De varones y humanos bagazos

Don Israel Reyes Montiel, mis valedores. Hulero de oficio y habitante de San José Estancia Grande, Oaxaca, yo aquí transcribo su nombre y su fama de varón, y mi fe en el humano se fortifica, y vuelvo a creer en valores, principios y convicciones gracias a un hombre recio, enterizo, de vergüenza y con las vergüenzas en su nidal. Don Israel Reyes Montes, bien haya…

Hace años me dirigí a Dn. Israel aquí mismo. Fue allá por mediados del sexenio anterior cuando los vecinos de la tertulia conocieron la noticia y me dieron la encomienda de hacerle llegar un mensaje con los parabienes del vecindario. «Dígale quiénes somos y que estamos orgullosos de él». Yo entonces le envié un recado que hoy reitero, multiplicada la satisfacción de entonces. Le dije:

Reciba saludos de un su colega de oficio al que de día conocemos con el alias de el Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos estampa por media cara, y que el mundo nocturno y trasnochador conoce como la Jana Chantal, travestí. El-ella, como yo mismo, desde un principio simpatizó con usted, tal como el resto de los contertulios, vale decir la tía Conchis, conserje del edificio; el joven juguero, su changarro de licuados y jugos no lejos del eje vial; don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se enanchan y angostan corbatas; el Síquiri, dientes de oro nativo de Chinches Bravas, Ver., vagamente delincuente y más vagamente hombre de bien, y con él la Maconda, mi primo el Jerásimo, licenciado del monstruo resucitado, el Revolucionario Ins., y su hermana (no del monstruo, del Jerásimo) Tencha chica, que ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal. Señor Israel:

Le decía en mi recado de aquel entonces: los vecinos de la tertulia simpatizamos con usted, por más que el maestro tenía sus dudas: «es que de última hora podría recular». Y que no, maestro, él ningún reculón, dijo con un mohín la Lichona, frutal sota moza que camina con su modito de andar, toda ella forrada en sus pantalones blancos tres tallas abajo de lo que piden, exigen, demandan sus redondeces. «Cúbrete, no te contonees», le suplica el Cosilión, su marido. Yo la observo, me le quedo mirando…

Señor, le decía; humilde fue usted como para llevar a cabo un ejercicio de autocrítica. Tuvo escrúpulos, supo resistir cuando todo se le ofrecía para aprovecharse de la ocasión que sin planearlo se le plantaba enfrente.

Y es que según la noticia del 2004 San José Estancia Grande, Oaxaca, celebró elecciones para la presidencia municipal, donde triunfó doña Guadalupe Ávila Salinas, esposa de don Israel. Hasta ahí bien, pero ocurrió que un felón, por añadidura priísta, no quedó conforme con el resultado de los comicios y asesinó a la flamante alcaldesa La población, en pleno, ofreció la presidencia a don Israel, marido de la difunta y candidato sustituto. Sus objeciones las difundieron los «medios»:

– Es que yo soy sólo un trabajador manual. De estudios sólo tengo la primaria y la secundaria. A los doce años de edad ya era llantera, vulcanizador. Ese es el oficio que domino y no el de la política, que en realidad nunca ha sido de mi agrado, porque veo en lo que viene a acabar un ciudadano de vergüenza.

Yo, en aquel entonces, a nombre de los vecinos le aconsejaba, menguado de mí: «Que usted no tiene estudios, objeta ¿Y? ¿Qué conque? Escuché su declaración en la radio, y créame: ya quisiera expresarse con tanta lógica y contundencia el creador de José Luis Borgues, o su pareja presidencial que a Rabindranath Tagore bautizó como la Gran Rabina Tagore».

Eso, ayer. Hoy la objeción del honesto don Israel pudiera haber sido: «Ah, ¿quería usted que ayuno total de autocrítica lanzara la balandronada «haiga sido como haiga sido, la presidencia es mía», para después, aprendiz de brujo, convertirla en lodo biológico? Yo tengo vergüenza, señor. Tengo entera mi dignidad». (Yo agacharía la cabeza.)

Total, que don Israel rechazó la presidencia por no sentirse a la altura de San José Estancia Grande, Oaxaca. Bien haya él, que tuvo la humildad de no creerse a la altura de tal responsabilidad política.  Don Israel no nos vino a resultar un humano redrojillo, un engendro inflado por los «medios» a bombazos de gases pestilentes, un caso patológico candidato al Prozac, al psicoanalista, a los electrochoques, a la trepanación. Él no anda a estas horas dando lástimas y vergüenza ajena, que a fin de cuentas es vergüenza propia. Don Israel, hulero de oficio, no nos resultó un hulero cualquiera, marca Iztapalapa. (Magnífico.)

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