El muro, que data del año 100 a.C. recrea el nacimiento, la muerte y la resurrección del hijo del dios del maíz, al tiempo que ofrece el sacrificio de sangre de sus genitales. (Con esa sintaxis, La Jornada del pasado miércoles.)
Y créanme, mis valedores: tal descubrimiento, que tanto me conmovió, tiene o debiera tener para todos nosotros una importancia fundamental, porque narra el origen mitológico de nuestra raíz aborigen. Tras de leer la noticia revisé los conceptos que escriben estudiosos diversos acerca de Quetzalcóatl y la ceremonia de creación del hombre americano. La síntesis:
En el principio era el verbo, son las primeras palabras del evangelio de Juan, y la leyenda de la creación del hombre americano: en el principio era el Principio Supremo, que se nombra Ometeotl y participaba de lo masculino y lo femenino. Este Principio es el resultado de la unión de dos esencias integradas de polaridad opuesta: Ometecutli y Omecíhuatl, pareja inicial nombrada también Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl.
De Ometeotl se gestaron los cuatro Tezcatlipocas, que son el obscuro, el rojo, el azul, Huitzilopochtli y el blanco, Quetzalcóatl. Este héroe mítico fue el creador del hombre americano y guarda reminiscencias del Prometeo griego, que a esa Humanidad regaló el fuego, principio de civilizaciones, culturas y bombas de hidrógeno. En fin. Quetzalcóatl.
En su empresa de formar al hombre americano descendió el Progenitor hasta el Mictlán, asiento del eterno reposo, «donde todo se regenera para ser trasmutado en nuevas formas de vida». En el inframundo recogió los componentes necesarios para forjar una nueva generación humana con los huesos de las humanidades pasadas, que mezcló hasta formar cuatro masas y los cinco atoles creados con el maíz de cinco colores que previamente había sustraído de la entraña de unos denominado «Cerro de los Sustentos».
Lo del maíz se le vino a ocurrir cierta vez en que observó a una hormiga negra en el instante en que se internaba en un agujero del «Cerro de los Sustentos». Metamorfoseado en «hormiga roja, Quetzalcóatl la siguió hasta dar con la oquedad donde las hormigas guardaban granos de tlayolli. Tomó cinco granos de colores diversos, y al regresar a la superficie los sembró en el regazo de la madre de las diosas, Tonantzin, a quien también se nombra Cihuacóatl, mujer serpiente.
Ya con las cuatro masas y los cinco granos de maíz, el Formador los mezcló con los huesos molidos de las generaciones predecesoras, y enseguida sangró su miembro y con la sangre dotó a las masas del líquido precioso de la vida. Así, con el amasijo de color rojo formó el licor sanguíneo que anima a los hombres; con la masa de maíz blanco creó los huesos, y los tejidos con el maíz amarillo. La masa de maíz azul fue la materia prima del espíritu. Así, relata la leyenda, fue creado por Quetzalcóatl el Hombre Americano, y ha sido así y desde aquel entonces como la diosa madre Tonantzin, con los cinco atoles, alimenta a la nueva humanidad, y esto porque en el maíz se amalgaman las siete serpientes, que vienen siendo las formas
de energía de todos los elementos de la naturaleza.
Tal era el principio de la nueva humanidad, cuyo conocimiento los hombres se transmitían, en códices y de forma oral, de una generación a la siguiente, y esto hasta aquel día aciago para los meshicas, cuando un día de agosto, de repente, en la cuenca de México-Tenochtitlan se produjo la demoledora irrupción de quinientos y tantos españoles y miles de indígenas de Chalco, Tlaxcala, Zempoala y anexas, todos afiebrados a la compulsión de vengarse de los imperialistas que por aquel entonces encabezaba Moctezuma Xocoyoltzin. Y fue así como estalló una violencia que al final llevó a los vencidos a clamar, doloridos dolientes: «Y fue nuestra herencia una red de agujeros.. «Así fue, mis valedores, como nuestra raíz indígena es abatida a golpes de sangre, fuego, espada y cruz, por nuestra raíz conquistadora, y como se iba a desbozalar el genocidio más estrepitoso que registre la historia de las atrocidades de toda la humanidad.
Y en la tragedia, lo trágico: por el temor de que soliviantaran con sus «artes diabólicas» a unos indígenas aún conscientes de su raíz, sus orígenes y sus dioses tutelares, el conquistador español fue extirpando del altiplano de México a todos los hombres que detentaban los valiosísimos conocimientos que habían dado cimiento a la antigua sabiduría, fundamentada en la ciencia matemática, principalmente. «Y quien tiene mentalidad matemática, afirma el mitólogo, actúa en la vida con tales principios, y difícilmente puede tener una mentalidad de dogmático, fanático y supersticioso».
¿Para el indígena qué representaron la Conquista y la era colonial? (Volveré al tema.)