El Napoleón del trópico

El Salvador, patria de luces y sombras, donde el poeta guerrillero Roque Dalton fue asesinado por la propia guerrilla, mientras que una bala asesina abatía en plena celebración del oficio litúrgico a monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, para que su asesino intelectual, un Roberto D’Abuisson ultraderechista fanático, fuese muerto poco tiempo después por la gracia de un cáncer fulminante, que de paso se iba a llevar a uno de los secuaces de la ultraderecha, José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador. Tal es el preludio de los acuerdos de paz que en enero de 1992 firmarían gobierno y guerrilla salvadoreña ahí, miren, no lejos de donde esto escribo: en el Castillo de Chapultepec. Recordé ayer aquí mismo, después del reciente triunfo en las urnas de Mauricio Punes candidato del FMLN, a Roque Dalton, poeta, del que aquí agrego algunos apuntes para luego hablarles de Napoleón Duarte, el Napoleón del trópico, y sus experiencias con la ayuda militar de Estados Unidos, que pudiesen servirnos para sopesar alcances y consecuencias del «Plan México», embozado a lo vergonzante en su disfraz de ‘Iniciativa Mérida». Porque es la patria el punto de partida, – básica piedra tumultuaria extendiéndose, – savia y semilla de la floresta cantadora del hombre…

Estos de Dalton, mis valedores, son poemas paridos a punta de ardimiento, iracundia y nostalgia; de los desabrimientos del exilio; de las amorosas ausencias; poemas que trovan a la patria (negada a la fuerza por la bota y el espadón) con el mismo celo con que se cantaría a la mujer amantísima; que loan a la mujer con resonancias de canto patrio, como trovarle a una tierra íntima y nutricia; poesía esta de Dalton que es un puro sustantivo, la pura esencia, el ser, y no más. Qué más…

Porque es la patria misiva leal hacia aglomeraciones fraternas y ecuménicas. –Así nos surge el canto- y la patria renace junto a cada palabra…

Roque Dalton murió en y de su patria, a manos de sus compañeros de insurgencia, como una coherente prolongación de su militancia política en la tierra del espadón cuartelero. Dice la dedicatoria del ejemplar que traigo entre manos, y que hace tiempo fui a rescatar de alguna librería de viejo:

«A María, que me dio su casa y su pan cuando fui perseguido». Y una fecha, y un país, México, y no más. Por cuanto al Napoleón de El Salvador…

 

Juzgo pertinente recordar aquí, ahora, a tal figura polémica que inició el diálogo con la guerrilla a principios de los años 80, ese José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador, que en alguno de sus viajes a Washington y circundado de personajes de la diplomacia y el gobierno gringo, de repente cayó de rodillas ante la bandera de Norteamérica y a ojos cerrados se puso a besarla Al ponerse de pie ya había asegurado la ayuda militar norteamericana para combatir a la guerrilla salvadoreña. De diciembre de 1980 a mayo de 1982, este Napoleón fue jefe de la junta de gobierno de su país. Entre esas dos fechas se registra una de las épocas más sangrientas, más enconadas, del conflicto armado que tuvo su desenlace años más tarde en el Castillo de Chapultepec.

Aquí, con sus propias palabras, el esbozo de retrato hablado de Duarte. Sobre la ayuda norteamericana le pregunta la reportera:

Dentro del contexto del condicionamiento de la ayuda de Washington a su gobierno, ¿los asesores militares estadounidenses también le dicen a usted cómo manejar la guerra?

La respuesta, por demás elocuente y muy a propósito para sacar conclusiones: «Este es el problema, ¿no? La raíz del problema está en que la ayuda nos es dada bajo tales condiciones que su uso, en realidad, está decidido por los estadounidenses y no por nosotros. Decisiones tales como: cuántos helicópteros tenemos que comprarles, cómo habremos de gastar nuestro dinero, cuántos camiones necesitamos y para qué, cuantas balas y de qué calibre, cuántos pares de botas, y dónde deben estar colocadas nuestras prioridades. Todo eso».

Más adelante en la entrevista- «¿Nos está diciendo que el ejército se dedica al reclutamiento forzoso?»

Siempre ha sido así En mi país cualquier hombre mayor de 18 años está sujeto a hacer el servicio militar. Cualquier joven puede ser detenido por la calle e interpelada ¿cuántos años tienes? ¿Dieciocho? ¡Adentro! Soldados que no tienen tierra, dinero ni trabajo, tienen que defender a los poderosos, tos oligarcas, los ricos. Pero del otro lado la guerrilla está haciendo lo mismo…

(Más de Duarte, un día de estos.)

Y de repente estalló la paz

El domingo 15 de marzo de este año se celebraron elecciones para la presidencia de El Salvador. Contendían Rodrigo Ávila, derechista y represor, candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), y el progresista Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Tras décadas de gobiernos reaccionarios ganó el periodista de izquierda, «con probada honradez y profesionalismo».

La génesis de esta nueva etapa en la historia de El Salvador se escribió en nuestro país, con el Castillo de Chapultepec como sede simbólica fue ahí donde en 1992 se firmó la paz entre la guerrilla y el gobierno salvadoreño. Ello después de que el tanto de toda una década «el Pulgarcito de Centroamérica» vivió requemándose en las vivas llamas de la guerrilla y la metralleta, actividad de la que pudo cosechar un amontonamiento de muertes, civiles más que de uniformados, además de una lóbrega sucesión de mutilados, damnificados, desaparecidos, exiliados, en fin. Durante los gobiernos derechistas y proyankis de ARENA, a lo largo de décadas, el santo y seña en el país hermano fueron los desgarramientos internos y los odios empozados, la sangre derramada y las lágrimas; y el caos. El Salvador…

Ahora por fin, los dos bandos en contienda firmaban la paz. En enero de 1992, en el Castillo de Chapultepec, se congregaron, con el «compatriota» de México (Salinas), el presidente salvadoreño y los comandantes de la guerrilla, y entre todos firmaron el documento de la paz. Fue un jueves. Al final se escucharon aplausos. Ahí, en el momento de entregar su AK-47 al mediador, habló el comandante Shafick Handal:

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional ingresa a la paz abriendo su mano que ha sido puño, y extendiéndola amistosamente a quienes hemos combatido, como corresponde a un desenlace sin vencedores ni vencidos. Nosotros no estamos llegando en este momento como ovejas descarriadas que vuelven al redil, sino como maduros y enérgicos impulsores de cambios hace mucho tiempo anhelados por la inmensa mayoría de los salvadoreños».

Y al término del protocolo, recordando los años de la guerrilla, su expresión vulgar, escatológica y humanísima, a fin de cuentas:

– Hijueputa! Esta mierda se acabó… ¡y nosotros seguimos vivos…!

Nosotros, dijo Shafick. Ellos. Pero esa paz había sido lograda al precio de su propia sangre, por los sacerdotes jesuitas, monseñor Oscar Arnulfo Romero y el poeta, guerrillero y héroe civil ¡muerto por sus propios compañeros de guerrilla! Roque Dalton, poeta de El Salvador.

La paz será cuando la luna se despida del agua – con su corriente oculta de luz inenarrable – Nos robaremos todos los fusiles – invisiblemente…

Roque Dalton. Estoy mirando su foto: rostro gris, indefinido, casi como el mío propio, como el de cualquiera de ustedes; pero no, son los rasgos de uno que en su muerte guerrillera anunciaba el estallido de la paz. Su biografía personal, escueta.

Dalton fue uno de los salvadores de El Salvador, varón de redaños que vivió su existencia a trancos, y que a chicotazos de exilio fue desmoronando nostalgia y poemas, siempre a salto de cárcel y trasterras hasta la hora del sacrificio final. Riguroso destino.

Haz nacido – para desentrañar la solución del odio – para ascender, llevando al pueblo de la mano – a la altura del trueno…

De Roque Dalton apenas tengo noticias; que en vida fue de los más relevantes poetas de su solar; que se comprometió en la lucha de su gente con todo lo que ello supone de militancia política destierro y, casi por ley natural (por ley humana, inhumana) el sacrificio violento de la propia existencia Sé que vivió entre nosotros, en esta ciudad capital, y que por acá le editaron su primer libro: Ventana en el rostro, poemas; sé también -¡alucinante!- que lo vinieron matando sus propios compañeros de lucha. Que si por cuestión de estrategias, de ideologías divergentes, de tácticas revolucionarias, de… Ah, trópico…

Ventana en el rostro, mis valedores, es un librillo enteco, de apenas 130 planas, pero todas apretadas de muy elocuente, visceral poesía; el volumen se integra con toda una sucesión de poemas techados en la cárcel o en exilio; de esos poemas que se publican casi siempre en ediciones póstumas, después de que el poeta fue asesinado con lujo de crueldad, uno de los pocos lujos a que tuvo acceso en su vida (De Dalton y un su paisano hablaré después.)

¿Crece qué? ¿La democracia?

¿Y crecemos todos? ¿De veras? ¿Esto significa que el IFE, Instituto Federal Electoral, va a proseguir su campaña de aplanadora en radio y TV., costosísima y financiada con los dineros de todos nosotros, en la que repetirá su mentira 25 millones de veces…?Crece la democracia. ¿Saben ustedes por qué se atreve a llamar democracia a una simple campaña electoral? Porque sabe que ignoramos su significado, y nos vende por tal una simple maniobra que en este caso resulta electorera, por la baja estofa de candidatos propuestos y el dinero que se derrocha en las urnas. Tan reiterada mención, esa exaltación de la democracia, ¿no les parece sospechosa? Si esta es democracia, ¿qué valor puede tener, que así mantiene a las masas populares en el atraso, la pobreza, la marginación? ¿Tanto vale tal democracia, para que así la pondere el IFE y así se derrochen millones en maniobras que se perpetran al amparo de su nombre? Con esa «democracia», ¿crecemos todos? ¿Sí? A ver: ¿alguna diferencia entre la «democracia» del IFE y aquella, repetida hasta el vómito, con la que nos empachó Fox durante seis penosísimos años? Mis valedores: ya nos tomaron la medida; nos vencen por nuestra propia ignorancia…

¿Norberto Bobbio? Su pensamiento no sólo es claro en cuanto a la definición de democracia (misma que sintetiza el ser de la democracia formal, representativa y política); también es claro su análisis de esta forma de gobierno tal y como la conocen, a partir de la modernidad, los gobiernos occidentales…

Va aquí, por si nos atreviésemos a pensar; un fragmento del estudio que sobre el tema publican H. Dietrich y R. Franco:

Como una propiedad (característica) de los sistemas sociales avanzados, puede concebirse en tres dimensiones: 1.- La social, entendida como la calidad de vida material 2.- La formal: existencia de determinadas reglas de poderes, derechos y obligaciones de las diversas instituciones que integran el sistema social, y 3.- La participativa, o sea la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías. La tercera categoría presupone la existencia de la segunda, y ésta, de la primera.

Aquí algunos de los elementos que de acuerdo a la ONU, el Banco Mundial y Fuerntratt-Kloep, forman la democracia social:

Nivel de vida materia – Salud pública – Educación – Situación de la mujer – Equidad – Progreso – Alimentación avanzada – Cultura y Transportes – Poder adquisitivo – Estabilidad económica, etc. (Muchas etcéteras.)

Democracia participativa (que no representativa, como la de nuestro país, donde no existen, por ley, plebiscito ni referendum, y mucho menos mandato revocatorio); ésta, la participativa, representa la capacidad real de la mayoría de los ciudadanos de decidir sobre los asuntos centrales del país. «No será coyuntural y exclusiva de la esfera política, sino permanente y extensiva a todas las esferas de lo social: fabricas, universidades, medios de información, etc.»

Por cuanto a la democracia formal, mis valedores: ésta se mide por la existencia y el funcionamiento efectivo de estas instituciones que, según el liberalismo político burgués, constituyen esa democracia formal:

División de poderes políticos – una Carta Magna que reconozca la soberanía del pueblo como única fuente de legitimidad de las autoridades estatales – El parlamento como representante de la soberanía del poder popular – la existencia de medios de información que no son propiedad del Estado – El libre acceso y usufructo de la propiedad privada y la protección de la misma – El estado de derecho -La diferencia clara entre la esfera privada y la esfera pública – Un sistema formal-democrático de elección de los representantes políticos de la nación, desde el nivel municipal hasta el federal.

Aquí el embuste de la «democracia». Este último y único requisito de la democracia formal pasa por ser toda la democracia. Basta una práctica formal de elecciones para apodar democracia a la forma de gobierno que rige nuestro país. ¿Y todos los condicionantes de la democracia participativa? ¿Y todos los de la democracia social? De la mano de Bobbio M. Jimena Mojarro, estudiosa de la ciencia política:

¿Podemos seguir fiándonos de un sistema de gobierno donde las desigualdades sociales son cada vez más agudas; donde la libertad sólo es libertad de decisión, mas no de realización de lo que se decide? ¿Qué sentido tiene la libertad cuando no se tienen posibilidades tácticas de ejercerla? (Sigo después.)

La quincena trágica

El brote de influenza que acalambra el país. ¿O debo decir la epidemia? ¿La pandemia, quizá? Durante el tanto de quince penosísimos días el tema de la bacteria o el virus diseminado a lo largo del territorio, que se afirma ya afecta a decenas de países y provoca la alarma a nivel mundial, ha sido en los medios de condicionamiento de masas un asunto machacón, recurrente, masticado y vuelto a masticar, exprimido y vuelto a exprimir, remolido y vuelto a remoler, macerado, masacrado y vuelto a masacrar. Y así hasta la náusea, y así hasta la fecha en la que yo, cuando menos, he sido contagiado no por la epidemia de influenza, sino por la de un atracón pantagruélico de información chatarra, que no parece sino que la dirige el IFE, Instituto Federal Electoral, con una diferencia esencial: en la emergencia sanitaria no sé si se trata de un brote, una epidemia, una pandemia, una mentira o una verdad. De la propaganda del IFE sí sé, basado en la ciencia política, que su propaganda constituye un embuste total: ni el voto es poder, o entonces haría que las promesas de campaña se cumplieran cabalmente, ni es poder la exigencia, porque ninguna fuerza social organizada le confiere tal poder, y en su indefensión las autoridades

ni la ven, ni la oyen, ni la sienten, y que no se le puede llamar democracia a lo que sólo es un proceso electoral (electorero, que se realiza a un costo de millones de pesos). Ese proceso es apenas una de las vertientes de la democracia formal, menos importante que la democracia participativa y mucho menos de la democracia social. El trío, en última instancia, constituye la democracia liberal. Denominar democracia al solo proceso electoral, electorero, es una enorme trampa verbal. Eso no es democracia, ni crece, ni crecemos nosotros. Sin más. Por cuanto a la ventolera de la emergencia sanitaria…

Mi esperanza la cifro en que una vez que se calmé la psicosis colectiva logre desechar de mi cuerpo tanto virus y tantísimas bacterias de una campaña que me mantuvo bien informado de que «debo lavarme las manos a cada rato», y sea capaz mi organismo de desechar el contagio, y me cure del empacho que me causó el tsunami de la información oficial y la información oficiosa, ese del cubrebocas, el estornudo, el esputo, válgame…

Y es que a lo largo y ancho de esos quince días los analistas se han avocado a analizar la epidemia con más o menos conocimiento de causa y más o menos elementos de juicio, pero sus voces son acalladas por el estrépito de cientos de gárrulos de la radio y la televisión que, voz engolada y afán protagonice-, en enlaces nacionales de costra a costra y de frontera a frontera, se han dado a pontificar, a reiterar, a machacar los mismos lugares comunes una y otra vez, desmenuzando y destazando el tema tanto más cuanto menos lo entienden, todo esto en jornadas de horas y días y a lo largo de enlaces nacionales que son el cuento de nunca acabar. Ah, el espectáculo de esos lectores de noticias que, diestros en la lectura, ahora se miran en el trance de improvisar, y qué exhibición de limitaciones en ese terreno. A semejante parafernalia hay que agregar el lucimiento y el protagonismo de los profesionales de la entrevista, que se dan vuelo preguntando a este, a aquel, al que se deje o sorprenden desprevenido. Los gárrulos de radio y TV son un ataque de influenza para el que no existe el antídoto…
¿El resultado de las tales entrevistas? A más preguntas más contestaciones y más cuestionamientos, y más dudas, más incertidumbre, más azoro y perplejidad, porque, mis valedores, donde hay muchos informadores no existe ninguno. ¿Las ráfagas de información? Siempre las mismas y cambiantes siempre, y siempre contrapunteadas entre sí, que se afirman, se mientan, se mienten y se desmienten en medio del vocerío, las contradicciones, los dimes y diretes, y qué mortificante es sobrevivir en la panza del ruiderío, la estridencia, la confusión, el pandemonium. La náusea

¿La trayectoria de la influenza, su evolución? A saber. No sabemos a qué atenernos, de modo tal que en lo aborrascado del panorama al tanteo avanzamos, a la pura adivinanza, a lo milagrero algunos, y todos al filo de la navaja viral, según los informadores. Y qué hacer.

Por lo pronto, mis valedores, una dolencia ataca la ciudad: la halitosis. Porque las masas sociales…

(Mañana)

Chicago: la hora de la verdad

(En México, por fortuna, la lucha de los Mártires de Chicago iba a ser retomada por los Flores Magón y los también mártires de Cananea y Río Blanco, antecedentes directos de SICARTSA, Cananea, y los sesenta y cinco cadáveres de Pasta de Conchos. ¿Y el sindicalismo oficial..?)

A propósito, mis valedores: los sindicatos independientes, cuando menos ellos, ¿se atreverán a conmemorar esta fecha, o el temor colectivo los mantendrá encuevados detrás de la puerta? Aquí la memoria del crimen que un primero de mayo de 1886, en Chicago, perpetró el Sistema de poder contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un salario laboral menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango de mártires: August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. Rumbo al patíbulo, sus palabras:

Sus leyes están en oposición a la naturaleza y con ellas roban ustedes a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…

Del enemigo histórico: Creen tener derechos sobre todas las personas, sobre sus vidas y su libertad, aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil. ¡Tiempo legará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes…!

Aquel primero de mayo, dicen las crónicas, amaneció caluroso. Muy temprano salió el sol, dorando los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte los ocho cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. «¿Ya es hora?», pregunta. «Vamos afuera», dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. En la celda de Parsons el que comanda el grupo de celadores ordena: ‘Vamos afuera».

«Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos».

Louis Lingg, por su parte, en el momento en que lo conducían fuera de la celda, comenzó a decir «No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…» Y guardó silencio.

Tiempo después, cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del «portón de entrada» (Para ellos nunca más «portón de salida»). Los cinco condenados a muerte se miraron, ligeramente pálidos, pero tranquilos. «Salud, compañeros», dijo uno de ellos. A la palabra «salud», los otros intentaron una sonrisa. «¿Listos?», preguntó el celador de los grandes mostachos. «Listos», contestó Spies.

«No es por un crimen por lo que nos condenan», repitió Lingg. «Nos condenan por nuestros principios. Pero yo desprecio su…» Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. 1886. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final:

«No es por un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Desprecio a todos ustedes; desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!»

Antes de morir habló Engel: «Las leyes de ustedes están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo..!»

«Pueden ustedes sentenciarme -Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia…»

«Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana -Fischer-, entonces yo lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida..!»

El mensaje final de Parson, al pie de la horca: «Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte…»

«Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad…»

(A su memoria.)

El presidente y sus intelectuales

«Solíamos hablar, entre nosotros, de atraer a Rubén Darío. Valenti, uno de los nuestros, nos oponía siempre con esta adverten­cia profética: No, nunca vendrá a México Rubén Darío: no tiene tan mala suerte».La tuvo a medias, y sacó provecho. Hoy que se cumple un año más del gro­tesco «comes y te vas» de un Fox al que El Vaticano aún no declaraba enfermo men­tal, juzguen ustedes si no es oportuna la aclaración de que al primero que se le im­pidió la entrada al país no fue Fidel Castro. La historia:

En 1910 Darío fue comisionado para representar a su país en la celebración del Centenario de la independencia mexica­na. Pero en Nicaragua se vivieron tiempos aciagos; el presidente Madriz cayó por de­cisión de Washington, y el conflicto entre Nicaragua y los Estados Unidos se refleja­ba en nuestro país, originando una enor­me incomodidad del delegado yanqui con­tra Nicaragua y una gran animadversión de los mexicanos contra EU. La presen­cia del poeta pudiese desatar la crisis. El delegado del norte no lo quería en la ce­lebración, y lo lógico: Porfirio Díaz no per­mitió que el poeta llegara a esta capital. «El nuevo Cortés, menos aguerrido que el primero, recibió del nuevo Moctecuzoma indicaciones apremiantes de no llegar al valle de México».

Y Darío no llegó. Ni el «comes y te vas» le permitió un Porfirio Díaz tan servil con el gringo como implacable con los mexi­canos. El poeta quedó detenido en la cos­ta de Veracruz y de incógnito llegó a Jala­pa, donde un hacendado lo invitó a cazar conejos. La versión del propio Darío:

«El Gobierno mexicano me declaraba huésped de honor de la nación. Al mismo tiempo se me dijo que no fuese a La capi­tal, y que esperase la legada de un enviado del Ministerio de Instrucción Pública.» Entretanto, una enorme muchedumbre de veracruzanos, en la bahía, en barcos empave­sados y por las calles de la población, da­ban vivas a Rubén Darío y a Nicaragua, y mueras a los Estados Unidos.

El enviado del Ministerio de Instruc­ción Pública llegó con una carta del Minis­tro, mi buen amigo don Justo Sierra, en que, en nombre del Presidente de la República y de mis amigos del Gabinete, me ro­gaba que pospusiese mi viaje a la capital. Y me ocurría algo bizantino: el gobernador civil me decía que podía permanecer en territorio mexicano unos cuantos días, esperando que partiese la delegación de los Es­tados Unidos para su país, y entonces yo te­nía mis razones para creer más, me daba a entender que aprobaba la idea mía de re­tornar en el mismo vapor para La Habana. Hice esto último”.

Porfirio Díaz, en obsequio del gringo, había logrado diluir la presencia incómo­da de Darío en territorio mexicano. Y las fiestas del Centenario de la independencia mexicana siguieron, espléndidas…

Acorralado por los periodistas, el no­velista y diplomático de Díaz, Federico Gamboa tuvo que manifestarse al respecto. Como, en verdad, no había medio de sa­lir airoso del trance, optó por salirse por la tangente, resolviendo asi las preguntas del reportero:

– Es una verdad que todo problema de Derecho internacional debe plantear­se de manera que las premisas correspon­dan exactamente a la realidad de los he­chos, para que así pueda científicamente asegurarse el resultado. No quiero perder el tiempo en discutir, conforme a derecho, lo que ya el señor presidente Díaz ha decidido conforme a prudencia.

Y el remate del vergonzoso incidente, que pinta a cabalidad la estatura de ciertos intelectuales, así se trate de Rubén Darío:

«La compensación por los percances; el documento oficial: Sec. de Estudio del Despacho la Tesorería general de la Federación, para que (…) se pague al Sr. Rubén Darío, por conducto del Cónsul General de México en París, la cantidad de 500 -quinientos francos- mensuales durante el pre­sente año fiscal, para que continúe estu­diando en Europa». Firma José López Portillo y Rojas, Subsecretario encargado del despacho».

Mis valedores: ¿respetar a quien no se respeta? ¿Respetar a los Díaz y Fox? ¿A un Felpe Bravo Mena que en el fiasco del «co­mes y te vas» jugó el papel de Gamboa con Porfirio Díaz, un Bravo Mena que así saca­ba la cara por Fox: «Hizo la gestión de ma­nera amigable, caballerosa, franca. El que ha roto todos los marcos de la cortesía y la caballerosidad es Fidel Castro?». ¿A ese, hoy secretario particular de Calderón, res­petarlo? ¿A la cáfila de intelectuales coop­tados que, Daríos de petate, maman su be­ca de Conaculta? Mejor atenemos al letre­ro camionil «Voy más a mí». Y ya. (Total…)

Comes y te vas

Cuestión de hombría, de valor y valores, de virilidad, de sacar la cara por las propias acciones y responsabilizarse de ellas. Semejante rasgo de varonía no puede ser atributo de un individuo sin atributos, de un enfermo mental, según ha sido calificado por El Vaticano Vicente Fox. Esto a propósito de que hace unas semanas se cumplió un aniversario más del episodio aquel, estridencia y bochorno, que llenó o debió llenar de vergüenza a todo el país, y fue cuando el comandante Fidel Castro exhibió en toda su estatura de zafio, vulgar, cortesano del gringo y un redomado embustero a ese enfermo mental que por culpa de tantos llegó a la presidencia de México.

Apenas estallaba, fragoroso, el escándalo, cuando Fox se apresuró a negar públicamente que él, como se publicó en diarios diversos de aquí y allá, hubiese dicho aquel «comes y te vas» a Fidel Castro; el cual, entonces, digno como siempre, reprodujo en la radio y ante un centenar de periodistas de países diversos la cinta magnetofónica donde Fox decía al comandante, palabra a palabra (¡y el insensato le hablaba de tú!) eso que ahora negaba haber dicho. Cuilón, como el meshica apostrofaba al que carecía de tanates. Cuilón. El mexicano quedaba ante el mundo como un vil embustero falto de la hombría suficiente para dar la cara por sus propias acciones. Patético, Fox

Como patético me parece un Germán Martínez, dirigente del PAN, que ante sus correligionarios y de cara a la contienda electoral, pone a Fox como ejemplo de estratega para ganar una votación «haiga sido como haiga sido».

– Cuestión de enfoques, dijo al llegar a este punto el juguera en la tertulia de anoche, y se sirvió otro pocilio de infusión. «Cuestión de hovos, más bien. De falta de ellos, porque ah, cómo estorban para mantenerse erguido, ¿no, maestro?», dijo don Tintoreto.

– Porque la carencia de tales atributos parece ser condición para mentir, claudicar, agacharse al besamanos y bañarse en miércoles con tal de defender a los Fox de ayer y hoy en los «comes y te vas» de siempre. Las pruebas:

Lo vi abrir su libreta de pastas negras. ‘Tero no sólo Germán Martínez. «¿Qué me dicen de la estatura moral del funcionario que acaba de escoger Vicente Calderón (me abstuve de hacerle notar el error) como secretario particular, que sólo para eso se lo jaló desde la embajada de México en El Vaticano? Escuchen la crónica del papel que jugó este Luis Felipe Bravo Mena cuando el escándalo del «comes y te vas», previamente negado por Fox, y que con la cinta grabada el comandante Castro exhibió como un vulgar embustero. Así lo defendió un Bravo Mena entonces presidente del PAN y hoy flamante secretario particular de Calderón:

– Yo rechazo, categórico, que el presidente Vicente Fox haya mentido al negar que hubo una petición para que su homólogo cubano, Fidel Castro, saliera del país antes de la llegada de G.W. Bush a la cumbre de Monterrey. ¡Yo no aceptaría de ninguna manera que hubo una mentira!

Y que si Fox hizo la petición de que Castro saliera antes del viernes, fue porque un presidente que es anfitrión de una cumbre tiene el deber y el derecho de hacer todas las gestiones que estén a su alcance para que la reunión en la que se van a encontrar líderes de todo el mundo, «en la que obviamente no existe similitud entre todos», tenga éxito, y que el clima del encuentro sea positivo y rinda los frutos que se esperan.

‘Yo creo que el presidente Fox hizo la gestión de una manera amigable, caballerosa, franca, buscando el esquema que permitiera un clima positivo, constructivo y exitoso de la reunión. De ninguna manera es una presión; el mismo tono del diálogo b demuestra».

– ¿Qué se necesita (el maestro), de qué se carece o qué se tiene de sobra para afirmar lo que el hoy secretario particular de Calderón? Escuchen (escuchamos): «El que ha roto todos los marcos de la cortesía, la caballerosidad y los mínimos diplomáticos que siempre se guardan en todos los países del mundo es el presidente Fidel Castro, en un exabrupto, por una venganza, debido al voto de México en Ginebra. Nuestro presidente obró de buena fe y con recta intención, pero el que ha demostrado que no merece la buena fe ni la recta intención es Fidel Castro».

Ese es el hombre que Calderón se acarreó desde El Vaticano (que tachó a Fox de enfermo mental) para hacerlo su secretario particular. Previsor, ¿no? Para que en una de esas saque la cara por él. ¿No, contertulios..?

Silencio en la sala En la calle, aullidos de ambulancia Influenza porcina Yo pensé: El Vaticano los cría y ellos… lo pensé nomás. De temerario lo digo, si a mí también, como a Bravo Mena, me faltan… (No, si les digo.)

Caiga su sangre sobre…

Jerusalén. Tiempos de fiesta. Es el día de los Azimos, en el que se sacrifica el cordero pascual. Un ascua viva que vive en ascuas, la ciudad; las noches las torna días, con su comunidad enfiestada que, previa licencia del romano Poncio Pilato, a lo estrepitoso celebra su ancestral vocación libertaria A voces, en el recinto sagrado, los judíos evocan e invocan las sombras augustas, sombras tutelares, de Abraham e Israel, de Isaías y Moisés, el que quita las cadenas del exilio y el cautiverio. Jerusalén. Los judíos, a la convocatoria de Pilato el procurador, se ha congregado en la explanada del palacio imperial, y aquel clamoreo de voces exaltadas. Es media mañana

Todo esto ocurre aquí abajo, porque allá arriba desde el balcón central del palacio, ancianos y sumos sacerdotes (el Sanedrín), se congregan en torno al romano y contemplan a una judería estrepitosa Entre ellos comentan, y luego sonríen. ‘Y cómo no sonreír, si la estrategia dio resultado. ¿Esos judíos no acusan los efectos de nuestra maniobra? Ya es hora de dar el paso final».

El paso final de la estrategia creada para conjurar el peligro en el que se vio el poder del romano. Porque en Judea aconteció que de súbito y de la nada surgió un santón, un levantisco y provocador que desde hace tres años se dedica a soliviantar a los de Judea (sólo a los pobres, pero son los más…)

¿Prender al agitador y encerrarlo en alguno de los calabozos a la medida de alborotadores? Riesgoso, porque las masas están con él y pudiesen insubordinarse, provocar algaradas y motivar la participación de los tercios de Roma Qué hacer, entonces, sino crear el antídoto…

– Y dio resultado. La maniobra un éxito. Vean a los judíos allá abajo, domesticados, enajenados, listos ya para el paso final.

Tal maniobra fue creada hace meses. Como vía para eliminar al santón con todo y discípulos e imponer de candidatos a una cáfila de truhanes, pero fieles a Roma, y que unos judíos previamente condicionados votasen por ellos, Pilato convocó a escribas y sacerdotes, los cuales idearon el antídoto para adormecer en las masas toda conciencia y capacidad de discernimiento. Pilato aplicó a lo sañudo e implacable el antídoto letal. Desde esa fecha día tras día semanas y meses, a imponer la asfixiante estrategia Hoy, meses después, ancianos y sacerdotes, colaboracionistas del romano, sonríen contemplando a la multitud que el romano mandó congregar en la explanada del palacio.

Y la hora sonó. «Que comparezcan los señalados». (Comparecieron.)

¿La estrategia con que se logró amansar a las masas? Una ocurrencia de Caifás. Que a lo largo de meses, día y noche, sin darles descanso, los judíos fuesen bombardeados desde la radio y la televisión con frases alusivas a cierta entelequia que apodaron «democracia»; machaconas frases, siempre las mismas y mal redactadas, a cual más de embusteras y que a base de martillarles el cerebro terminaron por oscurecerles el entendimiento de los judíos. Votar era «democracia», el voto era todopoderoso y la clave de una vida mejor; «crece la democracia y crecemos todos», decía el pregón embustero. ¿Campaña onerosa? Sí, por supuesto, «pero los propios judíos la han de financiar. Nuevos impuestos, y listo». Mediodía La hora ha sonado.

Y ocurrió, mis valedores, que en ese momento un guardia introdujo hasta el salón a cierto hombrecillo pálido, trasijado, con un rostro de zozobra crispado de tics nerviosos. «Este es el amigo del agitador y de sus discípulos. Nos lo entregó ayer».

– Apesta (Pilato, asqueado, hizo que lo apartasen de sí.)

– A miedo. A temor, dijo Caifás. Aquí le entrego las 30 monedas de la delación. Que al otro lo salves de la horca está en ti concedérselo.
– ¡Habla tú!, ordena Pilato al apestoso. Gachas las orejas, facha de chucho apaleado, halitosis: «Barrabás es mi hermano. Madre no conocimos. El y tu siervo, Judas Ortega, militamos en Nueva Izquierda

– ¡Que hiede, sáquenlo!, ordenó Pilato. ‘Y espero que se ahorque».

Lo afirma el apócrifo. Luego de meses de ser aturdidas con millones de embusteros «spots» las masas estaban ya convenientemente manipuladas, enajenadas, sin voluntad propia sin lógica sin razonamiento. Entonces sí. La hora había llegado. Abriendo de par en par el balcón central del palacio, Pilato presentó al par de reos y ante unas masas exaltadas formuló la pregunta

– Entre el criminal y el justo, ¿a quién queréis que os suelte y a quién he de crucificar..?

La eficacia de los «spots»… (INRI.)

Cruz, cruz…

¿Curas pornógrafos y pederastas? Entre más humanos nos vean mas nos van a apreciar…

(Obispo Leopoldo González, Secretario Gral. de la Conferencia del Episcopado Mexicano.)

Yo, mis valedores, como el obispo González, también fui seminarista. El profesó como sacerdote, yo no. A tiempo fui expulsado del seminario porque los curas advirtieron en mí una vocación que no era para el celibato. Algo, suertudo de mí, me traje de aquel encierro de sotana y oficio divino: el idioma español, más tarde mi instrumento de fabulista, y lo verdaderamente fundamental; troquelados en la conciencia dos conceptos antagónicos, lo que es el bien y lo que es el mal. Sin matices. Sin pretextos. Sin trampas. Sin justificaciones. Ya si no enmarco mi conducta a los dictados de la conciencia, achaques son de la condición humana, y qué hacer…

Yo iba para sacerdote Mi niñez y un retazo de juventud las pasé encuevado tras las bardas del seminario, entre estudios diversos y rezos del Oficio Divino, que iban desde laudes y maitines, al alba, hasta vísperas y completas, al oscurecer. Hoy mismo, temor y temblor, lagartijas en brama, los espeluznos me recorren el espinazo, porque vamos a ver y a echar cuentas…

Yo, como sacerdote, ¿sería obispo, tal vez? ¿Arzobispo, cardenal? ¿Qué clase de reverendo sería? ¿Uno que tomara el pulpito como tribuna para dar al César (uno chaparrito, jetoncito, de etc.) lo que tan sólo pertenece a Dios? ¿Domingo a domingo, desde la catedral, me la viviría pontificando sobre grillas politiqueras para cantear este mi pobre México todavía más a la derecha de como me lo dejó Salinas cuando asesinó el 130 constitucional? ¿Predicaría la pobreza desde mi Mercedes Benz 500, blanca, blindada, como el cardenal Norberto Rivera? ¿Cuántos guardias de seguridad, aparte de mi ángel guardián, me cuidarían las manos a decir espaldas? ¿Entraría a Tlalnepantla un Domingo de Ramos, como entró el nuevo arzobispo de esa diócesis, Carlos Aguiar Retes, en un automóvil BMW blindado, modelo del año actual?

De haber sido un reverendo, ¿sería un reverendo paidófilo pederasta como el padrecito Maciel? ¿Un garañón de polendas, como el obispo Fernando Lugo, presidente de Paraguay? ¿Sospechoso de un fraude de 130 millones de dólares, como Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec? ¿Afirmaría, en mi mano los dineros del narco al igual que en las de Ramón Godlnez, obispo de Aguascalientes, que tales limosnas apenas entrasen a la iglesia quedarían purificadas? ¿Sería yo mismo el enlace de los Arellano Félix con el nuncio apostólico Gerónimo Prigione, como el cura Montaño? ¿Andaría bautizando chamacos de narcos como se dice de monseñor López Aviña, arzobispo de Durango, o sacaría raja económica del cartel de Tijuana como se afirma del hoy arzobispo de Yucatán Emilio Berlié Belauzarán? ¿Habría tenido que acogerme a San Cristóbal (el rancho, no el santo descontinuado) para conseguir la absolución de Vicente Fox, como el cardenal de Guadalajara Sandoval íñiguez, por aquel entonces acusado de colusión con los narcos? ¿En qué maniobras indignas andaría yo, sacerdote, a estas a estas horas? ¿O sería ya un difunto, «porque me hubiesen confundido con el Chapo Guzmán«, y hubieran hecho perdedizo mi portafolios, donde cargaba los documentos que me incriminaban de..?

Ya me veo, como arzobispo o cardenal, utilizando el pulpito de instrumento para manipular a mis feligreses, y a lo avieso y ventajista realizar propaganda política en favor de la ultraderecha vaticana y yunquera, sinarquista y cristera tardía.

No fui sacerdote, laus Deo, y es por ello que una esperanza me alienta: que cuando muera, si me tengo que desbarrancar en el que merezca de los nueve círculos infernales descritos por Dante (no Dante Delgado; su averno es otro y lo apodan Convergencia), sea yo un réprobo más, uno de tantos, del montón, como algunos de ustedes, y no un sacrilego de sotana y capa pluvial que me desbarranque de cuernos en el fuego eterno, a tiznar una sotana ya de por sí tiznada en vida por mis acciones de mal sacerdote, como esos.

Como esos. ¿Y yo por qué? ¿No basta con los hábitos religiosos de curas políticos y curas narcos, curas moruecos y garañones, curas paidófilos y curas putos que por estos días (por estas eternidades) deben estar rostizándose en los antros de Satán o lo estarán apenas ventoseada su última bocanada de vida?

Yo no fui sacerdote. (Laus Deo.)

El entreguismo y la memoria histórica

Mayport, Florida. 20 de abril En los ejercidos navales Unitas Oro 2009, comandados por la Cuarta Flota de Estados Unidos por primera vez participa la Armada de México, con la fragata Mina, la patrullera oceánica Oaxaca, dos helicópteros y 395 marinos.»Preocupante e indebida por varias razones». (El editorialista.) Entre ellas, que las doctrinas militares de ambas naciones «obedecen a circunstancias, objetivos y principios distintos y hasta contrapuestos».

Ante tal situación, mis valedores, pensé en aquel 21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos, hora en que soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. Así se iniciaba la invasión gringa a Veracruz.

La fuerza yanqui marchó hacia la población por la calle de Mortesinos. Cantando La Adelita, el pueblo jarocho se lanzó a las calles. Se produjeron escenas de tremendo patetismo. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimo, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. Dramático fue el caso de la muerte de Charrito, un humilde vecino del puerto. Loco porque ya no tenía parque, se echaba pecho a tierra gritando: «¡Viva México! ¡Viva México!»

Los vecinos, al verlo morir, lo enterraron ahí mismo, en la calle…

México en los ejercicios conjuntos. «La naturaleza tradicional agresiva e imperialista del aparato militar de EU -características que han levado a ese país a convertirse en el violador sistemático de las soberanías nacionales y a crear engendros como las «guerras preventivas»- es incompatible con el espíritu de defensa de la integridad tradicional y de la soberanía en que se fundamenta la acción de las fuerzas armadas de nuestro país».

Cuando el cadete José Azueta, de 19 años, agonizaba en el hospital el contralmirante Fletcher envió unos cirujanos para que lo atendieran. El joven héroe, al verlos, se cubrió el rostro con la sábana: «¡De los invasores no quiero ni la vida! ¡Que se larguen esos perros, no quiero verlos!». El cadete Virgilio Uribe cayó de espaldas. Horas después se acercó un anciano y pregunta «¿Qué nuevas me dan de mi hijo?» Le presentaron una guerrera manchada de sangre. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba en silencio…»

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: «Los americanos entraron el mero 21 de abril. Poco antes de las 11 de la mañana estaba yo en el colegio, cuando nos despacharon a casa en vista de que hacíanse conjeturas de que los americanos iban a entrar. Llegué a mi casa; mi mamá estaba muy azorada porque ya sospechaba que habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teníamos en la misma casa donde vivíamos. Estaba callado, trabaja y trabaja sin decir palabra.

Éramos 6 hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida. Sin decir palabra, sin decirnos nada, ni a donde iba, mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle y unos tiros. También regresó trayéndonos dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera…

Como si lo estuviera viendo ahora mismo con mis propios ojos, recuerda mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba: ‘No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callada pronunció tranquilamente estas palabras: «Ahorita no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete; anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza».

Como mi mamá insistiera en que se quedara, él la agarró y le dio un empujón para que le dejara el campo libre. Y asi fue como él pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago.

Ya no fui a la escuela. Mi mamá nos dijo «ahora todos tendremos que trabajar»‘.

A la hora de los ejercicios conjuntos, mis valedores, ¿tendría presente esta historia Felpe Calderón? (¿El…?)

De tontos y locos

– Lo que me recuerda, dijo el maestro en la tertulia de ayer, la fabulilla que en su momento dio a conocer el escritor Salado Alvarez.

(Silencio en la noche. Alguno bebió su infusión. Afuera, en la llovizna nocharniega y entre oleadas de viento, aquel aroma de yerba macerada)
– De memoria la cito. En la sacristía de la Catedral Metropolitana reposaba el señor deán, cuando aquellos golpecitos en la puerta. El recién llegado resultó ser un anciano adicto a los oficios religiosos, que expuso el motivo de su visita al deán: «Me he enterado de que está vacante el puesto de primer violín en la orquesta de la catedral». «Así es, ¿tiene usted algún candidato?» Uno tenía el vejarruco. «Mi sobrino Joaquín, Su Reverencia».

«Excelente, ¿pero toca bien el violín?»

El viejo soltó el catálogo de virtudes del consanguíneo. «Católico de cepa; su misa diaria, su sagrada comunión, su confesión cada sábado. Educado por las monjas del Verbo Encarnado, ¿se imagina Su Reverencia?

«Bueno, sí, ¿pero toca bien el violín?»

Y que un hijo cariñoso que cuida a su madre inválida, y que un ejemplo para la mujer y los hijos. Un modelo de virtudes el hogar del sobrino Joaquín.

«Edificante, ¿pero toca bien el violín?»

«No, y su cristiana caridad: no puede ver un indigente sin que no corra en su auxilio. Por cuanto a su civismo, su patriotismo, su respeto a la ley.»

«Perfecto, ¿pero toca bien el violín?» «Bueno, como tocar, no lo toca desde que en la clausura de cursos de la primaria ejecutó un minué, un rigodón o algo así. La de aplausos que se llevó en la ceremonia. Está un poco torpón, pero con unos días de entrenamiento…»

– Y fue entonces, contertulios. El deán interrumpió al vejete:

«Mire usted: cuando se trate de premiar las virtudes de un buen hijo, buen padre y buen ciudadano, tráigame a su sobrino; pero para ocupar el puesto de primer violín yo busco un virtuoso del instrumento, aunque no lo sea en su vida privada». Contertulios: ¿encuentran alguna semejanza con la sañuda defensa que del ex-presidenté Fox acaba de publicar Germán Martínez, presidente de Acción Nacional? (Nos vimos unos a otros.)

– Hagamos el ejercicio del deán A cada argumento de don Germán pregúntenle mentalmente: ¿pero Fox no es corrupto, Fox toca bien el violín? Aquí la nota de prensa: «¿Los priistas van a sacar del baúl las poderosas tesis económicas de López Portillo? ¿Van a defender con lágrimas en los ojos al peso o a nacionalizar algunos bancos como a él le gustaba hacerlo?»

– ¿Y por ello Fox deja de ser corrupto?, preguntó la tía Conchis.

– El panista: «¿A Luis Echeverría como ejemplo de tolerancia a la pluralidad y a la libertad de expresión? ¿Llamarán a Miguel de la Madrid para volver a endeudar al país y disparar la inflación? ¿En verdad quieren recordar el gobierno de Carlos Salinas

– Corruptos todos ellos. (La Lichona.) Sin discusión. ¿Pero ello libra a Fox del estigma de ser él también un ladrón, con amantes e hijastros?

– Sigo leyendo a don Germán: «Podríamos recordarle a los ciudadanos el gobierno de Carrillo Olea con su ola de secuestros en Morelos, o hablar del Quintana Roo de Mario Villanueva y sus nexos con el narcotráfico, o bien, abundar en la gestión en Jalisco de Cosío Vidaurri, sin dejar de rememorar el inexplicable enriquecimiento de Arturo Montiel. maestro de Peña Nieto, por sólo citar algunas de sus cartas fuertes».

– ¿Alguna objeción, contertulios, a los argumentos del panista? Imposible. ¿Pero por qué todos estos priistas estén corrompidos hasta la médula, ¿Fox toca bien el violín, él deja de ser un sinvergüenza? Oigan a Martínez: «El PRI no ha aclarado cuentas con la historia. Los priistas fallaron el golpe. Se equivocaron. Fox no tiene cola que le pisen«.¿No? ¿En verdad? ¿El defensor actuará de buena fe? El deán pregunta a Martínez, defensor de Fox: ‘Los que usted ha citado son unos corruptos, ¿pero a cambio de un hato de ladrones Fox, con su segunda compañera y tos hijos de toda su Marta, nos resultó un presidente honrado? ¿Cómo podría el defensor destruir la acusación de la Auditoria Superior de la Federación, que acaba de documentar la pérdida o gasto ineficiente de decenas de miles de millones de pesos en el gobierno de su defendido Vicente Fox? Y aquí la esperanza, contertulios. (¿La qué?):

Lo dijo a Obama Felipe Calderón (¡y no se ruborizó!): «En México combatimos la corrupción«. Contertulios, ¿quién resultó
tonto, quién loco? ¿Quién? (Agh.)

¿Combate contra la qué…?

En este país hay un combate contra la corrupción, y en esta materia debe recordarse que las escaleras se barren de arriba hacia abajo…

Eso lo acaba de afirmar Calderón a la cadena NBC News; lo escucharían, sonriendo burlescos, Montiel, Romero Deschamps, Aldana, los hijos de toda su Marta y tantísimas etcéteras más. ¿Combate a la qué…?

Lo mismo que Calderón, aunque con palabras menos pedestres y no a punta de frases hechas lo han afirmado a su hora todos los embusteros presidentes del país. Y si no, mis valedores, ¿alguno de quienes conservan la memoria histórica recuerda la tragedia descomunal de las explosiones que un día como hoy, pero de hace ya 17 años, convirtieron en un montón de escombros una porción del Sector Reforma de Guadalajara, Jalisco? Fue entonces: de cara a la nación ante un almacigo de muertos y heridos y con las ruinas humeantes a sus espaldas, frente a cámaras y micrófonos se comprometió, vocezuca de pito de calabaza, el entonces presidente del país y hoy redivivo Carlos Salinas:

– ¡Compatriotas! ¡He dado instrucciones al Sr. Procurador de la República, Lic. Ignacio Morales Lechuga, para que en 72 horas me entregue un informe completo, donde se deslinden responsabilidades! ¡Este hecho no va a quedar impune, compatriotas! ¡Es mi compromiso…!

¿Y? A 4 horas del estallido así mentía el comunicado de PEMEX, que resultó, a fin de cuentas, el responsable oficial del siniestro: «En la fábrica de aceites La Central, ubicada en el Sector Reforma, se presentó una fuga de hexano que se filtró al drenaje municipal, lo que provocó 6 explosiones. Nuestro personal especializado se encuentra en dicho sector colaborando con las autoridades estatales y municipales en el centro de la emergencia».

La Central. Días después lo declaraba un Guillermo Estrada, gerente de mantenimiento de PEMEX: «La fuga de gasolina no tiene relación alguna con los estallidos que ocurrieron, ya que en cuanto fue descubierta se ha procedido a su reparación». Y un mes después: «Para determinar el grado de culpabilidad de PEMEX y la SEDUE en el siniestro, la PGR cuenta con el estudio denominado: Para proteger y restaurar el ambiente de los efectos producidos por la industria petrolera, que firman los susodichos PEMEX y SEDUE».

Lo estipulaban, al respecto, diputados del PRI: «Garantizamos que esta tragedia no va a quedar impune». Pero días después, la noticia: «Extraña junta de Francisco Rojas, director de PEMEX, con 45 diputados. Durante más de 6 horas se encerró con ellos en el piso 45 de la Torre de PEMEX. A la salida. Femando Ortiz Arana, líder de la mayoría priista, se negó a hablar y salió casi corriendo por el estacionamiento del edificio. Después vendría la declaración: «Nosotros no hacemos juicios a priori sobre los hechos de Guadalajara. Los partidos de oposición no deben manipular políticamente el problema. En lugar de hacer culpables, ayuden al país a evitar desastres de ese tipo».

Tiempo después, el comunicado de prensa: «No habrá juicio político a los funcionarios denunciados en la Cámara de Diputados como responsables de las explosiones de Guadalajara. Determina Ignacio Morales Lechuga, ex procurador: PEMEX fue culpable, pero no responsable (¡Sic!)

Mientras tanto, y según la Academia Jaliciense de Derechos Humanos, «el ejército y las autoridades civiles habrán estado quemando setenta cuerpos diarios, en promedio, sin descanso y durante veintisiete días…»

México, 11 de abril del 2000. «Claman justicia en Guadalajara. A ocho años de la explosión, más de 500 afectados reclaman justicia y están dispuestos a reabrir el asunto penalmente».

Se impacientaba Alberto Orozco Romero, ex gobernador de Jalisco:

 

– ¡Por favor! Hablar del 22 de abril del 92 es insano. Da ocasión a otros intereses, se repite e insiste en ello con otros fines. Yo, personalmente, aborrezco ocuparme de eso, me aflige el asunto. ¿O que? Porque no vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando por lo ocurrido, ¿verdad? Caramba, que una tragedia ocurre en cualquier país; las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de su vida llorando por los caídos. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar. Los familiares verán con más simpatía que estemos reconstruyendo y a ellos si desde el cielo nos vieran, les gustaría más que estuviéramos laborando, y no llore y llore junto a su tumba, ¿no creen…?

¿Combate a la qué? ¿A la impunidad? ¿Quién lo dice? Ah, él. (Uf.)

Una madre menguada

Por la Plaza Miravalle pregunté a ustedes ayer. Que si los árboles aún no habían sido talados. Que si a La Cibeles todavía no se la habían robado u ofendido en su honra. De la propia plaza, que si aún no habían arrasado con ella Les transcribiré el mensaje que dediqué a La Cibeles cuando fui a visitarla. Describí el conjunto escultórico. A la matrona le dije:

A diferencia de los nalgoncillos de bronce que exhibe en su escultura, los nalgoncitos de carne (poca) y huesos van a seguir votando, porque ha de saber que muertos de hambre y criadores de lombrices y otros bichos, estos nalgoncitos sobreviven en la entraña de la democracia, como nos juran 23.4 millones de «spots» que todos pagamos. Carísimos. Porque, señora, no olvidarlo: es México.

Por la magnificencia del grupo escultórico, del acabado y el material, deduzco que viene usted de una tierra próspera, no tan diatiro como la nuestra ¿Pues qué, vuestra revolución os resultó mejor que a nosotros la nuestra, que a 92 millones (hoy ya 109) nos ha valido el ají que se le unta al queso, cuando queso tenemos? Pero eso sí: cómo nos la mientan, que a mentadas se ha tornado pieza oratoria de la más rancia retórica (Ayer, «ábrete, Sésamo» y pretexto de hurtos, transas y depredaciones fue esa palabra revolución. Hoy, aún más dañina la clave de la corrupción lucrativa e impune es democracia)

En fin, que a la hora de presumir nosotros también tenemos estatuas: ecuestres (algunas); pedestres (las más), y erguidas, y culimpinadas, todas de héroes epónimos, falsos y verdaderos, dignísimos exponentes de la cultura de la derrota que forma la historia de mi país; las tenemos alineadas a lo largo de uno que nombramos Paseo de la Reforma, por el paseo que a la reforma le han dado sotanas y capas pluviales que se apoderan del país hoy que en pésima hora llegaron los gobiernos del Verbo Encarnado. Tenemos estatuas a pasto de héroes que fueron pasto de la derrota y que cayeron de cara al sol una vez que pronunciaron su frase célebre: «Si hubiera parque no estaría usted aquí».

(Hermosas estatuas, no fijándose en los detalles, porque a la que no le falta un brazo fáltale un ojo, una zanca o un compañón. No heridas de campaña, que serían heridas heroicas; desidia desdén, olvido, incuria Ruéguele a Zeus que usted no vaya a correr esa suerte; que usted permanezca completa que no me la vayan a coger como objeto de rapiña y entonces vaya a parar al traspatio de alguna residencia de funcionario sexenal. Vale.)

(Otro paréntesis, doña Cibeles, para comunicarle que una santa madre tenemos allá por la calle Sullivan, pero qué clase de madre: de cantera vil, descalza, vestida de bailarina folklórica, de mesera del Sanborn’s; una madre así de flaquita, de chiquirritica, símbolo enhiesto de un estacionamiento que ya cerraron por incosteable. Y luego nos enchilamos porque nos gritan que qué poca estatua tenemos.

Por fortuna así nos insultan sólo quienes nos conocen a fondo.)

Es cuanto, doña Cibeles. Me felicito de que usted haya llegado a nosotros por la vía del afecto español, que más afectuoso les ha resultado el petróleo que guardamos en el subsuelo, pero ese ya es otro cantar. Me felicito que se haya uncido a la sobrevivencia con los mexicanos, no que hasta ahora pura estatua de gentualla mediocre que por malas artes politiqueras se encaramó en el poder sexenal. Pregunte, si no, a ese servilismo viviente de los políticos ante su santo sexenal, santo del Verbo Encarnado. Pregunte, acá bajita la mano, por la masacrada estatua de cierto Alemán de apellido que tanto daño causó a la nación, y la defenestrada de un tal López Portillo, garañón de tamaños, y la vejada del primer espurio en la historia moderna del país, y esas horrorosas que los licenciados Jerásimos erigieron a cierto priista, corrupto él, cuyo único mérito fue recibir un balazo en la nuca Y las estatuas que faltan, doña Cibeles. Es que estamos en México, ¿sabe usted?

Y lo dicho, señora ya nos uncieron a la carreta porque nos tomaron la medida y nos la tomaron por nuestra pura ignorancia, por nuestra imposibilidad congénita de pensar, de crecer, de madurar, de asumir nuestra libertad sin miedo a la responsabilidad que conlleva Doña Cibeles: esta es su casa Que le sean leves políticos y palomas. ¿Sismos, temblores, dice?

Juego de niños junto a la acción de los lics. Jerásimos del Revolucionario Ins., de los beatos del PAN, de los colaboracionistas de Nueva Izquierda que se enquistaron en esa mala copia de izquierda ideológica que apodan el Sol Azteca. Bienvenida señora, y por mi parte es cuanto. (Vale.)

Leones capones

La Plaza Miravalle, mis valedores, ¿existe todavía? Aquel macizo de árboles gigantescos, ¿siguen en su lugar? La estatua de La Cibeles que España donó a nuestro país, ¿aún no se la han robado? Esto lo pregunto porque hace años que no visito la susodicha plaza y porque allá en los tiempos en que el regente de la ciudad era el profesor Hank González apareció esta noticia:

La Cibeles muere de sed entre mugre y abandono. En su majestuosidad, la estatua muestra el descuido y el menosprecio de las autoridades capitalinas hacia nuestros escasísimas parques, fuentes y jardines.

 

Yo, nostálgico, recuerdo que ya vivía en esta ciudad cuando La Cibeles tomó po­sesión de la Plaza Miravalle, y fui a visitar­la, y así le decía:

– Señora Cibeles, sea usted bienvenida a su nuevo hogar. Que la madrileña nostalgia le sea llevadera y la contaminación y altura sobre el nivel del mar poco le afecten sus alveolos pulmonares.

Por cuanto al macizo de verdes que Hank mandó asesinar para plantarla a usted, su carreta, los leones y los dos chamaquitos del conjunto escultórico, yo ya perdoné al dañero, qué otro camino me quedaba Lo perdoné, ¿sabe usted por qué?

Porque perdonar a los sobrones del Sistema de poder es vocación de agachones como yo, lástima.

De agachones, sí, porque los mestizos de Cortés y Malintzin ya olvidamos el verbo asumir, y todo lo delegamos en los Hank sexenales. Protestamos, sí. En manada Exigimos también, aborregados en el zóca­lo capitalino, y a propósito: esté usted preparada porque ya tendrá ocasión de hartarse a la voz de otra de las altivas maneras de protesta ciudadana, que compendiamos en cinco viriles toques -de cláxon. Porque a los descendientes del guerrero águila y el conquistador extremeño nuestras virilidades, allá en la entrepierna se nos van trocando en cornetas de aire comprimido para que mediocres, neuróticos y acomplejados, a claxonazos gritemos nuestra hombruna protesta contra el automóvil de adelante o contra el de al lado, neuróticos como andamos por achaques de un Sistema de poder que es nuestro enemigo histórico; y eso, por más que la historia y la realidad objetiva nos lo echan en cara no lo queremos entender. Nosotros, señora, no sabemos asumir. Protestamos, exigimos, por más que la historia nos grite su inutilidad. Protestamos mentándole su Cibeles al Sistema. A claxonazos. Y esperamos que esa sea la solución a la desmesura de los sobrones del poder. Lóbrego.

La observé una tarde de aquellas, señora Es usted una diosa ya madurona, pero todavía de buen ver, muy plantosa en su carromato tirado por esos dos güeyes. «¡Que no son güeyes, so pasmao! -ya la escucho protestar-. Leones son, ¿no les ves la melena?»

La melena se las veo, señora, y el fierro -fiero- mirar, y la planta de leones. ¿Pero leones tirando de una cerreta? ¿Leones? Sólo que se trate de leones capones. Los mexi­canos, pongamos por caso, leones pudi­mos ser, y ocelotes, jaguares y águilas. ¿Y en qué vinimos a parar, que así permitimos la masacre de árboles en la Plaza Miravalle? Y después de esa: ah, tantas otras masacres, y de humanos, señora, inocentes algunos de ellos. (A estas horas seguimos uncidos y jalando el carretón Para vivir mejor, sabe usted. Claro, sí, conozco su origen en la diosa Deméter, y que los leones son espíritus castigados, pero ese ya es otro cantar.)

Bella su estampa señora, en el conjunto escultórico: copeteadas las manos de mieses, racimos, frutas y espigas, como cuadra a la diosa de todos los frutos que da la tierra ¿No serán importados de Texas por aquello del TLC, Tratado de Libre etc.? ¿Quizá, a modo de bastimento, se los trajo usted misma de España? Porque por acá, señora, puro ají (en su versión mexicana).

Observé, en la escultura, detrás del carro, a ese par de chamacos de corta edad Nalgoncitos, encueraditos (bocatos di cardinale, y de cura, y de fraile), arrastrando cestas de frutas que haga de cuenta los chamacos nuestros. Así los verá todo el día zanqueando los carromatos. Sólo que en lugar de mieses, chicles; en lugar de frutos, clinis, como les llama mi tía; de racimos, sólo los que Madre Natura les colocó en su nidal. Y claro, en lugar de tan rotundo nalgatorio (aguayones de niñez bien cebada), unas limas exprimidas; nalgatorito de mestizo, de tercermundista deudor del agio internacional. Estamos en México, no se le olvide.

¿Cuándo me iba a imaginar que alguno, algún día sería impuesto en Los Pinos, y que ese iba a elevarnos la deuda hasta cifras que…? (Sigo mañana)

A la orilla del mar

Que en la Semana Santa de hace años huí de la ciudad, les decía ayer, y que fueron contaminación ambiental, inseguridad pública y embotellamientos de tránsito los que nos forzaron a huir, a mí y a mi única, hasta anochecer en alguna posada remota Al amanecer… ¡el trópico! ¡El mar! Reviví.

– Lástima no poder quedarnos aquí para siempre -dije a mi Nallieli, y ella: «¿Por qué no, amor?»

– Porque no. ¿Qué haríamos en este lugar de olas y cangrejeras tú, una estudiosa de Teognis el griego y yo, un intelectual pseudo-neo-comunistoide inútil para lo que no sean los achaques de su profesión?

Ahí se entremedió aquel nativo al que le caímos bien por una sola razón, una sinrazón aberrante: «Porque los dos son provincianos como aquí yo, no chilangos hijos de toda su (perdón, señito). Porque chilangos yo me los paso por… ay, perdón».

(Ese odio entre hermanos, irracional, aberración pura No pura, turbia.)

– A ver, volvió a hablar, ¿por qué dice que aquí con nosotros no podría hacerse vivir? Aquí hasta el más pendejete, con perdón…

– ¿Tecleando en la Olivetti a la orilla del mar? -dije.

– Tecleando madres, con perdón aquí de la seño bonita.

– ¿Quizá hacerme vivir componiendo poemas, odas?

– No odas, y ya me lo tutié. Quesque odas. Aquí puras décimas: ‘Yo enamoré a una preñada- por ver qué cosa sentía -y allá por la madrugada..» Por ahí va.

– ¿Cómo, sin ejercer mi oficio, sobrevivir en el trópico?

– Usté es jaranero, lo oí ejecutar la «vozarrona» hace rato; vi que le rezumba con la jarana pa’l zapateado veracruzano. Usté le intelige al muñequeo del instrumento. ¿Entonces? ¿No estoy yo aquí, que soy su padre, su requintero pa’ hacer un dúo de nosotros dos? Mire: en las piqueras, en las marisquerías, en ca’la Tona, en los huapangos. Ya lo oigo echando falsete: «Una iguana subió al palo – más alto de la nación. – De allá, de arriba decía – esto sí que está… pelón, chaparrito…» Que no, que ni hablar, que yo soy escritor, que novelista, periodista, conductor de radio. Y él: «Aquí se lo quitamos, yo aquí lo hago hombrecito».

– En la ciudad están mis alimentos espirituales: Bach, la biblioteca, mis talleres de lectura. ¿Qué haría mi espíritu por estos rumbos, tan lejos de mi matriz cultural?

– Aquí matrices le sobran, con perdón de su señito, y esto de la cultura, ¿no tenemos cultura quiere darme a entender? ¿Cómo de que nosotros no tenemos cultura? Ta usté pendejo, le iba a decir, pero me aguanto por respeto aquí a su güerita Claro que tenemos cultura. Cultura tenemos, y de lo más canelona Por cultura no vamos a parar.

Achis, achis. Miré los alrededores: ¿en dónde la biblioteca, la sala teatral, la exposición pictórica, la.? Manglares, palmeras, tierra en hervor de variopintos matices, ¿pero dónde la sala de conciertos? Cabañas con techos de palma, calles de tierra negruzca palapas, cantinas, marisquerías, el lujurioso burdel de la Tona, de la que el humor nativo suprime (pu) la primera sílaba, ¿pero el arte, la cultura?

– Cultura. Hasta acá, hasta Coscotepiaca de Abajo, nos llega sempiternamente nuestro alimento espiritual. Venga a ver si no, chance y se nos aquerencie como un coscotepiacano más.

Entramos al hotel. A la recepción. «¿Tenemos o no tenemos cultura como para que un intelectual no eche de menos la cultura citadina, pariente?»

Me señalaba hacia el rincón de la estancia y… trágame, tierra del trópico, tierra de Coscotepiaca (de Abajo); ahí, empericado en la repisa de fierro, el artefacto cultural: la televisión en rabioso color.

– ¿Ve? TV Azteca, Televisa y hasta Cablevisión. Cultura pura, como la de los chilangos hijos de toda su con perdón. El clásico pasecito a la red, telenovelas, series gringas, chamacas nativas, puro chonchín o sin ninguna vergüenza sus vergüenzas al aire. ¿Entonces? ¿Por qué no se queda aquí en Coscotepiaca de Abajo, donde tiene garantizado sempiternamente su alimento espiritual, el de todos los mexicanos? ¿Onde mejor pal espíritu? Anuncios de todas las marcas gringas y cimarronas, ¿se imagina?

Me imaginé y, mis valedores: sentí que se me mojaban. Los lagrimales.

Quesque la TV (¡Puagh!)

Mar, amar…

Qué joven fui una vez, mis valedores. Y qué feliz, cuando menos el tanto de días, de horas. Esto que voy a contarles me sucedió hace ya alrededor de diez años, por los días de una semana santa como esta santa semana que acaba de terminar. Yo, ya por aquel entonces abrumado por el áspero oficio del diario vivir y de la diaria rutina de sacar la cotidiana pitanza, de esta manera reflexionaba, onanismo mental:
Salir huyendo de este hormiguero descomunal o seguir aguantándolo: he ahí el dilema ¿Porque quién de ustedes no amaneció un día de estos con la certeza de que ya no da para más? La secreta ilusión de otras tierras (el trópico, la sierra, el mar), ¿no los tentó a deshoras? Tal vez al filo del aire contaminado, del embotellamiento de tránsito o del amago de asalto callejero, cruz, cruz. Ah de problemas y dificultades que se han convertido en el santo y seña, la clave de identidad de esta metrópoli descomunal. Y qué hacer, dije por aquel entonces y lo sigo diciendo diez años después.

En aquella ocasión, y de ello hace ya casi una década, estuve a punto de desarraigarme de una ciudad que tantos humanos hemos terminado por deshumanizar, cruel paradoja, y arrojarme rumbo a algún rumbo incierto. ¿Pero a cuál, si violencia y dificultades ya uniformaron el territorio nacional? ¿A dónde, si dondequiera tendría que seguir laborando, por mantener la mala costumbre de comer diario, de preferencia tres veces al día?

Mal andaba mi organismo por aquel entonces; que si las mucosas todas mocosas, que si la diarrea de los lagrimales, que si las lágrimas de la diarrea, y que los alvéolos enrojecidos, e inflamados los ganglios de arriba mientras se me desinflamaban los abajeños, y que si la hinchazón, la irritación, el plomo en la sangre, y que la amenaza del plomo, y que si… en fin.

Mi única, esa amantísima que es sabiduría y comprensión, al aprontarme la infusión de tila y cuasia: «¿Y si buscaras tu salud en los aires de por allá, mi amor?» Gracias te sean dadas, señora del buen consejo. ¿Vacaciones, entonces? De acuerdo, pues, vacaciones. ¿La montaña o el mar?

Ganó el mar. De calle. Y fue así, mis valedores: muy de mañana, me acuerdo, tomamos el autobús, y en la medianía de la noche fuimos aventados por el Flecha Amarilla (¿Fiebre Amarilla?) en un socavón oscuro,.y recalamos en el fondo de aquel cuarto de posada oloroso a yerba macerada, y a tientas sesteamos el largo de algunas horas. De repente, a los primeros fulgores del amanecer, válgame…

Suele decirse: el edén; pero créanme, yo amanecí en los jardines del paraíso tropical. De dintel afuera, semejante borrasca de verdes, y esos fulgores de sol que me volvieron el alma al cuerpo (y lo más importante: el cuerpo al alma), y semejantes aromas de yodo, mantillo, sal, fecundidad; de tierra que es hembra virgen que, virgen, se vive pariendo vida y luz cada día de su vida, siempreviva Me abrí paso entre frondas y escoleta de pájaros y pajarracos de toda pinta y entonces…

¡El testarazo del mar! De ese anchuroso prodigio siempre nuevo y siempre repetido, y esto desde el hontanar de los tiempos; de esa eternidad indecisa entre el verde (verde mar, claro, aclaro), el pardo, el pizarra el azul estallante de sol; de ese mar que se vive a bandazos entre el oleaje en desmayo y los espumarajos que chicotean a cuartazos la viva piedra del cantil. (¿No los estaré aburriendo? ¿Hablarles del IFE, acaso? ¿De sus amenos «spots»?)

Deslumbradas, mis pupilas aprehendían (aprendían) el prodigio del mar; su embrujo, misterio, alucinación. Algo quise decir, callar algo, abrir a todo lo que dan los ojos de las niñas de mis ojos, remachar los párpados, ensimismarme, loar a Dios. Mi amantísima «¿Cómo te sientes, amor?»

– ¿Pues cómo, mi niña? Como se siente el humano a nivel del mar (en el nivel del mar, de la tierra del origen, de lo elemental…)

Y aquello fue revolverse en y con las olas, y alagartarse en y con las arenas, y trepar los acantilados, y contemplar el mundo de la luz como si yo, Adán de pacotilla lo viera todo por primera vez. Y vengan luego esos jugos dulcísimos de la fruta en sazón, y esas pomas, esas pulpas, ese trópico, esa vida que nos otorga la vida del mar, vida que corre en mi sangre, agua de sal. Ahí hablé y dije a mi amantísima

– Esto es revivir; esto es resucitar de entre los muertos (de la ciudad). Lástima no poder quedarnos aquí para siempre, por siempre jamás.
Luego de meditarlo, mi única «¿Y por qué no, amor?» (El por qué no, mañana)

¿Es o parece ser…?

El mexicano, su fe y sus prácticas religiosas. Hablando del tema, mis valedores, lo aseguraba en entonces vocero de la Comisión Doctrinal de la Conferencia del Episcopado Mexicano:– El 80 por ciento de la población católica mexicana no es practicante. Sólo 20 por ciento está apegada a la Iglesia Católica (Hoy esa cifra de practicantes ha descendido a un 13 por ciento).

La Arquidiócesis de México: «Muchos mexicanos llevan la religión católica a nivel muy superficial. No conocen la Biblia, no conocen los dogmas, no conocen los sacramentos de la Iglesia. Ellos ven alguna corrupción del sacerdote o sienten la soledad y se apresuran a transitar por otros grupos, como evangélicos o pentecostales».

«Otros grupos». Los evangélicos, por ejemplo, a quienes se refería un García de la Fuente, ecologista: «Esos llegaron con mucha fuerza a diversas regiones de Oaxaca. Les dicen a sus agremiados que ellos son superiores, que deben ver por su prosperidad económica antes que cumplir con el diezmo para «fiestas paganas». Hacen reuniones con magnavoz, se ponen a cantar y todo eso, y cuando ya están todos extáticos, entonces viene ¡la palabra del Señor! Así hacen propaganda y venden no una religión, sino una manera de vivir a la gringa». (¿?)

Los evangélicos se defienden: «Nosotros no aspiramos a grandes congregaciones, sino a desarrollar el concepto de comunidad, y esto parte de la Reforma Luterana, donde la Iglesia debe estar con su pueblo.

¿Prohibir ese proselitismo? No, que eso llevaría a! régimen autoritaria «Si le das prioridad ai derecho de la comunidad permites que ésta viole los derechos del individuo, y así creas dolor, sufrimiento y muerte. No hay nada peor que prohibir a la persona vivir su fe como mejor le parezca y considerarla un adulto maduro para elegir lo que prefiera en materia de religión».

Aquí, a decir de la historia los testimonios contrapunteados de dos extranjeros que en el XIX vivieron en este país: la marquesa Calderón de la Barca y una tal Paula Kolonitz, que nos llegó con Maximiliano y que ácida, acusa «En ningún lugar vi tan poca piedad como en México. Tanto el noble como el plebeyo sufren la gran influencia del clero y tanto uno como el otro besan humildemente la mano del prelado y observan las prácticas externas con sumo cuidado; pero nada es menos devoto que el ejercicio del oficio divino

La marquesa reivindica el fervor del católico mexicano:

«He comparado mentalmente el aspecto de alguna capilla de Londres con el de una iglesia mexicana en día de fiesta, y la comparación resulta favorable a la mexicana Aquella, luminosa ventilada alegre, con sus reclinatorios forrados de terciopelo, su predicador a la moda, las señoras un tanto soñolientas por haber pasado la noche en la ópera. En las iglesias de México el piso está cubierto de personas arrodilladas, todas igualmente devotas. Esto, al menos, en apariencia…

Capillas e iglesias. La versión de la marquesa «Considerándose iguales en presencia de Dios, el campesino y la marquesa se arrodillan juntos, y sus trajes poco se diferencian el uno del otro; diríase que están ocupados con la propia devoción y que no les da en qué pensar el traje ni la religiosidad de sus vecinos (…) A juzgar por las apariencias exteriores, las probabilidades de una sincera devoción están a favor de las iglesias mexicanas».

Por cuanto a la Kolonitz, en cita de J. Meyer:

«Casi como un rebaño que reposa sobre el prado, en México el pueblo se amontona en tomo al altar sobre el sucísimo pavimento. Las señoras distinguidas, con sus riquísimos vestidos de seda y sus mantillas, están allí amontonadas junto a los sucios léperos, y aquí y allá se ven perros (…) los vestidos de las damas, ladrando ya veces peleando…

– Nada, sigue la Kolonitz nada hay menos devoto que este espectáculo, pero cuando en la iglesia suena la campanilla todos inclinan la cabeza y con una indecible prontitud se hacen miles y miles de cruces llevándose las manos a la frente, a la boca y al pecho. Un sacerdote francés me contaba que un día cuando vio por primera vez desde el altar todo aquel agitarse y contorsionarse, se esforzó para no prorrumpir en carcajadas…

Eso, en el XIX. Hoy, mis valedores, la playa, la arena y el bar. ¿Es esa, y no más, la Semana Santa del católico mexicano? (Dios.)

¡Crucifícale!

Todo ocurrió aquel día enfiestado, cuando Jerusalén hervía de exaltadas multitudes que se volcaron en la calle y que en su excitación tronchaban ramas de palmas y alzándolas en los brazos a grandes voces aclamaban al bienamado de las multitudes: «¡Hosanna en las alturas! ¡Tú eres el legitimo, hosanna!» Bajo la embestida de un sol como toro padre y recalentada al rojo blanco, la ciudad era un ascua de ardores vivos. JerusalénHosannas y aclamaciones iban a lacerar en lo vivo a cierto chaparrito, jetoncito, que desde una mirilla del balcón central del palacio (desalojado de favoritas, coperos y cortesanos), con sólo el sacerdote consejero observa sin parpadear, la ceja izquierda alacranada para simular energía y majestad, el espectáculo de una ciudad que se entrega, exultante, a su bienquerido. El del palacio, por contras, gobernador que el imperio, contra la voluntad de las 12 tribus, ha impuesto a Jerusalén rumia su frustración entre buches de bilis negra. Ah, la distancia entre ese varón carismático aclamado por las multitudes, que sin guardias ni vallas metálicas avanza rumbo a la explanada del palacio, «y yo, Poncio Pilato, un agente imperial impuesto; yo, mediocre irremediable al que sólo mis ropas de representante de Roma confieren un menguado peso a ojos de cómplices y sirvientes. Yo, detestado de las masas de Jerusalén». El, pobre individuo inhábil para el gobierno y abrumado con ostentosos ropajes que le sientan holgados, prestados por el imperio para que en Jerusalén tutelase los intereses de Roma. Triste destino el del hombrecillo de medio pelo, del que bien lo diría El Libro tiempo después:

«Nadie puede añadir a su estatura un codo». (Ni utilizando alzas de este grosor en los tacones de su calzado, señor gobernador de Jerusalén.)

Riguroso destino. El áspid de la envidia le hinca el colmillo en las telillas del corazón y le corroe las entrañas. Poncio el Pequeño, el mal aliento del sacerdote apestándole el cogote, cerró la mirilla y se encaró al de la halitosis, el sumo sacerdote Caifás, judío colaboracionista del imperio (¿habrá en La Biblia y fuera de ella cosa peor que ser un colaboracionista?) «Qué hacer con el levantisco, Caifás. Mira cómo Jerusalén se le entrega».

– Prenderlo ahora mismo, señor. ¿El cargo? ¿Necesitas un cargo? Alteración del orden público, incitación a la rebelión popular, ser un peligro para Jerusalén. Motivos te sobran y no te hacen falta. La ley eres tú.

Que el consejo es descabellado «Ni tanto. Tú manda prender al mesías de masquíña. Total, ¿qué fuerza tiene ese demagogo para soliviantar a la plebe frente a tanto extranjero que acudió a nuestra fiesta anual? ¿Roma qué va a decir de ti si no lo sometes? Te ha bloqueado la calle principal, ¿no es motivo suficiente para prenderlo? Fuese el líder de Antorcha Popular, de los panchovillas, de los 400 pueblos, ¿pero ése? ¿Cuál es su fuerza?»

– La de las chusmas, míralas. ¿Yo ir contra el mesías que endiosaron?

Afuera, el júbilo, la exaltación, las aclamaciones. ¡Hosanna! Jerusalén, moza gallarda enamorada, huele a palma recién cortada. ¡Hosanna!

-Ya se congregan en la explanada del palacio, obsérvalos, ¿Merece ese loco el delirio de unas masas ignaras? Observa, señor. ¿En qué hizo su entrada triunfal ese revoltoso? En una burra parda, cuando Carlos Aguiar, nuevo pastor de Tlalnepantla acudió con sus ovejuelas en auto de lujo.

En la explanada el griterío, las aclamaciones. Luego, el silencio, porque en Jerusalén resuena la voz del carismático, que ante unas masas expectante maldice al imperio, a su agente impostor, a Caifás el fariseo y a toda la lacra de vendepatrias. Caifás, ir y venir mesándose la barba «¡Todos contra esos hijos mostrencos del imperio!», clamaba allá el demagogo, y acá Pilato disminuía de tamaño. «¡Yo con ustedes soy indestructible!»

¿Que qué? ¿Indestructible? Caifás desgarra sus vestiduras. «¡Indestructible ha dicho! ¡Vive Yahveh! ¿Oíste? Indestructible, dijo. ¡Prende al hijo de Baal Zebub! ¡Muerte al blasfemo! ¡Crucifícale, señor…!”

– No veo el delito. ¿Y si lo tratásemos con «un peligro para México?»

– ¡Crucifixión! Ya después te las lavas (las manos.) Manda llamar de inmediato, te ruego, a nuestro…

Al embrujo del nombre cayó un rayo en seco.

Y fue así como al rato vimos llegar al colaboracionista histórico de toda la Roma imperial: «Jesús Ortega, señor, talamantero de Nueva Izquierda ¿A quién debo crucificar esta vez? ¿En obsequio de quién o de quienes?»

Caifás contó las 30 monedas. (Dios.)

Altarcillo anual

El Ajusticiado de Viernes Santo, mis valedores. Hoy, como hace varios ayeres, aquí mi pregunta anual, indiscreta: aquellos de ustedes que viven en paz su condición de agnósticos o descreídos, ¿leerán a estas horas el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama del Gólgota, ¿los escucharán, quedo y a solas, por estos días? De hacerlo establecerán una sana distancia con la estampida de la católica grey que se vive a estas horas arrastrando por playas y discotecas su fervor religioso, como también de curas, obispos y cardenales inmersos hasta el alzacuello en grillas políticas. Laus Deo.

«La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de los creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no creen en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él».

Con quien tal dijo yo estoy de acuerdo. ¿Y ustedes? Aquí el imaginario reporte del Ajusticiado que imaginarios discípulos hacen llegar a su madre:

«Compañera María: Sobre el paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana, tenemos informes de que fue acusado de terrorista y aprehendido por los rumbos de Ciudad Neza, donde decía sus parábolas al pobrerio. Secuestrado por la policía antiguerrillas, el compañero Jesús fue recluido en una cárcel clandestina y presentado ante el procurador de justicia, que no al no encontrarle elementos de culpabilidad se negó a juzgarlo, para luego lavarse las manos y ponerlo en las de militares en función de policías, que el tanto de toda una noche lo torturaron. No delató a sus compañeros de lucha.

Por si algo la pudiese aliviarla en trance tan doloroso ha de saber que frente a sus torturadores Jesús se comportó como lo que es: el purísimo espejo y flor de virtudes. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, si fue un varón de estatura cabal, que tuvo un gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más valor tenía y lo único suyo, su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse como aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de su amargura…
La vida del luchador fue sencilla, al ras; gustaba de caminar con los pies desnudos por la orilla del lago y subir la montaña y alimentarse de frutillas y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar…

Se sabe que gustaba de la meditación; que era dado a reunirse con el pobrerío y a los desheredados aconsejarles de igual a igual con palabras domésticas, de esas que son agua y savia, vientre y raíz. Y sus parábolas: que el reino de la Verdad es semejante a un grano de mostaza en el pico de un ave… (El compañero Jesús, alias El Nazareno, fue humano hasta el tuétano; tanto, que días antes del prendimiento se reblandeció de repente, le sudaron sus manos y la frente se le perló de sudor: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este destino! Pero no se haga mi voluntad, sino…»)

Parece, compañera, que a Jesús le agradaban las cosillas parvas, insignificantes; que amaba la compañía de los pobres de espíritu, de los lisiados, de alguna ramerilla de poca monta (por ser de tantas, qué contrasentido); que tuvo la mansedumbre del hombrecillo de siempre y su temible fiereza cuando se trata de morir por lo que vale la pena morirse. Su hijo Jesús, compañera María, tenía que acabar como termina todo el que tiene redaños para encararse a la burguesía cimarrona, sabañón infecto del Sistema de poder, hija putativa del capital-imperialismo de Estados Unidos (de Roma, perdón). Por eso fue que acabó hecho tírlangas de luchador, retazos de varón enterizo, piltrafa de Hombre, sin más. Así pagó su osadía magnífica ese al que a estas horas están segando la vida despaciosamente para mejor disfrutar, a lo sádico, su agonía. ¿Le servirá de consuelo? No pasa del mediodía, dicen.

Ya falta poco, compañera María. Ya apenas alcanza resuello, entre lloraderas de una aguilla manándole de las mataduras. Una compa, María de Magdala, le repite (quedo): «Tu vida, compita, mucho valió, pero tu muerte valdrá mucho más. Tu muerte cegará y segará la injusticia y la explotación del hombre por el lobo del hombre. Tu muerte será la inspiración del humano para persistir en la contienda (¿en la utopía?) contra la inhumanidad del humano. Que a tu muerte podamos vivir; que tu muerte sea nuestra vida. Muere ya, y muere en paz, compañero del alma, compañero…»

Jesús, flor y espejo, y frutilla madura de la Humanidad. (INRI.)

Legisladores culinarios

No, un momento, que legislar no es tan fácil como guisar…

Ayudante de cocina se tornó el nuevo-izquerdero Víctor Hugo Cirigo. presidente de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa, ante la acusación del diputado Tomás Pliego Calvo de que en la recta final de la Cuarta Legislatura se registra una grave parálisis, a más de su sostenimiento en extremo oneroso para los contribuyentes. «Existe un interés especial, jura Círigo, por que lo antes posible salgan todos los dictámenes de iniciativas de ley, como el de Austeridad…»

Austeridad. Sesenta y seis «representantes populares» en la Asamblea Legislativa, aparte de los 500 a los que pagamos por que nos representen en el Congreso de la Unión. Hasta el sexenio de López Portillo teníamos que solventar gastos, viáticos, dietas, bonos de marcha y demás a 300 de ellos, que bastaban y aun sobraban muchos; pero en eso que llega a Los Pinos el primer mediocre que vivía en la creencia de que alebrestar una ceja da personalidad, y se encontró con un problema de desempleo grave entre los políticos, y fue así como para evitarse problemas con ellos De la Madrid nos enjaretó de golpe y a querer o no 200 más, algunos de la talla política de López Tarso, Julio Alemán, Silvia Pinal y el tibio Muñoz. Después llegarían en tropel Pancho Cachondo y sus émulos, y así hasta hoy. «Ahora que diputados de verdad…»

Tal dijo maestro, tufillo de burla en la voz, en la tertulia de anoche, para luego leer en su libreta de pastas negras: Noviembre de 1920. Los diputados legislaban sobre un aumento en los impuestos del pulque El legislador don Felipe de la Barrera, representante del distrito pulquero de Otumba, ocupó la augusta tribuna: «¡Hay que mirar por el pobre pueblo mexicano, al que sólo se le recurre a la hora de las elecciones! ¡Protejamos la baratura del pulque, porque buena falta está haciendo en Europa toda, donde habrían sido felices si hubiesen tenido a la mano, para olvidar los horrores de la guerra, un licor tan delicioso como el pulque, nuestro licor nacional..!»

Apenas había terminado de hablar pidiendo que el pulque no fuese gravado con nuevos impuestos, cuando el diputado don Aurelio Manrique llega majestuoso a la augusta tribuna; lleva en sus manos un envoltorio. Lo descubre, y resulta que es un flamante vaso de pulque, que fue a comprar uno de los mozos de la Cámara.

– ¡Señores diputados: aquí tienen este vaso de tlachicotón! Dicen sus defensores que el Barón de Humboldt hace un panegírico de semejante licor. Pero no; el ilustre sabio dice que esta bebida tiene un sabor agridulce, grato al paladar, pero que para acelerar la fermentación, le ponen pulque añejo al agrio, resultando un licor que tiene un olor desagradable, de carne podrida ¡Sólo los que llegan habituarse al sabor del pulque dicen que esta bebida es nutritiva ¡Mentira! ¡Mentira vil! Aquí tienen una cacariza de pulque. ¿Cómo podemos decir que esto sea una bebida para personas civilizadas? ¡Señores diputados! ¡Aprobemos el proyecto de reforma a la fracción que nos presenta la comisión respectiva!

Rojo de ira, el diputado don Felipe de la Barrera trepó a la augusta tribuna «¡No obstante todo lo que dicen en contra del pulque sus malquerientes, yo puedo asegurarles que mientras más pulque entra en la ciudad, menos crímenes se comenten en su nombre ese día! ¡Puedo demostrar fácilmente que el pulque, señores diputados, es mucho mejor que el tequila!

Ademán de odio del diputado Carlos Cuervo, del distrito de Tequila. Sigue De la Barrera:

«¡Los vinos producen alcoholismo incurable! ¡El pulque, en cambio, produce apenas una suavísima borrachera que se cura con toda facilidad! ¡Lo que pasa es que nuestros pobres entran primero a una cantina, donde les sirven bebidas descompuestas! Cuando ya no tienen dinero y sólo el estómago perdido, acuden a la pulquería para tomarse un vasito de ese licor delicioso. Acuden a él para que los alivie del mal que les hizo el alcohol. ¡Cuando estos pobres salen de la pulquería pueden cometer un crimen, y entonces todo el mundo cree que la culpa la tuvo la pulquería ¡No, señores diputados! ¡Mentira! ¡Alguien dice que al pasar por una pulquería se nota un olor a cadáver. ¡Mentira vil, vil mentira! ¡Las pulquerías, señores diputados, tan sólo huelen a lo que huele el alma del pueblo, de este pueblo de nuestro México..!»

– ¿Y? De diputados a diputados, contertulios: ¿a cuáles le van?

Silencio. Nomás me quedé pensando que es México. (Mi país.)