Romanza del lambiscón

Superé al señor Zedillo, al señor Salinas, al señor De la Madrid, al señor López Portillo, al señor etcétera…
(V. Fox en el matutino del jueves antepasado.)
|    Del barrio bajo les hablé ayer y del niño aquel que en su cuartucho de vecindad conoció el hambre y la necesidad. Suyos fueron la soledad y la falta de una esperanza, así fuese en cuarto menguante, en cuarto de vecindad. Como animalito mostrenco malvivió sus primeros años en aquella vecindad y en la vecindad de seres tan negativos (por zafios, agresivos, egoístas) que más acentuaron los tintes oscuros de su existencia de solitario. Con tales mediocres convivió  en todo tiempo y de todos recibió sólo violencia, rechazo, burletas y zafiedad. ¿No iba a terminar en cortesano, servil, lambiscón? Pero no, que lo dice el filósofo: el hombre se prueba con el obstáculo, del cual sale aniquilado o robustecido. Cuestión de temple. Y yo digo, mis valedores…
¿Qué llevó al tal a envilecerse ya cuando viejo, cuando el humano se pone a reflexionar en asuntos del espíritu, la trascendencia, la Gran Interrogante? ¿Una educación deficiente, que impartía un profesor incapaz? ¿Los condiscípulos, cabezas de piedra que rechazaban todo lo que oliese a instrucción y valores morales? ¿Los tantísimos golpes que a media cabeza le asestaba un vecino ruin y sobrón? ¿Tantos golpes lo atontarían? ¿La falta de alimento, la sobra de soledad, el desamparo, la orfandad? ¿El haberse criado falderillo sin dueño, al que cualquiera se cree con derecho a propinar puntapiés? Su orfandad, ¿también en el plano de la ciencia política? Su destreza para culimpinarse y besar los zancajos del de más arriba, ¿resultado de su patética niñez? Misterio. El indigente de ayer es hoy el ahijado del dinero,  la fama, la posición social ¿Tenía la necesidad de arrastrarse a lamer las botas del prepotente en turno? Ah, los misterios del ser humano…
Del cortesano observo en la foto su aspecto para mí repugnantón: grueso vientre,  ñengos zancajos. Aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara, y antes de ventosear su “granito de arena” dibuja (índice y medio) la “ve” de la victoria mientras, sentado a dos nalgas, mira la cámara, desfachatado, para luego ventosear por la boca unos desatinos que, al leerlos, me produjeron la pestilencia de un flato muchas horas atorado en el grueso. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les producen las declaraciones que a su hora, diarrea nauseabunda, ventoseó ese tal Roberto Gómez Bolaños? Sí, el mismo que comenzó exitosa carrera de cómico y escritor en la serie de TV como personaje de El chavo del ocho, y que del Fox presidente se atrevió a asegurar:
– Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con mi “granito de arena” a la campaña del mejor Presidente de México en los últimos cien años…
¡Esto, porca miseria, en alusión a Fox! ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡De los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado hablantín la historia de este país, y que como presidente  Fox sufre desmedro ante el mismísimo Nopalito Ortiz Rubio, y que tan sólo se equipara al actual, a quien ese mismo lambiscón alardeó de haberle hecho propaganda para que “haiga sido como haiga sido” hoy mi país tenga que soportarlo? ¿El actual, señor Chavo del ocho, el mejor presidente de los últimos 103 años y medio?  Y no te doy otra nomás porque…
Y la vocecita mensa, fingida, del futuro lambiscón: “Es que no me tienen paciencia”. (Agh)

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