Zavala, Gómez del Campo…

La mala sombra, la mala suerte, la salación «Todo lo que toca lo vuelve lodo biológico. Visitó a la selección futbolera, y a la jodida la selección. Visitó México, y con todo y criaturas México a la quemazón». Y que ese chaparrito es nuestro virus de influenza y que por el bien del país deberían pepenarlo descuidado y hacerle una limpia. Con ramas de pirul. De jediondilla, ya de perdida Que a ver si así se le retiraba la sal y con su suerte de chamois nos dejaba de salar y sollamar a los mexicanos…

– ¿A Calderón, una limpia?, dijo el maestro.

Tertulia de anoche, donde se discutió, vociferó y vituperó a Calderón.

– ¿Una limpia dijo alguien? ¿Por el bien del país? -vi que el maestro abría su libreta de las pastas negras-. Oigan la crónica de la ceremonia de limpia que le aplicaron a uno para que el beneficio se extendiera a todo el país.

Leyó: Guelatao, Oax. «¿Y esos huevos?», pregunta Salinas de Gortari.

– Para que se vayan sus pendientes. Para que cuando presidente de México se­pa cumplir sus promesas. Señor Dios nues­tro…»

Y comienza la limpia. El curandero bendice a Salinas con cuatro velas. El candidato lleva en sus manos un bastón adornado con cintas de colores.

– Ruega por nosotros… Salinas mira fijo los ojos negros de la curandera, siente sus manos recorrer su cuerpo. «Padre mío / Santa alma del purgatorio / Santísima Trinidad / Madre mía / Mamacita linda / Virgen santísima…”

La curandera lo limpia con un ramo de hojas de naranjo que pasea por todo su cuerpo hasta las piernas: «Para que le dé fuerza / para que tenga salud…» (Salinas sostiene la mirada en el frente, casi inexpresivo.) «Usted es nuestro padre / Dios mío / Jesús mío». Leoba lo bendice con ramos de rosas rojas y lo limpia con el aroma y los pétalos. Guadalupe centra en él la mirada y el rezo, mueve su cuerpo y apenas levanta los pies de la alfombra amarilla del cempasúchitl, lo va «persinando» y le acaricia el cuerpo con las hojas de ruda y poleo. El mira al frente, intenta entregarse al ritual. Pero el espacio multicolor, santo y pagano, junto a la «laguna encantada», profana el rito y lo vuelve espectáculo de cámaras y flashazos.

Esperanza le muestra tres huevos «benditos», con ellos recorre lentamente su rostro que no sabe qué músculo mover, su cabeza cuello, hombros, pecho, torso y piernas. «Ruega por nosotros». Bañan sus manos con colonias preparadas de aromas de hierbas. El les informa muy cerca, al oído, que la ceremonia debe concluir.

Leoba levanta el crucifijo, testigo mudo del ritual, se lo acerca a los labios, pero Salinas de Gortari, en acto político pagano ante Juárez, declina el beso. Gira la cabeza hacia un lado y en desagravio abraza a las curanderas, mujeres arrugadas de rostros morenos casi impenetrables, de ojos negros cargados de tiempo y de magia de manos pequeñas que saben acariciar para limpiar, de dedos cortitos llenos de anillos.

El viejo curandero Antonio, de Jamitepec, le ofrece el cáliz de agua de ruda. El candidato apresura el trago. «Para que le dé fuerza». Alejo Maximino y Alfonso García vinieron desde Huautla de Jiménez a presidir el ritual «Prendimos las velas para que no tenga tropiezos». Las 12 velas chorreantes de cera amarilla posan encendidas a los pies del Juárez niño, pastorcito de cuatro ovejas, que hace las veces de altar.

– Pedimos que el dueño del cerro lo proteja Las velas tienen que estar encendidas haciéndole homenaje al licenciado Benito Juárez para que le dé apoyo a De Gortari. Que la fuerza una al país que hoy está cuarteado. Queremos abrir su expediente para que no tenga problemas.

– ¿Pueden ver su destino?

– Sí, cómo no, con los hongos, que nos permiten ver lo invisible, vemos el futuro del licenciado, un futuro, el de Salinas, que va a ser de una acrisolada honradez. Pero esa es otra ceremonia y esa se hace allá, en Huautla…

Más tarde, en dulcísimo zapoteco le dirían al candidato: «No queremos completar 500 años de olvido y de incomprensión También los indios tenemos alma Si te vas de aquí seguro de que los indios tenemos una cabeza para pensar, un corazón para querer y unos brazos para trabajar. Que tu suerte sea nuestra suerte». «¿Y?» El maestro nos miró. «¿Y si el efecto que esa limpia tuvo en Salinas la va teniendo en Calderón? ¿Qué me contestan?»

Zavala, Gómez del Campo, Calderón. Yo, aquel escalofrío. (Cruz, cruz.)

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