Choriceros

– ¿Le gustó el chorizo, mi valedor?
Del delgado al grueso venía maromeándome el tal, y aquellos regueldos, y semejante náusea. Que de Toluca volvíamos, les conté ayer, yo con mi única en el asiento de atrás, el Chillo manejando el coche y a su lado, durmiendo la borrachera,  mi primo el Jerásimo, licenciado del recién resucitado Revolucionario Ins. Noche cerrada.  De repente el de casco y forifai nos marcó el alto, y ya de regreso al compacto el Chilillo,  después de bajarse a parlamentar:
– Jijo de su rechintola, ¿de a cuánto calculan que me salió la mordida?
Y aquello fue recitar, uno y uno,  el catálogo de los más escandalosos corruptos, políticos y de la iniciativa privada. Habló mi Nallieli, silenciosa hasta entonces: “¿Sólo en ellos se ubica la corrupción? ¿Nosotros, los ciudadanos, todos honrados?”
Válgame. Silencio. Yo, aquella nausea. El Chilillo, el acelerón: “Muy cierto. ¿Cuánto creen que me sacó por la calavera el de la refaccionaria? No, y el abogado, que para hacerme el paro con un broncón quería sacarme unos miles “para aceitar la justicia”, siendo que era a la ñora de uno de sus clientes a la que se quería aceitar”. ¿Saben lo que me dijo el de la funeraria ahora que se finó mi aguelita? “Cuánto lo siento, señor”.
Mi única esbozó el retrato hablado de las masas sociales: “A partir de este lunes dieta rigurosa y gimnasio todos los días”. “Se lo entrego el jueves, sin falta”. “Sin falta te pago mañana”. “A mitad de precio, por ser para usted”. “Le quedó que ni pintado”. “No, mami, no me dejaron tarea”. “Ay, mami, cómo crees; si también van a ir sus papás”.  “Los mejores lugares. Centro, primera fila”. ¿No somos así?
– ¡Así somos! -me animé-: “Yo soy pero que muy derecho”. “Palabra de honor”.  “Esta vez va derecho”.  “La que me pasé fue la preventiva”.  “Yo venía como Dios manda, por mi carril”.  “La del estribo y nos vamos”  “Esta fue la última de mi vida. Yo el tequila nunca más”. “Me quiebro, pero no me rajo”. ¿No ven que me estoy..?”
Muriendo, iba a agregar, pero aquel sudor frío.  La náusea en la boca del estómago me calló la boca de la cara. Vulgar, el Chilillo: “Sí cierto: “Yo soy de una pieza”. “Yo te lo juro que yo no fui”. “Andale, reinita, que no te va a doler”. “Claro, luego nos casamos”. “Tú fuiste el primero y serás el último”. “Me extraña, si yo nunca antes había fallado”.  “Aquí la queremos mucho, mamita suegra”.  “Guerito nos salió el bebé, mi negro. La voluntad de Dios…”
– ¿Y esta comunidad descompuesta (mi única)  tiene cara de reclamar a los corruptos del Poder? ¿Nuestra conducta sí se rige a moral personal, a moral pública?
– ¡Señito, que me ofende al compararme con los Diegos del gobierno!
– ¿A mí en cuánto me salió la consulta con el doctor Sanjurjo, Nasllieli?  ¿En cuánto las medicinas que me recetó? ¿Y? Todo valió para puro Sanjurjo, que ahora mismo vengo muriéndome. (Y por borrar la exageración:)   “Bueno, ¿y por qué fue la extorsión del de Caminos?”
– ¡Móndrigo, quezque nomás porque los documentos no están a mi nombre! ¿Cómo canacos, si la tartana no es mía?
– ¿No? ¿Entonces..?
– De un cliente. Me la trajo hace un par de meses para que le arreglara las luces, y mire a qué horas le volvieron a fallar.
– Si el coche no es suyo, ¿cómo es que lo trae en servicio?
– Probándolo. Dos veces que me lo llevo a Acapulco, y hasta orita le vino a fallar el chinche fusible de la calavera izquierda; como nomás lo forré con papel de caja de cigarros,  pues…
Yo me quedé pensando. Paisas. (Ah, paisas…)

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