El laberinto de Creta, mis valedores, mito que nació del coito de un toro con una mujer. Ella casada, para más oprobio. ¿Conocen ustedes el laberinto? Claro que lo conocen, y lo voy a demostrar. Por cuanto al mito los detalles difieren, pero esta es la trama esencial: Poseidón, soberano de los mares, proporcionó a Minos, el rey de Creta, un hermoso toro blanco para que lo sacrificara en su honor. Pues sí, pero lástima, tan precioso animal. Minos sacrificó otro toro, reservando el del regalo para semental. Insensato. No calculó los alcance de la ira divina El dios de los mares tramó una horrible venganza, que fue inspirar en Pasifae, la esposa de Minos, una morbosa pasión por el toro de marras. Pero los detalles para el apareamiento…
Pasifae acudió a los servicios de Dédalo, portentoso ingeniero, que le solucionó el problema con el artilugio de una vaca hueca con la que Pasifae, acomodada en su interior, logró ser servida por el toro blanco. De las nupcias antinaturales iba a nacer el Minotauro, monstruo de cuerpo humano con cabeza, cuernos y lomo de toro. Y qué hacer. Horrorizado ante tal engendro, por ocultar su existencia y para que no atacara a la población, Minos recurrió, también él, a Dédalo, que se ingenió para construir, a modo de cárcel, el laberinto que llevó su nombre, reducto plagado de corredores y callejones, pasadizos y travesías, idas y venidas, vueltas y revueltas y recovecos de los que era imposible salir, y donde los desdichados que se aventuraban o eran forzados a entrar serían devorados por el Minotauro. Siniestro.
En Atenas, en tanto, y por cuestión de una guerra perdida ante Minos, el rey Egeo se vio forzado a enviar siete doncellas y siete donceles cada nueve años para alimento del monstruo. Y ocurrió que en una de aquellas, por enfrentar al Minotauro y librar a su patria de la atroz obligación, el hijo del rey, Teseo, se ofreció para recibir, como el resto de los elegidos, una muerte horrorosa. Los sentenciados arribaron a Creta.
Y ocurrió que Ariadna, hija de Minos, se enamoro de Teseo y con la promesa del héroe de llevarla consigo se dio a buscar el artificio que le salvara la vida, y tan sencillo que parece cuando descubrimos la solución: conforme entraba en el laberinto, Teseo fue devanando el hilo que le proporcionó Ariadna, un ovillo de hilo que le permitió internarse en el laberinto, enfrentarse al monstruo, arrancarle la vida y, valido del hilo de Ariadna, ganar la salida Y mis valedores: por supuesto que ustedes conocen el laberinto. Lo conocemos todos, pero de ello apenas tenemos conciencia.
Porque entre los muchos y variados símbolos que evidencia el episodio, desde el poder del amor hasta el triunfo del espíritu sobre la bestialidad, el símbolo que a mí se me ocurre es este:
Un Minotauro se cría en la entraña del laberinto donde todos nosotros hemos sido encerrados y de donde día con día nos afanamos por salir porque en ello nos va la vida, pero esa salida no la encontramos, no la queremos encontrar. Ese monstruo es el Sistema de poder, que nos va devorando de manera incesante y paulatina: una educación deficiente, tope salarial, pobreza creciente, desempleo, en fin. ¿Nosotros, en tanto? Pollos descabezados, nosotros un puro deambular por el laberinto, y ya tomamos este hatajo y ya enfilamos por aquel corredor, y torcemos por un recoveco de travesías para siempre toparnos con un callejón sin salida. Todo porque nos dejamos guiar por el propio Minotauro, que a bramidos nos señala una falsa salida, que tomamos todos, extraviados y exhaustos cada vez más. Carne fresca. Allá, a todo gañote, el monstruo:
– ¡A votar, a votar, esa es la salida! ¡Con tan sólo votar!
Tal acaba de bramar el Minotauro, y nosotros, carentes de toda conciencia de enemigo histórico, a acatar sus órdenes y errar por los callejones que nos señala, y al despertar percatarnos de que seguimos en el mismo lugar de hace tres años, seis años, seis sexenios, mientras el monstruo planea devorarnos con IVA a medicinas y alimentos. Nosotros, mientras más nos empobrecemos, a seguir engordando al Minotauro. Es México.
¿El hilo de Ariadna? La organización celular autogestionaria. Así de fácil. De difícil, porque supone pensamiento y acción. Ah, pero aquí adentro qué sonoras resuenan las dos mercedes que el monstruo nos apronta como espejismo de solución: renegar y exigir. Exigir al Minotauro que torne aliado nuestro, que por amor a nosotros nos dé un gobierno que mande obedeciendo y a continuación se suicide ¿El, no nosotros? ¿El, en obsequio nuestro? ¿Así de fácil? (En fin.)