Mis valedores: ya estoy bien. Ya mi salud, como relojito. La bilis desparramada por donde pudo ya se chorreó. Pero después de experiencia así de traumática (mira, mira) rogué a mi única que nunca de los nuncas ironice con la justicia de mi país, y menos delante de unos funcionarios de la General de Justicia, la PGR, y mucho menos si andan borrachos, y muchísimo menos si exhiben una extraña euforia y traen los ojos como los traían, que antes del incidente le hice notar a uno de ellos: «Trae sus ojos muy rojos». Y él: «Sí, pero nomás lo blanco…»
Fue el viernes pasado, y todo se originó en la justicia de este país. Mi única y yo comentábamos aspectos del esperpéntico caso Ye Gon, cuando en eso que los veo entrar por esa puerta, tambaleantes de cacardiosidad, preguntando por un mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. Como panistas se identificaron, y funcionarios de la PGR. Por cuanto a mi primo, él ausente. «¿No se lo toparon en alguna piquera de por los rumbos de la esquina que domina, Violeta con Insurgentes?» (Así que los pripanistas en plena concertacesión Allá ellos. Y acá nosotros, los perjudicados con tan radioactiva simbiosos…
Y fue entonces, insensato de mí: acepté que lo esperasen, y tuve que presenciar
cómo uno de ellos, a lo sigiloso, de la pretina del pantalón desenterraba la de a litro. Y válgame, que aquello fue chupetear mientras ventoseaban tantos elogios al de Los Pinos (¡imagínense!), que mi única, malhumorada por la presencia de especímenes tales, ya no pudo aguantar. A quemarropa: «Bueno, y si tantas cualidades advierten en el de Los Pinos, y tanto ponderan Justicia y Ley de Transparencia, ¿cómo van las investigaciones sobre las presuntas sinvergüenzadas de distinguidos pri-panistas como la honorable familia de Arturo Montiel y los hijos de toda su reverenda Marta, los Bribiesca Sahagún…?»
Ajale. Los vi desestabilizarse Detrás de sus lentes el flaquillo se encrespó, y tras el amamantón al ánfora me señaló con el índice, y sus niñas bizqueaban -las de sus ojos: «Son ustedes, los según esto pseudo-periodistas, los culpables de que los asuntos de la Justicia se politicen, y así nomás no. ¿Verdad, licenciados..?»
– Sí, cierto -el calvito, perfumado hasta la náusea-. Ustedes son los que obstruyen y desestabilizan el curso de la justicia.
A propo -el gordito de los lánguidos modales-, ¿me pasan el agüita mineral? Ay, licenciado Campa, pues qué marranilla nos está ofertando…
– Yo quisiera, verdad -quiso el barbón de la corbata magenta-; yo quisiera que aquí el pseudo-neo-comunistoide.. Es pariente de usted el licenciado Jerásimo, ¿no?
– Pero muy lejano. -Sentí que mi rostro enrojecía.
– Yo quisiera que usted se diera un volteón…
– ¿A mi edad..?
– Un volteón por la PGR Yo estoy seguro de que en una sola sesión lo convencemos de que nuestro método justiciero es pronto y expedito. Moralización. ¿No, colegas? Pasando el pomo.
Madrugada. Fatiga. Licor. Tabacos. Pestilencia Recién desempacada de Ciudad Ixtepec, mi única miró el reloj. Tensa su voz:
– ¿Moralización? ¿Una vez más le andan jugando al embuste de la moralización?
«Renovación moral», como la del mediocre anterior, el Nopalito De la Madrid?
– ¡Ec-sac-to! Pasando el ánfora, que estoy desarmado. Porque, según las instrucciones que tenemos de nuestro señor presidente…
– ¡Y aquí me pongo de pie! -se pusieron todos-. «¡Caiga quien caiga!»
Cayó el vaso en la alfombra Lástima, porque estaba medio lleno (hay quienes lo ven medio vacío, cuestión de etc.). Mi única, perita en ironías:
– Que ustedes, señores de la justicia, han perdido todo rasgo de credibilidad a ojos del paisanaje, es un hecho fehaciente. Señores licenciados: ¿no será por la forma en que visten ustedes..?
– ¡Ahingáu! -Uno a otro se examinaron las ropas-. «¿Pues según usted cómo nos vestimos, señito?»
Y el condenado Jerásimo, que no llegaba Mi única, su humor quebrantado: ‘Yo les pregunto: ¿cómo se viste el procurador?»
– Un traje normal, casimir planchado, camisa blanca y lo de adentro sepan Dios y su señora No la de Dios, sino la del señor procurador.
– Por esa ropa, precisamente, nadie cree en su justicia
Yo, en un susurro: «Nena, que me comprometes». Y ella- «Desde la masacre del Dos de Octubre hasta las de Aguas Blancas y Acteal» (Mañana)