Sórdido es el negocio de esos charlatanes que con argucias de mala ley esquilman a los más pobres de entre los pobres, que son los pobres de espíritu. Lo advierte al católico «Desde la fe», del Episcopado Mexicano:
Algunos medios de comunicación se encargan de reafirmar las prácticas supersticiosas, al incluir en sus programas a astrólogos: horóscopos, recetas mágicas, etc., asi como de comerciales donde se anuncian brujos y brujas que dicen solucionar problemas que van desde el trabajo hasta conyugales. Actualmente son muchas las personas que recurren a métodos supersticiosos para tratar de obtener favores celestiales. Y estas van desde poner veladoras de determinados colores, según el favor solicitado. ¡Esto es un fraude!
En cuanto a mí: rudo el insomnio de anoche. No de lunes; para mí fue de miércoles. La obsesión me espantó el sueño: en mi insomnio aguardaba el amanecer para levantarme y con la tía Conchis lanzarme hasta algún remoto consultorio de una tal hermana Máxima, experta en huevos (de gallina, para limpias). A deshoras de la noche repasaba las frases con que el Arzobispado de México, en su semanario Desde la fe, reprueba las prácticas de astrología, que es decir de idolatría: «Lo contrario de la fe no es la razón. Es la superchería. La superstición hace que el hombre tema a la razón». Y para ustedes,católicos de mi país: «El católico que se pone bajo la protección de los espíritus comete un pecado de idolatría perversa…» (Conste.)
El pecado que yo cometería dentro de unas horas iba a ser aún más grave: de estupidez. Todo por haberme comprometido con la tía Conchis, conserje del edificio. Y qué hacer. ¿No cumplir mi promesa? ¿Soy Fox? Y fue por su culpa…
Muy de mañana enfilé la trompa rumbo a La Villa (trompa del volks). Cuatro horas después de las mega-marchas (antorchistas) y peregrinaciones (penitentes), la tía Conchis y yo nos mosqueábamos en el consultorio de la hermana Máxima, doctora «en ciencias ocultas», imagínense. Ahí, en el cuartucho que la hace de sala de espera, tristeaba el almacigo doliente de pena(s) que aguardaban turno para limpiarse la salación y entrar a la disneylandia de la felicidad. Un ensalmo, unas ramas de pirul, un huevo (de gallina), y como malas escamas que se desprendieran de una piel que milagrosamente tornaba a la vida, atrás quedarían los tercos problemas: el mal de amores, los achaques de salud. Yo, quedo: «Usted, aunque de instintos perredistas, es más o menos católica. ¿Su religión le permite estos ritos?»
– Qué conque. Saliendo de aquí nos la echamos de rodillas, la basílica.
Qué replicar a la sinrazón. El cuartucho: motivos astrales; que si la estrella de Jerusalén, que si la cruz biomagnética, el macho cabrío, la virgen, el escorpión. Y en todo lo alto, caracteres en rojo sangre: «Se hacen limpias. Ojo de venado para el mal de ojo. Pata de conejo para retirar la salación. Para que no te agarren, si asaltas. Para el mal de amores la piedra imán. Vuélvete irresistible con el sexo puesto» (sin la o).
(El viaje fue en volks. hasta donde la mega-marcha lo permitió. De ahí, el microbús, el metro. En las cuatro esquinas, el ambulantaje, los payasitos, los rateritos, los limpiaparabrisas. En el metro vendedores, pedigüeños, raterillos, musiquillos. En todas partes la necesidad, la pobreza, el desánimo, el desencanto, la exasperación. En radios a todo volumen, en teles, en diarios a toda página: robos, asaltos, corrupción.) «Le toca a usté, seño. Por acá, si me hace el… cuidao con esa cortina, no se acabe de rasgar. ¿El bigotón también?»
La hermana Máxima. El consultorio en penumbra. Olor a sándalo y pies, a yerba macerada y sobacos, parafina, entrepierna sudada. «Hermana, ¿qué aflige tu corazón? ¿Cambiar tu destino? ¿Conocer tu pasado, tu porvenir? ¿Trais mal de amores? ¿Deseas sacártela, la lotería, el melate, el ráscale..?»
– Esta condenada salación, hermana. Una limpia, o sea…
– Orí ta te la retiran los astros. Te me vas a poner en suerte. Tu ropita…
-El salado es otro.
– Ah, el bigotón. Túmbese los pantalones y se me coloca en cuatro.
– No, otro. ¿Me puede hacer una limpia a control remoto?
– Puedo, hermana, sólo que los astros necesitan una foto de tu saladito.
Fue entonces. La tía Conchis abrió aquel bolsón de plástico y sacó un largo rollo de cartón. Como Juan Diego de chai y peinado permanente, lo fue desenrollando ante la «maga». «¿Le servirá esta foto..?»
¡Me asombré! La del diálogo con los astros observó el cartelón. Lo extendió sobre una mesita, le prendió cuatro veladoras. «Sí me sirve. Procedamos a proceder con la limpia…»
Mortecinas, las cuatro luces mal alumbraban al que entre Fox y todos nosotros hemos terminado por salar: un mapa de México. (Mi país.)
Divertida fabulilla , se necesitan muuuchos huevos para limpiar la salación de este país. y a propósito quiero invitar al Valedor y asus contertulios a conocer la propuesta de una Feria escéptica