Gasolinazo, carestía global, neoliberalismo, temas de requemante actualidad y altamente dañinos para las masas sociales. Sus efectos los oí la mañana del domingo pasado en la viva, quejumbrosa voz, de dos de sus víctimas, vecinas ambas del edificio de Cádiz: la tía Conchis y Gloriella Godínez. Aquí, de memoria, reanudo su diálogo.
– Yo digo que tu viejo se mantiene en activo; si no del acto carnal, sí cuando menos en materia de empleo, que lo tiene y lo conserva, por más que sea medio pinchurrientón. ¿Cuántos salarios mínimos, Glorietita..?
Yo, a discreta distancia, oyéndolas. De repente, en La Porciúncula, la parvada de campanadas. La misa mayor. «¿Cuánto de aguayón con bofe crees que vaya a conseguir con dos méndigos salarios mínimos?» Y válgame, que ahí entraron al espinoso terreno de las confidencias: «¿Tú a quién se lo fuistes a dar? La neta, Glorietita«.
– No me sonrojes. Supiera mi Lencho que fue plato de segunda mesa, que mi virginidad se la fui a dar al fulano equivocado…
– Yo me refiero a tu voto. No se lo habrás ido a dar a otro fulano equivocado, que nos esté embombillando nabos y rábanos con un aumento de este grandor. Descárate, total, el daño ya está hecho-La otra suspiró. Agachó la cabeza: «Qué pena. Se me cae de vergüenza. No lo divulgues, porque en el barrio me linchan, y con razón. Ay Conchis, lo mensa cuándo se me va a quitar, siempre dándoselo al tipo equivocado. Pendeja que es una. Cómo dejé que la tele me viera toda la cara con aquello de que el Peje era un peligro para México. Qué pena que se lo fui a dar al del kilo de tortillas a 15 pesos. Si me arrimo al confesionario, ¿alcanzará perdón un pecado así de mortal? ¿Ya estaré excomulgada, Conchis..?»
Suspiró. A mil decibeles, el merolico: «¡Naranjas de jugo y para jugo marchanta!»
Así, camine y camine, las vi llegar a la primera estación del viacrucis. El tenderete de la carne. Se santiguaron. La tía Conchis: «¿Sus pellejos a cómo le amanecieron, déme razón?»
– Unos fruncidos, otros arriscados. ¿Por qué la pregunta?
– Los pellejos de res, lépero.
Y pues que a tanto más cuánto, y que no friegue, quién decretó esos aumentos, y que usté sabe quién, que pa’ qué nos hacemos güeyes. ¿Se va a llevar sus pellejos? A tanto los 100 gramos. «¡Óigame, ni que fueran los pellejos de la Pinal, los de Ratzinger. Mejor me enseña sus menudencias!»
– Enseñando y enseñando al unísono -puestero cábula.
– Yo apenas acabalo pa’ una pizcacha de bofe. ¿Es de res, oiga, o relincha? No luego me vaya a rebuznar en el grueso, ya a la salida
– Ay, señora, perdón, qué pena- Alcé el botín del tenderete de la lencería desplegada sobre la banqueta. Negros, caladitos o color mamey. A10 mil decibeles, el merolico: «¡Juntos trabajamos para que el campo mexicano sea un campo ganador!» Glorietita: «Olvídate de la carne y demás extravagancias exóticas, mujer. Yo y los míos de aquí pal rial, vegetarianos. A mi Lencho y a los bodoques les voy a preparar una ensalada César. Pero válgame, ¿ya vistes los precios de las yerbas..?»
Azoradas, pajareando. «¿A cómo su colita? Colecita, no me la vaya a alburear.» Y que a tanto, moneda nacional. «Es que es col de Bruselas«.
– Cotíceme la pura col. Bruselas me la vende otro día ¿Y sus dientes?
– No cubre precio. De oro, mire. ¿Sabe a cómo se cotizan en la bolsa?
Y que dientes de ajo, y que con dos salarios mínimos ni para rabos de cebolla. Los puesteros, divertidos con los apuros de las marchantas. «¡Mire a cómo amanecieron lechugas, cebollas, ajos!» Y fue ahí. El de los mameyes:
«Oigan, ¿de veras quieren ajos y cebollas?» «Y gratis les salen, el de los chiles. Nomás póngase a gritar: ¡Que viva Mario Marín! ¡Arriba Mariano Azuela, con toda su Corte Suprema!» El pescadero: «¡Con que le avienten una porra al Plan México y al Vamos México!» El de los jitomates: «¡Órale, griten viva Fox con todo y los jijos de su reverenda Marta!» Yo, el reflejo condicionado: «¡Con sólo que griten: viva Calderón!» Lo dije, y aquí aullaron los perros; allá, a Don Goyo se le chispó la mayor fumarola del siglo. (Válgame.)