Selva lacandona

Impresionantes, mis valedores, las condiciones que el sacerdote e historiador Jan de Vos descubrió en 1973 en  Chiapas, que más tarde iba a denunciar en cierta trilogía a la que hace referencia Pedro Salmerón Sanginés en La Jornada del pasado martes. «Muy pronto descubrió los tres rasgos definitorios del estado y en particular, de los Altos y la selva Lacandona: la asombrosa biodiversidad; las abismales diferencias entre indígenas y no indígenas; y la devastadora pobreza de las mayorías. De inmediato tomó partido por ellos, los pobres, los excluidos, los que los poderosos querían borrar».

Versión y visión coincidente con la de La Jornada en el 2005:  “Monsanto, el gigante de la producción de transgénicos toca a las puertas de la selva lacandona de manera directa. En tanto, los gobiernos federal y estatal siguen adelante en su misión de vaciar de indios Montes Azules. Apenas ayer, al celebrar la reubicación de unas 170 familias indígenas en tierras palencanas, los funcionarios federales hablaron alegremente de millones de pesos».

Y que al adquirir Monsanto la empresa mexicana Seminis gran parte de la selva lacandona está en peligro inminente de convertirse en propiedad de la transnacional. Es México.

Chiapas, selva lacandona: conflictos de tierras, devastación de los bosques, enajenación a la rapiña transnacional, cadáveres. Para los capitalinos el conflicto de Montes Azules aparece remoto, pero no, que este recurso enajenado se identifica con otra riqueza patrimonial de los mexicanos. el energético. Ante el entreguismo de un gobierno decididamente pro-yanqui,  los bosques también son vida y riqueza de y para todo el país, una riqueza a diario codiciada por las transnacionales de marras. Aquí, el requemante problema de la selva lacandona desde sus raíces históricas. Los descubridores de la riqueza lacandona, sus explotadores transnacionales, la ruina en que van dejando de aquellas selvas. La historia, que se inicia con un suceso inaudito:

Que para rapar la selva, las transnacionales actuaron siempre con permisos debidamente legalizados ¡por el gobierno de Guatemala! Que tan sólo en la década de 1860-70 y únicamente de cedro y caoba, los extranjeros cortaron más de 73 mil 700 árboles de la selva mexicana,  cifras y datos  escandalosos.

Tengo aquí, sobre mi mesa, documentos que alguna vez me hizo llegar Cuauhtémoc González Pacheco, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y autor de El capital extranjero en la selva de Chiapas (UNAM, 1983). El estudioso se apersonó conmigo, y el tanto de toda una tarde su puso a hablarme de Chiapas, y en la intensidad de sus palabras había la pasión de cuando uno se expresa de un tema que llega muy a lo vivo. Me habló de un Chiapas selvático que, ante la ira impotente de la comunidad y la indiferencia de gobierno, caciques y talabosques, perdía sin remedio  su riqueza vegetal, ahora en manos de extraños, manos trasnacionales. Al despedirse me dejó el altero de documentos que ahora comparto con todos ustedes.

“Si observamos  en retrospectiva la historia de los últimos cien años de la selva lacandona, la más importante selva alta de México, nos sorprenderá no encontrar en ella las esperadas imágenes de una selva virgen poblada por escasas familias de indígenas lacandones; lo predominante será un pujante desarrollo de empresas madereras bien constituidas y patrocinadas por el capital extranjero. Esta realidad tan poco romántica se inició cuando todavía no se utilizaba el aeroplano. (El lunes.)

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