Locatel, esa pesadilla…

Y cómo reprimir la aspaventera exclamación, si tal como les dije ayer aquí mismo, la empleada del susodicho, al ubicar telefónicamente el depósito al que hubiesen «arrastrado» mi volks, me envió en derechura al corralón de automóviles retenidos (delito federal sus propietarios, o del fuero común) por la PGR, la PGJDF o la UEDO. ¡Y lo que de UEDO me la fueron a hacer, que apenas entrando al corralón recibí, en calidad de sospechoso, la calentada del trío de Blue Demon! «¡Cuál de estas es tu unidá! ¿En cuál cometistes el crimen! ¡A ónde trasladastes al secuestrado! ¿Lo asesinastes, bato? ¿Le mochastes los dedos? ¿Onde cometistes la inhumación clandestina? ¡Confiesa, carbón..!»

Yo, temple de acero y bandolero corazón, desmorecido en un charco de lágrimas con la cesión de mi cartera logré convencerlos de mi inocencia «Uh…ta ya lo andábamos pasando ora sí que a perjudicar, mi estimado. ¿Por qué no va a la delegación pa’ que le informen de su nave.?» – Me soltaron bañado en sudor. Me sudaban ojos y cráneo, cóccix, boca y entrepierna, que todo yo exudé sólidos, líquidos y gaseosos. ‘Tero no hay fijón, ¿verdá?», el jetón. Un cacho de estopa: «Órale, mi estimado, una manita de gato». Me la di a lo apresurando, que me urgía resucitar de entre los muertos. El panzón del diente de oro y la mano pesada me acompañó hasta la salida Resoplaba El calor, pretextó. El ejercicio violento. «Y como me agarró frío, ¿verdá? Se imponen los chescos, ¿no, mi estimado..?»

Se impusieron. Yo entonces, despavorido, huí a campo traviesa y crucé lotes baldíos y terrenos alambrados, brinqué bardas con filos de vidrios y avancé pajareando en procura del barrio, la calle, la civilización, lo humano, la vida Iba haciendo pucheros. Rezando. Yo, el recién resucitado:

– ¡Libre! ¡Ese taxi! ¡Párese, por vida suya.!

Se paró, y a la delegación; a preguntar por el depósito donde hubiesen internado el desdichado carcachón. Y aquello fue deambular de departamento en departamento, de oficina en oficina de escritorio en escritorio, de burócrata en burócrata «¿Su qué, dice? ¿Vehículo? No, fíjese que no es mi ária y ya casi es hora de checar. Donde le informan es en Locatel«.

Me estremecí. Les expliqué. Les mostré mi lengua, que en la calentada me mordí. Les mostré un cacho de nalga, que me mordieron. ‘Pos sí, pero aquí no. Mire, chance y…¿ve al viejito del escritorio junto al archivero?»

Mis valedores: a Kafka muchos lo mientan sin conocerlo. Yo, acucioso lector de El Proceso, El Castillo y varias más, puedo decirles que esa mañana de miércoles fui el José K. del alucinante enredo donde nadie se reconocía como mi interlocutor. Y toqué fondo. Al fondo, el barbón: «No, aquí no. Sí, esta es área de carros, pero de camotes, de jodogs. Ora que si mete un escrito…»

Exploté. Yo, que sólo me atengo al convencimiento de la racionalidad y la lógica me exasperé y acudí al último de los recursos, el de los pobres de espíritu: que le encuero la de periodista «¡Y en Radio UNAM los voy a exhibir de ineptos, mediocres, burócratas..!»

Ájale. ¡Vade retro, Satán! Ante el fulgor charolado el de las barbas brinca acciona el radiotransmisor, y en clave, para mí indescifrable, el diálogo con el incógnito burócrata de algún ignoto corralón;

– Aquí pareja un N-64. Quezque no sé qué de un S-57, y anda apantallando con una Q-26, el muy R-56. Chéquemele si tenemos ahí un T-16. Sí, mire: que el miércoles se lo arrastraron, verdá. Chéquemelo, o sea..(La voz del otro, inaudible) Sí, pareja de volón, pero revise su B-25, no nos resulte el mono un 863, ¿ve? (Yo, de G-27, aguardando.) Sí, mire, voy a aplicarle un N-94, por si haiga cometido algún M-56 con agravantes, pero se ve que es gil, o sea un típico G-41, ya rucón, medio sub guey. ¿Eh? No, qué va Un pobre D-36. Ni pa los cigarros, pareja Pero usté revise su lista de los más buscados, o sea Luego resulta que uno con facha de vil R-69 nos va saliendo que es un Ch-36, y hasta extraditable Démele una checadita a su D-46, plis. No, manso, mensurrón, inofensivo. Un típico G-4L.

El G-41 típico (este servidor) ahí, aguardando de pie, la N-13 reseca (la boca), y de lija la J-69 (la lengua). ¿Y si aviento el N-28, o sea el arpa, y que se queden con mi Z-46? Pero no, que ahora se trataba de una cuestión de honor, pundonor, dignidad, y no iba a dar gusto a una punta de C-39. Mis valedores:

Ya en la cochera reposa mi Z-46. Sucio, desvencijado y con tales calambres de espanto que al querer arrancar se ahoga No, y su pobre U-64 (el sistema digestivo y el mofle): hedores con diarrea de aceitosa bilis. Lo estoy observando y… lástima Lástima, sí, ¡pero triunfamos sobre la burocracia de mi país! ¿Y ahora, mis valedores? ¿Ahora encarar todas las obligaciones del nuevo reglamento de tránsito? ¿Y mis derechos? ¿Esos qué? Cada vez que busque mi carcacha en algún corralón, ¿la pesadilla? (¡Locatel!)

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