Nacido inglés en las piernas de la nobleza y de inmediato desechado por indigno de nobles botines, fue a recalar en práctica deleitosa de los obreros en su tiempo libre, y aquello era sudar, eliminar toxinas y liberar endorfinas. La gloria.
La gloria, sí, pero una gloria sopesada por el patrón, que calculó los botines que le reportarían unos botines alquilados, y fue entonces: no fatigarse, muchachos, no maltratarse las espinillas ni ponerse en riesgo de una pierna rota. Voy a pagar a algunos que jueguen por todos ustedes, que cómodamente pueden disfrutar del futbol.
En eso quedamos. Y fue así como el obrero, de asumir su participación personal en el juego, pasó a delegar en los alquilones, y pagó por verlos, y propició el negocio descomunal de TV y similares. Lástima, porque el futbol es práctica deleitosa y saludable, que libera tensiones y confiere un estado de paz y relajamiento físico tanto como mental. Hermoso juego el futbol, que cada fin de semana practiqué allá por los llanos del oriente de la ciudad. Piedras, hollancos, yerbajos y polvaredas. Al final, la paz. ¿Hoy día sentarme a dos nalgas frente a la TV y escuchar los aullidos histriónicos con que los merolicronistas manipulan masas cándidas? No he logrado vivir carretadas de tiempo para terminar en eso. A propósito:
El pasado lunes un encabezado de la sección deportiva prendió mi atención: ”Curiosidades de nuestro futbol”. Leí tres párrafos y me quedé pensando…
Que equipos como “Puebla, Atlas, Estudiantes y Atlante, afirmaba un Miguel España, son ejemplo de la inestabilidad”. Que “pudimos comprobar las situaciones especiales o extrañas que suceden en nuestra Liga”, y que a tales equipos “los traen dando tumbo en el campeonato”, y en el pie de plana la afirmación de un Eduardo Brizio: “En un futbol altamente comercializado no es extraño que los jugadores carezcan de identidad y cambien de equipo como de calzones”. Que alguno de ellos, afirma, han militado en casi todos los equipos del balompié mexicano, y pone el ejemplo de un Carlos Ochoa:
“Debutó en el Necaxa, luego se fue a Tigres, cruzó el charco para enrolarse en el Osasuna de Pamplona. Regresó de nuevo con Tigres para emigrar a Gallos Blancos. Después se fue con los Jaguares, para luego enfundarse en la camiseta (sic) de los Rayados de Monterrey. De ahí pasó al Rebaño Sagrado, para que tras una escala en La Laguna regresar con los chiapanecos”.
Yo, leído lo anterior, aconsejo a quien corresponda: ¿Pues qué? ¿Los entrenadores de los equipos que son “modelo de inestabilidad” no han pensado en integrar coaliciones, como los equipos modelos de inestabilidad PAN y “Nueva Izquierda” que, por no descender a la segunda división, a base de darse una mutua respiración de boca a boca han logrado sobrevivir en el marcador? Otra más:
Si en un futbol altamente comercializado “existen jugadores carentes de identidad”, ¿por qué los equipos coaligados no los postulan como capitanes comunes? ¿Que ignoran cómo manipular la futbolera maniobra? Pero si es muy fácil: con tan sólo contratar al técnico especializado en compra-venta de equipos sin estabilidad y jugadores carentes de identidad. A ese lo han alquilado Los Pinos, Gobernación, el PAN, gobernadores diversos y algunos patrones de la iniciativa privada. ¿Cómo localizar al alquilón? Que el interesado en sus servicios alce el puño con un buen fajo de dólares, y listo. Con precaución, aclaro, que la tarascada del chucho es mortal. ¿El alias? Ortega. (¡Jesús!)