Colonia La Tusanía. Tras el intento de linchamiento que intentaron los vecinos contra un elenco de cirqueros trashumantes, relato que inicié el viernes pasado, hasta la zona en conflicto acudieron fuerzas del orden, y entre agresores, agredidos y policías, se estableció el diálogo que aquí se reanuda:
El comandante: “¡Cuidado! ¡Ese león sarnoso echa espuma por el hocico!”
– Por la golpiza que le atizaron las respetables señoras de esta muy noble y leal.
– ¡Esa otra fiera, cuidao, trae rabia!
– Y cómo no va a traer, si a la hiena Risalinda hasta la risa le retiraron a leñazos, que hasta la hicieron exonerar aguado. Chico labio leporino que le fueron a abrir, que le dejaron su glotis al aire libre. ¿Sabe que un perro canelo hasta intento de violación? No lo destrabemos a tiempo le rompe la flor de su doncellez.
. Ah, hingáu, ¿y ese monstruo no muerde?
– Es La mujer caimana, mi comandante.
– “Me encuentro en tan triste estado por un castigo de Dios porque desobedecí a mis papacitos en Jueves Santo…”
– Ya, Toña, te vamos a sacar del zurrón, no vaya a haber otra ronda de madrazos, y tú arrastrándote de codos en el pavimento. Va pa afuera disfraz.
– ¡No, que debajo ando a ráiz, no me dejen mi parte a los cuatro vientos!
A sirena abierta: “¡Abran cancha a las cruces! A formarse los más madrificados. Los otros van esposados en las unidades. Usted, como dueño del changarro, don Ringlin, ¿a quién va a acusar?”
– A la mala suerte, señor, a los inescrutables designios del cielo…
– ¡Cielo madres! Los de La Tusanía, fuimos los culpables y estamos dispuestos a pagar al señor cirquero carpa, curaciones y todo, ¿no, vecinos..?
– A pagarle hasta la risa de su hienita. Cooperacha casa por casa.
– Pero van a tener que acompañarnos a la delegación.
– Los acompañamos, faltaría más. Estamos tan mortificados. Los pobres cirqueros qué culpa tuvieron…
– ¿Entonces por qué los dejaron en calidad de daño colateral?
– El daño pesa en nuestra conciencia, comandante. En nombre del vecindario comparezco y declaro.
– ¡Sí, que hable por todos el merolico! El joven vendedor de productos médicos en la vía pública, quise decir.
– Su declaración frente al ministerio público.
– Aquí mismo, para qué burocracias. Mire: sucedió que hoy, después de la misa de doce, estábamos todos aquí en el parquecito muy quitados de la pena, cuando, de repente la música del convite, y que vamos viendo que venía calle abajo la tandada de payasos y maromeros.
– “¡Aguas!”, nos gritó el jicamero. “¡Ya nos cayeron los hijos de su repelona, no se conforman con Oaxaca!” Y que repican las campanas y corremos a posesionarnos del instrumental requerido para un linchamiento como Dios manda. José Dolores sacó un bidón de gasolina. Aquí el Churumiáis (perdónemela, don Godofredo); don Godo se desamarró la pata de palo y de cojito, ¿ve? El primer toletazo le tocó al Aguila Humana. Qué vergüenza…
– Bueno, sí, ¿pero motivo, causa u razón de la chingamusa?
– Pues cuál ha de ser, comandante. A estos pobres carperos los fuimos a
confundir con los bellacos que andan en brama derrochando nuestro dinero en unas campañas con las que esos “juanitos” de Los Pinos y anexas nos quieren ver la cara de sus gueyes.
– “¡A rociarles gasolina!” Y la chamusquina, hasta que de su carpa no quedó lona sobre lona. Qué pena con estos honrados artistas, cómo los fuimos a confundir con el hatajo de pocamadres que andan queriéndoles ver la cara de sus pendejos a los de Puebla y sabrá Dios donde más. ¿No, vecinos? (Pues…)