Carne fresca, de cañón

El laberinto de Creta, mis valedores, mito que nació del coito de un toro con una mujer. Ella casada, para más oprobio. ¿Conocen ustedes el laberinto? Claro que lo conocen, y lo voy a demostrar. Por cuanto al mito los detalles difieren, pero esta es la trama esencial: Poseidón, soberano de los mares, proporcionó a Minos, el rey de Creta, un hermoso toro blanco para que lo sacrificara en su honor. Pues sí, pero lástima, tan precioso animal. Minos sacrificó otro toro, reservando el del regalo para semental. Insensato. No calculó los alcance de la ira divina El dios de los mares tramó una horrible venganza, que fue inspirar en Pasifae, la esposa de Minos, una morbosa pasión por el toro de marras. Pero los detalles para el apareamiento…

Pasifae acudió a los servicios de Dédalo, portentoso ingeniero, que le solucionó el problema con el artilugio de una vaca hueca con la que Pasifae, acomodada en su interior, logró ser servida por el toro blanco. De las nupcias antinaturales iba a nacer el Minotauro, monstruo de cuerpo humano con cabeza, cuernos y lomo de toro. Y qué hacer. Horrorizado ante tal engendro, por ocultar su existencia y para que no atacara a la población, Minos recurrió, también él, a Dédalo, que se ingenió para construir, a modo de cárcel, el laberinto que llevó su nombre, reducto plagado de corredores y callejones, pasadizos y travesías, idas y venidas, vueltas y revueltas y recovecos de los que era imposible salir, y donde los desdichados que se aventuraban o eran forzados a entrar serían devorados por el Minotauro. Siniestro.

En Atenas, en tanto, y por cuestión de una guerra perdida ante Minos, el rey Egeo se vio forzado a enviar siete doncellas y siete donceles cada nueve años para alimento del monstruo. Y ocurrió que en una de aquellas, por enfrentar al Minotauro y librar a su patria de la atroz obligación, el hijo del rey, Teseo, se ofreció para recibir, como el resto de los elegidos, una muerte horrorosa. Los sentenciados arribaron a Creta.

Y ocurrió que Ariadna, hija de Minos, se enamoro de Teseo y con la promesa del héroe de llevarla consigo se dio a buscar el artificio que le salvara la vida, y tan sencillo que parece cuando descubrimos la solución: conforme entraba en el laberinto, Teseo fue devanando el hilo que le proporcionó Ariadna, un ovillo de hilo que le permitió internarse en el laberinto, enfrentarse al monstruo, arrancarle la vida y, valido del hilo de Ariadna, ganar la salida Y mis valedores: por supuesto que ustedes conocen el laberinto. Lo conocemos todos, pero de ello apenas tenemos conciencia.

Porque entre los muchos y variados símbolos que evidencia el episodio, desde el poder del amor hasta el triunfo del espíritu sobre la bestialidad, el símbolo que a mí se me ocurre es este:

Un Minotauro se cría en la entraña del laberinto donde todos nosotros hemos sido encerrados y de donde día con día nos afanamos por salir porque en ello nos va la vida, pero esa salida no la encontramos, no la queremos encontrar. Ese monstruo es el Sistema de poder, que nos va devorando de manera incesante y paulatina: una educación deficiente, tope salarial, pobreza creciente, desempleo, en fin. ¿Nosotros, en tanto? Pollos descabezados, nosotros un puro deambular por el laberinto, y ya tomamos este hatajo y ya enfilamos por aquel corredor, y torcemos por un recoveco de travesías para siempre toparnos con un callejón sin salida. Todo porque nos dejamos guiar por el propio Minotauro, que a bramidos nos señala una falsa salida, que tomamos todos, extraviados y exhaustos cada vez más. Carne fresca. Allá, a todo gañote, el monstruo:

– ¡A votar, a votar, esa es la salida! ¡Con tan sólo votar!

Tal acaba de bramar el Minotauro, y nosotros, carentes de toda conciencia de enemigo histórico, a acatar sus órdenes y errar por los callejones que nos señala, y al despertar percatarnos de que seguimos en el mismo lugar de hace tres años, seis años, seis sexenios, mientras el monstruo planea devorarnos con IVA a medicinas y alimentos. Nosotros, mientras más nos empobrecemos, a seguir engordando al Minotauro. Es México.

¿El hilo de Ariadna? La organización celular autogestionaria. Así de fácil. De difícil, porque supone pensamiento y acción. Ah, pero aquí adentro qué sonoras resuenan las dos mercedes que el monstruo nos apronta como espejismo de solución: renegar y exigir. Exigir al Minotauro que torne aliado nuestro, que por amor a nosotros nos dé un gobierno que mande obedeciendo y a continuación se suicide ¿El, no nosotros? ¿El, en obsequio nuestro? ¿Así de fácil? (En fin.)

«Estoy a punto de morir…»

Las aberraciones que suele producir madre Natura, mis valedores. Los entes que nacen con mala estrella y un destino espinoso: albinos, corcovados, débiles mentales, esos siameses que nacieron herrados por la fatalidad. «A los de Siam los asesinó el desengaño, la desilusión». El doctor W. Hollingsworth entrecerró los ojos. Lo oí suspirar. «¿Quién se la provocó?» «Yo, su médico».

Callamos. La habitación, silencio. El doctor, ¿responsable? ¿Por qué, en qué forma? Requerido de urgencia aquella tarde helada y desapacible de principios de 1874 llegó el doctor hasta la granja de Mount Airy donde agonizaba Chang. Ya no sería necesario el instrumental quirúrgico; en aquel doble camastro finalizaba el errabundaje que a los dos desgraciados los llevó desde Siam hasta Carolina del Norte, donde 63 años antes nacieron unidos por un cartílago de 15 centímetros a la altura del esternón, ese que les iba a abrir las únicas puertas que se abren a tales caprichos de madre Natura: las del circo. De atracción circense, Chang y Eng habían recorrido regueros de poblaciones en el mapa del orbe, y provocado la morbosa expectación de públicos poco exigentes en Europa y América Ahora todo había terminado.

– Los mató una desilusión. Y mire que ellos no se rendían fácilmente, casados (fragmento cortado) …dos y ambos haciendo una perfecta vida marital con sus respectivas esposas, acumularon veintiún hijos entre los dos matrimonios.

Y qué de especulaciones se alzaron en aquella sociedad puritana sobre las formas posibles e imposibles de intimidad con sus respectivas esposas. Por sobre su limitación física habían alcanzado renombre, amor, descendencia; todo, o casi, porque lo que más anhelaron nunca lo iban a logran la separación física, que significaba la muerte. Hasta que aquel día, de súbito, Chang empezó a toser. Bronquitis. Eng se afectó en forma terrible: «cuando uno muera moriremos los dos…»

Y llegó el jueves fatal. «Me siento mal», dijo Eng a uno de sus hijos. «¿Cómo está tu tío Chang?» «Frío. Ha muerto». «Entonces yo también estoy a punto de morir». Una hora más tarde, ambos habían fallecido. Juntos.

– Desde que llegaron aquí los siameses me consultaban, rostros desencajados y urgida voz: «Sepárenos y disponga de nuestros bienes». Yo: «No sobrevivirían». Ellos, entonces, aquel suspirar. Y es que en el límite de su resistencia por aquella mutua y forzada compañía, los siameses se aborrecían uno al otro. La atadura carnal había terminado por convertirlos en ruines, viciosos y corrompidos. El odio mutuo los envilecía.

– Ya estamos a punto de enloquecer; dormir juntos, defecar juntos, juntos cohabitar con nuestras esposas, juntos abominar nuestro aliento bilioso, nuestros humores, esta forzada compañía». Y el terror de cualquiera de ellos a la más leve enfermedad del otro. «¡Tiene que haber un médico que nos logre separar sin matarnos!» «Ni en Nueva York«, les dije. Pero aquel día…

– ¡No en Nueva York, pero sí en México, donde acaban de separarse dos siameses. Para que nos den la receta viajaremos hasta ese país!» Y me mostraban el documento con el retrato hablado de los siameses mexicanos:

1989. PR1 y PAN votaron juntos la legislación electoral salinista para eliminar las coaliciones y candidatos comunes de los partidos. En 1991 juntos votaron la quema de los paquetes electorales de 1988 para eliminar la evidencia del fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas. En 1992 votaron juntos un resolutivo para apoyar la elevación de cuotas en la UNAM y  reformaron el 27 Constitucional para privatizar el ejido. 1993. Juntos votaron la reforma al Código Penal para permitir la libertad bajo fianza a los servidores públicos corruptos. 1998. Redujeron el presupuesto del DF y las universidades públicas, y aprobaron el Fobaproa. Viles, viciosos, corrompidos, defecando juntos y juntos respirando emanaciones nocturnas, hoy los siameses se han separado, y los dos están vivos y siguen siendo la atracción principal de aquel circo…»

– Yo maté de desilusión a Eng y Chang. ¿Para qué los previne contra el par de engendros, PRI y PAN? «Fingieron hoy y van a fingir mañana, pero dividirse nunca, que siguen pegados y, pragmático-utilitaristas los dos, pepenando ganancias como engendros de circo. De imitarlos, ustedes serían todavía más ruincejos y viles, más corruptos y degradados, y casi tan cínicos y sinvergüenzas como ellos dos». Otro día Eng, al conocer la muerte de Chang: «Estoy a punto de morir».

El doctor calló. La noche cayó. Suspiré yo. El agachó la cabeza ¿Separarse Eng y Chang? ¿Separarse PAN y PRI? ¿Esos?

(No odas.)

Del arrabal

Mediodía. Asqueado hice garras y tiré a la basura el matutino que asienta tales embustes y desde mi ventana del cuarto piso me puse a mirar allá abajo la extensión panorámica de mi barrio. De codos en la ventana y desde esta eminencia dejé ir la mirada tras esa fuga de calles, y plazas, y parques públicos. Miré allá abajo casas, patios y azoteas, y todo ese humano paisaje afanándose en el áspero oficio del diario vivir. La Mixcoac-lnsurgentes.

Me gusta mi barrio, con sus típicos perfiles: allá, en la contraesquina, la tintorería de don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, donde una y otra vez me resucitan mis camisas con un oportuno recambio de cuello y puños, que hagan de cuenta recién bautizadas. «Se angostan o ensanchan corbatas», el cartel. Mi barrio.

(De repente, en el pulso tranquilo de la barriada, el santo y seña de este país: una descarga, una ráfaga de AK-47, un acelerón de motores y luego, como clamor de parturientas, el aullido de las sirenas de patrullas y ambulancias. Cuántos difuntos serían esta vez. México.)

Taquicardia. La intento amansar observando a media cuadra esos arbolucos de follaje erosionado. A la mala sombra del pirul, semejante al Mala Sombra de Los Pinos, se atejona en su banco el zapatero remendón que día a día pone a mi barrio punteras y medias suelas con todo y tacones de mucho lucir. Al cobijo del eucalipto se advierte el brazo extendido y la mano abierta de esa vejancona derrengada de riña, vejez, abandono. Su nombre sépalo Dios, tan tosca ella, tan retraída Mi única, corazón de mieles, logró que la anciana aceptase esa silla baja que le mandó forjar con el carpintero de aquí a la vuelta. «Y con su descuento, doñita, si es por servir a los buenos marchantes», él que ya nos repara una mesa, ya encera un librero, ya arregla la pata del catre en que duerme a estertores su tricolor borrachera mi primo el Jerásimo, licenciado del recién resucitado Revolucionario Ins. (Por cierto: ¿en qué piquera de qué barriada seguirá celebrando mi consanguíneo?)

Estoy mirando mi barrio. El Síquiri no me resulta simpático, con su negocio de pornografía que disfraza con la venta de inocentes fármacos. Cuando me mira venir me corta el camino, y sus ironías: «¿Ya ve cómo nos tiznó por andar dándoselo a Calderón?» Mi voto, al de Los Pinos, ¿se imaginan ustedes? Yo cambio de acera, zacatón que no fuera.

¡Malvados advenedizos! Cuando los cábulas de la vulcanizadora no están recubriendo repelos de llantas que Texas nos avienta por media cara, se la viven chutando, driblando y tirando a gol, que ya anotaron en los cristales de todas las ventanas, así anotaran los pacotones del tricolor. Y ya me dan por atrás (con el esférico chanfleado), y ya avientan sollamados envites a La Lichona, que va pasando: «Güerita yo a usté se lo…» ¿Por qué estos celos envenenados, si el marido es El Cosilión? Mi barrio.

Ese que se oye a dos cuadras es el silbato del afinador; ese otro, a todo volumen, el altoparlante del merolico: «¡Naranjas de jugo y para jugo, marchanta!» El hombre del carrito antes de Calderón: «¡Ropa… usada… que vendan!» Hoy, con el salado en Los Pinos: «¡Ropa… usada… que compren!» Nuestra divina providencia en overol y botas mineras, el ropavejero. Yo acá, con mis chonchines de segundos cachetes. Texanos. Y qué hacer.

Mi barrio, que fue de las clases medias altas, luego medias-medias y que hoy anda con las medias a la altura de los tobillos, barrio que yo conocí cuando todavía se advertía garapiñado de boutiques, almacenes transnacionales y comederos de lujo que por el rumbo existieron hasta antes del que «haiga sido como haiga sido», resalao él. Este mi barrio de más o menos, que del 2000 a la fecha va transformándose de más a menos; que en la escala social y económica desciende escalones mientras le resucitan, variopintos, los personajes que son santo y seña del arrabal: el sastre que adopta a mi medida la ropa usada, la costurera del zurcido invisible y el limpiabotas, el limpiaparabrisas, el tragafuegos, el músico ambulante, el vendedor y el payasito de las cuatro esquinas. Mi barrio.

¿El matutino que aventé a la basura y por qué lo aventé? Calculen ustedes los conceptos que frente a la atroz realidad de mi barrio acaba de externar Agustín Carstens, el del catarrito: «Con la misma virulencia con que se desplomó en la primera mitad del año, la economía mexicana tendrá una recuperación del 3 por ciento en los próximos meses, y a tasas mucho más aceleradas en los años siguientes». El del catarrito, sí. Pa su.

(México)

Humanidad…

El estadio Stapless Center de Los Angeles se convirtió hoy, martes, en La Meca de miles de peregrinos, la mezquita que guarde las plegarias de millones de fans a lo largo del globo…

Leí, oí lo ocurrido y miré las fotografías que exhiben la psicosis colectiva que ha producido en el orbe el fallecimiento de un cierto drogadito esmirriado que dejó a nuestro mundo, por toda herencia, unos pasitos de baile y algunos sonsonetes entonados con vocecilla de andrógino.

La tabla de valores impuesta por la Unión Americana, comenté ayer con el doctor Octavio Medina, amigo mío y generoso melómano. «¿Sabe cuántos dolientes asistieron al sepelio de Mozart…?”

Y que hoy me avergüenzo, porque después de todo, como el clásico lo afirmó, humano soy y nada de lo humano me es ajeno. «Este día, créame, experimento un sentimiento de pena y vergüenza por ser uno más de esa humana ralea que Chomsky moteja de rebaño de perplejos. Porque, caramba, qué le parece el innoble espectáculo que exhibe el rebaño ante la muerte de esa especie de cantante y bailarín que ha contaminado todos los países del orbe. Hasta qué grado de enajenación puede manipular el imperio…

Si quiere usted afianzar su escepticismo en lo que esos perplejos tienen de injusto y malagradecido y al propio tiempo su fe en el humanista que saca la cara por la comunidad, ¿sabe quién fue Ephraim McDowel? ¿Qué saben de él esos de la psicosis colectiva que acalambra al mundo?

El doctor Medina esbozó el retrato hablado del visionario ejemplar, valeroso, que nos legó una herencia invaluable:

Existió a fines del siglo XVIII y principios del XIX en el citado país norteamericano, un personaje llamado Ephraim McDowel, natural de Kentucky y médico de profesión, esto en una época en que se realizaban pocas intervenciones médicas como amputaciones y abrasiones, porque la experiencia les decía que al abrir la cavidad abdominal el aire frío, lleno de «miasmas», entraba en contacto con los intestinos y producía una inflamación inmediata, seguida de fiebre supurada que provocaba una muerte inevitable. Con frecuencia los enfermos morían en la operación por el choque causado por el dolor, que la anestesia comenzó a experimentarse quince años después de fallecido el doctor McDowel. Si el médico se atrevía a abrir el vientre de un enfermo era llevado ante un juez, y en su caso juzgado por homicidio. Si no había tribunal, los vecinos tenían facultades para juzgarlo y ejecutar la sentencia Y ocurrió aquella fría mañana de diciembre de 1809…

«Lo que tiene usted no es un niño sino un tumor», diagnosticó el doctor McDowel a la señora Jene Crawford. «¿Se arriesga a que le abra el vientre y se lo extirpe?» Ella aceptó. «Tengo cinco hijos, es muy prematuro para morir».

El doctor la ató a una tosca mesa e intentó cubrirle la boca «No es necesario, doctor, que no he de gritar». Y comenzó la operación. El doctor le abrió el vientre y fue avanzando hasta toparse con la gran tumoración. La enferma entretanto, cantaba salmos. (De abajo subía el rumor de la multitud que había rodeado la casa gritando amenazas. Dos hombres trepaban a un árbol y colgaban la cuerda con la cual hacer «justicia». El canto de salmos se tornaba débil en unos labios blancos, traslúcidos.) Así hasta que el doctor terminó con la maniobra de extraerle del vientre un líquido gelatinoso que pesó siete kilos. En ese momento se presentó el alguacil, que desde el quicio de la puerta observó la escena y al ver tanta sangre: «Ha matado a la señora Ya sabe lo que le espera Vamos».

Suturando la herida el doctor McDowel: «La he operado, y vive».

El peligro no había cesado. Ahora se producirían la fiebre y el olor pútrido de la supuración que anunciaba la muerte. Pero llegó el tercer día y la fiebre no aparecía Jene se había salvado. Se levantó y dio unos pasos. Al quinto día se alzó de la cama Dos semanas más tarde prácticamente hacía su vida normal. El doctor McDowel había traspasado la «frontera de Dios» y desafiado creencias y conocimientos científicos de principios del XIX para crear un nuevo paradigma y hacer avanzar la ciencia médica Como todo humanista y varón de ideales, el doctor McDowel no juzgó relevante publicar detalles de la novedosa intervención quirúrgica agregó el doctor Medina.

En fin. Ha sido este benemérito Ephraim Mcdowel, médico norteamericano, quien me regresa la fe en la humana ralea Para un saltarín de vocecilla atiplada siempre existirá un doctor McDowel, y entonces, mis valedores, para nosotros no todo estará perdido. (Creo.)

Animal de promesas

Por otra parte, si se acepta un concepto evolucionista y se cree, en consecuencia, que el nombre cambia constantemente, ¿qué queda como contenido de la supuesta «naturaleza» o «esencia» del nombre? Tampoco resuelven este dilema las «diferencias» del hombre como animal político (Aristóteles), que produce con previsión y con imaginación (Marx), o animal que puede hacer promesas (Nietzsche). Erich From.

Animal político y animal que puede hacer promesas sin nunca cumplirlas, mis valedores. A propósito del proceso electoral del domingo pasado, del cual aún no conozco a cabalidad la respuesta de los votantes, aquí reproduzco algunos conceptos que entresaco del documento que acabo de recibir por parte de la Comisión de Ética del Partido de la Revolución Democrática, por el que me vengo a enterar de que la maniobra del voto en blanco, voto nulo, con el que el animal político manifiesta su rechazo al desencanto, a la decepción de las masas ante los reiterados embustes del animal que hace promesas, no es, ni con mucho, una decisión original puesta en práctica apenas el domingo pasado. A penas.

Nada nuevo esto del voto en blanco, porque ya en diferentes países ha servido para protestar contra el «animal que hace promesas». En España, por ejemplo, y para el presidente de la República Valenciana, es muy importante la presencia de los partidos republicanos soberanistas de Europa porque «no existe nadie para defender Aragón, Valencia y Cataluña en Europa«. Por este motivo la RSE considera que el voto nulo es el único que garantiza la presencia de los partidos republicanos en el viejo continente, ya que el voto en blanco, la abstención o el voto a otros partidos «no ofrecen garantías para ser la voz en Europa«.

Como se ve en estos ejemplos, tanto las lagunas legislativas como la crisis en el sistema de partidos son las causas de que surjan movimientos a favor del voto nulo. «Un partido de centro-izquierda (pienso, mis valedores, en expresiones del maestro Sánchez Vázquez: cómo se pudiera ser partido de centro; se está con el explotado o con el explotador. Sin más. En fin, sigo.); un partido de centroizquierda como el PRD debe atender a su vocación popular y no darle la espalda a un fenómeno que está manifestando un síntoma inequívoco de descontento social».

El documento cita, a propósito, el artículo 35 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: «Los individuos podrán votar y ser votados», cuando en la práctica sólo se puede ser candidato a través de un partido político. Entonces legislar a favor de las candidaturas independientes no es inviable. «En cuanto al voto, nuestro marco jurídico constitucional se le señala como una prerrogativa del ciu­dadano y al propio tiempo una obligación, que trae aparejada, en caso de incumplimiento, la suspensión de derechos y prerrogativas. Esto jamás ha sido reglamentado porque las autoridades electorales han dicho que no desean ejercer presión y de una u otra forma suprimir o reprimir la libertad de expresión y de pensamiento. Sin embargo vale hacer hincapié en que a quienes se dirige la sanción es a los abstencionistas, que son localizables, y no a los anuladores del voto, porque éste es secreto». Por lo tanto…

Se ha considerado no reglamentar las sanciones a los abstencionistas, porque tendría efectos contraproducentes que abonarían, en última instancia, el voto nulo, al obligar al ciudadano abstencionista a concurrir a las urnas. Así, convertiríamos a los abstencionistas en anuladores.

Por otra parte, y de conformidad con el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, el voto nulo sí se cuenta, y en ningún caso se sumarán los votos nulos a las boletas sobrantes que fueron inutilizadas. El Consejo Distrital, por otra parte, deberá realizar de nuevo cómputo y escrutinio cuando el número de votos nulos sea mayor a la diferencia entre los candidatos ubicados en el primero y segundo lugares en votación, con lo cual se demuestra que el voto nulo sí tiene efectos jurídicos muy concretos.

Hasta aquí, mis valedores, opiniones diversas que manifiesta la Comisión de Ética, y que firman los licenciados Carlos César Cárdenas Márquez, presidente, y Mayahuel Mojarro, miembro de la citada Comisión. Y por hoy…

(Es cuánto.)

Cambiar los títeres, no al titiritero

Un fantasma recorre el país, mis valedores, y el del voto en blanco, del voto nulo, manifestación del disgusto popular que ahora enfrentan los partidos políticos. Semejante fenómeno, afirma la Comisión de Ética del Partido de la Revolución Democrática en cierto documento que me acaba de llegar, es más grave e importante de lo que a primera vista parece, porque de forma cada vez más peligrosa se está abriendo la brecha entre la sociedad y los partidos que deben representarla Y es que ese anhelado bien común, meta y finalidad de todo el sistema de gobierno, se ha perdido como idea romántica imposible de realizar. Asimismo, la democracia representativa hace mucho que dejó de representar, en los hechos, a la sociedad y a su vastísima pluralidad. Lóbrego.

Y que tales partidos políticos, asegura el documento, al igual que los medios de difusión masiva y el Instituto Federal Electoral, llaman a rechazar dicho fenómeno social que constituye, sin embargo, una expresión popular que «nuestro instituto político no debería desentender (sic) si es que conserva una de sus más acusadas vocaciones: ser oído de quienes están poco representados; ser la entidad que se preocupe, atienda y procure resolver, los más urgentes problemas de la ciudadanía; ser un órgano, en última instancia, que sirva de manera efectiva para legislar a favor de las mayorías».

Advierte la citada Comisión que si tales propósitos no se cumplen, el PRD y los demás partidos políticos correrán el peligro de verse rebasados por la organización popular. (¡Tal peligro, mis valedores, sería nuestra salvación!) «Si el partido, entonces, no se alía a la clase media y a la popular -sus electores naturales- se expondrá a quedarse como una estructura política formal, hueca, legitimada por el sistema, pero inservible para los fines que un día le dieron vida».

Siguen estos conceptos, mis valedores, que a escala de coyuntura me parecen fundamentales: «En la Comisión de Ética nos hacemos eco de las propuestas de uno de los dirigentes de nuestro instituto político cuando afirma que debe discutirse la posibilidad y viabilidad del referendo, el plebiscito, la revocación de mandato y la reelección como instrumentos de una democracia participativa sin dejar de ser representativa».

Aquí una moderada sorpresa: que la anulación del voto no es un invento nuevo ni tampoco una ocurrencia mexicana La experiencia internacional: que en Argentina -el ejemplo más reciente de elecciones en nuestro continente- se registró un fuerte movimiento a favor del voto nulo. Como prueba reproduce lo que la Asociación de Trabajadores del Estado afirma a propósito de las elecciones que se llevaron a cabo el pasado 28 de junio. Y como si estuviésemos leyendo las razones que aquí, en nuestro México, argumentan quienes propusieron la anulación de la boleta editorial:

Ante la vorágine publicitaria de la cam­pana electoral, que nos vuelve a presentar a los mismos dirigentes partidarios que no pudimos sacar en el 2001, decidimos votar nuestro propio programa de gobierno. Aprenderemos de la historia y sabremos que ninguno de los partidos políticos de! país, junto con sus alianzas electorales, van a cambiar el modelo de país por uno más justo, democrático y custodio del patrimonio nacional. Mientras, continuarán gobernando el país para las grandes empresas nacionales e internacionales. Cambiar los títeres, pero no el titiritero.

 

Por eso nuestra propuesta para el 28 de junio es el voto programático (…) Este voto no favorece a ningún candidato ni a la mayoría, porque se lo considera nulo, y no voto en blanco, que es el que termina apoyando a las mayorías. No sigamos sosteniendo con nuestro voto el mismo modelo de país que nos oprime.

 

Por otra parte, en España también parece florecer la campaña del voto nulo. Así lo confirma la Coalición por las Repúblicas Soberanas en Europa. En la elección del 7 de junio pasado, estipula que «la actual Ley electoral no garantiza los derechos democráticos. El objetivo principal de la RSE es el de impulsar una coalición de partidos que entiende a Europa desde la diversidad basada en la soberanía de los pueblos, la justicia social y los derechos sociales de los ciudadanos, así como desde el reconocimiento del derecho a la libre autodeterminación de todos los pueblos y naciones sin Estado de Europa.

Por cuanto a la República Valenciana, las declaraciones de su presidente serán transcritas mañana.

 

(Aguárdenlas.)

Una red de agujeros

Aun los muchachos me menospreciaron. – Al levantarme hablaban contra mi. -Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, – y he escapado con sólo la piel de mis dientes…

A los entenados de la fortuna me referí ayer, lamentando la mala fortuna de los tales abatidos que en su desvalimiento se duelen con Job: «porque antes que mi pan viene mi suspiro». Conté a ustedes cómo en aquella ocasión, a la salida del metro, de repente ahí, en la orilla del arroyo (vehicular), el desdichado aquel derribado entre esputos y basurillas.

De reojo lo observé: sucio, astroso, venido a menos, en total desvalimiento. Hacerme el desentendido y seguir mi camino, mi primer impulso; pero no, que pudo más la humana compasión y la certidumbre de que ambos, él y yo, somos víctimas del mismo depredador. Le tendí la mano. ¿Pues qué, el redrojillo este no era, él también, como todo el pobrerío y toda la indigencia de este país, una víctima inerme de esos tecnócratas reaccionarios que medran en la almendra de la injusticia y la insensibilidad? ¿No es, él también, víctima directa de un Sistema de poder que conjunta medro e ineptitud que, como los crudelísimos malpa­ridos de cualquier signo y símbolo politiquero, pura pobreza y miseria pura nos han legado a modo de heredad, que bien pudiésemos decir con los dolientes mexhicas que cayeron, manchón de plumas y cuajarones de sangre, ante la pólvora del conquistador y la maza de sus aliados aborígenes:

«Y era mi herencia una red de agujeros». En fin.

Fue entonces, mis valedores, cuando me hice el ánimo y venciendo la repugnancia me incliné ante el desdichado, le tendí mi diestra y lo alcé del arroyo (vehicular). De ahí lo traje a mi propia casa y frente a mí permanece mientras tecleo esto que ustedes están leyendo. Lo observo de reojo y en su abandono total me parece percibirle una sonrisilla de agradecimiento, y aquí un mensaje al altísimo autor de la fabulilla (la parábola) del Buen samaritano. Señor:

Tú bien sabes que éste al que rescaté de la media calle nada vale, como tampoco la acción de ponerlo a salvo de micros, metrobuses y tolerados. Pero, Señor, si algo de mérito le ve tu misericordia a mi acción, ¿a mí y al que rescaté nos darás a valer algún día? ¿Nos darás sapiencia, voluntad y valor para nosotros darnos a valer, que es a quienes corresponde?

A mí me auxiliaste cuando desempleado en la radio (a medias, que me agenciaste un espacio para el ejercicio de mi periodismo, pero sin sueldo. Tres años.). ¿Y a éste cuando, Señor? Él es también una víctima inocente de los descastados proyankis que cargan encima la maldita aspiración de portorriqueños de segunda, gringos de cuarta.

¿Que exagero? Señor ¿qué resta del México de tu madre guadalupana después de que semejantes mediocres, al son del «haiga sido como haiga sido», se apoderaron de mi país, y sañudamente lo enajenan al gringo? ¿No lo han degenerado, no lo han desnaturalizado hasta convertirlo en una segunda versión de Fatfurrias, Texas? Y si no, ¿cómo viven, en qué piensan y en qué lenguaje se expresan, si no es en el del dólar…?

¿Castigo a los tales? ¿Cómo, si en México no se cría la justicia? ¿Te dicen algo los apellidos Bribiesca, Salinas, Montiel, Sahagún, Fox, Gómez del Campo? ¿Conoces, por contras, el caso de Ignacio del Valle, defensor de su tierra de Atenco, sentenciado a un siglo, seis años y seis meses de reclusión en una prisión de alta seguridad, y ahora con su casa en peligro de remate porque con ella se van a pagar 150 mil pesitos que gastaron en un proceso electoral donde brilló la justicia? ¿Estás enterado, Señor, de lo que en cuanto a justicia sucede en México? ¿Por qué de justicia no le preguntas detalles a las 48 criaturas que te acaban de mandar Bours y la Gómez del Campo…?

La justicia. Miré al ñengo, encanijado, atacado de avitaminosis, y pensé en el culpable de tal postración Entonces me alcé, y la rabia entre lengua y encías, grité: «¡Toda la culpa es de 110 millones de pasivos y dependientes porque permitimos que todavía a estas horas continúe en Los Pinos el benemérito del Verbo Encarnado, Calderón!

¡Calderón! Y excesos de una imaginación atorrenciada Al grito de ¡Calderón! Me pareció que el devaluado al que rescaté empalidecía y le acometía un leve temblor. Pobres tú y yo, pesito mexicano que recogí a la salida del metro. (México.)

El sonido y la furia

Fraude electoral: maniobra que el Poder se ve impelido a ejecutar cuando las minorías acuden a las urnas en cantidades inesperadas…

El viento negro, mis valedores, llega a su fin Concluye el espectáculo de un territorio nacional emporcado de máscaras; hieráticas unas, sonrientes las más, y las más enseñando los dientes. Finaliza la turbonada de un lenguaje que se nos tornó diarrea de palabras de hojalata, vocablos enmascarados, de careta y antifaz, que sin pudor dibujaron el retrato hablado de una «democracia» a la medida del Sistema de poder, o ya la hubiese desterrado de México. Pronto habrán de amainar el sonido y la furia de una propaganda electorera que a lo largo y ancho de meses ventosearon todos los medios de condicionamiento de masas. Electorera

Sí, porque adquiere el rango de democracia electoral cuando diversos núcleos de ciudadanos postulan a alguno de entre ellos mismos, del que conocen desempeño, capacidad, cualidades. ¿Derroche de propaganda? ¿Para qué, sí el susodicho nada tiene que prometer, que sus hechos hablan por él? Pero cuando el candidato es el elegido del partido político cuyo signo es el medro ilícito y cuyos anteriores funcio-

(Fragmento Cortado)

rio público, entonces sí, para convencer a los votantes tienen que machacarles el cerebro con una inclemente maceración de hasta 25 millones de mensajes, propaganda vil, todo al costo de decenas de millones que salen de nuestros impuestos y que irán a fincar fortunas ilícitas. Ese proceso es electorero, que no electoral.

Pero en fin, que la hora señalada está ahí, a cuatro días de distancia, y aquí la interrogante: ¿por quién, por quiénes, por cuál de todos votar? ¿Tener que entregarles mi voto a esos que con tal carita sonriente se esfuerzan por convencerme de que la historia de México comienza en septiembre, como si no existiera una historia negra o gris detrás de tales tartufos? Pero esos ya nos estudiaron, ya saben lo que las masas queremos oír, y eso nos dicen, y nos prometen todo lo que necesitamos escuchar, y aun jugueteando a costillas de cierto protagónico monigote tan bueno para los dólares como ignorante de la política cimarrona se gastan la humorada de firmar sus promesas ante notario. De esa manera, mis valedores, con el proceso electorero se lesiona el ejercicio de la política.

Se lesionan, asimismo, la economía y las finanzas, por el derroche monumental que suponen las elecciones con todo y sus resultados, que se reflejan en el flujo y reflujo del capital especulativo que, a querer o no, influye en la macroeconomía del país.

Se desmedra la religión, con un alto clero desbozalado, que en un gobierno sometido a las monjas del Verbo Encarnado recula hasta las épocas previas a Juárez y sus liberales, y desde el púlpito y haciendo añicos varios artículos de la Constitución,

(Fragmento cortado)

dato por el que han de votar. «Y recuerden, carísimos, que el cielo es blanco y azul». Es así como la imagen del ministro de culto sé rebaja a la categoría de embaucador politiquero. Sin más. Horroroso.

Se lastima también ese político que en la rebatinga y al medro personal finge y se confabula, anuda acuerdos ilegítimos y traiciona lo mismo principios, valores e ideologías que lealtades, fidelidades y convicciones. Y qué decir de las masas sociales, cuyo voto proporciona a los candidatos el pretexto para sus sinvergüenzadas. Ellas, que se exhiben de ignorantes en cultura política ya que una frase en la campaña lodera logra manipularles la intención de su voto. «Un peligro para México.

Y qué decir de la imagen internacional: crisis política social y económica, movimientos telúricos, influenza sardos y policías infiltrados por el narco, medio centenar de criaturas calcinadas en la trampa mortal donde por codicia los embodegaron apellidos cercanos a gobernadores y la familia presidencial, y que con las víctimas se calcinen la justicia la verdad y la dignidad de gobernadores y Calderón enzarzados en pleito de perros. Si los extranjeros califican el nuestro como un estado fallido qué contestar…

Pero con el proceso electorero se lesiona directamente la verdad, porque el elegido del partido político la acuchilla torciendo y prostituyendo el lenguaje, y al despojarlo de su sentido original convirtiéndolo en mina antipersonal y arma innoble para vulnerar a los crédulos. «Te prometo…»

Este domingo, mis valedores, ¿por quién votar? (Uf.)

Carroñeros

El linchamiento, mis valedores. Ayer y aquí mismo me referí a la acción de «hacerse justicia por propia mano», ese abominable descenso del hombre en la escala del espíritu humano hasta los aberrantes hondones del primitivismo animal donde algunos son capaces de desgarrar, y desgarran al desdichado al que sorprendieron robándose una santita de yeso de la capilla vecinal o, crimen aún más grave, dos guajolotes en el corral de junto. Y rápido, a continuar la tradición de San Miguel Canoa y San Juan Ixtayopan: repiqúense las campanas, congregúense los lugareños, y a trincar en el tronco de un fresno o en el arbotante de la plaza pública al que debe morir. Piedras, estacas, garrotes, gasolina.

– ¿Quién trae por ahí un encendedor…?

Porque en este poblado agua para apagar un incendio no conseguimos, pero gasolina para incendiar a un infeliz tenemos siempre a la mano un bidón. Y a sudores, jadeos, ardimiento y excitación, a hacer garras de cristiano mientras se experimenta una especie de orgasmo colectivo.

Y ahí, con las llamas de la hornaza humana, brilló la justicia… Linchamientos. Uno de los malandrines que ha recibido, recibe y seguirá recibiendo el más sañudo, el más minucioso de los linchamientos es Andrés Manuel López Obrador. El Peje, o todavía mejor: López. Aquí remato el atento recado que envié ayer a López:

Un poco de vergüenza; un poquillo de dignidad. Ciertos medios de condicionamiento de masas han venido linchándolo a todas horas de todos los días, pero usted no se quiere dar por difunto, lo que es la poca vergüenza. Y qué hacer.

¿Qué hacer? Esos tienen que admitir que usted sigue vivo como ente político, pero entonces juran que no pasa de ser un político patético, vesánico, tiránico, vitriólico, demagógico, protagónico, hiperkinético y esperpéntico; un cizañoso sicópata del escándalo, dictadorcillo de trópico y alucinante agitador de plazuela, un aborto del ejercicio político y un grosero y zafio mesías de masquiña. Usted, López, con su conducta grotesca está masacrando no sólo a los partidos decentes del país, sino aun a los chuchos de Nueva Izquierda, y haciéndolos quedar mal con el de Gobernación, que a su vez queda mal con el de Los Pinos, que va a quedar mal con el de La Casa Blanca. Nomás eche cuentas…

¿Un hombre en su juicio, López, se rebelaría contra el dictamen de Carmen Alanís, titular del Tribunal electoral, porque cambió de última hora el resultado de las elecciones internas del PRD en Ixtapalapa? ¿Y quién es usted para oponerse a la ley del más fuerte? ¿Qué rey lo ampara, López? ¿No ha considerado, infeliz, que Carmen se ha sabido granjear la estimación de toda una «primera dama», que le proporcionó el cargo, la trata como su familiar y acuerda con ella cuestiones de alta política? De Ixtapalapa sin ir más lejos. ¿Y usted, López? ¿Con quién acuerda usted, que no sea con una muchedumbre de los revoltosos que integran su corte de los milagros?

Desaparezca López. ¿Los que lo acuchillan a diario no le dan compasión? Piense que esos no linchan nomás por linchar, sino por interpósita persona y tienen que acarrear la pitanza al hogar. ¿No le arde la cuera cuando le gritan que es, déjeme leer el matutino de ayer: «fascista, grosero, ignorante, impositivo, falso redentor, dios de petate, cartucho quemado y rastrojo del quehacer político», todo esto en un párrafo de diez líneas?

Sensibilidad, López. Vergüenza personal. Si consideración para con el prójimo le hubiese otorgado Madre Natura, ya se habría dado por enterado del obituario, de los cientos y cientos de esquelas de muerto que todos los medios, todos los días y a todas horas le dedican algunos, y se iría a atejonar en su covacha de Copilco o donde ahora tenga su guarida.

Muérase, López. Si no fuesen bastantes los matanceros, ahora se les agregan coyotes de la misma loma, del pelo y la pinta de los colaboracionistas tribales Círigo y Arce, Navarrete y Oliva, Zambrano y Acosta Naranjo, que de traidor no lo bajan. Por todo lo cual, remato aquí mi mensaje con una muy atenta exhortación:

Muérase, López, muérase ya. Cuando un mastín forastero – pasa por una ciudad – chuchos de la vecindad – le van a oler el trasero – El mastín grave, mohíno – ve la turba que babea – alza la pata, los mea – y prosigue su camino. (López.)

El desollado

Los linchamientos, mis valedores, esos actos vandálicos que estuve a punto de calificar de bestiales poco antes de reflexionar que las bestias, como programadas por Madre Natura, nunca jamás se han degradado hasta los límites humanos del linchamiento. Bestiales no, pero sí actos aberrantes los linchamientos, en donde el humano exhibe su capacidad de envilecimiento. San Miguel Canoa, San Juan Ixtayopan.

Demasiados linchamientos (uno solo ya es demasía) se han perpetrado en este país en los años recientes. Por el hurto de una bicicleta, de una imagen de yeso en un templo católico o, delito aún más grave, de un par de gallinas ponedoras. ¡Al ladrón, al ladrón!, y entonces venga el escándalo, y a repicar las campanas, a atar de un horcón al sentenciado a muerte, a amontonar piedras y acarrear bidones de gasolina. ¿Quién trae por ahí unos cerillos, un encendedor…?

Y vámonos, los linchadores a sudar, a jadear y a caer en el paroxismo de la psicosis mientras hacemos garras al desdichado para terminar con la sacudida del orgasmo colectivo, y el desguanzo que sigue al acto sexual. Después, en pleno desguanzo, poco a poco irse desparramando por el caserío, sin mirarse a los ojos pero con la satisfacción de que «se hizo justicia». Atroz, aberrante.

¿Justicia, dijeron? ¿Cómo se atreven a pronunciar ese nobilísimo vocablo que ni por el forro conocen, y esto no por culpa de ellos mismos, sino de unas autoridades que más que el que robó las gallinas merecen el linchamiento? Ah, pero ahí, con la víctima hecha un mazacote de sangre y piltrafas, brilló la justicia «por propia mano», que en entre nosotros no existe otra vía para allegarse el dulcísimo fruto de la justicia, que dijo aquél. Claro que ese acto aberrante no pasa de ser sólo venganza en la peor de sus manifestaciones, y quienes lo perpetran muestran y demuestran los escalones que han descendido en la escala del espíritu, del humanismo, de la moral, de la humana dignidad. A propósito: ¿imaginan ustedes a un catedrático de la UNAM participando en un linchamiento? Y a esto quería yo llegar. Mis valedores:

Un cierto individuo recorre a estas horas el patrio territorio exhibiendo su poca sensibilidad y falta de delicadeza. Ese tal hubiese sido el ludibrio de la «santa» inquisición y otros beneméritos linchadores como el Ku-klux-klan de Alabama y sus congéneres de San Miguel Canoa y San Juan Ixtayopan. A semejante inconsciente le envío este severo extrañamiento, a ver si le da un tanto así de vergüenza y recapacita, así sea a destiempo.

Señor Andrés Manuel López Obrador, o con el lenguaje del linchamiento: Se­ñor López (esto a la manera de La Crónica y otras crónicas.) O López, sin más, o Peje.

¿Pues qué, usted no conoce el honor, la vergüenza, la moral personal? ¿Por qué sigue usted de entrometido, manejando los hilos de la política en este país? ¿Aca­so no sabe, no ha oído o no quiere entender que políticamente está bien muerto? ¿No escucha que tanto y tantos se lo repiten a diario y a todas horas desde los medios de condicionamiento de masas? Que usted no existe, fiambre político, que quién va a hacerle caso a un cadáver que ya comienza a apestar. ¿Pues qué, acaso no los ha oído cuando claman a gritos que usted nada significa en el panorama político del país? ¿Es usted sordo, López, se hace el desentendido o ni tan siquiera se digna tomarlos en cuenta? Porque ellos, como gritar, gritan fuerte, jurando que usted ha caído al desván de la historia. Sin más. ¿Entonces? ¿Por qué, inconsiderado, finge ignorarlos? ¿Pues qué, son acaso ranas de charco…?

Porque, a decir de los susodichos de la radio, la televisión y la prensa escrita, en cuanto político usted, López, fue fulminado de mala muerte, muerte fulminante, el día en que lo masacró en buena lid un verdadero estadista, un político de altos vuelos, de presencia, carisma, personalidad y arrastre popular. Desde ese día las lenguas de fuego enronquecen jurando a los cuatro vientos, con aspavientos y voces trémulas, que usted dejó de existir. ¿Entonces? ¿Qué no oye? Muérase ya, que su linchamiento no desmerezca ante el de 1968 en San Miguel Canoa. Cuántos, por culpa de que usted se niega a esfumarse, no han caído en la histeria vociferando a los congéneres:

– ¡Ya no hablen de ese, no le hagan el caldo etc.!

Tenga un poco de consideración a quienes, por más que usted ya no existe, se viven linchándolo, que de eso viven.

(Sigo mañana.)

¡48 las víctimas!

– Hasta ahora van 48 víctimas de la guardería

Achis, achis, ¿Don Tintoreto se equivocó al contabilizar las víctimas? Espejo fiel del país, en la tertulia de anoche se habló de una corrupción gubernamental que así, con las 47 criaturas quemadas en la guardería también se incineró la justicia «Y si no, ahí tienen el caso de Ignacio del Valle y compañeros de Atenco, por una parte, y por la otra el de los apellidos Bours y Gómez del Campo«.

Y que «Pasta de Conchos sin resolver», y que sangre derramada entre los maestros de la Sección 22 y los aguerridos de la APPO, y que las víctimas de la News Divine y los niños perdidos en Casitas del Sur. «¿Ven? El de Los Pinos incineró la justicia«. Habló el Cosilión:

– Deberíamos publicar un desplegado: «¡los abajo firmantes exigimos!» (Miré a los contertulios y entendí que el pequeño universo de la tertulia representa a las masas sociales del país: renegar y exigir, y una vez que exigimos renegar otra vez.) El maestro:

– Exigimos, claman las víctimas; demandados, los deudos; reclamamos, los damnificados, y el reniego de todos los mexicanos. Ante la mazorca de problemas que chicotean un país que diríase contagiado de la mala sombra, el mal fario, la salación del de Los Pinos, los huérfanos de la justicia se tornan un puro reniego y una pura exigencia «¡Exigimos, reclamamos, demandamos!», sin que el beato del Verbo Encarnado los vea ni los oiga. Y qué a la medida el ejemplo de Pancho Papadas. ¿Recuerda alguno el relato que les conté hace años? (Pensé: para cuentos estamos.)

– Para cuentos estamos (¡Me adivinó el pensamiento!) Mientras no tengamos conciencia del enemigo histórico del cambio que precisamos en esta horrible situación, y que haremos nosotros o nadie lo va a hacer por nos, a los golpes que reciben, las masas no discurren medida mejor que la de exigir. Como si Calderón y compinches fueran nuestros aliados. Por eso viene a cuento Pancho Papadas. Escuchen, por si algo aprendemos.

Ocurrió que al pueblo aquel llegó cierto día un cilindrero, y el máistro Delfino, cuetero de profesión: «¡Un tostón por tu mono!» «Vale tres pesos». Un tostón, y el máistro cargó con el animalito. Todo fue verlo llegar, y los chamacos: «¡Mi pápa compró un huasteco!» «¡Préstenlo acá, pa’ quemarle un buscapiés o una sarta de saltapericos!»

De ahí en adelante el infierno para el desdichado. Los guerrosos le tronaban cohetes y le amarraban a la cola mechas ardiendo. «¡Y ora a aventarlo a las tinas fermentadas. Y cómo hace górgoros. Se va a poner bien pando, como mi pápa! ¡De clavado, pa’ que se hogue!» Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y adentro, otra vez. «Pa’ que te llenes la panza!»

El monito se quedó ñengo, trasijado, medio muerto; como que apenas aguantaba la vida Pelando los ojillos permanecía en aquel rincón, pobre carcaje de pelos y huesos. ¿Y no se les ocurrió meterle un chicloso entre las muelas y un chile en el cicirisco? El mono aquellas maro-

­mas, sin saber a cuál tapón atender primero. «¡Ora toques eléctricos! ¡Miren cómo se retuerce!»

Aquel día el máistro Delfino, al llegar de la calle: «¡Suelten ese animal y a trabajar, güevones, que hay muchos pedidos para las fiestas de la iglesia!»

Trabajaron hasta cebarle el nitro al barril. «¡Tengan cuidado al moler la pólvora, brutos! ¿No ven que el barril ya tiene el nitro? ¡Pónganle la señal!» Sí, un listón blanco. Toda la runfla a la cocina, a comer.

Sólo y su alma en el taller, bolita de pelos, huesos y sufridero, el monito se mantuvo quieto, nomás mirando. Sombra ya de sí mismo, algo miraba a lo inmóvil, sin pistojear, como si el sufrimiento lo hubiese forzado a pensar. (No a exigir a los dañeros. ¿Toman nota, contertulios?)

Y ándenle, que de repente se enderezó, se dejó ir hasta el barril de pólvora, le desenredó la tirita blanca y con ella corrió hasta el corral vecino y se trepó a la más alta rama del guamúchil Al rato, luego de la comida «los bergantes entraron al taller pa’ seguir chambiando. El máistro Delfino, como no vio ninguna señal en la manivela del barril, se fue a darle vuelta con todas sus ganas. ¡Ni siquiera el nitro le han puesto, güevones! Y güevones fue lo último que dijo, porque ¡brrumm!, en mil pedazos el cohetero y su mundo».

– ¿Moraleja? Aprender a pensar e ir a la acción. Sin pólvora Para darnos ese gobierno que mande obedeciendo sólo necesitamos organizamos en células autogestionarias. ¿O ante tantos chicotazos de los fascinerosos nunca seremos capaces de aprender a pensar, contertulios?

Los miré, me miraron, pensé: con estos yo no veré el cambio en el país. (Lástima)

La democracia y sus adjetivos

Democracia: un producto tan extensamente exportado por los Estados Unidos, que las reservas domésticas se han agotado.

En este México importador, por contras, tantas reservas tenemos que nos la mientan a cada rato. Pues sí, ¿pero qué es esa tan mentada democracia? Los estudiosos del tema dan la respuesta: aún no hay acuerdo al respecto, más allá de que es un sistema político en donde la soberanía reside en el pueblo (por más que el pueblo de México la rechaza), que persigue el interés general y que rechaza moldes autoritarios y excluyentes. Igualdad ante la ley, o no existe la democracia. Claro, también hay democracias sólo delegatorias, en donde las masas delegan sus derechos en la voluntad y al arbitrio de los gobernantes. (No la de México, ¿verdad…?)

La democracia asegura libertad y seguridad bajo el amparo de las leyes, establece el analista. El estado de derecho se contrapone al estado absoluto. Debe existir una total subordinación de los poderes públicos a leyes generales. Uno de sus principios básicos es el de equidad, que compensa las desigualdades. Así, la democracia es principio organizador y principio de legitimidad; con ella el gobierno se sostiene en el consentimiento de los ciudadanos, que de otra manera sólo podría sostenerse y llegar al término de su mandato, si es que lograse llegar, a base de la imposición y con el auxilio de guardias y vallas metálicas. (No en México…)

La democracia permite al gobierno llegar por voluntad mayoritaria y establece de qué manera ejercer el poder. Para ello se requieren elecciones periódicas, limpias, sin coacción, con igualdad de oportunidades. Las elecciones son la vía para formar gobiernos y supone pluralismo, participación efectiva, información adecuada, y control de los procesos de gobierno.

Las elecciones, por si solas, no vuelven democrática a una sociedad, pero sin ellas no hay democracia. Los ciudadanos pugnan por que el poder esté disponible en intervalos periódicos y por la posibilidad de poder competir para obtenerlo. La democracia consiste en que los electores puedan relevar a tos elegidos en caso de que no respondan a los intereses mayoritarios. (¿Es esto posible en México?) Porque la democracia no se agota en las urnas. Hay que influir en las decisiones.

 

El espíritu democrático se opone a la simulación de una democracia encubridora y legitimadora de poderes que no se apoyan realmente en la voluntad de la mayoría del electorado.

 

Es democracia cuando los electores puedan vigilar a los que han elegido, y éstos no puedan eludir su responsabilidad ante los electores, a quienes tienen que rendir cuentas. Los electores conscientes se sublevan en contra del voto encadenado, en contra de la humillación y despojo de voluntad ciudadana que eso implica (recordar julio del 2006), y se pronuncian en contra del voto controlado. La compra, coacción e inducción del voto degrada lo electoral. Quisieran que sufragar no produjera nuevas frustraciones. (¿En México? Esa atrocidad no la conocemos.)

¿Una democracia sin adjetivos? Que se le han detectado más de cien, y aún no hay acuerdo acerca de lo que es democracia. La nombrada liberal, por ejemplo, impuesta por el imperialismo, se compone de tres vertientes principales: la social, la formal y la participativa. Condición para la primera de ellas, estipula el analista, la ONU establece tres rubros: educación, ingreso per capita y esperanza de vida El Banco Mundial integra desnutrición y mortalidad infantil, esperanza de vida analfabetismo, acceso a servicios sanitarios, etc. Otras organizaciones agregan nivel de vida material, progreso, equidad, situación de la mujer y sus derechos políticos y al aborto, etc. ¿No es esta, mis valedores, la parte más importante de la democracia liberal?

La democracia formal, con la Carta Magna y la división de poderes políticos, agrega el estado de derecho, medios de información privados, protección a las minorías, libre acceso, usufructo y salvaguarda de la propiedad privada, con el Congreso como representante de la soberanía popular, además de un sistema formal-democrático de elección de los representantes políticos de la nación, desde el nivel municipal hasta el federal. (Este solo rubro nos venden por democracia)

¿La participativa? La capacidad real de las mayorías para decidir sobre tos princi­pales asuntos públicos de la nación por me­dio del referendo, el plebiscito y, de importancia fundamental, el mandato revocatorio. Que por supuesto existe en nuestra «democracia», ¿verdad? Es México. (Este país.)

A la memoria de don Juan

(Muerto hace algunos ayeres, mi padre está hoy más vivo que nunca.)

Cuatro días hace que ustedes, mis valedores, festejaron a su padre y de alguna forma le manifestaron su amor. Yo permanecía huérfano por los cuatro costados, y ni aunque padre tuviera, que para mis afectos nunca me atengo al calendario de festejos que impone el comercio transnacional. Pero sucede que hoy es 24 de junio y es día de San Juan. Como don Juan mi padre…

Y por si en el hogar de alguno de ustedes sobrevive algún Juan (que ya a los nuevos me los adulteraron de John, Johann, Ivan, Johannes y Johnathan, aunque de todas maneras Juan te llamas), va el recadillo que en su ausencia definitiva envié a Juan mi padre, y que algo podrá decir a alguno de ustedes.

«Usted que es como la patria inaccesible al deshonor, y de quien se aprende (con el ejemplo) valores de los que norman la humana conducta: justicia, verdad, libertad, amasijo que da sustancia a la varonía Porque usted fue (es) decencia dignidad y humanitarismo en todos sus actos de cada día. Porque tan comprensivo fue para con los demás como severo con usted mismo. Porque valedor lo fue de todos, y generosidad y humanismo y misericordia en el trance  en que hay que abrirse las telas del corazón. Filósofo de lo fugaz, del fatalismo suave y sin estridencias, usted se mantuvo tan ajeno al ruiderío como aledaño de la sonrisa y el buen humor. El pudor y el decoro, la vergüenza y la dignidad padre Juan.

Digo padre Juan y miro de ojos adentro a tal varón de virtudes, pura reciedumbre y verticalidad, y una conciencia que en la humana conducta sólo un par de colores distingue: el blanco y el negro, sin más; el de la dignidad y el de su contraparte; sin medias tintas y sin matices, sin disculpas ni tartufismos. Sin más. Miro esos ojos donde se columbran, machihembrados, mansedumbre y rebeldía, severidad y comprensión, la tolerancia, la gravedad y el humor juguetón, como también una que otra lagrimilla de las enjundiosas, todo a su hora. Porque claro, usted tiene el don de las lágrimas, y ese don me lo enseñó a practicar con mesura; con decoro, aclaro; con claro decoro. Mis valedores:

Zapatero de nacimiento, o casi, don Juan fue cristiano en el mejor, en el único sentido del vocablo, el de la obra de amor a sus semejantes; religioso y creyente fue, pero sin fanatismos, sin sectarismos, sin dogmatismos, y tan respetuoso del ajeno derecho, la disensión y la disidencia como de lo propio y natural. Mi padre, filósofo sin tratados de filosofía antes de echarme su bendición porque la vida nos separaba me dijo cosas: que si habrá que volar sobre el vocerío y la estridencia y volar  tan alto como lo acepten las fuerzas; que apartar de sí la quincalla y moldear el espíritu; que, rebelde a toda mediocridad, «álzate, vuélvete pura ánima y después de encomendarte a Dios, el tuyo; sé siempre varón a los ojos de tu conciencia tu único juez». Y me echó encima su bendición, y con ella (sé que alguno me va a entender) me tornó indestructible, invulnerable con su bendición. La de don Juan, mi padre…

Óigame, usted que me hablaba quedo y sonreía frente a mi zozobra lo miro todo el tiempo, y de tarde en tarde frente a mi paz interior, cuando emparejo mis hechos a mis proclamas. Lo tengo enfrente, donde quiera que estemos usted y yo, y sonríe, y sé entonces que para mí nada está perdido. Eso es todo, padre Juan. Con mi amor, el testimonio: usted es la sabiduría que encamina el consejo que guía la ponderación que sosiega el ejemplo que incita, la ausente presencia que sanciona mis actos y el impulso para poner la proa hacia esa estrella inasible. La conciencia de mi conciencia Usted, padre…

Muy cierto, señor; ya lo veo, incómo­do, menear la cabeza Decirle esto que le digo salía sobrando, y en público, más; pero es que hablando de padres e hijos aún me ataca la náusea al recordar el servilismo de aquél untuoso pico de oro que hace años acabó llevándose a una vecina de nuestro Jalpa Mineral. ¿Se acuerda, padre, de un tal Martínez Domínguez, él sí muerto irremediable? Ah, pues el adulón, por congraciarse y granjear favores del entonces López Portillo clamó a los vientos, el muy lambiscón:

«Su corbata negra que no se aparta de su pecho, es culto permanente a su origen: a su padre y amigo. México sabe que quien profesa esa cálida religión de la vida, puede llevar como lleva usted en el mismo pecho, la corbata negra y la banda tricolor…»

Oiga eso, padre. Sonría mueva su testa y luego póngase adusto. Ya le oigo esa voz callada de filósofo de lo pasajero y fugaz: «Los políticos, mi hijo. Ah, los políticos». Don Juan mi padre (A su memoria)

Pues sí, ¿pero qué es democracia?

Hasta aquí y a lo largo de varios artículos me he referido al vocablo democracia que entroniza el discurso oficial, con la demostración de que en los hechos eso no es ni puede ser democracia. Aquí finalizo el análisis, para concluir con ese sistema de gobierno que ha impuesto el imperialismo a los países satélites. Por cuanto al ejercicio de votar…

¿Ahora, de pronto, mi voto adquirió tal poder que va a aplicar el castigo correspondiente al tamaño de los embustes de los políticos? ¿Cuál es, en dónde reside la fuerza de mi voto? ¿Votar, y ahí terminó la democracia? ¿Toda ella cabe en el tamaño de mi papeleta introducida en la urna? Porque si la fuerza de mi voto va a lograr el cambio en un país empobrecido por los del «sistema», entonces la papeleta que pusieron en mis manos es un cartoncillo mágico, que posee fuerzas sobrenaturales, y si es capaz de regenerar la justicia, la seguridad y la economía familiar, es entonces la panacea, el amuleto mágico, el bálsamo de Fierabrás contra todo achaque físico, desde tiricia hasta sabañones. Con una frotadita sobre la parte dolorida…

Por cuanto a la estrategia de los candidatos: ¿se basa en propuestas o en descalificar las propuestas del adversario? ¿Cuánta manipulación cerebral me podrá convencer de que el voto, tan sólo mi voto, es la democracia y la democracia el voto? ¿Quién paga esa manipulación, quién o quiénes se interesan en manipularme? ¿Quién va a pagar, a niveles de derroche descomunal, la parafernalia del proceso electoral que al costo de decenas de millones de pesos nos ha proporcionado figuras políticas de la catadura, de la cara dura, de LEA, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y el que vino detrás…?

Pero ya fui convencido. Ya voté. ¿Por el candidato que yo escogí libremente, o por el que previamente eligió un partido político? ¿Cuándo Salinas y C. Cárdenas en 1988 de algo sirvió mi voto o el de las mayorías? ¿Sirvió mi voto y el de las mayorías cuando López Obrador, en aquel entonces «un peligro para México» y hoy sañuda, canallescamente masacrado por los medios de condicionamiento de masas según órdenes del de Los Pinos, ese al que «haiga sido como haiga sido» impusieron a la ley de sus compañones La Casa Blanca, los grandes capitales, el alto clero católico, los intelectuales orgánicos y los medios de condicionamiento de masas? «Un peligro para México». ¿Qué cultura cívica se advierte detrás del voto de las masas, que una frase, una sola y apestosa a embuste, nos enajena hasta el grado de la res que conducen al matadero del voto inducido?

El próximo 5 de julio, mis valedores: ¿mi voto va a elegir a todos mis representantes populares o, en todo caso, a poco más de la mitad, o sea los de mayoría relativa, porque a los 200 de representación proporcional los eligen los partidos políticos? Los candidatos escogidos por mi voto, ¿se deben a mí, el votante, o al partido político que los eligió, ese al que deben el puesto, del que depende su futuro político y las subsecuentes ganancias económicas?

Democracia. Proceso electoral. ¿Cómo nos fue con el PRI? ¿Cómo nos va con el PAN, ese reaccionario que mañosamente y para manipulación de aturdidos, con la complicidad del consejero presidente del IFE y el silencio cómplice del de Los Pinos ha privatizado un combate a la delincuencia que es necesidad nacional, para utilizarla en su provecho como mercadería electoral? ¿AMLO, una opción? El, ¿perredista de izquierda? Porque los de Nueva Izquierda de izquierda no tienen más que la razón social. Los cupulares practican la cultura de la derrota del partido como condición indispensable para el medro personal. Esos, clama la historia, son los colaboracionistas talamanteros, qué redundancia De su actuación a partir de 1968 pregunten a Echeverría, que los cooptó de «aperturistas» para que hicieran la obra negra en el desmantelamiento del Comunista Mexicano. Consulten la historia, repito.

Por cuanto a los candidatos saltamontes: ellos también mientan la democracia, pero esos, ¿ideología valores, fidelidad a principios, lealtad? No, que esos, los demetriosódicos, no pasan de ser los enanos del tapanco y los maromeros del circo, los alambristas, los tragasables, las balas humanas y los enharinados payasos del pastelazo. Yo, qué remedio me queda, el 5 de julio voy a votar. ¿Por quién o por quiénes? No habré de revelarlo. Cada quién su voto. Pues sí, pero a fin de cuentas, mis valedores, ¿qué es la democracia?

(La respuesta, muy pronto.)

‘No se van a apretar el cinturón’

Aquí anudo, mis valedores, la trascripción de la tesis que expuse a ustedes en Radio Universidad el domingo 14 del mes en nuestro espacio comunitario de Domingo 6, que me parece de interés para algunos que se disponen a votar o abstenerse del voto, porque alude a ese modelo de democracia que los políticos han entronizado en el discurso oficial. Dije, digo:

Democracia. Si esto que nos repiten es democracia ¿desde cuándo vivimos los mexicanos bajo el régimen de la democracia? Porque entonces el México de hoy es producto directo de la democracia, y entonces es válida la pregunta ¿cuál es el estado del México actual bajo el régimen de esa democracia que tanto pondera el discurso oficial? Después de un somero análisis de la realidad objetiva tendremos que reconocerlo: o la democracia vale muy poco o eso que nos venden como democracia no va más allá de un producto falsificado. Antes de acudir a autores que analizan a fondo lo que es democracia, permítanme algunas preguntas en torno a la que en su discurso nos mientan los reaccionarios del Verbo Encarnado que gobiernan el país.

Democracia Yo, mexicano en México, vivo en la almendra de la violencia y la inseguridad. En derredor sólo observo pobreza y desempleo. He visto mermar el poder adquisitivo de mi salario y aumentar a lo escandaloso los precios de la canasta básica He observado a los políticos encargados de cumplir y hacer cumplir la ley (para que en este país la justicia sea una fehaciente realidad) violar a lo cínico e impune las instituciones del Estado.

Ahora mismo he escuchado al titular de la PGR, Procuraduría Gral. de la República, afirmar que de los implicados en el «incidente», entre comillas, de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, que arrojó un horror de 46 cadáveres de criaturas calcinadas y decenas de heridas y agonizantes, ninguno de esos criminales pisará la cárcel, cuando sobre algunos defensores de su tierra que nunca han robado, matado ni causado víctimas inocentes, como Ignacio del Valle, el compañero Álvarez y algunos más, de San Salvador Atenco, purgan una condena de más de 106 años de cárcel en un reclusorio de alta seguridad. ¿Porque no se apellidan Bours ni Gómez del Campo, ni son parientes de la familia presidencial y el gobernador de Chihuahua? ¿Es esta democracia que con al menor pretexto invocan tales políticos, la que produce esa clase de justicia? ¿Para eso sirve la democracia en México?

Por otra parte, mis valedores, ¿cuál es mi participación en los asuntos políticos como para cambiar esa abominable erosión de la justicia? ¿Votar? ¿Y después de haber depositado mi voto en una urna con carácter de funeraria? Ante tal realidad objetiva yo, por cumplir con el derecho y la obligación cívica de votar, el domingo 5 de julio voy hasta la casilla correspondien­te, recojo la papeleta y procedo según mi conciencia ¿Y? ¿Ahí se agotó la que afirman es «democracia»? ¿Ahí terminó su influencia? ¿Eso es, y no algo más o algo menos, la democracia? ¿Qué papel han jugado las masas en el cotidiano ejercicio político de este país? ¿El de cruzar una papeleta y creer que eso fue democracia…?

Pero ha ocurrido que de repente me vuelvo indispensable para los partidos políticos que hasta ayer me ignoraban. Hoy, como presunto votante me toman en cuenta, me requieren noche y día y papeleta en mano me dan un papel protagónico. ¿Y después de la votación del 2006 no se olvidaron de mí? ¿No hicieron su política a su gusto, no medraron de ella? ¿Eso es democracia?

Ahora al acercarse las elecciones, los candidatos me prometen justicia, bienestar, combate a la corrupción, pero a fondo, y elevar mi nivel de vida. En anteriores campañas electorales me prometieron lo mismo, y nunca llegaron a cumplir sus promesas, ni mi voto tuvo el poder de forzarlos a su cumplimiento. ¿Qué fuerza tiene, entonces, mi voto? Por cuanto a los que durante meses me aturden con su catálogo de promesas, ¿por qué debo creer que ahora sí las van a cumplir, cuando nunca antes mi voto tuvo el poder de lograrlo? Pienso en las ofertas de Renovación moral, del mediocre reculón de las cejas alacranadas. Pienso, después, en la política motherna, en el bienestar de la familia, en el «cambio» del segundo marido de la Sahagún, en el «presidente del empleo», con el que los mexicanos pobres «ya no se iban a apretar el cinturón». ¿Y? Tales embustes de Calderón, ¿son democracia…?

(Sigo mañana)

Una docena de fotos

Las estoy observando, todas desplegadas en mi mesa de trabajo. Pero no emocionarse, mis valedores, antes de tiempo, que no son fotos de mujeres sin trapos encima, estas en posición de loto, aquellas en decúbito dorsal y las de más allá en los cuatro puntos que forman las rodillas y las palmas de las manos, no. Lástima, que se trata de varones. Pero no emocionarse, mis valedoras, que no son mozos garridos, garrudos y garañones, sino todo un catálogo de viejos, lo que presupone que entre todos ellos, doce en total, concentran una generosa dotación de calvas y arrugas, vientres y canas, papadas y lentes y, lo predecible, toda una generosa dotación de achaques físicos. Tienen aún el defecto mayor de que son altos clérigos de la iglesia católica, y en su momento fueron todos ellos papables, y no dudo que en breve lo volverán a ser. Por orden alfabético paso a describirlos.

Arinze, Francis, 69 años de edad, nigeriano de tendencias conservadoras, lo que presupone que en lo reaccionario se encuadra en la línea ideológica del actual. Pero en cuanto a aspecto físico se ubica en las antípodas, porque como buen nigeriano tiene oscura su piel y es bembón, de blanquísimos dientes y el pelo pasita. Con todo y sus lentes en nada se distingue del músico de jazz, del promotor de box, del viejo memorioso que en las tabernas de Nueva Orleans y a la oferta de una copa se suelta narrando cómo fue su carrera de pelotero o atleta olímpico, hasta que aquella lesión…

Castrillón, Darío. Colombiano, 63 años a cuestas y lo inaudito en uno de nuestra América mestiza: nos resultó enemigo de la Teología de la Liberación, lo que le planta el tatuaje de reaccionario como el actual. Por cuanto a su aspecto físico: rostro de rasgos austeros, por más que se le insinúa la discreta sonrisa. Lentes casi tan grandes como las orejas.

Dannieels, Godfried. Belga, 69 años, calva y canas, lentes y papada, y lotería: pertenece al ala progresista, que ya para este mundo es ganancia, y quizá para el otro también, si es que otro existe, más vale que sí.

Humees, Claudio. Progresista él también, pero con un aspecto de ciudadano común, sin planta ninguna, sin carácter ni personalidad, sin asomo de carisma. Como el actual. Detrás de sus antiparras se nos queda viendo como si ya a sus 67 años estuviese desencantado de todo, del todo, de todos…

Martini, C. María. Al italiano se le da la sonrisa. Aspecto de empresario que sabe sobrellevar con resignación sus tres cuartos de siglo. Liberal.

Pero ándenle, que se nos coló uno en pañales (santificados): apenas 59 Y así los demás de su edad. Que brilla con propia luz, que es liberal y anticapitalista, y que ataca rudamente a la prensa por ventanear a los curas pederastas. Sea por Dior. Con su copetito y esos lentes, qué pinta de rotunda vulgaridad, Dios lo proteja.

Y así los demás: apellidos más, apellidos menos, que poco o nada nos dicen, hasta llegar al trompudo sesentón de rasgos groseros en un rostro sin desbastar o desbastado a hachazos en un momento de mal humor. Prieto él, agrio de catadura, ingrato de ver, timbre de voz harto desagradable cuando habla de lo único que sabe hablar con conocimiento de causa: la grilla política. Sí, Norberto Rivera, ultra-reaccionario que predica la santa pobreza empericado en su Mercedes Benz blanco, blindado (chofer y guaruras), Dios.

Tales doce fueron los candidatos para que alguno de los tales anocheciera gusanillo y amaneciera fulgurante crisálida que se soltase bendiciéndonos urbe el orbi como sucesor de aquel Juan Pablo II reaccionario y político, aliado incondicional de Reagan el gringo en su combate a toda causa justa del paisanaje. Finalmente, el «elegido del Espíritu Santo» fue Joseph Ratzinger y yo me pregunto: ¿por qué canacos y concanacos, por qué milagro del cielo no tuvo entre los candidatos que con él compitieron a algún tabasqueño que día con día, por contraste y a modo de claroscuro, lo exhibiera en su real estatura de pontífice de masquiña, pobre infeliz perseguido por el mal fario, la mala sombra, la salación…?

Porque, mis valedores, Ratzinger nos resultó un mediocre torpón, que apenas abre la boca y ya tiene agraviados a cristianos, musulmanes y judíos porque el suyo es el síndrome del sistema digestivo, que en dos años ya ha empobrecido a El Vaticano y a Roma entera, y provocado peste, violencia social, inseguridad pública, un horroroso desempleo, quemazón de niños y agotamiento de pozos petroleros. Y tal reaccionario anti-carismático, ¿por qué no padece el castigo divino en forma de Peje tabasqueño? (Dios…)

Zavala, Gómez del Campo…

La mala sombra, la mala suerte, la salación «Todo lo que toca lo vuelve lodo biológico. Visitó a la selección futbolera, y a la jodida la selección. Visitó México, y con todo y criaturas México a la quemazón». Y que ese chaparrito es nuestro virus de influenza y que por el bien del país deberían pepenarlo descuidado y hacerle una limpia. Con ramas de pirul. De jediondilla, ya de perdida Que a ver si así se le retiraba la sal y con su suerte de chamois nos dejaba de salar y sollamar a los mexicanos…

– ¿A Calderón, una limpia?, dijo el maestro.

Tertulia de anoche, donde se discutió, vociferó y vituperó a Calderón.

– ¿Una limpia dijo alguien? ¿Por el bien del país? -vi que el maestro abría su libreta de las pastas negras-. Oigan la crónica de la ceremonia de limpia que le aplicaron a uno para que el beneficio se extendiera a todo el país.

Leyó: Guelatao, Oax. «¿Y esos huevos?», pregunta Salinas de Gortari.

– Para que se vayan sus pendientes. Para que cuando presidente de México se­pa cumplir sus promesas. Señor Dios nues­tro…»

Y comienza la limpia. El curandero bendice a Salinas con cuatro velas. El candidato lleva en sus manos un bastón adornado con cintas de colores.

– Ruega por nosotros… Salinas mira fijo los ojos negros de la curandera, siente sus manos recorrer su cuerpo. «Padre mío / Santa alma del purgatorio / Santísima Trinidad / Madre mía / Mamacita linda / Virgen santísima…”

La curandera lo limpia con un ramo de hojas de naranjo que pasea por todo su cuerpo hasta las piernas: «Para que le dé fuerza / para que tenga salud…» (Salinas sostiene la mirada en el frente, casi inexpresivo.) «Usted es nuestro padre / Dios mío / Jesús mío». Leoba lo bendice con ramos de rosas rojas y lo limpia con el aroma y los pétalos. Guadalupe centra en él la mirada y el rezo, mueve su cuerpo y apenas levanta los pies de la alfombra amarilla del cempasúchitl, lo va «persinando» y le acaricia el cuerpo con las hojas de ruda y poleo. El mira al frente, intenta entregarse al ritual. Pero el espacio multicolor, santo y pagano, junto a la «laguna encantada», profana el rito y lo vuelve espectáculo de cámaras y flashazos.

Esperanza le muestra tres huevos «benditos», con ellos recorre lentamente su rostro que no sabe qué músculo mover, su cabeza cuello, hombros, pecho, torso y piernas. «Ruega por nosotros». Bañan sus manos con colonias preparadas de aromas de hierbas. El les informa muy cerca, al oído, que la ceremonia debe concluir.

Leoba levanta el crucifijo, testigo mudo del ritual, se lo acerca a los labios, pero Salinas de Gortari, en acto político pagano ante Juárez, declina el beso. Gira la cabeza hacia un lado y en desagravio abraza a las curanderas, mujeres arrugadas de rostros morenos casi impenetrables, de ojos negros cargados de tiempo y de magia de manos pequeñas que saben acariciar para limpiar, de dedos cortitos llenos de anillos.

El viejo curandero Antonio, de Jamitepec, le ofrece el cáliz de agua de ruda. El candidato apresura el trago. «Para que le dé fuerza». Alejo Maximino y Alfonso García vinieron desde Huautla de Jiménez a presidir el ritual «Prendimos las velas para que no tenga tropiezos». Las 12 velas chorreantes de cera amarilla posan encendidas a los pies del Juárez niño, pastorcito de cuatro ovejas, que hace las veces de altar.

– Pedimos que el dueño del cerro lo proteja Las velas tienen que estar encendidas haciéndole homenaje al licenciado Benito Juárez para que le dé apoyo a De Gortari. Que la fuerza una al país que hoy está cuarteado. Queremos abrir su expediente para que no tenga problemas.

– ¿Pueden ver su destino?

– Sí, cómo no, con los hongos, que nos permiten ver lo invisible, vemos el futuro del licenciado, un futuro, el de Salinas, que va a ser de una acrisolada honradez. Pero esa es otra ceremonia y esa se hace allá, en Huautla…

Más tarde, en dulcísimo zapoteco le dirían al candidato: «No queremos completar 500 años de olvido y de incomprensión También los indios tenemos alma Si te vas de aquí seguro de que los indios tenemos una cabeza para pensar, un corazón para querer y unos brazos para trabajar. Que tu suerte sea nuestra suerte». «¿Y?» El maestro nos miró. «¿Y si el efecto que esa limpia tuvo en Salinas la va teniendo en Calderón? ¿Qué me contestan?»

Zavala, Gómez del Campo, Calderón. Yo, aquel escalofrío. (Cruz, cruz.)

Del éxodo y el llanto

Estoy mirando en las fotos niños de ayer que hoy son ancianos y ancianos que hoy son sombra, polvo y un persistente recuerdo. Telón de fondo, la imagen imponente del navio Sinaia, que en mayo de 1939 nos trajo a la flor y el espejo de una España que tras la masacre de la República se moría de la otra mitad, como dijo el poeta. Semejante arribazón de trasterrados iba a insuflar una bocanada de oxígeno fresco en las artes y las ciencias, las letras y la industria editorial, y los centros de estudio, la arquitectura, la filosofía y la política, las finanzas, los medios de producción, el teatro y el cine, en fin. Iba a ser Lázaro Cárdenas, quién si no él, el varón de virtudes que tendería a los vencidos sus dos manos para entregarles una patria nueva, que todos ellos supieron honrar. Con nostalgia, por supuesto, con tristuras por la patria ausente. Hoy, a 70 años de la desgajadura y el encuentro con México, aquí memoria y lastimaduras de los poetas del exilio que vivían arrimados a la advocación del desastre, los adioses, el Sinaia, la diáspora. España, la otra mitad…

Hoy, dije a ustedes alguna vez, los poetas de entonces están ya muertos, o casi; muertos lejos de Madrid, Calanda, Villajoyosa, Montiel pero su voz poética está acá con nosotros y acá se nos queda, y de ella espigo estos fragmentos en los que, frente a un retorno por entonces imposible -que aún existía aquel generalísimo de todas las Españas, por la gracia de Dios-, vislumbraban su querencia, «la del éxodo y el llanto». Hoy, a tantísimos años, esa su voz. Océanos, tierra y derrotas de por medio, Juan Domenchina y la ausente presencia de Madrid:

«Cómo me dueles y me sobresaltas -en ti y sin ti, por próximo y distante – Cómo te llevo a mal traer, errante; – cómo mis brincos de ternura saltas. – Cómo te siento aquí, porque me faltas – y allí en tu estar y ser, tierra constante – donde se llenan de tu luz radiante – los días, y las noches son tan altas…»

Los campos de Castilla, en la añoranza de Ernestina de Champorcin «Te sueño con palmeras y un cielo sin celajes – cristal inconmovible de insólita pureza – espejo sin ternura donde apenas tropieza – algún árbol reacio a todo vasallaje…»

Gente, hontanar y raíz que atrás se quedaron a la hora de la desbandada, Ra­fael Alberti: «¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis – con tan despavorido pensamiento – y en aterrado y silencioso viento – sin sonido mi nombre pronunciáis…?»

Luis Cernuda, poeta dulce y blasfemo, amante de su distante España hasta los entresijos del tuétano: «¡Si nunca más pudieran estos ojos – enamorados, reflejar tu imagen! – ¡Si nunca más pudiera por tus bosques – el alma en paz caída en tu regazo – soñar el mundo aquel que yo pensaba – cuando la triste juventud lo quiso! – Tú nada más, fuerte torre en ruinas – puedes poblar mi soledad humana.»

Pedro Garfias, poeta mayor, un mísero destino y una vida arrastrada: «Tus cordilleras de salvaje aliento – tus íntimas, profundas, dulces vegas – tus eriales rutilantes al sol – como medallas de tu pecho presas –     y tus altos castillos apoyando – en tu bastión, una vejez sincera – mirando eternamente, España mía, – sobre la palma de mi mano abierta…»

Y así también Agustí Bartra, Nuria Parés, Luis Rius, Emilio Prados, Moreno Villa, tantos. Hoy, a 70 años de la humanista decisión de Cárdenas, cuánto se antoja decir sin ruido, de pensamiento adentro, esto de un León Felipe que murió sin volver a lo que vivió añorando aquí, en esta ciudad capital, allá por los rumbos del Centro Histórico:

«Cuando me pongo a pensar en este viaje largo que voy a emprender dentro de poco – me lleno de una ruidosa alegría (…)

– Cuando el hombre se muere – al cerrar ya su ciclo – vuelve siempre a la misma cámara oscura de donde salió – y al mismo agujero de la tierra – al mismo alvéolo de la carne que le dio a luz… – Una sepultura no es más que una matriz – y la tierra, la más grande de todas…

A tus entrañas vuelvo, Madre – Sin pasaporte voy – Sin documentos ni fronteras (…) – Que ya no quiero más que esto: – volver a las primeras sombras de mi cueva materna – y al pozo profundo de mi huerto familiar – cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre…»

El español del éxodo y el llanto; el poeta de la memoria y la nostalgia de la raíz. Domenchina, Garfias, Cernuda León Felipe. Tantos. Hoy, aquí, a 70 años, su voz y su nostalgia. (A su memoria.)

¿Tengo que..?

El destino del hombre, mis valedores.  ¿Qué es el destino? ¿Una predestinación, que decían ciertos filósofos de la Antigüedad griega, con la Moira, Atropos, Cloto, y Laquesis vigilando la ruta del hombre desde que salía del vientre materno hasta que ingresaba al vientre de Gea, la madre tierra? No, que el hombre modela su propio destino, pero basado en elementos previamente existentes, dice el psicólogo, y el filósofo: «Yo soy yo y mi circunstancia». Yo, de mí, digo: soy yo, mi circunstancia y mis decisiones, esas que en el uso de mi libertad con cargo a mi responsabilidad tuve y tengo que tomar desde que adquirí el uso de mi razón hasta el día de hoy. Acertadas unas y equivocadas las más, tales decisiones han hecho de mí el amasijo de elementos contradictorios que soy hoy día. Por vía de ejemplo va aquí la determinación que tuve que tomar en mis años muchachos y que iba a marcarme rumbos, estilos y formas de ser para toda la vida. Fue así:

Payo pobre entre los pobres de aquel villorrio pobre, con mis ocho años sobre los lomos y en la diestra los cuadernos del tercero de primaria deambulaba por alguna de las calles (había tres: la de arriba, la de abajo y la calle nueva o calle mocha, según), cuando en eso veo que se me acercan dos mujeres con aspecto de fuereñas y vestimenta monjil. Se frenaron, me miraron, me observaron, me abordaron, y ahí fue de las muchas preguntas sobre mis gustos, aficiones y devociones, para terminar con aquella proposición que para mí fue una bomba iraní o de Corea del Norte:

– Dios te requiere para su servicio.

¿Que qué? Yo, enamoriscado de una que era la niña de mis ojos, ¿con vocación de cura? Pero no de un curita de pueblo, cura miserito, no, sino de monje, ni más ni menos. Un monje capuchino, flor y espejo de la orden de Francisco de Asís. Haya cosa, como allá decimos…

Y que meditara si aceptaba el convite de Dios o rehusaba. «Nosotras vamos al templo, y al regreso nos comunicas tu decisión». Que de ser afirmativa las llevase con Tula y Juan para recabar su permiso. «La salida a México, la capital, es mañana».

En mis manos la decisión Dios, allá arriba, nomás mirándome. De mí, y sólo de mí, dependía que aguardase a las monjas o correr a refugiarme en la casa y cerrar la puerta, donde ni Dios me pudiese localizar. Y qué hacer, qué decidir cuanto antes, Dios. Ahí me quedé, estacado, engarrotado en el quicio de la puerta que daba al rastro municipal, y aquel escalofrío, y la boca reseca, y los calambres de mediodía para abajo (abajo del cinturón). Yo, que nunca me había alejado tres leguas del caserío, ¿viajar a México? ¿Yo, hacerle al monje? ¿Qué desaforado animal me golpeaba los costillares? ¿Taquicardia? Un impulso forzábame a huir y otro, cerrando los ojos, a pescarme de los tres pelos de la fortuna, y echarme a volar por encima de aquella vida arrastrada de niño pobre entre pobres, y como pobre, discriminado, que esa conducta es feroz en mis andurriales. Yo, los ojos pelones, me frotaba las manos, me las retorcía, y ya iniciaba la huida, y ya me lograba detener, y esas ganitas de desaguar, y esas… y el temor a la presencia inminente de las monjas, sin menospreciar la de Dios. Cerré los ojos. Remaché los párpados…

Cuando los abrí, ya andaba pisando Mixcoac, rumbo al sacerdocio. Terminar la primaria, iniciar estudios superiores, y que ahí se entremete la Moira y me plantea la decisión personal: ¿tenía yo vocación para sotana y bonete, o puro bonete de vocación? ¿Abjurar del demonio? Asunto fácil ¿Del mundo? Más fácil todavía. ¿Dejar la carne, y no para hacerme vegetariano sino casto per sécula seculorum, yo que traía en mis sueños a esa de mi edad a la que recordaba ofreciendo flores en un mes de mayo?

Y acá estoy, ya perdonado de Dios; ando en el mundo, con el demonio adentro y la carne en sancocho. Ruda decisión la de traicionar el «llamado de Dios» y exponerme al castigo divino, pero suertudo que soy: en el seminario aprendí dos asuntos vitales: moral y gramática En ésta aprendí a distinguir entre lo perfecto y lo que tan sólo es pluscuamperfecto, y en moral lo que a juicio de la conciencia es bueno, sin más, y lo que es malo. Sin medias tintas, sin justificaciones, sin matices, sin más. Si yo bribón, no por ignorancia

Con el diario vivir, el decidir diario. Decidir mi vida en pareja, decidir que conmigo nunca iba a poder el licor, ni el tabaco, las grasas, los sebos, las aguas negras, la cooptación del gobierno. Pues sí, pero ahora, de pronto…

Rajueleo, de plano. Me rajo, porque el dilema me friega mi sueño y mis sueños y no sé qué decidir: ¿por cuál de tales redrojos, por cuál de tales bagazos humanos, por cuál de tales irremediables mediocres he de votar el 5 de julio? (Dios.)

Nuestra mala sombra

(A las víctimas de Edipo. A todas, por igual.)

La maldición de los dioses. El odio y el anatema que arrojan sobre la testa del criminal. ¿Alguno de ustedes leyó o ha visto en teatro el Edipo Rey, de Sófocles? De memoria y sin detalles prolijos esbozo aquí el argumento de esta que, con Antigona, me parece obra cumbre del teatro universal.

Reinaban en Tebas, floreciente ciudad, Layo y Yocasta. Al nacerles un hijo la profecía los previno: será el asesino de su padre Válgame Zeus. Layo, por evitar su muerte, decreta la del recién nacido, pero a los verdugos les flaquean los riñones y prefieren abandonarlo en el monte, donde lo recogen unos pastores. De mano en mano, la criatura va a dar a las del rey de Corinto, que lo adopta como hijo de sangre. Más tarde el oráculo revela al joven Edipo la atroz predestinación: matará a su padre. Tanto ama al que cree padre biológico que por evitar su destino deja Corinto. Ya en el camino se topa con La esfinge, monstruo que asuela Tebas, la vecina ciudad, y que a cada viajero plantea un acertijo (la muerte, de no dar con la respuesta): cuál es el animal que en la mañana camina con cuatro patas, a mediodía con dos y en la tarde con tres. ¿Lo saben ustedes? ¿No? Hasta ahí hubiesen llegada Por si se vieran en ese trance: tal animal es el hombre, que cuando niño, cuando adulto, cuando viejo de bordón…

Edipo acertó al contestar. La Esfinge (rabia, decepción) se quitó la vida, y Edipo a Tebas. En un cruce del camino el ocupante de cierto carruaje increpó a Edipo, que reaccionó asesinándolo. Sí, a Layo, su padre, y ahí y así vino a cumplirse la predestinación. Horrendo.

Pero Edipo había librado de La Esfinge a Tebas, y los tebanos le dieron recibimiento de héroe y le ofrecieron el trono vacante. El fue el nuevo rey, y tomó por esposa a Yocasta, la viuda, con la que engendró cuatro hijos; cuatro medios hermanos, porque Yocasta era la madre del nuevo rey.

Pero en este mundo nada es gratuito y ninguna acción queda impune Ocurrió que cierta plaga terrible asoló una ciudad meses antes próspera y rozagante que ahora se fruncía, se erosionaba y acalambraba, víctima de toda suerte de calamidades, sin que marchas, plantones y peregrinaciones lograsen conjurar el mal ferio. Alguno tiene la culpa, dictaminó Edipo. Háganse las indagaciones correspondientes, y el culpable reciba la muerte Lo usual.

Se inicia entonces la investigación mientras la peste sigue crispando la ciudad. Pero ándenle, que ahí la aclaración del misterio: los dioses están irritados porque el rey asesinó a su padre y cohabita con su propia madre. Esta, al saberlo, se quita la vida. Edipo se arranca los ojos. Fin.

Yo, la tarde de ayer, comentando con Sófocles el Edipo Rey, pensé en mi país y sus días calamitosos, cuando hace algunos ayeres aún era feliz, discretamente próspero y con su gente en paz. Hoy carga la suerte en contra, que las desdichas le caen encima: sismos, influenza, cuerpos descabezados, quemazón de criaturas, desem­pleo galopante, devaluación del peso, vacío de poder y una crisis económica que ni la de Zedillo en 1995. «¿Algún malvado entre nosotros estará irritando a los dioses, que nos arrojan tal cargazón de calamidades? Esta plaga de horrores sólo puede ser un castigo de los mismos dioses que castigaron a los tebanos». (Sófocles callado, bebiendo su infusión).

Qué crimen contra los dioses ha­bremos cometido los mexicanos. Pero diga algo, opine. Sófocles opinó: «A ver. ¿No tendrán ustedes un pícaro Edipo que con malas artes y sin mérito alguno se haya encaramado en el trono?»

Mataría a La Esfinge dije La atarantaría, cuando menos.

No él, sino La Casa Blanca, los grandes capitales, el alto clero católico y la industria del periodismo, y a cobrar una factura que pagan todos ustedes. ¿Por qué no buscan al Edipo impostor que desató todos los males de tu país, crispó el ambiente político y provocó odios y división entre ustedes? Algún Edipo espurio, ave de mal agüero que no pueda salir a la calle sin escuadrones que lo salven de las iras populares, uno que por torpón y mediocre haya podido desatar una crisis en la economía familiar que, así sus paleros la oculten detrás del combate al narco, es hoy el agravio mayor que el execrado de Zeus pudo haberles causado. ¿Ustedes raza de reprobos que atraigan el odio divino? No. La plaga la provoca su Edipo cimarrón. Ubíquenlo».

Que me diera la fórmula para ubicarlo, pero él, fastidiado, salió y me dejó hablan­do solo; pensando, nomás pensando en cuál pueda ser Edipo el salado, el mal ferio, nuestra mala suerte que no merecemos. ¿O sí? Quién es, dónde está. (A saber.)