Señor del Gran Silencio

Nuestros logros siempre serán pequeños en contraste con nuestras ansias de plenitud y de justicia…
Echeverría, mis valedores. La ruina que resta del multi-asesino intelectual de Tlatelolco y la guerra sucia de los 70s. Personaje de extraño perfil psicológico, el de San Jerónimo anocheció mudo y discreto en su guarida de Gobernación para, ya sucesor de Díaz Hordas, amanecer gárrulo, desatado, verborreico, hiperkinético, mesías de masquiña que después de sus seis años de gloria iba a tornar a ese silencio del que nadie lo saca ni a chicotazos de ley y de reglamentos. Echeverría, el artífice de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados que, documento oficial de la ONU (así lo soñaba él), vendría a revolucionar el planeta. LEA, indice en alto:
A problemas de siglos, o problemas creados recientemente en México por el afán de justicia de muchos grupos, encontraremos soluciones estables y verdaderas sólo por el camino del Derecho…
Hace algunos ayeres fue requerido por las autoridades que investigaban los crímenes del pasado para que contestara un centenar de preguntas. No lo hicieron hablar. Yo, entonces, le envié el siguiente mensaje que hoy, a 42 años de distancia de Tlatelolco,  he de reiterar: Señor, ruina moral de usted mismo:
¿No le arden los oídos las proclamas de deudos y víctimas del 2 de octubre? ¿Se calla hoy ante quien ayer torturaba? ¿Qué tan cierto es, señor, que el silencio en que se escuda es una artimaña, porque usted supone que al callar será imposible probar de forma contundente su responsabilidad en los crímenes que le imputan?
El Poder Ejecutivo, lejos de sentir que va de salida, considera de su deber hacer todo lo posible en todo momento, hasta el último día de su Gobierno, para continuar en una obra de justicia transformadora…
Justicia transformadora. Señor: ¿por qué ahora se niega a hablar? Allá por la década de los 70, ¿no fue su pasatiempo favorito? ¿Pues qué cambio es ese, tan radical? ¿Ya se le retiraron las ganas de lanzarse con aquellos monólogos de horas, por no decir de días?
Que por aquel entonces fue gárrulo, me consta; que lo sufrí cuando se atragantaba de cámaras y micrófonos, en vivo y a todo color, de costra a costra y de frontera a frontera, ventoseando, a lo demagógico:
Pensemos que si hacemos bien, si hacemos cada día mejor lo que sea nuestro quehacer, estaremos contribuyendo a ese bien colectivo, a que nuestra patria vaya hacia arriba y adelante, porque eso es lo que importa por sobre las circunstancias o los problemas o los sueños o las aspiraciones de cada quién…
¿Y ahora, de pronto, se acoge al dicharajo aquel de que en boca cerrada no entran víctimas? ¿Y antes?  ¡Con la participación de los sectores más amplios de nuestra sociedad, con la práctica de una nueva moral revolucionaria, moral de congruencia entre las palabras y los hechos, entre los principios y la conducta, México continuará avanzando en el futuro, hacia una democracia social en que la justicia se realice en libertad..!
Señor del Gran Silencio: Hoy mismo, su abogado defensor, resentido porque usted se niega liquidarle sus servicios profesionales, lo acusa de haberse enriquecido hasta la náusea. Usted, lo que queda de usted, sordo y mudo, que cuando poderoso, índice en alto clamaba: Cualquier mexicano preferiría morir antes que pedir perdón y, en primer lugar, el Presidente de la República…
Señor Echeverría, lo que quede de usted: ¿qué decía de la Justicia en libertad?     (Agh.)

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