Cayetano Cabrera, desempleado

Ojalá que a estas horas haya usted levantado el ayuno de 80 y tantos días en los que ha puesto en riesgo su salud y su vida como recurso extremo por intentar la devolución de su fuente de trabajo. Pero ojalá, al propio tiempo, que de la experiencia saque usted la enseñanza: semejante estrategia es ineficaz en un estado de derecho, donde se respeta la ley, o no fuese un estado de derecho. Porque en este país nadie, nunca, ha logrado nada positivo para su causa aplicando la bárbara medida de la huelga de hambre. ¿Quiere, en verdad, que su ayuno le sea positivo? Váyase, entonces, de este régimen democrático y ayune en algún desdichado país todavía regido por dictaduras feroces. Porque, ingeniero Cabrera:
¿En México tendría usted el apoyo de unas damas de blanco financiadas por los dólares de Miami? (De Miami, no de “Mayami”). ¿Dispondría en nuestro país de un alto clero que por exhibir de salvajes a los goriloides les arrojara al rostro su violación aberrante de los derechos humanos? ¿Algún diplomático se preocuparía por usted, abogaría por su causa ante  los sátrapas insensibles a los derechos del ayunante? ¿Su huelga de hambre iba a despertar un eco solidario de una prensa cuya libertad de expresión hubiese sido aherrojada en uno de los tantos calabozos que los sátrapas mantienen atascados de luchadores sociales? Convénzase.
Aquí, en un país donde celebramos 200 y 100 años de ser orgullosamente mexicanos, nos hemos dado un régimen democrático cuya norma de gobierno es la observancia irrestricta de la ley, y donde el cuerpo diplomático no se inmiscuye en asuntos internos del país. Aquí el alto clero católico, representante de Dios en la tierra, no se enreda en huelgas de hambre. Aquí, una prensa libre, independiente y al servicio de las causas sociales, exalta la heroicidad de ayunantes cuya alabanza viste más que  una cáfila de  alborotadores que sólo obstruyen el tránsito y causan molestias a los automovilistas. Ingeniero:
Habita una ciudad capital cuya explanada ha privatizado con toda su pandilla de ayunantes. ¡Ocupa usted, con los suyos,  no un corral ni un potrero, sino toda una Plaza de la Constitución! ¡Profana esa explanada y nuestro lábaro patrio, que preside el corazón de la patria! Siempre atiborrada de capitalinos, ¿alguno se ha interesado, que a unos metros de distancia fallecen de inanición? Si tantos deseos tiene de que su sacrificio resulte benéfico para usted y sus ayunantes, ¿por que no se va a La Habana e intenta impresionar a Fidel y Raúl? Allá muchas fotos de usted (de ustedes) mostrando día y noche el costillar desnudo y lamentando, desmayada voz, que va a perder la vida porque el pedernal que por corazón tienen los sátrapas no se conmueve ante tan atroz sacrificio. Lo aplaudirían en Miami, lo estimularían en Madrid, periodistas de esta capital lo exaltarían de héroe civil. ¿Se imagina?
¿Qué hace aquí?  Váyase a Cuba. Los dictadores, abominable ralea,  son infrahumanos. Esa canalla no tiene respeto por la vida humana. Cómo, si los tales no viven arrimados a la advocación del Verbo Encarnado como aquí Calderón. ¿A los demócratas  presionar con un mísero ayuno? El de Los Pinos y el Lozano del Trabajo son seres sensibles, no goriloides del trópico a la manera de Raúl y Fidel. Sindicalista desempleado:
Que usted y los suyos ya hayan levantado su ayuno. Que la experiencia les haya dejado alguna lección. ¿O a seguir arriesgando su vida aquí, en una democracia y un estado de derecho? ¿Con Lozano y Calderón? (Lóbrego.)

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