La florida raíz

“No me busques por veredas –mi bien… búscame por travesías  – allá encontrarás, si quieres – mi bien – el amor que te tenía…”
Versadas de la provincia, de los paisanos de por allá. Tonadas que son sangre y zumo del ranchero ayuntado a la tierra, al cogollo de la tierra, a la hendeja, estoy por decir, de la tierra. Mi Jalpa Mineral…
Que varios días viví en el terruño, les conté ayer, y que he vuelto vigorizado por la cercanía con mi origen, mi raíz, mi hontanar. Que volví a paladear sus comidas sápidas y picantes, delicia del paladar cimarrón y endemoniadamente indigestas para el arrimadizo. Mi lengua recordó la enjundia de la pitahaya, colores copiados al mejor Tamayo, y la fruta de horno, el jocoque, las habas, la miel en penca y  los chicharrones de lonja. Ah del  alfajor dulcísimo; me está haciendo agua, me refiero a la boca…
Así me he traído del caserío natal olores de humo de ocote y de yesca, sabores de aceite y miel, tactos, sonidos, imágenes de esas que junto a la caja de cartón me traje al lanzarme a buscar la sobrevivencia, a hacer por la vida en esta inconmensurable colmena de laboriosas abejas de salario mínimo, zánganos del puesto  público y, cuando iba a faltar, la abeja reina de un cuento de hadas, efímero cuanto irreal, y en el que cada seis años  todas, por turnos, se sienten reinas, si no es que hadas madrina. (Marta, Margarita.) ¿El propósito de relatar a ustedes asuntos tan sólo de mi interés personal? Esto lo habrán de inferir si es que siguen el flujo de la narración.
Allá como entre sueños, dormido en el catre familiar, percibí un como rumor de alas, prestigio de ánima en pena: el río, que arrastra ramazones, troncos de venadilla y una que otra becerra desbalagada. Al alba me arrulló la conseja del fantasmón y el aparecido.. Intimas y familiares las casucas circundaban mi sueño,  como las barañas el nidal. Esta nostalgia…
Aquel día me levanté oscura la mañana y salí a respirar mi querencia. La segunda llamada de misa primera en la parroquia; algún zaguán que vomita toses tempranas, y allá van chuequeando por media banqueta, en la mano las devociones,  vejanconas de chongos blancos y trapos negros. Ya dieron la segunda, Prageditas…
Y ocurrió que por el callejón viejo salí a respirar mi querencia y me topé con el jinete aquel, mozo de buena estampa, todavía tiernón, y me le emparejé al cuaco y le solté aquella pregunta (no al cuaco, al jinete). Rutilo dijo llamarse, jinete en el penco barroso que cargaba dos botes de leche para el reparto mañanero. Me  animé a la plática: “¿Qué tal se vive por acá, paisano?”
– Bien, como el cristiano no se meta a preguntón.
Ajale. “¿Y caen muchos preguntones?”
– Los que caigan son demasiados.  (Me miró de ganchete y taloneó las verijas al barroso.) Apreté el paso. Por medir su interés en asuntos políticos:  “¿Usted qué opina del Revolucionario Ins.?” “
– El Revolucionario, así mero nombran un semental de don Aquileo el  viejo. ¿Tiene usté yegua pa la cruza, por un si acaso?”
– De Elba Esther,  ¿qué opina?
– El pelao que se la robó fue el mentao Jiricua. La dejó empreñada. ¿Tiene usté alguna sobrina que quiera…?”
Amarró el barroso al horcón de la esquina. Tocó a la puerta de aquella casa, pintura descarapelada. Una vejancona  entreabrió la puerta, aprontó la olla y recibió la leche (qué feo se oyó). Volvió a cerrar. Yo, por quedar bien con el payo: “Usted tiene pinta de galán. ¿Muchas enamoradas?”
– Leche quisiera tener, que entriegos me sobran…
(El final, más tarde.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *