Nuestra economía ya se está recuperando. En casi cuatro años hemos otorgado 2.5 millones de créditos y otros 2.5 millones de subsidios para viviendas, más del doble que en el mismo período del sexenio anterior.
Ya no, señor presidente. Ya no más. No con usted. Este país, en cuya gobierno fue impuesto, ya no es el que apenas ayer avanzaba a jalones de informes presidenciales; ya no es aquel cuya esperanza irracional se afianzaba cada primero de septiembre con el figurón en turno oficiando el rito anual: rostro para el mármol, índice en alto, catarata de cifras descomunales y el retumbar de las frases para el bronce como las que usted intentó la mañana del pasado jueves en su monólogo ante una leva de dos millares de reclutados que usted obligó a encerrarse en el patio del Palacio Nacional:
“¡Sólo unidos prosperamos. Es la hora del cambio para convertir a México en el país que está llamado a ser!”
Ya no, señor presidente. Frases ya no. Para histrionismos está usted muy lejos de aquellos soberbios demagogos pri-gobiernistas: voz, estatura, presencia, carisma, personalidad. Con semejantes patrañeros se agotó la magia que en la hornaza de unas cifras y un viva México encendían año con año la esperanza irracional de las masas. Con personajes de la alzada de usted no va a revivir aquel adolescente país que de ayer a hoy se transfiguraba; que anochecía ayer sombrío, hoy escuchaba al santón y mañana amanecía renacido al calorcillo del Quinto Sol. El Ave Fénix renacía de sus cenizas porque la magia de un taumaturgo le dio luz y clave, y le desbastó obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, al conjuro de unas cifras y a la advocación de un viva México…
Y amanecer optimista y robustecido; con los mismos problemas, con la pobreza de siempre, y el desempleo y la pública inseguridad, pero retoñando porque la voz de un predestinado le recompuso la esperanza irracional. Ahora ya no. Con usted no, cuando menos. No con sus vomitivos “mensajes” yo habré de reflexionar como en la Edad Oscura del PRI-Gobierno:
“¿Pues qué clase de país es el nuestro? ¿Por qué avanza a jalones de informes presidenciales? ¿Cómo es posible que el rito anual de este quinto sol de pacotilla determine el ánimo colectivo de todo un país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repite esa licuefacción de la sangre de San Genaro, ese prodigio nacional en el que la voz de un santón obra en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, calmar rebeldías, amansar violencias y disipar nubarrones que oscurecían el futuro. De un día para otro”.
Ya no. Con usted, señor presidente, el “mensaje” de miércoles (¿jueves?) apesta a formol, a cadaverina. Una masas sociales crédulas nunca más. Sean los hechos los que convenzan, y esos hechos no van a ser los de usted, ciertamente. ¿O existirá aún ese cándido que dé credibilidad a rastrojo como el que pronunció usted en el soliloquio de marras?
“¡Se aplicaron recursos por ll mil 042.9 millones de pesos (…) Mediante la aplicación de esta inversión se construyeron, rehabilitaron y ampliaron..!
Basta, señor presidente. Cifras maquilladas ya no. Ya no verdades a medias, que son mentiras completas. ¿O piensa usted que las masas sociales serán capaces de digerir ese informe de miércoles? ¿Que los mexicanos seguimos tan aturdidos como siempre, tan dependientes como nunca, que seguimos esperando del enemigo histórico lo que nos negamos a ejecutar por nosotros mismos? (Sh…)