Señores de las diversas organizaciones que se disputan la plaza: son ustedes, en estos momentos, las autoridades de facto en esta ciudad (porque ) el primer mandatario, para conseguir la legitimación que no obtuvo en las urnas, se metió -sin una estrategia adecuada- a una guerra contra el crimen organizado sin conocer además las dimensiones del enemigo ni las consecuencias.
Y que cuando candidato el de la legitimidad imposible se comprometió “a implementar mecanismos que protejan a los periodistas”. ¿Y..?
Mientras tanto, el editorial de El Diario de Juárez, dirigido a las verdaderas autoridades de esa ciudad, ya habrá sido leído en el resto del mundo y afianzado la opinión de que en México el Estado no controla cabalmente el territorio nacional. Mis valedores…
Yo, nacido y residente de este país hace carretadas de décadas, ¿soy, debo ser, debo sentirme orgullosamente mexicano? ¿Orgulloso de que en mi país el Estado se agoste, se angoste y se achique por culpa de algún devoto del Verbo Encarnado que “por conseguir una legitimación que no obtuvo en las urnas” apile en su guerra particular un cerro de 30 mil cadáveres? ¿Orgulloso integrante de 110 millones (hoy día dispersos en átomos) que ante una situación nacional de emergencia se niegan a pensar, a autocriticarse y a crear (ellos mismos, que nadie lo va a hacer por ellos) las estrategias para lograr ese cambio de estructuras que requiere el país? ¿Orgulloso de que esos millones, como adolescentes, sigan la guía dañina de pastores religiosos y traficantes de “medios” que les ofrecen como solución pedir a Dios y exigir al gobierno el milagro del cambio? Tales masas sociales, renuentes a asumir, delegan, y entonces piden y exigen. ¿Yo, orgullosamente mexicano? Por cuanto a los dueños del poder…
Los capos del narcotráfico, mandones de los carteles del Golfo, de Juárez, de Sinaloa y la Familia, que malviven de traicionarse, vengarse, cobrarse afrentas, y masacrarse unos contra otros, todos contra todos, solos o con la ayuda de sus aliados de uniforme en su cotidiano pleitar contra los uniformados a los que aún no han podido o querido cooptar para reforzarse en sus rudas contiendas contra los de la CIA que, encubiertos o a la descubierta, entre nosotros combaten a los Barbis de la droga…
Vidas hazañosas. En la cárcel algunos, prófugos los más, o escondidos, cuando no bajo tierra o en manos del gringo, donde los fueron a depositar los Judas al servicio del Poncio imperial. Los Pelones, los Zetas, los Kaibiles de Guatemala, vidas dañeras, azarosas vidas, corazón bandolero de quienes se juegan su resto al águila o sol de la cotidiana violencia. Porque en la disputa de territorios su sino y su signo son las ráfagas de plomo, ya en descampado, a la vuelta de la encrucijada o la plaza mayor. Hoy día, mis valedores, los narcos pelean en distintos frentes y, siempre contra la ley, imponen la ley de la selva, la del más fuerte, la del mejor armado, del mejor protegido por el policía, el comandante, el gobernador. El Diario de Juárez…
Así es el tráfico de la droga para nuestro país. Con esta mano el veneno y con esta otra las divisas que mano a mano con PEMEX y las remesas del indocumentado nivelan su economía y le dan de comer. Y que envenene a las nuevas camadas, las encargadas de rescatar el Estado…
¿Ellas y el narco? Florence Cassez, La Lore, la Reina, celda con celda de su rival, Cantalicia. Qué nombres para un corrido. (Seguiré después.)