Irán, julio, 2008. Ejecutan en la horca a 29 reos. Ya van 150 en este año.
La pena de muerte, mis valedores. Al tema me referí el domingo antepasado en la radio, con la sensación de avanzar a contracorriente de la opinión mayoritaria; de la ideología de derecha, concretamente, pero no, del presidente de Acción Nacional al propio padre del joven sacrificado que motivó la crispación de las masas sociales, la defensa de la vida y el rechazo a la pena capital son ilustrativos, y sólo encuentran adeptos entre voceros priistas y esas masas que a su deseo de venganza apodan justicia. Hoy, ante el asesinato de un joven de la plutocracia nacional, los «medios» han crispado la conciencia social, y en tantas voces y en tantas formas se invoca la pena de muerte, que voy a decir algo aquí de lo dicho en nuestro espacio comunitario de Domingo 6, de Radio Universidad.
Patético que nuestro país, que en materia de civilización, ciencia, cultura y protagonismo internacional viaja en el cabús de la historia, con ese intento aberrante de regresar a la pena de muerte se empeñe en avanzar contrapelo de la corriente «civilizatoria» en que se inscriben los países del orbe. Hoy, cuando año con año una media docena de países deciden abolir la pena de muerte, entre nosotros se revive la tentación de implantarla. Los instigadores son esos medios de condicionamiento de masas que a raíz del secuestro y asesinato del joven plutócrata promueven la pena de muerte; son esos políticos del Tricolor anuentes a revivirla, luego de que ellos mismo la abolieron en el 2005. Lóbrego.
Las masas, en tanto, al engancharse en la psicosis social inducida mal se percatan de que son sistemáticamente golpeadas por el Sistema de poder en su calidad de vida, en una falta total de justicia y en el abandono de planes apropiados de salud, educación, empleo, salario justo, etc. Son esas masas las que a lo irreflexivo se involucran en un escándalo de nota roja que atañe a los círculos del poder económico, cuando las víctimas que pertenecieron al pobrerío los impresionan apenas, porque no se apellidan Martí. Pero qué vulnerable es el paisanaje a las campañas enajenantes, manipuladoras, de la prensa escrita, la radio y, sobre todo, la televisión. Lo dicho, mis valedores: ya nos tomaron la medida Nos vencen por nuestra pura ignorancia, lástima…
Irán. Del Reglamento para la Lapidación:
Las piedras utilizadas para infligir la muerte no deberán ser tan voluminosas como para que el condenado muera después de haber sido golpeado por una o dos, y no deberán ser tan chicas que no se les pueda dar el nombre de piedras.
Por otra parte, el rechazo a la pena de muerte no tiene más argumentos que el humanismo y la moral. La justicia actúa dentro de unos marcos estrechos. La venganza, en cambio, no conoce más límites que la crueldad humana, con el agraviante de que una y otra vez, por mala fe o por ignorancia, cada acto vindicatorio se planta la careta de la justicia Se hizo «justicia por propia mano», y en esa forma lavó su honor. Y no lo olvidemos: el mediocre es el más vengativo, y más cruel cuanto más pobre de espíritu…
Pena de muerte. Se ejecuta puntualmente el rito del asesinato oficial, con la presencia de los deudos de la víctima o de las víctimas, y es como para preguntarse: ¿la muerte del criminal ayuda a curar el dolor de los deudos? ¿En qué forma ayuda a desagraviar a los ofendidos? ¿Ese nuevo asesinato fue un acto de justicia o un acto vindicatorio? ¿Quién concede permiso moral a las autoridades para ahorcar, quemar, fusilar, envenenar, electrocutar a mujeres y hombres? Asesinar al asesino, que es responder a un asesinato con otro, ¿es hacer justicia? Tan brutal e inhumano es el asesinato que comete el criminal como el que perpetran las autoridades en frío y perfectamente planeado y ejecutado con premeditación, contra sicópatas de cuyas taras los Sistema de poder son responsables: pobreza, falta de educación, crisis recurrentes que van enfermando a la comunidad, tolerancia ventajista ante el problema de la droga y el licor, el abandono del Estado ante la problemática de la comunidad, etc.
Recapitulando: los ejecutados son asesinos; ellos mataron en la medianía de una pasión descontrolada, de unos impulsos irreprimibles, de una enfermedad patológica de una intoxicación de enervantes; ellos, a su vez, son asesinados por el Estado fría, metódicamente: horca, balas, lapidación, silla eléctrica, inyección letal. A eso apodan justicia algunos países civilizados. (Seguiré)