¿Quién es el verdugo?

Edipo, mis valedores. Parricida e incestuoso, aborrecido por los dioses y padre de una raza maldita, de oídas es conocido porque Freud nos lo enjaretó en plan de complejo psicológico. Aquí, con ánimo de que alguno de ustedes se eche a buscar el Edipo Rey  (Sófocles), va un esbozo de la tragedia que signó el destino del héroe tebano. Hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas,  la Pitia advirtió que de engendrar un hijo mataría a su padre y metería a su propia madre en la cama. Y nació Edipo. Layo, espantado:

“Llévense al monte al  recién nacido y ahí  sacrifíquenlo.

Movidos a piedad los ejecutores lo abandonaron. Colgado de los pies a la rama de un árbol lo encontró el pastor Forbas, sirviente de los reyes de Corinto, a quienes entregó para que ellos lo criaran como hijo propio que ya de joven, ante ciertos rumores acerca de su origen ambiguo, Edipo consulta a la Pitia, que le profetiza:

– Matarás a tu padre y a tu madre la tomarás por mujer.

Espantable. Por conjurar la tragedia Edipo huye del palacio, se hace al camino y de repente se topa con La Esfinge, monstruo con cuerpo de perra, garras de león y alas de águila, que acostumbra plantear acertijos a los caminantes, a los que destruye si no dan con la respuesta acertada. A Edipo: “¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cuatro patas, a medio día en dos y al atardecer en tres, y cuando más patas tiene es más débil?” Edipo:

– Ese animal es el hombre, que en la mañana de su vida anda en cuatro patas, en su mediodía en dos y en el atardecer con bastón.

Despechada, La Esfinge se despeña donde antes desbarrancó a sus víctimas, y fue así como  Tebas se vio libre del monstruo que asolaba el país. Creón, el rey, cumplió su promesa: “Tuyo es el reino y la mano de la viuda reciente”.

Viuda porque días antes, en cierto incidente con los ocupantes de aluna carroza, Edipo había asesinado a Layo, su propio padre, desconocido para él. Y ahora se cumple la maldición: como nuevo rey de Tebas  el parricida comparte el lecho con Yocasta, su madre.  El círculo del destino se ha remachado, y ahí la furia de los dioses. Por el delito nefando de parricidio e incesto Zeus arroja sobre Tebas aquella epidemia que convierte el país en un almácigo de cadáveres al tiempo que crías  y criaturas se deshacen en el vientre materno. Edipo, su edicto real:

– ¡El causante de semejante castigo debe pagar con su vida!

Y el trágico final: ya resuelto el misterio,  Yocasta se quita la vida y Edipo se arranca los ojos. Pero Tebas conoce la paz. Por un tiempo Mis valedores:

Ya no allá, en Tebas, sino acá, en México: ¿qué desgraciado Edipo  puede ser el causante de la mortandad? A punta de plomo más de 30 mil, y otros tantos por hambre, por indigencia total. ¿Quién fue su verdugo?  De las crisis económicas y el deterioro en el nivel de vida de las masas sociales; del descrédito del país ante el resto del mundo, ¿quién es el Edipo de nuestro país, que así le causa semejante epidemia?  ¿Algún adivino Tiresias andará por ahí que nos aclare el misterio? ¿Ubican ustedes al responsable de que al país le hayan caído encima la mala fortuna, el mal fario, la salación?

Pero no  flagelarnos. El único responsable es el cuerpo social, dueño absoluto de la casa común. Los causantes de la plaga somos  110 millones de responsables, por acción o por omisión,  de todos lo bueno que solía ocurrirnos  y de todo lo malo que desde hace cuatro años cimbra los cimientos de esta casa común. Sin más. Es Tebas. (Es México, nuestro país.)

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