Antes que muchos pueblos de Europa, ya los mexicanos hablaban de la Via Láctea como del camino al espíritu…
Sigue aquí, mis valedores, el elogio que desde Cuba envía una ciudadana de aquel país, y que cita una vez más a José Martí, que así gustaba aludir a su segunda patria:
«Ya entonces los mexicanos sabían que a diferencia de lo que dijeron los hebreos, hombre y mujer nacieron juntos y no uno del barro y la otra de un hueso». Y una referencia más: «El doblegamiento de la América prehispánica fue robarle una página al Universo«.
Así se expresó de México José Marti, el genio americano, y entonces, ahora, se impone la pregunta: ¿dónde está ese México libre y pasional que nos envuelve con su incontenible espíritu de combate? No, esta vez no está en Los Pinos. Está en el alma de mestizos y en el rebozo sus mujeres. Porque México es un país de revolución. Pertenece a la élite de pueblos revolucionarios. Con Francia, Haití, Cuba Estados Unidos y otros pocos más. El actual gobierno mexicano le está extirpando el aire a México con un servilismo a los yankees que ofende los recuerdos sagrados de Don Benito y Don Lázaro que no se contuvieron hasta devolver los tesoros a sus dueños auténticos.
En México el color es protagonista de todo, de las comidas, de los vestidos, del lenguaje musical y de sus albures. Tengo la premonición que no logro explicar bien, que cuando México despierte vamos a despertar todos. México es la Frontera de Nuestra América con los Estados Unidos, frontera que el gobierno norteamericano establece con una rudeza inconcebible. Por el solo hecho de robar más de la mitad de su territorio deberían los Estados Unidos ser más tolerantes con esa nación que levanta con sus manos y su sudor el País del Norte.
México. ¡José Marti no se cansó de adorarlo! En una crónica sobre ese país decía entre frases gloriosas y sentidas que «ya los mexicanos sabían amar cuando los europeos se desplomaban en las guerras». Los últimos incidentes con Cuba, la ruptura de relaciones diplomáticas fue protagonizada por cualquier otro, pero nunca por un auténtico mexicano. Fox podrá andar a caballo en su rancho millonario, podrá ponerse sombrero de ala ancha o podrá beber el inconfundible tequila, pero nunca será un mexicano. México no toleró ser colonia, no toleró emperadores europeos, no toleró a los dictadores. De igual manera México no tolerará el raquitismo gubernamental. ¡Esperad que tos volcanes hablen!. Una sola chispa de lava encenderá ese país y llenará de almas el temerario Zócalo. Y cuando ese día llegue América empezará a ser libre. (Lo subrayé, mis valedores. No resistí la tentación.;
Refiriéndose a los apuntes que un pintor norteamericano hiciese en un viaje por México subrayó el Apóstol cubano: «No se paró a ver lo que México ha vencido ni a medir el esfuerzo por los obstáculos que se le ponían, ni a calcular lo que va a vencer con el empuje acumulado. No vio el trabajo titánico de sus hombres nuevos para sacar los brazos con la libertad en salvo, por encima de las torres de las iglesias; ni la fatiga heroica de la generación liberal que lleva a cuestas el país resucitado, sin detenerse más que para apartar de sí las manos que se asen desde la sombra a la chaqueta de cuero».
Desde siempre, los del Norte estuvieron confundidos con el gigante México que elevará su vuelo para la resurrección de América. Como cubana revolucionaria junto hoy las manos recordando la bandera del águila vencedora y agradezco a ese pueblo por contener al mejor amigo de José Marti, al cual le confió sus documentos invaluables. México dio espacio para la brillante carrera política de nuestro Julio Antonio Mella, que se integró a ese país con fervor total y donde escribió sus más hermosos trabajos. Fue en México donde este baluarte del comunismo internacional dijo «Muero por la revolución».
Porque México recibió a Fidel cuando tenía que preparar la guerra necesaria, la última de ellas. Un mexicano bondadoso le vendió el yate Granma, creo que no cobra todavía su dinero a no ser los millones de besos de mis compatriotas. El yate Granma sólo podía salir de México. Y además en México he amado como no creo que lo vuelva a hacer. (Mañana, el final.)