Torres gemelas, tragedias gemelas

La humana condición, mis valedores. La masacre de Nueva York ya la lloramos al unísono de los deudos norteños. Sobre los miles de  víctimas que sucumbieron al par de las Torres Gemelas ya nos dolimos. Ya maldecimos un terrorismo que así laceró a la comunidad del vecino del norte, vecino imperial. Qué bien. Pero, a propósito, así como oficiamos el rito anual de la tragedia que azotó a una sociedad anglosajona aquel 11 de septiembre, ¿nos dolimos en su momento, nos enfurecimos contra el invasor de nuestra América Mestiza, que esta vez desgarraba la carne viva de la hermana república de Panamá, masacrada por los marines en la invasión de 1989? ¿O para los nuestros no alcanza la compasión..?
Justicia enclenque (que no es justicia), nauseabunda manipulación. ¿Quién, de los plañideros del 11 de septiembre lamenta (recuerda, al menos,) la matanza de 1989 en Panamá, que dejó un amontonamiento de seis, siete mil cadáveres de la población civil? Es la humana condición. Es el Imperio, es el compinchaje de todos sus medios de condicionamiento de masas. La nota de prensa:
“Activistas de derechos humanos y familiares de víctimas de la invasión gringa (demandan que el 20 de diciembre sea declarado duelo nacional), desatada a sangre y fuego por fuerzas de Estados Unidos con el pretexto de derrocar y apresar al general Manuel Antonio Noriega, exigen al gobierno panameño que se cree una comisión de la verdad. En la fotografía, una panameña lleva flores a la tumba de su padre…”
Leí la nota de prensa,  me quedé pensando y me acordé de Plutarco y sus Vidas paralelas. Porque vidas paralelas son las víctimas del Pentágono: Panamá, Afganistán, Iraq, Cisjordania, la Franja de Gaza, El Líbano, en fin. ¿El pretexto? Combatir a los “enemigos” de EU. ¿El resultado? Miles, decenas de miles de cadáveres sembrados en Panamá, en Afganistán, en Iraq, en Palestina la mártir. Es el imperio…
Apenas anteayer, digo, fue un Manuel Antonio Noriega, compinche de Estados Unidos y por aquel entonces presidente de Panamá. Hoy es Osama Bin Laden, antiguo aliado de Washington, entrenado (entenado) por la CÍA. En Panamá, el genocidio fue conocido con el alias de Causa Justa-, ayer, en Afganistán, con el de Libertad Duradera. Hoy mismo, en Iraq, el genocidio no tiene nombre, por más que los asesinos y torturadores gringos regresan, gacha la testa y las manos vacías. Es la historia.
En la invasión armada contra el presidente Noriega, de Panamá,  el Pentágono desfogó toda su furia con 10 mil invasores contra la población civil. Más tarde iba a descargar una fuerza descomunal, desproporcionada, sobre la población civil de Afganistán. Ahora tocó el turno a Iraq. ¿El pretexto? ¿Cuál..?
Aquí una somera reseña de la carnicería que Estados Unidos, en su papel de gendarme universal, perpetró contra la población civil de Panamá poco antes de la media noche del 19 de diciembre de 1989, y esto con el pretexto de capturar (muerto o vivo, un millón de dólares por él) al Bin Laden de masquiña, el tal general Noriega, presidente al servicio de Panamá y narcotraficante al servicio de Estados Unidos.
Año de 1989. Desde 1972, cuando menos, el gobierno norteamericano tenía conocimiento de las actividades ilícitas de  Manuel Antonio Noriega, pero mientras su aliado  le fue útil lo mantuvo en su nómina.  Con el antedicho pretexto de capturarlo, marines de Estados Unidos  irrumpieron en forma violenta en la república panameña. (Sigo después.)

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