¿El aletazo de la muerte..?

Quiero decir: ¿se me estará llegando la hora? Porque de otra manera no me explico esta sensación de lejanía, de tristura, de indefinida melancolía y el traer (a mal traer) cortado el humor y el ánimo contristado. La noche del fin de año fue de calosfríos y tristuras, y unas remembranzas que me tornaron a mis tiempos muchachos. Y aquel repentino suspirar. ¿Efecto del fin de año..?

Pudiera ser, por más que hasta hoy no me había dado por hacer examen de conciencia de lo que ha sido mi vida hasta hoy. Sintomático, el que haya vuelto a creer en milagros, y cómo pudiese ser de otro modo; hoy que a lo imprudente me acerco a la Gran Interrogante digo entre mí: ¿cómo no creer en milagros, si a lo repentino me descubro creyente de todo lo celestial que me troquelaron en el seminario, inmune al inmundo espectáculo que escenifican esos desbozalados cuya conducta pudiera convertirme en ateo? Sí, los politiqueros (siempre a favor del Sistema y en contra del paisanaje): los Rivera Carrera, Arizmendi y Suárez, y el golfista taurófilo, bebedor pri-panista, calderonista logrero y obispo en sus tiempos perdidos, Onésimo el de Ecatepec. Y créanme: tanto daño a las masas no lo hace ni el fundador de los Legionarios de Cristo, el presunto paidófilo padre Maciel, que arruinó a muy pocos frente a lo que esos altos prelados católicos arruina el país. Laus Deo.

Achaques de la quinta juventud; a resultas del año nuevo ahora me dio por lavar, almidonar y planchar mi conciencia, de modo tal que comienzo por extender mi perdón a todos mis amigos, y el agradecimiento a la bondad, la lealtad y la fidelidad generosa de mis enemigos. Por cuanto a los gobernantes de mi país, tarde lo reconozco: cuan equivocado estuve con Ernesto Zedillo. Yo, por supuesto, no voté por él. Mi voto fue en contra, pero pasó más el voto del Innombrable a favor (Salinas). Yo, a la hora de las capitulaciones, y aunque por su culpa no traigo cash, le doy mi perdón. Zedillo me embobilló un Fobaproa que ni bitoque de lavativa. Pero total, con poner flojitos los músculos. La factura (del Fobaproa, no del bitoque) todavía la estoy pagando, pero un consuelo me queda: ya no por mucho tiempo, que ya me voy a morir. Por cuanto a Salinas, que nada tiene de innombrable…

Yo lo perdono, al muy orejón. Nagual de Reagan y la Tatcher juntos, el pelón nos metió (ay, Dios); nos metió, digo, esa bestia rabiosa que es el Neoliberalismo, con lo que nos dio en toda la mother-nización. Ya lejos de todo, y de todo tan cerca, al De la Madrid que nos enjaretó al mother-nizador lo perdono, como perdono al que nos impuso al propio mediocre de las cejas alacranadas. Yo, porque las tengo más tiernas que Sasha Montenegro (las telas del corazón), con mis tiernas perdono a López Portillo, dondequiera que lo tenga a estas horas, ojalá que donde sospecho.

Pero calma, no alebrestarse. Demagogo fue, y populista. Petrolizó la economía
del país, elevó hasta la náusea la deuda externa, propició la inflación y peor, todavía: escribió Mis tiempos, y lo peor de lo peor: las publicó. Pero yo lo perdono. Qué milagros no obrará un examen de conciencia cuando la estremeció el aletazo de la muerte..

Echeverría: dañero mayor; sus políticas populistas empobrecieren presente y futuro del país, y peor todavía: LEA fue el cerebro gris de las guerras sucias, guerras puercas, guerras frías y las guerras de baja intensidad que el autoritarismo instrumentó desde la década de los 50s. Echeverría, exterminador de las verdaderas izquierdas, a las que asesinó con la cooptación de esas sanguijuelas talamanteras que hoy desmantelan el Sol
Azteca
. Los Chuchos de Nueva Izquierda y Cía, profesionales de la cultura de la derrota…

Díaz Hordas: en el filo de una daga se anda paseando la muerte. Tlatelolco, Plaza de las Tres Culturas, Brigada Blanca, helicópteros, luces de bengala, almacigo de cadáveres. Campo militar. Díaz Hordas. MM, Zedillo, Salinas y Cía. Yo los perdono. Con un poco que me apuren, le pido perdón…

Pero no equivocarse. No es el miedo a la muerte Es que media vida la pasé renegando de los pri-gobiernistas, execrándolos como bestias apocalípticas que, sin la más pequeñaja de las cualidades del estadista, se dedicaron a medrar, a depredar, a arruinar al país. Yo era el equivocado; no en mi rencor contra tan funestos gobernantes, sino porque creía, iluso de mí, que después de la jauría de los tricolores no podría encaramarse a Los Pinos alguno peor. ¡Y se treparon Fox, la Marta, su sucesor! (Dios.)

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