Señor Hugo Sánchez…

Vaya, pues. Que al cosechar un fracaso tras otro como director técnico del nacional futbolero su nombre provoca la frustración de casi todos los mexicanos. No la mía, que yo no creo en usted ni en quienes ahí lo ubicaron siendo el menos indicado porque ni es director técnico ni nunca lo fue, no lo ha sido nunca, nunca lo podrá ser. Si nos ponemos a revisarle el currículo, válgame, un curriculito de este tamaño, porque vamos a ver…

¿Fue antes de ahora director técnico? Ni de un equipo pueblerino, ni de uno estatal, ni de uno de tercera división, ¿Cómo, entonces, un individuo ayuno de toda experiencia en el arte de dirigir un equipo futbolero llegó a la dirección de una cáfila de jugadores donde el que el que no es inepto nos resultó que roba balones y se los lleva a su casa? ¿Cómo es que porta usted, todavía a estas horas, la camiseta del tricolor..?

Claro, sí, por supuesto: lo inaudito ocurrió gracias a una maniobra de picaros. Usted no llegó por sus propios méritos sino porque así convenía a los torvos intereses de los dueños del balón, tanto de aquí como de allá. De allá, principalmente. Fue por eso que a un mediocre me lo treparon la FIFA, trasnacional, y la propia FMF, federación mexicana, cuyos intereses comerciales son compinches de los de la FIFA. Negocio redondo, y páguenlo unos aficionados con vocación de Perra Brava que en sus lomos cargan el mal fario de ser siempre los perdedores y los que terminan pagando el boleto.

Qué papelón, señor Hugo Sánchez, qué papelón el que está haciendo a estas horas. Cuánto lo exhibe de inepto y mediocre una responsabilidad para la que no estaba preparado. De haber tenido un tanto así de autocrítica, hubiese usted rechazado la torva maniobra de los dueños de equipos, manga de aprovechados que lo colocaron ahí para sacar las castañas con la mano del gato. De su gato pulgoso…

Y usted, que se la creyó. Un tanto así de autocrítica y ya estaría arrojándole su renuncia al Vergara chiva y a todos esos Vergaras que pasándose de Vergaras están haciendo con usted lo que sus criadillas les dictan, con todo y Vergaras cómplices, esos medios de condicionamiento de masas que al tanto más cuanto se dedican a diluir, escamotear y disimular los errores de usted, sus impericias de mediocre irredento. Pero es que tal es la condición de los «medios»: siempre hacer lo que beneficia a sus intereses, no a los del equipo nacional. Y aunque sin margen de acción para el manejo de sus equiperos, usted creyéndosela: soy el mero mero director técnico. (Vamos, don Hugo. Vamos, México, estuve a punto de decir. El reflejo condicionado.)

No, mi señor, para director técnico del equipo nacional se precisa algo más que cachaza, que desvergüenza, que debilidad de carácter para dejarse manipular; de la FIFA, concretamente. Se requiere temple, talento y talante, decisión, don de mano, amor a la camiseta, visión de futuro, carisma, en fin, todo eso de lo que carece usted, pusilánime que habla cuando debe callar y se queda callado cuando debiera manifestarse. Ahí se le advierte lo «apenitas», señor. Y si a otros concedió Madre Natura las cualidades del director técnico que sabe ordenar y hacerse obedecer, a usted ni sus jugadores lo escuchan, por más rabietas que le provoque su carácter de vinagrillo bilioso…

¿Y qué? ¿Así piensa o pensaba trascender, entrar a la historia del clásico pasecito a la red? Como no sea con el triste prestigio que acarreó José Antonio Roca cuando, en el Mundial de Argentina, logró para la selección mexicana el último sitio de la clasificación. ¿Así quiere usted pasar a la historia? Tenemos también a Ortiz Rubio, el Nopalito, pero ese no sé que equipo entrenó. Por último, señor Hugo Sánchez: cuidado, mucho cuidado. La Volpe está ahí nomás, tras lomita. La Volpe no se ha ido, anda suelto, y él sí tiene el carisma que a usted le falta, y personalidad, y el poder de convocatoria..

Ya escucho su réplica: yo congrego cientos, millares en torno mío. Pues sí, pero esos son guardaespaldas, y más allá de los tales, ¿cuántos aficionados congregaría en el zócalo capitalino? En el Goloso de Santa Úrsula, quise decir. Y más allá del copal que le queman algunos «medios» alcahuetones por conveniencia, La Volpe lo viene exhibiendo en su verdadera dimensión, y con sus hechos afirma que él es el verdadero estratega de la selección nacional. Y una mala noticia (para usted, para mí, para la Perra Brava): el Prozac para nada sirve; con el antecesor demostró su inutilidad. Tal vez calme los nervios, pero una aplastante mediocridad no la cura. Conque, señor Hugo Sánchez… (En fin.)

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