Apague la TV y encienda un libro

Un rasgo común entre un joven europeo que ataca con bombas incendiarias y el muchacho que asalta y viola en un microbús: ambos son incapaces de ponerse en el lugar de los demás. Sin la oportunidad de leer, su imaginación y su sensibilidad quedaron muertas…

(J Emilio Pacheco, escritor.)

Y perdonando la curiosidad, mis valedores: ustedes, durante los casi diez mese que van del año, ¿Cuántos libros leyeron? ¿Cuántas horas dedicaron a la lectura? Y a ver la televisión, ¿cuántas horas? ¿A cuál de los dos ejercicios (leer, ver TV) favorece el balance? Entonces, ante el resultado que yo sospecho, rindámonos a la evidencia: Cada uno de nosotros, en cuanto humano, es lo que su espíritu es, y su espíritu es eso que le dimos por alimento. Y entonces, la conclusión: somos idealistas o somos mediocres. Sin vuelta de hoja. Sin cambio de canal, más propiamente…

Y luego por qué somos como somos; por qué estamos como estamos; por qué nos damos semejante gobierno, por qué lo aceptamos y lo soportamos; por qué, debatiéndonos en tan mortificante crisis global, nos mostramos negados para pensar, y entonces crear esa estrategia que nos lleve a darnos un gobierno aliado al que obedecer como sus mandantes. ¿No está ahí, mis valedores, la explicación del por qué nos hemos atornillado en el puro reniego y la pura mega-marchita, que de pura no tiene nada? Ah, este nuestro país que así exhibe tan siniestro balance entre el ejercicio de la lectura y el de las horas que dedicamos aplastados a dos nalgas frente al cinescopio, en una postura que remeda la de El Pensador de Rodin, pero que en materia de intelecto es la postura del lugar excusado…

Y hablando de leer, mis valedores: ¿alguno de ustedes ha leído a Kafka, o lo citamos como al Quijote o a la Biblia, por imitación vil? Que esta situación es kafkiana, y que si Kafka escribiese hoy día acerca de México su literatura sería costumbrista, y tonteras de ese calibre. Los mediocres son temerarios, y no les arredra ponerse en evidencia como ignorantes que piensan con cabeza ajena y sólo repiten opiniones y conceptos que escuchan en los diversos medios de condicionamiento de masas…

Uno, mediocre e ignorante, ayuno del más elemental sentido de recato y autocrítica, es ese de triste memoria como presidente del país que hoy, tragicómica figura del esperpento y la picaresca política, sigue causando lástima y vergüenza ajena. Sí, un Vicente Fox que a medias de su sexenio se permitía la desmesura de llenarse la boca con citas de «José Luis Borgues«, al igual que la «señora Marta«, tan zafia e ignorante como él, convertía a Rabindranath Tagore en «La Gran Rabina Tagore«. También Kafka iba a pasar por el bochorno de la cita por parte del ranchero de Hummer y Jaguar blanco, y aquí me parece válida la aclaración:

Desde Alvaro Obregón y Plutarco Elias Calles hasta Ernesto Zedillo todos, en los seis años justos de su mandato -ni tan justos, la mayoría-, jugaron de forma espléndida el papel del personaje que aparece en Al otro lado del espejo, de Lewis Carroll: Humpty-Dumpty (una gran cabeza en forma de huevo de la que sobresalen dos bracitos y un par de zancas como popotes), que se proclamaba soberano del salón vacío donde Alicia fue a toparse con semejante parlanchín surrealista que ventoseaba palabras sin sentido y sin hilación, y al que Alicia se atrevió a contradecir.

– Pero «gloria» no significa «un hermoso argumento apabullante», ni poseen las demás palabras el significado que usted es confiere. El problema está en cómo hacer que todas esas palabras signifiquen tantas cosas diferentes. Ese es el problema.

– No, contesta Humpty-Dumpty; el problema sólo radica en saber quién tiene el mando y el poder en sus manos…

Sin más. Y mis valedores: de Obregón a Zedillo las palabras que pronunciaban al opinar de todo y de todos, muchas veces a lo disparatado, en sus labios de poderosos eran la ley. Ellos, autoritarios, decían la última palabra, y esa palabra se respetaba. ¿Pero Fox? ¿Respetar a quien como titular del Ejecutivo se negó sistemáticamente a inspirar el menor respeto? Hoy, como ayer, Fox dice blanco y yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos, y sobre todo la realidad objetiva, le gritamos que está equivocado; que miente, de plano. «¡Cállate, chachalaca..!»

Ahora, ya el Humpty-Dumpty Fox sin trono ni reina, que no sea una de masquiña y utilería, sigue abriendo la boca, lástima, y ventoseando aquí, allá y acuyá, su diarrea de dislates, Dios. ¿Cuándo, cómo, dónde y por qué el vendedor de coca-colas citó a Kafka? Esto ocurrió hace tres años, en su enésima pugna con el Legislativo, (lo cuento mañana.)

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