humanismo y de los países civilizados que la de resucitar la pena de muerte para convertirnos en asesinos «legales»? Qué difícil resulta hacer entender a los de vocación carnicera los impedimentos (morales, legales, humanistas) que proscriben esa práctica demencial de castigar un crimen con otro crimen, y a una brutalidad perpetrada por un sicópata o en el trance de un arranque pasional, responder con una brutalidad perpetrada a sangre fría y al amparo de unas leyes cavernícolas que descienden del código del rey Hammurabi en la Babilonia de hace 37 siglos. Macabro.

Que aun la Biblia prescribe la pena capital, alegan algunos. Y sí, aquí un párrafo: «Mas si hubiere muerte, entonces pagaras vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe. Si un buey acorneare hombre o mujer, y de resultes muriese, el buey sera apedreado, y no se comerá su carne».

Más adelante señala de manera clara y categórica a quienes deberá aplicarse de inmediato la pena de muerte: al que mate, a la adúltera, al homosexual, a quien trabaje en sábado y a quien se querelle con sus padres. Entonces, si se trata de obedecer los ordenamientos de la Biblia, ¿no habrá por ahí alguno de estos cinco casos señalados por el denominado «libro sagrado»? ¿O qué? ¿Ahora salir nosotros con que pena de muerte en alguno de los casos que señala La Biblia, pero en otros no? A ver, un momento, que los filósofos moralistas y demás estudiosos lo afirman: quien acepta el todo acepta la parte. ¿Mató? Que lo maten. ¿Robó? Que lo roben. ¿Mutiló? Que lo mutilen. ¿Violó? Que lo violen. La barbarie, sin más. ¿Que se trata de un acto de estricta justicia, de justicia social, una acción que las masas reclaman? ¿Sí? ¿Y unas masas a las que el Sistema ha regateado estudios superiores tanto como la propia aplicación de la justicia, que mal conocen o, de plano, desconocen, están capacitadas para distinguir lo que es un clamor de justicia de lo que es una exigencia de venganza social, sin más..?

Pena de muerte Pero un momento, no dejarnos manipular.¿Habrá aquí y ahora cortina de humo más efectiva para desviar la atención de problemas que en verdad lastiman al paisanaje, como este de que la enorme mayoría de las familias mexicanas sobrevive con cuatro, seis salarios mínimos al día, y que su poder adquisitivo se deteriora día a día? Ah, pero para ocultar una realidad lacerante, la que se manifiesta a la hora de la comida, de la renta de la casa, de los gastos familiares, etc., el paisanaje ha sido manipulado con el miedo, el terror pánico que le administran los medios de condicionamiento de masas, donde se glorifica la nota roja con la exhibición del picadillo: cuerpos sin cabeza, cabezas sin cuerpo, droga, secuestros, policías delincuentes y delincuentes policías. El miedo, forma de manipulación con que Bush justificó la guerra en Iraq, que le dio tan buen resultado, es el recursos que aplica el Sistema de poder para desviar nuestra atención de una canasta básica ya inaccesible para el salario mínimo y el consiguiente empobrecimiento en la calidad de vida de las familias. Ahí, retumbantes: «¡Si no pueden renuncien!» «¡Lo que no tienen es madre!» Y México, las dos nalgas ante el cinescopio, qué atención va a aplicar en los aumentos a los productos básicos. Televisión. Exaltación de una nota roja que mantenga latente el temor social como formidable cortina de humo que nos oculte los reales problemas sociales. Y ahora, de súbito, espiga y fruta madura de la nota roja: ¡la pena de muerte!

Lo dicho, mis valedores: ya nos tomaron la medida Nos vencen por nuestra pura ignorancia, y como ironiza el cónsul de Gringo gallón, obra de teatro que tengo inédita y a disposición de grupos teatrales independientes: «Ah paisas, paisas, cuándo se nos quitará lo paisas…»

Gobernadores moreiras y priistas congéneres: ¡pena de muerte!

Seguiré con el tema. (Vale.)

Prisionero mar

La inmensidad esta vez; la potencia, la majestuosidad: la mar, hija magna de madre Natura y madre portentosa de civilizaciones. Mis valedores: ¿recuerdan ustedes cuando conocieron (su nombre de pila) el mar? Yo sí, y fue una vivencia imborrable. En algún recodo del monte me fue a dejar el transporte. Unos pasos, y entonces, de súbito, ahí nomás, a tiro de pupila, el mar. Todo el mar. Yo ahí, transfigurado, convertido en estatua de sal, de yodo, anonadado quedé ante el resollar de la inconmensurable presencia del leviatán en celo, del toro padre fecundador de trópicos. El mar.

Pues sí, pero al propio tiempo, mientras lo observaba, ¿por qué esa piedad, esa lástima soterrada? Y es que mirándolo sentí compasión por su refluir indefenso de enjaulado león, de Prometeo encadenado a su roca del Cáucaso. Cautivo en su prisión de sutiles muros (arenilla dorada) vi a un ciego Sansón reducido a la rueda de molino; a un Teseo temporalmente refundido en el Tártaro, al mítico Minotauro que a bramidos golpea los límites de su reducto en el laberinto o a su hermano el toro enceguecido ante el trapo que le planta por delante el ridículo figurín de colores que así, a la codicia de una henchida talega, arriesga la vida, este supremo don Ahí, tras los muros de deleznable arenilla, los topes del morueco, estertores de espumarajos, iban a fallecer entre picotazos de gaviotas y caracolas de mar. La playa.

Dos, tres, ¿cuántas inmensidades de tiempo transcurrieron antes de que yo volviese en mí? A lo impulsivo, sin definir el instinto que me empujaba al oscuro sentimiento de compasión, me vi de pronto abrazado de mar, abrasado de él (con zeta y con ese), y percibí en mí la fuerza telúrica que madre Natura me transmitía por mediación de aquel de sus elementos. El mar. (A lo lejos, palmeras. Serranías a lo lejos. Bandadas de aves marinas, alguna vela que se mece a los caprichos de unos vientos ahitos de esos afrodisíacos del trópico que son el yodo y la sal.) Y fue así, mis valedores: yo, hombre de tierra adentro, del altiplano, me sumergí en las ondas del mar tropical, del trópico marino. Y así pasé el tiempo (el tiempo me pasó a mí), y cohabité con las ondas del «nocturno mar amargo», que dijo el poeta. Me acuerdo, a propósito:
De ahí en adelante, mientras estuve en el trópico, cada amanecer acudía a saber del insomne, del que entre mis sueños oí que de punta a punta la noche se pasó golpeteando los barrotes de una jaula implacable de suavísima arena, tanto que parecía haberse sutilizado para no herir en demasía a su ánima en pena, a su loco lunático que en la casa de salud se pega de cabezazos contra los muros acolchonados. Ahora, al estímulo del primer sol, su lomo cabrilleaba como recién estrenado, pero sin un instante interrumpir su clamor, fuerza heracleana en su agonía de carnes ardidas. De cara al cielo, el mar…

Cierta noche de luna salí a visitarlo. En la playa me puse a reflexionar sobre la oscura correspondencia de aquella luna con ese mar, de la influencia de Hécate, maga maligna, sobre un garañón que es puro temperamento, al que Selene la fría logra alterar a lo cíclico, y encabritar, y cabrear y encrespar, y ya que lo irritó irlo amansando, y calmarlo, y pacificarlo, hasta dejarlo rendido, sosegado, rebrilloso su lomo después de las fatigas del desbordado amor. Así, a lo suave, la luna se le posaba en el lomo y sacábale rebrillosos espeluznos de reposado metal. Duerme, duerme, mi amante amador. Mis valedores…

En: la potencia del mar, en su poderosa presencia reducida a los muros de arena de una playa sembrada de tufos, aromas y caracoles como restos de viejos naufragios, percibí entonces la alegoría del otro gigante, cautivo también tras sus muros de arena: sumisión, mansedumbre, inmovilidad, dependencia, rutina, incapacidad de autocrítica y de acción. Lóbrego.

El paisanaje, sí, fuerza descomunal y erizada de agravios por la acción de esa influencia lunar agresiva que es el Sistema. A su influjo, el ciudadano se encrespa en flujos y reflujos de descontento colectivo que, con todo, lo mantienen inerte porque la fuerza de sus mareas no trasciende el motín, la algarada, la guerrilla ineficaz y la aún más estéril megamarchita «¡Este puño sí se ve!» ¿De veras? ¿Cuánto tiempo vienes clamando ese conjuro mágico que esperas te haga el milagro? Si contamos no más desde mediados de los años 50 hasta hoy día, ¿en cuántos conjuros se te ha ido la fuerza por la boca?

Pues sí, pero de repente el gigante llega a su límite, y se alza y descarga toda su fuerza contra los muros de arena ¡Basta! ¡Y el tsunami! De su potencia el gigante parece no percatarse, y quienes así lo maltratan parecen no querer entender, pero cuidado, mucho cuidado. (En fin.)

También las medias

Las clases medias. A comer mariscos a Toluca me había invitado el amigo doctor, pero ante los precios del restaurante, a su casa, a la comida casera Y ahí sopesé la situación de las clases medias. Al llegar a la casa, un tufo como a pata de mula, pero agrio, rancio: por la puerta de la calle entraba aquella figura enteca, de chal y trapos oscuros. Tensa una voz cascada: «¿Y eso, Filiberto? No te esperaba tan pronto. Pues qué, ¿no ibas a derrochar la tarjeta de crédito gorreándole la tragazón a alguna panza aventurera?

– Mira, Chaguita, te presento aquí a nuestro huésped. Le prometí que iba a saborear tus artes culinarias. ¿No habrá modo, digo..?

La de los bifocales me la dejó tendida, mi diestra. Ceño fruncido: ‘Yo, por si acaso, en la misa de doce te encomendé a San Ramón Nonato, no vaya a ser que ese pseu-do-neo-comunistoide te contagie y vayas a terminar tú también en terrorista, una nunca sabe». (Tragué saliva una vez más.)

– Vieja linda, no seas malita. Algo de picar, digo.

– Úchale, hasta con eso…

Rumbo a la cocina se arrastraron aquellos dos pies, planos como el peinado (tintura rabiosamente renegrida); planos como la parte delantera de la mujer, como su zona trasera. Por lo demás, todo naturalito, si exceptuamos la dentadura «A ver qué más se le ofrece al señor. Al fin que nadamos en la abundancia». Agrio el gesto, ceño fruncido, regresó con aquello en las manos. «¿Algo más se le antoja al rey de la casa para agasajar advenedizos?» -ironizó.

La lata pregonaba: «Sardinas del Golfo«. Mi anfitrión: «Pura vida Cero colesterol. Píquele su cebollita ¿Limón, perejil? Con confianza, sin vergüenza. Y tú, vieja linda, ¿le darías aquí a nuestro invitado una probadita? De tu crema digo, para que se la unte en el…»

La vieja (linda) me dio una probadita de su crema Agria, rancia, desabrida Me la unté aquí, miren El doctor. «Chalco legítimo. Con masequitas del país. Para chupárselos. Mmm». La espátula malmodienta, con aquello todavía fruncido, aprontó el cacharro de plástico. Mi anfitrión: «Huele a Actopan todavía ¿O es Atocpan? Mole mundialmente reconocido. Patrimonio de la humanidad. Y en el agasajo Milpa Alta no podía faltar. Nopalitos. ¿Le apetece el jocoque? Con confianza, no sea pene» (así lo oí).

Áspera, desapacible, la de formas lacias se alejó de nosotros. La vi subir de uno en uno los escalones rumbo a su habitación. Y fue entonces cuando conocí de fijo lo que el modelo neoliberal, el pago del Fobaproa y la deuda externa han repercutido en las clases medias mexicanas. Me dio una lástima…

Porque ocurrió que el clasemediero doctor Pérez y Hernández, con el toluqueño afianzado entre índice, medio y pulgar, se había quedado observando aquellas formas enjutas, el escurrimiento del físico, el cansino andar. De súbito lo oí suspirar (oí suspirar a las clases medias de México, mi país), y a media voz expresar la definición más completa de eso en que han venido a degenerar luego de resistir impuestos y carteras vencidas:

– Qué pena En verdad, qué pena..

Lo vi observar el rumbo por el que desapareció la matrona «Qué desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo». Meneó la testa. El chorizo se le encorvaba «Qué pena, de veras, que yo, todavía hace unos años, lo imperdonable. Mire usted que malgastar vida sentimental y ahorros…»

Suspiró. El toluqueño se le curvaba, se le volvía lacio, resbalaba, seboso, entre sus dedos. «Haberme desperdiciado con Xiomaras, Karlas y Gloriellas muy buenas de lengua (secretarias bilingües), pero que vaya uno a saber si lo que tienen de bilingües lo tenían de sidosas, toco madera (Tocó plástico vil. El toluqueño, como falto de la respectiva pastilla azul, al piso.)

– Porque después de todo yo, con aquella vida de irresponsable; que si Yesenia, que si Dennise, que si Manolo (no, ese fue mi chofer, qué gasto inútil). Yo tantas Irinas, Tatianas, Genevives, qué horror. Frondosotas, rubiesotas, y unas pechugas. No, y aquella planta..

– ¿Alta o baja? ¿Leonerita?

– Planta de hembras. Plantosas. Me acuerdo, y qué horror…

Suspiró. Suspiraron las clases medias.

«Porque hoy, ya fijándose, pues caramba, para qué rubias y frondosotas, si mi señora esposa, ¿verdad? Ella todavía aguanta un piano. Qué digo un piano: un órgano de buen tamaño».

Silencio. Lo vi morderse uno. El de abajo. El labio. Suspiré. Y aquel nudo aquí mero, vean. Nudo gordiano. (Las medias.)

Hasta las medias…

«La clase media será prioridad. Para rescatarla aplicaré de inmediato el plan adecuado».

Pero un momento, mis valedores, no alegrarse antes de tiempo. Quien esto afirma es Barak Obama, y alude a la clase media de su país. El «mandatario» mexicano, por su parte, afirmó que «Nuestra clase media se está cayendo a pedazos, pero yo trabajo fuerte para extenderla y construir un futuro mejor para las siguientes generaciones».

Pero tampoco alegrarse, que quien esto juraba fue Fox, imagínense. Yo, entonces, relaté aquí mismo el incidente que me mostró con más elocuencia que cualquier análisis de economista la depreciación de una clase media que hoy, ante la crisis que la masacra, juzgo de renovada actualidad. La crónica;

Fue aquel domingo a media mañana El doctor Pérez y Hernández (como los políticos mediocres, el profesionista más fácilmente perdona una mentada de madre que su apellido de madre se omita) me invitó a comen «Pero como Díos manda, no a lo que da el pago de sus fabulillas. Trépese».

Me trepé a su volks. «Directamente a las patas, mi valedor. Patas de mula, ¿le gustan los mariscos? No, y más antes eran todavía mejor para el organismo. ¿Le gustan?» (Se me hizo agua, me refiero a la boca El doctor:) «Conozco un restaurante en Toluca donde mmm, una gloria de camarones…»

Y a la gloria nos fuimos; la de los mariscos. Dizque por su virtud tonificante no estoy seguro si del cerebelo, el apéndice o no sé qué clase de bulbo, ha de ser el raquídeo. Ya en la carretera (carretera libre, para evitar el peaje) por boca del doctorcito se expresaron las clases medias de mi país:

– Mire nomás qué chulada de arboledas. De ensueño, ¿no? Lindo mi México, se lo digo yo, que todavía en pasados sexenios no perdonaba mi viaje semestral a las Europas, nomás gastando divisas a lo pentonto. ¿Sabe que aquí donde me ve yo he andado desde Sumatra hasta La Sutra?

Iba a contestarle el albur, pero me aguanté. Por una pata de mula, a este mula doctor le aguanto cualquier patada. De mula.

– Mire: serranías pachonas de vegetación. Abedules, algarrobos o chicozapotes, sepa la madre. ¿Qué le piden estos bosques a los de Viena? Esos pinos, ¿qué le piden a Los Pinos, espurios? Para qué derrochar divisas en Europa, ¿no le parece?

Lo miré de reojo. Me dieron una lástima las clases medias de mi país…

– Y es que en nuestro México tenemos de todo, como en botica.

Botica que no sea del Seguro Social, que ni aspirinas -pensé, pero mucho me cuidé de expresarlo. Por aquello de las patas de mula

Mediodía Toluca. La entrada del restaurante. En el atascadero de coches y entre dos que dejaban un espacio que ni para carro de camotes, el de dos apellidos maniobró en forma tal que dejó la trompa a media banqueta y la trasera acomodada sobre una alcantarilla La trasera del volks.

– ¿Se dio cuenta, mi valedor? El chicampiano lo meto en cualquier huequito, no aquel estorboso «seis cilindros» del que me tuve que deshacer…

Hasta acá comenzó a llegarme el olor de las patas. De mula Al rato ya el doctor y su gorrón estábamos de las de acá, miren, leyendo la carta, pero leyéndola al estilo crisis de clases medias: de derecha a izquierda. A ven 50, una orden de mejillones; 65, jaibas rellenas de pulpos, o pulpos rellenos de jaibas, al gusto; callo de hacha, en oferta Sonriendo como estreñido, el doctor:

– Precios razonables. Media de ostiones, tantos pesos.

– Son dólares, doctor. (Palideció. Yo tragué saliva y fue lo único que tragué en el restaurante, porque el de los dos apellidos): «Se me ocurre una idea ¿Y si mejor nos regresamos al DF? A mi casa Porque después de todo qué mejor comida que la casera, y si viera que mi señora uh, qué mano tiene. Limpieza sazón. ¿A mi casa, a la pura proteína pura, mi valedor».

Y acá venimos, clasemedieros, a desandar el camino, rumbo a la casera Yo, aquella compasión; por mí, por el de los dos apellidos. Y ni cómo liberarlo del compromiso sin herir su susceptibilidad. Apechugué. Y a casita, la de él. Total, que un par de horas más tarde… el antecomedor.

¿La casa? Clasemediera típica Mi anfitrión descorchó una de tinto. La olisqueó. «Mmm, uva añejada en barricas de ayacahuite Tres larguísimas semanas en reposo antes de llegar al tianguis. Los vinos del país qué le piden a los del Rhin. Texmelucan legítimo, aspire su bouquet». Y que salucita Yo con agua, que conmigo vino y licor toparon en hueso. En tepetate Y válgame, que fue entonces… (Mañana)

Este puño, ¿si se ve?

Maestros marchan de nuevo contra la alianza educativa y la Ley del ISSSTE.

Las marchas son necesarias, pero insuficientes, afirma mi maestro de teoría política, y explica la causa de que algunos sectores sociales las sigan utilizando frente al gobierno para «exigirle» que les resuelva un problema determinado. Hoy mismo se sigue utilizado esa táctica a contrapelo de la historia reciente del país, que lleva más de 60 años demostrando la ineficacia de las marchas cuando se toman como fin y no como medio. El maestro:

– Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un enemigo cualquiera se logra localizar aquello que lo hace vulnerable a pesar de que cuente con elementos que mantengan su poder. Un principio fundamental consiste en entender que la fortaleza del enemigo es directamente proporcional a la debilidad nuestra. En este sentido tenemos que autoanalizarnos y detectar todo aquello que nos hace débiles ante el enemigo histórico de nuestro cambio, que no es coyuntural sino histórico.

Dogmas enajenantes.- El enemigo del cambio de estructuras con las que logremos darnos un gobierno al que obedecer como sus mandantes encontró una forma de control y dominio que le proporciona excelentes resultados: ha inoculado en los movimientos sociales concepciones y formas de lucha ineficaces y obsoletas.

Una vez que el gobierno ha inoculado tales formas obsoletas de lucha social y una vez que han sido introducidas en el imaginario colectivo, se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual cobra vida propia esa forma inservible de concebir las cosas: los mismos luchadores sociales, con su falta de lucidez, se han encargado de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Ya habiendo logrado este fenómeno enajenante, los agentes gubernamentales sólo necesitan darle «mantenimiento».

Consecuencias de una estrategia equivocada; A lo largo de muchas décadas los movimientos sociales han caído en una trampa estratégica de la que derivan gran parte de sus derrotas. El razonamiento estratégico que se repite de manera consuetudinaria se sintetiza en la siguiente fórmula:

Razón + legalidad + consenso popular = triunfo.

El planteamiento es así de sencillo: si tenemos la razón, la ley y el apoyo popular, el resultado inequívoco va a ser el triunfo. A tal estrategia el gobierno le ha opuesto una que así se sintetiza:

Poder político y económico armados = triunfo.

Hasta hoy, la razón desarmada no ha podido derrotar al irracionalismo del poder armado (armado no con armas de fuego, sino creando sistemas de lucha pacífica superiores a las citadas armas de fuego). Pero durante décadas y décadas se han forjado «conjuros» que se pregonan a grito abierto en la calle y las plazas en la creencia de que para alcanzar el triunfo basta con gritar esas frases a lo estridente. Una frase «mágica» consiste en repetir la consigna de que «el pueblo unido – jamás será vencido». No se entiende esto, elemental: para que el pueblo se una no basta un grito que convoque a la realización del milagro. El pueblo no se va a unir por sí solo ni con gritos, sino con tácticas y estrategias científicas respaldadas con un trabajo eficiente y constante.

La marcha-mitin.- A una y a otro se les ha cambiado su función objetiva, la de demostrar una conformidad y preparar a las bases combatientes para pasar a formas de lucha específicas en su área de operación. Se les ha asignado, en cambio, la capacidad de ser el todo de la lucha. Al sobredimensionar ambas tácticas y enraizar tal concepción a nivel de dogma incuestionable hemos quedado desarmados ante el enemigo histórico.

El dogma de la marcha-mitin no se cuestiona, por más que una y otra vez ha demostrado sus limitaciones, su inoperatividad como arma contra la injusticia Cuántos luchadores bienintencionados no han caído en la trampa de semejante «canto de sirenas». Y es que al convertir la marcha-mitin en el todo de la lucha se falseó su función práctica; se le dio carácter de liturgia secular, de peregrinación que enarbola conjuros que claman por el milagro que haga desaparecer el enemigo histórico, y por medio de esa magia lograr un paraíso terrenal donde ya no exista este perverso mundo, el de la explotación del hombre por el hombre. Con el tiempo, los marchistas-peregrinos se desencantan al no ser escuchados por el gobernante, y porque el conjuro mágico no logró el milagro, y entonces… (Sigo después.)

No, y los maestros…

Es una lástima que en este país haya que echar madres para ver si asi las autoridades se deciden a actuar. (Rayuela, de La Jornada.)

¿Qué dicen sobre esto la historia y la realidad objetiva? Que tal aseveración es mentira, y que detrás del insulto y de la exigencia no hay fuerza ninguna contra el Sistema. Apenas ayer previne a todos ustedes respecto a esa trampa que un Estado opresivo y represivo tiende a las masas sociales con ánimo de mantenerlas domesticadas y en la mansedumbre, la pasividad y la dependencia. ¿La trampa? Cabe en un solo verbo, les dije: exigir. Cada vez que sientan el rigor de una medida gubernamental injusta o dañina para su economía familiar, exijan. ¿Que el Poder no les hace justicia? ¿Que se deprecia la capacidad adquisitiva del salario? ¿Que padecen desempleo, carestía, devaluaciones? La solución, en sus manos: exíjannos. No nos dejen de exigir. Es su derecho.

Bueno, sí, nosotros exigimos. Uno por uno o en muchedumbre exigimos. ¿Y? A modo de ejemplo que ilustrase la trampa del exigir me referí al caso del mega-rico que sufrió el secuestro de su hijo, al que los captores sacrificaron una vez que no fue cubierto cabalmente el precio fijado para el rescate. «Si no pueden, renuncien»,exigió el agraviado a las autoridades que de inmediato, histriónicas, redactaron un Acuerdo para la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, con 75 medidas de gobierno y se dieron un plazo de 100 días para cumplir. Los 100 días transcurrieron, ¿y? Para medir el candor «Cada mando debe evaluar su dimisión», afirma ahora el de la exigencia.

Aludí también al caso de otro individuo; dolido ante el plagio de su hija y la nulidad de las autoridades para aclarar el secuestro les estampo en el rostro conceptos de este calibre: «Ya pedí, ya supliqué, ya imploré, ya lloré, ¡ahora exijo! La propia autoridad nos ha dicho que no tenemos nada que nos lleve a encontrar a… (su hija.) ¿Esto es nada? Un hombre que trabajó cerca de dos años con mi familia, y que sabemos que sus hermanos son de una banda que ya ha hecho secuestros. ¿Eso es no tener nada? ¡Eso es no tener madre!»

Semejante reclamo, y sobre todo el tono empleado por el agraviado, han acaparado la atención de casi todos los medios de condicionamiento de masas, donde se alaba y pondera, además del valor civil, la táctica que utilizaron ambos agraviados: exigir a las autoridades correspondientes. Los dos exigieron justicia y resultados positivos para remediar su drama familiar. ¿Y? ¿Dio resultado la pura exigencia? ¿Qué contestan ustedes? ¿Tan aturdidos seremos que vamos a acatar la táctica del Sistema y exigir y seguir exigiendo? Lo afirma, por su parte, López Obrador:

– Sólo mediante presiones, movilizaciones y protesta en las calles se logrará que quienes usurpan la Presidencia., ¡volteen a ver al pueblo!

Volteen a verlo, válgame. Como si le implorásemos esa caridad. Y la «eficacia» de la protesta en la noticia de hace unos días: «Enviaré un telegrama a Calderón para exigirle que de inmediato suspenda la aplicación del aumento número 27 al precio de las gasolinas». ¿Y? Telegrama o no telegrama, ¿El de Los Pinos suspendió el susodicho aumento? ¿Que contestan ustedes..?

Y es que ahí está el engaño que nos forja el Estado por boca de sus voceros en el periodismo, que alaban, ponderan y sobrevaloran esa engañifa Así, mexicanos, exíjanle al gobierno que les solucione sus justas demandas. Así una y otra vez, en coro de porristas que exaltan esa forma estéril de lucha, vale decir: no asuman como ciudadanos su tarea histórica Ustedes, como niños o subditos que nos entregaron su libertad y de nosotros todo lo esperan porque los hemos condicionado tomarnos por sus aliados, sigan delegando en nosotros, y a ver cuánta fuerza hay detrás de todos ustedes, 106 millones de átomos que repiten el estribillo de marras.

Cuidado, mis valedores, mucho cuidado; nosotros acudir al ejercicio de pensar y al de la autocrítica La historia y la realidad objetiva muestran y demuestran que el exigir al Poder ningún resultado positivo aportará para nuestra causa, porque detrás de la exigencia no hay en las masas fuerza ninguna; no hay poder ciudadano. ¿Por qué, entonces, en los medios de condicionamiento de masas tanto se ensalza la táctica de la exigencia popular? Porque con ella de forma alguna menoscabamos los intereses políticos, económicos, financieros, etc., de una Super-estructura de la que los «medios» son parte fundamental.

Y contra el exigir de las masas, el antídoto:

«Ni los veo, ni los oigo, ni los siento».

Total. (Volveré al tema)

¡E-xi-gi-mos!

Cuidado con esa trampa, mis valedores: la de la exigencia. Mucho cuidado con la engañifa del Sistema de poder, que medra y se beneficia con la necesidad de las masas integrantes de esta comunidad enferma de tantos males, pero que también se previene contra una latente rebelión de ese paisanaje (oprimido, deprimido y en ocasiones reprimido) con el recurso de hacerle tragar calmantes y antidepresivos que, a manera del Prozac, los mantienen mansos, pasivos y dependientes. Mucha y a todas horas televisión, que es decir telenovelas al por mayor, choricera de clásico pasecito a la red, chismarajos inmundos de actricitas del gran canal dos que se hacen del dos en leyes, reglamentos y el decoro más elemental para aprontar a jóvenes seniles y viejos impotentes su gran canal del desagüe en un delirante aquelarre de procacidad y en la glorificación de la pantaleta y el nalgatorio, todo esto aderezado con un tsunami de anuncios comerciales que me los tienen así, miren, en la posición de vaciar intestinos, e hipnotizados bajo el efecto de los opiáceos que les administra el Sistema. A propósito:

Lean ustedes Un mundo feliz, de Huxley, donde la dictadura de aquel país, para mantener a la gente domesticada y en calidad de zombi, le administra cada día su ración de cierto bebistrajo que nombra soma. Y entonces sí, todos contentos. Ustedes mismos, ¿cuántas horas al día dedican a la lectura? ¿Cuántas a su ración de soma-televisión? Por eso mismo, mis valedores; por eso es que ya nos tomaron la medida…

Pero no todo es pasividad. De repente se alzan voces discordantes que expresan a gritos su descontento contra un Sistema que así nos mantiene en situación en tantas formas intolerable. ¿Que qué? ¿Motín a bordo? Para esos descontentos el Sistema ha creado el antídoto, que cabe en un verbo: exigir. Ustedes exijan. Descarguen su exasperación exigiéndonos. Es su derecho y es su obligación. Faltaría más. No dejen de exigimos. Exíjannos. ¿Nosotros? Nosotros ni los vemos, ni los oímos, ni los sentimos. Pero ustedes Exíjannos

Pues sí, pero vamos a ver: ¿para los descontentos es esa la táctica conveniente? Para saberlo remitámonos a las enseñanzas que ofrece la historia, esa estrella polar del estudioso que quiera entender cabalmente los problemas de la comunidad y sus posibles soluciones. A ver qué dicen a esto la historia y la realidad objetiva.

Hace unos meses cierto comerciante que acababa de vender su negocio en más de 500 millones de nuestra moneda nacional, o sea dólares (información de los matutinos), fue objeto del secuestro de su hijo. Regateó el precio con los plagiarios y, según comunicado prendido a los restos mortales de la víctima, no satisfizo a cabalidad sus pretensiones económicas. Bien conocido es el resultado: el menor fue asesinado por sus captores (asesinado también fue su chofer, pero ante el Poder y la industria del periodismo del que forma parte qué canacos puede valer la vida de un simple trabajador de salario mínimo). Y ocurrió entonces: en una reunión histórica y frente a la cúpula del gobierno, el padre agraviado expresó su dolor, acusó a las autoridades correspondientes de falta de resultados positivos, y exigió justicia a las autoridades de marras, lanzándoles la requisitoria que hoy se torna punto de referencia: «Si no pueden, renuncien».

Los del poder pusieron rostros adustos, rostros de circunstancias, y de inmediato se pusieron a redactar un documento al que enjaretaron un título rimbombante: Acuerdo para la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, con setenta y cinco medidas de gobierno que se comprometieron a cumplir en un plazo perentorio de cien días a partir de la fecha, veintiuno de agosto del año en curso. Y el plazo comenzó a correr, día a día. «Si no pueden, renuncien». Mis valedores…

El sábado anterior se cumplieron los cien días del plazo. ¿Y? ¿Cuáles fueron los resultados? Claro, sí, los consabidos: nulos, sin más, al tiempo que todos y cada uno de los firmantes se deslindan de posible responsabilidad. Es el presente gobierno. Es el Sistema de poder. Es México. Y la coincidencia:

Casi al término del tal plazo un individuo más, dolido ante el plagio de su hija y la nulidad de las autoridades, emuló al anterior, y con todo y su porción de protagonismo estampó los siguientes párrafos en plena cara de los policías de alto rango, cuya actuación frente al dramático problema familiar no le satisfizo:

«Ya pedí, ya supliqué, ya imploré, ya lloré, ahora exijo«.

(Sigo mañana)

Esta vez el espurio

El mostrenco esta vez, mis valedores, ese chaparrito, peloncito, impuesto a la ley del hovo que «haiga sido como haiga sido» se enquistó entre nosotros, y al que tenemos que soportar con todo y su facha desagradable, su aplastante mediocridad, una voz ingrata a los tímpanos y su morbosa manía de colarse de culipronto en todas las «cumbres», en donde acude a engolosinarse de protagonismo (la droga del inferior), a exhibir su enanismo mental y a hacer el ridículo. Lamentable. Habló El Cosilión:

– La semana pasada se la pasó de gira en dos que tres «cumbres».

(«Cumbres». Lo que es la moda, pensé; ahora a toda reunioncilla de dos o tres pelaperros, insignificante y sin trascendencia ninguna, le plantan el título rimbombante de «cumbre».)

– Yo acompañé al espurio a las de la semana pasada.

¿Que qué? La confesión explotó en la tertulia como granada de fragmentación. ¿El Cosilión de acompañante del peloncito de lentes? ¿Un honesto vecino de Cádiz? ¿Un integrante de la tertulia? Silencio. Momento de reflexión Luego la voz compungida del aludido, marido de La Lichona,frutal sota moza enjarrada en unos pantalones blancos tres tallas más abajo de lo que piden, demandan, exigen sus formas:

– Yo lo acompañé. Caracho, cómo fue que me dejé convencer. Qué vergüenza, de plano.

– ¿Usted, Cosilión? De no creerse. ¿Pues cómo fue que hizo ronda con semejante mediocre? ¿Qué ganancia le fue a reportar?

– Puras vergüenzas (ahí, juicio oral frente a los contertulios, El Cosilión meneaba la testa, meneaba el pocilio, daba el amamantón a la de ixtafiate.) ‘Yo mismo me pregunto cómo y por qué fui a aceptar acompañarlo, aturdido de mí, y no a una ‘cumbre’, sino a tres. Tres dizque ‘cumbres’, a las que el espurio fue de entrometido nomás a estafar infelices y a ventosearles en plena cara un choricero de discursos que si ustedes lo hubieran oído. A ese mediocre madre Natura no le otorgó el don de la elocuencia.

(Pensé: no, indiscutiblemente. No le dio ese don. Tampoco ese.)

– Aborrecí el día en que nos enjaretaron al peloncito de lentes…

Uno al que cierto dos de julio nos lo fueron a embombillar con calzador. Recuerdo la negra noche en que lo vi entrar por esa puerta, invitado a nuestra tertulia de Cádiz. «Compatriotas, me tomé esa libertad», y mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., hizo la presentación. «Aquí El Chilillo), alias Lepe Madroño, michoacano de origen, viene nomás a conocer el ambiente y a ver si hay modo de forjarles alguna «cumbre». De política El Chilillo no sabe ni madre.

– Y pur madr que me interés. (Así, tragándose las vocales, habló el espurio, y esa fue su presentación oficial en nuestra tertulia de Cádiz). «A mí la polític me peg aquí, mim, en ls mers dests».

Y se jurguneaba los destos, y así fue como entró a formar parte de la tertulia el chaparrito, jetoncito, al que desde ese momento calificamos de espurio. Y ante unos contertulios recelosos siguió expresándose con esa su voz horrorosa, su sonsonete al hablar, su demagogia plagada de lugares comunes y ese defecto de tragarse las vocales:

«¡Ms amigs, ls asgur qu ant la criss internacionl nuestr economí est perfecta-ment blindad para resistr tods ls embaís del exterir!

Horroroso. La Maconda, la Lichona, la Jana Chantal y el resto de los contertulios contemplamos al recién llegado, le oímos su modo de hablar, observamos su comportamiento y de inmediato nos percatamos de que aquel zafio, semejante inculto y vulgar no congeniaba con los vecinos de la tertulia El aliento ardoroso de la tía Conchis, perejil y epazote en fermento, me sollamó el oído izquierdo:

– ¿Qué le parece el güey ese? Puro albur y expresiones de toreo pulquero. Si hasta parece hijo putativo del Chucho de Nueva Izquierda, el carbón. Quién le dio permiso al chinche Jerásimo, primo de usted, para embombillarnos a semejante chaparrito, jetoncito, peloncito, de…

Traté de calmarla: «Es sólo por hoy. Y le suplico un poco de compasión para el recién llegado. Inculto, sí, vulgarzón y mediocre, de aspecto zafio y vulgar, pero aun así, no creo que merezca la ofensa de emparentarlo con Chucho el talamantero».

¡Pero sí, que nos van resultando cómplices! Por cuanto a la crónica de sus «cumbres», muy pronto. (Aguárdenla)

Sea por Dios uno y trino

Y va de fábula, mis valedores. Han de saber sus mercedes que en luengos ayeres y en la anchurosa imaginación de Rabelais, humanista y escritor benedictino, existió un reino de encantamiento que regían Gargantúa y Pantagmel y poblaba una sarnienta galería de curas verracos, picaros de la engañifa, hembras del trato carnal y demás excrecencias humanas que vagan a contrapelo de leyes y reglamentos. Entre todos ellos cabuleaba Panurgo, tramposo bigardón y camandulero, tan bueno para nada bueno como perito en trapacerías. Un picaro.

Y ocurrió que aquel día, navegando el Panurgo de marras en un navio cargado de carneros, con el dueño de los tales se trenzó en agria disputa sobre un tema de altísima teología: si Dios, siendo uno, era trino. El final, químicamente teológico: a garrotazos. De repente, el clérigo Juan:

– ¡Alto, los valientes no asesinan!

Los hizo fumar la mota de la paz y todo volvió al orden. Perfecto, sí pero ni tanto: Panurgo era mala entraña, renegrida bilis, hígados entrañudos y corazón bandolero, y no quedó conforme con la peregrina tesis de que Dios, siendo uno, es trino también, y mucho menos con la ración de fregadazos que le vinieron tocando. Rencoroso como era, en un rincón del navio cavilaba rastreando el desquite; no puñal, no veneno, no pistoletazo que le llevara a galeras. ¿Qué desquite sería, Dios mío según esto uno y trino? Y ello fue cavilar, discurrir y echar tanteadas, pero la solución, andavete. En eso, de súbito: helas, ya está! Plan perfecto. Panurgo se fue en derechura a cubierta, donde deambulaba el borreguero, y entonces:

– Señor mío…

– ¿Qué? ¿No os bastó la ración de jodazos? ¿Venís por más?

– Calmantes. Vengo en son de paz. Y por que mire vuecencia que no le guardo rencor por aquello de que Dios, de ser uno, trino es también, quiero tratar con vos de carneros. Vendedme uno de estos, mi señor.

– Todo fuera como eso. ¿Por cuál os interesáis?

– Por aquél que se lo está olisqueando a la borrega. ¿Cuánto?

– El más gordo requerís, y el más caro. ¿Traes los oros suficientes, o vais a salirme como aquel esclavo de gringos, el Zedillo vendepatrias de los viejos tiempos, con aquello de que «no traigo cash»?

Ahí arrancó el regateo. Que os ofrezco dos oros como dos odas, y que no odas, el carnero no me lo robé, y que tres os doy, y que dobládmela, y que os la doble vuestra porca madonna, y que yo me refiero a la oferta, y que…

Se cerró el trato. Dando y dando, y el pajarito jugando. Cuenta Rabelais que Panurgo, ya con el carnero pataleándole entre los brazos, de repente echó a andar su torvo plan de venganza: arrimando a la borda al recién comprado tíznale, que a la vista de la manada ¡zaz!, lo arrojó de panza y criadillas a las olas del mar. «¡Nada de muertito, chivón!»

¿Captan ustedes la moraleja? Siendo este animal por excelencia estúpido y que procede a la divisa de lo que hace la mano hace la tras, a la vista del carnero caído en las aguas en fila india fue saltando la borregada, válgame Dios uno y trino. ¿El mercader, mientras tanto? Ese, chillando y jalándosela, su greña, hacía vanos esfuerzos por detener la deserción de borregos que, uno por uno y uno tras otro, seguían echándose al mar. ¡Deténmelos, Dios uno y trino..!

¿Panurgo? Abrazado al palo mayor y pandeándose de risa, el bigardón bailoteaba, manoteaba, cimbrándose a carcajadas: «¡Ay, ay, ay, que me vengo! ¡Caro me costó el borrego, pero qué dulce me vengo, por Dios uno y trino! ¡Que me vengo de venganza, placer de los dioses que no presumen de unos y trinos! ¡Ay, ay, ay, pero qué bonita es la venganza cuando Dios uno y trino nos la concede..!»

Hasta aquí la fábula, y a esto quería yo llegar. Mis valedores: ¿tiene alguno de ustedes la desgracia de tratar personalmente al Chucho mayor de la borregada de Nueva Izquierda? ¿Mantiene comunicación con el pastor de chuchos borregos? De ser así, advertirle: cuidado con el hato, mucho cuidado. Cuando un borrego se lanza a la mar los chuchos de Ortega reaccionan como los chuchos de Pavlov: uno tras otro se avientan al mar, que es morir, o de plano al infierno de Dante, que es Convergencia. Cuidado; mucho cuidado con las borregas, por más que una de ellas lo juraba anteayer prefiero el infierno de Dante a la perrada talamantera a las órdenes de Los Pinos. (Bee…)

Un «suicidio simulado»

Tal fue la conclusión a que llegó Margarita Guerra, fiscal especial, sobre la muerte violenta de Digna Ochoa y Plácido. Hoy, la Procuraduría Gral.de Justicia del DF inicia una nueva investigación sobre el caso de la defensora de los derechos humanos. Alentador. Aquí el principio de una historia atroz:

– ¡Hija de puta, te tenemos bien ubicada!

Y tan bien ubicada tenían a Digna, que días después le arrancaron la vida a balazos, como 10 años antes sacrificaron a una tan digna luchadora como la propia Digna: Norma Corona Sapién Vidas paralelas, que diría Plutarco: Norma era abogada; Digna también; Norma hizo suya la defensa de los desprotegidos de la justicia; Digna también; la muerte violenta de Norma prefiguró la actividad humanística y el final trágico de Digna Norma fue asesinada el 21 de mayo de 1990; a Digna la mataron un 19 de octubre del año 2000. Por el asesinato de Norma y bajo la presión de organismos internacionales, el Pres. Salinas ideó ese muy oneroso embuste conocido por su alias: Comisión Nacional de los Derechos Humanos (Hoy certificadora de ancianas indígenas violadas por militares para que murieran por «gastritis mal atendida»), cuya ineficacia malintencionada alentó la labor de organismos como el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, desde el que Digna sacaba la cara por los presos de conciencia encarcelados injustamente y por tantísimos damnificados de diversos elementos del ejército mexicano. En el 2005, Marcos el subcomandante reclamaba al procurador del DF:

Sus funcionarios no sólo fueron torpes e ineficaces en el caso de la muerte de Digna Ochoa. También fueron deshonestos y ruines. Para fortalecer lo del suicidio se dedicaron a destrozar la reputación de Digna…

Digna. Norma
En el momento de su muerte, Norma Corona investigaba las actividades delictivas de narcotraficantes como Héctor Luis «El Güero» Palma y Eduardo Clavel; ajustes de cuentas de una violencia aberrante: Clavel secuestró a la esposa y a los hijos de «El Güero» Palma y los arrojó al vacío para luego enviar una porción de los restos humanos al compinche rival, y venga la horrenda venganza. En tan pantanoso terreno fue donde Norma Corona se aventuró a incursionar, y donde vino a perder la vida. A balazo limpio. El asesino intelectual resultó ser el policía encargado de investigar el caso; a su hora, otro de esa misma alzada presentó el caso como «resuelto». Salinas, como premio, lo ascendió de grado. Hoy, el premiado purga una condena de 103 años. ¿Los asesinos de Digna Ochoa? Nadie. ¿Sospechosos? Los militares a los que inculpaba de diversos delitos. ¿Juez? Un militar…

Digna Ochoa En febrero de 1995 agentes judiciales denunciaron ante el juez que «la monjita» los hostigaba durante los «interrogatorios». Digna les impedía inventar versiones distorsionadas para evadir su responsabilidad en la tortura de los presos «zapatistas» capturados en Yanga ¿Recuerdan ustedes el caso y las carantoñas de Zedillo tratando de hacerlos aparecer como guerrilleros peligrosísimos? Digna asimismo, se involucró en los casos que incriminan al ejército o la policía judicial: ejecuciones de Aguas Blancas, El Charco, Ejido Morelos, Ixtlahuacán de Madero, etc., y las aprehensiones e interrogatorios bajo tortura a presuntos zapatistas de Yanga y Cacalomacán y los campesinos ecologistas del Edo. de Guerrero. Y más aún, mis valedores…

De 1992 al 2000, durante su permanencia en el Centro Pro, Digna participó con el equipo en la defensa de presuntos zapatistas presos y presuntamente torturados en el Campo Militar No. 1; de los extranjeros expulsados de Chiapas por agentes de Migración; de los activistas detenidos en el desmantelamiento del municipio autónomo de Taniperla de integrantes del XGH en la huelga de la UNAM y de los campesinos ecologistas torturados por soldados del Ejército; Digna llevó a la Corte lnteramericana de Derechos Humanos los casos de la masacre de 17 campesinos en Aguas Blancas, Gro., y las ejecuciones de tres indígenas del Ejido Morelos, Chis., con el ejército como responsable directo. Y los otomíes de Ixtlahuacán de Madero, Ver., y…

¿No era suficiente para la paciencia de sus asesinos? Digna Ochoa apoyaba a la abogada Pilar Noriega en la defensa de los Hnos. Cerezo Contreras, acusados de pertenecer al Ejército Popular Revolucionario, cuando aquel viernes, 19 de octubre, recibió junto a su cadáver la esquela de los asesinos dirigida a los continuadores de la labor benemérita:

«PROs hijos de puta, si siguen también se los cargará su madre. Sobre aviso no hay engaño». Las autoridades dictaminaron: «Digna se suicidó». Es México. (Nuestro país.)

A borrar la memoria histórica

Francisco I. Madero, mis valedores, un controvertido vitivinicultor, simpatizante entusiasta de Porfirio Díaz y, para completar el esbozo de retrato hablado, espiritista que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en México. El, Madero, y no los Flores Magón Es la historia Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:

Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna

(…) Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria

Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.

Se entusiasmó Ramón López Velarde:

Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.

El por aquel entonces estudiante de Derecho agregó que, para su desgracia «el coahuilense se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra- que los anti-rreeleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República«.

El cambio de poderes se efectuó en noviembre de 1914. El editorialista de El País calificó como un suicidio la elección de Madero. «Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores».

De La sucesión presidencial, obra publicada a finales de 1908:

Por el Señor General Díaz siento una gran simpatía (…) Yo, que profeso culto por todos nuestros grandes hombres, quiero que en el altar de la patria y en el corazón de cada mexicano, ocupe un lugar preferente nuestro eximio gobernante (…) Para que corone su obra, ayudémosle todos los mexicanos, y al hacerlo grande, haremos igualmente grande a nuestra querida patria

Dentro del contexto de sus principios liberales propios del siglo XIX, el gobierno de Madero se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas, por su parte, podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente; no obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración, e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa por ejemplo, fue utilizada por sus enemigos políticos para atacarlo y ridiculizarlo, y así desprestigiar ante la sociedad la imagen presidencial.

La ofensiva contra la administración maderista estaba representada por los sectores sociales que habían sido favorecidos por el antiguo régimen porfirista, tales como los hacendados, banqueros, comerciantes, militares y periodistas. Inclusive dentro del propio grupo revolucionario que apoyó a Madero también hubo rebeliones, como la de los zapatistas, los cuales se distanciaron del gobierno por la negativa de Madero de cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis.

Y es que en cuestión agraria y apenas subió al gobierno, Madero se apresuró a desconocer las promesas hechas y reiteradas, y en varias ocasiones declaró que su objetivo era el de crear la pequeña propiedad, que coexistiría al lado de las grandes haciendas. Por otro lado, aseguró que el fraccionamiento de tierras debería de realizarse por los medios legales, buscando mecanismos que impidieran lesionar los intereses de los propietarios.

La represión, como el descontento popular, no había desaparecido. «En Puebla un perico gritó: ¡Viva Madero! Su dueño fue a dar a la cárcel».
Hoy, los antiguos reeleccionistas nos borran o distorsionan la memoria histórica Cuidado, mis valedores, mucho cuidado. (Es México.)

Yo, el reculón…

Noche de antenoche. Desde media tarde habíame trepado al BMW (al volks cremita, quise decir), y enfilado rumbo al remoto asilo de ancianos, desahuciados de la vida, donde me proponía visitar a alguna de las internas que ahí se acogen a la misericordia de una paz que preludia la pax perpetua. ¿Mi propósito? Hacerle compañía, darle plática, asistirla en algo, mostrarle mi humana solidaridad (no del todo desinteresada, porque pienso muy en el fondo del temor: hoy por ella, mañana por mí, uno nunca sabe.) Fue así como fui a toparme con ella en el fondo del rincón más apartado del jardincillo. La observé: de espaldas al cuerpo del edificio permanecía inmóvil, silenciosa en sus ropas oscuras, pasadas de moda Decrépita, sí, pero aún altiva a sus 98 años de edad. «Señora», le dije. «Vengo a hacerle compañía».

Silencio. Fuera ya de este mundo, desarraigada de los intereses terrenos y ya un pie en la Gran Interrogante, la anciana siguió contemplando algún punto impreciso de la oscuridad nocturna, a lo lejos.

– Vengo a acompañarla por si de algo le sirve mi compañía

Se alzó de hombros; siguió en su silencio, su mudez, su ausencia Dije: «¿Cómo la trata la vida?», y me sentí ridículo. Callé. Frente a nosotros cruzó, zigzagueante, aquel par de alas oscuras. Luego, la paz…

– ¿Cómo le fue de cumpleaños? ¿Hubo pastel, regalitos?

Silencio. La noche espumaba de solapados ruidillos. «Se ve muy bien de salud». Ridículo. Miré su rostro: grave, ceñudo. «Buena fiesta le habrán armado sus familiares ayer». Me miró mohína Algo la contrariaba; algo le alteraba el humor. «Y cómo no, si me estoy ahogando por dentro».
– ¿Derrame en los pulmones, alta presión, flemas?

– Cuál presión, cuáles flemas. Bilis, que traigo en las venas en lugar de sangre; bilis negra que me sollama por dentro. Ahí donde tú cargas el corazón yo cargo mi vesícula Ando con la rabia, como los perros del mal.

Ájale. Me le retiré. A lo disimulado. «Algún disgustillo con los internos, con el personal. ¿Mala atención, la comida, señora?»

– Cuál atención, cuál comida Mis nietos, mostrenca ralea de malagradecidos. Que la sangre se les pudra en los ríñones a los muy hijos de toda la suya Crueles conmigo, traidores por vocación ¿Querrás creer que ayer ninguno de esos se acordó de mi aniversario, después de que tanto mamaron de estas tetas? ¡Ralea de perversos y baquetones, que mi sangre caiga sobre esa cáfila de descastados..!

– ¡Cuidado con su vesícula! Mire nomás, como cerveza recién destapada: por las comisuras de la boca está usted aventando espuma
– ¿Qué te parece la cáfila de malnacidos que en el aniversario de mi nacimiento no fueron para visitarme? Un verdadero madrazo…

– ¿Ni Madrazo la visitó? Mejor, que ese nomás la iba a desprestigiar. Pero teniendo usted el chorra! de hijos, nietos y uno  que otro biznieto, tan malagradecidos le resultaron que han desechado la liturgia anual de su día onomástico, señora Revolución, usted a la que me la tienen aquí, olvidada en este refugio de los desahuciados. No es justo.

– No, y ahora con los cristeros tardíos que haiga sido como haiga sido se empericaron en el poder, peor tantito: con el perverso propósito de que las masas olviden los últimos rastros de mi existencia decretaron feriado el día 19, y que el 20 de noviembre les pasara inadvertido. Cualquier maniobra por sucia que sea con tal de borrar de la memoria y la conciencia de los mexicanos todo recuerdo de mi existencia. ¿Pues qué, no fueron sus abuelos quienes, al precio de un millón de cadáveres, forjaron la Revolución. ¿Así honran a quienes les legaron honra y bienestar? Ah, México

– A los mexicanos entiéndalos. El Honduras-México…

Ahí fue, mis valedores. La vi erguirse y, Moisés iracundo que estrella las tablas de la ley: «¡No me duelen los políticos, bigotón! Me duele que los descendientes del millón de cadáveres que hicieron la Revolución no saquen la cara por mi ni les marquen el alto a esos hijos putativos de Washington, los vendepatrias que así han venido anulando todas y cada una de las magras conquistas de la Revolución. PEMEX, sin ir más lejos.

– Ah, eso quiere decir que tampoco el de Los Pinos vino a visitarla

– ¿Ese? ¿Y ese por qué iba a venir? ¿Qué tenemos en común ese y yo? Que el muerto siga enterrando a su muerto. Tú y tus preguntas estúpidas…

Yo, zacatón, reculé y la dejé renegando sola (Qué más.)

La balada de los viejos

Remontamos noviembre, mes de la Descarnada, los fieles difuntos y el resfrío en el ánima; un tiempo a la medida para reflexionar en que habremos de dar el paso hacia la Gran interrogante y que por eso mismo el imperativo es vivir; a toda sangre y a todo pulmón. «Nuestras vidas son los ríos- que van a dar a la mar-que es el morir». Nuestra única certidumbre…

Noviembre y los viejos, esos entrañables que hoy sobreviven apenas, a penas, el tramo final, ellos que mucho antes que nosotros conocieron la vida a todo vivir, con lo que la vida significa de amor y dolor, de ambición e ideal, de alegrías, fracasos y desilusiones. Los viejos que nos precedieron en el áspero oficio del diario vivir, oficio agridulce; ellos que a su hora fueron capaces de inspirar y vivir el «amor amoroso de las parejas pares»; ellos, que practicaron puntualmente el rito alucinante del amor que «cabalga por los desfiladeros de la muerte» y ejercieron el oficio de las lágrimas y los vuelos del ideal, y soñaron despiertos; esos que, ícaros irredentos, cayeron una y otra vez, y Dédalos, una y otra vez se alzaron y echaron a andar, que el humano destino es la sobrevivencia Esos fueron hombres en plenitud, varonas ellas y ellos varones, e imaginaron un destino y eligieron un rumbo, y lo intentaron con una fe que se puso y los puso a prueba una y otra vez, y que hoy arriban a1 tramo final. Nuestros viejos. Viejo yo mismo. Y qué hacer…

Me gusta observarlos; en su rostro, como en un diario fiel y puntual, proclaman la marca de todos los vicios, de virtudes y penurias, y el sinsabor y la dicha agridulce Pozos de prudencia, fuentes de experiencia, respeto y gratitud, esa leche humana que fluye del cogollo mismo del corazón. El padre Juan, que «hizo el bien mientras vivió». La madre Tula, entraña entrañable, sé lo que digo, y argamasa familiar. Nuestros viejos, los de todos nosotros…

Pues sí, pero hay de viejos a viejos. Unos hay, los más desdichados, que en la fase «terminal» aguardan su hora en la almendra erosionada de la soledad. Son los confinados en el asilo, víctimas muchos de la humana ingratitud, que lograron forjar una familia para que la familia se deshiciera de ellos. Y si es la ternura la leche humana, y la misericordia la humana miel, la ingratitud es la bilis del hombre, su halitosis, lo que el hombre tiene de vinagrillo, de escorpión, de basilisco. Y basilisco malagradecida Porque yo digo, mis valedores: todo en el ente humano merece perdón: flaquezas, error, torpezas, claudicaciones; todo, menos la ruindad de los traidores, los envidiosos y los malagradecidos. Digo yo. Y a propósito…

Acabo de visitar un asilo de ancianos, el más remoto de todos, el más mortecino, el más lóbrego y que, segregado del caserío, agoniza extraviado en aquella polvorienta geografía: una finca árida, gris, que envejece al paso cojitranco de sus ancianas criaturas, con sus muros leprosos que arropan aquel almácigo de vejestorios descascarados de la vida que, guardia baja, aguardan el guadañazo final. Desahuciados de todo y de todos, menos del ejercicio del sufrimiento. Viejos de asilo en asilo de viejos. Me puse a observarlos. Era la’ hora de entre dos luces, cuando la tarde duda y la noche aún no se decide Los miré deambular, sonámbulos, en aquel retazo de mundo que constituye su postrera ración de este mundo. De un lado a otro ellos y su bordón, los vi caminar a lo cojitranco, y cimbrarse a toses, y ahogarse a jadeos, y gorgotear a flemas, y abrir de par en par aquellos ojillos atónitos, y derrumbarse en la banca del jardincillo y exigir a bocanadas ávidas su ración de vida Los viejos.

Llegó la noche que fue de toses y ojeras, del temblor de manos, la extrema resequedad y la humedad excesiva, temblor y humedad que dejan traslucir unos pulmones deshilachados, unas vísceras que se desintegran y unos músculos que llegaron al punto de la claudicación. Ah, ese enfrentar el horror inacabable de la noche en vela, en insomnio, en pesadillas. Noches de la anciana aquella que en el avieso sueño de los somníferos se remueve en el camastro y repite en sueños: «Mamá, mamá…» Ah, los labios del viejo aquel, su movimiento incesante ¿Qué intentan decir? Los ojos del otro, fijos en el techo. Tanto tiempo fijos, que alguno le echó una sábana encima..

Noche de los tosijosos bagazos, un ir y venir del camastro al lugar excusado, un manipular de pastillas, cápsulas, ungüentos, gotas y comprimidos, y el resuello rasposo, y el desacompasado latir, y el vahído, los sudores, los sofocos, el ahogo. En la almendra de su angustia, Job: «mide mi corazón la noche», y las primeras luces, que no llegan. Presidiendo su comalada de frutillas que se tuestan, la Enlutada. (Mañana)

La Teología de la Liberación

La buena nueva, mis valedores, que tal significa el Evangelio. En el atroz calendario de malas noticias para el país, una que para mí resulta alentadora: según Elio Masferrer, especialista en temas de política y religión, resurge en México la Teología de la Liberación. Y es que en tiempos de Juan Pablo II, con Ratzinger el inquisidor motejándolos de pseudo-teólogos, muchos sacerdotes de tal tendencia religiosa fueron afectados: el brasileño Leonardo Boff, el peruano Gustavo Gutiérrez, y Helder Cámara, Ernesto Cardenal, Casaldáliga, Samuel Ruiz, Raúl Vera y tantos más. Siniestro.

Por que nos quede claro ese retorno a la palabra viva del Evangelio que los satanizados del inquisidor han proclamado en esta nuestra América mestiza «que aún reza a Jesucristo y aún habla en español» (esto con sus asegunes), aquí sintetizo voces, historia, mensajes, definiciones del Evangelio, la buena nueva.

Que esa corriente evangélica nace después del fracaso del desarrollismo (años 50) que tantas expectativas produjera en tantos. Que es entonces cuando el subdesarrollo de los pueblos pobres, como un hecho global, aparece en su verdadera faz: como el subproducto histórico del desarrollo de otros países. La dinámica de la economía capitalista lleva al establecimiento de un centro y una periferia, y simultáneamente genera progreso y riqueza creciente para los menos y desequilibrios sociales, tensiones políticas y pobreza para los más. Campo abonado para la nueva catequesis, porque, asegura el teólogo:

«Caracterizar a América latina como un continente dominado y oprimido conduce, naturalmente, a hablar de liberación y, sobre todo, a participar en el proceso que lleva a ella De hecho, se trata de un término que expresa una nueva postura del hombre latinoamericano».
Liberación. Surge, por un lado, el foquismo guerrillero, que a corto plazo pretende movilizar a las masas. Fracaso total. Dígalo, ni no, la estrategia de Ernesto Guevara, el símbolo. Se intenta, por otro lado, la tan cuestionable «vía electoral». Nada Tampoco. Otra opción:

Sacerdotes y religiosos, en proporción cada vez mayor, buscan participar de manera más activa en las decisiones pastorales de la Iglesia. Buscan que ésta rompa sus solidaridades con un orden injusto y que, en una renovada fidelidad al Señor que la convoca y al evangelio que ella predica, comprometa su suerte con la de aquellos que sufren miseria y despojo. «Por eso es prioridad separar la Iglesia del Estado, para liberarla de las ataduras temporales y de la imagen que da de su vinculación con el poder. La hará más libre de compromisos, más apta para hablar, mostrará con ello que, para realizar su misión, confía más en la fuerza del Señor que en la fuerza del poder, y podrá encontrar la única vinculación terrena que le corresponde: la comunión con los desheredados de nuestro país, sus inquietudes y sus luchas».

Pues sí, pero tal apostolado empuja a los teólogos a la fricción, la confrontación con inquisidores y nuncios apostólicos, situación que tiende a agravarse porque, asegura el teólogo, «consideramos un derecho y un deber denunciar como señales del mal y del pecado la injusticia salarial, las privatizaciones del pan cotidiano, la explotación del pobre y de la nación, la opresión de la libertad. Un hombre nuevo y una nueva sociedad no pueden buscarse a través de vías capitalistas, porque los móviles inherentes a todo tipo de capitalismo son el lucro privado y la propiedad privada para el lucro». (Con semejantes conceptos cómo no ser satanizados por el alto clero político.)

Y que en el momento en que un sistema deja de asegurar el bien común en beneficio del interés de unos cuantos, la Iglesia no sólo debe denunciar la injusticia, sino además separarse del sistema inicuo.

– Nadie debe dejarse intimidar por aquellos que, aparentemente celosos por la «pureza» y la «dignidad» de la acción sacerdotal religiosa tachan de «política» tal intervención de la Iglesia. Con frecuencia tan falso celo encubre la intención de imponer la ley del silencio cuando urge, por el contrario, prestarles voz a quienes sufren la injusticia y es apremiante desarrollar la responsabilidad social y política del pueblo de Dios

Porque es el mismo Dios quien envía a su Hijo para que hecho carne venga a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a que les tienen sujetos el pecado, la injusticia y el odio, la ignorancia, el hambre, la ignorancia, la miseria y la opresión.

Y de repente: ¡Ratzinger papa, Dios! (Seguiré con el tema)

Perro de guerra, Bush

¡Adelante, mis queridos estadounidenses! Conduzcan sus caballos más allá -¡excitación! ¡dinero! ¡políticos!-. ¡Abran todas sus válvulas y dejen que prosiga, columpiándose y exprimiendo a los demás..!

De ese calibre fueron las ironías que en el siglo XIX les endilgó su poeta, el cantor de su democracia Qué reproches pudiese lanzarles hoy día, cuando su genocida mayor, Learjet 45 en picada rumbo al desván de la Historia, dejó a su paso zonas en llamas y comunidades devastadas en su economía y sus finanzas. De qué tamaño serían los reproches que al final del gobierno del perro guerrero les lanzaría Walt Whitman, su poeta mayor. Qué irá a ser de esa «nación de lunáticos», si es que su nuevo dirigente no endereza el rumbo de un imperio que, según todos los indicios, comienza a conocer los crujidos de la decadencia A propósito: ¿esos «queridos estadounidenses» tendrán en cuenta a estas horas las advertencias de su analista Noam Chomsky?

Recordemos que quienes llevan ahora las riendas de Washington son en su mayor parte reaganianos reciclados que están reviviendo el guión de los años ochenta, cuando impusieron programas domésticos muy dañinos para la población en general, y que fueron muy impopulares. ¿Como consiguieron implantarlos? Manteniendo a la población en un continuo estado de pánico…

Recordemos que la misma gente que hoy gobierna el país declaró en 1981 una guerra contra el terror que se convertiría en el núcleo central de la política exterior estadounidense, por aquel entonces enfocada fundamentalmente en Centroamérica. Entonces llevaron a cabo una guerra contra el terror en América Central donde acabaron matando a unas 200 mil personas, y dejando cuatro países devastados. Desde 1990, cuando Norteamérica se hizo con ellos de nuevo, se han hundido más aún en una profunda pobreza Ahora están haciendo lo mismo por los mismos motivos: están llevando a cabo programas domésticos a los que la población se opone de manera contundente, porque los perjudica..

Por lo mismo, fijémonos en el momento actual: es realmente chocante que la avalancha de propaganda se iniciara en el momento en el que comenzó la campaña para el congreso y estaba claro que los republicanos no iban a ganar dejando que dominaran los asuntos sociales y económicos. Hubieran sido arrollados. Tenían que hacer exactamente lo mismo que hicieron en los ochenta: sustituirlos por asuntos de seguridad, y en el caso de una amenaza a la seguridad, la gente tenderá a cerrar filas en torno al presidente, una figura fuerte que nos protegerá de horribles peligros…»

Y la radiografía del imperio, mis valedores, en la justipreciación de un hombre de talento, lucidez y honestidad Henry Miler, autor de los Trópicos, La Crucifixión rosada, etc.,que antes de su muerte en 1980, así de actual y certero trazó el retrato hablado de su país:

«En dos breves centurias nos estamos yendo por el caño del desagüe. Y nadie se va a entristecer por eso; ni siquiera esos a los que hemos ayudado a sobrevivir. En el breve instante de nuestra historia nos las hemos ingeniado para envenenar al mundo. Lo hemos envenenado con nuestras ideas de progreso, eficiencia mecanización. Hemos convertido en robots a nuestros esforzados pioneros. Hemos deshumanizado al mundo en que vivimos.

Al principio pudimos haber sido vistos como dioses por los nativos del Continente. Pronto se desilusionaron. Pronto aprendieron a tenernos miedo y odio (¡nosotros, los cara-pálidas, fuimos quienes enseñamos a los indios a cortar las cabelleras a los enemigos!) Nosotros suprimimos la maravillosa Comunidad Oneida y otras comunidades religiosas. A los indios les robamos su territorio e hicimos todo lo posible para aniquilarlos. Y nunca intentamos darles ninguna retribución. Tal parece que fuimos concebidos entre la violencia y el odio, como si hubiéramos nacido para saquear, violar y asesinar. Nuestros libros de historia barnizan las crueldades, las abominaciones y la conducta inmoral de nuestros líderes. Está claro que, con toda nuestra palabrería sobre el progreso, tenemos una mente estrecha, somos prejuiciosos y tenemos sed de sangre como siempre ha sido. Sólo con referirnos a la situación militar -¡el Pentágono!-, es suficiente para sentir escalofrío».

¡Adelante! Sólo dejad provisiones (viejos y nuevos estados) para manicomios. Porque estáis en el camino de crear una nación de lunáticos…

¿Obama?(Después.)

La noche de San Bartolomé

Aquella noche del 24 al 25 de agosto de 1572 se encontraban en Paris unos 3 mil hugonotes (calvinistas); en las provincias, unos 15 mil. Todos ellos hallaron la muerte a manos de los católicos. Cuando el militar que comandaba la masacre preguntó al representante papal cómo distinguir entre católicos y hugonotes, éste respondió: «Exterminadlos a unos y otros. Dios, en el cielo, podrá distinguir entre sus hijos y los réprobos…»

Terrible, sí, pero no queremos aprovechar las lecciones históricas, y en material de intolerancia «religiosa» seguimos trepados en el fanatismo como hace 436 años corridos. Y si no, ¿acaso las disputas «religiosas» no siguen derramando sangre en nuestro país? Acteal, el caso más horroroso. Pero no escarmentamos, digo una vez más. Aquí nomás, en Ixmiquilpan, Hgo.:

Católicos de la comunidad de San Nicolás intentan frenar un templo evangélico, y hubo amagos de violencia, lo que obligó al gobierno a enviar policías estatales para evitar hechos de sangre entre los dos grupos «religiosos». Y es que en verdad les digo, mis valedores…

Todos los caminos de la intolerancia «religiosa» parten de San Bartolomé para rematar en Acteal. Hace 1,800 años lo advertía Tertuliano: «Por ley natural y por ley humana, cada uno es libre de adorar a quien quiera. La religión de un individuo no perjudica ni beneficia a ninguna otra persona Va contra la naturaleza de la religión el imponer la religión..»

Y aquella noticia fechada en San Juan Chamula, Chis.: «Aquí está prohibido no irle al PRI y practicar una religión distinta a la católica. Este municipio es bodega de votos, que a favor del PRI se acercan al ciento por ciento. En más de 40 años, las autoridades no han permitido la entrada a representantes de casillas de la oposición. Aquí no hay campaña electoral. Si viene algún candidato, es hostigado, golpeado o amarrado a un árbol».

Se ufanaba el presidente de San Juan Chamula, Domingo López Ruiz:

– Es que nosotros somos católicos y priistas por tradición, porque es parte de nuestra cultura. No estamos dispuestos a aceptar a personas de otra religión ni de otro partido político. En el pueblo todo aquél que no se sujeta a las tradiciones y costumbres es expulsado. La presencia de un solo partido y una sola religión es lo que nos ha mantenido unidos…

Tumbalá, Chis. Los mil 500 habitantes de Emiliano Zapata fueron obligados por un grupo armado a abandonar el lugar, luego de que les quemaron 38 casas y saquearon escuelas. Varios secuestrados fueron llevados a El Naranjal y La Revancha, donde se les encerró en el templo y se les mantuvo tres días sin probar alimento. «Nos querían convencer de que cambiáramos de religión», acusan las víctimas. El munícipe de San Juan Chamula‘ ‘Vamos a seguir matando a todos los no católicos. Les cortaremos la cabeza. Paraje por paraje nos vamos, y a seguir cortando cabezas».

Esdras Alonso G., presbítero: «Cuando los expulsados se quejan ante el gobierno, y éste saca órdenes de aprehensión contra los culpables, ellos amenazan con cambiar de partido político. Así manipulan al gobierno. Antes, los votos del PRI eran negociados con la cancelación de órdenes de aprehensión en contra de ellos. Ahora, las casillas se llevaron a los parajes, y ahí las rellenaron. El candidato priista acordó con las autoridades chamulas que si ellos votaban por el PRI, permitirán que las expulsiones continuaran…»

Tumbalá, Chis. «Cinco campesinos heridos dejó como saldo la agresión de grupos católicos encabezados por las autoridades caciquiles priistas de Ahuacatenango. Socorristas de la Cruz Roja Mexicana se negaron a prestar auxilio a las víctimas…»

El cardenal Juan Sandoval íñiguez, al que se le señalan oscuros tratos con el narcotráfico: «Es que el tal Marcos es un guerrillero cibernético y para nada quiere firmar la paz. No la firmará. ¿Qué espera el ejército?»

Sotanas y narcotráfico. De Mario Villanueva, ex-gobernador acusado de nexos con el tráfico de drogas y hoy recluido en el penal de alta seguridad de El Altiplano, un su valido, el cura Rafael Ruiz: «Soy fiel a la amistad. Si buscan que critique al Lic. Mario Villanueva no van a lograrlo. ¿Que es narco? Bueno, a ver, el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra».

Un pragmatismo de sotana con todo y lugar común. En fin, que el síndrome de La Noche de San Bartolomé pervive entre esos grupos «religiosos» que nada muestran de religión, y sí mucho de fanatismo. Cuidado con esos. Mucho cuidado. (Dios.)

Malhaya el Gran elector

Y qué le vamos a hacer, todo se ha consumado. El candidato de raza blanca se impuso al de color. El Gran Elector (¡y no poderle aplicar ley alguna!) pasó por alto los méritos de los candidatos, eminentes los del hombre de raíz africana cuanto deleznables los del hombre de la «raza superior». A mí, todavía dolido por el resultado de la elección, no me queda más recurso que lamentar las limitaciones y prejuicios humanos, que sobre las calidades del negro se impuso el torvo prestigio del blanco. Y qué hacer…

Claro, sí, pudiese consolarme diciéndome que poco o nada me afecta semejante elección y que me considero ajeno a la influencia del elegido, pero en este caso cabe asegurar eso mismo que a su hora afirmé ante tantos de ustedes cuando se conoció el resultado de aquel otro proceso electoral, el de julio del 2006: no me duele por el candidato perdedor, me duele, y mucho, por el que ganó, «haiga sido como haiga sido».

Pero volviendo a la maniobra en donde, méritos aparte, el Gran Elector privilegió al blanco sobre el de la piel oscura: por qué éste no fue el elegido, sólo el Gran Elector (¡y no poder castigarlo!) pudiese revelarlo. ¿Fue por el color de su piel? ¿Achaques de un abominable racismo, de una asquerosa discriminación? ¿En la sociedad del Estado aquel, que infama una historia de dogmas y prejuicios, no hubiese sido bien visto que un «hombre de color» llegase a tan eminente dignidad? Si así fue, lástima, porque ello significa que la historia la humanidad aún no se desembaraza de semejantes lacras, y que más que los méritos cuentan las apariencias. Lóbrego.

Sí, porque el derrotado es un espíritu liberal, de tendencias progresistas y enemigo, por eso mismo, de la explotación del obrero, de su alienación. Boca bembona, oscura la piel, blancos sus dientes y el pelo pasita, su aspecto físico choca con el estereotipo porque en nada se diferencia del músico de jazz, el promotor de peleas de box, el viejo memorioso que en las tabernas de Nueva Orleans y por la oferta de una copa de whisky suelta la narración de cómo fue su carrera de pelotero o atleta olímpico.

Por cuanto al ungido por el Gran Elector (¡malhaya!): en su currículo queda constancia de una personalidad racista, con instintos de represor y unos impulsos de intransigente e intolerante que lo han llevado a expresarse a lo vituperoso de comunidades que no son las arias, anglo-sajonas ni eslavas, y de culturas y creencias religiosas distintas a la suya. ¿Ni siquiera su edad avanzada, de setentón, fue impedimento para ungirlo y poner en sus manos un poder que abarca millones y millones? El de origen africano es mucho más joven, y se le adivinan vigor, entusiasmo y sabiduría para echar sobre sí la tremenda responsabilidad de gobernar, en cierto sentido, los destinos del mundo. Pues sí, pero su piel es oscura…

El otro es blanco de piel, pero de oscuros instintos, ayuno total de carisma y magnetismo personal, carente de todo poder de convocatoria y arrastre personal; un personaje de ideología ultraderechista, macartista, de nazi e inquisidor, brazo derecho (ultraderecho) del derechista antecesor y como él, anticomunista rabioso. Hoy mismo, ya como ungido, continúa con esas tendencias represivas y autoritarias que tanto daño han causado dentro de su propio equipo de trabajo. Yo lo traigo atravesado aquí, miren…

Para qué abundar en el desastre. El producto del Gran Elector (¡anatema!), todavía ayer gusanillo, el día de su triunfo amaneció a ser crisálida, y a acaparar las pupilas del mundo, y a aniquilar a quienes no piensan como él y difieren en filosofía y creencias. Y para la reflexión: si aquí en nuestro México, con el posible fraude de julio el Sistema se vio en la necesidad de arrancar las cabezas del IFE y del TRIFE, ¿por qué en El Vaticano nadie intentó protestar con aquello del «voto por voto, casilla por casilla»? ¿Por qué nadie intentó destituir al Luis Carlos Ugalde de la elección papal, ese Espíritu Santo qué prefirió a Ratzinger como sucesor de Juan Pablo cuando más méritos se le advertían a Francis Arinze, nigeriano? ¿Por qué? Y aquí el consuelo de este rencoroso:

Mañosamente entronizado, el Calderón de El Vaticano, como ocurrió con el Ratzinger de Los Pinos, de terminar su gestión va a desbarrancarse directamente en ese infierno que nombran desván de la historia Tal es el destino de quienes llegaron sin mérito alguno y dejando atrás a muchos mejores que ellos, como Ratzinger a sus AMLOs de El Vaticano. Y ni cómo aplicarle la ley al Espíritu Santo, ese Gran Elector. (Lástima)

Si yo nunca muriera…

La vida y la muerte, mis valedores. Aquí algunas reflexiones:

La grieta entre la vida y la muerte es mínima; cuestión de fracción de segundo; es, sin embargo, una grieta tan absoluta, que ninguna experiencia puede tender un puente entre ella. Sólo podemos estar en un lado respecto a la muerte. De este lado, la muerte aún no existe; del otro, ya no existe la vida. Eso es todo. Si somos, la muerte no es. Si la muerte es, nosotros no somos…

La muerte, esa presencia viva en la comunidad. Nunca antes, en tiempos de paz, nos había zarandeado como hoy. Delincuentes y criminales, miembros del ejército, civiles, policías, y ahora el estallido y el incendio, en todos sentidos, que terminaron por desgarrar a sus víctimas, Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, entre ellas. Y aquí mi problema personal…

La muerte mata, pero cómo suele hermosear al difunto. Y no, yo no voy a engranarme al coro oficial de maquillistas que a collares de adjetivos «embellecen» los cadáveres de Mouriño y Vasconcelos. Yo no, que no olvido los contratos de PEMEX ni la probable colusión con el narcotráfico.
Pero vivimos noviembre y acabamos de invocar las almas de los fieles difuntos; vale, entonces, que evoque a la muerte, ella que en montones de años y felices días ha terminado por hablarme de tú. (Me está oyendo. Me guiña un ojo, mírenla.)

La forma en que hemos vivido va a reflejarse en la forma en que hemos de morir. Tal como un día bien vivido lleva a un sueño feliz, así una vida bien utilizada lleva a una muerte plácida Si hemos vivido una vida de conflicto y emocionalmente perturbada, o una existencia egoísta y vacía, nuestra vida será agitada y difícil. ¿Que no sabemos morir? Por ello no preocuparnos, que a su hora la naturaleza tomará por su cuenta todo el asunto. Nosotros, sueltos, flojitos, anuentes. Oponernos de nada nos va a servir, conque…

Por cuanto a ustedes, ¿habrán leído a los existencialistas (Sartre, Camus)? ¿Recuerdan cómo se expresaron de la muerte? Que el destino a todos nos convierte en condenados a muerte, y que todos los crímenes que pudiesen cometer todos los hombres de todos los tiempos nada significan si se comparan al crimen fundamental de la muerte. Que la muerte, para el ateo, es un crimen sin criminal, y para el creyente un crimen perpetrado por Dios.

Y es que la muerte, según la Biblia, representa el castigo divino por la desobediencia del hombre. Si Eva y Adán, con sus descendientes, iban a ser inmortales, la muerte fue un castigo correspondiente al «pecado original». Así, la muerte deja de ser un accidente para convertirse en una fatalidad y una violación del orden natural. De esta manera y para algunos pensadores el mundo es una monstruosa, gigantesca prisión, de la cual la única salida que encuentran los condenados es la muerte. Que «cada día unos son degollados frente a mis ojos; vemos cómo seremos, a nuestra vez, degollados. Esa es la condición humana». Malraux.

Pues sí, pero al propio tiempo, la reflexión del filósofo: «una dicha para el hombre es su condición de mortal, pues gracias a tal condición su existencia puede hacerse dramáticamente intensa». (Tomen nota quienes, en vez de vivir su vida, persisten en el horror de vegetar en la mediocridad. Conste.)

¿Alguna esperanza de vencer a la muerte? Ninguna Los avances de la medicina la retrasan, pero hasta ahí. El nacimiento y la muerte son realidades correlativas; una y otra suponen una mutación de estado. No se pudiese abolir la muerte sin abolir la vida A la muerte la traemos en nuestro interior. Si acaso, circunstancias externas la activan, pero no más. Lástima

El humano sólo toma decisiones importantes en su vida cuando está presente el sentido de la muerte por el riesgo de dejar incompleta su obra. Vive cada instante de tu vida como si fuera el último.

Porque lo único que le da sentido a la vida es la muerte. La cortedad de nuestra vida (singular e irrepetible) en relación al tiempo, ¿puede privar de sentido a la vida? No. Precisamente este saberse limitado por el tiempo es el factor que motiva y apresura al hombre a cumplir su misión en la vida una misión que, en nuestra necesidad de trascendencia, juzgamos siempre incompleta Y después de todo, mis valedores…

La vida y la muerte caben en una frase: entramos, y un llanto; un llanto, y salimos. Y ya Piénsenlo. (Seguiré con el tema)

La mediocridad, ese estigma…

Ni Dios lo mande que yo tenga que dirigirla selección mexicana de fútbol, porque tanto el público como los directivos son increíblemente injustos con el entrenador. (En 1984 Ignacio Trelles, director técnico de fútbol.)

Por cuanto a usted, señor Ericksson, ¿cuándo se retira como director técnico de la selección? En tal cargo arrastra el desprestigio de haber llegado a la selección por la puerta falsa y con ayuda de toletes, armas largas y vallas metálicas. Soporta, y por partida doble, el aborrecimiento de la Perra Brava por llegar como llegó y por los resultados que entrega al frente del equipo tricolor. ¿Y así quiere terminar su contrato, para acabar de desprestigiarse y que a usted también, como a su predecesor en el puesto, le apeste El Tamarindillo? Le aconsejo se retire, que huya, más bien. Que Salinas le aconseje cómo llegar de incógnito hasta Dublín, o Echeverría a las Islas Fidji, porque en esa casa de mala nota que apodan el Goloso de Santa Úrsula vino usted a perder ese virgo que nombran honra, prez, buena fama pública Señor:

¿Por qué fue tan imprudente al tomar la decisión de encabezar un equipo de matalotes? ¿Cómo pudo ni por pensamiento (muy mal pensamiento) suponer que con ese equipo de mataduras que lleva herrado en la cuera el estigma de la mediocridad pudiese añadir un gramo de fama en su raquítico palmarés? ¿Pues qué, tan hambreado me lo cogieron, que por la pitanza con qué llenase la gorda (tripa) dirige (es un decir) esa recua de murgas vestidas y alborotadas que cargan en los lomos el «prestigio» de todo México? Perdónemela, pero me resisto a creer que por hambre se haya incrustado en el presupuesto, garrapata en el cuero del buey, y que en encuentros internacionales haya salido nomás a Dallas. Que son mediocres todos ustedes, paso a certificarlo con la elocuencia de los hechos:

El gabinete tricolor: técnica individual, como de conjunto, nunca han mostrado sus integrantes, ni una aceptable táctica de juego; a la cancha saltaron sólo a eso, a saltar y a asaltar. Dos años de ensayos y tentaleos, ¿de qué cariacos les han servido? Ya estoy por creer, señor Ericksson, que esa murga está en el gabinete tan sólo por dos motivos: porque son sus amigos y porque usted está pagando facturas. Lástima

Los defensas: ¿cuándo esos han sabido controlar el esférico y contener los «avances» del adversario del área norte en la cancha? Esos, cáfila de vendepatrias, a puro entregar balones, a poner sus bolas, cuando bolas tienen, a los pies, a los botines, jugosos botines, del enemigo histórico, y permitirle atacarnos en nuestra área penal, y que ante un portero cómplice anote a placer y a balón parado, y parado nos lo deja ir hasta el rincón, todo el esférico.

Los mediocampistas, qué bárbaros: todos torpes e ineptos, sin dominio del balón, sin coordinación en los pases ni entendimiento entre ellos, entre todos ellos peleando a patadas, caballazos, mordiscos, arañazos, nalgazos. A usted, a la desesperada y tan desatinado y mediocre como ellos, lo miro mantener en el puesto, a lo terco y pentonto, a los titulares. Peor es el relevo que la enfermedad, dirá usted. Pero lo cierto es que nos resulta más caro el calvo (Téllez) que las albóndigas. Por cuanto a los de la entreala izquierda, mama mía, o mama suya, más bien, si es que tienen a la han conocido: esos, para empezar, no son de izquierda ni nueva ni vieja; son colaboracionistas, sin más, y tan faltos de pundonor como sobrados de mañas para hacerse de los balones a la mala a veces, y casi siempre a la peor: diputaciones, senadurías, la gubernatura de Michoacán, la de Guerrero, la de mi pobre Zacatecas, ahora más pobre que antes. Esos, señor, pura concertacesión, transa pura y pura sinvergüenzada Por cuanto a los de la entreala derecha..

Ah, los de la derecha ¿Hay diferencia entre esos y los impúdicos de la izquierda nueva? Alianzas, complicidades, arreglos en lo oscurito y acá bajita la mano. Los de la derecha nos resultaron tan sucios como los izquierdosos, y loderos los dos, y malintencionados, y entreguistas de balones por igual. ¿Los delanteros? Esos, caracho. Los delanteros…

Siempre en fuera de lugar, siempre chueca la mira, volando siempre el disparo, y al patadón cuando no al calcetinazo. ¿Que han logrado anotar? Sí, en su propia meta ¿Que saben robar balones? Válgame No esperan a que estén en juego, que se los roban en el almacén. ¿Nombres? Mejor que nadie usted los conoce, y los mantiene en la alineación, y luego por qué va a salir tan desprestigiado. Retírese, yo sé lo que le digo.

Aún es tiempo, aunque ya carga todo el descrédito por la forma en que llegó al Tricolor. (De nada)