Ando oliendo a manta nueva, dice el cantar, y hablando de luna y mieles: ¿nos quedaría en el recuerdo la vivencia de aquello que se nos fue para nunca más? La luna de miel, que más allá de las obvias intimidades es decir el mar allá afuera, y el otro olor, el del yodo, y el otro calor, el de las arenas, y el salobre sabor del agua marina, vecino del sabor de la boca que amamos. Alma mía de mi ausente, que te me fuiste del mundo para nunca más…
La luna de miel. ¿Conocen ustedes esa experiencia? ¿La recuerdan todavía? ¿La vivieron a todo vivir o fue un episodio más en su diario vivir? ¿Quizá alguno reniega hoy de aquello, magnífico, que ocurrió ayer, en aquel entonces? Y hablando de la pareja, ¿sigue en pie todavía? ¿Y el amor? ¿Vive en ustedes dos “el amor amoroso de las parejas pares”, que dijo el poeta? La pareja, ¿coexiste, cohabita, dentro de ese estado de gracia que es el amor? Y si no, qué es de él, qué ha sido, qué fue del amor…
De mí sé decir, esto entre dos suspiros: qué joven fui una vez, cuánto viví alguna vez, mi única y yo dialogando sin necesidad de palabras. Y pensar que pudimos… no lloro, pujo nomás. Qué tiempos aquellos, que no han de volver. A fe que hoy día, hoy noche, solo me hablo y solo me contesto. De vez en cuando, como el perro del cantar, ladro a la luna…
Mi luna enmielada transcurrió en la vecindad del Pacífico, original que soy, y en este punto (en esta coma) alguien me va a interpelar: “bueno, sí, ¿pero tus intimidades a quién pueden interesar?” Y yo le contesto: ¿está usted consciente del nuevo peligro que se asoma ahí nomás, tras lomita de San Cristóbal? Sí, que el marido de la Sahagún salga de su covacha, de su apestoso Tamarindillo, y vuelva a la grilla política, ese mismo que al término del proceso comicial del 2006, del que los propios IFE y TRIFE confesaron plagado de “irregularidades”, se alzó frente a todos nosotros y alardeó, consciente de que ya nos había tomado la medida:
– Dos veces gané la presidencia del país: en el 2000 y en el 2006.
Bueno, pues ese padrastro de sus hijastros, con el pretexto de apoyar a la candidata de los chuchos al gobierno de Hidalgo, amenaza con volver a la grilla política, ya de por sí empantanada, y entonces: ¿no es de temer que ese sea el eslabón (perdido) para que las masas sociales padezcamos una vez más el desbozalado protagonismo de la (poca) madre de los Bribiesca-Sahagún? ¿Recuerdan ustedes o habrán podido olvidar el indecoroso espectáculo de la “pareja presidencial” besuqueándose de lenguita frente a la desprestigiada basílica de San Pedro, a la que acabaron de desprestigiar?
Por sí o por no, yo les traigo a la mente, con la “pareja presidencial” escurriendo melcochas y sacarinas, a la otra pareja, esa sí recatada, que cobijada en los pinos disfrutó de su luna de miel. Y qué miel, y qué luna, supongo. Yo por aquel entonces envié un recado a los dos de mi sangre que estarían gozando su luna de miel, no en la ribera del mar, sino en el vivo corazón de Chapultepec. En el zoológico. Me refiero a la pareja de gorilas que formaban o forman Arila y Bantú, que se afanaron en la maniobra de la querencia. Desencantado y desencanchado en materia de amores y desamores, tiempo y destiempos y pasión y olvido, tengo experiencia como para mandarles dos o tres recomendaciones que de algo hubiesen podido servirles. Mi recado: “Apreciables parientes Arila y Bantú: que el amor compartido no me los vaya a marear. (Esto sigue mañana.)