Y aconteció que cuando hubo Isaac envejecido, y sus ojos se ofuscaron quedando sin vista, llamó a su hijo Esaú, su hijo mayor, y díjole: «Hazme un guisado, y comeré, para que te bendiga mi alma antes que muera».
Y Rebeca estaba oyendo, y habló a Jacob su hijo: «Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos, y haré de ellos viandas para tu padre. Se las llevarás, para que te bendiga antes de su muerte». Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú, y vistió a Jacob, e hízole vestir sobre sus manos y sobre la cerviz donde no tenía vello, las pieles de los cabritos. Y comió Isaac, y bendijo a Jacob, y el fraude tramado por su madre, Rebeca, fue consumado.
Esto aconteció porque Isaac, hombre del pueblo, era viejo y burriciego, y porque en lugar de asumir sus obligaciones en la propia casa, toda la autoridad la había delegado en Rebeca, mujer ducha en toda suerte de engañifas y transas. La cual, con el fraude perpetrado, a Esaú despojaba de su primogenitura y herencia material en beneficio de un Jacob inescrupuloso que se agandalló todo lo obtenido de tan mala ley, y que aun se permitía repetir, el muy cínico: «Haiga sido como haiga sido…» Dios…
Pero Esaú regresó, y prepara el guiso y lo ofrece a Isaac, el cual se dio cuenta del fraude, y así se dolía: «Pobre de ti, pero lo hecho, hecho está, y nada hay más que lamentar la conducta del par de transas: Rebeca, en la que delegué mi autoridad, y Jacob el impostor, que ostenta una primogenitura postiza Como me ven mansito, pero ya mero que me levanto y les forjo una mega-marchita de un solo hombre, y de la injusticia Dios hable por ti».
-¿Dios? ¡Es mi espada la que hablará por mí! Déjame ir, que tengo el sano propósito de matar al bandido.
Esto lo escuchó Rebeca, y temiendo que Esaú ejecutara su venganza por el engaño de que había sido víctima, tramó un nuevo plan, tan torcido y tan sucio como el anterior e igual de siniestro, que de inmediato comunicó al hijo cómplice. Ambos lo ejecutaron puntualmente, y fue como sigue:
Pululaba en la tribu una mafia de facinerosos de pésima reputación y renegridos antecedentes, pandilla de aventureros amantes del logro y de la engañifa, peritos en la simulación, que medraban de la venta de conciencia al mejor postor. A tales bellacos Rebeca manda llamar, y ya en su presencia les expone el plan, y ellos le exponen el precio, y al término de un vigoroso regateo, la mafia nueva-izquierdosa se dispuso a ejecutar el plan, y entonces…
Esa noche el hogar de Isaac y Rebeca fue estremecido por grandes gritos. «¿Y esa escandalera? ¿Mi hijo Esaú aplica un justo castigo al impostor?» Zalamera, Rebeca: «Cálmese mi amado señor. Son los muy fieles amigos de vuestro Esaú, que han venido a manifestarle su indeclinable lealtad. Duérmase en paz, señor mío».
Y sí, los gritos salían de los malandrines, que habían penetrado a la habitación donde Esaú dormía, y blandiendo sendos garrotes lo aporreaban y a grandes voces gritábanle:
«¡Estamos contigo, bienamado Esaú. Para nosotros tú eres el legitimo. Al impostor nunca habremos de reconocerlo!» Y guiñaban el ojo y sonreían al ilegítimo, y venga, garrotazo tras garrotazo en la testa de Esaú. «¡Todo lo que tú hagas tiene nuestro respaldo! ¡A donde vayas iremos contigo! ¡Al impostor todo nuestro desprecio!» Y sonreían al susodicho. En su lecho yacía un Esaú privado del sentido, y entonces…
Óiganlos. Encabezados por el inspector y tal como lo planeara Rebeca (la autoridad), los bellacos saquean la casa, y el ruido lo escucha Isaac, y a grandes voces clamaba: «Algo ocurre en mi casa Estoy ciego, pero no sordo, y me espanta semejante alboroto. Anda ver de qué se trata, Rebeca«.
– Tranquilícese mi señor, que ahora voy a apaciguar las manifestaciones de afecto y lealtad que los amigos manifiestan al amado Esaú.
Y fue y se puso a trajinar en una parte de la casa, mientras Isaac y la pandilla seguían con la depredación. Y ocurrió que ya cargados con los tesoros de la casa y antes de huir con el impostor, los nuevo-izquierdosos tenían ya los platos servidos, con Rebeca de cocinera, y se sentaron a la mesa mientras escuchaban las últimas instrucciones de la torva autoridad:
-En llenando la tripa se me van de custodios de mi hijo Jacob hasta que llegue con mis parientes. Unas buenas migajas del botín serán para ustedes.
La noche estalló en ladridos de todos los chuchos. En brama.. (Y ya)