¡Cruces y patrullas, atención! ¡Disturbios en La Tusanía! ¡Dirigirse a la zona en conflicto!
– ¡A ver, abran cancha a la autoridad! ¿Qué pasa aquí, por qué el intento de linchamiento con vías de hecho?
– Permítame que le explique, señor comandante, yo que soy el más damnificado de todas las víctimas del penoso incidente.
– Bueno, sí, pero usted quién es, indentifíquese, o hablan toletes.
– Me “indentifico”, señor. José Visitación Cigarre, de Las Guilotas.
– No, y alburiándome le va a ir más peor, porque de guilotas a guilotas… ¡Cabo Sazafraz, canten toletes!
– Las Guilotas, Zac. Yo, un ciudadano mexicano por nacimiento y al corriente en el pago de mis impuestos, comparezco ante usted y…
– Pero en la chingamusa, ¿usted qué pitos toca?
– Soy el propietario, gerente general y presidente en funciones del Gran Circo y Carpa Brothers Hermanos., que administro bajo nombre artístico de Mister Joseph Ringlin. ¿Ve allá, humeante todavía, lo que quedó de nuestro circo? Cuarenta años nos contemplan. Toda una institución, toda una vida de tradición cargaba en sus lonas, y mire nomás la desgraciada que nos vino a acomodar el culto público de esta honorable colonia…
– ¿Y en cuánto estima el desmadre, o sea los daños, don Josehpito?
– Ay, señor, ¿cómo calcularlos así, a ojo de buen cubero? Varias familias pobres, pero decentes, nos hemos quedado en la calle vil, en la vil chilla, a la mitad del arroyo y a la buena de Dios.
– A deslindar responsabilidades. Échenme para acá a ese payaso.
– Cuál payaso, qué pasó, está usted frente al Aguila Humana.
– ¿Tonces la payasada de maquillarse la cara de colorado frenesí?
– Cuál colorado, cuál frenesí, lo que traigo en la cara son coágulos de hemoglobina. Sangre de mi sangre, comandante.
– Lo hicieron dar el triple salto mortal de un madrazo. Madrazo de garrote, no de político corrompido; que se asiente en el acta.
– Me chisparon cuatro dientes, y dos eran de oro, ¿se imagina los daños?
– ¡Orden! En fila se me van a poner madreados, sospechosos y… ¡Aguas con el barbón, que no huya! Luego extraditarlos cuesta uno de la cara. Qué pasó, señores madrinas, no se me apendejen. Hablen macanas, porque me da esa corazonada, o sea mi sexto sentido de policía: el barbón es narco. ¡A las zonas blandas, cabo Sazafráz, no me vaya a astillar el garrote! A ver, marxista, ven pacá. ¿Desde cuándo militas en la guerrilla? ¿Quiénes son tus contactos en Guerrero? ¿Y la casa de seguridad? Por la fachita tú eres La Barbi.
– ¡Por la purísima Concepción, por su mamacita..!
– No, y refregándomela te va a ir más peor. ¡Cabo Sazafraz, écheme pacá, de las barbas al terrorista!
– ¡Qué terrorista voy a ser! ¡Soy La mujer barbada! Míremela, jálemela!
– Ah, hingáu. Bueno, eso que le valga, pero mientras verificamos si su coartada es válida, se va usted a quedar en arresto domiciliario.
– ¡Cuidao con esos perros sarnosos, no nos vayan a miar, mi comanche! ¿Aplicar la suprema ley del tolete?
– ¡Alto, los valientes no asesinan! ¡No me los macanée, no hay que ser! ¡Estos son Tito y Leovigildo, nuestros leones africanos! Yo soy su entrenador.
– Pos sí, pero cargan el mal, andan rabiosos.
– Hasta usted anduviera, con todo respeto, de haber recibido la ración de madrazos, el intento de linchamiento y los piquetes de solera en sus genitalitos y anexas. El pobre de Tito, ya tan maduras sus almorranas…
– Pero esa espuma en el hocico…
– Por la tizniza que les atizaron las respetables…
(Mañana.)