Cabezas sin cuerpo, cuerpos descabezados, una alucinante regazón de cadáveres y todo el país empapado en sangre y convertido en escándalo y pena internacional. (El, mientras tanto, sentado en su palco del estadio, de bufanda la enseña patria y las siglas de la Federación Mexicana de Futbol. Es México, que es decir todos nosotros.)
Pero al de la bufanda y el viaje a Sudáfrica la atracción de cancha y esférico no le nació ayer. Desde que andaba en campaña y por atraerse los votos de la Perra Brava se disfrazó con calzones guangoches, camiseta de colorines y botines de futbol (los otros botines, acusa la revista semanal, los está redondeando a estas horas. A la chita callando. En fin.) Mis valedores:
En estos días de psicosis, enajenación y locura colectiva, el “mandatario” sentado a dos posas en el estadio sudafricano mientras al país lo crucificaban con un R-15 y una AK-47, traigo al recuerdo el atento recado que desde aquí le arrojé después de observarlo barriéndose a los pies de jugadores, entrenador, masajistas y cubeteros para que le ayudaran a anotar, y con su cancetinazo nosotros perdiésemos el encuentro. Si el mensaje tiene o no vigencia, júzguenlo ustedes. Decía:
Señor candidato de Washington y los treinta mega-ricos de este país, de los cuatrocientos corporativos, el alto clero católico, el duopolio de televisión y casi toda la prensa escrita: lo miro correr, acezante, tras de un sillón que se cortó a la medida de estadistas de la estatura del Tata Cárdenas, sillón que se advierte para usted muy lejano a pesar de las toneladas de propaganda que desde los medios de condicionamiento de masas nos arroja en la cara, sin contar esa descarada, interesada ayuda del segundo consorte de la Sahagún, el de El Tamarindillo, tan apestoso.
Lo que ese busca es cubrir su estatura de caballo percherón con la fina persona de usted, así sólo le cubra cintura, talones y posas, señor candidato. También habrá que arropar apellidos y nombres de tal prosapia y tan honorables como Gordillo y Salinas, Peña Nieto y Montiel, Sahagún y Bribiesca, Romero Deschamps y Aldana, Norberto Rivera, Onésimo Cepeda, Marcial Maciel y congéneres. Señor candidato:
Ahora recurre usted a la mojiganga de disfrazarse con camiseta, botines y calzones guangos para habilitarse de futbolista. ¿Pues de cuándo a acá, señor? Y si ni con ello lograse llegar a los zancajos del carismático que el Solá publicista de usted etiquetó como “un peligro para México”, ¿a qué otro artificio va usted a apelar, señor candidato?
Pero cuidado, que lo imposible pudiese ocurrir, (toco madera, ¿o es vil melamina?), y el día señalado amaneciera usted con la banda presidencial entre pecho y espalda. Cosas veredes, advirtió a Sancho el de la Triste Figura. Puede ocurrir el prodigio, qué milagros no logre la televisión, madre que tiene a millones de pobres de espíritu pegados a sus dos pechos, el del Ajusco y el otro, ella que en este país no conoce madre ninguna….
Señor futbolista de ocasión: si fuerzas de derecha (zurdo usted, qué paradoja) me lo encaraman hasta Los Pinos: ¿su estilo de juego será fino, técnico, o va a resultar lodero, como el de su antecesor, con todo y la carga de hombro, el caballazo, el calcetinazo y el patadón? ¿En cancha de pasto sintético se siente bien? ¿Pasto inglés? ¿Pasto gringo, que ya veo a usted aquerenciado con La Casa Blanca, hasta donde irá a filtrar tantos balones de nuestra exclusiva propiedad? Aunque me parece que usted no pasa de ser… (Mañana.)