En Occidente, la gente piensa de manera visual
Giovanni Sartori, mis valedores. ¿Lo habrán leído tantos de ustedes? Uno de los teóricos más relevantes de la teoría política de hoy día es, al propio tiempo, un investigador del más tenebroso de los medios de condicionamiento de masas: la televisión. Avance portentoso de la electrónica, afirma Sartori, significó un retroceso en la marcha hasta entonces ascendente de una civilización que se inició con el lenguaje oral, siguió con el jeroglífico y la escritura cuneiforme, y avanzó con el papiro, el libro, el periódico, el telégrafo y el teléfono hasta desembocar en el invento de la radiofonía, culminación de un proceso que alejó al hombre del primate, su ancestro, y lo convirtió en animal symbolicum y homo sapiens. Pero llegó la televisión, que habría de convertirlo en simple homo videns. El cinescopio…
¿Por qué el tal cinescopio (hoy la pantalla de plasma) significa regresión, si representa un avance descomunal en cuanto a medios electrónicos? ¿Por qué, si puede convertirse, como de hecho la ha convertido la internet, en una soberbia biblioteca al alcance de todos? Porque del jeroglífico a la radio, mis valedores, se emplearon signos, vale decir conceptos, abstracciones, un lenguaje de naturaleza simbólica, que fuerza al cerebro a decodificar sonidos y signos escritos. En México, por ejemplo, poseemos el código del castellano, lenguaje que comprendemos porque podemos interpretarlo. “Madre”, “justicia”, “amor”: comprendemos tales vocablos porque, captados en forma verbal o escrita, nuestro cerebro los decodifica, lo que nos sería imposible con el lenguaje chino, pongamos por caso, si no poseemos el código correspondiente.
El lenguaje simbólico nos elevó sobre el primate, sí, pero de súbito apareció la televisión y nos cambió conceptos y símbolos por imagen, sin más. Con (y en) el cinescopio nos “informamos” viendo, sin tener que involucrar el cerebro para una ya innecesaria interpretación de símbolos. El lenguaje de la imagen se entiende aquí y en Sudáfrica, lo que no ocurre con el lenguaje simbólico, escrito u oral. Pues sí, pero…
“Una imagen vale por mil palabras”, juran los publicistas, y nos lo hicieron creer; ¿pero tanto vale una imagen? Patraña vil de los tales, afirma Sartori, y al decirlo en una entrevista de televisión su presencia tuvo sentido porque se expresó, es obvio, con un lenguaje oral. Una palabra, con su enorme fuerza y riqueza de evocación y significados, vale por mil imágenes, asegura. ¿La prueba? La propia televisión, que no puede bastarse con el puro lenguaje visual. Nos faltaría el necesario contexto, la explicación, que sólo la palabra proporciona, sea escrita u oral.
Y aquí el motivo de que la televisión haya significado un retroceso en la cultura y la civilización del ente humano: captamos la imagen con sólo verla, sin necesidad de que las neuronas la decodifiquen, y ello nos acerca, una vez más, al primate. Para tantos de ustedes, adictos al cinescopio, ¿por qué no meditar lo que afirma Sartori, así sea en el tanto de lo que pasa el desfile de los anuncios comerciales que trozan las peripecias de la telenovela, del “talk-show” pocho, el clásico pasecito a la red o la apología de la nota roja en eso que apodan “noticiero”? Sí, todo lo indigesto y manipulador del cinescopio con que nutren su espíritu tantos de ustedes, y algo aún peor: el espíritu en formación de sus niños, adolescentes y jóvenes, y lo grave: (Eso, y Sudáfrica, en breve.)