Redrojo histórico

Echar al país de Los Pinos llevó al país a la vigencia plena  de la democracia y a ejercer la libertad…
Vicente Fox y la capacidad de autocrítica. Que a quien quieren perder (la leyenda) los dioses lo ciegan o lo hacen perder la razón, pero yo digo, mis valedores:  con tan sólo que le anulen su facultad de autocrítica. Ya privado de ese medio para el “íntimo decoro” va a perder la razón y derivar en cínico. Fox, por ejemplo…
Comparando sexenio por sexenio, mi administración supera, y con mucho, todos los sexenios anteriores”
Leí, releí las afirmaciones del segundo marido de la Sahagún publicadas en el matutino del pasado jueves, y me di a meditar en la dificultad con que topan los zafios para la citada autocrítica. Observé  la foto del lenguaraz, y caramba, ¿qué fue del carisma, la personalidad, la prestancia del figurón que logró sacar de Los Pinos al Revolucionario Ins? ¿Qué resta del que hace 10 años a punta de votos reventó las urnas? Sólo un redrojo histórico que extravió mesura, decoro y razón y cayó en el cinismo. Ahora mismo recuerdo que aún con retazos de poder en la mano (en la mano de la esposa Bribiesca), mostró la dimensión de ese impudor que se le tornó endémico:
Dos veces gané las elecciones presidenciales: una, en el 2000 y otra en el 2006…
Y yo pregunto, mis valedores: más allá del dinero y la mala fama de sinverguenza con todo y familia mostrenca, ¿qué queda del tal? Miro en la foto del diario ese gesto que pretende altivez y no pasa de ridículo. Hago trizas la plana del matutino…
El PRI ahora sale muy campante a decir que no servimos. Yo creoque los que no sirvieron fueron ellos…
Y como alabanza en boca propia es vituperio, ¿que habrá sido de los cortesanos que en los años de esplendor quemaban copal e  incienso a la “pareja presidencial”? Tiro al cesto de la basura la foto del hablantín, por la ventana contemplo la lejanía,  y por alguna suerte de asociación se me viene a la mente la vera estampa de una vetusta edificación frontera a la  Plaza del Estudiante. Una vecindad. Qué tiempos. Me  doy al ejercicio onanista de recordar…
Corazón del barrio bajo, vivienda de vecindad. Hambre, incuria, abandono, promiscuidad. Yo, aquella corazonada No fue más que eso, un presentimiento, pero ya desde entonces supe que el adolescente se iba a malear. Yo lo observaba hace décadas y meneaba la testa. Ese desdichado va a terminar mal: en secuestrador, narco, policía. No me equivoqué, lástima. Peor de lo que temía resultó ahora que ya es un viejo entrado en años, kilos, decrepitud, flacidez, desvergüenza, impudor; uno que ni la gracia ha mostrado de envejecer con dignidad. Patético
¿Culparlo de su actual degradación? No soy tan drástico, tan radical, si analizo cómo ha transcurrido la vida del infeliz, de la cual es la hechura lógica, y su degeneración un resultado previsible. Porque vamos a ver: su vida de adolescente: un cuarto de vecindad. Desamparo. Orfandad encobijada de un padre, una madre o algún familiar que viera por él en materia de afecto, ternura, amor, guía, consejo. Nada. Valimiento de padres no conoció, pero sí, en cambio, los rostros desencajados del hambre, la necesidad, y aquellos amaneceres del fogón apagado, y aquellas noches del estómago vacío, y el jergón inhóspito frente a cualquier amargo de sueño, de sueños…
Suyos fueron la soledad, la desesperanza, la falta de un futuro, de una esperanza, así fuese en cuarto menguante, en cuarto de vecindad.  (Sigo mañana.)

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