Las estoy observando, todas desplegadas en mi mesa de trabajo. Pero no emocionarse, mis valedores, antes de tiempo, que no son fotos de mujeres sin trapos encima, estas en posición de loto, aquellas en decúbito dorsal y las de más allá en los cuatro puntos que forman las rodillas y las palmas de las manos, no. Lástima, que se trata de varones. Pero no emocionarse, mis valedoras, que no son mozos garridos, garrudos y garañones, sino todo un catálogo de viejos, lo que presupone que entre todos ellos, doce en total, concentran una generosa dotación de calvas y arrugas, vientres y canas, papadas y lentes y, lo predecible, toda una generosa dotación de achaques físicos. Tienen aún el defecto mayor de que son altos clérigos de la iglesia católica, y en su momento fueron todos ellos papables, y no dudo que en breve lo volverán a ser. Por orden alfabético paso a describirlos.
Arinze, Francis, 69 años de edad, nigeriano de tendencias conservadoras, lo que presupone que en lo reaccionario se encuadra en la línea ideológica del actual. Pero en cuanto a aspecto físico se ubica en las antípodas, porque como buen nigeriano tiene oscura su piel y es bembón, de blanquísimos dientes y el pelo pasita. Con todo y sus lentes en nada se distingue del músico de jazz, del promotor de box, del viejo memorioso que en las tabernas de Nueva Orleans y a la oferta de una copa se suelta narrando cómo fue su carrera de pelotero o atleta olímpico, hasta que aquella lesión…
Castrillón, Darío. Colombiano, 63 años a cuestas y lo inaudito en uno de nuestra América mestiza: nos resultó enemigo de la Teología de la Liberación, lo que le planta el tatuaje de reaccionario como el actual. Por cuanto a su aspecto físico: rostro de rasgos austeros, por más que se le insinúa la discreta sonrisa. Lentes casi tan grandes como las orejas.
Dannieels, Godfried. Belga, 69 años, calva y canas, lentes y papada, y lotería: pertenece al ala progresista, que ya para este mundo es ganancia, y quizá para el otro también, si es que otro existe, más vale que sí.
Humees, Claudio. Progresista él también, pero con un aspecto de ciudadano común, sin planta ninguna, sin carácter ni personalidad, sin asomo de carisma. Como el actual. Detrás de sus antiparras se nos queda viendo como si ya a sus 67 años estuviese desencantado de todo, del todo, de todos…
Martini, C. María. Al italiano se le da la sonrisa. Aspecto de empresario que sabe sobrellevar con resignación sus tres cuartos de siglo. Liberal.
Pero ándenle, que se nos coló uno en pañales (santificados): apenas 59 Y así los demás de su edad. Que brilla con propia luz, que es liberal y anticapitalista, y que ataca rudamente a la prensa por ventanear a los curas pederastas. Sea por Dior. Con su copetito y esos lentes, qué pinta de rotunda vulgaridad, Dios lo proteja.
Y así los demás: apellidos más, apellidos menos, que poco o nada nos dicen, hasta llegar al trompudo sesentón de rasgos groseros en un rostro sin desbastar o desbastado a hachazos en un momento de mal humor. Prieto él, agrio de catadura, ingrato de ver, timbre de voz harto desagradable cuando habla de lo único que sabe hablar con conocimiento de causa: la grilla política. Sí, Norberto Rivera, ultra-reaccionario que predica la santa pobreza empericado en su Mercedes Benz blanco, blindado (chofer y guaruras), Dios.
Tales doce fueron los candidatos para que alguno de los tales anocheciera gusanillo y amaneciera fulgurante crisálida que se soltase bendiciéndonos urbe el orbi como sucesor de aquel Juan Pablo II reaccionario y político, aliado incondicional de Reagan el gringo en su combate a toda causa justa del paisanaje. Finalmente, el «elegido del Espíritu Santo» fue Joseph Ratzinger y yo me pregunto: ¿por qué canacos y concanacos, por qué milagro del cielo no tuvo entre los candidatos que con él compitieron a algún tabasqueño que día con día, por contraste y a modo de claroscuro, lo exhibiera en su real estatura de pontífice de masquiña, pobre infeliz perseguido por el mal fario, la mala sombra, la salación…?
Porque, mis valedores, Ratzinger nos resultó un mediocre torpón, que apenas abre la boca y ya tiene agraviados a cristianos, musulmanes y judíos porque el suyo es el síndrome del sistema digestivo, que en dos años ya ha empobrecido a El Vaticano y a Roma entera, y provocado peste, violencia social, inseguridad pública, un horroroso desempleo, quemazón de niños y agotamiento de pozos petroleros. Y tal reaccionario anti-carismático, ¿por qué no padece el castigo divino en forma de Peje tabasqueño? (Dios…)