Jariosos, en brama…

Cuando se aproximan las elecciones, la política entra en celo y los políticos se animalizan y no atienden a nada que no sea el orgasmo electoral
L.M. Anson, y F.  Arreola: “En las elecciones los políticos mexicanos creen que pueden ganar, y el olor de la victoria los empuja a arrollarlo todo. Buscan con desesperación el orgasmo de los votos, y como se están disputando a la hembra electoral, rechinan los dientes amenazantes, lanzas acometidas salvajes y tiran zarpazos sin recato alguno”.
Pero sí, por supuesto, acudir a votar. Es un derecho y una obligación cívica, pero hasta ahí.  De ello a conferir a la papeleta virtudes mágicas…
Que al cruzar el cartoncillo el votante elige a sus gobernantes.
Mentira. Es el Sistema de poder, con sus partidos políticos, el que elige el aparato de gobierno. El cartoncillo sólo es la parte material de uno de los tres integrantes de la democracia liberal: la formal, que nos confiere el derecho y la obligación de votar. La representativa: los legisladores se representan a sí mismos, y no ante nosotros sino ante el presidente en turno. La democracia social, que beneficia a las masas sociales, esa  no existe más que en el discurso de los candidatos. Nuestro voto (¿qué afirman la historia y la realidad objetiva?) carece de fuerza para obligar al cumplimiento de los ofrecimientos. ¿Con qué catálogo de promesas llegó el de Los Pinos? ¿Y..?
Pero entonces, ¿por qué suerte de sortilegio acudimos a votar por los tales? Porque, mis valedores, ellos poseen  sus voceros en todos los medios de condicionamiento de masas, vocingleros que a malas razones manipulan  a las masas y las arrean a tomar un crayón, cruzar una papeleta, y retirarse satisfechos porque han elegido a sus gobernantes: Mentira. Sus trampas verbales: “La gente debe salir a votar sin miedo”, aconseja el titular de la Secretaría del Trabajo Javier Lozano, mano ruda de Calderón, par de bienamados del obrero mexicano. Le hace segunda Miguel Carbonell (matutino del jueves pasado): “Votar sin miedo. Una escalada en el terror hemos visto instalarse en tantos rincones de la República”.
Mucho cuidado con esa amañada maniobra de desubicación. “¿Una escalada de terror” así, en abstracto? ¿Vamos con ello a ocultar el agente que provocó la delirante “escalada de terror” y ha tornado el territorio un almácigo de 23 mil cadáveres? Su apellido es Calderón, quien a 10 días de su gobierno, sin consultar a expertos ni fuerzas políticas,  de forma unilateral agitó el avispero que ha causado miles de “daños colaterales”: mujeres, ancianos, niños. Es México.
“Un reto al estado de derecho”. Así pues, el nuestro es un estado de derecho, lo que supone que la ley se cumple y se hace cumplir. No existe la corrupción lucrativa e impune de políticos, mega-ricos, etc. “La mejor respuesta que puede dar la ciudadanía  (a los asesinos que atacan el “estado de derecho”) es salir masivamente a votar (…) Esa es la respuesta más directa para contestar al terror (…), a la amenaza que se cierne sobre todos nosotros. La sociedad debe reaccionar con las armas del derecho y la razón, poniendo por delante millones de votos”.
Ajale. Si con la magia del cartoncillo podemos detener la AK-47 que activó Calderón, entonces que el enfermo de una dolencia maligna se lo frote sobre el área infectada. Segura la curación. Mis valedores: ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra pura ignorancia. Pero no queremos crecer. Nos negamos al ejercicio de pensar, al de la autocrítica. (Lóbrego.)

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