La «pareja presidencial», mis valedores, o lo que es lo mismo: una desaforada carrera de rapiña y depredaciones al arrimo del poder. El «mandatario», tan zafio cuanto inescrupuloso, a base de una incontinencia verbal y una proclividad al embuste, afeitó su gobierno como el del progreso y la prosperidad para los gobernados, mientras sañudamente los empobrecía con su impericia y rapacidad. Ella, una arribista y logrera insaciable, trastornada por el poder, hizo del recinto presidencial una cueva de bandidos y financió con los dineros de todos, que deberían destinarse al beneficio de todos, lujos, derroches y dispendios de nueva rica El de la avariciosa fue el reino del oropel y los fuegos fatuos, una corte de los milagros donde medró con todo y su prole con la voracidad de la trepadora. Trágico.
Pero quién lo creyera: para el par de insensatos sonó la hora de la ley, y para las masas la de la justicia. Tintes de irrealidad, son llevados ante el tribunal. La acusación del fiscal: «Haz conducido al pueblo a la pobreza».
El acusado: ¡Frente a este golpe de estado no responderé!
El fiscal:- ¿Qué razones te impiden responder?
La acusada reflexiona: «Me pregunto lo que mis colegas intelectuales de este
país van a decir cuando escuchen esto».
El acusado denuncia a otros países de injerencia en los asuntos internos «para desestabilizar al país y luchar contra la soberanía y su independencia».
El fiscal:- ¿Por qué has humillado al pueblo? Los campesinos que hacen el pan venían a las ciudades a comprar pan. ¿Por qué has hambreado al pueblo? Tú una cosa en el papel; tú decías una cosa, pero la realidad es otra. El plan de destrucción de las aldeas, ¿has pensado en eso..?
El acusado:- Nunca como hoy había habido una riqueza tan grande. He construido hospitales, escuelas, ningún país en el mundo tiene esas cosas.
El fiscal: Mientes. Nada de eso existe en el país que mal gobernaste
El acusado: «Es un provocador».
El fiscal, a la reo; «Quizá tú seas más cooperativa y nos hables de tus lujos y derroches, del enriquecimiento de tu prole. He visto la estancia donde vivían. Hay una báscula de oro en la que pensaban carne importada del extranjero. Háblanos de tus cuentas en bancos suizos».
La aludida- No firmaré nada He luchado por el pueblo, nuestro pueblo.
El reo, al fiscal: «¡Yo no soy inculpado! ¡Yo soy el presidente y comandante supremo del ejército! ¡Tú debes respetar la legalidad».
Los dos acusados tienen miradas aterradas…
La voz acusadora «Haz humillado al pueblo. Falta de alimentos, de medicamentos, de electricidad. Haz reducido al pueblo a la pobreza mientras tú y tu mujer tenían salas de baño lujosas, daban fiestas brillantes, y el pueblo no tenía más que su pobreza sus necesidades, que tú, en lugar de remediar, agravaste. Has saqueado al pueblo y lo niegas. Señores representantes de la justicia señor presidente, respetable tribunal: vamos a juzgar a «la pareja presidencial». Ambos han cometido actos incompatibles con los derechos del hombre y actuando contra el pueblo. Durante años, el pueblo tuvo que soportarlos a ustedes por miedo a ser detenido en cualquier momento. Hay personas instruidas, verdaderos sabios, que han abandonado el país para huir de ti. ¿Quién ordenó disparar contra inocentes?
El acusado mira la hora en su reloj. El fiscal: «Es difícil tomar una decisión cuando los acusados se niegan a reconocer el genocidio en años de crímenes. Pido para los acusados la pena de muerte».
Se da lectura al acta de acusación: genocidio, atentado contra la economía nacional, dirección desviacionista atentado contra el poder del Estado. El fiscal dice al escribano que registre. Una voz anuncia que el tribunal va a retirarse para deliberar. El tribunal, siempre invisible, se levanta Ruido de sillas. Después de un momento regresa a la sala Sigue una interrupción y luego se oye de nuevo la voz del fiscal: «En virtud de los artículos (los enumera) del Código Penal, el tribunal militar excepcional condena por unanimidad a los acusados al embargo de todos sus bienes y a la pena capital. Sentencia dictada hoy, 25 de diciembre».
El acusado: Yo no reconozco…
El fiscal: La sentencia es inapelable
Cambia la imagen. Una vereda de cemento, con su paredón al fondo. Se ven dos cuerpos caídos. La cámara se acerca hasta encuadrar el busto y la cabeza del hombre Hay sangre e impactos de bala en el muro. También se ve claramente un balazo en la cabeza de ambos. El tiro de gracia Y ya
Tal fue el final de la «pareja presidencial», Nicolae y Elena Ceausescu. Budapest, Rumania 1989. México, hoy (Los Fox.)
méxico el país de la justicia divina, así los culpables de nuestras pobrezas y nuestras desgracias nacionales estarán más allá de la justicia de los hombres, juzguemos a la luna, al cambio climático y a las admoniciones del juicio final anunciado en el apocalipsis, ¡a esos culpables de nuestras desgracias hay que llevarlos al paredón!