– Grotesco, su mundo. ¿Cómo podrán vivir esos salvajes tan a la zaga de nuestra civilización? ¡Todavía son monógamos, o casi; todavía acostumbran cubrirse el cuerpo con trapos y, ¿me creerán ustedes?, su cultura culinaria aún no descubre la exquisitez del platillo de carne humana! Patético, ¿no?
En semicírculo, bajo el ramaje y a la orilla del mar, los nativos, pupilas abiertas de par en par, gesticulan ante los horrores que de las tierras exóticas les narra el recién regresado al solar, esta islilla extraviada, puntito que se confunde con una travesura de mosca en el mapamundi. (Tetas colgantes, la anciana le apronta en hojas aromáticas esos trozos de carne de rosado color…)
Caprichos del sino, mis valedores: ese de cuerpo desnudo y pelleja acharolada acaba de visitar nuestro mundo libre y democrático, y ahora retorna a su isleta. Los lugareños acosan a preguntas al Marco Polo nativo que ahora, belfos salpicados de briznas de carne (rosado color), les trata de explicar el horror de las plagas que azotan a un mundo miserable que se localiza a años luz de este paraíso bendito rodeado de tiburones por todas partes…
– Y qué plagas: radio, cine, televisión, internet y guerras, y crímenes, y neoliberalismo y pobreza, corrupción y violación de mujeres, de niñas, de niños, de leyes, de todo. Esos salvajes ponen su destino en una fementida deidad, superchería enajenante a la que, sin conocerla, le rinde culto fetichista y se viven mendigándole dones que como pedigüeños nunca conseguirán: justicia, igualdad, seguridad. En su nombre los brujos todo les prometen, pero nunca nada les cumplen En su primitivismo, los nativos la alimentan no como debe ser, con corazones sangrantes como nosotros a nuestros dioses, sino, ¿lo creerán? con dinero; montones, que al engaño de la fementida deidad los malvados brujos, con la mano del IFE, arrancan a unas masas empobrecidas.
– ¿Y cómo se llama tan perversa deidad?
– Democracia la nombran. Yo el único prodigio le conocí: que en su nombre los picaros empobrezcan aún más a los fregados y aún más enriquezcan a los que tienen más. Un solo rito de igualdad, rito grotesco, les conocí a tales bárbaros, que las masas practican en sus muladares y en alardosas mansiones los victimarios. (Abiertas, redondas, platos de peltre las pupilas nativas.)
– En parejas o en grupos, esos salvajes practican cierta orgía espeluznante: se plantan ante una mesa (sin viandas), y de la mañana a la noche y desde la noche hasta el amanecer, a enajenarse en su rito vudú. Bien puede sobre sus testas restallar la centella, y el cielo desflorarse en relámpagos y estallar la tormenta. Puede aullar en la calle la sirena de los bomberos y llegarles la lumbre a los aparejos. Ellos, en trance..
– Salvajes inmundos -se horroriza el de las horadaciones (belfos, orejas, nariz) adornadas con huesos de pescado-. «¡Bárbaros!»
– Una extraña palabreja vomita este entre dientes, y como en clave responde el otro, y alguno mira a los otros como extraviado, y suspira o rechina los dientes. Y sus semblantes: rabia, angustia, desesperación, que se trenzan con accesos de una felicidad maligna, enfermiza; y de repente el bandazo a una ansiedad mal contenida. Así horas y horas.
Que de hablar, a monosílabos; que los rostros reflejan la desaforada alegría y los impulsos homicidas; que a lo disimulado se atisban unos a otros como sospechando todos de todos, y alguno, de súbito, el triunfo. «Furiosos se advierten y al borde de las lágrimas, o serios, herméticos, enigmáticos. Qué agonía en este rostro, qué aire de triunfo en aquél, y de sentenciado al patíbulo en el otro. Y es que del rito dependen ruina o riqueza Suicidio, tal vez.
– Pues sí, pero el rito satánico, ¿cómo le llaman?
– Juego le llaman, irónico; juego de cartas. Apuestas. Las autorizó un hombrecito atacado de «sospechocismo» (un Creel que para sus nefastas medidas de gobierno se justifica: «Yo estaba en el limbo»), y acarrera carretadas de billetes a las arcas de un pobre rico lamedor de sus heridas: Hank Rhon. Dinero de las almas candidas; de los pobres de espíritu, qué les parece.
Silencio. Estupor. «Pero lo trágico: ¿ven este papel? Periódico le nombran. Noticias. Agosto. La instalación de casinos atraerá a 1.5 millones de turistas y 8,600 millones de ganancias. ¡Ya legalizaron el juego y para allá van los casinos, esos burdeles del rito satánico de la baraja, y ahora sí: a ese desdichado y democrático mundo más droga y violencia, más prostitución, y alcahuetaje de proxenetas, aún más inseguridad y lavado de dinero, y el enriquecimiento de unos pocos aprovechados contra el empobrecimiento de hordas de aturdidos. Envilecimiento global. ¿No es aquel un mundo de bárbaros». El nativo calló…
Todos, la reflexión Yo, frente a la metástasis de los desplumaderos, paso sin ver. Y que el tahúr Hank Rhon siga lamiéndoselas. Ah, Creel. (Ah, México.)